H.P Lovecraft puede que sea, con permiso de Stephen King, uno de los autores de literatura de terror más “adaptados” a la pequeña y gran pantalla desde que el mundo es mundo. La lista de horrores Lovecraftianos que han mudado del papel maché al celuloide es larga y como suele ocurrir en estos casos, plagada de claros y oscuros, si bien es cierto, que de esta comunión entre el autor de Providence y el cine, han surgido como caídos del basto e inhóspito espacio exterior, un buen puñado de grandes títulos, algunos incluso, míticos. En territorio español, tuvimos nuestra particular muestra en la estupenda “Dagon: La secta del Mar” (2011) que “nos” dirigió el gran Stuart Gordon, adepto confeso a la obra de Lovecraft que ya había eyaculado tiempo ha en el rostro de los aficionados, dos orgasmos tan sumamente deliciosos como fueran “Re-Animator” (1985) y “Re-Sonator” (“From Beyond”, 1986).
Y precisamente de terrores venidos del espacio trata el programa de hoy, pues la película que nos ocupa está basada en uno de los relatos cortos más recurrentes de Lovecraft: “The Colour Out of Space”, escrito originalmente en 1927. Y digo lo de “recurrente” porque a parte de la película que nos ocupa, me viene así a bote pronto a la cabeza, al menos otro título basado en dicho relato, hablo de “Colour From the Dark” (Ivan Zuccon, 2008). Seguro, estimada audiencia, que alguno/a de vosotros/as sabrá ilustrarme si me he dejado alguna otra en el tintero... por cierto, que aun no lo he dicho y por si algún despistado no se había dado cuenta, hablamos hoy de “Granja Maldita” (“The Curse”, David Keith, 1987).
Curiosamente, la carrera como cineasta de David Keith comienza y termina con “Granja Maldita” (título de culto para muchos aficionados al terror entre los que por supuesto me cuento), pues más allá, tan solo dirigió un par más de películas de escasa repercusión como fueron “Las Aventuras de Tennessee Buck” (1988), en un burdo intento por subirse al carro del éxito de cintas mayores como las dos primeras entregas de Indiana Jones o “Tras el Corazón Verde” (“Romancing the Stone”, Robert Zemeckis, 1984), y la última, hace 13 años, “Waterville” (2003). Donde sí ha brillado Keith es como actor secuandario, rol en el cual atesora una larga y dilatada carrera.
Para dar forma a esta “Granja Maldita”, Keith contó con la inestimable colaboración de David Chaskin para que escribiera el guion de la película, una elección un tanto arriesgada teniendo en cuenta que Chaskin tenía aun los pañales cagados pues había debutado tan solo dos años antes con el libreto de una de las secuelas más controvertidas de la historia del cine de terror: “Pesadilla en Elm Street 2: La Venganza de Freddy” (“A Nightmare On Elm Street 2: Freddy´s Revenge”, Jack Sholder, 1985). Con todo y pese a la dudosa credibilidad del sospechoso dúo, este par de mamones (con perdón) esculpieron una de las películas de terror más entrañables de los ochenta que como digo, a día de hoy, conserva intacto su estatus de clásico de la época.
“Granja Maldita”, más allá de los elementos principales que toma del relato original de Lovecraft, la recurrente caída del espacio de un meteorito con nefastas consecuencias para la vida en el planeta (y aquí si que podemos sacar otro buen puñado de títulos que maman directamente de esto, tanto previos, véase “La Noche del Cometa” de Tom Eberhardt, posteriores como “El Terror No Tiene Forma” o más contemporáneos como “Los No Muertos” de los hermanos Spierig o “Dead Shadows” de David Cholewa), no deja de ser un oscuro (y tristemente) certero retrato de la América profunda y del fundamentalismo religioso. El terror viene del espacio, pero el hombre ya había inventado el suyo propio y lo ejercía con mano de hierro y en nombre de otros.
Keith nos enseña las miserias de una familia rural, que ya se pudría por dentro mucho antes de la caída del meteorito. Lo hace en clave de serie B a medio camino entre el terror y la ciencia ficción y con dos figuras como principales ejes del mal, por un lado la de un todavía tiernísimo Will Wheaton, quien aun no lo sabía, pero estaba a punto de convertirse en todo un icono Trek al dar vida ese mismo año por primera vez, al joven alférez Wesley Crusher en “Star Trek: la Nueva Generación”, sin duda, la mejor serie que ha dado hasta la fecha el universo Trek y que unos cuantos más años más tarde, ha terminado traspasando las fronteras de la ciencia ficción para convertirse en un icono más de la cultura pop gracias a su participación en la popular sitcom “The Big Bang Theory” junto a los Sheldon Cooper y compañía.
El otro pilar de la película es el personaje interpretado por el desaparecido Claude Akins, el cristiano padre de familia que representa el lado más oscuro de la religión y del pensamiento ultra conservador, en lo que sin duda es una dura crítica no solo hacia la denominada América profunda, sino a este tipo de corrientes ideológicas que aunque parezca mentira en pleno siglo XXI, siguen floreciendo y ganando adeptos en los lugares más insospechados. Solo hace falta echar un vistazo a algunos de los grotescos personajes que nos gobiernan, para darse cuenta de ello.
Centrándonos exclusivamente en lo cinematográfico, nos encontramos ante la típica serie B de los ochenta, con una historia simplona sin apenas sorpresas para el espectador que basa gran parte de su encanto en la fantástica ambientación que el director logró recrear para la ocasión (rodando los exteriores en su propia granja), gracias sobretodo a una fantástica banda sonora y al gran partido que en combinación con esta, consigue sacarse de unas aparentemente inocentes imágenes cotidianas de una granja, dando como resultado algo perturbador que a mi en lo personal siempre me ha recordado mucho al sello personal de Carpenter.
Los efectos especiales, modestos y sin ser de lo mejor de la época, cumplen a la perfección a la hora de recrear todas esas mutaciones pesadillescas tan características del imaginario Lovecraftiano, no en vano, estos estuvieron supervisados por el mismísimo Lucio Fulci. Pústulas, granos supurantes, substancias gelatinosas... erótico hasta la médula.
Difícil, por no decir imposible, encontrarle pegas a una película tan divertida y revisionable como ésta. Gran ritmo, buenas interpretaciones, excelente banda sonora, algo de crítica social, buenos efectos especiales y un tramo final de lo más loco que habría firmado con sumo gusto el propio Roger Corman y que como no podría ser de otra forma, nos transporta a aquella inolvidable “La Caída de la Casa Usher” (“House of Usher”) de 1960. Y es que pasados ya casi 30 años de su concepción, “Granja Maldita” me sigue pareciendo uno de los mejores terrores Lovecraftianos que se hayan rodado, con permiso, por supuesto, de maese Gordon. Pero claro, eso ya son palabras mayores.
Lo mejor: Un divertimento sin fisuras, disfrutable del primer al último minuto y por supuesto, la fabulosa banda sonora.
Lo peor: Que conductas como las vistas en el seno de la familia Crane, estén lejos de existir solo en la ficción.