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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: No Tears For The Dead

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El primer fin de semana de Junio del 2014 tuvo en ascuas a todos los aficionados al cine de acción asiático. Ese fin de semana –bueno vale, fue un miércoles…- iban a coincidir dos estrenos de lo más llamativos del género: “No tears for the dead” y “Man on high heels”, ambas con dos estrellas al frente de su reparto como Jang Dong-Gun y Cha Seung-Won, ambas con dos directores tan aplaudidos como Lee Jeong-Beom y Jang Jin, y ambas con dos historias que nos traían, a tenor de su argumento y sobre todo trailers, resonancias del mejor “Heroic bloodsheds” hongkonés, aunque estas proviniesen de Korea del Sur, claro.

El duelo estuvo muy igualado, pero lo más curioso fue que, a pesar de la expectación creada, ambas fracasaron de cara a la taquilla. No solo sus recaudaciones fueron mediocres –a las alturas en las que escribo esto, a falta de poco más de un mes para acabar el año se sitúan como la 21ª y 31ª producción autóctonas más vistas del año- sino que para mayor deshonra de sus responsables fueron relegadas en lo más alto de la taquilla por otra película del mismo género como “A hard day”, pero en esta ocasión de distinto talante ya que esta era una comedia de acción. 

Por cómo se ha podido ver por su posición entre las más vistas del año, “No tears for the dead” –NTFTD a partir de ahora- fue finalmente la ganadora del duelo, pero por obvios motivos tampoco es que pudiese celebrarlo. Sí, 600.000 entradas vendidas son muchas, al igual que los poco más de 4’6 millones de dólares USA recaudados –ya quisieran eso muchas producciones españolas sin ir más lejos-, pero para la industria surkoreana era poco menos que un fracaso. 

De “Man on high hells” ya sé cuáles fueron las claves que la llevaron a la ruina, así como suena, pero lo contaré en su reseña; de “No tears for the dead”…. a medias. 

Pero antes de empezar, vayamos con esas premisas que he resumido al principio. Los que prefieran ahorrarse el rollo si ya que conocen a los principales participantes de esta producción, que salten directamente seis párrafos más abajo. 

Jang Dong-Gun es, no solo uno de los actores más queridos en Korea del Sur, sino también en otros territorios asiáticos. Curtido en series de televisión, iniciándose como muchos de estos jovenzuelos que ahora plagan los K-Dramas, a Dong-Gun se le abrió puerta del mundo del cine con el clásico “Nowhere to hide”, una de las producciones que inició el fenómeno de internacionalización del cine surkoreano. El film no solo lo hizo visible para los realizadores haciendo olvidar su faceta de actor para televisión sino que lo convirtió en un héroe de acción. 

El salto definitivo a la gran pantalla lo dio con la co-producción chino-surkoreana “The anarchists”. Esta película marcaría sus próximos pasos ya que no solo llamaría la atención de los chinos –su dominio del idioma ayudaba- facilitándole su participación en otras coproducciones como “La promesa” o “Dangerous Liaisons” sino de también los grandes cineastas de su país, y es que conviene recordar que el guión de esta película corría a cargo de nada más y nada menos que Park Chan-Wuk. Al año siguiente Kim Ki-Duk lo elegiría para protagonizar su “The coast guard” y Kwak Gyeong-Taek su “Friend”. El resultado de todo ello fue el estrellato explosivo del actor: “Friend” no solo fue la película más vista del 2001 con casi nueve millones de espectadores sino que Dong-Gun recogió varios premios por su interpretación. 

Pero la cosa no sé quedó ahí. Al año siguiente su “2009: Lost memories” fue la séptima película más vista del año. En el 2004 con “Lazos de guerra” volvió a situarse como el actor de moda. El film batió todos los records del momento con 11 millones de espectadores, de hecho la película aún se encuentra entre las más vistas de la historia del país. Al año siguiente volvió con Gyeong-Taek repitiendo igualmente éxito: logró situar “Typhoon” en el quinto escalón entre las más vistas cosechando de paso otro puñado de premios por su interpretación. Luego tuvo un periodo sabático de cuatro años. Regresó a lo grande con “Good morning president”. Octava más vista y más premios.

Como actor más en boga dio el salto a… ¿occidente? con “El camino del guerrero”. Era una producción de Nueva Zelanda y la propia Korea, pero la presencia de actores tan conocidos como Geoffrey Rush y Kate Bosworth provocó que la misma se distribuyese alrededor del globo. Pero como siempre ocurre cuando alguien está en la cresta de la ola, tiene que llegar su declive. Y a él le llegó pronto. Con “My way”, una super-producción al estilo “Lazos de guerra”, fracasó estrepitosamente, y con otras coproducciones internacionales no corrió mejor suerte. 

Volvió al campo de la televisión con la recomendadísima “A gentleman’s dignity” para intentar una “puesta a cero”, pero su regreso con esta NTFTD, como hemos visto, no le ha devuelto el estrellato pasado. 

Por otro lado tenemos a su director Lee Jeong-Beom, realizador de “El hombre sin pasado”, a la postre la película más taquillera del 2010 y gran acaparadora de la mayoría de nominaciones de los dos grandes premios cinematográficos del país. La película, un thriller de acción con también reflejos de la época dorada de la filmografía hongkonesa, nos descubrió a un cineasta directo que se manejaba como pez en el agua en el género. ¿Sería esta su confirmación? 

Para empezar hay que decir que NTFTD en su arranque nos trae una buena y una mala noticia. ¿Cuál queréis primero, la buena o la mala? Vale, es un chiste/recurso malo, pero la verdad es que tenemos una cosa buena y otra no tanto. 

La buena es que el film se nos presenta con un local de Jazz. ¡Coño –me dije- igualito que en “The killer”¡ Jeong-Beom sigue dando muestras de ser en cierta forma un “igual” a nosotros, un tío rendido a una época y forma de hacer cine de acción. Pero es que no solo es un guiño que podríamos interpretar engañosamente, es que un par de minutos después vemos… ¡una pajarita de papel! Sí, una pajarita idéntica a las que hacía Tony Leung en “Hardboiled”. ¿Casualidad? Ni de coña. 

Luego viene la parte mala. Sí, un club de Jazz… ¿¿¡¡pero qué coño hace una niña en un club de Jazz??!! Luego –media hora después…- intentan dar una explicación, pero me parece una excusa un poco pelegrina. La clásica de “la necesito” para conformar el drama. 

Y es que después de esa presentación agridulce, el film se decanta por esos típicos terrenos tortuosos de killer con remordimientos y triste pasado con los de madre con pesar y sufrimiento eterno. Porque si no lo sabías –no es destripe ya que es la base del film- al protagonista le encargan vigilar y asesinar posteriormente a la madre de la niña que ha matado por accidente. ¡Oh, qué sorpresa y prodigio de originalidad! Pues sí, NTFTD será lo que será, pero ni es original ni tiene mucho sentido común. En todo caso, ¿lo era el “Heroic bloodshed”? Tampoco puede faltar en la historia el concepto de amistad, pero está igualmente diluido. 

Sin embargo el film además de ese hándicap tiene otras carencias y defectos que, al menos en estos minutos, harán que la película se aleje de nuestras expectativas o, el que no las tuviese, de un producto redondo. 

Hablo por ejemplo de la falta de acción. Hay alguna escena buena, excelente me atrevería a tachar como la del camión, pero poco más. Es el drama el que ocupa la mayor parte del metraje de estos minutos y lamentablemente no consigue su objetivo de conmover. Resulta frío y forzado, y uniéndolo a lo anterior, nos da una fase que no aburre pero que tampoco destaca. Con decir que uno empieza a fijarse en los detalles chorras como cuando premian a la protagonista y la ponen a cantar… 

Por suerte y como todos sabíamos –otro factor que provoca que mantengamos el interés y no nos desconectemos del todo- la segunda hora es todo un festival de tiros e incluso alguna maniobra marcial. 

Es cierto que estas solo se presentan en dos escenarios, unos apartamentos y la sede central de los malotes, pero ole tus güevos, a pesar de ello el resultado es de sobresaliente. 

En los apartamentos podremos disfrutar con la brutal contundencia de los disparos de las escopetas a bocajarro, la precisión de los francotiradores e incluso en plan casi gore, las posibilidades de una navaja. 

En el moderno edificio, podría recurrir a “La jungla de cristal”, pero quizás me estaría alejando del ámbito asiático y tampoco es cuestión de compararlo con el hospital de “Hardboiled”, así es que lo dejaré en trepidantes tiroteos con algún cara a cara mezcla de taekwondo y thai-boxing, obligando de paso a su visionado. 

Especial atención merece su desenlace, un final que por previsible –atendiendo a los dogmas del subgénero- paradójicamente no solo resulta sorprendente sino hasta realmente emotivo. ¿Quién se lo iba a esperar atendiendo a esa primera hora tan poco contagiosa? 

Para terminar, la que en parte fue la clave de su fracaso bajo mi punto de vista. A Jang Dong-Gun no se le puede echar la culpa. Está soberbio, digno heredero de Chow Yun-Fat. Aún me acuerdo cuando se apuntó su nombre para el remake de “A better tomorrow” que al final lamentablemente no realizó. Creo que ningún actor –únicamente quizás el compatriota de este, Lee Byung Hun- podría hacerle sombra a Chowie como este. 

Donde realmente creo que está el fallo –además de esa hora inicial…- es en que más del 70% de los diálogos están hablados en inglés, chino y hasta español –sí, español- y claro, ir a ver una película para tener que estar todo el rato leyendo subtítulos… Pues eso. Ya conocemos a los surkoreanos: mucho querer aprender inglés con el gobierno dando la vara, pero luego –doy fe de ello- las salas que proyectan películas con subs en inglés, están casi vacías. Al menos hace unos años… 

Resumiendo, “No tears for the dead” es esa típica película en la que de haberse contenido en su primera parte recortando lo superfluo y siendo directo con el melodrama, hubiese sido un peliculón. Total, ¿qué hubiese tenido de malo que su duración fuese de hora y media en lugar de las dos que nos encontramos? Así es un buen film de acción, sí, un ejercicio que encima que pone al día un estilo de cine añorado por los aficionados, pero es una lástima no haber hecho algo perfecto cuando lo tenías a tu alcance. 

Gon es un asesino a sueldo que en una misión mata por accidente a una niña. Siguiendo con la misión, le encargarán vigilar a la madre de la esta y esposa de su anterior objetivo. Martirizado por la culpa, pronto cambiará sus lealtades por sus principios…



Crítica: Magical Girl

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Es prácticamente imposible hacer una crítica negativa de Magical Girl, y bien sabe Dios que en un principio fue esa mi intención, llevado por el arrebato de cabreo que me supuso que la magistral La isla mínima se fuera a casa sin el premio a la mejor peli en San Sebastián, arrebatada Concha de Oro y mejor director inesperadamente por la cinta de Vermut.

Con la distancia relativista que da el tiempo y un segundo visionado, el rencor y la mala leche se han transformado, también para mi sorpresa en una devoción prácticamente absoluta por la peli más extraña, asombrosa, imaginativa e inteligente que nos ha dado el cine patrio en años. 

El consabido argumento, ese intento de un padre (sobrevalorado Luis Bermejo) parado y casi sin recursos por conseguir el traje oficial de un anime para su hija enferma de cáncer, que le llevan a entrecuzar su vida con la de personajes oscuros, siniestros, tenebrosos como el interpretado, magistralmente (qué barbaridad de lección interpretativa) por Bárbara Lennie o el de José Sacristán, al que, perdónenme, pero tengo atragantado y aquí está soberbio, es lo de menos en este cuento con moraleja, moderno, surrealista y cañí, elaborado con un gusto y dominio de la filigrana fílmica de la que muy pocos directores hacen gala hoy día, sin dejar un solo hueco, un resquicio, una grieta que escape a esa magnética puesta en escena calculada hasta el milímetro por el talentosísimo Carlos Vermut con frialdad y mala uva hasta esa espiral final que descoloca y duele, más por brillante que por inesperada a la hora de despejar la imposible ecuación que la cinta es en sí en esa manera de finalizarlo todo, una de las más sorprendentes, epatantes y crueles que recuerdo. Y es que la historia de esa niña abocada a una muerte inminente e injusta que con su último capricho lleva a un padre amargado, jodido más bien, al perverso bajo fondo, a la traición de los ideales en un cruce de caminos escalofriante. 

Como si de una reencarnación buñuelesca se tratase, Vermut compone escenas con el brío y la magia plástica con que Velázquez recreaba el espacio, el aire y la corriente en sus Meninas. Nos presenta truculentamente a unos personajes desahuciados, enfermos, dolidos, muertos que caminan sobre sus tumbas y nos arrastran sin remedio embobados, embebidos en una producción barata que puede y debe despistar en su arranque y que una vez metidos en faena, captados como acólitos sectarios, los espectadores sobrevuelan su tramposo nudo argumental y nos dejamos llevar por una insólita belleza, una paradoja de lo hermoso desde lo horrendo tejida arriesgada, valientemente, sin complejos ni temores como una tormenta en la que los relámpagos brillantes, desmedidos y cegadores tapan los truenos como si no importasen lo más mínimo. 

Y es que errores tendrá, trampas y trucos, envites y órdagos a grande y chica, pero tratados con unas exigencias de calidad absolutamente irreprochables. No llegará quizás a Obra Maestra, pero resulta tan absolutamente estimulante en su carácter único y estrafalario que lo parece al menos. El cinismo, lejos de molestar, nos convierte en seres cándidos e inocentes, en espectadores que llevábamos décadas esperando la revelación de las revelaciones, casi en silencio, en uno de esos dolorosísimos silencios alternados con susurros dementes que el director usa sabiamente como recurso narrativo. 

La niña de fuego, esa copla de Manolo Caracol extraña y surrealista, como salida de un poema gitano de Lorca desde el exilio mismo, sirve con delirio como muestrario ejemplar de lo que Magical Girl esconde, a saber, una obra mucho más profunda en apariencia de lo que es, una marcianada cáustica, inaudita y dolorosa en la que lo que menos lesiona es una terrible enfermedad infantil, un compendio de buenas intenciones, sagradas casi y una declaración de intenciones, de saberes, de conoceres y de futuros placeres perversos e íntimos que nos vendrán, sin duda, de la mano de ese extraterrestre patrio, friky, sabio y sobre todo tremendo cineasta que es su director, que ya en Diamond Flash, obra hoy muy sobrevalorada a la lumbre de esta proeza, mostraba tablas, carácter, personalidad e ingenio.

Magical Girl es la superación formal de aquella, un verdadero brainstorming equilibrado y desequilibrante, que consigue intercalar el cine más negro posible con arrebatos de comedia independiente e irreal en un coqueteo perfecto inter subgéneros. Nada sobra en el film, nada falta, y pese a una apariencia fresca de inmediatez es evidente que todo está calculado hasta su más alejada posibilidad escénica. Los personajes, extremos pero vecinos de nuestras aburridas vidas, están dotados de unas cualidades que les hacen más que eso, simples personajes al servicio de un depurado, modélico y redondo guión, personas, reales y surrealistas. Los escenarios, por su parte están tratados de igual modo y más que espacios por los que pululan estos seres mágicos y perturbados son los personajes donde esas personas se desarrollan, se hacen daño, se matan. El metraje, digno de estudio, está dotado de un ritmo imposible de mejorar, aturdidor, que nos deja en shock en varios momentos y hace que los minutos se reblandezcan en los relojes como en el espantoso cuadro de Dalí y las dos horas parezcan quince a ratos y media a otros, sopesando la paciencia e inteligencia del que observa esta obra de arte pausada y sugerente que nadie en absoluto debería dejar escapar. 

Hay películas que sorprenden por su forma, por estar contadas de maneras sorprendentes, impactantes, de estilo innovador y avergonzante, pero muy pocas complementan todo lo anterior con un fondo, una realidad argumental y reflexiva tan asombrosamente pensada y planteada. La película apabulla porque entre otras cosas sugiere un punto de partida social, una crítica al escaso valor de la cultura y la lealtad para sobrevolar ese pesimismo que tantísimo nos puede recordar a los crudos planteamientos del estupendo cine griego de los últimos años (el aroma de Canino, de Miss Violence se mezcla con el tufo a hamburguesa barata que se come en esa casa abocada al deshaucio) y se centra, sin posarse demasiado, en la enfermedad mental-sentimental, en el caos emocional del abandono, en el cine noir cargado de crítica y sorna y vuelve a levantar el vuelo para rocambolescamente, es cierto, centrarse en la magia, blanca o negra, real o tramposilla que al final es lo que define la obra en su totalidad. 

Ni debo ni quiero dar más datos de su argumento, porque acudir a presenciar un milagro como este con la mente virgen y libre de prejuicios y valores ajenos es todo un regalo que el cabroncete del Vermut, mago prestidigitador y vudú, nos hace antes de navidades. 

Almodóvar la reivindica como la gran maravilla fílmica del siglo. Estoy seguro que si Lynch, Chan wook Park o Kaurismaki acaban viéndola, se pondrán de su parte. Porque la propuesta de Vermut no es sólo fresca y abrasadora a la vez, es el resultado de un maridaje asombroso y perfecto, cual obra de orfebre escrupuloso, que nos toca dentro, muy dentro, y no nos suelta hasta tiempo después de haber salido del cine. 

Cómo me fastidia tener que recular y reconocer mis errores. Qué equivocado estuve. Magical Girl es sin duda alguna, la renovación de no sólo un género que amo (el thriller, que casi ni aborda), sino de toda una manera de hacer cine.


Crítica: Nightcrawler

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Pasadas las fiestas y ya casi olvidado el 2014, comprobamos que todo queda atrás, lo bueno, lo malo y lo regular (que es lo que abarca casi todo). Comenzamos de nuevo, otra vez más. Parece que lo hacemos de la misma manera en la que terminamos, recogiendo el testigo de todo aquello que quedó a medias en el 2014 y que sigue a medias, pero la realidad es que dentro de cada uno de nosotros, sabemos que cada comienzo nos hace diferentes. Comenzamos cogiendo impulso, el impulso de las buenas intenciones, el impulso de las metas que creemos que alcanzaremos este nuevo año, porque este año puede ser el definitivo. Al menos lo vamos a intentar, lucharemos a muerte por ello. Este año sí que lo haremos, este año va en serio. Llevamos menos de quince días de este nuevo año, pero dentro de cada uno de nosotros, sabemos que vamos a por todas...

Este es un pensamiento cíclico, se repite cada trescientos sesenta y cinco días, y suele ser ritual. Reincidimos en los propósitos de cada enero: perder peso después de los atracones de las fiestas, dejar de fumar, ser mejor persona...pero como lo que nos gusta es sumar y no restar, hemos añadido nuevas intenciones futuras, como el no depender tanto de las nuevas tecnologías y disfrutar más de las pequeñas cosas de la vida, o el de luchar de verdad por aquello que se quiere, no conformarse con ver la vida pasar. Y no es que yo hable por mí, ya que yo soy mucho más simple que todo eso y mi propósito es que me toque la lotería, yo hablo por todos vosotros, criaturas de este inframundo, porque tengo la habilidad de leer vuestras mentes y ufffff, qué escalofríos!!! 

De toda esta reflexión, destaco esa ambición que todos tenemos por conseguir todo aquello que creemos que puede hacernos más felices. Ambición, muchas veces directamente relacionada con los escrúpulos o la falta de ellos, con las temidas elecciones personales que nos deja nuestra conciencia y que define el final de la partida. Sobre todo esto, sobre la ambición y la falta de escrúpulos es sobre lo que nos da una lección "Nightcrawler". 

La película de Dan Gilroy gira en torno a Loius Bloom (Jake Gyllenhaal) , un ladrón buscavidas con una de las habilidades más envidiadas para cualquier ambicioso, que es la de "comeorejas" profesional, me explico, Louis es de esos tipos tocados por la mágica varita del don de la palabra, el don de gentes y el carisma, que son los ingredientes imprescindibles para triunfar cuando te falta el talento que hable por ti, o cuando estás empezando en aquello que quieres emprender. 

Nuestro Louis, una noche cualquiera presencia un accidente de tráfico y es testigo de primera mano de cómo las cámaras de televisión recogen el momento, instantes después de haberse producido el mismo, para venderlo a cadenas de televisión locales esa misma noche. Ahí comienza el propósito de año nuevo de nuestro protagonista, pues ve una salida a la casi indigencia en la que vive, y decide meterse de lleno en el mundo de la grabación en videocámara de sucesos para comerciar con ellos, aunque realmente con lo que el inteligente sr. Bloom comercia es con el morbo más demencial. 

En "Nightcrawler" siempre se juega de noche, la cámara es nocturna y los pensamientos también. La noche siempre invita a bailar con los límites, y en esta película no es que se baile, es que se destrozan a ritmo de billete y reconocimiento. Todos los personajes, excepto el pobre diablo que "trabaja" como ayudante de Louis en sus acciones nocturnas, son deleznables, todos caen en la trampa de la ambición desmedida, todos persiguen a muerte su objetivo y no importa lo que haya que hacer, y lo que se quede o quien se quede por el camino para llegar a la meta los primeros. De esta manera debería ser terriblemente difícil empatizar con los personajes, pues son odiosos, en especial el interpretado por Gyllenhaal, pero como el carisma es el carisma y atrae más que un imán, Louis Bloom consigue que no puedas apartar tu vista de él y que necesites escuchar cada explicación que da, por mucho que lo hagas con una mueca de asco en la cara. 

Lo que refleja el submundo en el que nos envuelve Dan Gilroy es el espejo más sucio del poder, de la necesidad y de la inmundicia de unos medios de comunicación al servicio de la parte más retorcida de la noticia, aquellos para los no hay reparo alguno en meter el dedo en la llaga hasta reventarla y mostrar todo el pus que pueda salir de ella. Crítica directa a los medios de comunicación amarillistas y su "buen hacer" a la hora de gestionar las noticias. Todo ello se hace bajo la frialdad de una mirada heladora, como la de Gyllenhaal, que por primera vez me convence con sus registros, ya que es "Nightcrawler" su mejor actuación con diferencia. El frío también se demuestra en los planos, en la subtrama criminal, que sepulta la cámara de Louis Bloom, y en cada una de las acciones programadas de Bloom y la directora de los informativos, Nina Romina (Rene Russo). En "Nightcrawler" no hay espacio para los sentimientos, sólo hay cámara y acción. 

El punto negativo lo encontramos en la repetición dilatada de la trama, pues facilmente le sobra media hora al "ascenso" de Louis Bloom. El espectador necesitado de acción puede que desespere en esta parte, que se alarga y terminar por redundar de lo lindo, aunque mi perspectiva es que aunque es repetitivo y eso le resta varios puntos, no llega a aburrir, y quizá sea la mejor manera de que experimentemos más intensamente la frenética media hora final, que es lo mejor de la película, con una banda sonora que es el copiloto perfecto. 

Resumiendo, un thriller de personas que, o nunca lo fueron, o dejaron de serlo por el camino, metas arriesgadas, métodos repugnantes y amistades peligrosas, donde la ambición es el arma más letal y la droga más dura. Viendo lo visto, olvidémonos de los propósitos más enrevesados del año nuevo, y centrémonos en seguir comiendo verdura y ensalada.


Crítica: The Atticus Institute

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Albert Einstein dijo una vez que tan solo utilizaba un diez por ciento de su cerebro. Gracias a frases tan célebres como ésta, durante mucho tiempo se tuvo la creencia (posteriormente desmentida) de que el ser humano tan solo utilizaba entre un diez y un quince por ciento de su capacidad cerebral. Por lo tanto, no era descabellado pensar que sobrepasado dicho paupérrimo porcentaje, las capacidades del cerebelo humano eran tan ilimitadas como desconocidas. ¿Que podríamos llegar a hacer si utilizáramos todo el potencial de nuestro cerebro?

En parapsicología, se conoce como telequinesis a la capacidad de mover objetos mediante una acción a distancia sin la intervención de ningún medio físico conocido, es decir, con el poder de la mente. Telequinéticos célebres hay muchos: El Escocés Daniel Dunglas Home se convirtió en todo un fenómeno vajo el reinado de Napoleón III gracias a su capacidad de mover objetos y de prever la muerte. A lo largo de su vida, jamás se pudo demostrar que fuera un fraude; Eusapia Paladino, Italiana, convenció al mismísimo matrimonio Curie, tras diversas sesiones de espiritismo, de que podía hablar con los muertos y mover objetos con su mente.Y no hace falta irse tan lejos ni en el tiempo ni en el espacio, pues en España tuvimos a nuestro propio fenómeno telequinésico popular gracias al Israelí Uri Geller, quien recordemos doblaba cubiertos metálicos como si fueran de mantequilla.

“The Atticus Institute” recoge parte de la esencia de toda la controversia generada a lo largo de los años sobre el tema de la telequinesis y demás capacidades “sobrenaturales” asociadas al cerebro humano, algo que no es nuevo, pues el cine, ha explorado con recurrencia dicho fenómeno, en especial dentro del género fantástico. Así, podríamos hablar de títulos tan míticos dentro del terror como “Carrie” (“Carrie”, Brian de Palma, 1976), quizás, el libro de cabecera sobre la materia y que sin duda, estimuló de lo lindo a De palma, pues volvería a indagar en el tema tan solo un par de años después con “La Furia” (“The Fury”, Brian de Palma, 1978). El mismo año, ve la luz otro ejemplo ilustre: “Patrick” (“Patrick”, Richard Franklin, 1978).

Ya en los ochenta, la telequinesis cinematográfica seguía vigente, apareciendo otros títulos de culto como “Scanners” (“Scanners”, David Cronenberg, 1981) u “Ojos de Fuego” (“Firestarter”, Mark L. Lester, 1984). Esta tendencia, se ha mantenido en adelante con infinidad de títulos de entre los cuales, destaca sin ninguna duda la obra de arte firmada en 1998 por Alex Proyas, por supuesto hablo, de “Dark City”. No obstante, como digo, la lista es cuasi interminable, solo hace falta darse una vuelta por el universo de las adaptaciones “comiqueras” para encontrarse con los mutantes del profesor Charles Xavier, con reimaginaciones super heroicas como “Chronicle” (“Chronicle”, Josh Trank, 2012) o con algún que otro remake innecesario.

Volviendo con “The Atticus Institute”, la nueva película de Chris Sparling, habría que catalogarla dentro del género de terror y en concreto, de el de corte más populista, pues se enmarca dentro del mockumentary o falso documental. En éste caso concreto, de manera más que justificada todo sea dicho, pues la cinta versa sobre una serie de experimentos realizados en 1976 sobre los cuales intentan dar luz testimonios “reales” a raíz de que salen a la luz una serie de documentos de vídeo, por lo que a modo de documental, conoceremos que ocurrió en el instituto Atticus cuando el Dr.Henry West se topa con el asombroso caso de la en apariencia telequinésica Judith Winstead.

La cinta, sin duda inspirada en pequeña o gran medida en la figura de Nina Kugalina, telequinésica Rusa que fue objeto de múltiples experimentos comenzada la guerra fría y a la que se la recuerda por detenerle el corazón a una rana ante la atónita mirada de un grupo de científicos soviéticos, lejos de aportar nada nuevo al sobre explotado mockumentary, se mueve dentro de unos baremos de lo más convencionales y apenas consigue sorprender al espectador en ningún momento. Tampoco estamos ante un título especialmente perturbador, abogando durante gran parte de su metraje más por la vertiente científica, que por la terrorífica, al menos, hasta su tramo final, punto en el que la muchas veces delgada linea que separa ciencia y creencia, se rompe de forma deliberada.

No obstante, me resisto a incluir a “The Atticus Institute” dentro de ese saco roto de falsos documentales indigestos (muchos incluso nauseabundos) que infectan el flujo sanguíneo del género en la actualidad y lo hago porque dentro de sus miserias, estamos ante una película que al menos, consigue mantener el interés del espectador intacto a lo largo de todo el metraje, cosa poco usual dentro de esta aborrecible moda del found footage. Sin ir más lejos, nos encontramos ante un producto bastante superior a la muy vendida “The Taking of Deborah Logan”, la cual comparte suerte invertida con el título que nos ocupa, pues partiendo de una idea de gran potencial, termina derivando en una experiencia aburrida y carente del menor interés, caso diametralmente opuesto a “The Atticus Institute”, donde curiosamente, se parte de una idea a priori poco estimulante, para terminar consiguiendo un resultado de lo más aceptable.

La otra gran virtud de la película de Chris Sparling, es su estupenda factura técnica y su destacable nivel de veracidad como falso documental, en este aspecto, me atrevería a compararla con la recomendable “Europa Report”. Tanto los testimonios de los protagonistas, como las imágenes de archivo, resultan creíbles. Los primeros muy bien conducidos por un reparto solvente y las segundas, perfectamente ambientadas en la década de lo setenta.

En definitiva, sin ofrecer absolutamente nada nuevo y siendo víctima y esclava a la vez una vez más de todos los tópicos y clichés del formato, “The Atticus Institute” ofrece al menos, un visionado ameno, de creciente interés e incluso efectista en su tramo final, que aunque sea de rebote, se permite el lujo de aportar algo interesante (hasta fresco) al otro subgénero que toca la cinta y que no voy a desvelar, por lo que los que a estas alturas aun tengan estómago para degustar este tipo de productos, se lo van a pasar en grande. Los que como yo, estemos ya al borde de la ulceración, como mal menor, no terminaremos en urgencias e incluso, nos iremos a la cama con relativo buen sabor de boca.

Lo mejor: No aburre en ningún momento y entre su buena factura técnica y lo acertado de la narración, consigue enganchar.

Lo peor: Otro found footage que no aporta absolutamente nada.


Crítica: The Taking of Deborah Logan

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Hace apenas unos años el término “Found Footage” nos sonaba a carrera popular bajo las farolas fundidas de la plaza mayor del pueblo. Poco a poco el subgénero se fue abriendo paso en nuestros cines y festivales, a remolque sobre todo de la Bruja de Blair y de la franquicia Paranormal Activity, que con un presupuesto bajísimo se colocaron en los número uno de las carteleras de medio mundo. Un cine que con unos muy escasitos recursos tenía y tiene la potencialidad de asustar, aterrorizar incluso, en cuanto se adereza con un poquito de frescura, de buenas interpretaciones y truculencias varias de guión, hizo que el símbolo del dólar se marcara a fuego en las retinas de productores y cineastas, pero también, y todo hay que decirlo, de engaña bobos que se subían al carromato con la única intención de sacar provecho y pasta pergeñando truños de dimensiones épicas que el respetable público, ávido de nuevas experiencias, o de volver a experimentar lo que había sentido con algunos de estos metrajes encontrados.

Yo he de reconocer que el subgénero no me hacía ninguna gracia, pero en los últimos años casi que me he ido especializando en esto del falso documental y he devorado todo o casi todo lo que se ha ido haciendo, la mayoría reguleros, muchos muy, muy, muy malos y otros que son verdaderas maravillas.

The Taking of Deborah Logan, del director Adam Robitel, autor también del guión con Gavin Heffernan puede que no sea una de esas maravillas redondas, pero casi. Es una película intensa, con una base muy creíble, unas interpretaciones fabulosas y muy, muy mal rollo que resulta aterradora en dos frentes bien diferenciados. 

En los dos últimos años han sido muchas las cintas de terror, convencionales y de metraje encontrado, que se han centrado en posesiones demoniacas, exorcismos y casas encantadas. Las ha habido mejores y peores. Buenas y pésimas. Ha sido una verdadera ola de películas de posesión de metraje encontrado, bastante genéricas en su mayor parte, y que contienen prácticamente los mismos elementos, abusando de los consabidos clichés del género. He tenido la enorme suerte de disfrutar-y mucho- de algunos de esos títulos este año, y la cinta que nos ocupa entra sin lugar a dudas en un destacadísimo lugar en esa categoría, pero también de tragarme truñacos, innumerables decepciones basadas en el refrito de tramas más que predecibles. 

Afortunadamente, como ya he dejado claro, Deborah Logan no es ni mucho menos uno de esos casos. La cinta arranca cuando un trío de documentalistas deciden hacer una película sobre el Alzheimer de una paciente, Deborah Logan, y acaban recibiendo y grabando mucho más de lo que esperaban, como sus "episodios" que son cada vez más y más violentos y peligrosos y que van señalando pistas de que la señora no sólo está enferma... 

The Taking es una muy buena peli que parte de un punto absolutamente creíble para desarrollar toda su capacidad de aterrorizar en hora y media dando la vuelta a todo el guión por completo. Y bien es cierto que la cinta suma enteros en el momento en que la historia da un giro sobrenatural y pasa de algo tan terrible como el Alzheimer a algo tan terrible como una posesión, y sin hacer demasiado aspaviento ni muchísimo menos, pero todo se vuelve de repente insano, extraño e inquietante. Y es fascinante asistir a cómo la cinta va subiendo de nivel de malestar gradualmente sin traicionar las bases sobre las que se asienta el guión. 

La historia se centra en un grupo de documentalistas que están haciendo una tesis sobre el desgaste y deterioro físico y mental de una enferma de Alzheimer, Deborah Logan y los daños colaterales que la terrible enfermedad provoca en sus familiares, en este caso en su hija. Ambas viven ahora en una casa hipotecada que son incapaces de pagar y que con el dinero que les ofrecen para hacer el documental, pretenden salvar la propiedad, por lo que se instalan las consabidas cámaras que hemos visto hasta el hartazgo en este tipo de cine, por toda la casa. 

Para quienes hemos vivido la enfermedad de cerca, la plasmación visual de los efectos degenerativos de ésta ya es de por sí bastante aterrador, vemos cómo la enfermedad roba a sus víctimas el control de sus mentes, y llegado un extremo, incluso sus rasgos definitorios de humanidad. 

La película toma una trama bastante peliaguda y arriesgada, pues camina sobre una línea bastante peligrosa desde el momento en que el tema es muy, muy sensible, pero es tratado con absoluta delicadeza en su objeto de estudio, con total respeto e introduce la experiencia terrorífica secundaria, la posesión, con una premisa bastante auténtica y creíble. 

Cualquier familiar de un paciente con esta enfermedad se verá absolutamente reflejado y respetado en el film. Escenas como la enferma hablando sola en el espejo incapaz de darse cuenta de que se trata de una conversación en un solo sentido, un monólogo, la falta de alerta alternada con momentos de absoluta coherencia y conforme avanza la enfermedad, la evolución de esos períodos de conciencia disminuida, están perfectamente retratados y ponen los pelos de punta en ocasiones. Como lo hace asistir a la ruina emocional de los familiares cercanos, que se van debilitando con sus parientes, ese cansancio degenerativo que impide ya dar sentido a toda la conducta inexplicable del enfermo y les va endureciendo lenta, amarga e inevitablemente. 

Pero quizás lo que hace a la película algo bastante a tener en cuenta es que está rodada como un material bastante sólido y sorprendente, me explico. La historia funciona magistralmente bien como historia de terror, pero al no abusar de esos “jumpscares”, esos sustos bobos que suelen plagar los metrajes encontrados, podría eliminarse el componente sobrenatural que supone unos 15 minutos del metraje y la historia seguiría funcionando a la perfección como un drama, terrorífico, sobre las secuelas y efectos secundarios de una enfermedad degenerativa que cada vez afecta a más personas y de edades más tempranas, por lo que ese retrato del alma triturada por la enfermedad puede ser igual de aterradora que cualquier cinta de terror al uso, o que su segunda parte, esa escalofriante visión de una posesión que evita casi todas las trampas habituales en las películas de terror demoníaco, y que convierte a la cinta en un top espantoso que como digo puede palidecer en comparación con el retrato de una enfermedad que puede borrar toda capacidad y seña identificativa humana. Pero cuando la película se centra en el horror sobrenatural de la posesión tiene como reitero el mismo esqueleto escalofriante que muchas de las buenas cintas de terror tienen. Lo que quizás diferencie ésta es su componente de humanidad: Sarah Logan ama a su madre y trata por todos los medios desesperadamente de ayudarla, sin rendirse, y aunque no entiende lo que está pasando decide luchar de todas formas. No es la típica historia de “El amor todo lo puede” ni mucho menos, sino una cinta donde el amor requiere un esfuerzo extra y valiente. 

El desarrollo de los personajes es simplemente maravilloso, único, y el tratamiento que se da a la atmósfera general de la cinta, espeluznante. La historia no es en absoluto superficial, sino muy profunda por contra, y nos arrastra a un explosivo y fascinante clímax final que muchos criticarán y que a mí sencillamente, me encanta. El uso del found footage está plenamente justificado y se utiliza con muy buenos resultados, mostrando sólo lo que hay que mostrar, haciendo así la película más aterradora en todos los aspectos correctos, con esa escalada de terror que nos lleva a un gran final.

Todo lo anterior y lo que a continuación desarrollaré hacen de “The taking of Deborah Logan” el sleeper de terror que todos esperábamos, esa pequeña joya escondida tras un fabuloso cartel (de un diseño fabuloso, con la cara de la enferma en un rojo sanguina delicioso) que nos ofrece muchísimo más de lo que parece. Y es que la trama se mueve a lo largo de ambos polos-la enfermedad y la posesión- de manera constante, creíble y nada facilona, sin un solo momento en el que la atención del espectador decaiga gracias al suspense constante y a una ambientación fabulosa que juegan un papel muy importante en toda la película, como el resto del trabajo del equipo al completo, que nos ofrecen desde unos efectos visuales-sin abuso loco del CGI- a unos de sonido de calidad más que decente.

Pero si algo hay que recalcar sobremanera son las fantásticas, magistrales e impecables interpretaciones de dos de sus protagonistas: Jill Larson y Anne Ramsey, que interpretan a la enferma Deborah y a su hija Sarah. Son personajes completos, complejos y creíbles, en especial el de Deborah, que hace de sí misma una figura representativa tanto de la imaginería del miedo y el horror como de una tristeza inimaginable, lo que muestra en quizás su mejor escena, cuando es sorprendida por la cámara en su aparente incapacidad para reconocer su propio reflejo en un espejo. El rendimiento de Jill Larson en la cinta es desgarrador en su autenticidad, pero sin incurrir en la sensiblería facilona, Deborah Logan no tiene miedo porque no es consciente de lo que está realmente sucediendo. La consciencia la personaliza la hija, que encarna las oscuras sombras de la experiencia en la fantástica actuación de Anne Ramsay, con esos ojos naturalmente tristes, que emanan algo más que tristeza y preocupación, frustración y cansancio en la lucha con la pérdida de una madre que realmente ya se ha ido, pero todavía no ha muerto. 

Llegados a este punto, y antes de afilar y sacar punta a sus naturales defectillos, no puedo por menos que recomendar encarecidamente la cinta a cualquier fan del terror, lo sea o no del found footage, puesto que es muy difícil verse decepcionado por un guión bastante redondo, con unas interpretaciones magistrales y un final aterrador, con algunas de las más poderosoas imágenes espeluznantes del género en los últimos años y que me harán mantener bajo mi radar proverbial a sus responsables en sus futuros proyectos. 

El montaje y la edición como falso documental que analiza el severo caso de la enfermedad, huye de recurrentes enfoques a la nada oscura, de excesivos temblores, de chillidos ridículos e injustificados y prefiere en gran parte de su metraje sugerir que mostrar, lo que le confiere ese carácter sutil que tán bien emplasta con el terror puro y duro. 

Y si bien es cierto que no hay demasiadas inconsistencias en la historia, ni en el guión, se pueden observar pequeños defectos que cualquier fan del terror sabrá perdonar. 

Se exageran algunos momentos cumbre y se echa mano de algunos recursos no del todo necesarios. Y el equipo de cámaras de Mia Medina, la documentalista, sirve de vehículo lo suficientemente creíble en este "found footage", al que después, en la edición, incomprensiblemente se ha añadido musica...

Pero en general, la cinta sale airosa de esos defectillos porque sus personajes principales son totalmente creíbles y tiene un potencial estupendo como cinta de terror. A mí, personalmente me resulta de un gusto dudoso mezclar la enfermedad con la posesión, aunque grandes películas de terror ya lo han hecho, como la fabulosa “Exorcismo en Connecticut”, que trataba el cáncer y la posesión, e incluso la intachable “El exorcista”, donde la esquizofrenia paranoide acaba derivando en esa posesión en el cuerpo de Linda Blair que ha pasado a la historia. 

Lo mejor: Sus dos protagonistas, Jill Larson y Anne Ramsay. Personajes infinitamente peor interpretados han ganado premios a tutiplén. 

Lo peor: Que tenga banda sonora, la composición de Haim Mazar, pretendiendo ser un documental no editado.

Recomendabilísima.


Crítica: Interstellar

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La Tierra se muere. Esta es la actitud que Christopher Nolan toma como premisa para Interstellar, y lo deja patente desde buen comienzo de la misma. No hay mucho tiempo para racionalizar si la Tierra es una fuente infinita de recursos, no hay debate sobre los riesgos del calentamiento global, no se retuerce las manos sobre como revertir el progresivo deterioro del planeta en el tiempo. La Tierra se está muriendo, y en algún punto del tiempo cuantificable en décadas, se habrá muerto, un bol de polvo completamente inhabitable para los seres humanos. Ya se está deteriorando; Cooper (Matthew McConaughey) lo sabe, observando con remordimiento que “este planeta es un tesoro, y nos ha estado diciendo que nos vayamos desde hace mucho tiempo.”

Interstellar es la realización más completa hasta la fecha de las grandes intenciones de Nolan para con el futuro del cine. Desde su suntuosa fotografía de 70mm (o IMAX) de Hoyte Van Hoytema (Her, Tinker Taylor Soldier Spy) hasta las ambiciones narrativas de la cinta, que no son más que una indagación en los recovecos más profundos de la condición espacial y humana, los lugares a los que el hombre nunca ha ido en ambos aspectos, Interstellar es un gran gesto de todas las maneras. Y aun así, es la película más humana de Nolan. Por las críticas lanzadas contra el director por ser demasiado cerebral por encima de sincero u honesto, aquí linda con el territorio de Steven Spielberg en su intento operático de fusionar espacio y la historia de una familia que trata de permanecer unida a través de las galaxias y el tiempo. 

Cooper es un hombre abandonado por el new age, un ex ingeniero de la NASA que se ha quedado obsoleto por el cambio de circunstancias y la cultura de desesperación que rodea la falta de comida creciente de la Tierra. Primero el trigo murió, luego el quimbombó, y Cooper sabe que le quedan apenas dos años con los masivos campos de maíz que rodean su casa rural. Interstellar empieza bien tras pasar el Rubicón, después la mayoría de personajes lo suficientemente viejos como para recordar el mundo moderno, se ríen con arrepentimiento. Cooper, a su manera, está tan apagado como el planeta. De hecho se siente condenado por ver que le dejan atrás, deseando simplemente ser capaz de proveer para sus hijos el mayor tiempo posible. 

Su hija Murph (Mackenzie Foy) necesita algo más que provisiones, sin embargo. En las constantes capas de polvo que inundan su hogar, Murph empieza a encontrar patrones, que la llevan junto a Cooper hasta el laboratorio bajo tierra de la NASA, donde Brand (Anne Hathaway) y su padre (Michael Caine), el último ex profesor de Cooper, les ofrecerán la oportunidad no sólo de salvar a Murph y a su hijo Tom (Timothee Chalamet), sino a toda la raza humana. Hablar más de los giros narrativos de Interstellar sería estropear el placer de su esfuerzo tentativo a lo desconocido, y argumentar las intenciones del director. Cosa que no creo que me atañe a mí, en lo más mínimo. 

Siguiendo la estela de sus otras películas, aquí también nos envuelve un aura de secretismo que se vuelve especialmente real en Interstellar, ya que la cinta no empieza realmente hasta que el pequeño grupo compuesto por Cooper, Brand, Doyle (Wes Bentley) y Romilly (David Gyasi), acompañados por dos robots borderline llamados TRAS y CASE no llegan hasta los anillos exteriores de Saturno. Y es en ese punto en el que la película se demuestra más profunda, tanto en el espacio exterior como en las psiques frágiles de sus componentes. Mientras que la película misericordiosamente mantiene la locura espacial al mínimo, entiende perfectamente el terror de la misión. Está el plan A ideal de salvar a todo el mundo en la Tierra, pero debido a complicaciones eventuales relacionadas con el propio plan y la teoría de la relatividad, también tenemos un plan B a bordo, y el plan B viene con implicaciones mucho más graves para la misión. 

Interstellar opondrá a aquellos que realmente les guste y les disguste el trabajo de Nolan. Parecido a lo que ocurre con muchas de sus historias, hay una tensión entre la naturaleza sobre-expuesta del diálogo (de la mano de Nolan y su hermano Jonathan) y el alcance grandioso de la película. Nolan tiene un truco para acomodar a los espectadores en los universos que crea pero se recrea en el camino hasta allí, y aunque no es un daño en sí mismo para la historia, si existe un cierto grado de comedia inintencionada inherente en casi todos los personajes que se introducen con una serie de líneas que ‘orgánicamente’ explican que hacen, porqué están en la cinta y donde van a acabar probablemente.

Pero muy similar al personaje de Ellen Page en Inception, Nolan sitúa estos representantes en la cinta para ganar espectadores. Y mientras que los hermanos Nolan abusan de cargar prácticamente cada personaje con un bagaje parlanchín en algún punto de la misma, también cohabitan con muchos momentos genuinos, que ganan sentimiento al hacer de la película un éxito enfático. McConaughey y Hathaway encuentran ambos el alma en la visión de Nolan, que deberíamos decir que es una historia de familias que se separa por esta misma visión, y en segundo plano otra historia de humanos que intentan conservar lo que intrínsecamente les hace humanos en una parte del espacio donde la especie nunca debió llegar. Cooper se lamenta por su familia, ella se obsesiona con la idea de que una noción tan simple y humana como el amor puede potencialmente trascender el tiempo y el espacio, y ambos ofrecen actuaciones emotivas y ricas en una película que no las ofrece exactamente sobre el papel.

Este es, a mi modo de ver, el test de ácido de Interstellar. Nolan quiere que los espectadores dejen a un lado sus nociones preconcebidas sobre la épica del espacio, y mucho más importante, su cinismo sobre lo que una película debería hacer. Es un intento ruidoso y en ocasiones imponente, gracias en gran medida a la masiva banda sonora de Hans Zimmer. Interstellar cree, sin una traza de ironía o desafección, que la humanidad no está predestinada a morir en la Tierra, y que hay nuevas fronteras, nuevos rincones de oscuridad que no han sido explorados y que están listos para ser conquistados por los valientes e intrépidos. Es idealista en su sentido más purista, una película que todavía se maravilla de los misterios del universo cuando ya existen cientos que se entregan a la caza de hacerlos estallar.

Es también una película profundamente personal, en sentimiento y ejecución. No es muy complicado dibujar paralelismos entre el desdeño de Cooper por la falta de imaginación de un mundo desesperado y supervivencialista y la devoción servil de Nolan de preservar la experiencia cinemática, desde la idea hasta el acercamiento técnico. Interstellar ofrece una vuelta al viejo modelo de rodaje, hasta las primeras nociones de cine de George Melies como un navío para la creación de sueños. No es una película perfecta bajo ningún prisma, pero es una búsqueda de un ideal elusivo y que posiblemente esté muriendo, que la sustenta.


Crítica: Children of Sorrow

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Coincido con el amigo Chanpoo en que con que un metraje encontrado a día de hoy me entretenga ya casi lo doy por bueno. En este caso la cosa es complicada, porque es el enésimo found footage sobre sectas destructivas que me trago en poco tiempo y quizás el hartazgo me haga ver más los puntos negativos del desarrollo de la historia que sus méritos, que alguno ha de tener y que yo no acabo de encontrar.

Para empezar diré que Children Of Sorrow no es una película para todos los estómagos, y no porque haga un uso loco y degenerado del gore-ojalá, con lo que me pone a mí un buen gore,gore-sino porque toca temas sensibles y sensibleros para ciertos colectivos y puede dar que pensar a algunos, desde luego no a mí, cosa que es lo último que busco cuando me enfrento a una peli de este género. El trabajo de cámara sigue al pie las normas básicas del "metraje encontrado", que trata de prestar intencionalmente una realidad ciertamente incómoda a la experiencia, acercándose por momentos al slasher clásico y a otros subgéneros pero sin abandonar ese punto de vista subjetivo e inocente, manteniendo una sensación psicológica bastante extraña. En realidad, esta es una de esas pelis en las que todo ocurre en sus últimos minutos, para lo que tenemos que tragarnos durante 80 minutacos una especie de reunión de terapia a base de entrevistas en grupo en la que cada muchacho va contando su historia y su vida en el grupete sectario. Un despiporre, vamos... 

En este año hemos asistido a tres o cuatro películas que tocaban el tema secta de forma más que satisfactoria, cosa que desgraciadamente la cinta que nos ocupa no logra, pues lejos de conformarse con resolver un guión sencillito, casi inofensivo, quiere adoptar un tono de crítica social tajante frente a la religión y a los miedos sociales que acarrea, y ahí es donde se mete en jardines de los que no sabe salir ni de lejos, dándonos momentos cutronesy confusos en los que uno se pierde por completo. 

Ya viendo que la peli viene de la mano de After Dark, que nos da una de cal por cada treinta de arena, uno se prepara para lo peor, y ese intento de hacer un buen thriller psicológico acaba resultando un bodriete en el que la mayoría de las situaciones son obligadas, forzadas y nunca terminan por explicarse o justificarse totalmente, con lo que se llega a hacer lento, aburrido e incluso molesto. 

La trama se centra en un grupo de adolescentes angustiados que son atraídos a un campamento o grupo de mejora espiritual liderado por un autoproclamado pastor, el Padre Simon Leach, un hombre perturbado que aprovecha la necesidad de afecto de estos jóvenes de mentes fácilmente manipulables para sus enfermizos fines personales, a través de los mecanismos propios de cualquier secta, a saber, una dieta controlada, la incomunicación con el elemento externo y el uso de los temores más profundos de los miembros. 

Desesperada por descubrir qué ha sido de su hermana, Ellen (Hannah Levien) se infiltra en el culto de Simon Leach (Bill Oberst Jr.). Todo lo que sabe es que su hermana fue vista por última vez uniéndose a la secta para encontrarse a sí misma y superar sus problemas. En el grupo, a Ellen se le da la bienvenida con los brazos abiertos y aunque tiene bien clara su intención inicial acaba sintiéndose atraída por la personalidad y el magnético mensaje de amor y aceptación del gurú de la secta. Sin embargo no tarda en descubrir que tanto ella como el resto de miembros del grupo están siendo manipulados para un final mucho más siniestro y oscuro de lo que podría esperar. 

Las actuaciones de la mayoría del elenco son decentes, buenas, aunque miserablemente desaprovechadas, y el protagonista, el sociópata Padre Simon interpretado por Bill Oberst Jr. Llega a ser inquietante y psicológicamente perturbador, vamos que acabas con unas ganas de meterle un destornillador tras la cepa de la oreja, lo cual no sé aún si es porque su interpretación es demasiado buena o porque el actor es absolutamente odioso, pero si esa era la finalidad del director, Jourdan McClure-no me digan que no suena a chiste-y de su guionista, Ryan Finnerty-otro que tal baila-lo han conseguido sobradamente. 

El final llega precipitado, como si la cinta se acabase (qué antiguo soy, Diosss) y no convence en absoluto. Por mucho que los mozalbetes sean mentalmente frágiles, una estancia de sólo cuarenta días en el campamento del amor del viejo cabronías, como que no la veo suficiente para que todos sin excepción estén dispuestos a morir. 

En resumen, un tema demasiado trillado, mal ejecutado con una mezcla de subgéneros que no convence, con una exposición de casi hora y media muy coñazo y bastante previsible que anticipa un final demasiado arrebatado. 

Aunque no tenía muchas expectativas con la cinta, las pocas que tuviera, se me borraron de un plumazo. 

El concepto, la idea, podría haber funcionado notablemente mejor con un poquito más de estructura y esfuerzo en el desempeño de la ejecución, máxime aún teniendo un buen reparto y no necesitando ningún despliegue de efectos especiales. 

Lo mejor: Algunos actores están bastante bien.

Lo peor: Aburre y no entretiene, con lo que el punto de partida de esta crítica justifica el dos que le casco. 

¿Por qué esa obsesión del líder de la secta por grabarlo todo si no lo va a explicar? ¿Por qué salta del día dos al siete? ¿Por qué? ¿No tienen a veces la sensación cuando ven una peli de que en realidad están viendo el metraje añadido a un porno guarrísimo para su distribución aparte como cinta decentona?... Eso es lo que me ha pasado a mí con ésta, pero claro, yo soy un perturbado y veo conspiraciones y pornoposibilidades donde seguramente no los hay.


Crítica: Third Eye

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Si Tailandia es la hermana pequeña de la filmografía asiática, superando algún "puesto" si nos ceñimos al género del terror donde ha sabido abrirse mercado en China aprovechándose de la inoperancia y algunas cuestionables leyes (pero esa es otra historia), Filipinas ya es la “hija adoptada” a la que no quiere nadie.

Es cierto que en el último lustro está "recuperando" fuerzas junto a cinematografías idénticamente exóticas como la indonesia, pero al contrario de esta -y de ahí lo de entrecomillar lo de recuperando- el cine Pinoy en los setenta y ochenta tuvo su hueco gracias a frikadas casi inclasificables con el pequeño Weng Weng, Gerardo deLeon y el socio de Corman, Cirio H. Santiago, a la cabeza. 

Ahora, sin entrar demasiado en el cine de autor y refugiándonos otra vez en los géneros, el país del sudeste asiático vive, como decía, una segunda época dorada viendo sin ir más lejos como al veterano Brillante Mendoza le hacen un homenaje en la Seminci –el Festival de Valladolid- ofreciendo una retrospectiva suya. Y sí, está claro que yo soy un friki y fiel devorador del producto "Made in Asia", pero sin dejarme llevar por mis "debilidades" hay que ver también como gente como Erik Matti tras su participación en la más accesible "The ABC of death 2" ha logrado llamar la atención sobre la saga que inició con "Tiktik: The Aswang Chronicles" haciendo que su secuela "Kubot: Aswang Chronicles" se convierta en un "must" de los próximos meses. 

No obstante tenemos también la cara menos amable, y es esa que intenta aprovecharse del tirón “trayéndonos” como en este caso un telefilm de mie… ejem… de mínima calidad y hacerlo pasar por un largometraje. 

Pero dejémonos ya de introducciones y vayamos al grano.

"Third eye" empieza bien –o al menos decente- apelando por un lado a esas peculiaridades que, como en otros productos filipinos, se benefician del mestizaje y por otro, a la imaginería típica del género.

Sobre lo primero, el argumento parte de una idea tan asiática como la existencia de ese tercer ojo místico que permite ver otras dimensiones, traducido aquí en ver el espíritu de los fallecidos. Sin embargo por muy oriental que sea el punto de partida no se olvidan de esos otros elementos provenientes de una cultura como la filipina tan marcada por la herencia española. Por ejemplo, ver el... ritual que utiliza la abuela de la protagonista para cerrarle ese tercer ojo -un padrenuestro- o las enormes imágenes de las vírgenes que presiden los domicilios de los protagonistas, elementos que pueden ya no solo sorprender a más de uno sino aportar un puntito de frescura y originalidad. Y más, si como en este caso lo necesita tanto. Me explico. 

Dejando de lado que el eje sobre el que gira "Third eye" es tópico, común a un centenar de films de obviamente el mismo género, el argumento del que parte tiene demasiadas coincidencias con, sin ir más lejos, otro film que si bien no era de otro país del sudeste asiático sino de Hong Kong/China, sí que rezumaba esta localización por los cuatro costados –fue rodado en Tailandia con actores y técnicos de aquel país-, además de que en su título llevaba también la palabra "Eye"; aquella no era otra que "The eye 2" de los hermanos Pang. 

No obstante, al igual que decía unos párrafos más arriba, todo depende del bagaje de cada uno, y está claro que si uno no vio aquella, esta no le traerá a la memoria esos parecidos razonables, pero cómo suele decirse, no conocer un ley no exime de su cumplimiento, ¿no?. Dicha esta tontería -¿acaso digo alguna vez algo sensato?- para zanjar el tema concretaré ese concepto que comparten los dos films además de que, claro está, ambas protagonistas viesen fantasmas: el de mujer cornuda con esposo y amante embarazada. 

Afortunadamente –o lamentablemente ya que visto lo visto hubiese preferido un remake- la película posteriormente toma otros derroteros. 

Tras ese planteamiento más propio de un drama que de un film de terror –la imaginería de la que hablaba al principio se resume en sus cinco primeros minutos- se nos presenta un nuevo film cuando los personajes salen a campo abierto. Estos minutos estarían bien si no se sumase el factor surrealista. A ver cómo lo cuento… 

La protagonista con el coche de una amiga sigue a su pareja y a su amante embarazada. Por culpa de un accidente toman un desvío y se pierden en la jungla filipina. Cuando el joven sale a preguntar por la dirección correcta a una campesina que pasaba por allí, esta desenfunda un machete y se lía a machetazos en una imitación filipina y para todos los públicos de “La matanza de Texas”. Su esposa sale a su auxilio, pero de la nada surge un espíritu que empieza a acosarla “obligándola” a huir despavorida al interior de la jungla. 

Tras todo ello, uno no sabe si parar la película o seguir ejerciendo de canelo. Y es que ya no solo son los muchos interrogantes que a uno le asaltan –muchos más que los dos invitados que acaban de surgir- sino que para que ello ocurra ha tenido que pasar más de media hora. ¡Y es que si encima tuviese un factor bizarro o gore que animase a los más dementes como un servidor! Pero ni eso… 

Es cierto que a continuación se dan respuestas y se adentra en el género, pero lamentablemente el objetivo del film se confunde haciendo más hincapié en el melodrama que en el terror, situación que tampoco nos extraña sabiendo de dónde proviene su protagonista. Pero de eso hablaré unas líneas más abajo. 

Volviendo a la falta de intensidad o de capacidad de dar incluso sustos, a la única conclusión a la que llegaremos será que los minutos iniciales se nos resolverán como el clásico gancho o imágenes propicias para el trailer que sacan provecho de un buen efecto fantasmal de maquillaje apuntalado por detalles digitales; eso sí, será el único, aviso. 

Y lo peor es que el restante de la película transcurre entre lo cansino (el aburrimiento), la incredulidad (lo ridículo) y más melodrama (el culebrón). Y es en este punto donde enlazo con su protagonista, para mí lo mejor de la película, algo que dice muy poco a favor de la misma; y es que su fuerte no es la interpretación, sino su belleza, por machista que pueda resultarle a alguien. 

Carla Abellana es toda una preciosidad, una de esas bellezas filipinas que se hicieron famosas a raíz de la llegada de Isabel Presley a la primera plana de la prensa rosa española. Hija de un galán local de tele-novelas, la misma se granjeó un cierto prestigio en varias de estas. Para ser justos hay que decir que también ha ganado últimamente algún galardón por su labor interpretativa, pero no será aquí donde el lloro forzado y el postureo le ganan la carrera –nunca mejor dicho ya que se pasa mucho tiempo corriendo- a la contención y a la credibilidad. 

Resumiendo, “Third eye” es un producto muy poco satisfactorio que se acoge al género pero que ofrece una experiencia más cercana al melodrama que al terror. Muy limitada en calidad se aprovecha del tirón que, aunque todavía en pequeñas proporciones, la filmografía filipina está experimentando. No caer en la trampa.



Crítica: 71

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Curtido en la TV inglesa, donde ha dirigido la estupenda Top Boy (2011) , la maravillosa, innovadora y sorprendente Dead Set: Muerte en directo (2008) , Juicio a un inocente (Presunto culpable) (2008) y la más regulera Servicio completo (2007), Yann Demange, con un estupendo guión de Gregory Burke, se monta un thriller más que resulón ambientado en plena movida del IRA, donde su protagonista, un magnífico Jack O'Connell en el papel de Gary Hook, es un nuevo recluta del ejército británico que se encuentra en la ciudad de Belfast bajo el mando del teniente Armitage (Sam Reid), como apoyo y refuerzo a la situación de emergencia causada por los ataques terroristas, y que está perdido tras un motín en pleno conflicto. Hook está perdido, solo y lesionado en un distrito controlado por el bloque nacionalista católico de la ciudad, con los miembros del IRA siguiéndole la pista mientras trata de contactar con su escuadrón y ser rescatado de una ciudad que el director nos muestra como un verdadero infierno de violencia y muerte, y que sirve de retrato (absolutamente imparcial) del conflicto que se prolngó durante dos décadas en Irlanda del Norte y que constituye una de las partes negras de la historia del Reino Unido.

Asistimos a esa inmersión en solitario del prota en los infiernos, avanzando lentamente por las calles desoladas y desoladoras de la ciudad y a cómo es recibido por un niño (Corey McKinley) que al parecer puede ser su única salvación en su situación, que se convierte en una auténtica cacería del ratón por varios gatos cuando la historia da un giro en su argumento y toma conciencia de que no es más que un trozo de carne en mitad de una lucha de intereses. 

A pesar de estar ubicada en plena movida bélica, la peli es mucho más un thriller en toda regla que una cinta con aires de peli bélica, que inteligentemente el director utiliza sólo como trasfondo. Tenemos un personaje con el que fácilmente se establece la empatía, es honrado, valiente y audaz, que se ve inmerso en una situación angustiosa en la que no sabe realmente en quién confiar, lo que carga a la cinta de la tensión y el brío necesario que todos esperamos en un buen thriller, ya desde un arranque brutal que nos introduce en una sucesión de secuencias tensas que se resuelven en el clímax, no por esperado previsible y que sucede en un lapso temporal de 24 horas. 

Uno de los grandes aciertos de la cinta es no ser partidista ni subjetiva por completo, retratando cómo en ambos bandos hay buenos y malos, como miembros del IRA no conformes con el uso de la violencia innecesaria como medio reivindicativo, así como miembros podridos y corruptos del ejército británico y reflejando situaciones emocionantes e incomprensibles, como la pertenencia de niños a ambos bandos, (los personajes de Billy y Sean), que permanecen como impactantes y crueles señas de lo que la violencia, la guerra y el enfrentamiento pueden hacer con una sociedad cualquiera.

El salto a la gran pantalla de Yann Demange puede, pues, considerarse un más que satisfactorio y brillante debut en una cinta en la que el drama convive a la perfección con la intriga y la violencia visual, obra de la fotografía, espectacular, de Tat Radcliffe, que ya fue alabada en el certamen de Berlín de este año, trasladando a las reconocibles barriadas de ladrillo rojo inglés un terror honesto y fluído que dan aún mayor consistencia a la película. Esas casas de ladrillo rojizo, no son sólo viviendas, sino que sirven de búnkers para familias enfrentadas que esconden armas y bombas mientras siguen tratando de criar a sus hijos, que al final son los únicos que tienen respuestas, lo que aporta un componente casi de ciencia ficción a la película que se agradece horrores, al igual que se agradece esa cinematografía “crujiente” que hace que todo se sienta auténtico en la historia. En la cinta, prima siempre el individuo, el ser humano, por encima del bando, de la historia, de esa violencia salvaje que pocas veces han estado tan bien empleada. Es muy difícil sacarle pegas a un trabajo redondo, que cumple a la perfección sus requisitos e intenciones y que si bien no está entre lo mejor que he visto este año en Sitges es una obra premeditada, planificada y calculada hasta el extremo y que logra emocionar, asustar como prodigiosa pesadilla y sembrar dudas y cuestiones en la cabeza de los espectadores pensantes tras su visionado, aunque si nos apartamos un poco del conflicto histórico y la vemos como lo que realmente es, un survival horror en toda regla, se disfruta más, todo sea dicho. 

Nuestro protagonista, que desde el inicio (me repito, pero es que el arranque me ha encantado, como expresión del conflicto urbano y sus armas, bombas de orina y heces) se convierte en un lobo estepario aislado, perdido y solitario perseguido por los “malos” en uno de los disturbios más realista y dramáticos que nos ha ofrecido el cine reciente, está estupendamente bien interpretado y evoluciona durante el metraje mostrando emociones, sentimientos y miedos absolutamente creíbles. O'Connell, que ya destacó en This is England en situaciones de conflicto ( en este caso con skins), ha participado en más cine social y de conciencia, dramas carcelarios y con sólo 24 añitos ha conseguido crear un estimulante y convincente personaje maduro, de voz ronca y a veces rota, y da la sensación por momentos que toda la peli funciona gracias a él. 

Pero el resto del reparto cumple a la perfección, destacando Sean Harris y Paul Anderson como superiores corruptos, violentos y deshumanizados que nos recordarán algún que otro aspecto de la situación social de hoy día, décadas después. Porque las cuestiones sobre las que se construye la trama son en realidad intemporales y vemos como si nada contínuas guerras civiles similares en otros lugares, con trasfondos políticos y de diferencia religiosa de fondo, cada día en nuestros informativos (desinformantes la mayoría de las veces). 

Ni todos los “buenos” son buenos ni los “malos” lo son por completo, no todas las personas decimos la verdad y trasladar la culpa al otro es algo inherente al ser humano. Y eso es básicamente lo que resalta, más que bien, 71. 

Lo mejor: Es una grata sorpresa que vaya más allá de su sinópsis como relato de un ser perdido en medio de una guerra y profundice en la lucha del bien contra el mal. Su protagonista. Es una historia más que convincente, bien planeada, contada y resuelta. Su ritmo, trepidante, febril, fabuloso. 

Lo peor: El finales pasa por reflejar una investigación interna sobre lo sucedido, quizás puede pecar de redundante.


Crítica: Hotel Inferno

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Que gracia me ha hecho siempre el término “violencia gratuita” que tanto les gusta utilizar a algunos. En especial, cuando se aplica en el cine de terror. ¿Como se puede hablar de violencia gratuita cuando lo que hemos venido a ver es, justamente, VIOLENCIA. Y es que el cine de terror, es violencia, ya sea física, psicológica o en cualquier otra forma imaginable. Es como si refiriéndonos a una comedia, hablásemos de “risas gratuitas”... bueno, de todo tiene que haber en la viña del señor... incluso en la de El Rector, por supuesto. Ya aviso, “Hotel Inferno” es violencia gratuita (y lo de gratuita lo digo, por que me la he visto por la patilla) en su estado más puro. Que no me llore luego nadie.
En realidad, los que sepan un poco de que pie calzan los chicos de Necrostorm a tenor de otros trabajos salidos de la productora italiana como “Adam Chaplin” (“Adam Chaplin”, Emanuele de Santi, 2011) o “Taeter City” (“Taeter City”, Giulio de Santi, 2012), no necesitarán ningún tipo de aviso ni de presentación por mi parte, pues los de Santi y compañía no han venido a este mundo a inventar la pólvora ni mucho menos, todo lo contrario. Si destrozar un cráneo y aplastar un cerebro funciona. ¿para que más? Y esa es la fórmula. La utilizaron en sus anteriores filmes y vuelven a utilizarla para esta su nueva película, “Hotel Inferno”, si bien para la ocasión, se suman aunque sea de refilón, a la moda del mockumentary. 

“Hotel Inferno” de todas formas, no es un falso documental... lo digo por si alguno estaba ya cambiando de canal. Que nadie se eche aun las manos a la cabeza. Pero si está narrada en primera persona a través de los ojos del protagonista de la historia muy al estilo de los shooters, videojuegos en primera persona que tanta popularidad han alcanzado en la actualidad, teniendo en “Doom”, mítico título de Id. Software creado en 1993, como su máximo exponente. Recordemos que el juego en cuestión, ya tuvo su propia (y aceptable) adaptación cinematográfica en el año 2005 de la mano de Andrzej Bartkowiak, quien cuatro años más tarde no sería tan gentil con otra franquicia mítica del ocio digital: “Street Fighter”. 

El recurso de la visión subjetiva ya ha sido utilizado en algunas ocasiones dentro del género de terror. No como timonel de nave, pero si como recurso narrativo eventual. Lo vimos en la genial “Juego Mortal” (“Brainscan”, John Flynn, 1994), en la bochornosa “House of the Dead” (“House of the Dead”, Uwe Boll, 2003) o sin ir muy lejos, en la reciente e infravalorada “Open Windows” de Nacho Vigalondo, por citar algunos ejemplos relevantes tanto para bien, como para mal. 

Con un look que bebe a morro directamente de la estética patentada por la saga “V/H/S”, la nueva película de Giulio de Santi es una propuesta cien por cien continuista respecto a las formas exhibidas en su anterior filme y claramente orientada hacia los aficionados al splatter más brutal y el cine gore. Un coito a pelo sobre cama de clavos que no tiene otra pretensión que no sea la de mostrar la mayor cantidad de violencia desenfrenada, mutilaciones y cabezas reventadas por minuto como sea posible. A partir de esto, que cada uno haga las valoraciones pertinentes y decida si semejante declaración de intenciones, da para mantener el/su interés durante escasa hora y media de metraje. 

Yo, que soy bastante ávido de este tipo de casquerías gorenianas, diré que he disfrutado de los primeros compases del filme, valga la redundancia, los más disfrutables del mismo gracias a las interesantes atmósferas conseguidas en los sombríos y claustrofóbicos escenarios donde se desarrolla la acción dignos (y siguiendo en clave de videojuego) del mejor survival horror. Las continuas hemorragias visuales, entremezcladas con tonalidades de corte más sombrío, plantean un interesante festín sobre la mesa, no para todos los estómagos, sin duda, pero se atesora cierta elegancia malsana que a mi personalmente me ha recordado, no me preguntéis muy bien, al Cronenberg más sádico y enfermo de “Vinieron de Dentro de...”

Por desgracia, nuestro paladar se torna vago mucho antes de lo esperado y después de la cuarta cabeza que revienta y eyacula sobre nuestro rostro, el sabor de la sangre pierde su característica intensidad cobriza y el dulce óxido da paso a un amargor desagradable que nos invita a observar el minutero del metraje para comprobar como a los veinticinco minutos de travesía, estamos ya hasta los santísimos de tanto seso aplastado y tanto chorrete rojizo... y es que no hay otra cosa a lo que aferrarse, el plato principal es lo que hay, sin acompañamientos y con el condimento justo, por lo que la degustación muta en indigesta monotonía mucho antes incluso de que seamos consciente de que el bueno de Giorgio no nos tiene absolutamente nada más reservado de ahí en adelante de lo ya visto.

Un desarrollo repetitivo y lineal, cual cadena de montaje, hace hincapié cada vez más en el tedio bochornoso en el que nos va sumiendo el visionado, a lo que no ayuda nada el vomitivo libreto que a punta de pistola, parece que obligan a leer a los “interpretes” de un show que alcanza sus cotas más altas de miseria cuando estos italianos cachondos intentan explicar lo que estamos viendo con el arte de la palabra, en lo que desde luego, no son tan hábiles como con el cuchillo en mano. Esto, se traduce en unos monólogos por parte de algunos personajes que pueden terminar por acabar con la paciencia del más paciente. 

Una auténtica lástima que detrás de semejante festín de sangre y vísceras, no haya absolutamente nada y que esta “Hotel Inferno”, vuelva a tropezar en la misma piedra que sus hermanas mayores pese a lo “original” de su premisa si entendemos la visión subjetiva como tal cosa. Un desarrollo repetitivo que pierde fuelle tras cada mutilación y que llegado a cierto pasaje, no produce nada más que indiferencia, lo que tratándose de una cinta gore, no dice demasiadas cosas buenas en su favor. Al menos, en “Adam Chaplin”, se suplían en parte estas mismas carencias gracias al encanto de cierto diablillo que amenizaba la función con buenas dosis de sátira y humor negro... “Hotel Inferno” carece de sentido del humor o de tenerlo, yo no he sabido verlo. 

Lo mejor: El primer tercio funciona bastante bien gracias a su perfecto equilibrio entre suspense y splatter. Los FX, como siempre, tratándose de Necrostorm, fabulosos. 

Lo peor: La fórmula se agota muy rápido y las buenas maneras iniciales, dan paso a una experiencia repetitiva y aburrida.


Crítica: Bilocation

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¡Qué manía tienen los japoneses con lo de los ojos! ¿Quién no se acuerda de aquel iris y pupila del revés de la Sadako de “The ring”? Pero esta no será la única referencia a uno de los maestros del género del terror en Japón que utilice para iniciar esta reseña ya que junto a Nakata –por cierto, ¿soy el único que ve un guiño a su también “The complex” con lo del regalo al vecino?- no podemos olvidarnos de Kurosawa –Kiyoshi, no Akira- cuando allá por el 2003 nos presentaba su “Doppelganger”.
En todo caso, no busquemos tres pies al gato; el film por mucho que se base en una figura similar a la utilizada por Kurosawa debe su origen a un best-seller escrito por una tal Haruka Hojo -¡Hojo! ¡Ojo!... vaya juego de palabras…- publicado en el 2010, así es que puestos a buscar culpables o… “influenciados” debemos eliminar cualquier sospecha sobre la veterana Mari Asato, una de las pocas realizadoras centradas en el género. 

Lo primero que hay que decir, de ahí esos “parecidos razonables”, es que el film distorsiona a su antojo el concepto de “Bilocación”. Es más, sabedora de su trampa se encarga de marcar las distancias con el más conocido del “Doppelganger” encargándose de crear unas normas convenientes a su objetivo, es decir, dejando claro que no se ha copiado de la de Kurosawa. ¡Ey! –dicen en la película-, que los Doppelganger no puede interactuar con los seres humanos, pero aquí nuestros bilocados sí, ¿está claro? 

De hecho, aquellos amigos del mundo del misterio que conozcan el fenómeno, tradicionalmente vinculado a algunos santos de la iglesia católica o incluso del budismo, les sorprenderá que algo que frecuentemente se ha relacionado como digo con la santidad, sirva aquí de recurso para incluso la maldad. Aunque bien mirado, de no ser así no tendríamos película… 

El film, tras un arranque bastante contundente y original, nos presentará a los protagonistas metiéndose en harina a las primeras de cambio, apenas superados los primeros diez minutos de metraje. Esto que puede parecer una tontería no lo es tanto ya que viene a contradecir a todos esos que dicen que el terror asiático, y especialmente el japonés, es lento o de motor diesel. 

A partir de ahí se nos cuenta todo el rollo de la bilocación atendiendo a tres pilares fundamentales: el deseo, el “otro yo” y la locura. 

En lo que respecta al deseo, el film utiliza esa baza para jugar al “gato y al ratón” con los personajes y sus diferentes motivaciones. En el caso de la protagonista cobra una especial relevancia ya que dentro de la inseguridad que adolece de por sí el personaje, encontramos ese debate tan humano, común a cualquier mortal de: pareja o carrera. Puede resultar frívolo, pero hay que ver tanto la perspectiva japonesa como, sobre todo, la del personaje y su futuro devenir. 

Partiendo de esta base se abre la puerta a un discurso -o más bien recurso- tan propio del género como el de los “otros yos”. No obstante llegados a este punto, el film se hace tal lío que tiene que abrir un paréntesis aparte dando unas explicaciones que son realmente difíciles de justificar. Y es que, remitiéndonos a lo dicho al inicio de que crea sus propias normas a su conveniencia, solo se entiende ese giro de acontecimientos para dotar de viveza a la narración. 

Por último, si tenemos causa y efecto, nos falta la consecuencia en forma de esa locura que habíamos mencionado. “Bilocation” como todo producto de terror de última generación incluye en sus ingredientes el drama. Pues bien, si tenemos en cuenta las premisas que acabo de dar y su correlación al mundo real, la locura es el medio para conjugar todos estos aspectos sin tener que dar por otra parte muchas explicaciones. 

Ahora bien, estos son los pilares sobre los que se sustenta la historia, pero que ello no nos lleve a pensar que estamos ante un producto “metafísico” que busca reflexionar sobre la existencia humana por medio de un vehículo puramente de género; de hecho, los problemas de la película –como ya había adelantado en el párrafo en el que hablaba del “otro yo”- comienzan cuando intentando dotar de ritmo a la película se contradice cometiendo errores de concepción y continuidad. ¿Unos son buenos, otros malos y otros depende del momento…? Pues eso. Queda claro con Kano, Isii y la prota, pero no tanto con Mitarai y el rol de Kaga. 

El lío –sin prebendas y a cara descubierta- que se hacen es tal que hay una escena muy gráfica, hasta se podría calificar de cómica, al principio del último cuarto: la protagonista se encuentra tan desconcertada que suelta un “No lo entiendo”. Pues bien, mi mujer y yo en el sillón de nuestra casa soltamos a coro un expresivo: “Y yo tampoco”. Y lo peor es que no creo que hayamos sido los únicos… 

Sea como sea, la verdad es que el film no solo cae en sus propias trampas sino que se desvirtúa según vayamos adentrándonos en su metraje. Comienza como un film de terror para poco a poco introducirse en el terreno del thriller fantástico para desembocar en el melodrama. 

Retornando al párrafo anterior, cuando uno ya no puede estar más liado, se opta por dar una explicación apelando al sentimentalismo. Y la verdad es que funciona tan bien que llega a conmover. Uno se pone en la piel de la protagonista y comprende su situación, aunque si nos ponemos en la de alguien que buscaba terror… también es para echarse a llorar. 

Para ir acabando decir que los efectos especiales, pocos y modestos, sirven más de apoyo que de carta de presentación. Son del tipo que ayudan a vender una idea o a adornar una situación, pero nunca de los que le roban el protagonismo al concepto. Es más, la aparición y desaparición de los sujetos bilocados y sus enseres, el efecto más repetido a lo largo del metraje, lo hemos visto ya mil y una veces, y cualquier producción televisiva puede ofrecer lo mismo. Lástima que, por otro lado, no se haya sabido aprovechar esos muñecos e imaginería de la sede del jefe del cotarro, una representación que aunque compartiendo la misma humildad que el apartado de efectos especiales, luce con esa mezcla entre inocencia japonesa, cercana a esa "cutie-bilidad" tan propia de la red, y una faceta siniestra. 

Resumiendo, “Bilocation” es la clásica película que quiere dar tanto que pierde de vista el horizonte desaprovechando algunos aciertos. Aunque su último cuarto es brillante, recogiendo lo que ha sembrado durante toda la película, quedan demasiadas incógnitas en el aire. En todo caso, de terror poco o nada.


Crítica: Tiburón

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A través de la historia moderna del cine, nosotros como personas, habremos visto bastantes películas que nos aterren, que nos traigan esperanza, risa, amor y otras emociones varias. La película Tiburón, dirigida por Steven Spielberg, me provoca todo lo anterior en un cocktail mortal. Tiene un guion espectacular y a pesar de tener unos efectos especiales sencillos (tampoco hay que olvidar que hablamos de 1975), su tarea de edición salva la papeleta con creces. De hecho, más adelante; el propio Spielberg diría en una entrevista que si no hubiera sido por Verna Fields, que editó la película con una maestría excepcional, las escenas eran un despropósito tras otro. El tiburón se veía de cartón piedra cada vez que salía en pantalla pero Verna subo cortar y pegar como pocos. Palabra de Steven.

A pesar de todo, no son las interpretaciones o la organización de las escenas lo que la convierten en una de mis películas favoritas, si no, la primera de mi lista. La película navega, nunca mejor dicho, alrededor de tres personajes, un jefe de policía, un marinero y un científico a la caza de un gran blanco. Al principio de la cinta, dos personas inocentes son asesinadas y Brody, nuestro jefe de policía, sospecha que un tiburón está detrás de los ataques. El alcalde de Amity Island escucha las sospechas de la imaginación de Brody, pero no quiere perder el turismo de las vacaciones de verano y fuerza a Brody a cesar las investigaciones de los incidentes. Brody, sin embargo; llama a un científico, Hooper; quien identifica los ataques como los de un tiburón. Hooper, Brody y un marinero zarparán al océano ondeante y masivo en busca de este gran tiburón blanco que ha acabado violentamente con la vida de los bañistas y que posiblemente, atacará de nuevo. Durante el viaje, el escualo se enfurecerá tras los diversos intentos de acabar con él. Y no hace falta explicar más porque todo el mundo la ha visto y el que no, ha oído hablar de ella lo suficiente para saber lo que ocurre en ella. 

En 1975, Steven Spielberg, impactó enormemente a la audiencia persiguiendo la realidad en un aspecto nuevo nunca visto antes. Una de las frases que describían Tiburón, “¿Te gusta el pescado? Bueno, a él también le gustas tú…” atemorizaba a los espectadores y les forzaba a removerse en sus asientos. Este clásico tiene todo lo que cualquier película necesita para atraer a alguien; una trama original en su momento y una música y unos visuales necesarios para las escenas apropiadas. Sin embargo, el director utilizó gran parte de su energía en matar al (pobre) tiburón en vez de añadir confrontaciones entre el escualo y los bañistas para ganar fans del género más ‘gore’. (Nótese las comillas). Su principal objetivo era provocar el terror hacia el mar y quería que los espectadores reaccionaran de esa manera, que fue exactamente lo que ocurrió tras el visionado de la misma. A mi modo de ver, el tiburón tiene poco que ver con la razón por la que la gente le cogió miedo al agua; eran los ataques que el tiburón ejercía los que contribuyeron al terror. De alguna manera, lo que no enseñó aterrorizaba más que lo que se veía. 

A pesar de que los tiempos han cambiado, Tiburón seguiría manteniendo su No recomendada para menores, gracias a sus escenas gráficas, el uso de drogas y la desnudez evidente. El suspense, el terror y su más que afortunada resolución, hicieron que los espectadores le dieran un 10/10. 

A pesar de que Tiburón todavía petrifica a los nuevos espectadores, hay muchas cosas a destacar que nos muestran que la cinta es más entretenida que terrorífica. Las escenas, a veces algo desorganizadas, la iluminación de los decorados, alguna interpretación algo pobre y unos efectos especiales que se han quedado obsoletos son algunos pequeños fallos que el clásico presenta. Algunas escenas se vuelven un poco largas y otras pecan de cortas (más muertes por tiburón, por favor…). La escena inicial en la que una joven disfruta su juventud mientras nada en el mar para ser atacada sin tregua está un poco mal iluminada y los espectadores de su momento tuvieron problemas para entender que estaba pasando. Aunque para ser 1975, dejó boquiabiertos a la mayoría de los videntes. Algo que me desconcierta es la labor de interpretación de algunos personajes secundarios: la madre que ha perdido a su hijo en la orilla del mar. Una interpretación tan horrible, en la que a pesar de estar muriendo de dolor por la pérdida, no se le ve una sola lágrima en los ojos. Para ser Steven Spielberg, podría haber elegido mejor a sus secundarios. En otra entrevista, Steven soltaría una de las peores cosas que un director pueda decir nunca. Confesó que la única película que se arrepentía de haber hecho en su carrera era ésta. Por muchos motivos pero no quiso aclarar ninguno. 

Me viene a la mente una frase de Martin Scorsese: “Si termino una película recordando el argumento, es que es una película mala. Si termino una película recordando los momentos, entonces fue un éxito”. Me recuerda lo que le pasa a mucha gente, que le gusta Tiburón pero encuentra muchos fallos en la realización de la cinta. Para mí, Tiburón es una película legendaria que encontró muchos obstáculos para convertirse en una obra maestra. La película está bien escrita y bien dirigida de principio a fin. Los efectos especiales eran nuevos y espectaculares para 1975 pero se quedan cortitos para un visionado ahora. Sin embargo, siempre será un clásico y continuará maravillando a la gente sobre lo que se esconde en la oscuridad de las aguas saladas.


Crítica: Hashima Project

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Si hay dos premisas que lo rompen últimamente en el género del terror por encima de los temas sobre los que giran sus historias, esos son los “Found footage” y los equipos de investigación paranormal. Sí, es cierto que las posesiones demoniacas es el “eje” al que más recurren últimamente los cineastas del género, pero tanto la ya cansina “cámara al hombro” es un estilo sobreexplotado a causa de su accesibilidad al ser económico y técnicamente sencillo –demasiado en algunas ocasiones-, como esos equipos de investigación son la excusa perfecta para presentar un caso sin tener que dar muchas explicaciones.

Aunque claro, también tenemos otras razones, y es el crecimiento de estos grupúsculos dentro del mundo del misterio, sobre todo gracias a la red y sus distintos medios. Puedo dar fe de ello ya que he participado en dos programas –y todavía participo en uno- centrados en este mundillo, un universo a veces más terrorífico que estas películas debido a la competencia existente. Pero eso es otro asunto; centrémonos en este. 

“Hashima Project” –o “H Project” como también es conocida- nos trae a un grupo de jóvenes que aspiran a convertirse en los nuevos “Ghost hunters” thailandeses, y para ello, qué mejor escenario que la isla de Hashima. Y aquí permitirme abrir un paréntesis para, aquellos que no la conozcan, hablar un poco sobre la citada isla. 

La isla de Hashima, o Gunkanjima, es un islote de los muchos –más de 500- que están adscritos a la prefectura de Nagasaki. La misma estuvo habitada desde finales del siglo XIX hasta 1974 cuando la corporación Mitsubishi la compró para explotar las minas de carbón submarinas adyacentes. A finales de los años 50 llegó a tener una población cercana a los 6000 habitantes, algo que dadas las reducidas dimensiones de la misma, la llevó a colocarse entre las localidades con una mayor densidad de población del mundo. 

Tras el cierre de la explotación minera a causa del descenso de la utilización de este combustible, la isla se abandonó, y aunque ningún misterio se ha vinculado claramente con ella, ese aspecto desolado de edificios abandonados a merced de unas condiciones climáticas severas, le ha conferido un halo propicio para estos menesteres, con leyendas alimentadas por las numerosas muertes –una media de cuatro fallecidos al mes- que se producían ante la falta de seguridad existente en la Segunda Revolución Industrial. 

La popularidad de la isla ha estado creciendo en la última década, sirviendo como fondo de varias películas, y no necesariamente de terror como “Battle Royale II”, “Skyfall” y de otras producciones y productos, aunque desvinculándolas de su verdadero origen y naturaleza, como por ejemplo el manga y posterior adaptación al cine “Higanjima”. 

Dicho todo esto, retomemos el hilo.

La película no se presenta de la mejor de las maneras; sus protagonistas, un grupo de jóvenes veinteañeros, no dejan de ser los típicos de cualquier producción del género, correspondiéndose a esos clichés que todos ya conocemos. Encima, que nada más empezar uno de ellos haga la clásica broma de colocarse la linterna debajo de la barbilla para asustar a sus amigos aparentando un fantasma, no ayuda en nada a deshacerse de los prejuicios que puedan haberse formado al atender a esta… configuración de personajes. Vamos, que parece más la clásica “americanada” de adolescentes que algo a tono con la reputación del país en el género. Y es que, nos gusten sus películas más o menos, Thailandia se ha ganado un lugar de privilegio en el mundo del terror conquistando mercados exteriores que parecen haber arrojado la toalla como el hongkonés. 

Sin embargo, tras esos minutos anodinos de presentación y puesta en situación, la película mejorará ostensiblemente curiosamente amparándose de nuevo en los tópicos, pero esos tópicos “buenos” que todos –o casi- queremos encontrar en un film de terror. 

Pero antes de explicar esto, que bien parece una incongruencia o contrariamente una disculpa indulgente ante la mediocridad reinante en el género, conviene dar antes un dato importante para la mejor comprensión/análisis de la película, y es que la misma está dividida en dos partes. Con decir que la separación entre ambos trozos -justo en el meridiano de la misma, cuando se cumple una hora de metraje- es tan patente que se produce un fundido en negro y solo falta que aparezca el clásico “Intermission” de toda película bollywudiense… 

Pero al caso. La primera parte es la que nos lleva junto a los chicos protagonistas a Nagasaki y su isla. Y es aquí donde retomo el hilo que llevaba ya que cuando los chicos lleguen a Hashima –incluso antes- el film se convertirá en un clásico film de fantasmas “a lo japonés”, de ahí los tópicos que mencionaba. 

Tras unos minutos donde veremos la cara más “pintoresca” de Nagasaki –más que descubrirnos rincones de la ciudad nos mostrarán el “Huis Ten Bosch”, parque temático ambientado en Holanda-, los chicos se hospedarán en un hotel donde comenzarán tanto sus pesadillas como la raíz de la historia del film. Y sí, también empezarán los “parecidos razonables”. Con decir que cuando se recuerde la historia de la “fantasma” protagonista se nos ofrecen imágenes del pasado con filtros ocres y efectos envejecedores, seguro que a alguno le vendrá a la memoria cierto film dirigido por Hideo Nakata… 

No obstante no será hasta cuando se llegue a Hashima, cuando se ponga toda la carne en el asador. Con ese escenario tan decadente, siniestro y a la vez espectacular, a Piyapan Choopetch, veterano en el género con obras tan reconocidas como “Necromancer”, no le será difícil envolvernos y colocarnos más que como espectadores, como casi protagonistas. 

Choopetch utiliza los trucos de siempre en estos casos: coloca la cámara como si estuviese acechando a los protagonistas, sitúa figuras desenfocadas apareciendo por ventanas, plantea planos fijos con sombras moviéndose, e incluso se aprovecha de alguna trampa barata para dar algún susto fácil; sin embargo no se puede decir que no funcione. Y más con ese, como digo, escenario tan propicio. Poco más de media hora culminada con unos minutos que si bien se salen del género, evidencian que no estamos ante un film -para los estándares habituales en el país- de serie B. No puedo explayarme para no restar el… ¿factor sorpresa? pero con ello se demuestra que detrás de toda la maquinaria se encuentra alguien como Adirek Wattaleela, más conocido como “Uncle”, artífice de hitos del cine thai como “Bangkok Dangerous”, “Las lágrimas del tigre negro”, “Sars Wars”, “Bang Rajan” o “Fireball”. Aquí, además de producir, figura como guionista. 

A partir de ese momento, con el regreso de los protagonistas a su hogar, comienza la segunda parte, una segunda parte que abandona las formas y naturaleza japonesa para acomodarse a los gustos locales. 

Así durante 45 minutos asistiremos a un festival continuo de sustos sin más excusa que el acoso de la fantasma a los protagonistas. Son tantas las oportunidades de saltar del asiento que tendremos desde buenos sobresaltos inesperados a otros previsibles, sin olvidar esos que solo tienen efecto debido a un brusco aumento del volumen de su Banda Sonora y/o efectos sonoros. 

Desgraciadamente, el carrusel de sustos se acaba cuando llegamos a su desenlace, resolución que como suele ser habitual en los últimos tiempos encalla debido al empeño de buscar razones cuando en realidad poco importaba. A ver, puestos a jugar con figuras tan abstractas como los fantasmas cinematográficos –y más en Asia-, siempre podrías haberte acogido a una de esas posesiones. Sí, son tópicas, pero con ello te evitabas dar explicaciones. Aquí, para sorprender se busca una excusa con resonancias a otros títulos y una carga melodramática que no satisface. Únicamente y por buscar la parte más amable, se puede decir que al menos provoca el debate. 

Resumiendo; “Hashima Island” es un buen producto de género. Con defectos, pero con la suficiente ambición y, sobre todo, intención como para situarse por encima de la media. Los minutos en la isla de Hashima, sencillamente escalofriantes.


Crítica: The Remaining

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“¿Un cero y medio?... Pero este Damien Thorn debe haber perdido el poco sentido común que tenía, con la de dieces que va cascando por ahí a películas de mala muerte...Qué bochorno, qué vergüenza, qué indignación!!!!” 

Entendería que esto fuera lo que muchos de ustedes opinasen nada más ver la nota que acabo de darle a la última peli que he tenido el “gusto” de tragarme en mi afán de evitarles todo tipo de bodrios malrrolleros... Pues bien, déjenme ponerles en antecedentes y darles una explicación (que como alcalde que soy les debo) de mi iracundo y endemoniado medio punto.
Como en Las chicas de oro, hagan un esfuerzo mental... La Mancha, años ochenta, un niño preadolescente se cría en medio de la estepa castellana en un pueblo en el que faltan las bolas de paja rodando para parecer el Oeste americano, educado en unas estrictas normas judeo cristianas que son las que imperan en la zona (sí, lo de las vírgenes de Pedro Almodóvar es puramente cierto). Ni que decir tiene que el pecado es pecadísimo y el infierno se nos pinta terrible, así que una generación, la mía, hemos vivido acojonados de tocarnos nuestros propios miembros-no digamos ya los ajenos-para darnos gustico en esas gélidas noches invernales por si moríamos de pronto sin confesar y nos íbamos directos a las calderas terroríficas de Pedro Botero. 

Esos años ochenta de la movida madrileña, los ácidos, el punk, las Costus, a tán sólo unos 170 kilómetros de distancia se vivían poco menos que como en “El Bosque”, de mi idolatrado Shyamalan. El que esto escribe fue monaguillo, primero en la Virgen de Altagracia, luego en los Padres Paúles... Hizo catequesis y se confirmó, pero también fue a Juventudes Marianas Vicencianas e incluso casi cae en las redes opusinas tras tres veranos en Torreciudad.... Lo normal en mi pueblo, vamos. 

Y puestos en estos antecedentes, imagínense lo que le puede costar a alguien medianamente “diferente”, con esas raíces marcadas, esa beatitud casi monjil, esa superstición vaticana y ese temor de Dios, irse quitando traumas y dolores, alejado del pueblo lo máximo posible. 

Vamos, que porque no me ha dado por psicoanalistas, que si no, tendría que prostituir mis prietas carnes manchegas para pagarles las visitas y regresiones antitrauma. 

“Pero este Damien Thorn es cada día más coñazo... Se le va la pinza, ¿no?... ¿A qué coño viene esta reflexión manchego-meapilas?...No es este el lugar, no....” 

Paciencia, amigos, dénme unas líneas y todo, todo, encajará...

Pues bien, uno de esos relatos absolutamente TERRORÍFICOS de mi infancia monjil era el del Arrebatamiento o Rapto de la Iglesia, que es justo el nudo del argumento de la peli que critico, “The Remaining”... 

En la escatología cristiana, el arrebatamiento o rapto, es la creencia de que al descender Jesús del Cielo, en su segunda venida a la Tierra, la Parusía, los muertos que llevaron una vida cristiana resucitarán tras sonar la trompeta, con un cuerpo incorruptible y los creyentes vivos serán raptados o llevados junto con esos muertos resucitados para encontrarse con él en el aire. Vamos, que los buenos creyentes, de golpe, la palmarán para irse con Jesús al Cielo mientras que los malos nos quedaremos, vivitos y coleando, sufriendo y pasándolas muy putas. Y luego ya, después de semejante traumática experiencia (muertos volando con los “buenos” por los aires, llegará la Tribulación que será un derrame sin precedentes de la ira de Dios para con los bastardos que no hayamos flotado en el Rapto... 

Esta historia, contada desde un púlpito de madera barroca a tres metros sobre el suelo, con una voz ronca de cura que rebota en las paredes haciendo eco del final de cada palabra puede ser aterrador para un niño, se lo aseguro.... 

Toda esta historieta coincide con el milenarismo, ¿recuerdan a ese tremendo genio, Fernando Arrabal, completamente borracho como una cuba entrevistado por Jesús Quintero y asegurando que “el milenarismo va a llegaaaaar”?, se refería a la idea, la doctrina, de que Jesús tendrá un reinado físico de mil años en la tierra, mencionados en el Apocalipsis. 

“Vale, sí, de acuerdo... ¿Y toda esta patraña qué tiene que ver en una crítica de cine Damien Thorn, ¿eh?, ¿eh?...Habla de la peli YA” 

Venga... Pues resulta que es el día de la boda de Dan y Skylar, parejita americana ñoña de esas que te sacan un poco de quicio por perfectas. Sus mejores amigos están a su lado para compartirlo en una boda de esas de peli americana maravillosas, el padrino es Jack, la dama de honor, Allison, y el fotógrafo Tommy. Son unos amigos súper súper guays de esos que yo no tengo ni uno, pero bueno, ya los encontraré... Todo marcha sobre ruedas, el menú es espectacular, rollo salpicón de marisco, pierna de cordero, minicroquetas, langostinos, bacalao y tartaca nupcial. Los novios empiezan a bailar un vals y ¡Oh!, sorpresa, de repente cambia a un rap-perreo que tienen ensayado y sorprenden a todos, que lo pasan pipa y se sonríen con sus caras de yankis de buenísimos sentimientos que nunca han roto un plato ni buscado armas de destrucción masiva inexistentes. Ejem. 

Pues eso, que todo marcha genial hasta que de repente parte de la peña empieza a palmarla de inmediato, cayendo redondos al suelo fulminados. A este desastre sigue una serie de catástrofes naturales de tal magnitud que el mundo no las conoce y la palma aún más gente. Granizos del tamaño de mi cuarto de baño, tormentas eléctricas, huracanes... Los cinco amiguetes chupipandi guay sobreviven y empiezan a buscar refugio con otros supervivientes en una iglesia. Allí, guiados por un pastor que realmente no tenía fé, comienzan a darse cuenta de lo que esta gran catástrofe mundial significa: se trata del Rapto descrito en las profecías bíblicas y a medida que el tiempo pasa comprenden el significado de estos acontecimientos, que les obligarán a tomar decisiones espirituales con el fin de determinar qué eligen, Jesús o nada... 

Lo cierto es que la cosa empieza bastante bien, rollo religioso aparte, como una buena película de catástrofes serie B, y el guionista y director Casey La Scala (“Grind” 2003) comienza a contarnos la historia a un ritmo rápido, ágil y atractivo. La atmósfera de suspense y tensión se consigue eficazmente con unos efectos visuales y especiales resultones, impropios de una cinta sin actores de renombre, (el elenco está formado por caras de actores poco reconocibles, con excepción quizás de Alexa Vega y John Pyper-Ferguson, lo que ayuda a mantener atenta a la audiencia en la experiencia visual) pero respaldada por Sony Pictures, en la que imágenes de aviones estrellándose contra edificios y trozos monstruosos de granizo golpeando el suelo y a las personas son creíbles y muy, muy eficaces... Pero... 

Y es que la cosa tiene un pero, pero un pero, repero.

Salvo que uno interprete el título y sea más avispado que un súper magnífico de Saber y Ganar, tras ver el trailer, lo normal es esperar una peli de terror, con pretensiones a lo Cloverfield (es evidente la inspiración, pero chato, LaScala, ni te acercas) en plan dimensiones gigantes. Pero no es otra cosa que un vehículo cutrón, nada sutil, evidente y mal velado para la predicación cristiana. Y no es que a mí como católico me importe demasiado que mezclen religión y entretenimiento, lo que me fastidia, enoja, cabrea, ofende y saca de quicio es que me la quieran colar. Y director, guionistas, productores se deben creer muy listos, pero les sale el tiro por la culata. 

La cinta de golpe se vuelve monótona y aburrida, con escasas escenas de tensión hasta llegar a un final absurdo, de lo peorcito que recuerdo, con la única pretensión no ya de divertir, ni de emular a ese Cloverfield, sino de inculcar unos valores cristianos moralistas y caducos a través del MIEDO. Pero del miedo impuesto por la religión, el peor de los miedos. Un miedo impuesto por una Iglesia farisea que condena todo menos lo propio, ensalza conductas absurdas y parece querer volver al medievo. Y por ahí, queridos cuervos, sí que no paso. 

Directores como Scott Derrickson han jugado con la religión en algunas de sus películas (en la magnífica El exorcismo de Emily Rose tocó un tema espinoso y salió más que airoso), pero no nos han intentado colar dogmas subliminales. Mi querido Stephen Hopkins en “La cosecha”, trataba un tema similar, la repetición de las plagas que asolaron a Egipto en la liberación del pueblo de Israel y no quedó en ningún momento como un meapilas absurdo, por lo que sí, amigos, es posible hacer terror conjugado con la religión, con un dogma, sin caer en lo obvio, facilón, adoctrinador y vergonzoso, que es justo lo que hace LaScala con esta mierda de dimensiones bíblicas. 

Pero, y flípenlo, no es la única peli del 2014 que trata del desconocido por la mayoría Rapto de la Iglesia. Nicolas Cage, empeñado en enterrar su carrera, protagoniza “Left Behind” de Vic Armstrong, peli sobre el mismo tema que esta “The remaining” pero sin boda, mala, pero infinitamente más decente, coherente y mejor que la cinta que aquí hoy critico y que es puro sermón sectario panfletario y cateto en el regreso de algo tán superado y enterrado ya como es el Cine Propaganda. 

En definitiva, la película podría bien llamarse “YO AMO A JESÚS... Y más me vale, porque si no, va a volver a la tierra a hacérmelas pasar canutas, matarme a mí, a mis amigos, a mi familia...” 

Lo mejor: Me niego.

Lo peor: Usar la religión como nido de temores y horrores en una época en la que ya no es el opio del pueblo ni de coña. 

Cinta ideal para campamentos de ciertas prelaturas de la Iglesia, con alto potencial para traumatizar aún más a niños indecisos y con problemas y adocenarlos, alienarlos, exigirles un diezmo y una vida de dedicación absoluta. Y ojo, el que firma esto es creyente, practicante y moderado...


Crítica: Autómata

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Desde la Revolución Industrial, desde la modernización del mundo civilizado, la máquina y el hombre han entrado en conflicto, probablemente porque las máquinas terminan demostrando ser mejores que la mayoría de los humanos. Y esto es así precisamente porque carecen de aquello que "engrandece" al ser humano, que es ese alma que empuja al instinto, un alma demasiado oscurecido en la mayoría de los casos.

El cine no ha sido ajeno a esta guerra no declarada en la realidad, pero sí, constantemente, en la ficción. Así en "Robocop" (1987), las máquinas creadas por el hombres, los robots, suponían una amenaza y a la vez una esperanza, pero daban buena cuenta de los peligros de una mala programación. En ""Terminator" (1991), ya se narraba el alzamiento de las máquinas contra el desaventajado ser humano , que asistía horrorizado a lo que pretendía ser una dictadura robótica despiadada y pensada para la extinción humana. En "Terminator Salvation" (2009), la lucha ya era feroz y las máquinas, estos  robots eran la amenaza más mortífera que la humanidad hubiera conocido. 

Todas las intrigas robóticas nos fueron reveladas con la serie "Battlestar Galatica" (1978/2003), donde conocimos un poco más a las "tostadoras", sus motivaciones, sus anhelos, sus objetivos, sus medios y por raro que parezca, también sus miedos. Con esta gran serie nos dimos cuenta de por qué estamos en desventaja. 

El cine también se ha hecho eco de los intentos desesperados de las máquinas por parecerse lo máximo posible a los inferiores seres humanos. De ese deseo, regado con aceite lubricante, de conocer cómo es sentir dan buena cuenta "Yo, Robot" (2004), o "Inteligencia Artificial" (2001). En ambas, los esfuerzos se centraban en mostrar los buenos "sentimientos" de ciertos robots, en señalar diferencias entre ellos, porque aunque las programaciones de estas máquinas superiores fueran tajantes en cuanto a la posición que ocupaban respectos a sus creadores, siempre hemos sido muy amigos de humanizar todo aquello con lo que convivimos. Lo hacemos con nuestras mascotas, lo hacemos con nuestros objetos más queridos, e incluso con nuestros coches. El ser humano es así, y en su prepotencia, intenta crear todo a su imagen y semejanza, buscando parecerse a ese Dios que no existe. 

En "Automata" (Gabe Ibañez) se nos cuenta la historia desde el punto de vista humano, el humao que entiende su propia mezquindad. Asistimos pues a un cuento apocalíptico y tremendamente pesimista, donde, para variar, la raza humana, abocada a una extinción inmediata, en lugar de luchar para intentar que las cosas cambien, sigue mirándose el ombligo, un ombligo que parece que no ha cicatrizado y que sigue supurando estupidez, maldad e intereses. 

"Automata" nos lleva a una cuidad que bien podría tratarse de la mítica y distópica cuidad de "Blade Runner", para presentarnos a Jacq Vaucan, un agente de seguros que se encarga de discernir entre la realidad y la picaresca en un mundo que ya tiene pocos recursos y en el que los robots forman parte del día a día. Vaucan es un experto en el comportamiento robot, pues aunque haya muchas clases de ellos, todos comparten dos protocolos: el primero es que no pueden hacer daño a ningún ser vivo y el segundo es que no pueden modificarse. Vaucan encuentra una modificación robótica complicada que le llevará a otro descubrimiento, en el que los robots juegan el papel más importante. 

Esto es ciencia ficción chicos, y necesitamos un futuro que ahora mismo parezca muy lejano y modos de vida artificiales que nos muestren lo imperfectos que somos, en contraposición a una inteligencia programada en la que se implementan constantemente cambios y mejoras, de una forma tan rápida y fuera de nuestro entendimiento, que se convierte en la otra cara de la moneda en cuanto a supervivencia e incluso moral, si es que esta palabra puede ser aplicada en estos casos. 

La historia no deja de ser confusa desde el punto de vista del mensaje que quiera lanzar, ya que no sé si es una crítica a una sociedad dormida, una sentencia de muerte a la que nosotros mismos nos hemos condenado por nuestros actos negligentes, o simplemente el juego de la ingenuidad de la bondad frente a la maldad más cafre y egoísta. Sea como sea, el ser humano siempre pierde. Gabe Ibañez nos cuenta todo esto bajo un manto de arena y polvo, con los labios cortados y con una figura que lo eclipsa todo, como es Antonio Banderas, aunque no siempre el eclipse sea positivo (en este caso al menos). Todo al servicio del sr. Banderas, que sobreactua como acostumbra, y que para aquellos que tuvimos el desacierto de ver la película en español, se nos vuelve a torturar con nuestro español más internacional doblándose a sí mismo, en un nuevo alarde de intensidad hablada que resulta simplemente horrible. Admito que el primer Banderas, el de Almodovar, me gustaba porque me parecía tremendamente natural, pero está claro que Hollywood le ha pervertido y viciado a la hora de actuar. 

De todas formas, no es Banderas el motivo de que esta película no tenga más estrellas. El motivo es que a "Automata" le falta ese toque mágico de la ciencia ficción que hace trepidante hasta los momentos más serenos. "Automata" eso no lo tiene en ningún momento, y pese a su gran factura técnica, su buena fotografía, sus escenarios perfectamente escogidos y el buen hacer de los robots, se queda en una experiencia anodina que no termina de cuajar nunca, ni  desde el punto de vista del sentimentalismo, ni desde la acción, ni desde la ciencia ficción como debiera. No es una película aburrida, pero tampoco llega a interesar como para que te plantees un segundo visionado a lo largo de tu vida. 

"Automata" es un intento más de hacer de esa guerra inexistente entre máquina y hombre, algo interesante. No hay giros nuevos, no hay nuevas lecturas, ni hay nuevas teorías, simplemente es una película más con una banda sonora que despista en la mayoría de las escenas, pero que se deja ver y que hace que definitivamente creas que el ser humano siempre está en inferioridad de condiciones. Para que luego nos creamos los reyes del mambo...



Crítica: Lost Place

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El 2013 fue un buen año para el cine alemán de género y nos llegaron algunas propuestas resultonas junto a mucha bazofia. La peli que nos ocupa, escrita y dirigida por Thorsten Klein y con un reparto poco conocido por estos lares se encuentra en el primer grupo, el de las pelis resultonas.
En la cinta, cuatro adolescentes alemanes ternascos con las hormonas a flor de piel se encuentran en el bosque con un antiguo puesto militar que montaron los EE.UU. en la guerra fría como parte de un siniestro programa militar que dejó gravísimos efectos secundarios terribles en las víctimas cobayas y demás, y que ha estado abandonado desde casi entonces. Lo que pasa es que como por arte de birli birloque la instalación aparece misteriosamente encendida y en marcha de nuevo, con todo lo que eso va a acarrear. A saber: huídas desesperadas, malas ideas a gogó, peligros innecesarios a los que los ternascos se enfrentan y demás. 

La peli está dividida en dos partes, una primera, retozona y sin complicaciones demasiadas, en la que todo es como una búsqueda del tesoro de una gimkana, un geocatching a través de un imposible GPS a través del bosque para encontrar gracias a una vieja radio militar la misteriosa torre-estación creada por Estados Unidos en los días de la Guerra Fría. 

Y en esta primera parte nos encontramos con un thriller más que decentillo, con protas atractivos que no molestan en absoluto y pocas complicaciones, mucho mejor de lo esperado a tenor de la mayoría de comentarios negativos que había encontrado acerca de la cinta. 

Como ya es habitual en este tipo de películas, a medio camino del intrusismo y el terror slasher, los personajes, aún resultando bastante creíbles, actúan de manera eminentemente estúpida, y se acaban encontrando inmersos en serios problemas que todos nosotros nos olemos, pero ellos, como nuevas generaciones de esa potencia Merkeliana en la que se acaba decidiendo el destino de un continente enterito, son un pelín lerdetes y se meten de lleno en la instalación que de golpe despierta. 

El concepto no está del todo mal y tiene algún que otro punto de partida bastante inteligente, y en su mayor parte la peli se ejecuta de manera bastante resultona, pues sin llegar nunca a ser una película de terror, consigue generar una tensión casi contínua considerable, gracias a que juguetea con unos conceptos científicos subyacentes bastante resultones y encubiertos de apariencia real que añaden un puntito fabuloso de paranoia a un guión en sí bastante sosete. 

La factura en la producción es más que decente tratándose de una peli de terror alemán de no muy elevado presupuesto, a destacar una fabulosa edición de sonido y una fotografía impecable de Xiaosu Han y Andreas Thalhamme, si bien el 3D es innecesario por completo, no añade nada y los efectos no son lo suficientemente abrumadores como para justificar las gafas de plástico y los euros extras en taquilla. 

Por supuesto los clichés de los que hace gala en la mitad de su metraje son más que evidentes y consabidos, pero quizás por eso mismo no molestan en exceso. 

Una vez que uno entra en la historia y se da cuenta de que nos va a ofrecer exactamente lo que se puede esperar sin ostentar ni usar aparatosas vueltas de guión, en un slasher para nada hardcore, sólo una historia interesante y a ratos emocionante de cuatro adolescentes perdidos en el bosque que se encuentran con algo que no debían. 

En mi paletez más absoluta no sabía nada de qué iban el geocatching y el HAARP, y al menos, y aunque sólo sea por eso, la novedad, aún siendo sutil, merece la pena y tiene su puntito, remoloneando hasta con la ciencia ficción ochentera menos alocada en la que los intrépidos personajes se enfrentan a peligros, en el fondo, entretenidos. Por eso, por la ternura que transmite y su falta de pretensiones le doy el aprobado y la recomiendo para una de esas tardes aburridas en las que uno no sabe qué ver. 

Lo mejor: Su planteamiento y reparto, más que decentes.

Lo peor: Alguna ida de olla como el tema drogas, que juegan como inconsistencias en un guión flojillo.


Crítica: Más Negro que la Noche

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Amanece uno con sudores fríos después de ver como circula ya por la red el trailer del “esperado” remake de “Poltergeist”. Para apretar el ojete con fuerza y no volver a abrir las fronteras jamás, cierto. Pero a estas alturas, ya deberíamos estar curados de espanto en lo que a refritos ofensivos y nocivos para la salud (o la moral) se refiere, pues parece que destrozar clásicos del género, sigue siendo a día de hoy y pese a todo, uno de los recursos más efectivos a la hora de sacarle los cuartos al personal. Y no se respeta a nadie, ni al mismísimo Carlos Enrique Taboada.
 
Taboada, figura elemental para entender el cine de terror en México y abanderado del cine de corte Hammeriano en iberoamérica, con una forma de entender el terror extremadamente personal capaz de dar forma a maravillas tan adelantadas a su época como “El Libro de Piedra” (1969) o “Veneno Para las Hadas” (1986), ya había sido profanada previamente hace ocho años con la horripilante revisión de otro de los títulos más emblemáticos de su filmografía: “Hasta el Viento Tiene Miedo” (1969), que de la mano de su compatriota Gustavo Moheno, demostró que hay improntas, dificilmente reproducibles. 

No contentos con semejante sacrilegio, otro compatriota de Taboada, Henry Bedwell, pone sobre la mesa todas las miserias del género de terror actual con otro remake, en esta ocasión, la víctima es “Más Negro que la Noche”, película de 1975 de la cual Bedwell, compró los derechos a la viuda de Taboada por treinta mil dólares durante un año con la única condición de que se respetase la historia original. Visto el resultado final y si bien es cierto que la historia, ha sido respetada tal y como se acordó, no tengo muy claro que Rocio Taboada haya quedado demasiado contenta de lo gestado a partir de la obra de su difunto esposo. 

Y es que esta nueva “Más Negro que la Noche”, poco tiene que ver con el espíritu de la original. Bedwell opta por “actualizar” el relato y prescindir tanto del suspense como de la ambigüedad que caracterizó a la película de Boada para ahondar en los terrores sobrenaturales que llenan salas de cine en pleno siglo XXI, acercando la historia al típico cine de fantasmas que tanto se lleva hoy en día y para más inri, en 3D. En este sentido, las referencias al cine de gente como James Wan, son más que palpables. 

Esto se traduce en una película carente de personalidad donde al ya de por sí tópico guión, hay que sumarle un modus operandi cargado de clichés y de “sustos” (lo entrecomillo porque en ningún momento funcionan como tales) de manual que toman el mando de todas las operaciones a costa de la atmósfera y tensión de su predecesora. Siluetas que se deslizan en un segundo plano, cuadros que de repente cobran vida, reflejos en los espejos y demás artificios baratos del más allá, se van desgranando de forma eso si, dosificada, más por necesidad que por convicción, mientras Bedwell intenta sacar el máximo partido del mayor activo de la cinta, su elenco femenino, sobre el cual se enfatiza de forma constante mostrándonos a las jovencitas protagonistas haciendo gala de su amplio fondo de armario, aunque sea para estar por casa. 

Tampoco se puede decir que destaque el filme por el nivel interpretativo del reparto, de hecho, este es, más allá de las miserias conocidas, uno de sus principales problemas, siendo algunas de las interpretaciones de auténtica vergüenza ajena, lo cual le quita a la historia la poca credibilidad que podría tener. 

Los poquitos efectos especiales del filme están bastante bien resueltos, pero tampoco ofrecen absolutamente nada nuevo y desde luego, en ningún momento contribuyen a magnificar las capacidades terroríficas del mismo, las cuales brillan por su ausencia y donde incluso una figura tan fundamental para entender la obra, la del gato Becker, tan inquietante antaño, aquí es cuasi anecdótica. Mismo trato peyorativo se le da al personaje de la tía, relegada a mero fantasma del tres al cuarto claramente “influenciado” por la segunda entrega de “Insidious”

Una auténtica lástima ver como cineastas actuales se esconden tras la conveniente falda de la admiración y el supuesto homenaje, para esconder su total falta de ideas. Con la de interesantes cosas que están llegando en los últimos tiempos desde tierras latinoamericanas en lo que al género fantástico y de terror se refiere, duele a la vista toparse con este tipo de productos de mediocre calidad que intentan sacar tajada del talento de otros. Nada recomendable pues esta nueva versión de “Más Negro que la Noche”. Quien quiera saber cuan aterradora puede ser la silueta de un gato negro, mejor retrocede uno cuantos años y descubre como se las gastaba el bueno de Taboada allá por mediados de los setenta, dirigiendo con puño de hierro al tiempo que con la elegancia de un bailarín de ballet, un relato siniestro como pocos que bien podría haber salido de la pluma del mismísimo Edgar Allan Poe.

Lo mejor: Algún pasaje de la partitura y la posibilidad de que alguien se interese por una filmografía tan rica como es la de Taboada. 

Lo peor: La propia existencia del filme, es un insulto al cine de terror en general y al Mexicano en particular.


Crítica: Session 9

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Werner Herzog tiene una frase que se cita mucho: “el vudú de la localización”. Se refiere a cierta aura que un lugar real puede impartir a un plano de una película, una manera en la que la presencia física de un lugar afecta al elenco, al equipo e incluso al espectador. Era, en esencia, su modo de justificar sus constantes viajes a los rincones más recónditos del Amazonas con gente que muchas veces volvía insana del proceso. Aunque la primera vez que se usó esta frase fue en el contexto de su Nosferatu, explicando su ansia por canalizar el espíritu de F.W. Murnau usando las mismas localizaciones que Murnau en el original.
Y traigo esto a flote porque el thriller psicológico Session 9 (2001), vive del vudú de la localización hasta un grado inconcebible. Por supuesto, ha habido muchas cintas de terror que consiguen puntos a partir de un decorado apropiado pero esto es un caso extremo: estoy convencida que la diferencia entre “Session 9, obra maestra menor del psico-terror contemporáneo” y “Session 9, decente aunque plagada de asesinatos misteriosos confusos con un final de sorpresa mediocre” ralla en el vudú de la localización, y considerando que el director y co-escritor, Brad Anderson, concibió la película específicamente para aventajarse de la localización, estoy segura de que incluso él estaría de acuerdo conmigo. 

El decorado es – era – el psiquiátrico estatal Danvers, situado en Danvers, MA desde 1874 hasta que la mole fue derruida en 2006 (a pesar de encontrarse en el Registro Nacional de Lugares Históricos) para hacer unos apartamentos. Quizá inconscientemente, el guion de Anderson y Stephen Gevedon prefigura el destino último del hospital, ya que su cinta encuentra al hospital dándose vida a sí mismo, justo antes de que una constructora no divulgada tome partido en la demolición. Esta constructora necesita la extracción de varias habitaciones llenas de asbestos y otras mierdas tóxicas, y llegamos a la escena en que Gordon Fleming (Peter Mullan), propietario de Hazmat Elimination Company, y su mano derecha Phil (David Caruso) intentan ganar el contrato de su amigo, el promotor Bill Griggs (Paul Guilfoyle). Para ganar el contrato, Gordon promete a la desesperada y de manera indefendible que llevará el proyecto a cabo en una única semana – con un nuevo bebé, Gordon necesita dinero urgentemente – y al lunes siguiente, Gordon y Phil empiezan a trabajar con un equipo que incluye el rival romántico de Phil, Hank (Josh Lucas), el ex estudiante de derecho Mike (Gevedon), quien se encuentra sobre fascinado con la historia de la institución, y el sobrino de Gordon, Jeff (Brendan Sexton III). 

No hace falta mucho para que las cosas empiecen a ponerse feas; de hecho ya estaban fatal la semana previa, cuando Gordon escucha un voz masculina sin cuerpo que le susurra “Hola” mientras observa una silla abandonada, en medio de un pasillo. No es el único en verse afectado por el lugar: Mike se encuentra con una colección de grabaciones de audio con sesiones de una paciente que se llama Mary Hobbes, quién sufría de un desorden de personalidad múltiple: hospeda una habladora y voluble niña llamada Princesa y un niño ligeramente inglés llamado Billy, quién tiene como trabajo proteger a Mary y Princesa de algo que pasó el día de Navidad de 1951. Existe una tercera personalidad, Simon; pero nadie quiere hablar de Simon… 

Empezando por el principio: para una cinta de género, Session 9 se preocupa sobremanera sobre la psicología (y nadie dice que no debería ser así teniendo un manicomio como decorado de fondo). Lo que realmente sorprende de la estructura de la cinta es que la mitad de la misma se ha ido antes de que empiece a parecerse a una cinta de terror: hay una voz fantasmagórica que Gordon escucha, y las cintas inquietantes de Mary, pero los primeros 55 minutos de los 100 totales se preocupan simplemente de la interrelación entre los cinco hombres: Hank se acuesta con la ex de Phil sólo porque no le gusta Phil, Gordon está perdiendo la chaveta sobre algo que ha pasado entre él y su mujer, y esto hace que Phil se esté volviendo loco de preocupación, Jeff necesita que alguien le dé la manita a cada paso y así, suma y sigue. Parece un drama de cámara la mayor parte del tiempo, y nada más; confinando a los hombres en espacios diminutos durante periodos largos de tiempo y viéndoles deshilacharse. 

Al cabo de un rato, sí, se convertirá en un thriller de terror hasta el final: alguien o algo les acosa y está haciendo… cosas. Hank desaparece, sólo para reaparecer dos días después tambaleándose incoherentemente; y contra más escucha Mike sobre las cintas, más inquieto con lo que escucha se vuelve, y se obsesiona con resolver los misterios, hasta llamar sin pensar a Jeff, Princesa. La verdad sea dicha, es fácil ver hacia donde se dirige el barco, no hace falta un master audiovisual en horrorlogía para adivinar que algo está destruyendo a Gordon, la única duda es si es algo paranormal o no – si el hospital Danvers está poseído por un espíritu malvado que se divierte manipulando a los hombres, un poco a lo Resplandor – o si es simplemente el estrés de lo que Hank astutamente define como un trabajo que te pone nervioso, que finalmente toca la fibra a unos hombres que han hecho esto demasiado tiempo. Y de hecho esta ambigüedad existe porque Anderson así lo decide, en el estado de edición, que sería más misterioso y espeluznante si saca los trocitos que nos explican el destino de la historia. 

El guion tiene un problema serio y es que durante los primeros 20 minutos los personajes parecen jugar a ver quién puede hablar durante más rato sin explicar nada relevante con la historia. Entiendo que Anderson quiere jugar con esta ambigüedad que antes comentábamos pero en vez de tirar por un estilo Lynchiano, enfocado en lo desconocido tenemos simplemente una literatura pasada de moda y que roza el borderline, llegando al punto de hacerte pensar si algunos personajes existen de verdad o son fruto de la imaginación de otro personaje, pero no por un tema de misterio, sino porque es confuso. Las acciones de algunos personajes son atípicas, ¿por qué Mike sigue escuchando las cintas? Anderson simplemente construye escenas que dan miedo, que te ponen la piel de gallina pero no tienen un objetivo concreto. 

El único motivo por el que funciona la película es en verdad dos cosas. La primera es un reparto bueno, muy bueno: Mullan es un actor muy poco valorado que hace una interpretación peculiar de Gordon que está perfectamente mesurada, y no vemos ningún hilo suelto, ni siquiera Caruso, eterno CSI. Es muy fácil creer a estos hombres, y el guion da tantas vueltas antes de que la mierda te salte en la cara, que hay mucho tiempo para conocerlos. Las interacciones entre ellos son naturales y nada forzadas, y no hay momentos tan inexplicables que los actores no puedan salvar. 

La segunda es por supuesto es el Hospital Estatal Danvers: un edificio enorme que se pudre por dentro, de una envergadura Victoriana que quita el hipo. La cinta sin el edificio no se podría concebir. Virtualmente no se ha añadido nada al lugar para prepararlo para las cámaras y aunque el equipo solo tenía acceso a determinados espacios del edificio, es más que suficiente. Con un trabajo brillante de escenografía y fotografía por parte de Anderson y Uta Briesewitz, donde se ha añadido poca iluminación pero no nos encontramos tratando de adivinar formas en las sombras, poco más se puede pedir a una atmósfera que es capturada de la mejor manera posible. Uta trabajará más adelante, junto con Anderson; en algunos episodios de The Wire. Y lo que es muy loco es que se pueden vislumbrar trazos de cada trabajo en el otro. Tiene esa dureza que también traía la serie. Pero en este caso, el edificio lo hace él todo. La omnipresente sensación de infección que cubre las paredes y va cayendo del techo y acecha en el agua estancada: todo eso es real. Resumiendo, el sitio está mal. Salva los agujeros de guion de Session 9, que habla de unos hombres que se trastornan sin razón, sin embargo el hospital grita que esto está pasando porque están encerrados en un corredor del Infierno, y es fácil adivinar que cualquiera se volvería loco. Yo me volvería loca, vosotros os volveríais locos y no sé cómo coño lo hicieron los actores para superar ese rodaje. 

No voy a hablar sobre si existe o no un fantasma o demonio en el lugar, quién se volvió loco y quién no y en qué punto. Eso lo dejo para los que quieran aventurarse en el Hospital Estatal Danvers aunque debo decir que quizá, en un post-visionado; esto deje de tener importancia. La gracia de la cinta no está en sus preguntas sin respuesta, está en el monstruo que se sienta en medio de cada plano, una perversidad que se mueve entre lo fantasmagórico y las alucinaciones, pero es amenazadoramente real en cada escena. Y esto es para mí el vudú de la localización de Werner Herzog, una representación del alma de un lugar que estrecha su fría mano fuera de la pantalla y rodea sus dedos alrededor de tu garganta.


Crítica: Tokyo Tribe

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A pesar de que Sion Sono es un tío ‘bragaó’, curtido en mil y una batallas y con un par de docenas de premios a lo largo y ancho de la Vía Láctea, no fue hasta la irrupción de “Why don’t you play in hell?” cuando llegó al gran público. Y no es hablar por hablar ya que por ejemplo, en nuestro idioma de él solo nos ha llegado esta y “Suicide club”, por lo que algo tendrá que ver.

Con “Why don’t you play in hell?” no solo confirmó que era un director inconformista sino que además se demostró como un ‘ser humano’, alejándose de esa imagen de, a veces, cultureta con el que se nos había presentado. Solo un friki, un igual a nosotros, podía ofrecer esa combinación de espectáculo y homenaje. 

Pero claro, después de un éxito tan… sinceramente proporcionado, quedaba por ver si el director volvía a sus ‘orígenes’ o continuaba por la misma línea de aquella. Por las primeras imágenes, tráiler incluido, de esta “Tokyo tribe” parecía que sí, que la irreverencia continuaba, al igual que esa retrospectiva, aunque si bien no al mundo del cine sí que al de la música. Sin embargo pronto nuestras expectativas, ansías en algunos casos, se nos cayeron a los pies; y es que tras su exhibición en el Festival de Sitges, un certamen acostumbrado a estos films y con unos espectadores más fiables que otros de ‘arte y ensayo’, los comentarios que surgieron fueron poco menos que críticos. Leí verdaderas barbaridades, y se situó en muchas quinielas entre lo peor del Festival junto a “Asmodexia” y “Annabelle”. 

No obstante, aquí no estamos para dejarnos llevar o contar lo que les ha parecido a terceros. Así es que sin más, vamos con mi opinión y/o análisis. 

Lo primero que hay que decir aunque resulte muy obvio es que “Tokyo tribe” es un musical; extraño, pero musical al fin y al cabo. Yo que adoro Bollywood, Tollywood, Kollywood, etc. ya me he visto musicales de todo tipo por lo que este ni me sorprende ni, mucho menos, me asusta. Pero el que no esté acostumbrado a desmanes de este tipo –ya no digo el que no comulgue con los musicales- ya puede irse buscando otra película. 

Lo segundo que hay que decir, y en la misma línea de lo anterior, es que “Tokyo tribe” vive y muere del rap. Desde el minuto 1 nos están bombardeando con esta música y claro, no todo el mundo disfruta con este estilo. A mí, al igual que decía con el cine que se hace en la India, me encanta, sobre todo el asiático más predispuesto a acentuar el ritmo que el mensaje, pero es evidente que muchos pueden acabar con la cabeza como un bombo. Y eso los que aguanten hasta el final, porque los habrá que a los cinco minutos, desistan. Y es que si a mí me ponen una película de flamenco –el único estilo musical con el que no comulgo-, tampoco dudaría mucho… 

En todo caso, y ya que estamos con su música, hay que valorarla y darle su justo reconocimiento. Decir que la música del film es ‘de rap’ sería ser algo superficial y poco conocedor de la misma. Y es que por ejemplo, aunque a muchos todos los temas les parezcan iguales, las diferentes bandas de la ciudad se encuadrarían dentro de un estilo dentro del mismo; con trampas, pero definidas. Otro asunto ya no es el ‘qué’ sino el ‘cómo’. Sin banda sonora instrumental –no la necesita- Sono no se limita a enchufarnos tema tras tema o usar un ritmo a base de percusión y notas electrónicas, ya que la película está especialmente concebida para ser vista –y oída- o bien en una sala de cine o en su defecto en tu hogar con un sistema de audio 5.1 para disfrutar la música como un personaje más, aprovechándola como si de un efecto sonoro se tratase. 

El tercer punto del que hay que hablar, es el que hace mención a su historia. El film, como muchos ya también sabrán, no parte de una idea original sino de un manga de Santa Inoue. De este es el trasfondo de la historia, ese concepto de hija ‘desaparecida’ y posterior unión de bandas. 

A la película se le ha acusado de que no hay por dónde pillarla, y si bien es cierto que su argumento es superficial y plano –el surrealismo lo dejamos de lado- no lo es más que cualquier otra película de bandas de, por ejemplo, Takashi Miike. Quítale si quieres esa “paja”, lo absurdo y la componente musical, y dale una apariencia más formal, más habitual, y tendrás un film de bandas y/o yakuzas. ¿Hay qué recordar quién es por ejemplo Riki Takeuchi? ¿Es casualidad que se auto-parodie? No.

Como crítica, personalmente le reprocharía que el inicio esté un poco inconexo con la historia que centra la película, y que el desenlace, quizás debido a su larga duración, queda demasiado abierto, con incógnitas y perezosamente resuelto respecto al devenir de algunos de los villanos de la función, pero por lo demás, perfecto; y es que ahora parece que la gente ha olvidado la producción de serie Z japonesa a la que se acoge el film. 

Uno de los mayores problemas de la producción junto a lo dicho de su carácter musical y, según quién, abuso del rap, es que muchos se la han tomado en serio. ¿Qué no demostró Sono con “Why don’t you play in hell?” que podía ser tan gamberro como Yudai Yamaguchi, Kurando Mitsutake, Yoshihiro Nishimura o Noburu Iguchi? ¡Pero por Dios, si hasta Tak Sakaguchi vuelve a colaborar con él aunque tras las cámaras! 

La diferencia de esta película con otras de autores consaNgrados (!!) dentro del bizarrismo japonés como los mencionados, está en el calibre de esta producción. Los títulos de serie Z salen directamente al mercado del vídeo; esta fue estrenada en salas comerciales, y aunque su estreno fue limitado –solo 120 salas cuando lo normal es el triple- cosechó la sexta mejor recaudación de la semana por número de salas, y eso que competía con títulos como “Stand by me Doraemon”, “Lupin III”, “Rurouni Kenshin: Kyoto en llamas”, “Transformers: La era de la extinción” o “When Marnie was there”, a la postre algunas de las películas más vista del año en el país.

Solo hay que ver la numerosa participación de extras o la impresionante dirección artística a cargo de nada más y nada menos que Yuji Hayashida, habitual del mismo Miike, Kazuaki Kiriya o, mira por donde, el socio de Sakaguchi, Ryuhei Kitamura. Esa ciudad prostíbulo de Saga Town que sería la envidia de Guillermo del Toro, el pasillo de globos del burdel, el Bosque de Bambú… hay tantos sitios donde mirar… Y ya no solo es la escenografía/ambientación, son unos efectos especiales bastante efectivos que sobre todo colaboran a aumentar la vertiente más toon (manga), surrealista y fantástica de la película. Y ya que hemos llegado a este punto… 

“Tokyo Tribe” no solo son bizarradas, erotismo chabacano y ocurrencias a cada cual más disparatada, pero ya que tampoco es cuestión de destripar la película: el móvil-pistola, el método para abrir cerraduras, la crítica a “Kill Bill”, los “mechas-amazonas” de las Gira Gira Gilrs, la ”cantanta” lírica o la obsesión de enseñar las bragas blancas de la protagonista, algo indefectiblemente de este estilo; por debajo de toda esa superficie hilarante subyace esa intención de ‘jugar’ con el espectador convirtiéndolo en algo más que en un simple testigo. “Tokyo Tribe” busca la implicación del público, y así en cada rincón esconde un detalle o un guiño, al estilo de las referencias que encontrábamos en “Why don’t you play in hell?” con el que elevar el grado de diversión. 

Huelga decir que esto no será ningún aliciente –ni tampoco un handicap- para el menos ducho en la filmografía y/o cultura nipona, pero hay que tenerlo también en cuenta. El desconocimiento de una ley no exime de su no cumplimiento. 

Para ir acabando, alabar la labor de Tak Sakaguchi orquestando las escenas de acción. Otro de los atractivos del film. 

Resumiendo, “Tokyo tribe” es un cocktail que mezcla los musicales y la serie Z japonesa, una combinación tan gamberra e irreverente como proporcionalmente divertida. Más que “No apta para todos los públicos”, en este caso sería “No opta para todos los oídos” ya que será difícil que, a los que no les guste el rap, lleguen más allá de diez minutos. Personalmente, uno de los mejores films del 2014, pero tengo en cuenta que parece estar hecha a mi medida. 

P.D.: Como soy una persona consecuente y sé que muchas cosas se me han escapado, sobre todo en lo concerniente a la música ya que las otras cualquiera puede pillarlas, he querido contar para esta reseña con la ayuda de Miguel Keichi (@KE1CHI), quizás el ‘ser humano’ español que mejor conoce el mundillo del rap japonés, no en vano sus esfuerzos, tiempo y pasión están dedicados a ello como productor musical. 

‘QUIÉN ES QUIÉN EN “TOKYO TRIBE”’

LOS RAPEROS:

-YOUNG DAIS (Musashino Saru): Es de lejos el artista musical que goza de más presencia en pantalla, ya que tiene la suerte de encarnar a Kai. Young Dais es miembro del grupo “North Coast Bad Boys” de Sapporo, con el que editó media docena de trabajos desde finales de los 90 hasta 2010. “Playlist” (2012) y “Accent” (2013) son hasta el momento sus trabajos publicados en solitario, junto con un EP publicado en 2014 íntegramente producido por DJ PMX (prestigioso productor de estilo Westcoast que forma parte de DS455 junto al MC Kayzabro desde hace más de 25 años). Al igual que en la película, la música de Young Dais suena más desenfadada en la realidad que la de la mayoría de sus colegas de profesión en “Tokyo Tribe”. 

-TOKAGE (Shibuya Saru): Interpreta al jefe de los “Shibuya Saru”. Tokage era miembro del grupo “Luck End” junto al desaparecido Big-T. Su estilo rudo y tosco que deja ver en la cinta es una fiel aproximación de lo que ofrece en cualquiera de los trabajos en que ha participado. Por el momento solo podemos escucharle en solitario en su EP de 2014 "The Lizardman". Como curiosidad comentar que en la película también aparece el malogrado BIG-T; le podemos ver en el cartel (con el mensaje "Big-T Alive") que aparece a la derecha de nuestras pantallas en el plano general de la primera escena de la banda. Dicho cartel no es más que la carátula del disco póstumo que lanzaron como homenaje muchos de los artistas más cercanos a él en vida. 

-KOHH (Shibuya Saru): Lo reconoceréis como el que lleva la etiqueta colgando de la gorra; su dentadura de oro tampoco os pasará desapercibida en los planos cortos. Kohh ha irrumpido hace relativamente poco en la escena rap, es uno de esos artistas que no tuvieron una infancia fácil, y en sus letras lo demuestra hablando a menudo de la situación de pobreza en la que se crió. Poco a poco está haciéndose reconocible en el saturado panorama hip-hopero nipón. Su flow dejado y a ratos anárquico contrasta con los beats simples y pegadizos sobre los que suele trabajar. A destacar su segundo album "Monochrome" de 2014. -Y'S (Shibuya Saru): Podemos reconocerle por llevar un pañuelo rojo debajo de la gorra e ir siempre al frente junto a Tokage y Kohh en las escenas de la banda. Y'S es uno de esos artistas que puede parecer que quedaron estancados y son sobrepasados por algunos de los nuevos talentos que aparecen de improviso de cuando en cuando, pero sin embargo ha colaborado y ha sido producido por algunos de los mejores del género, entre los que es sumamente respetado. Su disco de 2014 "Love Hate Power" repleto de producciones de Jigg (One Year War Music) es la mejor muestra de lo que puede ofrecer. 

-YOUNG HASTLE (Shibuya Saru): Es el que no pierde la ocasión en vacilar de músculos, además, hacía el final, también podemos verle con una camiseta con su nombre artístico en el pecho. Incluso se nombra a si mismo durante su intervención en la canción final; así es Young Hastle, un rapero que está pisando cada vez más fuerte en la escena underground Tokiota con sus letras llenas de sentido barriobajero, donde no faltan los líos de faldas y la chulería. A destacar su último álbum "Return of the Hastle" de 2014, y el single "Blackout" incluido en su anterior álbum de 2012 en el que colabora el cantante R&B Jazee Minor dejando huella en un estribillo de los que se pegan a la primera.

-MEGA G (Shinjuku Hands): Es el primero en tomar la palabra en la presentación de los “Shinjuku Hands”. Forma parte del grupo “Juswanna” junto a Messiah The Fly y Dj Muta, quienes editan sus trabajos bajo el prolífico sello underground “Libra Records”. Posee un tono de voz y uno de los flows más interesantes que podemos escuchar en la película. A destacar el primer álbum del grupo - Juswanna "Black Box" - y su disco de remixes en solitario, "Juswanna is dead". 

-MC KAN (Shinjuku Hands): Aparece en todas las escenas siempre junto a Mega G vistiendo una camiseta negra sin mangas. Es uno de los fundadores de la MSC crew de Shinjuku, un colectivo que ha sacado a la luz a algunos de los mejores MC's, DJ's y graffiteros de las calles de Tokyo. Sus letras suelen hablar del mundo del crimen organizado japonés (la Yakuza). Hablamos de un artista underground por devoción, directo como un gancho a la mandíbula. Declarado amante del hip-hop norteamericano "aunque no entienda una mierda" como él mismo aclaró en una entrevista para un medio digital francés. A destacar su álbum de 2005 "Michisirube". 

-MARY JANE (Luna y Tsugumi): Llevan la voz cantante en las “Gira Gira Girls”. Sin hacer mucho ruido ambas llevan cerca de 2 décadas dando batalla musicalmente hablando. No ha sido hasta hace poco más de 2 años que se unieron para formar juntas "Mary Jane". Antes de eso Luna ya era conocida por sus trabajos en solitario con un sonido cargado de influencia claramente norteamericana. Por su parte Tsugumi era el 50% del grupo "Soulhead", formación que aunaba un pop urbano con trazos de hip-hop que pese a su descarado tono comercial contaba con las simpatías de la mayoría de amantes del más rap más ortodoxo. A destacar su disco como Mary Jane "Street Names". 

-D.O. (Nerimuthafuckaz): El líder de los “Nerimuthafuckaz”; su flow nasal encandilará a unos y alejará a otros. En algún que otro video casero que circulaba por la red ya dio alguna muestra de poseer un carácter complicado, trabaja asiduamente junto a gente como Dj Munari, quien le provee de unos ritmos clásicos al estilo de NY. Os podéis imaginar que en sus letras, Tokyo no es la ciudad idílica que muchos piensan. A destacar su álbum de 2012 “The City of Dogg”. 

-T2K alias “Mr.Tee” (Nerimuthafuckaz): Es la mano derecha del jefe en la banda de Nerima, podemos verlo con gafas de sol siempre pegado a D.O. Al igual que la mayoría de los artistas que aparecen en “Tokyo Tribe”, T2K es un respetado artista a pie de calle de la escena underground de Tokyo, despliega unas letras realistas sin concesiones con poco o ningún derecho a la comercialidad en su contenido tanto en la forma como en el fondo. Si te gusta el hip-hop sin adornos ni paños calientes escucha su álbum debut "Tokyo Rules" de 2012. 

-EGO (Koenji Jack): Es el cabecilla de la banda y uno de los mejores ‘emcees’ que aparecen en “Tokyo Tribe”. El año pasado lanzó su tercer álbum "Island" con un sonido muy renovado con respecto a su debut álbum debut "Egology" de 2010. Una evolución que ya se dejaba notar en su segundo trabajo "A Kid From Tokyo" (2013). Posiblemente el primero de ellos sea el más recomendable de todos. Recientemente ha firmado un contrato con el nuevo sello “GrandMaster” creado por uno de los padrinos del rap en Japón, Zeebra, quien debe haber visto potencial en él. Habrá que estar pendiente de sus próximos trabajos. 

-LOOTA y VITO FOCACCIO (Koenji Jack): Son los componentes del grupo “Squad Squash” junto con Dinero (productor y DJ). Últimamente han alternado los trabajos del grupo con otros en solitario, además de colaboraciones con otros artistas. El momento en el que mejor se les puede apreciar en el film es durante la canción final, donde lanzan unas líneas juntos, alternando los versos cada uno (Loota con sombrero militar de camuflaje y Vito con gorra hacia atrás). A destacar su primer disco oficial como “Squash Squad” que se tituló "The Squall" y fue publicado en 2010. 

-VIKN (Koenji Jack): Apenas podemos verle de fondo en las escenas grupales de los Koenji Jack. En la presentación de la banda, se le puede ver sujetando un paraguas violeta (con camiseta de los Raiders) justo detrás de Shota Sometani (quien interpreta a MC Show). A pesar de no tener mayor presencia en la película es un muy buen MC (de ahí la decisión de reservarle su propio apartado) como queda más que demostrado en su disco de 2013 "Capital", altamente recomendable. 

-DJ JOE IRON (Koenji Jack): Se le puede ver en la escena de presentación de la banda con gafas de sol caminando bajo la lluvia sujetando un paraguas justo a la derecha de EGO (al que ha producido en varias ocasiones). Cuenta cada vez con más presencia en la escena y ha producido a artistas como Micho, A-Thug, Sticky o al desaparecido Big-T entre otros. 

-DJ KEN WATANABE: Como ya habréis adivinado, es el DJ de “Tokyo Tribe”. Fuera de la pantalla ya había colaborado produciendo en algún tema a muchos de los MC's que aparecen en la película. Destacar su participación en el CD recopilatorio de mezclas "A+ Tokyo Shit Vol.3" de 2012. 

-ANARCHY (Waru): Es el primero en tomar la palabra cuando irrumpen los Waru en escena. Pese a su estilo seco y áspero es posiblemente el que mejor contrato tiene de los MCs que aparecen en “Tokyo Tribe” ya que desde el pasado año sus trabajos se editan bajo el sello de la cacareada discográfica nipona “Avex” (casa de algunos de los más célebres artistas pop del país); musicalmente esto le ha apartado en parte del sonido algo más sucio de sus primeros trabajos. En sus canciones ha hablado desde el abandono que sufrió de niño, hasta sus anécdotas como criminal adolescente, donde fue miembro de una banda de moteros. Cuenta que descubrir el rap le cambió la vida. A destacar su álbum de 2011 "Diggin' Anarchy" producido íntegramente por Muro (veterano y respetadísimo productor de la vieja escuela y principal artífice de la Banda Sonora de la adaptación al anime del manga original). 

-SIMON (Waru): Es el acompañante de Anarchy en la irrupción de los Waru; ha lanzado al mercado 3 trabajos, los dos últimos bajo el sello OYW (One Year War) que maneja el excelente productor Bach Logic. Esto hace que sus discos gocen de un sonido impecable y una producción envidiable al nivel de los grandes artistas americanos del género. A destacar su segundo disco, “Twice Born” (2011). 

-YOSUKE KUBOZUKA (Ncoi): Además de un reconocido (y polémico) actor, ganador de numerosos premios durante su carrera, Yosuke Kubozuka ha publicado varios álbumes de estilo reggae bajo el nombre de MANJI LINE. Uno de sus dos hermanos también es cantante del mismo género (RUEED). Destacar su último álbum "Key Maker". 

-CYBORG KAORI (asistenta de Buppa): Exacto, lo habéis adivinado, Cyborg Kaori es la "chica beat-box" que nos dejó a cuadros con su inesperada aparición. Esta japonesa de 23 años se está dando a conocer de un tiempo a esta parte por su inusual habilidad. Además de acumular miles de visitas en Youtube, ha participado y trabajado también en programas de televisión, e incluso ha llegado a ser parte del show del descanso de un importante partido de baseball. 

-JESSE: Realiza un cameo en la escena de presentación de Musashino Saru, (la cámara de Sion Sono le dedica un plano donde se le puede ver dando un afectuoso saludo a (DJ Ken Watanabe). Más allá del set de rodaje es el vocalista de la famosa banda rockera con influencias hip-hop “RIZE”. Mantiene amistad con numerosos artistas de la escena hip-hop con quienes ha realizado numerosas colaboraciones. 

-YOU THE ROCK: Es un veteranísimo MC que hace un cameo en el plano que abre la película gritando a un grupo de transeúntes. Comenzó a dar sus primeros pasos en esto del hip-hop de la mano de veteranos como Uzi, Rino Latina o Zeebra (este último, anteriormente comentado, el único de ellos que ha conseguido cierta relevancia a nivel popular llegando a colaborar incluso con grandes artistas pop del país y capaz de colgar el "no hay entradas" en el mismísimo Budokan de Tokyo).

LOS ACTORES QUE RAPEAN EN “TOKYO TRIBE”: 

Ryohei Suzuki (Mera), Shota Sometani (MC Show), Nana Seino (Sunmi), Ryuta Sato (Tera), Hitomi Katayama (Yoko de Gira Gira Girls), Shunsuke Daito (Iwao de Shinjuku Hands), Akihiro Kitamura (Mukade), Yui Ichikawa (Norichan), Shoko Nakagawa (Kesha).

EL FACTOR MUSICAL DE “TOKYO TRIBE”: 

BCDMG son las siglas de “Big Crow Dog Music Group”, un colectivo de productores de la capital nipona formado por LostFace, Jashwon e I-DeA. En el caso de la banda sonora de “Tokyo Tribe”, está producida casi en su totalidad por Jashwon, a excepción de la instrumental que suena durante la jocosa aparición del Sumo Sacerdote (producida por LostFace) y la música del sueño húmedo de Hashime de Musashino Saru (producida por I-DeA). La canción principal de la película que podemos escuchar a lo largo de los créditos finales cuenta con los rapeos de Young Dais (Kai), Simon (Waru) e Y'S (Shibuya Saru), así como la inconfundible voz de la popular cantante r&b japonesa AI. 

Como último apunte comentar que Riki Takeuchi (Lord Buppa) –aportación de Chanpoo al que lo tiene como ídolo- también hizo sus pinitos en el mundo de la música, aunque en el campo del rock, como corresponde a alguien que no esconde su favoritismo por Elvis. Seguro que muchos no sabrán además que diseñaba los vestuarios de sus películas teniendo incluso tienda física en Tokyo.


Nido de Cuervos: Daniel Pérez (Donnie)

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- ¿Cuál es la primera película que te viene a la cabeza, aquel título de la infancia que te marcó para siempre y te aferró al género para el resto de tus días? 

“LifeForce – Fuerza Vital” de Tobe Hooper. Todavía recuerdo que siendo pequeño vi a escondidas una copia en vhs de la película y todavía recuerdo las noches sin dormir… 

- Dentro del fantástico y su amplio abanico, ¿Cuáles son tus subgéneros predilectos? 

Terror: Slasher, splatter, zombies, vampiros. Fantástico: Utopias, Distopias

- Tus diez títulos imprescindibles. 

Me resulta imposible hacer una lista con mis diez títulos imprescindibles, hay cintas como “Demons”, “Cube”, “La masa devoradora”, “Rabía”, “Vinieron de dentro de..”, “Critters”. “Coma” (Se que no es una película de terror pero el que vaya de valiente que la vea antes de pasar por quirófano y que luego me cuente), “Biggles, el viajero del tiempo”… que deberían estar pero no puedo incluirlas todas.. así que hay va mi lista de mis 10 cintas de terror imprescindibles y mis 10 cintas de fantástico favoritas. Se que hay cintas que habrá personas que puedan pensar que deberían estar en una o en otra lista. Se que hay películas como “Jóvenes ocultos” que a pesar de tratar el tema de los vampiros muchos no consideran como terror en el sentido clásico del termino, pero a mi la cinta de Schumacher me marcó y mucho lo que hace que le tenga un cariño muy especial y se que hay cintas como “El gabinete del Doctor Caligari” a muchos no les da miedo alguno pero hay que pensar que es una cinta rodada en 1920 y hay que verla en el contexto de una época y entonces si.. da miedo y mucho.. 

Terror:

“Lifeforce – Fuerza Vital” de Tobe Hooper
“El Gabinete del Doctor Caligari” de Robert Wiene
“La cosa” de John Carpenter
“La invasión de los ultracuerpos” de Philip Kaufman
“El exorcista” de William Friedkin
“El día de los muertos” de George A. Romero
“El resplandor” de Stanley Kubrick
“La profecía” de Richard Donner
“Al final de la escalera” de Peter Medak
“Jóvenes ocultos” de Joel Schumacher

 Fantástico:

“Laberinto” de Jim Henson
“Las posibles vidas de Mr. Nobody” de Jaco Van Dormael
“Cuando el destino nos alcance” de Richard Fleischer
“Scanners” de David Cronenberg
“El último hombre… vivo” de Boris Sagal
 “El experimento Filadelfia” de Stewart Raffill
“El tiempo en sus manos” de George Pal
“Viaje alucinante” de Richard Fleischer
“La mosca” de David Cronenberg
“El hombre con rayos X en los ojos” de Roger Corman

- Cineastas que te han marcado. 

David Cronenberg Roger Corman George A. Romero John Carpenter Dan O’Bannon (A pesar de solo haber dirigido 2 largos como guionista nos dejó “Alien”, “Lifeforce”, “Desafío Total”, “El trueno azul”, “El regreso de los muertos vivientes”, etc… ) David Lynch (No he puesto ninguna película suya porque eso si que me resulta imposible, me quedo con todas, incluidas “Inland Empire” y “Dune”).

En otros géneros: Fatih Akin (Director de esa soberbia película titulada “Contra la pared”. Un torbellino emocional ante el es difícil mantenerse impasible) Emir Kusturica Giorgos Lanthimos (Por que hay que tenerlos muy bien puestos para rodar “Canino” y “Alpes”... por mucho que la cinta que le dio la fama sea comparada con alguna de Arturo Ripstein) Denys Arcand (Por que alguien que ha rodado “Las invasiones bárbaras” y “El declive del imperio americano” merece un lugar en todas las videotecas mundiales) John Hillcoat. 

- Tres personajes de ficción que te hayan dejado huella. 

El personaje interpretado por Edward Norton en “El Club de la lucha”. Joel Barish (Jim Carrey) en “Olvídate de mi” MacReady (Kart Russell) en “La cosa”. 

- Una banda sonora. 

La que compuso David Mansfield para “La puerta del cielo” de Michael Cimino. Dentro del género de terror y fantástico la de The Free Association para “Código 46” de Michael Winterbottom. 

- Fuera del género, tres títulos que siempre te acompañan. 

“Leolo” de Jean Claude Lauzon “Befote the Rain” de Milcho Manchevski “Deseando amar” de Wong Kar Wai - ¿Actores o actrices favoritos/as? Uma Thurman Willem Dafne Ray Winstone Sarah Polley Jeff Goldblum Philip Seymour Hoffman. 

- Un estilo musical. Un grupo. Un disco. Una canción. 

Rock. Nick Cave and the Bad Seeds, “Boatman’s Call”, “Into my arms” 

- Un libro (o cómic, en su defecto). 

“Atlas descrito por el cielo” de Goran Petrovic

- ¿En que pierdes el tiempo cuando no estás viendo cine? 

Leer, escuchar música, charlar con los amigos.

- Esta pequeño perfil psicológico va a ser leído por lo menos, por el 30% de la población mundial, ¿Quieres mandar algún mensaje a la humanidad? 

Klaatu barada nikto
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