Regresa el terror analógico. Con él, un buen puñado de directores de actualidad (y otros que suspiran por serlo) subidos al arca de las especies (que no de las especias) en misión divina o sagrada empresa: arrancar de nuestros paladares el sabor agridulce que se aferró en lo más profundo de nuestras papilas gustativas tras el controvertido visionado de la primera entrega de esta nueva antología de terror, por lo que parece, rebautizada en franquicia. Y lo hace nuevamente, por supuesto, en formato “found footage”, con la cámara en primera persona inmortalizando los terrores que tienen preparados para nosotros, la siguiente panda de amiguetes: Simon Barret, Jason Eisener, Gareth Evans, Gregg Hale, Eduardo Sánchez, Timo Tjahjanto y Adam Wingard.
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Es Simon Barret (guionista de atrocidades como “Gritos de Muerte” y “A horrible Way To Die”), quien juega a los directores dando el pistoletazo de salida con la típica historia collage que funciona como nexo de unión al resto de historietas y lo hace sin despeinarse, de forma continuista con respecto a lo visto en el anterior filme. En esta ocasión”, escondido bajo el título de “Tape 49”, mismo perro con distinto collar, sacado a pasear por una pareja que por que que se yo, yo que se, o incluso, por aquellas cosas de la vida, se adentran for second time en la casa de los horrores guardados en plástico para encontrar las terroríficas revelaciones de un joven que vive detrás de una pantalla de televisión. Junto a estas, los relatos de nuestros estimados cineastas en forma de pedacitos de horror de 20 minutos de esperanza de vida cada uno de ellos.
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Juzgar “Tape 49” con el mismo rasero que al resto de las historias de sus congéneres, sería algo injusto, pues el propósito de la narración de Barret, es algo distinto de el de estos. De hacerlo, de juzgarlo, pues seguramente hablaríamos del segmento más flojo de la obra, más allá de que espante las moscas con el rabo en sus agónicos últimos compases en forma de epílogo diabolico-festivo. Lo hace, las espanta, y lo hace sin escatimar en artificios y sin vergüenza en recurrir a tópicos del género, en este caso, del cine de posesiones demoníacas y demás juergas del inframundo. Aunque para ser justos y si hablamos de tópicos, la palma se la lleva otro personaje, y este, si tiene delito, pues bajo la solapa de su chaqueta aparece una chapa en la que reza: “director de cierto prestigio”, Mr. Adam Wingard (“A Horrible Way To die”,
“The ABCs of Death”), vuelve a darle una palmadita en la espalda a todos aquellos que se les llena la boca o empina el nabo cuando dirigen su mirada con cierto escepticismo hacia sus anteriores fechorías.
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“Clinical Trials”, que así se titula el corto de marras, no es otra cosa que un buen ejemplo de como No debe abrirse una antología, al menos, no si quieres que en la audiencia se despierte un mínimo de interés hacia la misma, si bien es cierto que esto también alberga una doble lectura, pues comenzar desde lo más bajo, puede dar validez a aquello de “la cosa solo puede ir a mejor”, que en realidad es lo que termina sucediendo. Lo voy a decir ya, “Clinical Trials” es una auténtica basura, un perfecto ejemplo de falta de inventiva o de ganas por hacer algo mínimamente original. Esto ya nos lo habían contado los japos hace un buen puñado de años (incluso los americanos tuvieron los santos cojones de realizar un horrible remake), en concreto, los hermanos Pang con su ya mítica (para los que gusten de este tipo de cine y no me cuento entre ellos) “The Eye”. Los que conozcan aquella historia de fantasmas empolvados, podrán hacerse una rápida idea de por donde pueden ir los tiros en el corto de Wingard.
Nula originalidad, visualmente descafeinada (de vergüenza ajena las caracterizaciones de los fantasmas de turno), carente de tensión (sustos infértiles y torpemente colocados) y en definitiva, un pasaje del terror más propio de una feria de gitanos, que de un gran parque de atracciones.
Del director de "The Blair Witch Projet" y
"Alterado" (Eduardo Sánchez, junto a un tal Gregg Hale), nos llega la propuesta corta para los amantes de aquellos que corren sin vida, de los que miran fijamente con los ojos inyectados en sangre y la pupila blanca... sí, hablamos de zombies, o infectados (sonreid chicos y chicas, aquí hay mordiscos de los que arrancan la carne, de los que dejan huella...).
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El argumento, como es habitual en este tipo de experimentos breves, es simple: Un precioso día en el que dar un paseo en bicicleta por el bosque, que se trunca por un mordisco mal dado, sí señor, hablo de infectados en un día de sol, hablo de un ciclista que vive una locura absoluta de muerte, salvajismo, y pérdida de humanidad en muy poco tiempo, hablo de una huida con una cámara colocada en su casco protector, hablo de una historia de pérdida y recuperación, pues nuestro chico, es mucho más que un cacho de carne hambriento, nuestro chico es el centro de una pretendida reflexión cinematográfica que dudo mucho que pueda ser algo más que curiosa, en un género, hasta ahora cerrado con la gran concesión que se hizo desde "El Amanecer de los muertos" a las carreras de los zombies/ infectados (llamadles como queráis).
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"A ride in the park" es floja, es justita, muy muy justita, pero tiene un elemento diferenciador (intentado en alguna que otra ocasión...), que es la inclusión de la conciencia de vivo en alguien ya muerto, pero que se sigue moviendo (espero que me estéis siguiendo, porque me está costando horrores no desvelar nada del corto, para decir lo que quiero decir). Ahora bien, desde mi punto de vista, la cosa no funciona para nada, pues ni se consigue la empatía, ni se consigue el punto dramático, ni se consigue la reflexión, ni entiendo muy bien la finalidad de ese punto final, más allá de intentar terminar un producto con un desarrollo cansino y una innovación cogida por los pelos.
Las tomas, como en cualquier otra historia de estas antologías de "VHS", son irritantes, histéricas, mareantes y a la vez cercanas, pero en este caso, no consiguen el propósito de ponernos en la piel (y la carne) del protagonista, y terminan exasperando mas que otra cosa.
Los efectos especiales (puro maquillaje Fx, que, así sin más aditivos, me encanta), es correcto y de las actuaciones poco puedo decir teniendo en cuenta el tema que se toca...
En definitiva, un corto, que creo que no está lo suficientemente madurado, y por tanto no consigue el objetivo de los directores, sólo nos deja indiferentes, en espera de la siguiente historia. Mal camino.
Timo Tajhjanto (
“Macabre”) con Gareth Evans (
“The Raid”) como fiel escudero cual Sancho Panza, recubren con sangre y carne el esqueleto de la que sin duda es la mejor historia de toda la cinta, “Safe Haven”. Un viaje encarnizado a las entrañas del mundo de las sectas donde se combinan de forma brillante algunos de los trazos de identidad de ambos cineastas, la enfermiza morbosidad de Tajhjanto y la visceralidad rítmica de Evans. Tras una primera mitad de relato que juega al despiste con el espectador seduciéndolo con bocados de realidad, llega al apocalipsis fílmico, cinco minutos de puro frenesí sacado del mismísimo infierno con ecos a aquella estupenda
"Pro-Life" de maese Carpenter y que por si solos, justifican el visionado de toda la antología.
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No voy a desvelar absolutamente nada más al respecto por que esto, es una de esas cosas que uno debe descubrir por si solo, un espectáculo cercano a lo que experimentamos todos aquellos que nos atrevimos en su día con
“Evidence”, seguramente, el desenlace más bizarro que servidor haya presenciado en su ya dilatada carrera de visionados. Si bien “Safe Haven”, no consigue alcanzar aquellas cotas, no consigue que nos falte el oxígeno en los pulmones, no cabe duda de que a mas de uno se le va a desencajar la mandíbula de tanto abrir la boca ante semejante carnaval de sangre y depravación.
Una cosa es segura, tras el visionado de “Safe Haven”, llego a una conclusión: El suicidio puede llegar a ser la mar de divertido, si es colectivo, más.
Y llegamos a la última historia, una de las mas esperadas por ser del director que es: el gran Jason Eisener (
"Hobo with a Shotgun").
Después de ver todo lo que es capaz de hacer este hombre, puedo decir que, una vez más, me ha sorprendido, no solo por el subgénero elegido, sino por la transformación de la ciencia ficción en terror.
Esta vez nos encontramos ante una historia de alienígenas y abducciones, y la propuesta cumple, y con nota, lo que se espera de algo como "VHS", pues en menos de veinte minutos nos cuenta una historia con historia, nos tiene totalmente en tensión, tiene momentos que aterrorizan, enseña lo que tiene que enseñar y sugiere aquello de lo que nuestra imaginación está ávida.
La trama comienza con una reunión de amiguitos en una típica casa de familia acomodada (con embarcadero y todo), cuando los padres de uno de ellos se van a pasar el fin de semana fuera...Aquí lo predecible: los niños haciendo jugarretas a su hermana adolescente y el novio de esta, burlas entre estos pequeños granujas, juegos con el perrito que tienen de mascota, primeras masturbaciones frente a una tele con porno...vamos, lo típico de un fin de semana solos. Con lo que no cuentan los protagonistas de este fin de semana de libertad es con lo impredecible, que no es otra cosa, que la visita de varios alienígenas (con nave espacial incluida) con claras intenciones de abducción para vaya usted a saber qué.
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Los extraterrestres no se diseñan de una forma especial para este corto, son los que se nos han dibujado una y otra vez en películas y narraciones, y tengo claro que no es la falta de imaginación lo que hace que no sean amenazantes o "diferentes" a lo que tenemos en mente, pues la idea no es que los alienígenas asusten con su sólo presencia, la idea es que lo haga esa cámara en primera persona, que precisamente es la finalidad de estos cortos (o debería serlo señores directores- estas cámaras son la herramienta, no la excusa-). Así pues, cuando la oscuridad de los espacios abiertos en plena noche, se rompe con la espectral presencia de estos seres tan cerca de esa cámara que podrías tocarlos si alargas un poco el brazo, lo cierto es que asusta y mucho. Y si acompañamos todo esto con unos efectos sonoros que casan a la perfección con las imágenes, el resultado es impecable, y lo dice alguien a quien lo que le molesta de las películas de terror precisamente es que lo que asuste sea el efecto de sonido, en lugar de una muestra visual de terror (lo que me lleva a pensar siempre, que cuando se mete mucho sonidito es porque la deficiencia de terror visual va a ser palpable).
Teniendo en cuenta, que el tema de los aliens no me llama para nada la atención, y que raramente me gusta algo al respecto, removerme por dentro con algo como "Alien abduction slumber party" era, a priori, complicado, pero una vez más, reverencio a Eisner, pues consigue, con diferencia ser el que se alce la matrícula de honor, pues guste mas o menos, es de los pocos que ha logrado de un corto de "VHS" hacer algo sólido (incluida la escena final, diseñada para que todos digamos "nooooooooooooooo" con mirada triste").
Brevemente, la conclusión con "VHS 2" o "Super VHS" es que ni damos un paso hacia adelante, ni retrocedemos .El tema es que, en términos generales, las expectativas vuelven a ser malas aliadas, pues , pese a estar bastante por encima de la
primera entrega, no llega a estar al nivel esperado (teniendo en cuenta a los directores que la componen), pues la diferencia entre las 2 primeras historias y las 2 últimas es tan evidente, que hace que, una vez más, la descompensación juegue a favor de un sabor de boca entre amargo e insípido, en el que no se puede pensar en una antología, sino en directores sueltos, lo que significa que la propuesta, como conjunto, falla estrepitosamente. Aun así, y sólo por las historias de Timo Tajhanto y Jason Eisner, merece la pena sufrir las de Barret, Sánchez y Wingard.
No dejéis de verla, pero esta vez queridos, con prudencia y sin dejarse deslumbrar por la luz.