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Crítica: Down a Dark Hall

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Todos los años hay una decepción y este año me toca mencionar al bueno de Rodrigo Cortés como director que no consigue cumplir con las expectativas levantadas por su nueva película. Si el año pasado fue para mí una decepción “A Cure for Wellness” de Gore Verbinski, muy bien hecha, pero con mucho menos trasfondo del que cabría esperar, en el 2018 el fracaso es “Down a Dark Hall”. Técnicamente está bien hecha, pero carece de interés por su poca profundidad y su nula trascendencia. Si a ello sumamos un argumento bastante tocado ya en el cine, que no aporta novedad, y una falta de garra bastante evidente, el resultado nos lleva irremediablemente a una película bastante previsible. Es justo mencionar la buena trayectoria que llevaba hasta la fecha Rodrigo Cortés, sus tres largometrajes hasta la fecha son notables, “Concursante”, 2007, “Buried”, 2010, “Red Lights”, 2012, y de ahí que las expectativas, como no podría ser de otra manera, fuesen altas ante su último estreno.


“Blackwood, transmite una de las peores percepciones que puede transmitir una película, el estar dirigida por encargo”


El argumento de la película es el de cinco chicas, un tanto problemáticas, que son obligadas por sus familias a entrar en Blackwood, un internado gestionado por la enigmática Madame Duret. La institución, caracterizada por su omnipresente oscuridad, tiene como objetivo explorar el talento oculto de sus alumnas a través de unos métodos nada convencionales.

Basada en la homónima novela de Lois Duncan, escrita en el 1974, el argumento toca asuntos que podrían ser interesantes quizá en los 70, pero que hoy en día se quedan lejos de impresionar. Lois Duncan es una escritora conocida, sobre todo, por haber escrito la novela “I Know What You Did Last Summer”, que tanto juego dio en el cine de los años noventa con Jennifer Love Hewitt y Sarah Michelle Gellar como protagonistas. Ésta es la segunda vez que Rodrigo Cortés dirige una historia no escrita por él y en ambos casos el guionista invitado fue Chris Sparling, la primera colaboración entre ellos fue su más que meritoria “Buried”. Como curiosidad mencionar que Sparling también firma la última película de Daniel Calparsoro, “El Aviso”.

La película empieza bien, filmada con gusto y con muy buen ritmo, pero las buenas expectativas solo duran hasta que empiezan los títulos de crédito iniciales. De forma muy previsible se empiezan a intuir los acontecimientos que tienen lugar en el internado, y también quedan expuestas ciertas lagunas en el guion que no acaban de ser despejadas a lo largo de toda la película. “Down a Dark Hall”, que en España la han titulado con el nombre de “Blackwood”, transmite una de las peores percepciones que puede transmitir una película, el estar dirigida por encargo, y la principal sensación in crescendo que aporta es el aburrimiento.


“No acabo de ver esa obra diferente que el director quería hacer, porque sinceramente me parece una película más”


La trama pronto nos empieza a mostrar que las chicas tienen unos talentos muy especiales y desconocidos, con algún elemento común entre ellas. Paralelamente todas ellas sufren insólitos sueños, comportamientos extraños y lagunas de memoria. La delgada línea que separa la realidad y las visiones se va haciendo cada vez más tenue, momento en que las chicas empiezan a intuir el propósito por el que fueron reclutadas por tan bizarra institución. La desesperación se apodera de ellas cuando se dan cuenta que han entrado en un camino sin vuelta atrás.

He leído algunas entrevistas a Rodrigo Cortés para entender por qué aceptó dirigir esta película, y como razón principal el director mantiene que se trata de una cinta sobre la adolescencia entendida como tránsito hacia algo oscuro, en el que todo da miedo y donde hay muchas preguntas y muy pocas respuestas. Dice que la película le ha permitido retratar la adolescencia como época en la que decidimos qué queremos ser. “He recibido una libertad absoluta para poder desarrollar mi mirada. Dije que no quería hacer un filme de sustos y con portazos. Ni la historia gótica que hemos visto mil veces. Sí, en cambio, reflexionar sobre el precio del talento y la genialidad, y sobre el arte, que es una fuerza transformadora para bien y para mal”. 

Leyendo estas palabras de Rodrigo Cortés y viendo el resultado de la película me entran dudas de que realmente haya tenido la libertad necesaria para llevar a cabo lo que él imaginaba. No acabo de ver esa obra diferente que el director quería hacer, porque sinceramente me parece una película más, con muchas características tan presentes en cualquier película de misterio para adolescentes.


“La reflexión de Cortés sobre la adolescencia, sobre la manipulación, sobre la relación entre la locura y el arte, o sobre lo difícil y duro que es dar con el talento individual, no llega a buen puerto”


La poca consistencia de algunos personajes, como la mayoría de los profesores, el romance introducido de una forma forzada que acentúa aún más el cariz comercial de la película (que nos deja una entrañable escena de ambos tocando el piano que ni levanta, ni salva la película), y las múltiples preguntas sin respuesta que nos deja la película, no hacen más que mostrar la derrota de un producto fallido.

Con todo, la película tiene sus cosas buenas, como la fotografía de Jarin Blaschke, director de fotografía de “The Witch”, 2015, que le da a la película una estética gótica que tiene mucho de Edgar Allan Poe. También tiene algunas actuaciones convincentes, además de contar con la presencia siempre agradable de Uma Thurman, “Pulp Fiction”, 1994. Las actrices que más destacan son AnnaSophia Robb, conocida por sus interpretaciones en películas como “The Way Way Back”, 2013, o “Bridge to Terabithia”, 2007, y Noah Silver, “Last Knights”, 2015. Del resto de alumnas, mención para las incipientes actrices Isabelle Fuhrman, “The Orphan”, 2009, y Taylor Russell, por ser las que más personalidad tienen. Poco o nada más a destacar, ya que los interpretes de los profesores del internado no tienen ningún carisma y, es más, diría que con alguna que otra mueca algunos personajes rozan el ridículo.

La reflexión de Rodrigo Cortés sobre la adolescencia, sobre la manipulación, sobre la relación entre la locura y el arte, o sobre lo difícil y duro que es dar con el talento individual, no llega a buen puerto. Al final de la película, unas letras grandes nos informan que “Down a Dark Hall” fue producida por Stephenie Meyer, escritora de la saga “Twilight”. En ese momento comienzo a tener algunas de las respuestas a tantas preguntas, ahora al menos ya me imagino de donde viene ese toque tan comercial que desprende la película.

Lo mejor: Técnicamente bien hecha, con destaque especial para la fotografía.

Lo peor: Una película muy comercial, que se come la personalidad del director.



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