Supongo que en momentos en los que caemos en la trampa del pensamiento negativo, podemos llegar a creer que estamos en un mundo sin empatía, un mundo donde es más difícil ponernos en lugar del otro que ganar la lotería. Estos suponeres que hoy me atormentan, luchan contra esa otra parte del ser humano que tan bien conozco y que me enseña justamente lo contrario. Lo malo es que el ruido a veces es tan ensordecedor que termina por acoplarse encima de la bonita melodía de la unión para apagar todo rastro musical. Y si ya se sabe lo difícil que es dormir cuando hay ruido, ni os quiero contar lo complicado que se hace soñar en las mismas circunstancias.
“un pesimista relato de supervivencia en tiempos oscuros, en la que los adultos se presentan como caricaturas y los niños son los que aportan el sentido común”
Y de sueños, o más bien la falta de ellos, es de lo que se compone la segunda fábula larga para la gran pantalla de los señores Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro. “La ciudad de los niños perdidos”, como en el mejor de los sueños, nos adentra a un mundo de ciencia ficción circense donde una serie de personajes revestidos de complejidad nos develan su simplicidad en un constante esfuerzo por dejar que la imaginería tome el control, mientras el entendimiento lo pierde. Nos retrotraemos a un 1995 real como año de producción y bastantes años más atrás como época propuesta para narrar esta distopía decadente, donde una ciudad sobre el agua no es buen lugar para nacer.
Jeunet y Caro presentan un pesimista relato de supervivencia en tiempos oscuros, en la que los adultos se presentan como caricaturas y los niños son los que aportan el sentido común y muestran las trampas de la vida, aún y cuando su edad ni siquiera completa los dos dígitos. Es curioso cómo los niños, símbolo de la inocencia y reclamo para que la trama desarrolle su parte más fantástica, son los motores de la vida adulta, tanto a nivel “laboral” como vital. Y en esta ciudad donde los niños desaparecen, los pequeños realmente son los únicos que mantienen la coherencia en la historia. Se deduce, pues, que la inocencia la debe presuponer únicamente el espectador, ya que realmente les es despojada en cada línea de guión.
“cuesta mucho, no solo entender lo que se nos está contando, sino la relación entre personajes y su cometido en la trama”
La sinopsis que se puede hacer de “La ciudad de los niños perdidos” es simple. Un científico malvado que vive en una plataforma encima del mar, envejece rápidamente porque no es capaz de soñar. Como antídoto para su vejez, secuestra a los niños de una ciudad portuaria cercana para apropiarse de sus sueños. Os aviso que entender esta sinopsis antes de ver la película, más que un semi spoiler es una ayuda, porque la manera de contar toda esta historia es tan compleja, ambigua, circunfleja y extraña, que cuesta mucho, no solo entender lo que se nos está contando, sino la relación entre personajes y su cometido en la trama. Marca de la casa, esta característica común en todas las obras de estos directores, no siempre tiene el efecto deseado. En el caso de “La ciudad de los niños perdidos”, enrevesa un cuento simple y se nota demasiado el disfraz de complejidad. Dicho esto, también es de ley decir que el disfraz es precioso.
Es la puesta en escena el punto fuerte de “La ciudad de los niños perdidos”. Esa mezcla de cyberpunk y tebeo en el ocaso, es perturbadora y tremendamente bella. La necesidad de conservar la inocencia de unos niños que ya nacieron sin ella y solo pueden tener pesadillas, acentúa aún más el color verde mohoso constante en la película. En contrapunto, los adultos, desprovistos de normalidad, aportan el punto de extravagancia que Jean-Paul Gaultier necesitaba para ayudar en la creación de personajes visualmente poderosísimos. Y en este pasatiempo de confundir más que explicar, encontramos en el uso de la cámara y el enfoque, nuestro mejor aliado, pues los diferentes encuadres explican más que los propios personajes.
“una película a la que le cuesta arrancar y que cuesta entender una vez que lo ha hecho, porque no tiene hilo conductor, al menos, no uno que se ajuste a lo que estamos acostumbrados”
Y en busca de sueños, la película transcurre como si la trama se detuviera y no importara, para simplemente dejarnos deleitar nuestros sentidos de la vista y el oído, con un fascinante uso de la luz y un acompañamiento musical de Angelo Badalamenti, digno de cada una de las localizaciones de ensueño y pesadilla que se suceden en cada escena. Ayudando en este arte de soñar y hacerlo bien, el elenco de actores escogidos: Ron Perlman, Daniel Emilfork, la pequeña Judith Vittet y Dominique Pinon. Lo cierto es que tanto actores principales como secundarios, están de escándalo en la película y demuestran que Jeunet es pretencioso, sí, pero que su dirección de actores es magnífica.
“La ciudad de los niños perdidos” es una película a la que le cuesta arrancar y que cuesta entender una vez que lo ha hecho, porque no tiene hilo conductor, al menos, no uno que se ajuste a lo que estamos acostumbrados, pero que es tan magnética e hipnótica, que te atrapa y pese a no tener el gancho que debería para entretener como se espera de la ciencia ficción y la fantasía, la sensación de disfrute visual que deja es plena y perdurable en el tiempo. Y si no se sueña, simplemente es porque soñar dormido es perder la oportunidad de recrearnos en las maravillas de soñar con un ojo abierto y otro cerrado.