A estas alturas de la película lo fácil sería pensar que a la fórmula del survival onanista, o aquel que está protagonizado por un único personaje, poco jugo más se le puede exprimir, valga la redundancia. Y es cierto, que en manos medianamente talentosas, este subgénero ha sabido hacerse su hueco en sociedad, ahí quedan los Cortés y Boyle con sus “Buried” (2010) y “127 Horas” (2010) como grandes exponentes de tal afirmación. Algunos, ya en clave más alejada del género, incluso supieron verle el pajarito a Tom Hardy conduciendo con el manos libres durante hora y media en el “Locke” (2013) de Steven Knight. No puedo decir que me cuente entre ellos, aclarado sea también. Y de survival y solitarios va “The Boat”, una película a la que cuesta acercarse y a la que curiosamente, cuesta decirle no, una vez puestos en faena.
“una historia que en realidad no resulta especialmente innovadora, pero sí sabe exprimir al máximo las situaciones que propone”
Ópera prima del maltés Winston Azzopardi, “The Boat” es como digo un survival de terror en alta mar con tintes de thriller psicológico que pese a las apariencias y a todo aquello que uno pueda deducir de su reveladora sinopsis, y posiblemente sea todo cierto, atesora tanto en la dirección como en su libreto, si me puras, incluso en su interpretación, ese punto de talento o inspiración necesaria como para convertir una experiencia cero erótica en un viaje desconcertantemente adictivo.
Es cierto que los preciosistas decorados naturales de portada de agencia de viajes de su Malta natal (pese a que estamos ante una producción británica) son de entrada, una baza innata de la que sin ningún tipo de dudas se beneficia la película, la cual, gracias a las propiedades del escenario, consigue transmitir una agradable sensación de calma en el espectador de lo más beneficiosa para que este conecte, o al menos no desconecte, antes de tiempo. El tiempo justo para que el libreto escrito por el propio Winston Azzopardi junto a su hijo Joe, Azzopardi también, quien por cierto protagoniza la cinta, comience a emanar todas las esencias de una historia que en realidad no resulta especialmente innovadora, pero sí sabe exprimir al máximo las situaciones que propone y lo hace en buena medida, gracias a un punto de surrealismo que en ocasiones puede llegar a desfigurar en humor negro. Imposible no acordarse de aquella “Una Serie de catastróficas desdichas” (Brad Silberling, 2004). De hecho, aquellos que como yo sean un poco dados al “cenicismo”, incluso podrán creerse más de la cuenta, algunos de los “gags” que los Azzopardi ponen sobre la mesa.
“sabe colocarse siempre en el sitio adecuado para que no se le vean en exceso las costuras”
Para ser justos, diremos que aunque lo de Joe, el hijísimo, pueda sonar a enchufismo, ese deporte nacional tan nuestro, la realidad es que el tipo no lo hace nada mal. Habla poco, lo justo, pero es en el gesto y en la comunicación no verbal donde Azzopardi junior eleva de categoría toda esa serie de cochinas putadas a las que se verá sometido.
Y eso que la gran baza del guión aun está por venir y esa es sin duda alguna el sabio uso de la ambigüedad. “The Boat”, y de nuevo me remito a su esclarecedora sinopsis para permitirme el lujo de hacer equilibrismos sobre aquello que podría llegar a entenderse como spoiler (tranquilos, no diré nada que a uno no se le pase por la cabeza a los quince minutos de película), sabe colocarse siempre en el sitio adecuado para que no se le vean en exceso las costuras y para que nunca tengamos los suficientes elementos de juicio como para decidirnos por una u otra opción, de entre aquellas que uno va manejando a medida de que se va desarrollando la historia. Nunca sabemos (me atrevería a decir que ni siquiera tras su desenlace, al menos no de forma empírica) cuanto de de una cosa y cuanto de otra se esconde detrás (o dentro) del “Aeolus”, oportuno nombre de la embarcación en la cual se desarrolla toda la acción.
“requiere de cierta manga ancha por parte del espectador, en especial si este aboga por la teoría de corte más terrenal”
El mal endémico de este tipo de producciones no le es ajeno a “The Boat”. De forma irremediable, algunas de sus situaciones se sienten alargadas (aunque es cierto que nunca llegan a cruzar la linea del hastío) y en referencia a la credibilidad de la historia, otro posible punto de controversia, cierto es también que requiere de cierta manga ancha por parte del espectador, en especial si este aboga por la teoría de corte más terrenal, pues ya se sabe que el fantástico siempre juega con ventaja en estos menesteres y está claro que es más fácil pasar por el aro con “La Rebelión de las Máquinas” (Stephen King, 1986), “Asesino Invisible” (Elliot Silverstein, 1977) o “Christine” (John Carpenter, 1983) que con “El Habitante Incierto” (Guillem Morales, 2004). Aquí toca mojarse, si se me permite el chiste fácil.
En definitiva, si eres de aquellos a los que como a mi, les produce cierta pereza acercarse a este tipo de terrores de corte minimalista, que sepas que “The Boat” es una propuesta que pese a su aparente simpleza y escasa cantidad de elementos puestos al servicio de la causa, sabe hacerse lo suficientemente interesante como para mantenernos enganchados a su ambigua historia, la imposible mala suerte de su protagonista y la belleza de sus escenarios. En ocasiones, menos es más y esta, quizás, sea una de esas ocasiones.
Lo mejor: Lo bien que se maneja en ese premeditado limbo de diseño que separa el thriller psicológico de la serie B y el fuerte contraste entre la calma que transmite su idílico escenario y la alta tensión de alguna de sus situaciones.
Lo peor: En realidad, no hay mucho más de aquello que parece ofrecer a primera vista.