MISSTERROR NOS HABLA SOBRE OTRO DE ESOS JUEGOS A LOS QUE UNO NO DEBERÍA ACERCARSE DE NO SER UN DESCEREBRADO PRESCINDIBLE PARA LA SOCIEDAD
Bruce Lee, aparte de ser el mejor karateca de todos los tiempos fue un pilar importantísimo en los métodos de coaching que los influencers de la autoayuda tratan de emular constantemente. Bruce Lee, filósofo involuntario y carisma puro, no abría la boca si no tenía algo importante que decir (tampoco levantaba su pierna derecha si no tenía una patada importante que dar). Lee, aparte de ser agua, también dejó claro que si somos lo suficientemente fuertes, podremos salir airosos de cualquier situación que la vida nos presente (“No reces por una vida sencilla, reza por la fortaleza de resistir una vida difícil”). Este es un mantra para cualquier juego de la muerte.
“no tengo claro si es una parodia absoluta de la estupidez juvenil y las películas de terror, o si pretendía ser más seria de lo que resulta”
Ojo con esto, porque desde que el mismísimo Bruce Lee jugó a este peligroso juego en 1978, el cine ha contabilizado ya unas cuentas más películas con este mismo título, como por ejemplo la tailandesa “13: Game of Death” (Matthew Chookiat Sakveeraku, 2006) , “Game of Death” ( Giorgio Serafini, 2011) con Wesley Snipes apretando el gatillo y la “Game of Death” sobre la que hablaremos ahora. También hubo otras dos “Game of Death” pre Bruce Lee, en 1945 y en 1974. Contabilizo seis Game of death y seguro que son muchas más si profundizamos en la gran filmoteca universal. El juego de la muerte atrae, no cabe duda y hablando en términos de género, si hay un juego y hay muertes el título ya está pensado antes que el propio guion.
En este caso, los directores Sebastien Landry y Laurence Morais-Lagace, no se devanaron demasiado los sesos y optaron por sumarse a la corriente de juegos mortales en los que unos adolescentes deben verse involucrados por pura ignorancia y apechugar con lo que ocurra. De esto también hay ejemplos ilustrativos para parar un tren. Dejando aparte los juegos que las mentes retorcidas idean para pasar el rato (“Funny Games”, Michael Haneke) o para vengarse (“Saw”, James Wan), vamos a centrarnos en juegos físicos o virtuales existentes. Como gran exponente, John Flyn y su maravillosa “Brainscan” (1994). Los videojuegos han sido el nexo perfecto para unir realidad y ficción en un mismo universo (que se lo digan a “Tron”), por lo que no es de extrañar que en 2006, William Brent Bell se las hiciera pasar putas a un grupo de gamers incautos en “Stay Alive”. En estos últimos años, los juegos han intentado comercializar esta sensación de realidad con los escape rooms, algo que no pasa por alto en un género como el nuestro (“Escape room”- Adam Robitel y “Haunt”- Scott Becks y Bryan Woods). Por último me centro en los juegos de mesa, con la esperanza aún viva de que algún día se materialice una película sobre mi adorado Atmosfear. De momento, habrá que conformarse con obras menores como “Beyond the gates” (Jackson Stewat, 2016) y esta “Game of Death” de 2017.
“todo el caos argumental y la anarquía en el montaje, están absolutamente calculados para buscar una reacción concreta que no soy capaz de entender”
No, esta película no es original. Todos los palos “lúdicos” ya han sido tocados, por lo que estos directores tenían pocas opciones para intentar que su propuesta destacara y no se quedara en el olvido de los juegos de la muerte que no llegaron a buen puerto: echar mano de sus raíces gabachas para regalarnos una nuestra extrema de ese cine que tanto echo de menos o lanzarse de lleno al surrealismo y al humor para darle un toque diferente a la trama. El primer inconveniente es que la trama es una planicie sin fin, por lo que la solución elegida para destacar ha sido el descontrol. Descontrol a todos los niveles y en todos los apartados. La falta de dirección se nota desde el inicio, con una metida en faena a tontas y locas en el que el escueto perfil de los protagonistas da buena cuenta de las pocas ganas de dibujar las funciones de cada uno de ellos en este juego. El resultado es que todos los personajes son odiosos en distintos niveles, con la consiguiente apatía por parte del espectador.
Con un inicio tan chungo a nivel de personajes como el que se propone en “Game of Death” y una banda sonora tan exasperante, las expectativas de encontrar algo rescatable en la película disminuyen a una velocidad considerable y esta actitud pesimista hace que la película se atragante desde sus primeros minutos. El barullo continúa a medida que avanza el metraje y el guión comienza a desfasar en lo que no tengo claro si es una parodia absoluta de la estupidez juvenil y las películas de terror, o si pretendía ser más seria de lo que resulta. Esta es una sensación constante y si lo evalúo en su conjunto, creo que no me equivoco si digo que todo el caos argumental y la anarquía en el montaje, están absolutamente calculados para buscar una reacción concreta que no soy capaz de entender.
“se atraganta entre litros de sangre y sesos y no consigue que el espectador se cuestione la moralidad de los actos de los protagonistas”
“Game of Death” es simple. Es un juego de la muerte en el que matas o mueres, no hay más, pero el cuidado puesto en los efectos dan buena cuenta de que no es una película dirigida con piloto automático. Supongo entonces que Landry y Morais-Lagace querían contar algo y no han sabido hacerlo o que lo han hecho de una manera tan extraña, que yo no he sabido leerlo. Este fenómeno de tener una buena idea y no saber materializarla es algo constante en el arte. El cine lo sufre con frecuencia y cabe la posibilidad de que “Game of Death” esté contagiado de este mal, siendo optimistas. Siendo pesimistas, todo es un desastre. Desde el casting (uno de los peores que recuerdo) hasta la fotografía, la banda sonora y el uso de la cámara, todo juega en contra de la película en un intento extravagante de resultar exasperante, no sé con qué motivo. La consecuencia es una película sin gracia, tirando a aburrida pese a su corta duración.
“Game of Death” es la incógnita de un objetivo escondido detrás de una buena cantidad de gore y una ejecución absurda. Una película que exhibe sus encantos con poca gracia y ni resulta transgresora ni moderna. Lamentablemente, se atraganta entre litros de sangre y sesos y no consigue que el espectador se cuestione la moralidad de los actos de los protagonistas aunque el guión esté constantemente empujando hacia el debate. Ni hay debate, ni ganas. Supongo que en un ambiente festivalero a las tantas de la mañana, escondida en una maratón, puede tener algo de cabida. Poco más para los aficionados al género. “Jumanji” se sigue quedando sin su versión terrorífica.