MUSTIO NOS HABLA SOBRE LO NUEVO DE BONG JOON HO TRAS EL PARASITARIO FENÓMENO QUE SUPUSO SU OSCARIZADA OBRA PREVIA
¿Recordáis cuando los telediarios de “Robocop” (1987, Paul Verhoeven) eran ciencia-ficción? La sátira, amig@s, no es un género sino un modo de afrontar cualquier género, y por definición siempre envejece regular porque la realidad suele tener la fea costumbre de rebasarla. Y así, con el tiempo, las distopías también dejan de serlo y simplemente las llamamos “informativo del mediodía”. Los coreanos lo saben y desde hace décadas lo han demostrado con muchas de sus películas (y series). Los del sur, claro, que los del norte, pobres, habitan en su particular distopía carente de cine y diversión.
“un universo de ciencia-ficción netamente pulp de pura serie B, con ideas bastante chifladas, abundante mala leche, un gusto kamikaze por el contraste tonal y, en última instancia, por el desbarre, la exageración y el esperpento”
Hace seis años todo el mundo giró su cabeza hacia Corea, Bong Jon-hoo, “Parásitos” (2019) y su hito histórico: rodada en coreano, se llevó cuatro Óscars, entre ellos el de Mejor Película y Mejor Película Internacional simultáneamente, algo inaudito, más aún cuando la industria de doblaje de nuestros amigos yanquis aún es muy testimonial y en Arkansas no gustan mucho de leer subtítulos. Además, ganó la Palma de Oro en Cannes. Un inesperado y completo triunfo que encumbró al bueno de Jon-hoo como uno de los cineastas internacionales más relevantes. Y aunque queda feo, muchos con el culo pelado de ver cine coreano dijimos con una media sonrisa: “Ya os lo dijimos” (je). Y es que los coreanos llevan haciendo un cine alucinante desde hace más de dos décadas. Seguro que en este nido sobra decirlo, pero repasen la filmografía de este señor y, por nombrar sólo a otro paisano, la del semidiós Park Chan-wook. Cierro paréntesis, vamos con Mickey.
“El tono, pues netamente coreano, ese que dicta que en una misma secuencia (a veces en un mismo plano) vas a ir de la risa al estupor sin paradas intermedias”
Dentro de su propia filmografía, “Okja (2017)” sería la evidente hermana espiritual de “Mickey 17” (2025), forman un díptico satírico-distópico-ecológico ideal para disfrutar en sesión doble y en buena compañía. Como en la preciosa peli de la niña y la cerda (lo más cerca que se ha estado nunca la imagen real de capturar la sensibilidad del maestro de la animación Hayao Miyazaki), aquí Bong Jon-hoo desarrolla una fábula ética enmarcada en un universo de ciencia-ficción netamente pulp de pura serie B, con ideas bastante chifladas, abundante mala leche, un gusto kamikaze por el contraste tonal y, en última instancia, por el desbarre, la exageración y el esperpento. Y ahí es donde una película que podría ser de sobresaliente pincha un poco. Vamos por partes.
El primer tramo de la peli es magistral y la presentación de Mickey funciona como un tiro: un ser humano literalmente “prescindible” por contrato, un tipo inane que es “accidentado” (asesinado) y vuelto a clonar infinitamente. Robert Pattinson (qué bizarra trayectoria se está labrando Pattinson, bien por él) construye un personaje tan patético como tierno, tan irritante como achuchable, que uno no sabe si abofetearlo o abrazarlo o todo a la vez. Si en cualquier multinacional cualquier empleado es prescindible y es sustituido por otro peón, la idea genial aquí es que todo ese proceso de precariedad y deshumanización recae sobre un mismo hombre, constantemente. Vemos al bueno de Mickey fenecer de diversas y creativas maneras, aceptando los trabajos más peligrosos o siendo objeto de experimentos clínicos cual cobaya humana. La resignación casi naif con la que Mickey acepta su propia muerte una y otra vez es estremecedora, y es justo en esos momentos más íntimos cuando la película se dispara a nivel emocional y la risa se te congela en la boca y se te atraganta. Bien hecho.
“a ratos el esperpento está tan descontrolado que anula en parte su función caustica y crítica hasta convertir a algunos personajes en puras caricaturas”
En esta primera parte, todo encaja y todo funciona, el poder de la sátira en toda su extensión. Te sorprendes, te horrorizas, te descojonas y te duele. Ves el espejo frente a ti que te devuelve ese inquietante reflejo distorsionado de lo que somos. La peli es plenamente disfrutable y disfrutona, con asombrosas ideas visuales propias de un Metal Hurlant de los años 70 (insisto: es muy pulp), un diseño de producción muy atractivo y ¡dioses, cómo rueda este hombre, qué potencia y qué elegancia en cada plano!. El tono, pues netamente coreano, ese que dicta que en una misma secuencia (a veces en un mismo plano) vas a ir de la risa al estupor sin paradas intermedias. Y es que aunque “Mickey 17” es de producción yanqui, tiene alma y cuerpo puramente coreano, 100%, un triunfo.
El tren, sin embargo, empieza a descarrilar (sólo un poco) en su segunda mitad, por varias razones: por un lado se abren un montón de subtramas que nunca se llegan a desarrollar satisfactoriamente. Ese loquísimo trío amoroso que se apunta nunca despunta (qué pena) y todo el tema del colega y los chanchullos tampoco llegan a ningún sitio. Por otro lado, el personaje del gran Mark Ruffalo, siguiendo la tónica de lo que hizo en “Poor Things” (2023), da un golpe de estado y se convierte en un antagonista absoluto y de manual. Con este giro en el devenir de la peli siento que algo se pierde por el camino: la precariedad, la deshumanización y la brutal crítica al capitalismo pasa, en parte, a un segundo plano y el esperpento político (y religioso), manifestado con sus esperpénticos líderes, toma el control. Además, algo que sutilmente se había plantado en el primer acto florece aquí con virulencia hasta comerse la pantalla y el relato: el ecologismo militante y un marcado animalismo, otra constante en su cine. Que nos comen los gusanos.
En resumen, sin dejar de ser muy divertida (toda la peli lo es), la segunda hora puede resultar demasiado bufonesca y tiene la misma flojera que su hermana “Okja”: a ratos el esperpento está tan descontrolado que anula en parte su función caustica y crítica hasta convertir a algunos personajes en puras caricaturas. Recordad a Jake Gyllenhaal en “Okja”: pues lo mismo, pero más. Es evidente que Jon-hoo está cabreado y quiere arremeter contra todo y contra todos y que como toda buena sátira de ciencia-ficción no estamos tratando de un futuro lejano, sino del aquí y del ahora, y si no atentos a las variadas alusiones al delirante dictadorzuelo de pelo zanahoria que llevamos cien días sufriendo, con su cutre intento de magnicidio incluido. No seré yo quien critique la catarsis en su tramo final, tan sólo creo que falta cierto equilibrio en un potaje que a esas alturas de la peli ya tiene demasiados ingredientes y que parece un búfalo enloquecido corriendo hacia un desfiladero. El final, no obstante, es lo suficientemente luminoso como para reivindicar que la inocencia puede triunfar sobre el cinismo, algo muy radical en estos tiempos. Otro mundo es posible.
Lo mejor: Bong Jon-hoo sigue en sus trece, esto es una bomba de racimo que no quiere dejar títere con cabeza…
Lo peor: … pero quiere abarcar tanto que su eficacia destructiva se diluye según avanza el relato dentro de un caos poco controlado, lo que redunda en un metraje algo inflado.