Crítica: Sinners

Voy a iniciar esta reseña con una profunda autocrítica; y es que siendo honesto con ustedes, cuando me enteré de su estreno y vi su tráiler, no le di la menor importancia a este filme. Consideré que estaba frente a otra película del montón, la típica producción mainstream, con el actor buen mozo, el director de blockbusters y un guion que sospechaba iba a tomar todos los tópicos del cine de vampiros sin agregar nada a los mismos. Estos duros prejuicios me llevaron a no interesarme por un producto que sin haberlo visto, sentía totalmente vacío y destinado al uso y descarte. Sin embargo a medida que pasaban las semanas iba recibiendo comentarios de que esta podía ser una de las mejores películas de terror del año, es así que con más dudas que certezas me decidí a su visionado y me alegro totalmente de haberlo hecho. 

Que cosa hermosa el cine, como puede una producción sorprendernos y dejarnos maravillados pese a todos los rechazos iniciales que tenemos frente a la misma. Pero primero vamos con la trama. Michael B. Jordan interpretará a los gemelos Moore que luego de años volverán al pueblo que los vio crecer con el objetivo de abrir un club de blues. Todo se complicará cuando en medio de la fiesta resulten acechados por un conjunto de vampiros que desean ingresar al recinto para saciar su hambre. Deberán entonces sobrevivir hasta que salga el sol, aunque claro no será tan fácil. 

Lo que pensaba de esta película es real, es cine mainstream, posee un actor popular y un director de taquilla, pero mi segunda idea preconcebida era errada, esta película posee una trama más profunda y rica de lo que a primera instancia parece. Que el cine de terror ha sido usado como denuncia del racismo y explotación al que han estado sometidas las minorías en EEUU y por sobre todo los afrodescendientes no es novedad, hay decenas de películas que así lo muestran. Podemos mencionar dentro de ellas a las geniales “Candyman” (B. Rose: 1992) y “The People Under the Stairs” (W. Craven: 1991) y la que relanzó este formato, “Get Out” (J. Peele: 2017), todas ellas pueden enmarcarse en una categoría de “horror social” que muestra que los males que destruyen a la sociedad no son entidades sobrenaturales que acechan por las noches, sino realidades cotidianas construidas por los seres humanos y que actúan diariamente, me refiero al racismo, la intolerancia, el fanatismo y la pobreza. 

Pero mientras las películas que mencioné muestran estos problemas en las ciudades de EEUU, en un ambiente urbano de barrios populares o casas suburbanas de clase media y alta; “Sinners” (2025) traslada su historia al sur profundo de dicho país, a un Misisipi empobrecido, caluroso, desigual y donde la tensión racial se respira en cada momento. Tomará estos elementos que mencioné, pero en su planteo seguirá la dinámica de “From Dusk Till Dawn” (R. Rodriguez: 1996), me refiero a un grupo de individuos que deben sobrevivir una noche en un lugar aislado, lejos de la civilización, por fuera del orden y de la ley, donde todo puede suceder, pero mientras la primera recurre al humor negro y el exceso, “Sinners” busca transmitir otro mensaje. 

El ambientar la película en el sur de EEUU da otras posibilidades a la trama, en esta zona rural el terror esta allí esperando, no se esconde y va a actuar de manera implacable para mantener el orden establecido. En este sentido, en todo momento veremos a los protagonistas tener que lidiar con lo que quiere matarlos, sea de este mundo o del otro. Esto permite generar un elemento interesante en el filme, y me refiero a como se nos muestra al antagonista, interpretado maravillosamente por Jack O´Connell desde una perspectiva distinta; digo antagonista ya que tengo que reconocer que me cuesta llamarlo monstruo, - estos si que van a aparecer al final de la película- El mismo va a ser de gran riqueza y profundidad, siendo una de las mejores experiencias de la cinta, se presentará – pese a sus intenciones – con más empatía que muchos seres humanos y esto por que experimentó las mismas atrocidades e injusticias que los oprimidos de este pueblo. Realmente conecté con su dolor, su soledad y su necesidad de afecto, mostrando también como este sufrimiento puede generar una visión degradada de lo que entendemos por salvación. Pero debemos hablar ahora de uno de los grandes protagonistas que veremos en esta película y la razón de porqué hay que verla en pantalla grande para disfrutarla como se merece, me refiero obviamente a la música. 

El blues va a ser uno de los puntos centrales de esta historia, es el argumento para abrir el club nocturno, es la música que toca virtuosamente uno de los actores, es lo que une el mundo de los vivos y los muertos, pero sobre todo es una metáfora del espíritu de resistencia de los afrodescendientes en un mundo que los desprecia y odia. Esta música es cultura, es resistencia, es dignidad y es rebeldía, no por nada sus protagonistas estarán protegidos en este club, asediados por fuerzas que buscan su destrucción o su sometimiento. Esta película se siente como el punto alto en la obra de Ryan Coogler en donde plasma las inquietudes que han estado en todas sus películas, aquí no solo es director y productor, sino también guionista. Logró escribir una buena historia manteniendo el interés sobre lo que sucede, sacar lo mejor de los actores y realizar una denuncia que entretiene en el proceso. “Sinners” logró taparme la boca, más allá de ser un blockbuster, es una película que combina buenas actuaciones, una trama solida y más profunda de lo que a primera vista se piensa y por sobre todo una música que logró cautivarme. Si pueden disfruten de esta película en una sala de cine decente, no caigan en mi error.