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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: No Profanar El Sueño De Los Muertos

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Esta vez Romasanta recupera una de las obras más loables en territorio nacional sobre la temática zombie, “No profanar el sueño de los muertos”. Si el género de zombies no era novedoso con la llegada de la notable “La noche de los muertos vivientes” (The night of the living dead, 1968; G.A.Romero), ya hubieron ejemplos de un desarrollo de películas que explotaron la temática de los muertos vivientes como fueron las más que iniciales : “El gabinete del Dr.Caligari” (1920; R.Wiene), “White Zombie” (1932; V.Halperin), “Yo anduve con un zombie” (1943; J.Tourneur) o “La maldición de los zombies” (1966; J.Gilling). 

Cierto es que la espléndida obra de Romero ayudó a resurgir el subgénero de zombies y además creó una moda que el cine español supo explotar de forma más bien correcta; el primer ejemplar surge a las manos del director Amando de Ossorio con “La noche de terror ciego” (1972)-junto a sus 3 entregas más que se alargarán hasta 1975-, también estará la obra “La orgía de los muertos” (1973) por José Luís Merino y finalmente estará la obra de Jorge Grau en 1974 -obras que es la que analizaremos en estas líneas-. 

Como muchos de los directores en nuestro país, el cine de terror estaba ajeno a un grupo de profesionales especializados sino que éstos se adentraban en el género de forma ocasional, esporádica y casual, por lo que muchas veces los resultados eran de poca calidad y entusiasmo. Pero a pesar de las dificultades y febril moda de producción de bastantes subproductos de terror, el director Jorge Grau recibió el encargo de realizar un film que explotara el éxito de la película de Romero; aunque cabe decir que Grau ya había tenido contacto con el cine de terror, “Ceremonia Sangrienta” en 1973 que ofrecía una interesante visión de las extrañas costumbres de la condesa Bathory. 

Por consiguiente, Grau accedió a la oferta y se puso tras las cámaras, propiciando una de las películas más notables sobre el genero de zombies en los años 70. A pesar de que la trama no huye de su carácter de explotación -dado el éxito suscitado por la obra de Romero-, el director plasma una película que sigue mucho el gusto de la época, ofreciendo un argumneto con cierto mensaje ecologista para justificar la aparición de los muertos vivientes. En este caso, la película nos traslada a Manchester -por eso su título en inglés, “The living dead at Manchester morgue”-, ciudad en la que se ha experimentado con unas nuevas máquinas de ultrasonido para evitar que los insectos ataquen las cosechas; tales máquinas serán criticadas por George -interpretado por Ray Lovelock- que tiene un pequeño accidente con Edna -Cristina Galbó-, cuyo casual encuentro hará de ellos la pareja protagonista del film, escapando de una plaga de zombies -provocada por las prácticas con las máquinas de ultrasonido-. 

En este caso, los personajes desarrollados por Ray Lovelock y Cristina Galbó -que ya había experimentado el terror en “La Residencia” (1969; N.I.Serrador) son correctos pero les falta definición, ya que el film no intenta presentarlos sino que los hace encontrarse por casualidad y emparejándolos como si fueran conocidos de toda la vida -aspecto que no afecta a la eficacia de sus interpretaciones, pero sorprende-. El encuentro que tienen ellos debido al choque que tiene ésta con la moto del otro, propicia que los dos personajes deban ir en el coche de ella, por lo que se establecen dos vías de interés: el de él ,que quiere ir hacia una ciudad mientras le arreglan la moto y el de ella, que debe ir a un hospital a ver a su hermana que es drogodependiente. George deja llevarse por Edna y deciden ir al hospital, por lo que su primera parada se salda con un primer ataque estremecedor de un hombre con temibles ojos rojos que quiere agredir a Edna en el coche. El ataque se intercala con el estremecedor sonido de ondas que emiten las máquinas que se están usando en los campos ingleses, mientras que George pregunta por cual es el camino correcto para llegar al hospital. La solvencia de Cristina Galbó es irreprochable mientras que Ray Lovelock se muestra demasiado hierático en todo lo que se va aconteciendo a lo largo del film. 

A partir de este momento, la película opta por ir aumentando la intensidad de la acción a medida que avanza el metraje -el ataque de un zombie al actor José Lifante mientras hace fotos (atentos al uso del flash, para aumentar el suspense) a lirios al lado un río es simplemente maravilloso-, intercalando momentos gore de gran veracidad que engalanan la bella puesta en escena que demuestra Grau en su dirección. En este aspecto la escena de la cripta resulta totalmente efectiva, no solamente por la manipulación del tempo y la tensión, sino por la perfección de los efectos especiales y de maquillaje realizados por especialistas italianos -destacar el impecable trabajo de Gianetto di Rossi, Luciano Byrd y Juan Antonio Balandín-. A parte de ello, se entremezcla una absurda trama policial que junto a la surrealista y desafortunada interpretación de Arthur Kennedy, promueve más la comicidad que no la verosimilitud, en la que la policía busca los culpables de las muertes que provocan los zombies, teniendo como sospechosos a Edna y Geroge -más este último por sus vestimentas, pelo largo y coleccionista de piezas étnicas (!¡)-. 

“No profanar el sueño de los muertos” abandona la idea que se tiene de los zombies como entes que se contagian a través de mordeduras o como la actual moda de enfermedades genéticas, sino que ya hace un pequeño inciso en la manipulación genética de los seres vivos y las consecuencias que puede llevar a cabo -aquí el mensaje ecologista tiene cierto valor, pero puede restarle importancia al relato-; además los zombies son tratados a la moda en su faceta de lentos movimientos -aunque sin llegar a la insufrible lentitud de los templarios de Ossorio- pero que son máquinas letales de matar. En este sentido vale la pena, destacar la gran escena del clímax final centrada en un hospital, cuya secretaria es destrozada desde el estomago e ingerida por tres zombies que no dudarán en matar a todos los humanos que estén a su alcance. Las escenas son implacables, y totalmente veraces lo que se agradece después de ciertas obras que no saben cuidar la buena escenificación de asesinatos y una muestra de vísceras y sangre tan gratuitas como bellas. 

Al final, la incredulidad de la policía se torna hacia ellos, castigando a un inocente -George muere abatido a tiros- y dejando que los muertos vivientes prosigan con sus cadena de muertes que desembocarán en el asesinato del comisario por parte de George -ya zombificado-, paralelamente se vuelve a sentir el ultrasonido de las máquinas que prosiguen sus andanzas por los campos ingleses para hacer marchar a los insectos y por consiguiente, alzar a nuevos muertos vivientes que matarán a más gente. 

Sin lugar a dudas, Grau dirigió una obra de buen calibre y de gran recepción internacional -en el Festival de Sitges recibió el premio a mejor película, mejor actriz y mejores efectos especiales-, con una proyección internacional más ambiciosa -por ello el rodaje en inglés y las localizaciones inglesas- y buscando en la coproducción con Italia una perfección técnica irreprochable. Por ello cabe destacar a este film dentro de esa pequeña lista de grandes películas de género en nuestro país, que supieron usar todos los recursos para hacer buen cine de entretenimiento y saber producir interesantes obras de género, que aún con el paso de los años no han envejecido nada mal.



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