La primera película de terror producida en Flandes, hecha gracias a ese nuevo tipo de financiación que es el crowdfunding, es un slasher en toda regla, al que no se pueden aplicar todas las reglas del subgénero porque se desarrolla principalmente en un campamento de niños de doce años. Como lo oyen/leen.
Un grupete de esos jóvenes scouts se dispone a pasar un finde en pleno monte con sus monitores y un torpe poli alejados lo más de tecnologías, playstations y candy crash sagas posibles. Pero, ay, el lugar que eligen para esa comunión con la naturaleza, para aprender los diecisietemil tipos diferentes de nudos y cómo evitar el olor de los mapaches en celo, no es tan solitario como podría parecer en un primer momento, y aislado, sí, pero precisamente por ello, se convierte en el lugar ideal para una matanza sin que nadie pueda oir los gritos de los que van a ir cayendo como moscas. El director, Jonas Govaerts, se estrena en esto del largo en lo que puede pasar por una entretenidísima mezcla entre los Goonies y Viernes 13 que, oigan, le queda más que decente, entretiene, asusta y tiene sus buenísimas dosis de sangre, violencia y muertes sádicas y macabras. Y es que en esto del terror, la edad no cuenta demasiado.
En plena excursión, Sam, el protagonista interpretado por Maurice Luijten, un prodigio absoluto, (al que el director eligió tras verlo en un video musical, y que muestra un talento interpretativo capaz de sorprender a cualquiera y ver que va a ser una futura y muy grande estrella a este paso), que es un niño con una imaginación desbordada, descubre el escondite de un niño criado salvaje, en medio del bosque. Cuando lo cuenta a los demás nadie le cree y lo toman por un cuento de campamento. Craso error. El niño es el pequeño ayudante de un siniestro, salvaje y despiadado asesino en serie, protagonista de una leyenda en la que el niño salvaje vaga por el bosque, pero la leyenda, que no es tal, no tarda mucho en mostrarse como una realidad. Lo que no saben los invasores forestales es que este niño salvaje de leyenda es ahora la menor de sus preocupaciones. El joven y feroz director (títulos ganados a pulso con la cinta) acomete su primer largo como una bestia se prepara para atrapar a su presa, dejándonos absolutamente boquiabiertos con la imaginería rústica que se marca para hacer de cada muerte un verdadero espectáculo, diferente, imaginativo y muy, muy sádico, con algunas de las trampas mortales más retorcidas innovadoras que este fanático del terror ha visto en años.
El título de la peli le viene al pelo, un Cub, en el mundo osuno es un cachorro de oso, en este caso, el cachorro que da sus primeros pasos como depredador y cineasta.
Su debut en el cine no muestra la juventud como un handicap a vencer desde la perspectiva de la producción, ni da en absoluto la impresión de que ésta sea la primera vez que él y Mondelaers (co responsible del estupendo guión) trabajan juntos.
La cinta se beneficia de un maravilloso compendio de referentes cinéfilos y cinematográficos, tomando notas de autores de la talla de John Carpenter y Dario Argento e incluso Steven Spielberg pero también se ve nítida y claramente como una cinta autoral, estéticamente propia y distinta. Esto demuestra que Govaerts ha aprendido de algunos de los mejores a la hora de crear y recrear el terror, el horror en estado puro en la gran pantalla, con el dominio de todos los trucos necesarios del negocio desde el principio de su primera peli.
Los límites en Cub se rompen sin miedo, sin vergüenza, la inocencia infantil se pierde y diluye, y el resultado podría resultar chocante, pero está tan, tan bien hecho, que uno sólo puede tener palabras positivas ante tal decisión.
En la Midnight Madness del Toronto International Film Fest, Govaerts advirtió a los amantes de los animales que lo que iban a ver podría dañar sus sensibilidades (por lo que ocurre con un perro en la película, mientras se declaraba un amante de los gatos... Toma friki), lo cual no deja de ser una maravillosa forma de mostrarnos cómo el cine de terror todo lo cambia... Es más fácil desatar y atacar susceptibilidades por un perro que por lo que les va a suceder a niños de doce años en pantalla.
Como he dicho antes, otro de los méritos de Cub es que no puede jugar con esas reglas no escritas del slasher (la palabra ya viene acompañada de destetes, sexo en cabañas, porros y maldiciones), al utilizar como elenco a actores infantiles. Esto podría haber sido una receta para un verdadero desastre, pero el director lo sortea de manera magnífica.
En la cinta, beneficiada por un puntillista guión, no se descuida en absoluto la construcción de personajes, más bien al revés, casi se puede considerar un estudio de personajes y Luijten muestra para nuestra sorpresa aristas y facetas espectaculares en la evolución de la trama, haciendo la progresión de su personaje del todo creíble.
Govaerts, casi sin quererlo, establece un nuevo estándar para las nuevas películas de terror de hoy en día con Cub. Es una película que bordea efectivamente los límites de lo imprescindible para obtener una reacción de sorpresón en los espectadores, pero alejándose inteligentemente de lo que podría calificarse como un insulto imperdonable (algunos detalles horribles, espeluznantes, sólo se insinúan, pero hábilmente manteniendo la cámara fuera de plano).
Pues eso, una apuesta inteligente, atrozmente divertida, con humor negro, negrísimo, a espuertas, que revitaliza un subgénero que se ha ido convirtiendo en lugar campal para típicos maníacos que se cepillan a adolescentes idiotas, borrachos o drogados y más calientes que el pico de una plancha. Es cierto que aparte de en este apartado, la cinta innova poco más, y puede incluso oler a deja vu cansino por momentos, pero en ningún momento deja de atrapar nuestra atención y ofrece todo y más de lo que se puede exigir a una ópera prima de terror.
Destacable es la banda sonora, minimizada en beneficio de la imagen, y la fotografía, magnífica, preciosista y muy, muy interesante.
Lo mejor: Su protagonista, espectacular. Las muertes más macabras.
Lo peor: Algunos clichés, para nada molestos.
Lo que se logra aquí, desde luego, no parece la obra de un cachorro ...