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Crítica: Green Room

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El verde es el color de la esperanza, por eso es el color que utilizan en los quirófanos para intentar que pienses en positivo, para que creas que todo irá bien allí dentro. Pintamos las habitaciones de verde, cuando queremos descansar en ellas, porque el verde nos transmite calma y tranquilidad. El verde, en sus múltiples variantes, nos relaja porque nos recuerda al color de la naturaleza por antonomasia. Las habitaciones verdes siempre han tenido un efecto sedante en mi, hasta que en el festival de Sitges de este 2015, quisieron que las habitaciones verdes, fueran símbolo del caos, la violencia y la desesperanza para siempre.

Arranca "Green room" con la fresca imagen de un joven grupo de música punk, los Ain´t rights, viajando en la furgoneta en dirección a un pequeño bolo. Como siempre, en este tipo de eventos, las cosas no salen como se espera y el dinero que al final te llevas, no cubre ni gastos de gasolina así que te tienes que buscar la vida para conseguir más bolos donde y como sea. Hasta aquí, todo correcto, así es el mundo de la música sin padrinos. El giro del destino se pronuncia cuando los Aint´t Rights acceden a aparecer en un festival organizado por y para skinheads (os recuerdo que ellos son punks).

Cuando las decisiones que se toman son malas desde el primer momento, todo tiende a ir a peor y eso es lo que Jeremy Saulnier nos va a contar en "Green Room" de una forma vertiginosa. Saulnier, ya nos dio de comer su ración de introspección, malas decisiones y pausa con "Blue Ruin" y ahora nos muestra su versatilidad y buen pulso como director, con algo totalmente opuesto, una película que mantiene la tensión y la mandíbula apretada durante todo su metraje y que es una lección de cómo rodar una historia de mala suerte de la manera más brutal y directa posible. Aquí no hay salida, la habitación verde te atrapa y es muy difícil salir de ella, en todos los aspectos.

Sin duda estamos ante el survival del año, porque esto es una historia en la que el objetivo es sobrevivir. No estamos ante una historia política, sino ante el acorralamiento, el miedo, la adrenalina, la verdad y la vertiginosidad disfrazada de raza aria, con sus bombers, sus tirantes y sus Dr. Martens de cordones rojos, que no lanzan un mensaje racista y se hacen odiar por ello, sino que tienen la postestad de escribir el destino con lápices de muerte y dientes afilados de perro.

Volvamos a la furgoneta de los Ain´t rights y analicemos lo que un grupo de punks deberían hacer entre skins: basicamente pasar desapercibidos,¿no creéis?, pero el punk es rabia y anarquía, y como tal, sólo la juventud te puede dar las pocas luces de cantar un tema anti nazi en un concierto para nazis... pero a los que creáis que por aquí vienen los tiros, estáis equivocados, aquí el destino aún no había tirado los dados, y será el fruto de la mala causalidad lo que les hará testigos de una situación que desembocará en caos. Así, en menos de un minuto y sin poder hacer nada más que lo que hacen, los cuatro componentes del grupo se ven encerrados en una habitación verde junto con una skinhead derrumbada, con la mirada fija y las lágrimas constantemente cayendo, que se convertirá en el quinto elemento. A partir de este momento, "Green Room", te lo da todo. Comienza la lucha por la supervivencia.

Impresiona la naturalidad de todos los actos, los fríos y los viscerales. Impresiona ver la manipulación de las mentes más endebles por parte de las viejas glorias fascistas que siempre ocultan un interés lucrativo, bajo el discurso de la raza. Impresiona ver la maldad bajo la impunidad de la noche. Impresiona ver el grafismo de la violencia. Impresiona ver a Patrick Stewart manejándose tan bien en una tesitura tan cruel. Impresiona ver cómo en el momento en el que crees que no hay salida, es imposible mantener la pose y sólo importa la verdad. Impresiona ver la rapidez con la que una persona puede dejar de respirar.

Para mi, "Green Room", esta impresionante película, es aire fresco cuando el cine comienza a ponerse excesivamente templado en mostrar acción. Aquí estamos ante un ejercicio de soberbio movimiento, en el que nuestra capacidad de reacción frente a lo que ocurre, es inesperada, por la inmediatez de los hechos, pero así es la realidad, un segundo y vives, un segundo y mueres. Y en la muerte, desde las habitaciones verdes no se escucha el sonido del bajo y la batería, en la muerte, las habitaciones verdes no son sitios para cargar el teléfono móvil.

Destaca, aparte de la tensión de la cámara, la fotografía interior y exterior, las grandes actuaciones, pues no solo Stewart se proclama dueño y señor de la pantalla, en "Green Room", Imogen Poots se calza muy bien las botas con esvástica y borda su papel, al igual que el enclenque Anton Yelchin, que es pura tensión contagiosa. No me olvido del que parece que va a ser un habitual en el cine de Jeremy Saulnier, Macon Blair, con el que el espectador juega a dos bandas. Grandes trabajos interpretativos que te acercan al local en el bosque, donde no hay más ley que la del fuerte y mayor depredador que el que proclama su superioridad.

Por supuesto que en una cinta con todos los elementos para pegarte a la butaca, con una visceralidad tan marcada, los efectos especiales juegan un papel importantísimo, y en esto tampoco escatima "Green Room". Aguantad bien la respiración y dejad que vuestras retinas se cubran de heridas. Ahora volved a respirar.

Poco le falta a "Green Room" para ser perfecta y llegados a este punto sí que me gustaría mencionar que yo eché en falta mucha más intención a la hora de abordar el tema del nazismo y la supremacía aria, para llevar a un punto mayor de nausea al espectador, algo que se queda diluido con la subtrama que toda la parafernalia fascista lleva detrás. Aun así, de una forma más o menos sutil, siempre incomoda ver estas ideologías en la pantalla y la incomodidad es algo que en "Green Room" se explota.

Una película clave en este 2015, que llega sin armar estruendo, y que poco a poco, como su acertada banda sonora, va subiendo el volumen hasta que se convierte en uno de los mejores conciertos a los que hayas asistido. Prohibido perdérsela.



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