A estas alturas de la película, esperar que una cinta de zombies o infectados pueda llegar a sorprendernos, parece poco menos que una utopía. Y oye, que algunos lo intentan. Que algunos reclutan al mismisimo Conan, por la gloria de Crom, y lo ponen a hacer de padrazo coraje a modo de dramote en “Maggie” (Henry Hobson, 2015) y otros se sacan de la manga una versión zombificada de “Parque Jurásico”, como fue el caso de Steve Barker y su, llena de buenas intenciones, pero mediocre, “Generación Z” (“The Rezort”, 2015). El caso es ir probando, porque como siempre digo, la innovación (o al menos el amago), siempre hay que valorarlo como se merece en un tiempo donde la locomotora parece deslizarse sobre las vías con el piloto automático.
Justamente, de locomotoras va el tema. De locomotoras y de zombies (o infectados), claro. Es el coreano Sang-ho Yeon, el que deja su huella sobre el cemento fresco, en el lugar donde han quedado inmortalizados todos aquellos cineastas que alguna vez hayan rodado una película de tan sufrido, por no decir insufrible (en la actualidad, se entienda) subgénero. Yeon no es nuevo en esto de la dirección, aunque si en el trato con la carne y los huesos, pues el tipo viene del cine de animación, atesorando títulos como “The King of Pics” (2011), “The Fake” (2013) o “Seoul Station” (2016). Es precisamente esta última, la semilla a partir de la cual da forma a esta su primera obra con actores reales, la esperada (y que podrá verse en el Sitges de este año) “Train To Busan”.
La innovación dentro del subgénero zombie, como decía, se está convirtiendo en los últimos años en un mal necesario, pues hace tiempo ya que algunos, nos hemos cansado de los tópicos ultra explotados título tras título, comenzando a aborrecer un tipo de cine que antaño, ponía los pelos de punta. “Train To Busan” llega para recordarnos que cuando las cosas se hacen bien, lo de la innovación, puede que no sea algo tan importante y es que la nueva película de Sang-ho Yeon, de novedosa tiene más bien poco, de hecho, estamos ante una cinta plagada de tópicos que se sale muy poco de los raíles por los que se ha movido el cine zombie desde que este emergiera de nuevo en esta su segunda juventud, llamémosla, post-Romero.
Muchos la han comparado con la reciente “Guerra Mundial Z” (“World War Z”, Marc Foster, 2013) y es cierto, que alguna similitud tiene. La principal, poner en el escaparate del mainstream el universo zombie, algo que no siempre es sencillo y hacerlo además, a modo de superproducción, pues la cinta ha contado con un presupuesto bastante considerable para tratarse de una producción coreana de terror, si bien enmarcada en el tan popular género de catástrofes que tanto gusta por aquellas tierras. Buenas dosis de acción y un tono no excesivamente extremo en lo que a sangre se refiere (vamos, que de gore nada de nada), serían otros puntos en común con la película de Foster. Si me preguntan, estaríamos hablando de un cruce entre la susodicha y defenestrada “Guerra Mundial Z” (a mi me pareció la mar de entretenida) y la notable “Rompenieves” (“Snowpiercer”, Joon-ho Bong, 2013), pues gran parte del metraje sucede a bordo de un tren de cercanías y la estructura, dadas las limitaciones del escenario, es muy parecida a la de la película de Bong.
No es fácil desarrollar este tipo de historias en espacios tan reducidos. En el terror se ha hecho antes y no siempre se ha conseguido el resultado esperado. Ahí están cintas como “Serpientes en el Avión” (“Snakes on a Plane”, David R. Ellis, 2006), “Plane Dead” (Scott Thomas, 2007) o la reciente “Howl” (Paul Hyett, 2015), como buenos ejemplos de ello. Películas que parten de una premisa interesante, para terminar sucumbiendo a las propias acotaciones del terreno. En este sentido, “Snowpiercer” si conseguía ofrecer ese dinamismo que el espectador demanda para no terminar desconectando de la historia y sin duda, “Train To Busan” es la perfecta heredera de la película de Bong, manteniendo intactas muchas de las virtudes de aquella y añadiendo además con excelsa buena mano, los tópicos tanto del cine zombie, como del de catástrofes en general, dando como resultado una producción técnicamente impecable y además, muy pero que muy entretenida.
“Train To Busan” siendo también una súper producción, si se aleja en muchos aspectos de “Guerra Mundial Z”, pues estamos ante una forma muy distinta de entender el cine, como es la de los coreanos con respecto al cine USA por más que en ocasiones, se empeñen en copiar ciertas fórmulas. Yeon no escatima en tiempo, con tal de dar forma a unos personajes lo suficientemente sólidos como para sustentar el inminente apocalípsis que se les viene encima. Gran acierto este, pues uno se encariña en mayor o menor medida, con gran parte de ellos, lo cual, añade un punto extra de sabor tanto a las partes más tensas del filme, como a las más emotivas, y anuncio que el filme está sobrado de ambas, como no podía ser de otra forma tratándose del cine asiático.
El tono del filme no admite ambigüedad alguna. Esto no es “I Am a Hero” y poco espacio hay para la comedia, ni negra, ni de ningún otro color. Estamos ante un producto donde el pulso lo ejercen el terror y el drama y en muchos pasajes del filme, el segundo parece comerle la tostada al primero. Todo ello, que nadie se lleve a engaño, desde la perspectiva del más absoluto espectáculo, con todo lo que ello conlleva, por supuesto, donde la acción es una constante y el ritmo frenético, cortará las alas a todos aquellos puristas del género anclados en el pasado y adoradores de viejas glorias venidas a menos, que sigan pensando que esto de los zombies tiene que ser a ritmo de taca-taca. En “Train To Busan” hay que abrocharse el cinturón, pues vienen curvas. Muchas curvas, y los dinosaurios se van a quedar atrás.
Pese a que hay muy poquito de cosecha propia desde la óptica del cine de infectados, es cierto que la cinta apunta algunas cositas con denominación de origen. Si en “Guerra Mundial Z” los enfermos, eran “inmunes” al virus, en este caso, el que hace estragos en Seúl, no otorga a sus víctimas precisamente, la capacidad de la visión, siendo prácticamente ciegas en la oscuridad. Esta particularidad, es bastante explotada a lo largo del filme, dando pie a una serie de interesantes y “divertidas” situaciones, aunque nuevamente, es el limitado espacio, el que proporciona las mejores situaciones de terror o tensión, donde la siempre necesaria sensación de vulnerabilidad de este subgénero, está muy presente a lo largo del filme, algo que se acentúa dadas las características de algunos de los personajes.
Como blockbuster, la cinta se permite algunas licencias. A la citada falta de gore (en otras ocasiones handicap sangrante y casi insalvable, no tanto aquí), asistimos a alguna que otra secuencia de acción algo artificial o poco creíble, donde los supervivientes se lían a mamporros con importantes grupos de infectados, que pese a no adentrarse en ningún momento en terrenos cómicos o paródicos, si es cierto que se alejan un poco del tono creíble predominante a lo largo del metraje. En este sentido, es imposible no acordarse de la genial y brutal “La Horda” (“La Horde”, Yannick Dahan & Benjamin Rocher, 2009), aunque sin llegar a los niveles de exageración de la cinta francesa.
A nivel visual, no cabe duda alguna de que estamos ante una película de terror asiática y la influencia del K-horror, es palpable en la concepción de los zombies/infectados, los cuales parecen sacados de algún oscuro rincón del más allá. Tanto por estética, como por comportamiento, estos zombies nos emplazan al terror asiático y curiosamente (y lo dice alguien que no es muy amigo de éste), funciona a la perfección, dentro de ese escenario de intentar poner sobre la mesa el máximo de ADN propio posible. Gore no hay, pero que nadie dude tampoco que “Train To Busan” es una película violenta sin complejos y si bien no con vísceras, si con sangre. No un festín, pero la justa y necesaria, que es bastante más, de la que pudo verse en “Guerra Mundial Z”.
Ya para ir terminando, destacar el fabuloso espectáculo al que vamos a asistir a lo largo de sus casi dos horas de metraje, donde las hordas de zombies esta vez, no se escudan detrás de los efectos digitales (apenas contiene de estos), sino que todo está orquestado a la vieja usanza, con grandes cantidades de extras y una cinematografía frenética, que hacen de “Train To Busan”, un experiencia que guste o no este tipo de cine, es digna de admiración. Un show ver como cientos de infectados se apelotonan en los vagones, caen desde el cielo o crean cadenas (no)humanas para alcanzar a sus objetivos. Un sobresaliente para la puesta en escena y como siempre en estos casos donde no se sucumbe al recurso fácil de los efectos digitales, todo un valor añadido.
“Train to Busan” es por tanto, una de las mejores películas de zombies de los últimos años, que pese a no innovar y reiterar en muchos de los tópicos del género (tanto en situaciones como en perfiles de personajes), lo hace con tanta elegancia y buen gusto, que lejos de generar rechazo, enganchan. Una cinta de gran carga dramática, excelentes secuencias de acción, grandes efectos especiales y un ritmo, que pese a lo que suele ocurrir en el cine asiático, aquí no decae en ningún momento, alcanzando uno de los mejores clímax que el subgénero recuerda en estos últimos años de mediocridad generalizada. Alguna que otra moralina social, alguna que otra situación “cachonda” y en definitiva, todo lo necesario para volver a creer en un subgénero que a día de hoy, muchos creíamos, si no muerto, en coma profundo.
Lo mejor: Visualmente brutal y ajena a artificios hollywoodienses. Engancha desde el minuto uno, pese a las reconocibles clichés que contiene. La Impecable producción y las estupendas interpretaciones.
Lo peor: Alguna que otra concesión al lado más “friki” del cine asiático y que a estas alturas te hastíe tanto el cine zombie, que puedas llegar a perderte esta travesía hacia Busan.