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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Asmodexia

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Presentada en el reciente Festival de Sitges de este año, “Asmodexia” es un film español de bajo presupuesto – unos 500.000 euros- que cuenta el camino que llevan una nieta y su abuelo realizando exorcismos por todo la área de Barcelona. 

Reconozco que para ser un gran interesado en el cine patrio, se me había pasado por alto este pequeño ejemplar, realizado íntegramente por un equipo catalán; la película demuestra una puesta en escena excelente, junto a una muy buena fotografía de Xavi Garriga, que ya trabajó en los anteriores cortos del director. El director, Marc Carreté, ya había presentado sus anteriores cortos en el Festival de Sitges : “Mal Cuerpo” fue el primero en 2011 y después en 2012 presentó “Castidermia”, en este caso la llegada al largo es un tanto desigual.

En este caso la película ofrece un argumento sencillo pero efectivo, aderezado con unas actuaciones bastante correctas pero que en ocasiones nos recuerdan más a una tv movie que a una obra cinematográfica. Lluís Marco y Clàudia Pons son los dos actores que encarnan abuelo y nieta que cual road movie, se deciden a realizar exorcismos por toda Barcelona, cierto es que sus interpretaciones rozan la corrección, sin mucho trasfondo y que demuestran -en ocasiones- cierto acartonamiento; paralelamente encontramos la historia de Ona y la inspectora Diana, las dos son hermanas y la primera se encuentra encerrada en un psiquiátrico desde hace 15 años, y Diana está tras la pista de una serie de muertes que van encontrando por toda la área metropolitana de la ciudad, apuntando a que tras estos crímenes se esconden unas sectas cristianas en las que el pasado de Ona y Diana es crucial para entender tales acontecimientos. 

Cabe resaltar que la película planifica cambios muy bruscos entre las dos historias, anexionándolas en ocasiones a través de vídeos caseros que muestran el pasado de algunos de los protagonistas. Pero lo que realmente sobresale de esta película, es su factura -a pesar de ciertos momentos televisivos- que demuestra un gran dominio de la puesta en escena, el buen encuadre y el buen gusto en la fotografía; al igual que un interesante uso de la luz y el cambio de coloración que se muestra sobre la historia del abuelo y la nieta -colores tierra, sepias, marrones y ocres- dando una sensación de calidez y suciedad, mientras que la historia de las dos hermanas se configura a través de los blancos y los azules, para dar una ambientación fría y distante. Gracias a este contraste, el film sabe como atraer al espectador de forma visual, tomando en ocasiones una apariencia estética muy cercana a lo que propuso Jaume Balagueró en “Els sense nom” (Los sin nombre, 1999) aunque guardando grandes distancias. 

Por otro lado, hay que destacar la gran labor de Mónica Murguia y Alicia Rodríguez, que se encargan del departamento de maquillaje en el que desempeñan una gran labor artística, y representan el pilar de un film que muestra grandes debilidades en una historia que no atrapa. Todo hay que decirlo,las intenciones son buenas y que cada uno de los integrantes del equipo se esfuerzan por mantener el buen nivel técnico del que goza el film, pero éste naufraga en el desarrollo de la historia y el guión.

Por consiguiente, el film partido en dos historias que deben unirse al final nunca acaban de cuajar como complementarias, ya que son tratadas como una detrás de la otra sin ningún sentido, además de añadir una serie de flashbacks que complican la comprensión de la misma, destruyendo la posible conexión entre ellas y conseguir mayor cohesión. Pero si pensábamos que no podía empeorar, la vergüenza ajena se apodera en el tramo final junto a su clímax, en el que todos los personajes se acumulan en el psiquiátrico de la segunda historia y todo cobra sentido, por lo tanto, todo aquello que no estaba bien hilvanado ahora lo está. 

A partir de este momento, cada uno de los elementos que sostenían el film se desmoronan y se despliega un sinsentido y galimatías, que rozan lo irrisorio; la supuesta reunión sectaria es tan deficiente que la serie “El internado” demuestra mejor convicción ,coherencia y suspense, que es algo que brilla por su ausencia en un clímax que se vuelve totalmente anticlimático por su falta de garra -algo que adolece el film en toda su proyección- y una abrupta caída cualitativa de las interpretaciones que se suman en un único escenario para decir sus últimas palabras y cobrar el miserable cheque que percibirá -aspecto que el espectador debe soportar y desea la muerte de todo el plantel-. Por lo tanto, este último tramo del film, se convierte en la desembocadura de todos los defectos del mismo multiplicados al cubo, en la que director y guionista no saben como resolver el final de la historia, por lo que deciden añadir ciertos elementos y ecos a la humeante y luminosa puesta en escena de John Carpenter en “La niebla” (The fog, 1980) con muy mal gusto y una sensación de no saber que hacer con la película. 

En conclusión, estamos ante una obra que promete una interesante factura técnica, pero su director que además es co-guionista de la cinta, deberá en proyectos posteriores cuidar con mayor interés la unión de sus historias, al igual que proponer actores menos televisivos -aunque no creo que lo malo venga por aquí- y sobre todo dar mejor profundidad a los personajes que se encuentran en la historia, además de saber llevar a mejor puerto el desenlace de la misma. En este caso, “Asmodexia” resulta ser un film sinsentido, que apunta bien y con buenas intenciones pero fragua de forma abrupta en su desenlace que la condena a la quema sin ningún remordimiento. Amén.



Crítica: Horsehead

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La simbología del caballo siempre ha dado para mucho en el cine, pon un caballo en pantalla y el público podrá empezar a elucubrar sobre la muerte, la divinidad, la civilización, la nobleza, la superioridad o la fuerza. Es precisamente la fuerza visual que tiene este hermoso animal, lo que hace que entendamos una cabeza cortada de caballo como la amenaza por antonomasia ( desde luego ahí tiene mucho que ver Don Vito , "El Padrino" y Coppola). Ahora necesito que llevéis este símbolo al mundo de los sueños. Bienvenidos a "Horsehead".

Desde Francia nos llega el primer largometraje de Romain Basset, una película de ochenta y nueve minutos donde este señor, nos mete de lleno en los sueños de otros, donde cada secuencia es un sueño en sí mismo, y donde el sueño es el arma más cruel y la historia más lúcida. No se me ocurre un mejor aranque ,y hablo del mío personal, para comenzar el tour de proyecciones en el festival de cine fantástico de Sitges, que esta película, máxime cuando el lema de este año giraba en torno a los sueños y la idea de soñar. 

"Horsehead", nos cuenta la extraña historia familiar de Jessica, una preciosa joven que vuelve al hogar para el entierro de su abuela. La situación, incómoda donde las haya, debido a un trato de frialdad absoluto madre-hija, va desvelando los secretos familiares a través de los sueños de Jessica, quien precisamente estudia la interpretación de los sueños, y quien se ve arrastrada cada vez a capas más profundas de la psique, intentando entender unos sueños cada vez más retorcidos y enrarecidos, donde la la tortura, la muerte, el desprecio, la obediencia, el incesto y el pecado toman protagonismo en cada alucinación narcoléptica.

"Horsehead" plantea una trama desquiciada, enaltecida por el uso de unas imágenes efectistas, efectivas y preciosistas propias de un videoclip, con el poso de cine francés que es capaz de provocar claustrofobia incluso a cielo abierto. Tengo que romper una lanza a favor del cine videoclipero, término utilizado muy a la ligera para despreciar aquel cine que se apoya con todas sus fuerzas en el uso reiterativo de imágenes provocadoras, coloreadas, impactantes y planos cortos y rápidos. Yo soy una defensora de este tipo de películas que, aparte de estéticamente impecables, no suelen fallar a la hora de entretener. Tengo claro que propuestas como "Horsehead" le deben todo a este estilo videoclipero de hacer cine, y teniendo en cuenta la historia que Basset quiere presentar al mundo y cómo lo quiere presentar, me parece la opción más lógica a la hora de filmar. 

Queda claro que la fuerza de "Horsehead" radica en el enigma de sus escenas, en las imágenes que los sueños brindan y en su afán de rizar el rizo, lo que hace que, en ocasiones, la historia principal, escondida entre un buen puñado de historias paralelas, no dejen claro su propósito y requieran de esfuerzo de memoria y cohesión por parte del espectador. En todo el entramado de sueños, la figura de dios encarnada por la cabeza del caballo y la idea del sexo como algo sucio y pecaminoso, transforma la realidad de Jessica en algo más turbio que sus propios sueños, y aquí no es Freddy Krueguer el que persigue, aquí lo que corre detrás de nuestra chica es un secreto que tiene que ser desvelado. 

Como en toda propuesta de fuerza visual, el uso de los efectos y escenarios, tienen que tener un magnetismo desbordante, y así es desde el inicio hasta el final. La fotografía es un cuadro en rojo y negro, con gotas de blanco y toques sepia que se funden con el color vivo de la sangre y la alucinación. "Horsehead" es una gozada para la vista, y si bien es cierto, que la historia en su conjunto, termina siendo más sencilla de lo que prometía, en ningún momento resulta decepcionante. 

Destaco también la encomiable labor de Lilly-Fleur Pointeaux y Catriona MacColl dando vida a Jessica y Catelyn respectivamente, entremezclando realidad y pesadilla de una forma creíble y pese a lo que se cuenta, nada forzada. En esta fábula alucinógena, los fantasmas personales pasan a ser animales con los que conviven las protagonistas y de los que se pueden sacar múltiples simbolismos. En este sentido, en este mundo de metáforas y locura, "Horsehead" me llevó de nuevo a la memoria otra película que me fascinó y que no tuvo demasiado éxito llamada "Wound" (David Blyth, 2010), así que los que la hayáis visto, podréis imaginar, salvando las distancias, lo que puede ofrecer esta cabeza de caballo. Me declaro fan y defensora de ambas. 

En definitiva, una gozada para los sentidos y un punto más de apoyo en el cine francés, aunque tenga acento inglés. Auguro grandes momentos para el señor Romain Basset si continúa en la senda de la exploración. Mientras tanto, nosotros, los espectadores seguiremos soñando, porque nunca debemos olvidar que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.


Crítica: The Midnight After

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A “The midnight after” le precedía, por decirlo de alguna manera, su fama. En el prestigioso festival de Berlín había recogido por igual aplausos y buenas críticas, y en certámenes y festivales más especializados en el ámbito asiático o en el género fantástico, su status creció hasta convertirse en una de las producciones imprescindibles del 2014. De hecho algunos gurús en la red, hablaron de ella como la “Mejor producción del año” aun faltando bastantes meses para acabar el mismo.

Y es que no conviene olvidar que al frente de la película se encuentra todo un artesano del género –y de otros…-, un AUTOR en mayúsculas que de eso de agradar a la crítica –menos suerte con el público- sabe bastante: Fruit Chan. 

Pero más que desgranar el pasado y orígenes de este curioso realizador, guionista y productor, vayamos ya con la película pues por sí misma descubre muchas de las peculiaridades de este cineasta.

Para empezar, el film nos ofrece un planteamiento no tan original como esperábamos en un realizador tan atípico como Chan. Planteamiento, que se me entienda. 

En las últimas décadas lo de encontrarse en medio de calles y ciudades desiertas es un recurso al que han acudido frecuentemente los guionistas del género. Sin ir más lejos en esta suma de alegrías y decepciones que es mi tierra como es España, hace un par de años vimos la adaptación de la novela homónima de Jorge Torregrossa “Fin”. Pues bien, siguiendo las mismas pautas, Chan –que también a su vez adapta una novela, aunque provenga de la red- sitúa a los personajes en una Hong Kong y Nuevos Territorios desiertos, algo que puede parecer por otra parte lógico dado el tema, pero que para el que haya tenido la suerte como un servidor de conocer el lugar, supondrá un aliciente más dado que casi es una utopía encontrárselos en ese estado. Repito, tiene escaso valor cinematográfico y sobre todo para el espectador foráneo, pero es un detalle a tener en cuenta que puede pasar inadvertido. 

A partir de ahí, Chan maneja la tensión de la película acudiendo a uno de esos factores que ha marcado su carrera como es el humor y hasta el surrealismo. 

Chan, como realizador relativamente joven, pertenece a una generación de directores que han fomentado el realismo y la crítica, por lo que cuando le ha tocado recurrir a la comicidad no ha utilizado el típico humor cantonés disparatado, y sí la ironía y el humor más negro. 

Así más que gags –alguno habrá como el de la dentadura- nos vamos a encontrar con diálogos ingeniosos donde se intenta parodiar a la sociedad hongkonesa con todas sus fobias y defectos, esas aspiraciones de grandeza y contrariamente miserias, odio a lo chino y paradójicamente falta de cultura “internacional”, política, deshumanización, etc. Recapitulando, lo que mejor saben hacer los hongkoneses y de lo que deberían aprender por ejemplo sus vecinos surkoreanos: reírse de ellos mismos. 

Respecto al surrealismo, además de alguna ocurrencia para incrementar la comicidad, nos encontraremos con una escena totalmente fuera de contexto, pero tan divertida que pocas objeciones puede hacérsele. Se puede resumir –para no destripar la sorpresa- como un relleno… musical, pero de esos que marcan una película y el “resopón” posterior, pues no te será fácil quitarte de la cabeza el tema de marras. 

Dejando de lado estos elementos que no son más que complementos auxiliares de la historia, el cineasta chino va soltando pistas dispares para más que orientarnos jugar al despiste, manteniendo el suspense. Mostrar a alguien con una máscara de gas nos llevaría indefectiblemente a centrar nuestras sospechas sobre un virus mortal, pero introducir otras ideas y conceptos habituales igualmente de la imaginería del género, como por ejemplo un fantasma femenino, provoca que terminemos perdidos y enganchados presas de la curiosidad. 

Y es que Chan no tan solo juega con los elementos a los que se presta el guión sino con los miedos de los espectadores. Porque sí, porque la película nos llega en plena efervescencia del virus del Ébola, pero conviene recordar que la ex-colonia británica hace unos años tuvo su propio Ébola con el SARS.

Desafortunadamente en la segunda mitad de la película pierde algo garra ya que se centra más en los personajes que en las situaciones, convirtiendo el resto del metraje en una montaña rusa con puntos álgidos en un extremo, y rellenos y alargamientos innecesarios en otro. 

Aquí también podría hablarse de surrealismo ya que Chan rompe con el tono del film virando el poco drama que teníamos hasta el momento en forma de melodrama hacia la tragedia más cruda, dándonos la sensación de que por muy “enfant terrible” que quiera ser, ha caído en ese error de la mayoría de los realizadores especializados en comedia de Asia de querer darle trascendencia a un producto que de por sí no lo necesitaba. Y ya no es tanto el cambio de registro como su puesta en escena. Poco me puedo explayar sin soltar algo que desvele demasiado, pero creo necesario advertirlo. 

Al menos, salva con nota este escollo gracias a la interpretación de unos actores, en su mayor parte fetiches del realizador -otra de sus marcas de fábrica- como son Sam Lee o un Wong Yau-Nam a reivindicar. Aun así, los veteranos Simon Yam, Lam Suet y Kara Hui no se dejan comer el terreno por los jóvenes, bordando unos papeles que por otro lado ya quisieran para sí todos los actores. 

Para ir acabado diré que los efectos especiales, pocos y todos cortados por el mismo patrón aunque en diferentes presentaciones, padecen el mal generalizado en la industria de la zona: irregularidad. Unos estupendos y otros no tantos. Aprobado, pero poco más. 

Por último, su desenlace. Esta es una de esas ocasiones en las que se es indulgente por el buen rato pasado. Solo diré eso. 

Resumiendo, “The midnight after” es una película divertida y entretenida, una mezcla de géneros y conceptos que no podrían casar en un film formal, pero que en esta “cafetera” tiene una inmejorable cabida. Eso sí, abstenerlo los que busquen un producto formal y/o con sentido común.


Crítica: Goodnight Mommy

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Severin Fiala y Veronika Franz, nos han traído una cinta a Sitges que puede calificarse de muchas maneras pero a la que hay que reconocer su condición de “especial” sin duda alguna. Con una trama tensa, extraña, inteligentemente atroz y que adquiere por momentos un tono excesivamente inquietante y retorcido, el público presente la acogió de manera bastante buena y casi unánime. He de decir que a mí me provocó cierta repulsión, que como es lo pretendido, no es sino un plus a la nota que le casque finalmente.

“Ich seh, Ich seh” , título estupendo en alemán, (significa “Veo veo” y es la versión alemana del jueguecito que nos proponía a mi generación Teresa Rabal), es un preocupante reflejo de lo que puede pasar por la imaginación de un niño ante un elemento externo, ajeno, aunque propio y cómo puede resultar un mecanismo de defensa que afronte la tragedia y sacarle fuera de control terminando por horrorizar a público y personajes. En Buenas noches mamá, asistimos perplejos a la fantasía onfantil sobre la identidad de la propia madre y a cómo un suceso cualquiera puede llegar a afectar de distinta forma a varias personas. Pero además en el caso de un niño, que aún no ha desarrollado su personalidad, su carácter, sus recursos de seguridad tan necesarios, un hecho cualquiera puede acabar somatizándose, generándole un verdadero trauma. 

Preocupada por los signos que la edad y los problemas de una familia desintegrada van dejando en su rostro, una recientemente madre soltera (Susanne Wuest) decide someterse a unatiene cirugía estética renovadora. Cuando sale del hospital y regresa a casa, sus dos hijos gemelos (Elias y Lukas Schwarz) no reconocen del todo esos lazos maternales que todos damos por descontados y desconfían del carácter irritable y el cambio en la personalidad de la mujer que se esconde bajo un mar de vendas. La cosa se va poniendo turbia, siniestra y muy retorcida hasta el punto de que la desconfianza acaba por echar profundas raíces llevando la incertidumbre a sangrientas e inesperadas consecuencias. Los niños inicialmente lo toman todo como un juego, pero en breve pondrán a la mujer a prueba para al final reforzar su convencimiento en la duda, actuando en consecuencia. 

La introducción de la película ya es de esas (Children, mi referente absoluto, Home movie...) que lleva al público a plantearse muy, muy en serio el hecho de ser padre y tirará a más de uno para atrás, tarde en mi caso, y que incluso nos hará mirar a nuestros hijos con ojos diferentes (Pobre Alejo) cuando veamos que los nenes cabrones se toman la cosa como un juego de niños que es pura sesión, macabra y aterradora, de interrogatorios y torturas, con el preocupante agravante de que el prisionero del juego es la propia madre y que a los niños se le va un poco la mano.... Se ha comparado mucho la cinta con “Funny Games” de Haneke (me da igual el original que el remake), pero he de decir que esta cinta es, de lejos, muchísimo más desagradable, violenta y perturbadora, quizás porque en su obra maestra Haneke reflexionaba sobre la violencia gratuíta y desatada a la que cualquiera de nosotros podemos entregarnos el día menos pensado y en “Goodnight Mommy” la cosa va más allá y el salvajismo se desata sobre la figura (encubierta y vendada) de la propia madre. 

Existen pues, dos horrores bien diferenciados en la cinta: el de la madre, mujer sin rostro, desesperada por demostrar su identidad, y el de los hijos, asustados por el abandono de la madre, por la intrusión de la desconocida y por la imposibilidad de recuperar a su mamá. 

Parte del horror de la película se fundamenta en un casi insoportable retorcido verismo y realismo salvaje que como forma de transmitir un mensaje, de narrar la historia es no sólo adecuado y respetable, sino brillante. 

Esa terrible violencia física en la que se entrometen los lazos más humanos, es perturbadora, pero más como resultado de la propia violencia emocional y sentimental. Los actos de los niños son extremas, pero de forma absolutamente creíble y concebible. Las excentricidades del par se establecen bien claras desde el principio con una marcadísima obsesión por los animales, casi como objetos y más en concreto por los insectos. Las herramientas que usan en su juego de tortura no son más elementos caseros que todos tenemos en nuestro hogar y que en manos de un niño perturbado pueden convertirse en simplistas pero sádicas armas. 

Pero si hay un momento donde las cosas se ponen feas es en su tercer acto, final, al que un sinfín de pistas en dos direcciones nos conducen a pensar cuál será la realidad en la historia, si la de los niños o la de la madre, en una gradual progresión de trampas y giros que acaban encajando a la perfección, ensamblados, de un fascinante guión que nos muestra, sin complejos, la solución en lo esperado, que no por ello deja de ser horrible. 

A destacar y sobremanera, las excelentes actuaciones de la madre y los hijos, que consiguen transmitir esa sensación de autenticidad terrible que antes comentaba y que hacen de la cinta una obra dura, impactante y generadora de diálogo inevitablemente. 

El trabajo de dirección es puro, firme, con una una narrativa muy singular e inquietante bastante original en esto del terror. También destacable la fotografía, nada gafapastil y muy convincente, obra de Martin Gschlacht que se recrea en los tonos fríos y metálicos, así como la música pesadillesca (que incluye distintas canciones de cuna en alemán como "Guten Abend, gut 'Nacht" que realmente ponen los pelos de punta) y los efectos de sonido que hacen de la cinta algo aún más apasionante y aterrador, y que favorece notablemente el flujo narrativo de la película. 

En definitiva, todo funciona muy, muy bien, en el trabajo de estos dos directores, que han aprovechado el presupuesto de manera soberbia rodando como lo haría cualquiera de los grandes. Hay escenas impresionantemente bien trabajadas, como la tormenta de granizo, y nos hace poner el ojo en las futuras películas de terror austríaco, ya que este debut en el largo es francamente una genialidad. Las referencias y paralelismos son notables, e incluso admirables, revisemos a Andreas Prochaska y su "In 3 Tagen bist du tot". 

Presentada y producida por Ulrich Seidl, la cinta nos propone hábilmente esa doble lectura en lo que comienza como un thriller psicológico dotado de una atmósfera absolutamente asfixiante y acaba convirtiéndose en una delicatessen al más puro estilo del terror sádico. (En su proyección en Venecia se armó un buen revuelo con mareos, abandonos de la sala y demás). 

Lo mejor: Es salvaje, como pocas.

Lo peor: El maravilloso giro en la trama se puede oler desde casi el principio de la peli, pues una de las escenas de arranque es una clara evidencia e indicativo de lo que sucede en la casa.

RECOMENDABILÍSIMA


Crítica: Miss Violence

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Miss Violence es la última película del director griego Alexandros Avranas y es más fácil hablar de ella que visionarla, y no es una fiesta hablar de ella tampoco. Abre una puerta que quizá debería permanecer cerrada: la película de Avranas es malhumorada, es un relato desagradable de todas esas cosas que ocurren dentro de una casa y desde luego no queremos ver.

La puerta nos lleva a un apartamento grisáceo-amarillento en pleno Atenas, donde dos generaciones de la misma familia – ¿o son tres? – celebran el onceavo cumpleaños de una niña. Los gorros de fiesta pululan alrededor, y vemos las porciones de tartas. Una canción de Leonard Cohen suena en el estéreo –y cautiva mi corazón – mientras Angeliki, la cumpleañera, baila sobre los zapatos de su abuelo. Entonces, sin previo aviso, sin palabra primera, camina hacia el balcón, se sube a la barandilla, sonríe a nadie en particular y se lanza al vacío. La cámara se inclina hacia ese abismo y entonces la vemos, tumbada quieta, estática, muerta; sobre el asfalto. Rodeada de un charco de sangre. Y esta imagen de seguro vale más que mil palabras. 

El resto de la película se preocupa en decodificar la muy extraña reacción de la familia ante la tragedia, que parece más movida en un primer momento por el asombro que por la tristeza. El abuelo de Angeliki (Themis Panou), a quién veremos pronto como el cabecilla que controla al resto de la familia como marionetas de su casa de muñecas; está decidido a no permitir que este incidente perturbe la rutina frágil y apretada del día a día. La madre de la niña, Eleni (Eleni Roussinou), no parece estar tan conmocionada como el vecino que con lágrimas en los ojos la consuela sobre un vaso de licor de crema. Pronto, tras la muerte de la hija; Eleni anuncia que está embarazada, aunque la identidad de dicho padre nunca se aclara. 

Es fácil adivinar a qué terrible negocio le estamos echando el diente, en especial para los fans del nuevo cine griego, donde familias rotas, aisladas y plagadas de abusos son la afectación regular y tópica. (En estas películas, por ‘familia’, podemos leer entre líneas Grecia, más bien). Hay explosiones de bajeza y maldad en el tercer acto, y la cámara de Avranas escoge el punto de vista del abusador, quién protagoniza algunas escenas enfermizas de mirar – aunque incluso entonces, las depravaciones de la misma parecen ocurrir en una brumosa y lejana distancia. 

Miss Violence sirve tanto como cinta de terror doméstico que como fábula política, porque ambas historias comparten el mismo tipo de villano: una figura paterna extremadamente poderosa que engaña a sus víctimas haciéndoles creer que las explotaciones y manipulaciones más horribles son parte de la rutina diaria. 

 “Parece que nada hubiera ocurrido”, dice un trabajador social, que entrevista a la familia en el velatorio del suicidio. “Gracias”, responde el abuelo. “Hemos trabajado mucho para que así lo parezca.” 

Y con estas palabras, me dejaba sin aliento una cinta, que es terrible de visionar porque esconde una verdad que muchos de nosotros quizá, preferiríamos desconocer. Eso sí, magnífica en todo momento.


"Nocturna 2015", abierto periodo de inscripción

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El Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid, NOCTURNA abre el plazo de presentación de largometrajes y cortometrajes para la edición 2015. Tras reunir a más de 26 mil personas en su segunda edición, el Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid, NOCTURNA, se complace en anunciar la celebración de su tercera edición que tendrá lugar del 25 al 31 de mayo de 2015 en el cine Palafox. 

En su segunda edición Nocturna reunió en Madrid a figuras como Tobe Hooper, celebrando el 40ª aniversario de La Matanza de Texas con la proyección de una copia restaurada en 4K y sonido 7.1, el legendario cineasta italiano Dario Argento, el cineasta Jaume Balagueró o la actriz de Juego de Tronos, Sibell Kekili, junto a una nutrida representación de las películas a competición. 

Nocturna volvió a presentar en primicia más de 25 títulos entre los que se encontraban las premieres de películas como Al filo del mañana, Wolves o The Raid 2

En su tercera edición NOCTURNA volverá a llevar a Madrid las novedades del cine fantástico internacional contando, una vez más, con presencias destacadas de grandes personalidades de la Fantasía, el Terror y la Ciencia Ficción. 

El festival ha abierto el plazo para presentar largometrajes y cortometrajes a su tercera edición hasta el 10 de ABRIL de 2015

Podéis consultar las bases completas aquí: http://nocturnafilmfestival.com/index.php/es/inscripcion-films

El Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid, NOCTURNA 2015 es una producción de La Cruzada Entertainment con la colaboración de Scifiworld Entertainment. 

Si quieres saber más sobre el Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid, NOCTURNA entra en su página web: www.nocturnafilmfestival.com

Crítica: The World of Kanako

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“Me cruzaba con él todos los días y nos saludábamos, parecía una persona normal”. Esta es la respuesta que obtiene un periodista de su entrevistado en referencia a su recién detenido por la policía, vecino uxoricida. Y es que nadie conoce a nadie. No tenemos ni la más remota idea de quien es la persona que tenemos sentada al lado cuando viajamos en transporte público, quien la amable panadera que nos sonríe cuando nos entrega la barra de pan o quien se esconde tras ese avatar en facebook que se auto-proclama como nuestro amigo del alma ganándose nuestra confianza. No conocemos a nadie. El ser humano sea posiblemente la criatura menos noble de la creación y cada mañana, al levantarse de la cama, se pone la máscara para interpretar su función diaria. Porque a veces, lo que se esconde detrás, es demasiado perturbador como para mostrárselo incluso, a sus seres más cercanos, a su propia familia.

Sobre esta inquietante certeza, Tetsuya Nakashima arma y edifica su nueva película, “The World of Kanako”, en la cual, el cineasta japonés, sigue ahondando en las miserias de la siempre voluble alma humana, en este caso, aplicado a la sociedad nipona. Lo hace en forma de thriller y separándose en cuerpo, que no en alma, de su anterior y aclamado trabajo de hace cuatro años, “Confessions”, pues si bien el leit motiv del director continúa siendo el mismo, si es cierto que a nivel estilístico, “The World of Kanako” ofrece una versatilidad de la cual, carecía su predecesora, mucho más encasillable dentro de un único género. 

Los que descubrimos a este prolífero autor con la citada “Confessions” (con bastante indiferencia en mi caso), podríamos hacernos más o menos una idea de lo que nos esperaba o podría esperar con este nuevo filme, nada más lejos de la realidad. “The World of Kanako” es una amalgama de géneros que brotan a partir de sus raíces thrilleras para rodearnos los tobillos, trepar cual enredadera por nuestro cuerpo y mantenernos aprisionados ante la pantalla igual que esa mosca paralizada que ve acercarse al arácnido lenta pero inexorablemente, gracias a la perfecta cohesión de todos esos universos cinematográficos a los cuales hacía referencia, tales como el cine policíaco, el drama, el terror o la comedia, estadios todos ellos, por los que transita en un momento u otro, este incalificable viaje hacia lo peor de nosotros mismos. 

Con una puesta en escena que rinde su particular homenaje al grindhouse setentero, donde el grano de la imagen se acentúa para darle un sabor añejo a la cosecha pero al tiempo, se implementan las más modernas técnicas de recolección insuflando a esas mismas imágenes, el popular, efectista y siempre controvertido recurso del videoclip, la cinta nos invita a acompañar al enésimo anti-heroe del cine en su particular viaje sin retorno hacia la propia redención, donde en la desesperada búsqueda del único pedacito de bondad que creía existir en su podrido mundo, tan solo encontrará un lugar mucho más ardiente que el mismísimo infierno, el suyo. 

Si bien dentro de nuestras fronteras y en nuestro cine, hemos tenido algún que otro ejemplo de defensor de la ley, digamos... atípico, tales son los casos de Santiago Segura y su parece ser, inmortal Jose Luís Torrente o de Santos Trinidad, personaje encarnado por José Coronado en “No Habrá Paz Para los Malvados” de Enrique Urbizu, no cabe duda de que si existe un corrupto que ha infectado el ADN del protagonista de “The World of Kanako”, es el de Dae-su Oh del “Old Boy” firmado por Chan-wook Park, de la costilla del cual, nace Akikazu Fujishima, interpretado de manera magistral por Koji Yakusho, trabajo que le valió el galardón a mejor actor en la reciente edición del festival de Sitges. A todas luces merecido. 

Y con Akikazu llega el exceso. Rasgo característico no solo del personaje, sino de la obra al completo. Estamos ante un trabajo que carece de la menor auto-contención, una bomba de relojería a punto de estallar en cada secuencia, en cada diálogo y que nos adentra poco a poco, con un maestro de ceremonias tan apropiado para la ocasión, en un mundo oscuro de depravación y crimen que se atreve con todas las formas de violencia y vicio en todas sus expresiones. Crimen, drogas, machismo, maltrato, incesto y cualquier otra clase de abuso, están presentes en una película que pese a tocar tantos palos y manejar tantas subtramas (muchas de ellas en diferentes lineas temporales), en ningún momento deja atrás al espectador gracias a la precisión de un guión construido de manera tan concienzuda, que resulta imposible que nos bajemos del tren una vez que este se ha puesto en marcha. 

Ni tan siquiera, los grotescos zarpazos de humor negro (surrealista incluso en varias ocasiones), consiguen hacernos desconectar de la sucia visceralidad de un relato que nos tiene el cuerpo agarrotado a base de apretarnos las tuercas de muchas y variopintas maneras. Desde el dramatismo de unos personajes patéticos en si mismos, pasando por el terrorífico documento de que la maldad, no entiende ni de sexo ni de edades y terminando en esa capacidad innata que tienen los nipones para hacerte retirar la mirada de la pantalla en determinados momentos. Todas estas etapas mal royeras que vamos experimentando a lo largo del filme, no solo coexisten en harmonía, sino incluso de manera simbiótica con las inevitables risas, que Nakashima nos “invita” a regalarle, regalarnos, siempre que se lo propone. 

Ya para terminar y por sacarle punta, decir que lo peor de la obra, también viene dado por los excesos, en este caso, de metraje. Algo que no es nuevo en el cine asiático, que suele pecar de este mal en demasiadas ocasiones y que aquí, se convierte en una herida bastante profunda y sangrante, dejando en el espectador un mal sabor de boca que desde luego, no hace justicia a las memorables casi dos horas precedentes de celuloide que nos ha regalado el bueno de Tetsuya Nakashima, una película casi perfecta que además, tenía el cierre perfecto y que por desgracia, se alarga de manera innecesaria y mal, más de veinte minutos, lo cual, no tiene que hacernos olvidar la fabulosa experiencia vivida y las muchas virtudes de una película personal, dinámica, técnicamente impecable y que atesora esa capacidad tan poco común, esa rara avis en la cual, el llanto, el culo apretado y las risas, coexisten en una misma realidad. 

El objeto: Un chupa-chup... espera, ¿o un cutter?

Lo mejor: Casi todo. Su factura técnica, la estética, el guión, la portentosa interpretación de Koji Yakusho, su inteligente sentido del humor y los niveles de perversidad que alcanza en determinados pasajes. 

Lo peor: El cierre. Le sobran los últimos veinte minutos.


Crítica: That Demon Within

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El curtido director de cine de Hong Kong Dante Lam (Lam Chiu-yin) llega a Sitges con una densa película, oscura y sesuda en la que nos cuenta la historia de Dave Wong (Daniel Wu), que parece ser un policía honrado, aunque en ocasiones con métodos que no lo son tanto, que vive por y para su trabajo, distanciado del de sus compañeros, por lo que tiene pocos amigos en el cuerpo y ha sido trasladado de destino en varias ocasiones por su terquedad y mutismo. Para él, ser policía significa todo en la vida, y eligió el uniforme porque era la única forma de sentirse seguro en un mundo corrupto dominado por las mafias y los violentos. Cuando no está trabajando, dedica su tiempo a aislarse aún más, lejos del mundo que le rodea, en su apartamento, limitando su contacto humano significativo y esencial a las visitas de su abuela (Fung So-bor).

Sin embargo, y conociendo el trabajo previo de Lam sabemos que la tranquilidad durará poco y la película no fluirá por los lentos caudales del retrato intimista. Tras un espectacular tiroteo con víctimas, en el que se ve implicado grupo terrorista, los “Gang from Hell”, nuestro protagonista decide donar sangre para salvar a uno de los heridos. Lo que desconoce es que su sangre ha servido para salvar a Hon Kong (Nick Cheung), un asesino frío que ha participado recientemente en un robo de diamantes por valor de 80 millones de dólares con la banda. Wong no tarda en experimentar unos sentimientos abrumadores de culpabilidad cuando Kong, recuperado gracias a su transfusión, se evade y escapa del hospital. Entonces Wong decide de motu propio devolver a Kong a la justicia por cualquier medio necesario, enfrentando sus propios miedos y deficiencias sociales. Resulta que el tal Kong (también conocido como el Rey Demonio) acababa de escapar tras ser capturado por la policía en su apartamento. 

Wong se verá ahora presionado además por su jefe, el Inspector Superior Mok (Dominic Lam), empeñado en poner a Hon y su banda entre rejas antes de su inminente jubilación. Así, un acto benévolo al azar pone en serios aprietos a Dave, que con el tiempo, acaba obsesionándose por completo con la caza de Hon, despertando un pasado oscuro que tenía prácticamente olvidado y que vuelve para perseguirle de nuevo y dañar a su frágil psique. Poco a poco esa obsesión con Hon roza el delirio y le hace tener visiones de los dos fusionados como una sola persona, y de Hon en la representación visual del Rey Demonio (con un rostro en llamas) que le incitan a ceder a sus instintos más salvajes y ocultos. 

Es entonces cuando nos damos cuenta de que no todo es cómo parece, y aunque la apariencia del prota es la de un hombre reservado pero justo, resulta más bien un hombre solitario a la fuerza y propenso a desquiciados ataques de intensa ira y paranoia que se refugiaba en su uniforme para encontrar una cierta apariencia de estabilidad en su vida, un punto de seguridad bajo el que esconder sus alucinaciones, impulsos y episodios ocasionales incluso de auto-flagelación como forma de superar sus fuertes crisis de ira. Nosotros, como espectadores acompañaremos desde ahora a Dave en su oscuro y retorcido descenso a los infiernos de la crisis mental y de los bajos fondos y las viviendas miserables de la ciudad de Kowloon y Sai Ying Pun, en un tono oscuro más que premeditado. 

Más que en ninguna de sus películas, Lam explora, como bien claro deja el título, el mal latente que existe dentro de cada individuo. Es claramente evidente en el personaje de Hon, pero mucho más complejo en el protagonista, cuyos problemas de personalidad van saliendo a la luz con cuentagotas en las sesiones de hinopsis con Stephanie (Astrid Chan), revelando su infancia traumática con un padre sádico y estricto. 

Es evidente que Lam siente devoción por sus personajes, aunque en esta ocasión no los trata de la manera más adecuada. La película, de título muy poco sutil y bastante revelador, sitúa la obra en dos niveles, un estudio del personaje protagonista que se va desvelando mucho más claro conforme evoluciona la cinta, con la extraña sugerencia de que ha sido poseído por el espíritu maligno de Kong y su comportamiento se vuelve cada vez más errático hasta finalmente llegar a extremos maquiavélicos, pero también un retrato que es impulsado por su propio trauma personal y no superado, reprimido en la infancia y que no se explica por completo hasta justo antes de los créditos finales. 

Wu, un actor comercial que en raras ocasiones se ha llevado al límite dramático, nos brinda una interpretación sobresaliente de mayor profundidad y totalmente creíble a pesar de las constantes idas de olla del director, empeñado en hacer una obra demasiado especial que se le escapa en ocasiones de las manos. Cheung, actor fetiche del director, en su papel de adversario es sin embargo un personaje muy plano, desagradable, con lo que el pretendido efecto “Yin/Yang” de ambas personalidades y la sensación de intensidad y fascinación envolviendo en un drama psicológico su thriller de acción pura y dura no se logra plenamente en ningún momento y se puede ver como un intento fracasado por desgracia. 

La reputación de Lam como elegante y comercial cineasta autor de cine negro en un país absolutamente diferente al resto, se ha ido cimentando gracias a éxitos de taquilla como The Sniper (2009), The stool pigeon(2010), Fire of conscience(2010), The viral Factor (2012) y la estupenda Unbeatable (2013), que supuso un inteligente y estupendo cambio de ritmo en su carrera. Sin embargo, con esta That Demon Within hace un esfuerzo, difícil, pero no acertado del todo por fusionar el género policiaco con el terror sobrenatural, lo que la convierte en su obra más madura, quizás, pero en una de las menos intensas y convincentes hasta la fecha, a pesar, recalco, de ser un interesante esfuerzo por hacer algo distinto. 

Quizás lo más acertado de la cinta sea su fotografía de las calles y urbanizaciones en ruinas de Kowloon, obra de Kenny Tse, en un retrato de Hong Kong como un paisaje urbano infernal en el que se ubica perfectamente el abismo de la mente de Wong, y visualmente hay algunas secuencias de acción en cámara lenta con explosiones y llamas bastante impactantes. Sin embargo, la fotografía digital, torpona y quebradiza lastra lo que podía ser un trabajo premiable. El abuso de CGI de aspecto barato no ayuda a liberarse de un aspecto final casi caricaturesco, a lo que ayuda una machacona y cansina banda sonora que está constantemente narrando lo que ya vemos que está sucediendo en pantalla y lo que el protagonista siente. 

El toque de humor mordaz, mediante el simbolismo inteligente con el que se perfila la banda del Rey Demonio, todos trabajadores de día en la industria funeraria que usan máscaras tradicionales cuando delinquen, no sirve para atrapar al espectador, y aunque Lam trate de crear un thriller de acción intensa con ese toque introspectivo, el resultado, lamentablemente, no es ni de lejos tan bueno como esperaba y la cinta pierde interés mucho antes de su final. 

Lo mejor: Su atmósfera sombría.

Lo peor: Se hace eterna por momentos.



Crítica: Starry Eyes

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Estoy segura de que todos los que estáis leyendo esta crítica, habéis creído que la vida tiene que ser algo más que lo que vivís, que sois especiales, que os merecéis vivir vuestros sueños, que si los demás pueden, vosotros también, y ¿por qué no podemos tener nosotros lo que los demás tienen, si al fin y al cabo, somos especiales? Está claro que todos tenemos sueños, ambiciones, esperanzas de una vida diferente en algún sentido, algo que si conseguimos, estamos convencidos de que nos traerá la felicidad absoluta. Lo que probablemente desconozcamos es el precio.

Sobre ese precio es sobre lo que nos habla "Starry Eyes" y lo hace de una forma crítica y brutal, ya que esta película lo que quiere enseñar es la parte oculta del brillo, que no es la oscuridad, sino algo mucho peor. "Starry Eyes", segunda película de los directores Kevin Kolsch y Dennis Widmyer, nos acerca a la vida de una aspirante a actriz de Los Angeles, que por supuesto trabaja de camarera, y que sueña con convertirse en una de sus diosas de la interpretación. Para ello, nos trasladamos al apartamento de Sarah y sus amigos, al más puro estilo Melrose Place, y viviremos con ella una serie de castings totalmente atípicos, donde se mostrará la cara más monstruosa del show bussiness y el lugar que ocupan los valores su nuestra vida. 

No quiero clasificar "Starry eyes" dentro de ningún subgénero, porque se mueve perfectamente dentro del terror a secas, y prefiero no adornarla con aderezos que no necesita. "Starry eyes" nos cuenta una historia cercana en la que la empatía con la protagonista es inmediata, para alejarnos de golpe de ella, en un submundo extraño y sectario en el que la realidad se confunde con la locura y la muerte, cuando se sucumbe a la tentación de ver los sueños convertidos en la única realidad que deseas vivir. 

Estamos ante un ejercicio crítico de la sociedad en general, y del star system en particular, donde los celos, las envidias, el abuso de poder y la falta absoluta de respeto por el prójimo, corrompen tanto por dentro que tiene su reflejo por fuera, y es así como lo que vemos en pantalla es la progresión de una descomposición personal tan brutal cuando se toman ciertas decisiones, que tiene su consecuencia física, una consecuencia incómoda, desagradable y dolorosa, que nos vuelve a acercar a "Thanatomorphose" y "Contracted", en la que el aroma de Cronenberg está presente, tanto en cuerpo, como en alma. 

Desde luego, el juego de la toma de decisiones definitivas y sus consecuencias, es algo constante en el cine, pero pocas veces ha sido tan gráfico como en "Starry Eyes", donde el "cueste lo que cueste" está elevado al cubo y donde se nos hace partícipes de la degradación humana en todos los aspectos. En esa degradación, el alma poca importancia tiene y una vez metidos en faena, lo importante es rematar, por ello, hay que arrasar con todo lo que supone un lastre, porque para empezar una nueva vida hay que deshacerse de la vida anterior, así, el renacer, en sentido literal, se hará desde la belleza de unos ojos que han visto las estrellas y que llevan a las estrellas dentro, aunque estén muertas. 

Estamos, sin duda, ante una de esas grandes películas que nos trae este maravilloso año 2014, que se disfruta mucho y que invita a la reflexión, aunque en mi opinión, la parte final desmerece, en parte, el fascinante desarrollo de la película, por lo estrafalario del asunto. Me refiero a que la realidad vivida hasta el momento era factible dentro del mundo que conocemos, y si se hubiera rizado aún más el rizo y se hubiera apostado por engaños terrenales y finales pesimistas, en lugar del mundo al que nos traslada la productora de cine de terror más temible de las que hayamos visto, el impacto hubiera sido aún mayor y el sabor de boca más amargo, que es lo que esta película pedía a gritos. La parte más sobrenatural no es que rompa el esquema ni que no cuadre, sino que a mi me hubiera gustado más un enfoque realista hasta el final, porque creo que el guión es lo suficientemente sólido como para soportar una realidad tan pesadillesca de principio a fin. 

Y supongo que una de las preguntas que os haréis sea, ¿cómo se consigue todo esto? La clave la tiene Alex Essoe, la actriz protagonista, quien interpreta papelón y pone toda su vida y su muerte en cada escena, acompañada de secundarios, siempre solventes, como Noah Segan ("Dead Girl") y Amanda Fuller (la inolvidable Erica de "Red, White and blue"), una puesta en escena indie muy adecuada para la historia, y unos efectos de maquillaje perfectos para las situaciones que requieren ese extra sanguinolento que siempre es bien acogido. 

A estas alturas ya está claro que estamos ante una propuesta que debe subir a los puestos altos de las películas que hay que ver lo antes posible y hacer una reflexión sobre si nuestros sueños son tan importantes como para no dejarnos disfrutar de las pequeñas cosas de la realidad en la que vivimos. 

Yo siempre quise ser una Rock Star, incluso hubo un tiempo de mi vida en el que luché por ello. Afortunadamente, no lo conseguí.


Crítica: Beneath (2014)

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Dos grandes premisas anteceden a esta película. Una, la que le hace acreedora de seis premios –incluido el de “Mejor Película”- en la edición del 2013 del “Screamfest Horror Film Festival”, uno de los más prestigiosos certámenes del género, y quizás el más importante dentro del territorio estadounidense. 

Y dos, que como reza su introducción, está inspirado en unos hechos reales acontecidos en el 2013 en una mina llamada Brackett; hechos de los que luego uno busca información y no encuentra nada. Como poco, curioso. Pero al grano. Dicho así, lo de inspirarse en hechos reales, puede cohibir a más de uno ya que la sentencia no solo coarta la libertad creativa reduciendo el abanico de posibilidades sino que la mente, siempre a su libre albedrío, puede traernos flashes de imágenes de telefilm de sobremesa alrededor de una mesa camilla.

Sin embargo la clave está en lo de “Inspirado”. Vamos, que sí, que unos mineros quedaron atrapados -al igual, todo sea dicho, que cientos, miles de otros- pero de ahí a que la historia se resuma en un drama claustrofóbico como parece indicarnos esa frasecilla, va un gran trecho ya que “Beneath” es un film de terror en toda regla. Bueno, vale, con sus limitaciones y objeciones, pero no deja de ser de género, incluyendo - y quizás esté hablando demasiado- apuntes fantásticos. 

Pero antes de meternos con esos apuntes, vayamos con otras claves que creo que merecen ser analizadas con anterioridad. El primero haría mención al ritmo de la misma. 

En la última década hemos tenido un aluvión de films con cuevas como escenarios propicios de las pesadillas de sus protagonistas. “La cueva maldita”, “The descent”, “El santuario/Sanctum” y la patria “La cueva” han sido algunos de sus máximos exponentes. Desde bichos inmundos a mutaciones genéticas caprichosas sin olvidar esa sosa realidad que aquí intento espantar de nuestra cabeza. Y también, desde la más avanzada tecnología 3D hasta el primitivo “found footage”; márgenes para no resultar copias. No obstante en todas ellas prevalece una misma sensación: la claustrofobia. 

Pues bien, en “Beneath” no sé si es porque no es una cueva propiamente dicha -o al menos no natural- o qué, pero esa sensación está un tanto disipada. Es cierto que hay alguna fase –al menos una- donde sentiremos la presión sobre el pecho y será casi imposible respirar de la ansiedad, pero como digo, es tan solo una escena. Y es que a diferencia de las otras donde el “enemigo” está más o menos claro, ya sea un enemigo exterior o uno mismo con sus fobias y/o miserias de sentirse perdido, aquí su director Ben Katai juega al despiste para crear tensión y mantenernos presos en la butaca. Y para ello se hace valer de ese ritmo del que hablaba, en base a una estructura extraordinariamente simple: dosificar las situaciones. 

Si uno tras su visionado se pone a analizar la película comprobará que la misma sigue una determinada pauta. De hecho, me vi la película dos veces para comprobarlo. Cada diez minutos pasa una cosa o se da a conocer un nuevo detalle. Sin destripar nada se resolvería algo así: 

Los diez primeros minutos nos presentan a los personajes, creando empatías y ya mostrando de qué pie cojea alguno. Es la parte más convencional y menos atractiva, pero se hace necesario. A partir de ahí, los siguientes diez minutos, nos metemos en la cueva, se nos presenta igualmente esta y nos muestran detalles como esa cámara de seguridad y otros elementos. Con el añadido de servir de documento pedagógico, está realmente bien. 

Llegados al minuto 20, empieza el drama. En el 30, la primera notificación de que algo no funciona más allá de quedar atrapados. Diez minutos después acontece la primera muerte… “extraña”. Al 50, otra anomalía. Y así, hasta su finalización, que tampoco es cuestión de contarla entera. 

Luego, instrumentando –toma expresión- cada una de estas fases o etapas tenemos sustos, algunos buenos efectos especiales -todos ellos de maquillaje- y el clásico “toma y daca” y correrías de este tipo de películas. Pero repito: lo importante es tanto el ritmo como la tensión, ya que junto al buen dominio –para mí- de la historia, se sigue manteniendo el suspense; un suspense que perdura más allá incluso de su desenlace ya que, ateniendo al género y permitiéndose la frivolidad, resulta tan ambiguo que acepta un par de posibilidades. 

En todo caso, es mucho decir, ya que la respuesta que señala queda desestimada si uno rebobina mentalmente la película y busca un enfrentamiento previo a su finalización. Sí, ya sé que hablo enigmáticamente y es complicado entender mis palabras, pero una vez vista la película se comprenderán mejor. No me veréis destripándole una película a alguien. 

¿Qué somos manipulados con eso de la leyenda de “Los diecinueve”? Pues sí ¿Qué parte de culpa de ese debate que se puede entablar es debido a la indefinición de la película? Pues también sí, pero esto no deja de ser el gran mal del género en los últimos tiempos. Si soy indulgente o no lo decidirá cada uno según la impresión que se lleve de la película. 

Menos susceptible del gusto y criterio de cada uno, pero igualmente deudor de esa época que vivimos –sí, “esa”- son sus diez minutos finales. Y evidentemente no estoy volviendo a repetirme con lo de la conclusión/causa; me refiero a cómo está resuelta, dando la impresión de que se quedaban sin ideas -más que sin metraje- y tiraron por, como suele decirse, el camino de en medio. 

Pasando a otros apartados como el de la interpretación, diría que no es lo más destacado del film. No chirrían, y la adición de algún rostro mítico en el género como el de Jeff Fahey resulta el reclamo perfecto para los nostálgicos, pero podrían haber tenido más influencia en la historia, aunque claro, con esos personajes tan poco llamativos tampoco da para más. 

Por último no quiero terminar sin hablar de la fotografía. “Beneath” no es un “found footage”, pero las escenas están grabadas casi como si de una “cámara al hombro” se tratase para darle una apariencia de mayor realismo. Sin embargo ello no quiere decir que sea un método precario o que haya deficiencias en la imagen, al revés, la iluminación de las escenas a pesar del entorno es perfecta y la dirección artística –por escasa que sea- nos ofrece los suficientes alicientes –p.e. esas cortinas de láminas de plástico- para crear una atmósfera insana y no tan plana como cabría esperar.

Resumiendo, “Beneath” es un más que correcto film que da la razón a los que, entre esos otros que la alaban, decidieron premiarla. No da miedo, pero mantiene el ritmo y la tensión en casi todo su metraje. Puede decepcionar a los que esperen algo más parecido a otros títulos con el mismo entorno, pero al menos no les parecerá una pérdida de tiempo.


Crítica: Maps To The Stars

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La última cinta de un genio irrefutable, David Cronenberg, funciona a la perfección como fábula sobre la obsesión humana actual por el mundo de la fama, las celebrities y ese mundo de focos, luces y fiestas desmadradas. En la cinta, un escritor de manuales de autoayuda, de esos que algún psicoterapeuta argentino o nuestro Einstein catalán y su hija sin ir más lejos sacan como lechugas para hacer su agosto es padre de un niño que es un juguete roto, fué estrella televisiva y ahora, a los trece años, está en una clínica rehabilitando su adicción a distintas sustancias. La familia la acaban de componer una hija con problemas mentales y una mujer sobreprotectora incapaz de dar una educación sana y correcta a sus hijos. Por si fuera poco, el escritor y psiquiatra tiene una cliente, una actriz de esas “hijas de” que va a frontar el mismo personaje que ya hizo su madre hoy muerta en su época, y hoy una actriz casi olvidada y a la sombra de la hija estrella.

Con este material el director podría haber hecho desde una cinta de terror, hasta un lacrimógeno drama, pero se queda en un tono de comedia amarga que no puede resultar más satisfactoria, porque en el fondo, lo que cuenta no tiene ni p**a gracia. Nos revela que Hollywood, esa meca del cine donde nuestros actores sueñan con ir aún negándolo, no es más que un vertedero, un enorme contenedor donde lo que ya no vale se deshecha, donde las nuevas generaciones pisan a las anteriores, donde la promiscuidad, las drogas y la maldad sólo sirven como carta de presentación, como tarjeta de visita. 

Si hay algo espectacular realmente en la cinta es lo que ya nos desveló Cannes, resaltando como mejor actriz la poderosa, humana a ratos, desquiciada otros, gran labor interpretativa de Julianne Moore, una de las mejores actrices de todos los tiempos. Ella sola con su profunda, dura, “cómica” y difícilmente triste interpretación (sin duda la más valiente de su carrera),suma muchos enteros a un reparto igualmente en estado de gracia en el que destacan también Mia Wasikowska, Robert Pattinson, John Cusack, Olivia Williams, Carrie Fisher, Clara Pasieka y Joe Pingue entre otros, a los que el director da protagonismo por encima de las “viejas” glorias que están presentes en su cinta, centrándose en esa nueva cantera de actores que dominan la situación actual y que adquieren hábitos, comportamientos y enfermizas reacciones de sus predecesores, con la contínua sensación de impunidad ante todo, porque amigos, “ésto es Hollywood y aquí todo el mundo tiene un sueño”, un sueño que para ser cumplido puede pasar por sexo, violencia y corrupción, donde la inocencia no tiene cabida y donde algo malo se ve sustituido siempre por algo peor. Ese es precisamente el discurso de Cronenberg, ya famoso como uno de esos directores enfermizos, retorcidos, sarcásticos y hasta sádicos del panorama actual y que lejos de empeorar se adapta a los tiempos como muy pocos.

Cronenberg, director especial donde los haya, nos narra en su película un sesudo e inquisitivo retrato, furioso, doliente y doloroso, el espíritu que esconde el mundo de las estrellas de Hollywood, con un desencanto en su enfoque, en su acercamiento al desfase contínuo, las malas tentaciones, las malas ideas, las malas decisiones y los malos finales de una forma que inevitablemente aturde al espectador y le abofetea directamente en la cara, de forma desencantada pero absolutamente fascinante. En una hipérbole sarcástica, cínica y punzante de un Hollywood que bien podría ser el real, pero no es necesario que lo sea, introduce unas historias cruzadas retorcidas, histriónicas y pervertidas que bien podrían tener como banda sonora la canción “Celebrities” de nuestro genio McNamara (Si no la conocen, búsquenla, no se la pierdan), con el que, y no broma, la visión del cineasta comparte gran parte en cuanto a su salvajemente triste visión del mundo de la industria del cine y la fama del siglo XXI, si bien el resultado inspirado y desenfrenado de la peli de Cronenberg es en el fondo más benévola, dando paso en esa puerta abierta a la redención, en la que en el fondo ni él mismo cree, en el dibujo de esa pesadilla que bien sirve para resumir y ejemplificar su manera de afrontar el cine y que no aterroriza porque nos la cuenta a simples mortales alejados de esa alfombra roja, pero que sin duda, alejada del delirio, el absurdo y lo incoherente, hará sentir muy incómodo a más de alguno de los que las pisan regularmente. 

Hay algo que lastra definitivamente la labor del director, y es, aparte de un final absurdo, que a mí me maravilla, como casi poético y adecuado a la locura de la cinta, pero que no pareció gustar mucho en la proyección, a tenor de los abucheos más largos que escuché en un cine, su guión, regular y no siempre acertado, de Bruce Wagner, más empeñado en lanzar puñales contra el mundo de la industria que en los diálogos de personajes, que llegan a hacerse aburridos y somnolientos y llegan a un resultado frustrantemente poco satisfactorio, que a ratos carece de cohesión y cansa en su reiteración del desequilibrio y narcisismo común. 

Aún así, su valiente visión inteligente y subversiva, ya clara desde tiempos remotos, cuando como un aspirante a científico que padrinó el mejor horror corporal de una época y que exploraba su fascinación por el cuerpo físico, por la identidad mediante sus films para más tarde incluir las nociones sociales a su discurso, es digna de mención. 

Desde 'Videodrome' a 'La Cría', 'Dead Ringers' a 'Crash', o los thrillers posteriores 'Una historia de violencia' y 'Promesas del Este', incluso su denostado y mal entendido anterior trabajo, Cosmópolis, mucho más fría y pretenciosa, formalmente siempre atractivos, únicos, brillantes, su capacidad para perturbar es innata. No hace concesiones ni da respiros y finales bonitos, en su cine, por muy alejado de la realidad que pueda estar, hay siempre una sinceridad y una capacidad de exprimir actores y espectadores única. En esta “tomadura de pelo” como la catalogan algunos, hay mucha verdad oculta, mucho dolor y sufrimiento de tapadillo, que la hacen fascinante, deliciosa y hace que uno salga de verla totalmente perturbado, con la cabeza embotada y la necesidad de beberse un vodka al trago para olvidarla. 

Su Mapa a las estrellas es un golpe amargo y doloroso en la parte más vulnerable de Hollywood, como el que ya dió David Lynch en su inmejorable "Mulholland Drive", menos satírica y más surrealista. Un golpe en todo caso, profundo y emocionante, que pese a tener momentos muy, muy tibios, conserva el enfoque autoral de la presentación de algo oscuro y horrible al que en el fondo no asistiremos más que como espectadores. 

En definitiva, es una buena historia muy bien filmada e interpretada perfectamente donde lo mejor de todo, sigue siendo sin duda, la brillante Julianne Moore, no apta para todos los gustos, difícil y para nada simplista. 

Dosis quizás excesivas de sexo muy explícito puede provocar rechazo a algún beato, pero dudo mucho que uno de esos entre a ver una peli de Cronenberg. 

En lo que se refiere al ámbito técnico, la cinematografía de Peter Suschitzky y la música fascinante de Howard Shore juegan un papel fundamental en la determinación de esa visión distorsionada de la lejana realidad, en la medida en que representan en gran parte la psicología de los propios personajes.  

Lo mejor: La Moore.

Lo peor: Algunas partes del guión.


Crítica: John Muere al Final

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Recuperamos la crítica realizada en su día tras su proyección en la edición 2012 del festival de Sitges, con motivo del inminente estreno (mañana mismo) en DVD de "John Dies at the End", una de las mejores películas fantásticas rodada en años. Mas vale tarde que nunca.

No he entendido nada, en serio, no he entendido nada. Y poco o nada tuvo que ver el hecho de que delante mío, tuviese la cabeza más grande que servidor ha sufrido en su puñetera vida, la cual me privase de leer alguna que otra línea de diálogo. Ni siquiera el hecho de estar sentado al lado de una maciza de cuidado, aunque todo sea dicho, tenía pinta de modelo de capa caída. No amigos y amigas, no la he entendido por dos motivos, el primero, que soy un jodido retrasado, el segundo, que el señor Don Coscarelli, es un puto maestro en esto de ponerse detrás de las cámaras y es capaz de alegrarle la vida a uno, con una película que, en realidad, no tiene ni pies ni cabeza.

Hablar a estas alturas de Don Coscarelli está de más, ver a este señor dirigirse a la horda de fanáticos empalmados que abarrotábamos la sala del auditori deseosos de violarlo o cosas mucho peores, en un más que correcto castellano, mientras recibía el premio “La máquina del tiempo” en reconocimiento a su exitosa carrera de manos de un automatizado Ángel sala, fue uno de los momentos más mágicos que ha vivido este pobre desgraciado que suscribe en sus ya múltiples visitas a tan mítico festival, según palabras del propio Coscarelli: “el mejor festival de cine fantástico del mundo”, aunque no hace falta ser Don Coscarelli para saber esto. Bien, lo que decía. Coscarelli, padre de la que posiblemente sea, una de las sagas más emblemáticas que haya dado nunca el género, por supuesto, hablo de “Phantasma” y al tiempo, de una de las películas más bizarras, divertida e incalificable que se haya visto en una pantalla, por supuesto también, “Bubba Ho-Tep”, todas ellas, visionado obligado para CUALQUIER persona que se jarte de ser aficionada a esto del cine de terror.

Vale pues, no voy a hablar de Coscarelli (aunque date por violado, date por violado múltiples veces), si voy a hacerlo de su nueva película, “John Dies at the End”, serie B de alta cuna que a día de hoy, está al alcance de muy pocos, Don es uno de ellos. Esta vez, llevando a la pantalla la exitosa y a la vez, polémica obra literaria homónima de Jason Pargin (aka David Wong), un demencial relato que mezcla horror, comedia y ciencia ficción a partes iguales y que de manos de Coscarelli, nos transporta a la gloriosa época de la susodicha serie B de finales de los 80 principios de los 90, aunque remasterizada, actualizada, re-engendrada, a tiempos actuales.

Esta vez, no voy a desvelar nada sobre la trama de la película, esta es una de esas cosas de la vida que uno debe descubrir por si mismo, algo así como cuando rompes con tu pareja de los últimos once años y te enfrentas a dilemas tales como: ¿que ropa debo poner en la lavadora de color, y cual con la lavadora de blanco, cuando lo único que tengo blanco son los calcetines? Esto te lo puede haber explicado miles de veces durante largos años, pero, no es hasta que ves a la bestia mirarte fíjamente a los ojos, mientras el suelo se derrumba bajo tus pies hacia el abismo infinito y las llamas del averno comienzan a calentarte los testículos más de la cuenta, que descubres que hay cosas en esta vida, para las que aun no estás preparado. Esto hay que vivirlo así, de cero, “John Dies at the End”, también.

A la cabeza me viene una película de 1989 (si tíos/as, recuerdo el año exacto, soy así de chulo) de nombre “Las Alucinantes Aventuras de Bill y Ted”, creo que luego llegó a hacerse incluso una serie animada (y lo de “creo” es para hacerme el interesante, por que lo se de buena tinta, la veía siempre), pues el argumento de la cinta de Don, tiene bastantes similitudes con las aventuras de aquellos dos jovenzuelos, aunque para dar con la receta exacta, haría falta echar mano de otros muchos títulos: “Donnie Darko”, “ExistenZ”, “Regreso al Futuro”, la propia “Phantasma”... bien, lo único que debéis saber, es que “John Dies at the End” y ya fuera coñas, es una película delirántemente divertida que atesora un humor de tal acidez, que ni siquiera la persona más sosa del planeta, aquella con menos sentido del humor, podría resistirse a dedicarle al menos, una prolongada sonrisa de hora y media.

“John Dies at the End”, es un viaje hacia ninguna parte plagado de grotescos personajes e imposibles situaciones, una narración del apocalipsis contada en primera persona en la cual acompañaremos al personaje principal (interpretado por un acertadísimo Chase Williamson) en su particular descenso a los infiernos, travesía amenizada con uno de los libretos más cachondos e ingeniosos que se haya visto en una comedia de terror en muchos años, porque “John Dies at the End” no es una película simpática, es una película desternillante y además, inteligente, sin tópicos, sin clichés, una hondonada de aire fresco en cada secuencia que da sentido a cosas tan en apariencia innecesarias, como pueda ser el lubricante sabor cereza, perfecto diagrama de como debe hacerse una película de género fantástico en pleno siglo XXI y que resulte añeja y actual, a partes iguales.
Y todas estas impresiones, nacen a partir del propio auto conocimiento de que no he entendido ni papa, de que se me han escapado mil y un detalles entre carcajada y espasmo, de que hay tanto para asimilar y tan poco tiempo para hacerlo, que abruma. De que en un ecosistema tan vivo y en constante ebullición, ni siquiera la aparición en pantalla de ilustres personalidades como las de Angus Scrimm interpretando a un párroco de lengua viperina, del genial Dough Jones (“Hellboy II: El Ejército Dorado”, “El Laberinto del Fauno”) haciendo lo propio con un mensajero del infierno (creo) o de Clancy Brown, moldeando en el barro al mejor personaje de la película en lo que parece un homenaje directo a nuestro querido Cavan de “El Día de la Bestia” aunque en un nivel superior de existencia, consiguen ejercer de punto de inflexión ni en la memoria, ni en la narración, pues esta segunda es tan vertiginosa y brillante, que lo que en cualquier otra ocasión, sería un bonito recuerdo que llevarse a la tumba años después del visionado, aquí es poco más que una mera anécdota, un aquí te pillo aquí te mato.

Visualmente tampoco se desinfla la cosa. Cierto que hay algunos efectos digitales por ahí, que no terminan de cuajar, pero son una minoría dentro de un apartado general donde brillan los efectos tradicionales de vieja escuela, con constantes referencias a la “nueva carne” de Cronenberg así como al propio universo Coscarelli, por supuesto.

En definitiva y como no podía ser de otra forma, un nuevo visionado obligado “made in Coscarelli” para cualquier amante del cine fantástico, y van...
Lo glorioso: Su kafkiano derroche de imaginación, inteligente sentido del humor y el tour de force interpretativo entre Chase Williamson y Paul Giamatti.

Lo menos glorioso: Por buscarle un “pero”, quizás en su tramo final, la vertiente cómica se le escapa un poco de las manos a Coscarelli y la cosa termina degenerando en comedia burra.


Crítica: Jessabelle

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Respecto a que el cine de terror vive una época dorada, casi me atrevería a decir al estilo de los ochenta, es algo en lo que casi todos estaremos de acuerdo. La entrada de nuevos… estilos como el "found footage” ha provocado un abaratamiento de costes logrando además que, para nuestra desgracia, cualquier hijo de vecino con una cámara, algo de imaginación y unas ínfulas de cineasta moderno y transgresor, nos perpetre cualquier pestiño que se aproveche de nuestro siempre insaciable e incontenible apetito por el género.

Pero ya no es tanto una cuestión del número de títulos como del de titulares. Bonito juego de palabras, todo sea dicho de paso. Al grano, que me gusta divagar más que… ooops, otra vez… 

La cuestión es que en un mes me encontré en la red la frase “La película del año” haciendo referencia al campo del terror hasta en tres ocasiones: con “The babadook”, con “The taking of Deborah Logan” y con esta misma “Jessabelle”. Sí, ya sé que esto son artimañas de los responsables de marketing y bla, bla, bla, pero encontrarte con alguna opinión aparentemente ajena a la producción de los films que lo refuta, resulta ya curioso. No obstante la cuestión es saber si solo son eso, titulares o estrategias publicitarias, opiniones enfervorizadas pero aisladas, o algo con una base fiable. Para intentar sacar algo en claro, ahí va mi particular análisis de “Jessabelle”. 

Para empezar, vayamos con sus cimientos. “Jessabelle” nos trae a una joven acosada por un espíritu. Ohhhh… ¡qué original! ¡Un aplauso para su guionista Robert Ben Garant! En todo caso, así, entre nosotros ahora que no nos oye nadie… ¿qué se puede esperar de un plumillas que ha escrito “hitos” en el género del terror como “Un canguro superduro”, “Herbie: a tope” o “Una noche en el museo”? Bueno vale, también dirigió la no-tan-mala “Hell baby”, pero era más una comedia que un film de terror. 

Sin embargo nos haríamos un flaco favor si comenzásemos con prejuicios, más que nada porque el director del film sí que es alguien ligado al género, realizador entre otras de la sexta y séptima entrega de la saga “Saw”, y montador de “pura sangres” como algunas otras entregas de la franquicia de James Wan o títulos como “Los extraños” y “The collection”. Pero volvamos al redil (¿ya he dicho lo que me gusta divagar?... ah, sí). 

La cuestión es que aunque los cimientos sean vulgares, los pilares sobre los que se sustenta aunque vistos ya por separados en alguna que otra producción, juntos ya conforman una base a tener en cuenta con la que comenzar a edificar sin dudas: la protagonista ha sufrido un accidente por lo que no puede andar por sí misma. Pero ya no solo son sus limitaciones de movilidad que la obligan a depender de los demás o sentirse indefensa cuando las situaciones… en fin, ya os lo imagináis, es que encima en el accidente perdió no solo a su pareja sino al bebé que esperaba. 

Además de estos matices que no dejan de ser interesantes, nos encontramos con que la misma tiene que recurrir a su padre, al que no había visto desde que era niña cuando la dejó al cuidado de su tía, ya que su madre murió a los pocos meses de nacer ella debido a un cáncer. Un tipo, por si faltase algo, alcoholizado e irascible. 

Contado así, deprisa y superficialmente, parecería que nos encontramos con algo más cercano a un drama que a un film de género. Pero no; esto solo es la base y el film sí que pertenece al género del terror: sus responsables ni pierden el tiempo enjugando lágrimas ni hurgando en la herida, y así, yendo al grano, a los diez minutos ya nos estarán ofreciendo la primera imagen fantasmal. 

Pero hay que seguir elevando la estructura. La planta baja está bien, pero lo importante se encuentra en los pisos superiores, y para ello recurrirán a elementos tan prometedores en el género como los secretos y las mentiras. 

Todos los personajes secundarios –bueno vale, lo de “todos” en parte es un eufemismo ya que solo son el padre y el noviete del instituto de la prota- parecen ocultarle a esta y a nosotros mismos asuntos con los que relamernos del gusto provocando que nuestra mente no ejerza de simple testigo elucubrando teorías. Si a esto le unimos que seguimos asistiendo a otras claras muestras de género, tendremos una primera mitad de película bastante esperanzadora. 

Sin embargo pronto nos daremos cuenta de que, continuando con ese símil constructivo que estoy empleando desde el principio, atendiendo a unos cimientos y estructura a prueba de sismos, parece que hayan invertido todos los medios en ello olvidándose de la distribución interior. Y es que cuando tenías que ya no rematar la faena sino desarrollarla, te has quedado a medias. Es en esta parte donde se demuestra –o al menos donde yo lo aprecio- que su guionista no es alguien ducho en el género.

Los vídeos de VHS a los que habías recurrido, un buen apunte nostálgico que además te traía resonancias de otros títulos resultando un instrumento más para crear atmósfera y suspense, terminan por demostrarse como un torpe recurso, y tramposo para más señas. Le habíamos permitido esa licencia que se conceden los directores y guionistas del género de ir sacando trozos del VHS a conveniencia, pero cuando pierden su razón de ser sin ofrecer más finalidad que enredar la madeja…

Luego, la red de mentiras que habías urdido la dejas a un lado convirtiendo algunas de ellas en una farsa o remedo de melodrama romántico adolescente. Que no está mal, oiga, pero ni era lo que apuntaba la película ni mucho menos lo que esperábamos. Y ya no es la irrupción del componente romántico, que hasta cierto punto tiene cabida, sino la transformación de la película del género del terror al thriller. 

Iniciando una de esas tópicas investigaciones que buscan adentrarse en el misterio y desentrañar sus secretos, la pareja de héroes dejarán de lado toda faceta sobrenatural para convertirse en un par de detectives de tercera abandonando por el camino su entidad como protagonistas para convertirse en, con todo el respeto, una especie de extras de “Un saco de huesos”. 

Las piezas del puzzle encajan, pero en cierta manera uno se queda un tanto indiferente ante la resolución. No es el clásico “Porque yo lo digo” pero sí el no menos típico “Pues bueno”. Con decir que lo mejor del desenlace es ese plano montado del final donde su director se demuestra como lo es, un excelente editor… 

Pero bueno, al menos -para acabar con humor-, nos podemos quedar con la sensualidad que desprende la protagonista y que explotan sus responsables. Ver esa escena cuando se agacha a recoger la maleta de debajo de la cama… ¿Vuelve el erotismo de los ochenta? 

Resumiendo, “Jessabelle” encarna a la perfección a esa ya clásica sensación/decepción de las películas de terror que empiezan muy bien pero que poco a poco se van diluyendo perdiendo por el camino su capacidad transmisora. No es una mala película, pero le falta bastante para alcanzar lo que prometía. Ya no digo para convertirse en lo mejor del año… 

P.D.: Después de “Annabelle” y “Jessabelle” se abren las apuestas. ¿Cuál será la siguiente? Yo apuesto por “Isabelle”. O mejor, “Pacabelle”… Porque con “Poubelle” –cubo de basura en francés- ya estarías dando demasiadas pistas sobre la calidad de la misma…


Crítica: La Venganza de la Momia

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Romasanta como siempre se siente identificado a recordar un tipo de cine español que por bien o por mal ha sido olvidado por completo de la cinematografía de nuestro país; algo que cabe reivindicar y así cambiar los clichés de un cine que parece que tocó el género fantástico y de terror de refilón o por casualidad, cuando en los 70 se produjo mucho -y bastante mal- pero con ciertos productos dignos y otros tantos de muy buena calidad.

En este caso hablaremos de la especial versión sobre el mito de la momia que propició el director Carlos Aured y protagonizado por el productivo Paul Naschy. En este caso, el director Carlos Aured que ya había tenido cierta experimentación en el género, con la aceptable “El retorno de Walpurgis” (1973), la correcta “El espanto surge de la tumba” (1973) y para mí la mejor de las tres, “La venganza de la momia”. En este caso, como siempre podemos observar el gusto de Paul Naschy por acarrear proyectos que recuerdan a esas viejas películas de la Universal que él siempre valoraba, por ello no es de extrañar que a pesar de tener dos referencias en el mito de la momia como “La momia” (The mummy, 1932; K.Freund) de la Universal y “La momia” (The mummy, 1959; T.Fisher) de la Hammer, el producto que aquí expones se decanta por acercarse más a la primera adaptación que a la segunda, aunque muestre unos exteriores en Londres ambientados a principios del s.XX. 

Las andanzas de esta momia se sitúan en terreno egipcio cuyo faraón Amenhotep, es un mandatario tirano y asesino que se dedica a realizar los más atroces crímenes, junto a él su amada concubina, Amarna (Rina Ottolina), que seguirá sus crímenes hasta que el sumo sacerdote los asesinará para poner fin a tales despiadadas acciones. 

En este caso es interesante analizar el trato de los interiores, que demuestran el exiguo presupuesto que manejaban -algunas fuentes hablan de unos 10 millones de pesetas- y por lo tanto, todo se traduce a un único plano sin exteriores y de cierta teatralidad, aunque cabe destacar la artesanal astucia de Carlos Aured para salvar la parte histórica del relato y acabarla en un breve prólogo de no más de quince minutos, por lo que no es tan insufrible su presentación; a pesar de ello, cabe enfatizar el buen hacer de los decorados y sobre todo del vestuario, en el que hay que destacar la notoriedad del momento de la momificación de Amenhotep. Pasado esto, el film nos traslada a principios del s.XX cuya tumba ha sido descubierta por la pareja de arqueólogos, Nathan Stern (Jack Taylor) y Abigaíl (María Silva), cuyo descubrimiento será llevado hasta el Museo de Londres. 

Aured hace lo que puede en proponer una aceptable puesta en escena, aunque en ocasiones fragüe en el intento por un pesado uso del zoom y en varios defectos de montaje, junto al torpe guión de Paul Naschy que en ocasiones no sabe llevar a buen puerto la historia que maneja. Además, como en muchas ocasiones ocurre el actor español lleva a sus espaldas un doble papel, el de Amenhotep y el del sacerdote Assad Bey, que buscará a la momia, la robará y la traerá a la vida con la ayuda de Zanufer (Helga Line). Por consiguiente, como muchas veces le ocurre a Paul Naschy, es en sus momentos maquillado en los que sus personajes son mucho más completos, ya que pierde cierto hieratismo actoral que es patente en sus actuaciones en las que no es hombre lobo, momia o Dr.Jekyll y Mr.Hyde. En este caso, hay que volver a destacar el logradísimo maquillaje y diseño de la momia, realizado por Antonio Múñoz García; cuyo diseño estaría más emparentado al film de la Hammer de 1959, en el que la momia se presenta totalmente toda vendada a diferencia de la versión del 32, en la que podíamos ver el rostro de Boris Karloff envejecido. Realemente será en las incursiones en las que aparece la momia, en las que saque el mejor partido Carlos Aured, ya que sabe dosificar de forma astuta las escenas gore que aparecen a lo largo del film. 

Por consiguiente, la trama del film sabe combinar la investigación policial que se lleva a raíz de la serie de muertes que se suceden en Londres desde la resurrección de la momia, junto a la investigación que llevan los arqueólogos que la descubrieron para conseguir frenarla y además se añaden set pieces en las que la momia va asesinando a todo lo que se encuentra a su paso. Por ello,nos centraremos más en este último aspecto ya que es la parte más atractiva del relato y la que consigue dar mayor cohesión al conjunto. De todos los momentos a destacar, tenemos el que ocurre en el interior del museo, una vez despertada la momia, ésta misma anda por los pasillos del museo y sorprende a uno de los guardas aprisionándole el cráneo; escena resuelta con cierta gracia y que le da un toque naïf y de serie B, que antes que burlarnos nos arranca una deliciosa sonrisa por su efectividad. Otro de los momentos más destacables, es el que se sucede en las cloacas de Londres, cuya malsana y vaporosa puesta en escena están resueltas con tremenda soltura, en la que las cloacas se convierten en un entramado laberíntico en las que la momia se esconde de los agentes policiales que la buscan desesperadamente. 

En su tramo final, la serie de muertes se suceden con mayor celeridad; una pareja es asesinada por la momia con una horca en el pajar; uno de los propietarios del museo que va en silla de ruedas es lanzado a la chimenea hasta abrasarse vivo y finalmente el último tramo del film se centra en el asesinato de Helen para conseguir que el alma de Amarna ocupe el cuerpo de ésta; todo se situará en un pequeño escenario de influencia egipcia, en el que se sucede el final del film, en el que los arqueólogos encuentran el templo escondido de la momia para así evitar la muerte de más personas; en este caso, la acción no es el punto más fuerte de Aured y el film sufre bastante en este final. 

En conclusión, estamos delante de una producción muy modesta en la que se intenta hacer lo mejor posible y hacer una recreación bastante idealizada -que no fidedigna- del mundo egipcio, junto a unas actuaciones bastante correctas y en las que sobre sale un impecable diseño de vestuario y maquillaje. Carlos Aured demuestra ser un artesano, un aceptable director y de una competencia indiscutible a la altura de León Klimovsky o Eugenio Martín, dando al fantástico español una versión muy recomendable de la momia que se erige dentro del imaginario de los muertos con vendas, entre uno de los mejores exponente de todos los producidos en Europa y América -hay que recordar la producción mexicana de “Santo en la venganza de la momia”, 1971-, consiguiendo un encanto entrañable como tanto le gustaba a Paul Naschy, y que seguramente con un poco más de presupuesto se hubiera conseguido una producción mucho más digna y totalmente competitiva a la producción de la Hammer.


Crítica: V/H/S Viral

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Romasanta, les presenta el tercer acto del serial cinematográfico “V/H/S” que comenzó en 2012 y que sigue una cierta moda de películas hechas a través de diferentes historias que pueden seguir un mismo hilo argumental, o que es a través de una historia por la que se desarrollan las demás; algo que también encontramos en “The ABC's of death” que también se inició en 2012.

Ante todo, reconocer que no soy nada seguidor de este tipo de películas hechas a retales, pero debo reconocer que desde el buen sabor de boca que me provocó el visionado del film “Relatos Salvajes” -película obligada para todos-, me abrí mejor de mente para ponerme delante de un producto tan llamativo como es V/H/S Viral. Mi crítica no pondrá de precedente a las entregas anteriores, ya que no he visto nada sobre esta especie de serial y ahora que he visto la tercera entrega puedo decir, que me me veré las dos anteriores ya que en mi juicio, estamos delante de un producto nada desdeñable.

V/H/S Viral propone una historia que se vertebra en todo el film a fin de ser el hilo conductor de la obra, mientras que en los múltiples cortes que sufre la historia se vertebran las diferentes historias que complementan a la película en conjunto. Por consiguiente, la historia primordial explica la aventura de unos cuantos jóvenes por conseguir el vídeo viral más visto en youtube, mientras que una extraña persecución entre un delincuente a la fuga y la policía provocan las muertes más rocambolescas a sus paso. A pesar de la buena premisa, este inicio me parece un tanto tosco y mal desarrollado, por lo que “V/H/S Viral” se beneficia de unas historias complementarias que le dan mejor empaque. 

En este caso, se deben destacar “Dante The great”, “Parallel Monsters” y “Bonestorm”. Por lo tanto iniciamos nuestro recorrido por “Dante the great” en la que se habla de la historia de un mago que es arrestado por una serie de asesinatos y desapariciones. Todo se relata a través de una especie de programa de investigación -un tanto sensacionalista- sobre la figura del mago, que analiza sus comienzos hasta la llegada del éxito y la popularidad. En esta historia sobre todo, lo mejor que más ayuda es la buena aplicación de los efectos especiales, nutriente esencial para el relato que lo enriquece notablemente y consigue elevar todo lo contado. Podemos decir, que el tema tratado aquí comienza de forma positiva -cuando el mago consigue una capa con poderes- en las que un aprendiz de mago consigue pasar de hacer ilusionismo a hacer magia, por lo que su popularidad empezó a subir como la espuma; pero todo objeto tiene un precio, y en éste en concreto necesitas sacrificios humanos para seguir haciendo que el mago haga magia de verdad, por lo que los asesinatos son cada vez mayores y el mago puede conseguir mayor popularidad. El gore y los efectos especiales están muy bien dosificados, por lo que el relato se fortalece a medida que avanza la historia, y el personaje del mago enloquece por culpa de una obsesión absurda por el éxito; destacar sobre todo el festival de muertes -que no de sangre- que sucede cuando un comando de los SWAT intentan detener al mago, uno de los mejores momentos de la historia junto al intento de twist final, que por su simpleza resulta gratificante. 

Por otro lado, nos encontramos dentro de toda una producción de historias americanas, una que es hablada en español y que además está dirigida por Nacho Vigalondo. Si su temida “Open Windows” me dejó más decepcionado que ilusionado, debo decir que su historia “Parallel Monsters” es una grata sorpresa y demuestra el talento indiscutible del director -que nunca dudé que lo tenía-, al proponer la historia de un hombre que crea una máquina, que le permite abrir una puerta a otra dimensión que se convierte en un espejo de sí mismo. Se proponen las ideas de los mundos paralelos, el doble y las vidas paralelas, en las que dos científicos idénticos se encuentran al otro lado de la puerta, sorprendidos por su hallazgo; pero todo se complicará al intercambiarse los espacios -que aparentemente son la misma casa- y disfrutar del juego de los dobles. Por consiguiente, la casa 1 es visitada por el científico 2, mientras que la casa 2 es visitada por el científico 1, conllevando una vivencia extraña por parte de los dos científicos que se darán cuenta que nada es lo que parece. Mientras que la casa 1 refleja la vida de un matrimonio felizmente casado, la casa 2 plantea en un mismo escenario una oda de sacrificios y rituales un tanto extravagantes, por lo que los dos personajes se encuentran extraños en dos dimensiones que parecían idénticas. 

Lo más interesante es el tratamiento de la extrañeza, al igual que los justitos efectos especiales, que proponen un lado positivo invadido por unos seres extraños que aparentemente eran iguales que ellos, por lo que el relato se complica con ciertos ecos a “La invasión de los ladrones de cuerpos” (Invasion of the body snatchers; D.Siegel, 1956) y con un desenlace bastante prometedor. Debo destacar la impecable realización de Vigalondo, y su especial interés por tratar temas de ciencia ficción por los que tanto cuesta interesarse en nuestro país ; por lo que aplaudo el riesgo de la propuesta y la interesante puesta en escena. 

Y finalmente destacar la historia más desenfrenada que se ofrece en esta tercera entrega : “Bonestorm”. Una desprejuiciada historia, con mucho humor, muchas sangre y mucho hueso; en la que unos jóvenes skaters están divirtiéndose hasta que uno de ellos se cae y se hace una herida, con tan mala suerte que el accidente que tiene es encima de un dibujo de un extraño ritual, y su sangre invoca a unos seres que querrán la muerte y la sangre de los jóvenes. A partir del primer desmembramiento, la historia no cesa en una aceleración desenfrenada de la acción y las muertes, por lo que cada momento filmado es un chorro de sangre, un golpe doloroso, un brazo volando por los aires o una decapitación; todo un festival de sangre y más sangre para los más devotos y festivaleros. La filmación está llevada con mucho brío y pulso por Aaron Moorhead, que presenta una historia demencial y adrenalítica en la que disfruté de lo lindo, cuyo maquillaje es todo un virtuosismo en el desarrollo de los encapuchados esqueletos en los que vi un buen parecido a nuestros patrios templarios de Amando de Ossorio. 

En conclusión, “VHS Viral” me parece un interesante cóctel de diferentes historias que funcionan bastante bien, aunque no sé si a la altura de las que se propusieron en las anteriores entregas, que por lo que he podido leer tanto en V/H/S como en V/H/S 2 daban mayor prioridad al terror que a la intriga – que en esta tercera es mucho más palpable-, por lo que a muchos espectadores no les agradará este cambio, pero en mi opinión, me parece un producto bastante interesante y cuyas historias -las 3 mencionadas sobre todo- y me reitero, funcionan correctamente.



Crítica: The Fives

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Me repito como el ajo, pero ¡Qué buenos son los coreanos haciendo thriller! El director Jung Yeon-Sik guioniza su propio manga, uno de los que más he disfrutado en años, y sin apenas hacer un cambio nos trae una narración sorprendente, emocionante y que contiene muchas de las preocupaciones de la sociedad coreana de hoy día, en una historia potente y fuerte como el hormigón que demuestra un talento en ciernes en una primera obra.

Es cierto que el género está sobre explotado en el país, y a la fuerza, unos contienen notas de los anteriores, lo cual, en mi opinión no es ni mucho menos malo, pero sí que se notan referencias de I saw the devil, The Chaser e incluso de Sympathy for lady Vengeance, mi película favorita. Como en aquella, la venganza es la idea que articula toda la historia. 

La preciosa Eun-A (Kim Seon-ah) es una artista que está felizmente casada y es madre de una maravillosa hija de 15 años de edad. Una mañana, mientras que madre e hija están de compras, la hija de Eun-A ve a una niña mayor de su colegio con un hombre extraño que se presenta como su tío. El hombre sin embargo es un psicópata, asesino en serie que utiliza los huesos de sus víctimas para crear su obra escultórica y que teme ser reconocido por la niña, por lo que una noche, tras el cumpleaños de la niña, irrumpe en la aislada casa de la protagonista y en un violentísimo ataque asesina al marido y a la niña ante la horrorizada mirada de la protagonista, que tras una brutal paliza es dada por muerta. El asesino entonces se desvanece y desaparece sin dejar el más mínimo rastro. Tras sobrevivir al ataque, dos años después, Eun Ah se ve postergada a una silla de ruedas de por vida, lo cual para ella no es ningún castigo en comparación con los recuerdos de una vida feliz que ahora parece borrosa, lejana. 

Se vuelve entonces una persona muy metódica, que aplica todas sus capacidades y empeños en planear la venganza perfecta y acabar con el asesino de su familia. En su situación sabe perfectamente que no podrá ejecutar esa venganza ella sola, así que un día, en una revisión, toma una decisión. Puede que sus piernas no la sostengan, pero su cuerpo aún es lo suficientemente válido para otras personas que esperan con ansia estancados en la lista de espera de donaciones, así que decide firmar un contrato con cuatro personas desesperadas con familiares enfermos, formando un grupo de cinco miembros y comprometiéndose, a cambio de su ayuda para llevar a cabo la búsqueda y captura del peligroso asesino en serie y su captura, en la que todos pondrán en riesgo sus vidas, a donar en vida los órganos que tanto necesitan. 

La idea puede parecer no ya extrema, sino relativamente loca y absurda (en el manga es todo aún más radical), pero conforme la película se va desarrollando vemos que es un punto de partida más que eficiente y que va conformando sólidamente una obra diferente, atrevida, muy crítica y en serio, emocionante. 

Los Cinco llevada al papel exige un ritmo narrativo cardiaco. Suceden muchas, muchas cosas, por lo que la narrativa además de potente tiene que ser muy, muy ágil, con una gestión del tiempo brillante. El director casi lo consigue por completo, pero evitando algún personaje secundario, como por ejemplo la evangelizadora cristiana (ojo, que conste que me encanta) o limitando su papel, la cosa habría funcionado un poco mejor. El prólogo es simplemente una maravilla, una obra de arte en la que todo encaja dolorosamente, y el final sostiene ese punto maquiavélico y retorcido necesario para que al salir de la sala uno se sienta perfectamente, pero en su parte intermedia, cargada de demasiados contenidos trascendentes puede resultar un poco más lenta de lo debido. En manos de Park Chan-wook, de seguro que el ejercicio de narración habría sido potente pero a la vez brillante y romántico, pero Jeong Yeon-sik no es Park Chan-wook ni lo pretende. Y en serio, la película tiene la entidad suficiente como para considerarle un director muy a tener en cuenta en el futuro. Para su debut como director ha elegido una cinta extrema, veloz, inteligente, inquieta, que va muy lejos tanto en lo sórdido como en lo emocional cargado de lirismo maravilloso, que acaba siendo una obra sólida y potente, a la que quizás se le puede reprochar ser demasiado clásica en cuanto a la forma, pero con un fondo cargado de virtudes que dotan a la historia de una profundidad brillante, con constantes sorpresas en su desarrollo y desenlace, con tintes morales, sociales y emocionales que no rompen para nada la línea del thriller tenso y bien calibrado, con audacia, algunas incursiones ocasionales en la violencia gráfica propias del género coreano. 

Digna de alabanza es la capacidad de Jung Yeon-Sik en la dirección de actores, con un reparto sólido y prácticamente perfecto. Filmada en Seúl en unas 11 semanas, los Cinco se beneficia de un elenco de auténticos talentos interpretativos de Corea, rostros bastante conocidos, entre los que destaca la fascinante y encantadora Kim Sun-A en el papel protagonista y que regresa al cine tras un descanso de 5 años en la televisión coreana, para destacar con un personaje dotado de una terrible oscuridad y perdición, con una magistral y convincente transformación tras sobrevivir al ataque, con el que da un buen paso adelante en su carrera. 

El resto del reparto está igualmente brillante, sosteniendo un suspense que funciona a la perfección pero que no deja de lado el humor típicamente coreano, fundamentalmente en el personaje de Ma Dong-seok, que interpreta a Nam-Cheol, uno de los cinco que necesita un órgano para su mujer, de la que está realmente harto. Y en cuanto all asesino en serie, interpretado por On Joo-Wan sólo cabe resaltar su magnífica capacidad para resultar convincentes, pese a que su personaje es realmente complejo, retorcido y malvado. Su enorme trabajo se ve reforzado por el magnífico trabajo de los decoradores, que dotan a su guarida de una cierta identidad propia y terrorífica, que en última instancia hace que el personaje resulte terrible e interesante a la par. 

Y es que Yeon Jeong-sik ha sabído rodearse a la perfección en su primera incursión en el cine, no sólo por el magnífico elenco, sino por el director de fotografía Kim Hyung-koo que recrea infinitos espacios, recovecos apenas perceptibles que dotan a la película de una atmósfera perfecta o el compositor Shim Hyun-jung que elabora una partitura sorprendente, contenida y nada exagerada. En definitiva, estamos ante una primera película en el género de la novela de suspense, campo en el que ya hay una inmensa competencia en Corea del Sur y que tiene mucho que ofrecer para destacar entre las demás. 

Lo mejor: Su argumento, estupendo. Kim Sun-A, soberbia.

Lo peor: Alguna secuencia importante cae en el recurso facilón del uso del flashback explicativo innecesariamente. El final puede que no satisfaga a todos, sobre todo a los ansiosos por una fría venganza sanguinaria, pero en mi opinión es perfecto. 

Recomendable por completo.


Crítica: Spring

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Anaïs Nin, escritora franco-estadounidense de origen hispano-cubano, enamorada del avant-garde y recordada por sus “Diarios de Anaís Nin, se refirió en una ocasión al amor, de la siguiente manera: “Qué es el amor sino la aceptación del otro, lo que sea que el otro sea”. Susan Sontag, novelista compatriota suya dijo de él: “Nada es misterioso, ninguna relación humana. Excepto el amor”. Dostoievski fue un poco más allá para sentenciar: “¿Qué es el infierno? Mantengo que es el sufrimiento de no ser capaz de amar”. En la intersección de estas tres afirmaciones, encontramos la auténtica esencia de “Spring”, la nueva película de Justin Benson & Aaron Moorhead.

El dúo, de rabiosa actualidad tras dirigir “Bonestorm”, uno de los (decepcionantes) segmentos de “V/H/S Viral”, vuelve a la carga con “Spring”, toda una oda al romanticismo en su sentido más explícito así como a la teoría de la evolución de las especies de Darwin, conjugado con las leyes del terror Lovecraftiano para engendrar un filme a medio camino entre el melodrama y la serie B que no dejará satisfecho ni a los amantes de lo primero, ni a los devotos de lo segundo, pues más allá de su edulcorado y lírico trasfondo, poquito más de interesante tiene que ofrecer este descafeinado y previsible relato de horror rosa y aires mediterráneos. 

El filme es una fábula tan romántica como imposible de como a partir de la tragedia más dolorosa, uno puede encontrar no ya solo el camino de vuelta, sino el mapa hacia esa felicidad la cual hasta ahora, se nos había negado. Las cosas buenas pasan cuando menos lo esperamos y en el lugar más insospechado. Esta catarsis que nos proponen Benson & Moorhead, a partir de un guión original del primero, es una nueva muestra de lo que a mi me gusta denominar como “terror binomial” y del cual, hemos tenido varios episodios últimamente, sin ir más lejos, la estupenda “Honeymoon” de la precoz Leigh Janiak. Ni que decir tiene, que cualquier parecido con la realidad, termina más allá de la propia definición. 

Pero ya que hablamos de amor, comencemos por lo bueno. No todo son espinas en esta rosa pese a su fragilidad y facilidad con la que se marchita. Dentro de este contexto, destacaría básicamente tres puntos principales aunque ya apunto, y adelanto, que insuficientes para alcanzar la suficiencia: 

1- El escenario. Esta vez, elemento con mucho más peso que en otras ocasiones y es que la mejor baza de “Spring”, son las bellas localizaciones mediterráneas en las que se desarrolla toda la acción. Rara vez una película de género, ha conseguido plasmar tan bien la esencia del mediterráneo y la idiosincrasia pre-veraniega. Visionar la película, es sinónimo de viajar lejos, muy lejos de la realidad, del estrés, de los problemas... Es una gozada dejarse acariciar por los rayos de sol que traspasan el celuloide para rendirse ante la angosta fisonomía de la isla italiana a la que nos transportan los directores, sin duda, un lugar de ensueño para encontrar el amor y que además, contrasta muy bien con la parte más terrorífica del filme, por mucho que esta, en conjunto, sea casi testimonial. 

2- Los personajes. La innegable química entre los dos protagonistas de este a priori, idílico romance. Por un lado la bávara y popular actriz de la televisión alemana, Nadia Hilker, quien esconde celosamente su pasado, presente y futuro de un víctima fácil de la flecha de Cupido, Lou Taylor Pucci, rostro habitual ya dentro del fantástico al que por ejemplo hemos podido ver en títulos como “Posesión Infernal” (“Evil Dead”, Fede Álvarez, 2013) o “Infectados” (“Carriers”, David & Alex pastor, 2009). Ambos rayan a un muy buen nivel y cuando convergen en pantalla, todo lo demás queda en un segundo plano, a lo que sin duda contribuye, todo sea dicho, un repetitivo guión que termina rozando lo superfluo. 

3- Los FX. Brillantes y muy bien dosificados, por lo que se integran a la perfección dentro de una historia que en tantos momentos intenta jugar a dos bandas cinematográficamente hablando como es ésta. 

Por desgracia, no es suficiente. Pasada la primera mitad de metraje, todas estas virtudes se devalúan. El escenario... bueno, todos sabemos lo que pasa cuando nos exponemos en exceso al sol, o peor aun para el caso que nos ocupa, cuando nos relajamos más de la cuenta. Y la buena química entre los tortolitos sigue estando ahí, pero llega un momento que el toma y daca, por reiterativo, termina agotando nuestra paciencia, más cuando descubrimos que la relación entre ambos personajes, es el plato principal de la cena y la vertiente fantástica, tan solo un acompañante durante gran parte del metraje, cuando esto cambia, que lo hace, por momentos, estamos ya demasiado llenos como para probar bocado. 

La trama sin ningún lugar a dudas, va de más a menos, de la intriga inicial que nos produce el no saber muy bien lo que está ocurriendo, lo que tenemos entre manos, a la decepción de palpar con claridad, los miserables tópicos del género fantástico aplicados al “sexo interracial” entendido dentro del mismo y de descubrir que estamos ante un relato poco o nada original que ya nos habían contado antes, solo que en otro lugar, por lo que el visionado de “Spring” es un descenso continuo hacia el tedio, la indiferencia e incluso el sopor, que lejos de arreglarse en su tramo final, cuando al caer la noche, la sombra de Lovecraft se hace más y más alargada, aun se riza el rizo con una explicación enrevesada y metida con calzador que tan solo puede rivalizar con su bochornoso desenlace. 

Lo mejor: El mensaje, sus paradigmáticos escenarios y sus convincentes efectos especiales. 

Lo peor: La historia carece de originalidad y se desinfla demasiado rápido.


Crítica: These Final Hours

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Una verdadera sorpresa ha supuesto para mí esta cinta australiana, cine que me suele encantar y mucho, tras ver su magnífico tráiler y su potente idea, que me hacían pensar que iba a ser una de las cintas que más me gustasen de este Sitges 2014, y resulta ser una peli sin mucha enjundia, a camino de algo bueno, pero lejano, que para nada me hizo salir del cine sobrecogido, como me las prometía y que, a pesar de lo anterior, ha generado bastantes críticas positivas, en parte, por el fabuloso maratón interpretativo que se pega el Phillips, merecidísimo premio en esta edición del festival.

Así que antes de nada, ya os digo que la peli no es para tirar cohetes, y no lo es, fundamentalmente porque tiene un fallo muy muy gordo, el guión del propio Zak Hilditch, que no ahonda lo suficiente en la trama, y parece muchísimo más preocupado por el aspecto técnico y estilístico de su cinta, que desde luego le sale redondo, que por sus personajes, lo que sienten y lo que hacen. 

La cinta nos sitúa en Perth, Australia, a pocas horas del fín del mundo anunciado. Un asteroide se desplaza con furia hacia la Tierra, el mundo entra en pavor, se cortan radio y servicios y sólo en una radio pirata un radio aficionado va dando datos (voz de David Field) ocasionales de la cuenta atrás a la que el planeta se enfrenta. 

El meteorito ya ha aniquilado el hemisferio norte y una destructiva lluvia radiactiva se dirige al sur, por lo que las horas finales están contadas. 

El protagonista, James (fantástico Nathan Phillips) no es de los que se refugia en una iglesia a purgar sus pecados ni celebra una cena familiar todos cogidos de la mano en plan amor y armonía. No, él quiere irse de este mundo con una fiesta salvaje, así que decide deshacerse de su novia Zoe, a la que deja horas antes (Jessica De Gouw) para con la estupenda Vicky (Kathryn Beck), su nueva novia del fín del mundo, dirigirse a casa de su colega de rave (Daniel Henshall) a pegarse un fiestón. 

Cuando llega, el barrio está vacío como es de esperar pero es testigo de cómo dos matones tratan de secuestrar a una niña, Rose (Angourie Rice), una niña de 11 años que trata de encontrar a su padre desesperadamente y a la que rescata casi de mala gana. Pero como un intento secuestro tampoco le va a amargar la fiestaca loca decide llevarla a casa de su amigo, donde el alcohol y las drogas corren a lo loco. Una vez allí, se da cuenta de que no es lugar para la tierna Rose y tiene que decidir qué hacer en esas horas finales de la humanidad. 

El proyecto comenzó como un cortometraje de 10 minutillos, pero gracias al respaldo y apoyo de Robert Connolly como productor ejecutivo, logró la financiación necesaria para un proyecto mucho más grande que se ve plasmado en la cinta, que en lugar de darnos datos científicos sesudos de cómo va a ser ese fín del mundo, nos planta ya en medio del mismo y nos pregunta “¿Qué harías en tus últimas horas del último día en la Tierra?” mostrándonos cómo reaccionaría un personaje tipo, de los que todos conocemos, un tipo normal y corriente que como diría Fangoria prefiere la comedia entretenida al drama de su vida. Estamos entonces en un momento en que la sociedad se encuentra libre de restricciones, como James, esperando la última gota que llene el vaso, en su caso, de vodka. Pero un hecho al azar provoca un viaje de cambio en sus intenciones. Y precisamente en ese cambio es en el que el director inteligentemente marca el contexto de su cinta. Rose es el catalizador que hace a James cambiar de rumbo y encarar el final de una manera redentora y distinta. Al optar por ayudarla a volver a contactar con sus seres queridos, ambos se embarcan en un viaje por carretera que simboliza el último viaje hacia la auto-redención del prota. 

Al ver la cinta se pone de relieve el problema de financiación evidente al que se enfrentan la mayoría de largometrajes australianos. Obviamente filmada con un presupuesto mínimo, aún proporcionando un buen trabajo de cámara y fotografía de Bonnie Elliott, hace evidente unas carencias tremendas. La historia es de por sí lo suficientemente original y atractiva como para con un poco más de dinero y dedicación haberse convertido en un potentísimo largometraje, pero por culpa de un muy deficiente y mediocre guión, en el que no se perfilan los personajes y llegan a hacerse antipáticos, ni los diálogos, que en muchas ocasiones consiguen sacarnos por completo de la historia, que queda plana e incapaz del impulso necesario que permita que la historia progrese. Es llamativo lo bien editado que está el tráiler, mucho mejor que la propia peli, estrategia hábil para seducir audiencias que le servirá de bien poco desafortunadamente. 

Se queda en un quiero y no puedo, a dos escalones de poder convertirse en un éxito notabl del cine de las antípodas y aunque ha sido más que bien recibida en Sitges (con el premio ex aequo a la mejor interpretación masculina), dudo mucho de su capacidad para llenar salas. 

Pero centrémonos en lo bueno, que lo hay, en este drama apocalíptico. La secuencia de apertura que nos sitúa en el escenario y momento está rodada con energía y el nervio necesario y retrata los suburbios sobrecalentados de Perth de forma francamente espectacular. 

Por otro lado, el evitar darnos demasiadas explicaciones, evitándose la difícil gestión del planteamiento del fín del mundo, no sólo es una estrategia inteligente, sino que deja a nuestra imaginación los terrores y angustias que cada uno sentiríamos, haciendo de la peli, no sé si conscientemente, una experiencia personal. 

Los actores, a pesar de estar mal tratados en el guión, están en su mayoría estupendos, no sólo el premiado Nathan Phillips (Wolf Creek) y la recién descubierta Angourie Rice, sino particularmente Lynette Curran en el papel de la madre de James. 

El resto de personajes, como digo, bastante bien en su mayoría, reflejan en contraposición un tono vicioso, antipático e incluso de una violencia gratuita que puede resultar decepcionante. Pero es que no es ésta una cinta en la que haya posibilidad de salvación. No va a aparecer Bruce Willis o Tom Cruise para salvar a la humanidad en el último minuto. El destino está marcado y los demonios que cada uno llevamos dentro salen a la luz en personas enloquecidas y violentas. Por eso es, hasta cierto punto, admirable, la decisión original de James de dejarlo todo y abandonarse al hedonismo fiestero, al nihilismo misántropo más despreocupado. A mí, al menos, me da cierta envidia, porque soy de los que acabarían pasando esas horas muy, muy, muy putas... 

El personaje de James se convierte en el vehículo para nuestros propios pensamientos, guiándonos por las diversas opciones y posibilidades, obligaciones y caprichos en pleno Armageddon. 

La premisa, un buen punto de partida, y la idea de que cualquier mínima e inesperada chispa puede suponer un cambio radical en una persona, aún en los últimos minutos de una vida, hacen que These final hours, aún no siendo una buena, redonda o gran película bien merece echarle un vistazo. 

Lo mejor: Su tráiler y protagonista.

Lo peor: El guión, lleno de grietas, llega a aburrir. Nada peor en una peli catastrofista.


Crítica: Extraterrestrial

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En el 2011 un film conseguía sorprendernos –al menos a mí- recurriendo a esa técnica tan ya denostada como el “found footage” al introducirnos en uno de esos hospitales malditos tan recurrentes en el género. Ahora bien, a alguno esto le puede parecer una falacia dado que actualmente existen una veintena de títulos ambientados en este escenario rodados con el mismo estilo; sin embargo, cabe recordar que este fue el primer título –si mi memoria funciona como debe- que mezclaba ambos conceptos. Este era “Grave encounters”, y sus responsables, unos hermanos viciosos…. ejem… The vicious brothers.

El film nos llevaba de la mano como testigos de excepción a través de un hospital sufriendo por el devenir de los protagonistas. Un servidor, por curtido que esté en el género y por muy “echao’pa’lante” que se considere, no pudo aplacar más de un escalofrío viéndola. 

En todo caso, como toda película de género también tuvo sus detractores, aunque la partida la terminaron ganando sus partidarios ya que tras convertirse en un film de culto ganando algún que otro premio, vio hasta una secuela. 

Contrariamente, esta, bajo mi modesto punto de vista, fue una caricatura de aquella. La pareja de “broders degenerados” que encima no son hermanos ni ná, intentaron sorprender dándole un giro de tuerca a la historia, terminando por perder los papeles. De las peores continuaciones que he visto, y eso que he… Vale, mejor me callo que sino quedo como un cochino petulante. 

La cuestión es que toda la atención por parte del aficionado que habían logrado captar, la habían echado a perder de golpe, ya que en este caso las opiniones fueron unánimes. Así que cuando se anunció el proyecto de esta “Extraterrestrial”, algunos albergamos esperanzas de que la cosa volviese a ir por el buen camino, sensación apuntalada cuando vio la luz su tráiler, un tráiler “cómo Dios manda”: intenso y de género. 

Pues bien, esto no es “Grave encounters 2”, pero tampoco “Grave encounters 1”, como mucho… “encounters en la thrid fase”. 

La película empieza y uno se relame. En serio. Sí, sale un grupo de jóvenes en un todoterreno como cientos de veces en las últimas décadas, pero el tono es taaaaan distendido, que uno cree que sus responsables lo que buscan es sorprendernos. Y la primera sorpresa nos la llevamos de inmediato, con una escena típica de toda una señora comedia romántica. En ese momento tendremos ya la baba resbalando por el mentón. 

Encima la huella “found footage” no es tan patente como parecía con la consecuente alegría por parte de los aficionados. En ese momento uno se frota las manos cuando el primer OVNI hace acto de aparición. ¡Oh, pero si hay hasta un diseño de producción considerable! Adelante, adelante, ¡qué empiece la fiesta! 

Y vaya si empieza, pero no como nosotros esperamos.

¿Te ha pasado alguna vez buscar un clip en una página de porno gratuito y que de repente te aparezca una agüelaca que te tumba la lívido cual Foreman contra la gallina Caponata? Pues eso. 

A partir de ahí asistimos a una especie de aventuras de amigos en plan ochentero sin más objetivo que sobrevivir. Pero que quede claro, lo de “sobrevivir” no es escapar de los aliens al estilo de aquellos protagonistas de “Grave encounters” huyendo de los fantasmas; aquí, repito, el desarrollo se acerca a aquellos correcalles ochenteros de adolescentes que los más maduros recordaremos. 

Olvídate de toda tensión, siempre interrumpida por personajes secundarios que no vienen mucho al caso como un policía con pasado –interpretado por toda una convenientemente estrella del “remember” como Gil Bellows-, y olvídate del terror, con ramalazos de humor que convierten al conjunto en otro tipo de producto de género, pero no de terror. 

Solo hay que ver a otro “espectro del pasado” como Michael Ironside. ¿Soy yo el único que cree que su personaje fue ideado al estilo del de Dick Miller en “Gremlins”? No lo digo por esos matices patrióticos, sino por lo irreverente, por lo políticamente incorrecto. 

Y ya no es ese despunte desenfadado, es que la componente romántica continúa, eso sí, mutado ya en melodrama. 

¿Y esto es malo?, se preguntará alguno. Sí, si uno sigue pensando en un film de terror, pero no, si logra hacerse a la idea de estar ante un producto puro y duro de sci-fi. 

Dejando de lado todos esos matices que estoy extrayendo, “Extraterrestrial” contiene todos esos elementos de un film típico de extraterrestres. Obvio por otra parte dirá alguno. Sí, pero os vuelvo a remitir al principio y a sus premisas. 

Tendremos abducciones, experimentos en la nave y bla, bla, bla… pero si quieres ver algo de terror con los mismos elementos mejor recuperar “Fuego en el cielo/Fire in the sky”. Aquí tienes tópicos y todo lo anterior ya comentado, un cocktail que no aburre, pero que resulta inocente y algo soso para los tiempos que corren. 

En el lado más positivo, me gusta como mueven las cámaras, como integran alguna cámara lenta haciendo más patente que tratan con otro género, como manejan la tensión en alguna secuencia cuando esperas un susto, los efectos especiales y sobre todo, el travelling final, pero como se ve, detalles técnicos que no logran evolucionar un desarrollo poco convincente. 

Resumiendo, si crees que vas a ver un film de terror vas a terminar frustrado o peor, cabreado, y si lo acoges como un producto de sci-fi no te va ofrecer nada nuevo; se deja ver, pero como además no sintonices con la pareja de tórtolos de protagonistas…


Crítica: Predestination

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Volvemos al mundo de los viajes temporales y sus paradojas, que tanto gustan en Nido de Cuervos, sólo que esta vez, lo hacemos bajo el manto de la invisibilidad que proporciona el destino, aquello para lo que estamos predestinados, que ocurrirá sea como sea. Esta vez, queridos cuervos, el cine nos enseñará que el destino es una cita ineludible, y que aunque te prepares para esa cita con tus mejores armas, siempre sorprende y que aquello para lo que estamos predestinados significa vivir una ciencia ficción más increíble de lo que jamás podríais imaginar. El destino, sin duda, es nuestra mejor película.

"Predestination" nos cuenta, a modo de cuenta cuentos, las historias de John Doe, un agente temporal (Ethan Hawke) que tiene que adelantarse al terrorista más letal que conoce la humanidad, y Jane (Sarah Snook), una madre soltera que busca su lugar en el mundo, y de cómo todo parece estar predestinado en las vidas de ambos. Una historia de ciencia ficción terriblemente cercana al drama, donde el peso recae sobre el guión y no sobre la acción, como es habitual en este tipo de propuestas. 

"Predestination", es una película que intenta giros sobre giros y piruetas retorcidas para rizar el rizo con cada salto temporal. Como idea funciona muy bien, ya que tiene las suficientes dosis de magnetismo, atractivo y curiosidad, como para generar un alto interés por todo lo que debe acontecer. El problema viene dado, precisamente, por un guión que se anticipa al punto fuerte de una propuesta como esta, que debería ser la deducción de las situaciones por parte del espectador instantes antes de que se vayan desvelando (pero no mucho antes), es decir, tanto el guión como demasiadas escenas que se nos muestran, hacen que te huelas de lejos la tostada, y cuando llega la conclusión, el espectador, que ya ha atado todos los cabos de la película hacia la mitad de la misma, asiste a tal explicación con desinterés y la sensación de haber perdido media hora de su tiempo. 

El gran problema de una película como "Predestination" es que la sensación de pesadez se intensifica a medida que avanza la película, pues supongo que por un error de interpretación (los malditos trailers y unas fotos que evocan lo que no ofrecen), uno cree que va a asistir a un festival de ciencia ficción, y nada más lejos de la realidad, la ficción asociada a los viajes temporales programados para modificar el pasado, presente y futuro existe, pero se presenta en tercera persona, en forma de narrador e historia para observar con una botella de whisky encima de la mesa, y eso hace que no la sientas cercana y que termine siendo monótona y cansina, pues ni es rica en efectos, ni en artificios propios del subgénero. 

De nuevo el destino ha querido que los directores de esta película, The Spiering Brothers, hayan vuelto a contar con Ethan Hawke para poner cara a su historia. Una vez más, vemos en pantalla a este actor de la mueca rara y la boca rara, que siempre termina por provocarme una mueca rara a mi también con cada actuación. Supongo que en "Daybreakers", lo que para mi supuso una decepción enorme, a ellos les pareció la octava maravilla de la interpretación, así que contaron una vez más con esta estrella sin puntas para trasladar a la pantalla lo que ellos tenían en la cabeza. Admito que junto con Nicolas Cage, Ethan Hawke es un lastre para mi a la hora de enfrentarme a una película, pero en esta ocasión no me ha molestado demasiado y su dueto con Sarah Snook ( "Jessabelle") funciona bastante bien, así que no es justo culpar del desinterés a los actores. 

A nivel de efectos especiales, no hay lugar para la queja, pues no son necesarios, y las máquinas del tiempo no sabemos si son complejas o no, ya que no se muestran. Poco espacio en esta película para el sobresalto o la tensión y más anchura para las licencias, que cierto que casi todas las películas de este tipo las tienen, pero que aquí se exponen con más alegría. Asistimos pues, a una película de azules imágenes donde sí que es oro todo lo que reluce, y reluce con tanta intensidad desde el inicio que deslumbra, ciega y adormece. 

Resumiendo: idea bien + desarrollo previsible = viajes temporales insulsos y situaciones predestinadas a ser desveladas antes de tiempo, por tanto, no es tan fiero el león como lo pintan, y a veces la elegancia de la sencillez y la sobriedad no es sinónimo de entretenimiento inteligente. 

Si el destino lo armamos con cada paso, caminad firmes, pero siempre mirad para atrás, que es curioso quien se esconde entre las sombras.


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