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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Altar

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Cantaba Julio Iglesias aquello de “Tropecé de nuevo con la misma piedraaaaaa”; pues bien, esta “Altar” podría utilizar esta canción, aunque cambiando luego el sentido romántico de la misma, como tema central de su Banda Sonora ya que su propuesta es la misma que la de otros cientos de películas de género. Y no, esta vez no bromeo, ni siquiera exagero ya que si en el mundo del terror hay un planteamiento que se repite pasen los años que pasen es el de, o bien un grupo de jóvenes que se lo pasan “de muerte” antes de la tragedia, o el de una familia con niños que se traslada a una casa encantada. Pues este último y como he dicho, reconocible concepto es el que nos presenta esta película.
El otrora laureado Nick Willing, autor entre otras de aquella recordada “Fotografiando hadas”, guionista y director de este film, nos trae a una restauradora y su esposo escultor viajando hasta una mansión perdida en los fríos y desolados páramos escoceses con tal de devolverle el esplendor de antaño bajo encargo de su nuevo dueño, una tarea que durará seis meses con la que la familia podrán sanear su precaria situación económica. 

Para empezar, original no se puede decir que sea la presentación. Encima, a lo manida de la idea se suman unos efectos secundarios/colaterales que si bien pueden ser pasados por alto, perdidos quizás en maldecir a su responsable por tal sarta de clichés y tópicos, no escaparán a los más susceptibles marcando de paso el devenir del film. Y es que a los protagonistas les acompañan sus hijos, una adolescente y un chiquillo algo menor que su hermana; pues bien, si en un principio viajan para seis meses, en ningún momento tenemos la sensación de que alguien se ha preocupado por su educación o ha pensado en estos. De hecho, el par de retoños se convierten flagrantemente en “carne de cañón” cuando se recurre únicamente a ellos para servir de objetivo del fantasma de turno. 

Y ya que hemos sacado a relucir lo de los seis meses, decir que otro de los fallos del film es que el paso del tiempo no está muy definido, víctima de un montaje un tanto espeso. Lo trastabillado del mismo se hará patente sobre todo en el desenlace de la producción, tan torpe y desacertado que por sí solo es capaz de quitarle toda emoción convirtiendo la que debería ser la escena más importante de la película en un verdadero jarro de agua fría… por no decir helada. Pero no adelantemos acontecimientos. 

Para realizar esta “Altar” se ha elegido una mansión que al menos sí que da respuesta a lo que uno espera en este tipo de producciones. Inmensa, con muchas estancias, escaleras por doquier que conducen a pasillos interminables, grandes vidrieras y algunas peculiaridades que son las que le dotan de carácter. Aquí el ‘altar’ del título tarda un poco en aparecer, pero cuando lo hace luce tanto que hasta uno se queda con la sensación de que ha sido desaprovechado. De todas formas, el lúgubre jardín con esa fuente clásica y figuras bizarras, completan un conjunto solvente. 

Por lo que respecta al desarrollo de la historia podríamos decir que la película se debate casi por igual entre defectos y aciertos. Para empezar, eso mismo, no hay que esperar mucho a que concurran los primeros fenómenos extraños. Además, aquí se ha optado por dividir la atención entre dos grandes focos, uno el espíritu que habita la mansión, y dos, el paulatino desorden que sufre la psique del progenitor. Con ello, si es verdad que nada de lo que nos cuentan es nuevo, casi no tendremos tiempo para aburrirnos. Lo curioso del caso es que por encima de una presumible tensión, la causante de que no caigamos víctimas del hastío será el juego de “parecidos razonables” al que nos somete su director. 

A cualquiera le vendrá enseguida a la cabeza el nombre de “El resplandor” cuando vea que al protagonista empieza a soltársele un tornillo. Pues bien, en lugar de maquillar el asunto, el cachondo de Willing nos hace un pequeño homenaje a Kubrick mostrándonos al benjamín de la familia por los corredores de la mansión si bien no a bordo de un biciclo sí que detrás de un juguete teledirigido. ¿Casualidad o conjetura de una mente calenturienta como la mía? Ni una ni otra, es algo buscado ya que uno podrá seguir viendo guiños a otros films como “Hellraiser”, “Psicosis” u otros que me callo para no fastidiar el “juego”, según vaya avanzando el metraje. 

Con esto Willing no solo atrapa al aficionado sino que lo distrae de las otras torpezas que van asaltándonos. La principal, la mediocre puesta en escena sobre todo a la hora de que la fantasma haga acto de aparición. Su representación mediante filtros que dan el aspecto de una imagen reflejada en espejos, es tan ridícula, que ni en un mal telefilm o serie televisiva patria se atreverían con tal afronta. ¿De verdad pretendían dar miedo con ello? Es tan –bajo mi punto de vista- patético que parece que alguien se dio cuenta y a partir de la segunda mitad se invirtió algo del presupuesto cambiando el aspecto de la desdichada haciéndonosla menos teatral y más, como corresponde, sobrenatural. 

Tras ello, el trasfondo de la historia que a fuerza de bandazos con ínfulas de giros argumentales y conceptos místicos erráticos, uno termina dejándose llevar para no terminar igual de desquiciado que el protagonista. Porque ya me dirás tú… ¿Sociedad Rosacruz? ¿De verdad saben lo qué es? ¡¡¡¿¿¿¿Metempsychotic pharisee???????!!! ¿¿¿¡¡¡Pukka!!!??? ¿Pero eso no eran unos dibujos animados surkoreanos? ¿Y el coche fantástico/fantasma? ¿Y el altar? Al menos, a uno siempre le queda el recurso de soltar ese exabrupto liberador del ‘WTF !!’ (o ‘¡pero qué coño!’ para los más cañís…)

Sobre el desenlace y demás explicaciones, podemos encomendarnos al párrafo anterior: mejor será dejarlo correr. 

Por suerte, si bien Willing no recupera el prestigio perdido tras haber enterrado su talento en un sinfín de series de televisión, en el apartado artístico con dos reclamos tan relativamente importantes como Modine y Williams, “Altar” logra situarse por encima de esas producciones domesticas a las que por formas y ambición se podría igualar. 

Matthew Modine era un actor que iba para estrella y que, como otros tantos casos, se ha quedado en el camino estancándose como gancho de producciones de Serie B. No es un mal actor, al revés, aquí demuestra ser bastante competente, pero en su momento no supo destacar frente a la dura competencia de su generación y malas decisiones terminaron por arrinconarlo. Aquí, como ya he dicho, sale favorecido ante sus compañeros de reparto debido sobre todo al agradecido rol que le toca interpretar, pero dudo que el nivel medio del conjunto le sirva para llamar la atención de productores y directores de casting más importantes. 

Por su parte Olivia Williams sigue demostrando que es una actriz que no se resigna a quedarse como una más de montón a la que la madurez, por edad, le ha llegado demasiado pronto sin llegar a despegar. Esta no es su mejor interpretación dado que por mucho dramatismo que lleve implícito su papel, no deja de ser un estereotipo; sin embargo, al igual que Modine, se nota que son gente con las tablas suficientes que además no pueden permitirse lo de dejarse llevar. 

Resumiendo, a “Altar” le falta originalidad, concreción y haber acertado en algunos aspectos de su puesta en escena, pero a pesar de ello se deja ver gracias a la mezcla de sabor clásico, elegancia y, afortunadamente para sus responsables, que el nivel medio del género actualmente es muy bajo.



Crítica: Last Shift

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Supongo que a vosotros también os haya pasado, que el día que os tocaba turno de noche en una vieja comisaría, que cierra ya sus puertas a los malhechores, habéis tenido la noche mas movidita de vuestra vida. Es normal, todos lo hemos sufrido, es la maldición del último turno y de las comisarías. Malditos trabajos para novatas recién salidas de la academia!!!
La situación que hoy nos ocupa, ironías aparte, es familiar, pues ya Carpenter nos mostró que las comisarías, aquellos lugares donde deberíamos estar seguros, pues están llenos de profesionales que velan por nuestra seguridad, puedes ser trampas mortales. Resulta entonces que se pueden dar dos situaciones: por una lado, que no siempre los vigilantes de nuestra seguridad sean los que nos pongan a salvo, sino todo lo contrario (y espero que al decir esto no me llegue una multa a mi casa envuelta en una mordaza), y por otro, que los lugares más seguros para esconderse, sean peores que las ratoneras con queso envenenado. 

Básicamente este es el fondo y el escenario de "Last Shift", ese regreso a la serie B de calidad, donde revolotean "Asalto a la comisaría del distrito 13" (John Carpenter, 1976) y "Let us prey" ( Brian O'Malley, 2014), vamos, lo humano y lo divino, y que consigue que una propuesta, a priori menor, se convierta en una de las sorpresas del año, al contarnos la historia de Jessica Loren, una recién estrenada agente de policía, que tendrá que hacerse cargo de la vigilancia de la comisaría en la que trabajaba su difunto padre, en el último día de existencia de esta, pues el traslado de dicha comisaría es inmediato, y que se verá envuelta en el terror con T mayúscula. En principio, la noche que queda por delante, se presentaba aburrida y plomiza, pero ¿qué tal si le damos un giro sobrenatural y hacemos que los espectadores estén en una tensión endemoniada y aprieten un poco el culete? Hola Sr. Anthony Di Blasi, encantada de volver a encontrarme con usted!!! 

Ahora que ya estamos metidos de lleno en el último turno y "Last Shift" nos devuelve la fe en la sorpresas, pues como los demonios que habitan en los ordenadores, existen, vaya si existen, yo me pregunto ¿cómo puede ser que esta película haya pasado despercibida para los grandes festivales, si precisamente es carne de festivales? Señores, estamos ante una de esas películas que enganchan desde el minuto uno y que no sueltan hasta el final. 

Un guión repleto de tensión, que pese a tirar de exceso de elemento sobrenatural, se presenta de una modo, llamémosle natural, para encajar sectas mansionianas con atroces asesinatos, Satán como único rey, el miedo en el cuerpo, imágenes perturbadoras, la indefensión de la soledad, la justicia por tu mano, la tristeza de la pérdiday la situación que te sobrepasa, todo metido en la coctelera Di Blasi, quien nos ha dado alegrías ("Dread", 2009) y penas ("Cassadaga", 2011), pero quien parece manejarse a la perfección entre la serie B. 

Vemos "Last Shift" y todos somos policías de trajes impolutos, perfectamente planchados, y por difícil que nos parezca, empatizamos automagicamente con esa agente novata, que no pretende ser una heroína , sino que intenta sobrevivir a una noche de terror y al miedo racional de quien no está entendiendo lo irracional. Hoy dejamos de lado los donuts, la corrupción y la intimidación de quienes portan el arma en las pantallas (eso lo dejamos para "Cop Car"), y nos centramos en la persona debajo del uniforme, magníficamente interpretada por Juliana Harkavy, para ver a través de sus ojos verdes, pues todas las trampas psicológicas, las asumimos de la misma manera que la protagonista, y entendemos que no hay nada más peligroso que el sectarismo, en todos los ámbitos de la vida. 

Lo tangible y lo intangible, lo que vemos y lo que queremos ver, la amenaza real y la irreal, que es aún mucho más dura...."Last Shift" es horror del 2015, porque esto es terror, del que gusta, del que perdura, del que tiene regusto del bueno, del de atmósfera, así que vamos a sumarle unos efectos notables, un maquillaje muy cuidado (ahí Di Blasi siempre se ha movido como pez en el agua), una sonoridad potentes y perfectamente encajada con lo que vemos en pantalla, y seguimos añadiendo puntos y estrellas a lo ya dicho. 

¿Ponemos algún punto negativo? Nada es perfecto, excepto las obras maestras, redondas y brillantes que nos dejan sin aliento, y obviemente"Last Shift" no es perfecta, ni mucho menos. Es una buena película, pero nos deja respirar con libertad, así que alguna puntillita podemos sacarle. Desde mi punto de vista, la premisa con la que juega, se dilata bastante en el tiempo, y aunque no llega a resultar aburrida o cansina, repite su fórmula constantemente, y sí que es cierto que, teniendo en cuenta que no salimos de un único escenario, demorar mucho la acción o hacer que esta parezca casi siempre igual, puede ser problemático, aunque, insisto, aquí esto es un demonio menor. 

Respecto al dibujo de los personajes, hay algo que sí pienso que está bastante desaprovechado, y es la figura y el significado del vagabundo, que se muestra más efectista que efectiva y que tenía un potencial inmenso. Por otra parte, Michael Paymon debería haber estado mucho más definido, pues siendo la figura carismática que debería haber sido, siendo la conexión con el rey Satán, no deja de parecer un miembro más de la secta, en lugar del perverso lavacerebros que debería representar. 

Con todo esto, démosle un final como se merece y rompamos por todo lo alto, juguemos con lo sobrenatural y con la fragilidad mental y asistamos a un gran final para una buena película. Final a tono con lo que se nos ha mostrado hasta el momento, y sonrisa que precede al "me ha gustado" , con el que seguro que os habláis a vosotros mismos, cuando os levantáis del sofá. 

Y hasta aquí, queridos míos, la crítica mediocre y plana que escribo cuando me pregunto a mi misma, por qué me ha gustado una película que se mueve en una estilo que, por lo general, no suele atraparme tanto y me quedo en blanco ante la respuesta. ¿Por qué te ha gustado "Last Shift, Missterror?. Pues ahora viene el análisis subjetivo puro, que es lo único que me veo capaz de hacer, ¿qué por qué me ha gustado? Pues porque me cagué viva!!! perdón por la expresión, ya me he lavado la boca con jabón lagarto, pero es la mejor expresión para definir lo que sentí. Es que pasé miedo, del de verdad, y entiendo que podáis pensar que parece que tengo doce años, pero esta es mi realidad. 

Creo que ya es conocida, y si no, os lo cuanto yo ahora, mi gran capacidad para sentir TODO a través de la pantalla, así, cuando algo me pone un nudo en la garganta, lloro mucho, y cuando digo mucho, es que me atraganto y todo cuando alguna película me deja con esa horrible sensación de tristeza interna, o echa polvo con mal cuerpo para tres días (Aún recuerdo lo que me ocurrió cuando terminó "Scenic Route" y ahora, desde la distancia, un poco de vergüenza propia me da...). Lo mismo me pasa cuando una película me hace sentir miedo, lo paso mal de verdad, y no soy afortunada por poder sentir esa sensación a mis taitantos años, nada de eso, que lo paso muy mal, y con "Last Shift" me ha pasado: la tensión me llevó a un estado de catarsis terrorífica, donde os aseguro que pasé media noche incorporada en la cama, porque escuchaba huesos crujir por toda la casa... 

El miedo es tan personal, que es imposible describirlo, pero os diré que "Last Shift" consigue llevaros dentro de la comisaría y su atmósfera (punto vital en esta cinta) os envuelve de tal manera que la probabilidad de que el escalofrío recorra el cuerpo, es alta. Sólo hay que dejarse llevar y disfrutar del miedo, si es que esta sensación es disfrutable. Y esto entronca directamente con otra gran película de Di Blasi, especialista en miedos: "Dread", un estudio del miedo por todo lo alto que consiguió captar perfectamente la esencia el miedoso (amén de ser la mejor adaptación de un relato de Clive Barker , por supuesto, después de santa "Hellraiser"). Esto va de miedos y de tomarse su tiempo en recrear ese terror para que el traslado al espectador sea 100% satisfactorio. 

Lo que cuenta es la sensación final, y yo terminé muy agradecida, porque Di Blasi hizo que me siguiera sintiendo una niña que no supera el cuento del coco que entra en las casas, y que siempre necesita protección. Y esto es lo importante, estos son los posos del café que se pueden leer. Ahí lo dejo para vosotros. Ahora que cada uno haga su recomposición de la escena del crimen para dar con la clave. Eso sí, a partir de ahora,pensad muy mucho dónde vais a pasar vuestro último turno.


Crítica: A Christmas Horror Story

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De pequeños y acercándose fechas navideñas, nuestros estimados progenitores siempre nos decían que debíamos portarnos bien o de lo contrario, papá Noel (aplicable también a esos tres hippies que venían de oriente en camello) no nos traería ningún regalo. Lo que no sabían, o no nos querían contar también, es que dar rienda suelta a nuestra naturaleza de niño, es decir, hacer el mal, no solo podía dejarnos sin regalos, sino que podía terminar con nuestros aun tiernos huesecitos, metidos en el saco de otra de esas lindeces del folclore europeo, el tal Krampus, un demonio de largos cuernos que a modo de antagonista del gordinflón de la barba blanca, marca en rojo en su calendario el 25 de Diciembre par salir a cazar a todos aquellos niños que han sido especialmente malos para llevárselos a vaya usted a saber donde.

La figura del Krampus, curiosamente, está de rabiosa actualidad. No porque se acerquen fechas navideñas y algunos, ante esta revelación y haciendo recopilación de su larga lista de fechorías en lo que va de año, estén ya apretando el ojete con fuerza (tranquilos, aun os quedan unos meses y si... a la pregunta que os estáis planteando, os diré para vuestra desgracia que las pajas, para el Krampus, cuentan como seria oposición a engrosar su saco), sino porque estas navidades, esta simpática criatura será protagonista de las carteleras de todo el mundo al estrenarse su propia película de título homónimo: “Krampus”.

Dicen que la vida está plagada de casualidades y en el caso que nos atañe, encontramos alguna que otra y es que la mencionada “Krampus”, no es otra que la nueva cinta de Michael Dougherty, nombre que igual os suena más si os digo que es el padre de una de las antologías de terror más populares de los últimos años: “Truco o Trato” (“Trick or Treat”, 2007). Pues bien, resulta que “A Christmas Horror Story” no es otra cosa que una nueva antología de terror que guarda bastantes paralelismos con la cinta de Dougherty, solo que cambiando de festividad como leit motiv. Si en aquella ocasión los relatos versaban sobre la fiesta de Halloween, en esta ocasión lo hacen sobre la navidad.

“A Christmas Horror Story” viene con alguna que otra casualidad más de serie, como el hecho de que sus tres jóvenes directores, estén de una forma u otra, ligados a la saga de “Ginger Snaps”. Grant Harvey dirigió la tercera parte de la franquicia: “Ginger Snaps 3: El Origen” (2004), Steven Hoban produjo la primera entrega: “Ginger Snaps” (2000) y Brett Sullivan dirigió la secuela: “Ginger Snaps 2: Los Malditos” (2004). Tenemos por tanto en la horrorosa franquicia de terror adolescente, un denominador común en la concepción de esta nueva antología de horror navideño.

Por último, hacer mención también como curiosidad, al hecho de que los directores, Canadienses todos ellos, utilizan como hilo conductor de la película, la figura de un solitario locutor de radio que, irremediablemente, nos obliga a recordar una de las cintas de terror más célebres que hayan salido nunca de tierras canadienses, protagonizada también por otro compañero de profesión y brillante trabajador de las ondas en la no menos brillante “Pontypool” de Bruce McDonald gestada en 2008. ¿Casualidad u homenaje?

La película del “tripartito”, está compuesta por cuatro historias de terror al más puro estilo Creepy que inmediatamente nos remiten al clásico de Stephen King y George A.Romero de 1982, “Creepshow”. Dichas historias, están ensambladas por la figura de un particular locutor de radio enamorado de la navidad, embutido en las míticas carnes de William “Kirk” Shatner, quien de manera indirecta, nos presenta alguna de ellas, si bien no podríamos hablar de él como de maestro de ceremonias, pues en este sentido, el formato de la película se asemeja mucho más a la antología de Dogherty que a la de King & Romero, en la cual, los cuatro segmentos que la componen, se van desarrollando de forma simultanea.

Es sin duda este, uno de los puntos más interesantes del film, pues es en la orgía narrativa, donde “A Christmas Horror Story” encuentra y ofrece, ese punto extra de dinamismo que hace de su visionado una experiencia ágil y realmente agradable a ojos del espectador, amén de funcionar al mismo tiempo como recurso antídoto ante el que a mi juicio es, el mayor problema del mismo: la gran irregularidad existente entre unas historias y otras. Es por ello, que las miserias de aquellos segmentos menos afortunados, se disimulan rapidamente por las virtudes más palpables de los cuentos más afortunados, algunos, incluso, rozando la más absoluta genialidad y me refiero por supuesto, al que protagoniza el eterno secundario George Buza, una constante provocación a que nos saquemos el nabo y musiquemos la obra a base de zambomba a riesgo de que el Krampus nos ponga el primero en su lista de bondades.

Entre las historias, al igual que hacia Dogherty en “Truco o Trato”, existe cierta conectividad, aunque en el fondo, dichas apariciones, tan solo funcionan a modo de anécdota o guiño, pues al final no tienen la menor trascendencia real para ninguna de las subtramas profanadas, las cuales funcionan de manera individual con su propia forma, género y tono. Y si hablamos de ellas por separado, es de agradecer que los responsables hayan tenido la gentileza de intentar ofrecer cuatro relatos bastante diferenciados entre ellos, tocando un poco diferentes palos y subgéneros del terror como son los fantasmas, los zombies (o infectados), las monster-movies e incluso el cine de psicópatas. Todas ellas, a excepción de una, de marcado carácter terrorífico y sin hacerle hueco alguno al humor. Curiosamente, es en el relato de comedia negra, negrísima, donde encontramos los momentos más brillantes de la antología, recordando incluso en determinados aspectos, guiños al mismísimo Sam Raimi.

En conclusión, “A Christmas Horror Story” es en su conjunto, una estupenda antología de terror que se acerca muy mucho, a lo concebido por Michael Dougherty en su día. Una película de una más que notable factura técnica, puesta al servicio de cuatro historias sencillas, pero imaginativas, que pueden traernos a la cabeza títulos como "Posesión Infernal" (Sam Raimi,1984), "Lo que la Verdad Esconde" (Robert Zemeckis, 2000) o "Ahí va el Diablo" (Adrián GarcíaBogliano, 2012). Cierto es, que si entramos a valorar cada una de ellas por separado como una entidad propia, nos encontramos con grandes irregularidades. Con algunos relatos que bajan bastante la cota de interés con respecto a sus vecinitas mejor formadas pero que, gracias al oportuno montaje y al dinamismo de la narración, en ningún momento se nos permite entrar en terrenos del hastío o el aburrimiento. Espíritus vengativos, demonios alpinos, criaturas que habitan en las profundidades del bosque, elfos atípicos y demás fauna fantástica, al servicio de una cinta compacta, aterradora por momentos y muy pero que muy divertida en otros.

Lo mejor: La ágil y personal narrativa, alguna secuencia especialmente perturbadora de la historia “negrata”y el irreverente segmento protagonizado por Santa Claus, todo un homenaje a la serie B más desenfadada.

Lo peor: Su irregularidad, donde se combinan grandes historias con otras un tanto descafeinadas.


Destructor: Cine Post-Apocalíptico y Mítico

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Durante mi infancia (nací a mediados de los años 70 y crecí en los maravillosos 80) hubo un buen puñado de películas míticas que me impactaron mucho al verlas. Pelis que han pasado al recuerdo legendario de mi memoria. Films de culto como Aquella Casa Al Lado Del Cementerio, 1997 Rescate en Nueva York, Phenomena o XTRO. Afortunadamente todas esas pelis las pude luego rescatar de adulto y revivir lo que sentí al verlas por primera vez. Siguen siendo las pelis más míticas de mi vida.
Pero de todas esas películas legendarias había una que no lograba localizar, que jamás pude revisar desde hacía más de 20 años. Hablo de Destructor (1981), un film ultra-mítico que me impactó brutalmente de niño y que alquilé más de una vez porque solía hacerlo con todas las pelis que me hacían gozar como un cerdo en un charco (pelis como Re-Animator o Rocky III y IV que alquilé mil y un veces!!!) 

Destructor (cuyo título original era Warlords Of The 21st Century, es decir “Los Señores de la Guerra del siglo 21”, aunque también se la conocía por el título de Battletruck) es una deliciosa serie B financiada por la New World Pictures de Roger Corman y rodada íntegramente en Nueva Zelanda. El film sigue la moda de las pelis de temática post-apocalíptica derivada de la saga Mad Max (un año antes la New World Pictures habia rodado La Galaxia del Terror, mítica serie B hecha al calor del éxito de Alien, El Octavo Pasajero) y lo que nos ofrece es la típica aventura del Héroe contra la banda de malos malísimos (paradigma del cine ochentero de videoclub puro y duro). 

Pero lo curioso del film es que todo el atractivo del asunto reside en el supercamión blindado y armado hasta los dientes que posee Straker (el jefe de los malos) y sus secuaces. Un camión de diseño acojonante (eso sí que es saber tunear…y no las mariconadas de la saga Fast & Furious) capaz de arrasar cuanto se le ponga por delante. De hecho el film tiene un inicio de lo más impactante: Un plano largo donde vemos humo negro sobre el paisaje y de repente aparece el supercamión en un primer plano que te acojona. Para luego ver como el pedazo de camión pasa por encima de una gasolinera destruyéndola sin problemas. Ahora quizá entendáis porque titularon Destructor a este film aquí…jeje. Era lo más parecido a Rambo pero con ruedas y chupando gasofa que era un gusto. 

Pero bueno, la historia es típica: Straker y su panda de malos malosos deambulan con su super-camión en busca de gasolina, el recurso más preciado en un mundo arrasado por las “Guerras de la Gasolina” donde hemos vuelto a la edad de piedra y a la anarquía absoluta. En esto que hay una pobre chica que quiere escapar de los malos y mientras la persiguen aparece el héroe con una super-moto (al estilo El Halcón Callejero, la no menos mítica serie televisiva de los 80’s) y rescata a la chica. Y se la lleva a su granja. Alli vemos como el machote consigue combustible para su moto a base de excrementos de gallina (¡). Finalmente lleva a la chica a un campamento con otros colonos del lugar. Y se marcha…pero evidentemente los malos malosos no tardarán mucho en aparecer en el campamento y arrasarlo todo, así el supermacho justiciero se verá obligado a matar a todo bicho viviente (con sus propias manos si se puede, que es mejor) como si fuera su destino por tenerlos cuadrados… 

Como veis nada que no hayamos visto mil veces pero con el suculento ingrediente del super-camión (Si, de niño para mi este camión era tan mítico como la furgoneta de El Equipo A o el supercoche parlanchín de El Coche Fantastico) que es lo que hace del film algo único y especial. 

A diferencia de las series B y Z italianas que explotaban el tema post-apocalíptico, Destructor cuenta con un guión decente, unos actores de calidad y hasta unos FX bastante apañados. Además esos planos recurrentes de helicóptero le dan hasta un estilo personal al film. 

El resto os lo podéis imaginar: muchos tiros, explosiones y vehículos arrasando con todo a su paso.

La peli estaba dirigida por Harley Cokeliss (a.k.a. Harley Cockliss) director americano que luego haría films como Black Moon Rising de 1986 (conocida aquí como La Luna Negra apadrinada por todo un John Carpenter y protagonizada esta vez por un supercoche, además de por la morbosa de Linda Hamilton). Pero lo más interesante está en el reparto: el protagonista y héroe del film es nada más y nada menos que Michael Beck, todo un mito aunque solo sea por haber protagonizado The Warriors (el mítico film sobre pandilleros callejeros de Walter Hill), la delirante y megahortera Xanadú (1980) o salir en la no menos delirante Megaforce de 1982. Otro de los protagonistas es el legendario John Ratzenberger (el que hacía del cartero Cliff en la serie Cheers) aquí sin su mítico bigote. 

En el apartado de curiosidades del film decir que entre los técnicos de sonido estaba el hoy reconocido Lee Tamahori, actual director de cine (nacido en Nueva Zelanda, donde se rodó Destructor) cuyos films más famosos son La Brigada del Sombrero, Muere Otro Día (si, la de James Bond) o la secuela de xXx, por no hablar de esa joyita de la sci-fi titulada Next (2007) que aunque protagonizada por el infumable Nicolas Cage no deja por ello de ser un pequeño objeto de culto, demasiado olvidado por las masas cinéfilas entretenidas en babear con las idiotizantes pelis de Los Vengadores

En resumen, un film (al menos para mí) mitiquísimo que quizá a los chavales de ahora no les diga nada (no hay infografía ni chorradillas digitales y tampoco aparece Jennifer Lawrence meneando el culo ni hay cameo del cansino-a-ver-cuando-estiras-la-pata-de-una-vez de Stan Lee) pero que a los que alquilábamos pelis en los 80’s nos parecen legendarias piezas de coleccionista. Ahora por fin he podido localizar y revisar este film y la experiencia ha sido deliciosa. 

¡Es por estas cosas que uno ama el cine!


Crítica: Cooties

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Producida por Elijah Wood, Leigh Whannell y por un Hayden Christiansen que tras un destierro casi obligatorio (Tras la gran cantidad de críticas y quejas por parte de los seguidores de la saga de ‘Star Wars’ por considerar que Christiansen no era ni mucho menos la mejor opción para dar vida a Anakin Skywalker, la carrera del actor fue dando tumbos. A pesar de protagonizar títulos menores pero entretenidos como ‘Despierto’ o ‘Ladrones’, el actor tuvo mala suerte al escoger proyectos con directores cuanto menos interesantes pero que nos dejaron una par de cintas realmente infumables como es el caso de Doug Liman con ‘Jumper’ y Brad Anderson con su ‘Vanishing on the 7th’) vuelve a ponerse no solo delante de las cámaras (En el año 2014 protagonizó ‘American Heist’ junto con Adrien Brody y Jordana Brewster. Tranquilos, en ‘Cooties’ no actúa) y detrás de ellas como productor ejecutivo (No solo de este ‘Cooties’ si no también de ‘The Tank’ de Kellie Madison y de ‘Lady of Csejte’ de Andrei Konst) nos llega una de las cintas mas esperadas de la temporada donde se nos promete una agradable mezcla de humor negro y cine de zombies en su variante infectados que a priori parece que hará las delicias de los seguidores del género. Pero por desgracia nada más lejos de la realidad.
‘Cooties’ narra la historia de Clint (Elijah Wood) profesor que en su intento por escribir su primera novela volverá a casa de su comprensiva madre y trabajará como sustituto en su antiguo colegio donde se encontrará con una antigua compañera de estudios (Interpretada por una histriónica Alison Pill, actriz que parece haberle cogido el gusto a eso de sobreactuar dando vida a profesoras en cintas de terror o ciencia ficción. Parece que su Lucy –nombre del personaje que interpreta en ‘Cooties’- no deja de ser una extensión del que interpretó en la notable ‘Snowpiercer’ de Bong Joon-ho ya que en ambos casos la actriz vuelve a resultar del todo cargante haciendo que su personaje acabe por cansar al espectador mas entregado. Si bien es cierto que su aparición en la cinta del surcoreano era mas bien breve, en la película dirigida por Jonathan Milott y Cary Murnion su presencia es vital para la historia siendo la persona que servirá para enfrentar a los dos personajes masculinos principales) pero lo que parece ser un bonito reencuentro se convertirá en una pesadilla cuando unos nuggets en mal estado propaguen una terrible infección que convertirá a los alumnos en una especie de zombies sedientos de sed y venganza. 

Si algo tiene ‘Cooties’ es una gran irregularidad en lo que al humor se refiere donde abundan los chistes malos y típicos lo que hace que el conjunto no acabe por funcionar, desde ese juego con las pelotas de tenis que sirve para crear la típica confusión acerca de la identidad sexual de uno de los personajes, pasando por ese otro que se droga cuya función en la película parece ser únicamente la de poner un toque gracioso pero que si no saliera nadie lo iba a echar de menos. 

Leigh Whannell e Ian Brennan no se muestran acertados a la hora de mezclar el cine de zombies variante infectados con el humor negro y son incapaces (o no quieren o no pueden) de explotar toda la mala leche que se podría sacar de una película como esta (¿Cuántas veces los alumnos no han querido vengarse de sus profesores? ¿Cuántas veces los profesores no se han hartado de sus alumnos?) convirtiéndose en un quiero y no puedo como sucedía con el ‘Doghouse’ de Jake West cinta con la que la película de Milott y Murnion comparte no solo lo decepcionante que resulta del desarrollo de su interesante propuesta si no también la idea de que la infección solo afecta a un grupo de personas en este caso cambiado a las mujeres por niños (La cinta de West que se pudo ver en una maratón nocturna en el festival de cine de Sitges en el 2009, igual que ocurrirá con la película de Milott y Murnion en la próxima edición del festival aunaba el humor negro con el cine de zombies. La película protagonizada por Danny Dyer –‘Desmembrados’- acababa desinflándose haciendo que su premisa que podía haber dado mucho juego se convirtiera en un chiste sin gracia que por momentos rozaba el machismo mas zafio).

No solo ‘Doghouse’ nos viene a la cabeza al ver ‘Cooties’ también el ‘Cabin fever 2” dirigida por Ti West esta presente en esta película. Obviamente la cinta de West es todo aquello que ni Milott ni Murnion se hubieran atrevido a rodar nunca, por descerebrada, brutal y asquerosa y porque ‘Cooties’ a pesar de su aparente brutalidad o de esas escenas donde los profesores golpean a los críos no deja de ser una cinta demasiado blanca y naïf donde el humor negro parece destinado solamente a ciertos momentos (Especialmente cuando Whannell esta en pantalla) lo que hace que el espectador tenga la sensación de que los directores han querido rodar una simpática película pero con demasiado cuidado por no ofender a nadie lo que deriva en que esta cinta se vea, se disfrute mas o menos y se acabe olvidando. (Personalmente creo que ‘Cooties’ es carne de dvd. Igual me equivoco pero he visto cintas mucho mejores que en el mejor de los casos tuvieron un estreno directamente en dvd o blu-ray).

Tanto la cinta de Milott y Murnion como la de West plantean la misma historia: Un extraño virus que ha contaminado o bien el agua o bien la comida que se reparte en un colegio o instituto transmitirá una terrible infección que causará el caos y convertirá a infectados en una especie de zombies. Ambas cintas utilizan los títulos de crédito para contarnos el proceso que han sufrido los alimentos o el agua contaminada desde la fábrica hasta la escuela. Si bien es cierto que West muestra todo este proceso utilizando una escena de animación y una canción de ‘The cave singers’ titulada ‘Dancing in our graves’, Milott y Murnion lo hacen con imagen real y con una música que nos remite directamente a ciertas obras de Danny Elfman por ese uso de las voces que se escuchan en ciertos momentos. 

Es claro que quienes mas han disfrutado con esta película ha sido el equipo técnico de la película (Directores, guionistas, actores…) que han acabado haciendo de ‘Cooties’ casi un chiste privado, un guiño a sus propias películas que aunque tenga gracia y arranque alguna sonrisa al espectador puede llevar a mas de uno a pensar en un cierto egocentrismo por parte de los actores involucrados, ya que a veces la línea puede resultar demasiado fina. Reírse de ‘El señor de los anillos’, o hacer un guiño al triciclo de ‘Saw’ puede resultar simpático pero si se mira con cuidado se observará que en el cine están proyectando ‘Cooties’ y ‘A girl walks home alone at night’ ambas cintas producidas por Elijah Wood, un tipo de publicidad que resulta del todo innecesario. 

Tampoco debemos dejar de lado que Whannell y Brennan se unen a esa especie de revival ochentero que estamos viviendo últimamente. Aunque alejados de propuestas como ‘Turbo Kid’ o ‘Kung Fury’, el guión escrito por ambos posee ciertos guiños a películas rodadas en esa época, alguna de ellas un tanto forzada como la que acaba derivando en Jason Patrick y ‘Jóvenes ocultos’ (¿No hubiera sido mas fácil y lógico acordarse de ‘Ghost ship’?, otras o mejor dicho otra acaba siendo reforzada por una música que parece extraída del cine con el que muchos crecimos (Este momento refuerza el tono general de la película: Otra idea que prometía mucho y que no se ha sabido aprovechar como hubiera sido necesario).

No hay mucho que decir acerca de los personajes (esquemáticos donde los haya pero ante el tipo de cine que nos encontramos no hay que pedir un análisis en profundidad de la psicología de los mismos y entender las motivaciones de cada uno de sus actos), de la presentación de los personajes (A excepción del director del colegio, el coguionista Ian Brennan, el resto resulta cargante y sin ningún tipo de gracia haciendo que el espectador se espere lo peor) y la forma que tienen Milott y Murnion de sacar provecho a los mismos (Desigual a todos lo niveles. Llama la atención la poca presencia de Mr. Hitachi personaje al que se le podría haber sacado mucho más juego o el interpretado por Jorge García en un secundario prescindible).

‘Cooties’ es una cinta que mezcla el humor negro con el cine de zombies de una manera muy leve, una de esas películas que se ve bien, que se puede ver de forma agradable pero no que nos aporta absolutamente nada. La película dirigida por Milott y Murnion es un claro quiero y no puedo que estos parecen refrendar con la escena post créditos finales desaprovechada a mas no poder que nos deja otro chiste sin la gracia ni la fuerza necesaria para cerrar una cinta de este tipo. Alejada de grandes referentes del género de terror reciente como puede ser la brutal e increíble ‘The Children’ de Tom Shankland, la película producida por Elijah Wood y Leigh Whannell se acerca más a cintas tan decepcionantes como ‘Doghouse’. Para ver, disfrutar en el momento de su visionado (Si no se es muy exigente) y olvidar. 

Lo mejor: Elijah Wood conduciendo el gran todo terreno.

Lo peor: Esperábamos mucho más de ella. Muchos chistes no funcionan y el gore en muchos momentos es demasiado cutre. El personaje de José García.


Crítica: The Boy

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A pocas semanas de esa gozosa experiencia en que se convierte cada año el Festival de Sitges, me atrevo y aventuro a calificar “The Boy” como mi película preferida del año, y, habiendo visto ya unas cuantas de las cintas con las que compite, apuesto ya mismo por su puesto, merecido, en el palmarés de este año.
CONTIENE SPOILERS Antes de nada, “The Boy” es la primera parte de una trilogía proyectada sobre el crecimiento en ciernes de todo un sociópata en tres momentos decisivos de su vida, a los 9, a los 14 y a los 18 años. La cinta está basada en un relato corto de Clay McLeopold Chapman (que aquí es coguionista), “The Henley Road Motel” y que ya fue adaptado por el director de esta “The Boy”, Craig William MacNeill en 2012 en un cortometraje que fue muy, muy bien recibido en el Festival de Cine de Sundance, lo que sin duda propició la lógica y consecuente versión largometraje, producido además por uno de mis fetiches, Elijah Wood, y que explora con brío y equilibrio el lado más oscuro de la naturaleza humana de manera inquietante, convincente y fascinante como pocas. 

Pues bien, estamos en el caluroso verano de 1989, en plenas montañas del oeste americano, donde John regenta un Motel destartalado, aislado y ruinoso que en su día fue un negocio próspero, pero que con el desvío de autopistas recibe poca, y es ser generoso decir poca, clientela, por lo que apenas tiene dinero para pagar las numerosas facturas y encargarse él solo de la educación de su hijo, Ted, un chaval de 9 años, después de que su mujer y madre del niño hiciera las maletas para pirarse a Florida, y de la que tan sólo una postal con una breve nota de cariño para él es lo que conoceremos de ella en la cinta. 

Mientras el padre pasa los días bebiendo en una dejadez y cansinismo absolutos, Ted se dedica a ganarse unas monedillas de una forma si bien productiva, siniestra, vagando por el árido y solitario paisaje y recogiendo animalillos muertos atropellados en la carretera que pasa por delante justo de su hogar, para ir juntando ese dinero que su padre le paga inocentemente por cada uno, como una forma inofensiva de que su hijo ocupe su tiempo y que en realidad va poniendo a Ted en el camino de la violencia calculada por y para cumplir su sueño de comprar un billete de autobús a Florida, no ya para vivir con su madre, sino para huir del infierno en que su anodina y rutinaria vida está abocada a convertirse. 

Eso hace de Ted un niño enojado con el mundo, que ve a través de la espeluznante mirada vacía de sus enormes ojos. Sin compañeros de juegos ni amigos, sin juguetes reales y con la única relación personal con un padre que no siempre está cuando se le necesita y que en ocasiones es estricto con su hijo sin culpa, y con la única conexión con el mundo real y exterior que le proporciona la cada vez menos habitual visita de un cliente, el niño va desarrollando una completa y mórbida fascinación con la muerte, uno de los elementos que forman parte de esa cutrez que los psiquiatras tildan de la “tríada del psicópata”. Y es que la vida en casa de Ted es esa vida “de manual” de psiquiatría en la que se forja y fortalece la enfermedad mental. Ted nota que los demás niños no son así, no viven así, lo que hace todo aún más doloroso. 

Entonces asistimos a un cambio, una decisión inocente en principio pero fundamental para el futuro de Ted, cuando decide dedicar la mayor parte de su tiempo ya no vagando en busca de animales muertos, sino creando trampas, como entretenimiento pero también con el entusiasmo de poder ayudar a su padre a sobrevivir ante la falta de medios. 

Y es entonces cuando Ted empieza a comportarse como un “no niño”, usando la máquina de snacks para abastecerse de chucherías, no para él, sino para usarlas como cebo en sus trampas de asfalto. Actúa como un “no niño” cuando lleva al desconocido al cobertizo y golpea con una pelota la oscuridad, que le devuelve un estallido bullicioso del aleteo de los murciélagos, y lejos de tener miedo, ríe desenfrenado. 

Actúa como un “no niño”cuando registrando unos cajones encuentra una vieja revista “Playboy” que no despierta el más mínimo interés en él, o cuando ensaya sonrisas y gestos que deberían ser naturales y que él mismo ya sabe que no están en su naturaleza. 

En una de esas ocasiones en que pone un cebo en mitad de la carretera, Ted atrae a un ciervo, y provocando un desgraciado accidente en el que el coche de William Colby (Rainn Wilson) se estropea, por lo que se ve obligado a refugiarse en el motel mientras lo reparan. 

Colby huye de sus propios demonios y problemas personales, con las cenizas de su esposa recientemente fallecida en un incendio. Con él, Ted establece un extraño vínculo a la par que se va desvinculando de su padre, al que ya sólo ve como mero comprador de sus animales siniestrados. Poniendo esos cebos en la carretera no es tánto la mano ejecutora como la que facilita el siniestro, dentro de su retorcida moral, que pronto cambia, avanza y se pervierte, mientras asistimos impávidos a ese desarrollo que encuentra como fácil forma de corregir su aburrida vida. 

Ted experimenta algo que le hace sentir vivo. Él, que estaba condenado a vivir una vida solitaria y anodina, desarrolla en su mente una anormal fascinación por la muerte, por la sangre y el dolor ajeno, como forma de tomar el control en esa vida aburrida y vacía. 

Por lo general, el asesino comienza torturando y matando animales. Y aunque nuestro protagonista no comienza estrangulando gatitos (de hecho hay un momento-ESPECTACULAR-en el que abraza a un pequeño conejo que pensamos que va a morir entre sus dedos), el maltrato llega. 

En el caso de Ted también, antes del ciervo había torturado algún animal, (insectos con una lupa, recuerdo inocente de cualquier infancia) pero sobre todo, cuando un huésped ocasional se aloja en el motel, Ted se cuela de noche y a oscuras en su habitación, y si, por casualidad, el cliente cayó borracho, disfruta colocándole una mano en nariz y boca llevándolos casi al sofoco. 

Así que sí, las tendencias psicopáticas del niño van surgiendo naturalmente, pero en el caso de Ted se ve reforzado al ser extrañamente otorgado por su padre el don de matar, que es quién le expone cómo abrir y destripar a un ciervo para extraer la carcasa y serrar la cornamenta. 

Una situación, en mitad de la noche, bajo la lluvia, con los litros de sangre cayendo ante la mirada atónita del niño, que lejos de horrorizarse, comienza a insensibilizarse ante la muerte. Y es entonces cuando la película se adentra profundamente en la enferma psique del niño que mata la soledad y el silencio en el placer íntimo de su perturbación y en momentos de rabia infinita tras los que tortura animales e incluso personas desde la conciencia. 

En lugar de dar un salto a la acción brutal de su protagonista para resaltar gráficamente su enfermedad, su maldad contenida, MacNeill va registrando poco a poco las etapas de su transformación con mano firme, imágenes sobrias y poca sangre. 

Y utiliza el extraño e insano lazo afectivo que se forja entre el niño y el triste accidentado para demostrar que Ted tiene un plan preconcebido, que no es ese niño precioso y adorable que parece, que su tendencia a matar animalillos no se va a quedar en eso. 

Cuando William Colby (Rainn Wilson) llega y le cuenta parte de su historia, Ted se engancha a él como ha ocurrido con otros muchos visitantes cuya única razón de ser, para él, es la posibilidad de escape y salida. 

Pero con William la cosa va a más. William tiene que ser su primera víctima, ya que su presencia en su mundo le conduce a explorar sus impulsos más oscuros. 

Ted se aferra a Colby como lo ha hecho con los pocos otros huéspedes que logran encontrar su camino al motel, con una fascinación que se manifiesta de forma inquietante. Les espía en su privacidad, no con la curiosidad natural de un niño de nueve años. Ted sabe sobradamente que esa invasión en sus vidas está mal, pero carece del temor que la mayoría de los niños tendrían de ser atrapados. Así, un día, con su plan preconcebido, roba las cenizas de la mujer de Colby. 

John, el padre, va de mal en peor y su vida se deshace humedecida por el alcoholismo y Ted empieza a desprenderse de sus temores de un nuevo abandono y comienza a tomar el control de su vida y el uso de sus capacidades para obtener lo que quiere. 

Y es aquí, amigos cuervos, donde experimentamos boquiabiertos el nacimiento de un psicópata. Porque en la construcción de ese enfermo se retrata perfectamente el arco de progresión geométrica que lleva de la inocencia a la sociopatía, marcado por esaobsesión macabra por la muerte, la sensación de contínuo abandono, de una madre y de un padre que aún estando a su lado, se aleja y se aleja y por una falta de cariño que él interpreta como maltrato. 

Uno podría llegar a plantearse si tal vez Ted mató a los animales sólo porque su padre le daba dinero, y se sentía recompensado, pero la mano firme del director, magistral y objetiva por completo nos deja claro que lo que realmente le mueve es deshacerse de ese yugo, esas cadenas, que supone su vida en el motel junto a su padre en la siniestra ladera de la montaña a la que el motel tiene vistas junto a un depósito de chatarra que desde el principio palpita amenazante. 

“The Boy” es una película absolutamente fascinante que no sólo nos da la oportunidad de ver lo que es en esencia el nacimiento de un asesino ante nuestros propios ojos, de cómo se activa ese espeluznante interruptor en su cerebro, sino la posibilidad de reflexionar sobre si esos condicionantes lo son en realidad y en qué medida, cosa que ME APASIONA. 

Evidentemente el escenario rural monoparental, el desvío de la carretera y el motel, nos hacen pensar en una versión patriarcal de Psicosis-más de la serie que de la cinta de 1960-eludiendo esosí las connotaciones sexuales. Pero en su retrato de los trastornos psicológicos en la infancia, Macneill va aún más lejos y no se conforma con mostrarnos unos hechos reprobables por el común de los espectadores y cimenta su historia en las ansias de escapar de el Infierno. 

El hecho de criarse sólo con su padre en el medio aislado y rural, pues influye, pero el director deja claro que no por ello un hijo se vuelve un asesino despiadado y nuestras mentes vuelan sin quererlo a The Good Son (1993) o The Bad Seed de Mervyn LeRoy (1956).

Al igual que unas pequeñas brasas acaban convirtiéndose en un incendio despiadado, Craig William Macneill nos arrastra en su película desde las chiquilladas inofensivas al horror absoluto en que confluye la mente de ese niño con total propensión a la ira y la violencia cuando en fin de curso una turba de adolescentes salidos y borrachuzos se desvocan y destrozan las instalaciones del motel. Ted ya está listo para dar rienda suelta al mónstruo que en su interior se ha ido forjando. 

Hay algo profundamente espeluznante en la cinta, que como las humedades de un techo se van extendiendo poco a poco, sinuosas, y es que el director nos hace empatizar y hasta “justificar” desde el iusnaturalismo el comportamiento del niño en determinados momentos. Y es que pasamos gran parte de la película a solas con él, atrapados con él en su desequilibrio incipiente, en sus angustias, en su mente enferma. 

La cinta va quemando lentamente, doliendo cada vez más, a través del uso de larguísimos planos y secuencias prácticamente mudas. Las imágenes, se montan velozmente en algunos instantes en contraposición al aislamiento y el resentimiento de Ted. 

Todo en la forma de rodar está bien pensado, y acumulativamente nos lleva a una sensación desasosegante de depresión. Cada secuencia está diseñada para retratar portentosamente lo inevitable, sin recurrir a truculencias macabras (que tantísimo nos gustan), y cada toma se mantiene incómoda en el tiempo durante unos instantes como retazo de la locura que dibujan, así como la fotografía de ese árido paisaje solitario en que transcurre la historia refleja el vacío dentro de Ted. Los efectos de audio e imagen son especialmente inquietantes, perfectos, la cámara, por ejemplo, no enfoca directamente la violencia, sino que enmarca la escena desde abajo, sin abuso de primeros planos. Es un estilo atípico, muy centrado en lo natural, que funciona y se destapa como feroz e inquietante, persistente, con tomas propias del maestro Kubrick en las que el paisaje inmenso empequeñece al personaje y la trama, en la que se va guisando un un psicópata en ciernes. El paisaje sonoro diseñado por J.Alan Jones es simplemente IMPRESIONANTE, igualmente discreto, usa lo habitual, lo natural, la gota de sangra salpicando sonoramente sobre el cubo de metal que Ted sostiene, los latidos del corazón que se aceleran, que se detienen, el crujir del asfalto abrasador bajo el sol. 

Los presagios siniestros que desde el primer momento intuimos (como cuando lleva al niño al sórdido y oscuro desagüe, o cuando visita la habitación de un huésped) nunca llegan a darse, pero provocan ese efecto deseado, esa angustia, ese malestar anticipatorio como si estuviéramos contemplando a un depredador acechando a su víctima. 

La primera escena en la que Ted desata su furia y violencia es con una gallina cuando su padre le quita el dinero ahorrado, pero la cámara lo obvia, nos lo oculta, resta importancia a la respuesta, cuando lo que realmente importa es la frustración del protagonista. 

Pero para colmo, no ha sido como esperaba, como deseaba, aunque es sin duda el punto de transición en su terrible metamorfosis. 

A nivel interpretación, la cinta es inmejorable. Jared Breeze más que actuar, VIVE perfectamente interpretando a Ted, con una naturalidad en su expresión corporal que se come la cámara, capaz de transmitir una inmensa gama de emociones con tan sólo pequeñas muecas y expresiones sutiles que van de la ira a la apatía. 

Protagoniza escenas MÁGICAS, como aquella en la que intenta sonreir natural ante un espejo repitiendo una y otra vez frases que venden la habitación. Aunque esas sonrisas dulces e inocentes parecen genuinas, cambian en menos de un segundo regresando al perenne estado de apatía que su mirada refleja, contenida, escalofriante pero sin exageración alguna. 

David Morse como padre resulta, como suele hacer en todas sus actuaciones, imponente, creíble tanto como hombre torpe pero amable que trata a su hijo con bondad y quiere hacerle feliz como individuo desconocido que bebe para huir de sus problemas. 

Rainn Wilson, como Colby, el accidentado con el que Ted está absorto, está también de escándalo en esa sutil muestra de inestabilidad. 

La cinta se toma sus casi dos horas para profundizar en el exquisito retrato de la soledad y estudio incisivo-más que thriller psicológico- que contemplativamente asiste al nacimiento de un psicópata, la evolución de Ted, del que nadie, ni llegado el final, llegaría a sospechar que detrás de esa sonrisa inocente de los nueve años se puede estar forjando un nuevo Norman Bates, Hannibal Lecter o demás. Un niño de nueve años que no mata sólo porque puede, sino porque quizás esa sea la única manera de escapar de una vida que le asfixia. 

Y esas dos horas, como he dicho, son pausadas, fruto de un proceso lento, excelentemente fotografíado que puede echar para atrás a algunos que busquen en ella refugio plagado de acción, sangre y vísceras en lugar de huecos sombríos sin esperanza. 

No es una peli de terror al uso, juega con la poesía, metódica, silenciosa, casi tan árida como el paraje en que se rodó. 

Lo mejor: La obsesión de Ted con la muerte comienza planteándose de forma que puede confundirse con la curiosidad de cualquier niño corriente, y eso es TERRIBLE, aunque pronto el enfoque despojado de emotividad lo resuelve. Podríamos hablar en términos caducos de obra de “arte y ensayo”, pues es mucho más de lo que parece, ese oscuro y brutal estudio, moderado en su ejecución que se convierte en una experiencia poderosa, inolvidable y dolorosa. 

“The Boy” es la película que más me ha gustado en lo que va de 2015. Y se nota.


Crítica: Never Sleep Again: The Elm Street Legacy

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El pasado 30 de Agosto, fallecía en Los Ángeles (California), a la edad de 76 años, Wes Craven, uno de los directores más influyentes que jamás haya dado el género de terror. Craven, tras su muerte, nos deja un legado inmortal en forma de extensa y fantástica filmografía plagada de títulos de culto como su impactante debut en 1972 “La Última Casa a la Izquierda” (“Last House on the Left”). Entre otras tantas, le seguirían clasicazos como “Las Colinas Tienen Ojos” (“The Hills Have Eyes”, 1974), “Bendición Mortal” (“Deadly Blessing”, 1981), “Amiga Mortal” (“Deadly Friend”, 1986), “La Serpiente y el Arco Iris” (“The Serpent and the Rainbow”, 1988), “Shocker: 10.000 Voltios de Terror” (“Shocker”, 1989) o “Scream” (1996). Pero pese a todo y en palabras del propio Craven: “No importa lo que haga, cuando muera, siempre se me recordará por “Pesadilla en Elm Street”.
El hombre del saco. Esa figura tenebrosa que acecha en las sombras de la noche o en una oscura esquina de nuestra habitación mientras intentamos auto convencernos de que allí no hay nada... un niño asomado en la ventana una noche cualquiera y esa misma figura amenazante, esa que todos hemos visto en alguna ocasión y que lleva nuestro nombre grabado a sangre, fuego y miedo, allí donde se gestan y se guardan en formol nuestros terrores, deambula por un tenebroso callejón. El hombre levanta la mirada hacia arriba y la cruza con la del niño, que, aterrado, se aparta de la ventana. Pasados unos minutos, el niño vuelve a asomarse y al mirar de nuevo, el extraño sigue ahí abajo mirándole. Así relata Wes Craven uno de sus recuerdos de infancia más aterradores y semilla para lo que más tarde terminaría por engendrar. 

“Never Sleep Again: The Elm Street Legacy”, es el documento definitivo y más completo que se haya rodado nunca sobre la saga de “Pesadilla en Elm Street”. En sus apasionantes cuatro horas de duración y bajo la batuta compartida de dos directores tras la cámara: Daniel Farrands y Andrew Casch, el primero, todo un especialista en lo que refiere a estos menesteres, pues ha firmado trabajos similares para otras franquicias de terror como “His Name Was Jason: 30 Years of Friday the 13th” (2009) o “The Crystal Lake Massacres Revisited” (2009) y que después de “Never Sleep Again”, volvería a explorar el universo de Craven en “Scream: Inside the Story” (2011). El segundo, Kasch, además de su dilatada carrera como editor, será el encargado de dirigir uno de los segmentos de la esperada antología de terror “Tales of Halloween”. 

En labores de producción, entre otros, encontramos a la actriz Heather Langenkamp, quien diera vida en tres películas de la franquicia a la mítica Nancy Thompson, enemiga “favorita” de Freddy y que también pone voz al documental ejerciendo de narradora. 

El pesadillesco viaje comienza,como casi siempre, por el principio. En él, el propio Craven nos cuenta como comenzó a gestarse la pesadilla. Como tras rodar sus dos primeras incursiones en el terror “La Última Casa a la Izquierda” (para muchos, entre los que me incluyo, el mejor rape & revenge rodado nunca) y “Las Colinas Tienen Ojos”, comenzó a escribir el guión para una nueva película, una que fuera algo realmente nuevo que nunca se hubiera hecho dentro del género. A partir de ahí, nos desvela todo aquello que cualquier fan de Freddy querría saber. ¿Porqué el nombre de Freddy?¿De donde sacó la idea de los sueños, como algo que te podía matar en la vida real? E incluso la elección del color para las rayas del jersey del asesino... sin duda alguna, esta parte inicial del documental, es uno de los puntos álgidos del mismo, pues descubrimos los orígenes de todo y la cantidad de anécdotas del rodaje es apabullante. 

El inigualable Robert Englund nos cuenta como consiguió hacerse con el papel para encarnar al asesino más célebre del celuloide cuando ni de lejos era la primera opción pensada por Wes... como dio forma al personaje de Freddy en un sorprendente ejercicio de mimetismo (algunos hablarían incluso de locura). En quien o quienes se inspiró, que pasó por su cabeza la primera vez que se calzó el guante o como preparaba el papel para resultar tan convincente en las películas. Todo lo que contribuyó a que Freddy Kruegger, aquel asesino amateur que mataba en sueños en una película que ningún gran estudio de Hollywood quiso producir, terminara por convertirse en todo un icono pop que transcendió incluso al mundo del cine, para convertirse en una celebridad mundial. 

La elección del casting (Johnny Depp le debe una importante parte del éxito de su carrera, a los gustos sobre jovencitos de la hija de Wes) o el diseño de los FX (alucinante todo lo referente a la muerte de Tina) son otros de los temas que se tratan con más profundidad en el completo análisis de “Pesadilla en Elm Street” de 1984. Pero no se queda ahí la cosa y éste, se extiende a toda la saga, hablando largo y tendido sobre todas y cada una de las películas que la componen: “Pesadilla en Elm Street 2: La Venganza de Freddy” (1985), “Pesadilla en Elm Street 3: Los Guerreros del Sueño” (1987), “Pesadilla en Elm Street 4: El Señor de los Sueños” (1988), “Pesadilla en Elm Street 5” (1989), “Pesadilla en Elm Street 6: La Muerte de Freddy” (1991), “La Nueva Pesadilla” (1994) y “Freddy vs Jason” (2003). El documental fue grabado en el año 2010, el mismo en el que se estrenó el cuestionable remake de Samuel Bayer, por lo que no fue incluido (por suerte) en el montaje final.

Aparte de las mil y una anécdotas que se nos revelan de cada uno de los rodajes (¿Alguien había pensado alguna vez en “Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy”, como en una película de marcado carácter homosexual? ¿O que la idea original era que en el final de “Freddy vs Jason” apareciera Pinhead para llevarse a los dos mendas al infierno?), también se analizan con sumo mimo y lujo de detalles todas las muertes de los pobres hijos de Elm Street a manos de Freddy (las más brillantes e imaginativas de la historia del terror) y explicado en primera persona por todos los actores que los encarnaron en su día. Es una pasada poder reencontrarte tantos años después, con todos aquellos adolescentes malditos y sentenciados a muerte con los que uno creció. Johnny Depp y Lawrence Fishburne, son las dos únicas ausencias destacados, junto con la de Craig Wasson (el dr.Neil Gordon en “Dream Warriors” de Chuck Russell). 

Por estar, están hasta los Dokken, quienes nos cuentan como fue la experiencia pionera de grabar el videoclip del tema “Dream Warriors” para la tercera parte de la saga, la mejor de todas las secuelas (cerca, muy cerca de la original) y sobre la cual precisamente, han comenzado a surgir aterradores rumores en las últimas fechas sobre la posibilidad de que pudiera estar gestándose un remake... crucemos los dedos y esperemos que tan solo se quede en eso, en un rumor y que no vuelva a profanarse de forma infausta un pedacito de nuestra adolescencia como ya se hizo con la primera pesadilla con ese remake que jamás debió existir como tal (con lo que hubiera molado una precuela tal y como se amaga en el prólogo de la película de Bayer o en algunos pasajes de la sexta parte, donde Alice Cooper descubría de manos de su adolescente hijo, que ni mucho menos era el mayor hijo puta de la familia). 

Podría escribirse a lo largo de páginas y páginas, sobre los infinitos contenidos de las cuatro horas de metraje, pero vale mucho más la pena, hacerte un bol de palomitas, apagar las luces, sentarte en el sofá y regresar a Elm Street para revivir todas aquellas pesadillas que nos marcaron para siempre de la mano de todos aquellos que hicieron posible que fueran perpetuadas. El sonido de las cuchillas arañando el metal de una barandilla al tiempo que el maíz se va fundiendo en nuestro paladar. “Never Sleep Again” es una experiencia tan sumamente épica y entrañable, que erizaría los pelos del escroto al mismísimo Chanpoo. Ahí es nada. Un documento imperdible para cualquier amante no ya de la franquicia, sino del terror en sí mismo. La mejor saga jamás creada, ya tiene el sentido homenaje que merecía. Nosotros también. 

Gracias por todo Wes. 

La duda: No soy de los que se cuestionan las reglas de la serie B y por lo general, no suelo buscarle los tres pies al gato, pues acepto las reglas del juego y me ciño a ellas. Pero si es cierto que a lo largo de todos estos años, siempre me he preguntado que diablos hizo mal Nancy en la primera película, para no poder matar a Freddy una vez éste, fuera del mundo de los sueños, tal y como sí consiguió hacer, la Maggie Burroughs en “Pesadilla en Elm Street: La Muerte de Freddy". 

Momentos inolvidables: Muchos. Si tuviera que elegir aquellos que más me marcaron, pues tendría que hablar de Tina arrastrándose por el techo de la habitación gritando ensangrentada ante la atónita mirada de Rod; De Freddy saliendo del interior de Jesse en la controvertida secuela de 1985; De Kristen engullida por esa serpiente en forma de falo (puede que la secuencia más impactante de toda la saga), aunque en realidad, mi momento favorito de “Dream Warriors” son esos títulos de crédito iniciales donde Kirsten está fabricando con palillos la maqueta de la casa con el “Into de Fire” de los Dokken de telón de fondo... y todo ello sin olvidar que es en esta tercera entrega, donde un servidor se enganchó a esa sexy y mala Taryn, al tiempo que muchos heroinómanos hacían el proceso inverso tras la mítica secuencia del callejón donde Freddy alimenta todos los orificios de la muchacha. 

Si seguimos con la cronología, hablar de otro momento piel de gallina en “The Dream Master”, cuando Alice libera su imagen en el espejo arrancando las fotografías de sus seres queridos y comienza a practicar con los nunchakus de su fallecido hermano; De ese parto desafortunado donde una terrible criatura emerge de las entrañas de Amanda Kruegger y vertiginosa emancipación de un personaje que volvería a dejarme ojiplático cuando al rizar el rizo, se convierte en Super Freddy para desgarrar a Mark; De Freddy parodiando al clásico de L.Frank Baum disfrazado de bruja del oeste o de Heather Langenkamp aterrorizada viendo a su hijo hipnotizado ante el televisor en plena noche, viendo “Pesadilla en Elm Street”

Lo mejor: Poder revivir, una vez más (y van...), la mejor saga de terror jamás rodada y descubrirlo absolutamente TODO sobre todas y cada una de las entregas (o como volver a tener 15 años durante cuatro horas). 

Lo peor: Que algún necio pueda pensar que darle diez estrellas a esta maravilla, sea tener el listón demasiado bajo.


Crítica: Deathgasm

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Cuando allá por los albores de mediados de los ochenta, Lamberto Bava rodaba aquella mítica secuencia de “Demons” en la cual los protagonistas cabalgaban en moto entre butacas de la sala de cine mientras jugaban con los demonios al son de aquella no menos mítica “Fast as a Shark” de los teutones “Accept”, no tenía ni idea de lo feliz que años después, haría a un atónito adolescente ante semejante estampa, que lo flipaba con el terror y con el metal. Aquella fue una de las comuniones más grandes que haya podido disfrutar entre mis dos grandes pasiones y eso, que el heavy metal y el cine de terror, siempre han disfrutado de gran afinidad.

Grandes bandas sonoras han “metalizado” la historia del género e incluso, la cultura del rock duro ha servido de leit motiv para variopintas cintas de terror. Como olvidar aquella estupenda “Muerte a 33 r.p.m” (“Trick or Treat”, Charles Martion Smith, 1986) con dos estrellas del medio como eran Gene “pisa pollitos” Simmons y Ozzy “come murciélagos” Osbourne involucrados... o alguna que otra opera rock reciente como la decepcionante “Suck” de Rob Stefaniuk con gente como Alice Cooper (otro rockero habitual del género al que ya habíamos visto en “El Príncipe de las Tinieblas” de Carpenter o haciendo incluso de progenitor, del mismísimo Freddy Krueger en “Pesadilla en Elm Street 6: La Muerte de Freddy”) o Iggy Pop (otro que ha tenido sus momentos de gloria en el fantástico, bordándolo en un papel hecho a su imagen y semejanza en “El Cuervo: Ciudad de Ángeles” o cerrando la saga de “Pesadillla en Elm Street” con ese trallazo rockero títulado “Freddy is Death”), o “Repo! The Genetic Opera”, que se adentraba en sonoridades góticas e industriales.

Es evidente que rock y terror siempre han ido de la mano, complementándose a lo largo de los años de una u otra manera. Pero no es menos cierto que siempre desde una perspectiva muy concreta, la de la cultura estadounidense. Y claro, si de lo que uno quiere hablar, es de metal y no de rock, hay que cruzar el charco y poner los oídos en un lugar bastante alejado de la cultura yanki y toda la parafernalia esta del “rock star”. Por supuesto me refiero, al viejo continente, cuna y origen del auténtico metal, aquel que se forja en los abrasadores fuegos del averno e irrumpe en la tierra desde sus entrañas mismas para corromper las almas de todos ser vivo de exquisito paladar auditivo.

Está claro, que si una película iba a apostar fuerte y con fundamento por la cultura del heavy metal, esta no podía venir de los estados unidos y así ha sido. Desde Nueva Zelanda (ahí es nada) nos llega “Deathgasm”, la ópera prima del especialista en efectos especiales, de dilatada carrera en el medio (ha trabajado en proyector de la envergadura de la trilogía de “El Hobbit” o en “Los Vengadores”, por poner un par de ejemplos), Jason Lei Howden, la cual dirige y escribe, es una carta de amor tan sumamente emotiva y sincera, que enamorará sin remedio a todo aquel que haya empuñado alguna vez el mástil de una guitarra eléctrica, ya sea para hacerle una ofrenda al diablo (o cualquier otro familiar), o para rendir pleitesía el Dios mitológico de turno.

Esta pequeña introducción a modo generalista, no termina de ceñirse a la realidad de “Deathgasm”. He leído por ahí, de puño y letra profana, que se habla de ella en clave de heavy metal... nada más lejos de la realidad. Si bien la cinta le depara algún que otro gag ha tan noble género, la verdadera temática de la película versa en torno al metal extremo y en especial, el black metal y su mitología. Así que todo aquel que ha experimentado extremas erecciones diseccionando cada nota del “In the Nightside Eclipse” de Emperor, que ha deseado correr desnudo por las nevadas montañas nevadas de Noruega al ser violado por algún pasaje del “At the Heart of the Winter” de Immortal, o incluso ha querido desvirgar y sacrificar (y no necesariamente en ese orden) a alguna que otra virgen, mientras intentaba descifrar algún berrido de Fenriz en el “Transilvanian Hunger” de Darkthrone, tienen en “Deathgasm”, esa película que siempre habían soñado.

Servidor, que cumple (anti)religiosamente con todo lo anteriormente citado, no puede más que rendirse ante la aplastante evidencia de que “Deathgasm” es la experiencia definitiva para cualquier amante del black metal que se precie. Noventa minutos de gloria absoluta que se nos presentan en clave de comedia de terror gore y que pase a lo que alguno pueda pensar de entrada, viendo los derroteros por los que suele transitar este subgénero en la actualidad, se aleja completamente de cualquier otro título similar que os pueda venir a la mente. Y es que hay que dejar una cosa muy clara de inicio: “Deathgasm” en ningún momento ejerce de parodia, sino de homenaje. Y uno además, genuino y alejado de cualquier tipo de artificio. Se nota que Jason Lei Howden es perfecto conocedor de lo que está hablando en todo momento y que no tira puntada sin hilo o deja cuero sin tachuela.

Una de las grandes grandezas, valga la redundancia, de “Deathgasm”, es que en muchas ocasiones, ni siquiera necesita tirar de los típicos chistes (que los tiene) de turno para hacer reír al personal, tan solo disparando pequeños trocitos de realidad, una realidad que muchos hemos experimentado en nuestras propias carnes, consigue ese mismo efecto en el espectador. Reproducir situaciones que muchos hemos vivido y que reconocemos como algo nuestro, otorgan un erótico carácter auto-biográfico a muchos de los gags de la película, haciendo de estas algo extremadamente fresco al tiempo que divertido (y aquí sí, incluso, hilarante), al vernos reflejados en ellos en primera persona.

Y en en este aspecto, donde puede que resida también el lado más “oscuro” de la cinta, pues al utilizar un tipo de humor tan enfocado a determinado tipo de público, es muy posible que el resto del espectro se pierda gran parte de ese ingenio al no entender muchas de las múltiples referencias a la mitología del black metal que aquí se manejan. Se entiende que alguien ajeno a dicho género musical, al ir el nombre de “Burzum”, pues lo asocie más a una marca de insecticida, que a otra cosa. Es por ello, que estoy convencido de que a mucha gente de la que lea esta crítica, le costará entender parte de mi desorbitado entusiasmo por la misma.

Aclarado esto, sigamos con sus excelencias y hablemos de referencias mucho más universales y reconocibles para el aficionado al terror. Y es que si “Deathgasm” es un homenaje al black metal, también lo es a la serie B y al cine gore. Pero siendo de nuevo fiel a la editorial de este análisis y siendo un poquito más específico, es un homenaje puro y duro no solo a “Evil Dead”, también a la cinematografía de su padre, Sam Raimi. En general, la fuerte influencia de Raimi a lo largo del filme, puede olerse en los poros de todos y cada uno de los hijos de puta infernales que desfilan por la pantalla a lo largo del filme, pero en especial, hay un pasaje concreto del mismo, plagado de referencias, que es poco menos que una larga e intensa felación tanto a la obra de este señor, como a todos sus adoradores entre los cuales, me incluyo.

Por supuesto, en un filme de esta naturaleza, era imposible que la banda sonora no tuviera peso en la obra. En ella, encontraremos un buen puñado de bandas tanto de black como de heavy metal e incluso aparecen los mismísimos “Emperor” con dos piezas maestras como son “Inno a Satana” y “The Burning Shadows of Silence”. Otro festín para los oído que no hace más que engrandecer la ya de por si grandeza de la obra cinematográfica, en lo cual también hay que decirlo, lo clavan todos sus jóvenes protagonistas. Comenzando por un genuino Milo Cawthorne como guitarra solista del filme, que parece una reencarnación de juventud de Joey Demaio y un no menos creíble y debutante James Blake, al bajo. En la batería y a los teclados, Sam Berkley y Daniel Cresswell aportando el punto más cómico del filme, encarnando a dos fanáticos de los juegos de rol. Kimberley Crossman aporta el contrapunto femenino a tantísima testosterona.

Poco más se puede añadir de esta divertidísima comedia de terror plagada de inteligentes sketches y mil y una referencias al universo del metal. Una película entrañable como pocas que además, despunta en todos los apartados: grandes interpretaciones (dada su naturaleza) dando forma a personajes a los que adoraremos por su rebosante empatía, sangre y gore de primera a raudales, gags desternillantes de inusitada brillantez de los cuales nos identificaremos con gran parte de ellos y un sentido del humor negro, muy negro y politicamente incorrecto que hará las delicias de las mentes más “sucias” y gamberras. Todo ello, por si fuera poco, a ritmo de heavy metal y metal extremo en dosis pornográficas.

Sin duda, Jason Lei Howden se gana desde ya, el título de "Maese". Así pues, Maese Howden nos regala “Deathgasm”, una de las películas del año y para muchos, desde ya, un título de culto moderno dentro del género. Por una vez y sin que sirva de precedente, las grandes expectativas generadas por el filme, se colman con creces.


!!!!Muerte al falso metal¡¡¡¡¡¡¡¡

La cúspide de lo sublime: La secuencia del videoclip que graban los chicos de “Deathgasm”. Creo que no me había reído tanto en años. Alguno se va a hacer pipí encima y todo.

El infinito orgasmo de esperma y sangre más allá de las colinas del eterno placer sobre los rostros inmaculados de una multitud de hembras semi desnudas con tangas de cuero negro: TODO. Sería imposible quedarme solo con unas pocas cosas.

El desagradecido sabor del vómito y el semen corrompido recorriendo nuestra garganta tras una brutal violación oral de satanás y sus huestes: Los profanos en la materia se perderán buena parte de la grandeza del filme al no entender muchas de sus referencias. Y su parte final, algo menos grandilocuente y épica de lo que se podía esperar, viendo lo visto.



Crítica: X Moor

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Sí amiguitos, la película lleva por nombre “X Moor”, y no, no es un spin-off de un mutante de la Marvel con el poder de adquirir la apariencia de Demi Moore o Julianne Moore. Ni mucho menos la de resucitar al defenestrado Roger Moore. Ya quisiéramos nosotros. Dejando de lado el chiste… bueno, chiste o drama, de lo malo que es, la verdad es que la de aquí bebe directamente de una vieja historia que a la mayoría de los mortales les puede pasar inadvertida, pero que a los amigos del Mundo del Misterio les sonará. Por suerte amiguitos, el que os habla co-presenta un programa radiofónico sobre el tema así es que, aunque como siempre sin mucho acierto, os haré un breve resumen.
 
“La Bestia de Exmoor” –Exmoor, paraje situado entre los condados ingleses de Devon y Somerset, al suroeste del país- es una de esas criaturas criptozoológicas que tanto abundan en el folclore de todo el mundo. Aquí hablamos, según las diferentes fuentes, leyendas e invenciones, de un felino gigante que durante la década de los setenta sembró el pánico entre los granjeros locales matando a más de un centenar de reses. Durante ese tiempo hasta la actualidad han sido varias las fotografías que pretendían recoger la imagen de la susodicha bestia, haciendo coincidir estas con los testimonios que hablaban de una especie de pantera, pero hasta el momento, y eso que el gobierno británico intervino, no se ha podido demostrar nada. 

Hasta ahí, la teoría de la película. Ahora vayamos con la práctica. Lo primero que a uno le sorprenderá es la NO coincidencia entre el reconocible Exmoor y el X Moor del título. Estaba claro que la carátula quería jugar con el concepto amagando a un felino entre los claroscuros que nos presenta a los protagonistas, pero entonces, ¿para qué tanta tontería con el título? 

Alguno puede pensar que es un capricho de sus responsables o una ‘modernidá’ –léase con sincero tono despectivo- de esas a las que los snobs cinematográficos nos tienen acostumbrados en los últimos años. Sin embargo, la cosa adquiere un cariz más rastrero, que no admite ni la habitual condescendencia con la que terminamos claudicando ante estos cineastas que se tiene por sofisticados, cuando de improviso, al aparecer el título de la película en su arranque, va ascendiendo cómo el que no quiere la cosa un rótulo en el que se puede leer un “The beast of” con total desfachatez. Ahí ya –y eso que solo han transcurrido un par de minutos- uno piensa que sus responsables o no lo tienen claro o empiezan, jugando con eso de los animales, mareando la perdiz.

Vale, estoy siendo demasiado duro con una cuestión que no deja de ser, esta sí, una tontería y puede que el tonto lo esté siendo yo; pero no empecéis a relameros pensando que me habéis pillado en un renuncio, que como dice el refrán, el que ríe último, ríe mejor. 

La película empieza como otros tantos cientos de producciones que tratan el tema de la criptozoología o búsqueda de bestias, monstruos y seres míticos, de los cuales desgraciadamente en estos últimos tres años, “gracias” a la explosión -¿o debería decir ‘explotación’?- del fenómeno del ‘found footage’ hemos tenido que soportar unas cuantas decenas de producciones. Aquí, por suerte, la realización es más formal, sin ‘camarita al hombro/ristre’ salvo unas pocas tomas en un circuito cerrado, y si bien adolece de los defectos habituales de una realización carente de un presupuesto generoso –a pesar de que nos digan que el film ha costado 1 millón de libras- no es, de momento, un motivo para echárselo en cara. 

Tras la pobre presentación de personajes esperando que algo que se parece a la ironía en los diálogos logre abrir brecha con otras de sus correligionarias, nos encontramos con que la película intenta sorprendernos con un giro argumental que puede admitir, como casi todo en esta vida, dos posturas: los generosos verán algo de ambición buscando un punto de originalidad. Los críticos, por el contrario, una tomadura de pelo que encima redunda en el hecho de querernos dar gato por liebre sin tener, para mayor escarnio, las ideas claras. 

Y es que a partir de ese momento –permitirme que me lo calle ya que recae en vuestro propio beneficio/provecho- el film, para aquellos que, benévolos ellos, pensasen que se buscaba la originalidad, vuelve a tropezar no solo con otro montón de tópicos sino con un desarrollo torpe y hasta aburrido. 

Presentada la sorpresa, nuestros protagonistas se prestarán voluntariosos a practicar ese habitual juego de sospechas tan burdo como falto de sentido común. Tras este pasaremos a la fase de reproches, previo a la del pánico. Por suerte, alguno se ahorrará esta última ya que estos minutos descritos se desarrollarán en tal absoluta oscuridad –ni una película de aficionados, oiga- que terminará cayendo en los brazos de Morfeo. Para el que no, que sepa que le espera anodinas correrías por el bosque, despropósitos y descubrimientos que más que sorprendentes serán cómicos –por no decir, indignantes- ante la falta de voluntad de ofrecer al espectador ya no un razonamiento creíble, sino algo con un mínimo de sentido común que no se resuma a poner a los personajes tras una amenaza porque sí. 

Pero no todo es negativo, empezando por unos actores voluntariosos que además son reconocibles gracias a su participación en algunas series televisivas de éxito –sobre todo Nick Blood en “Agentes de Shield”- y algunas –pocas- escenas prometedoras como la del par de pirómanos; sin embargo, solo son apuntes que no llegan a conformar un conjunto con el suficiente valor como para contrarrestar sus defectos. 

Resumiendo, a las alturas en las que nos encontramos “X Moor” resulta fallida. Nos trae un ‘más de lo mismo’ incluso cuando intenta desmarcarse, se hace eterna y eso que no llega ni a la hora y veinte minutos, y aunque su presupuesto no debería influenciarnos a la hora de valorarla, lo hace ya que uno no se explica en qué se han gastado ese millón de libras.


Crítica: I Spit On Your Grave: Vengeance Is Mine

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¿Os imagináis que toda vuestra percepción sobre algo cambia en un segundo? ¿Habéis vivido esa sensación de creeros en posesión de la verdad absoluta, pensando que estáis por encima, y saberos ignorantes en el último momento? Es impresionante cómo un detalle puede hacer que todo cambie, que todo aquello que dabas por sentado se tambalee y se caiga, y que al caer, se rompa en mil pedazos, y más impresionante aún, que cuando lo recompones, sea mucho más bonito que antes de caerse. Ese es un giro de la vida, un argumento vital y personal, que te enseña lo tontos y presuntuosos que podemos ser a veces.

Esto es justo lo que me ha pasado a mi con "I Spit on your grave 3", que he sido tonta y presuntuosa. Una cree que está de vuelta de todo en esto del terror y me la meten doblada con una tercera parte de un remake!! ¿Cómo no voy a entender lo que está pasando en "I spit on your grave 3"? Es de locos!! Si es un rape & revenge!!! Presuntuosa Missterror...Nada es lo que parece amigos, y hay que saber mirar mucho más allá de lo que estamos viendo.

Tengo que empezar por aclarar que "I Spit on your grave 3" realmente no es un rape & revenge, sino que es un revenge puro. Dejamos esta vez las violaciones, que ya tuvimos suficiente con la primera y segunda entrega, y centrémonos en la parte de la venganza, la que marca la diferencia en este subgénero, lo que decide si estamos ante la enésima cinta mediocre de violaciones y venganzas o si realmente merece la pena.

Partimos de la premisa de que nos encontramos de nuevo con Jennifer, la protagonista de la primera película y que mucha casualidad sería que la volvieran a violar...pero en el mundo del cine no está todo dicho y películas como esta te lo pueden demostrar. Pues bien, Jennifer intenta dejar atrás su terrible experiencia, y para ello cambia de identidad, intentando rehacer su vida como puede, que no es nada fácil, pues todos los hombres parecen querer acosarla y ella ha desarrollado una misantropía enfermiza. Su escape será una reunión periódica de víctimas de violaciones, en las que conocerá a su inmediata mejor amiga, Marla, quien le abrirá los ojos en cuanto a lo que la palabra venganza significa, aunque eso es algo que el interior de Jennifer conoce muy bien.

Comienza la fiesta cuando los chorros de sangre salpican hasta el infinito y los clichés en cada uno de los personajes es sonrojante, llegando a condicionar mucho el visionado: los hombres que aparecen son mezquinos, están salidos y obsesionados con tener sexo con Jennifer, que ahora se llama Angela. Las mujeres son sólo objetos, víctimas, sumisas, indefensas...La fuerza de la ley es obtusa, pero cuenta con un detective empeñado en proteger a Angela, que siempre está ahí en el momento exacto que tiene que estar, ¿qué es esto? ¿un melodrama vespertino? ¿The world is on fire y nosotros viendo esto?

En un rape & revenge todos sabemos que hay dos partes: la violación y la venganza. Aquí hemos quedado en que no hay violación, por tanto, tenemos una primera parte hedionda de reconocimiento de situaciones y flashbacks de la primera parte, que extraña y mucho, porque no pueden darse tantos estereotipos malos juntos, y donde se rompe con el esquema. Luego tenemos la parte del revenge, la venganza, que esta vez es aún más terrible, porque la pequeña Jennifer/Angela ha aprendido mucho, y de forma natural, casi superheroica, saca una fuerza, ingenio y una mala hostia increíble, desde el fondo de su alma confusa, desde lugares que conviven en ella desde su primera ataque, pero que de vez en cuando dormitan y la hacen parecer normal.

No os engañéis, Jennifer no es normal. Su experiencia fue tan sumamente traumática y salvaje, que la hacen convertirse en un ser traumatizado y salvaje, y muy muy tocado, que tiene un miedo extremo hacia los hombres (algo totalmente lógico), y a quienes hará pagar por todas sus maldades. Arranca aquí la parte más extrema de la cinta, porque después de aguantar estoica todos esos estereotipos de novelista principiante, dibujados por una mente que ha perdido las coordenadas del sentido común, llega el bestial momento que esperábamos, el momento donde Angela tiene la venganza en su mano, toda para ella, y lo hace da la manera más cruel y gráfica.

Hablamos de dos muertes que os van a dejar sin aliento, porque yo, de haber tenido pene, tendría cierta imagen grabada en mi mente a fuego, para los restos. Chicos, esto va por vosotros, porque vais a apretar los dientes como nunca lo habéis hecho, y recordaréis por siempre que estos cuentos tienen moraleja, ya que los malos, los hijos de puta, siempre (o casi siempre) terminan pagándolo (al menos en el mundo del rape & revenge). El gore es absolutamente notable y visual, no hay lugar para la imaginación, porque te lo enseñan todo y flipas, de verdad que flipas y perdonas todas las situaciones forzadas al límite que has visto antes, y a medida que la acción avanza y ves que la venganza se resuelve más que bien, te vas extrañando cada vez más de lo mal que se presentan las partes que preceden a esa venganza, del horrible guión, y no te cuadra que Sarah Butler sea una actriz del montón cuando hace de persona normal, y la mejor actriz cuando se le cambia la cara y se convierte en el ser más sediento de sangre y venganza.

Son las trampas que el ratón pone a los gatos lo que funciona. Aquí son las trampas, en toda la extensión de la palabra, lo que mejor funciona, y lo malo de todo es que puede que haya mucha gente, muchísima, que realmente no entienda lo que "I Spit on your grave 3" quiere contar, y que crea que es un rape & revenge al uso, que da continuidad de forma amorfa, a lo que ocurrió en la primera parte, cuando justo en la última escena está toda la clave de la película y su grandeza, y es justo cuando apagas la televisión cuando empiezas a pensar en serio y descubres TODO lo que ha pasado y el por qué de tanta exageración, y entonces ves que "I Spit on your grave 3" está muy bien pensada y que es totalmente inesperada, y que pasa de un 4 a un 7,5 así, en un segundo.

SOLUCIÓN PARA AQUELLOS QUE SÓLO VEN EN ELLA UN RAPE & REVENGE Y NADA MÁS: SPOILERS SANGRANTES. Sólo leer en caso de duda respecto a la verdadera naturaleza de la película, una vez vista la misma.

SPOILER Angela es el alter ego de Jennifer, quien lleva dos años en la cárcel por los asesinatos cometidos en la primera película. Angela es la mente vengativa en la que se ha convertido Jennifer, quien vive en el mundo de la locura del trauma e imagina mil venganzas a mil personas imaginarias, porque sólo así puede seguir adelante. Todo lo que se nos ha mostrado en la película es una trampa que no está nada más que en su mente, no sólo los asesinatos de las reclusas y la terapeuta de la cárcel es irreal, todo lo anterior también es imaginación de Jennifer, de ahí que el mundo sea tan exagerado, que los hombres sean tan perversos, y las mujeres necesiten a una heroína que las salve (Angela), y que el detective aparezca siempre que ella corre peligro, en cualquier parte de la ciudad. Porque la justicia no es algo que vayas a recibir, es algo que tú tienes que repartir, y ¿qué mejor lugar para repartirla que tu mente?


Crítica: Some Kind Of Hate

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Cuando se dice aquello de que la realidad siempre supera a la ficción, puede sonar a tópico, pero es una verdad universal irrefutable. Los aficionados al terror siempre buscamos viajar al lado más extremo del terror en busca del relato más perturbador que la industria del entretenimiento pueda ofrecernos y aun así, no estamos, ni de lejos, preparados para lo que la realidad nos tiene deparado. Basta solo con encender el televisor y poner cualquier noticiero para darnos cuenta de que no hemos visto nada, que el terror que creemos conocer, es tan solo una fiesta de pijamas para pasar el rato mientras ahí fuera, el auténtico terror, los auténticos monstruos, caminan entre nosotros.
El tema del bullying o acoso escolar, es una de esas realidades que nos azotan a diario, ya sea por sufrirla (o haberlo hecho) en nuestras propias carnes, o por ver como la sufren otros. Un buen ejemplo de como ésta nuestra sociedad, termina siendo, paradójicamente, una fábrica ilimitada de crear monstruos a gran escala, fracasando ya desde los cimientos, en el intento de a partir de un pedazo de barro virgen, moldear algo que se asemeje a una persona normal y no a un animal salvaje. No voy a entrar a valorar los múltiples factores sociales/familiares/culturales y educativos que pueden llevar a ello, pues no estamos aquí para tal menester, pero que alguien que apenas ha tenido tiempo aun de vivir, decida quitarse la vida porque cree que ésta, lo único que tiene para ofrecerle es a un grupo de zombies que aun no ha aprendido a utilizar el cerebro y que por desgracia y en la mayoría de los casos, con el paso del tiempo, se les terminará pudriendo por el desuso, es de auténtico terror, mucho más de lo que podamos ver en ninguna ficción, por extrema que esta sea. 

En el cine, este tipo de acosos ha sido, es y será, una fuente recurrente de inspiración y ha servido como punto de partida de infinidad de películas no ya solo de terror, también de otros muchos géneros, aunque nuestro amado se lleve la palma. Esa vasija sucia y polvorienta en la cual introduces la larga cuchara y siempre sacas agua, aunque sea negra como la noche y de olor putrefacto. Es gratis, debe serlo. De otra forma, no se entiende que tan poco, haya dado para tanto. Y no cabe duda de que Adam Egypt Mortimer, director de la cinta que nos ocupa, ha metido la cuchara hasta el fondo todo lo que ha podido y más para dar forma a su nueva película (segunda, tras dirigir un buen puñado de cortometrajes) que lleva por título “Some Kind of Hate”. 

“Some Kind of Hate” destapa el tarro de las esencias con aromas dispares. Por un lado se nota que para bien o para mal, el amigo Mortimer tiene muy claro lo que hace detrás de la cámara y ya de entrada, da buena muestra tanto de aptitudes, como de intenciones. La imagen es sucia, polvorienta, cruda. Las tonalidades desgastadas sirven como perfecto lienzo de fondo donde pintar la impactante secuencia inicial y posterior prólogo. Toda una declaración de intenciones que se reafirma con la impactante secuencia de créditos acertadamente musicada a base de sonoridades metálicas. 

Queda claro a estas alturas que las formas son las correctas y que no estamos en manos de ningún mindundi. Las dudas radican más en el fondo, pues somos bien conocedores de que en ocasiones, el agua es negra y de olor putrefacto. Preocupa ya, recorrido aun tan poco trecho del viaje, el estereotipado dibujo psicológico que se hace del personaje protagonista. El típico joven en edad de merecer, nacido del útero de una familia desestructurada. La madre muerta, el padre un macarra alcohólico... en un par de secuencias se nos deja claro el adn del chico, comido desde dentro por la frustración e incapaz de afrontar con lógica (intentarlo al menos), la dura realidad que le ha tocado vivir. 

De ahí en adelante y hasta llegar al primer punto de inflexión del filme, gran parte del viaje se consume en repasar con el bolígrafo una y otra vez el boceto original. Que nos quede claro que el tipo tiene problemas, que es el típico muchacho solitario con dificultad para relacionarse con el resto y que hijos de puta y retrasados, los hay en todas partes. Por supuesto, también en una especie de granja/reformatoria en medio del desierto que es donde han ido a parar los huesos del tipo tras haberla liado parda en el instituto, tal y como se nos había ilustrado previamente. 

Esta primera mitad de polvoriento metraje, más allá del bonito auto-homenaje onanista que se dedica el director ejerciendo su estilo a lo largo y ancho del campamento, resulta completamente intrascendente a nivel argumental y tiene como único brote verde potencial, el intento de acercar a los personajes al espectador, que empaticemos con unos y por supuesto, que odiemos a otros. Demasiado esfuerzo para tan poca recompensa en mi opinión, pues esto ya estaba bastante definido a los veinte minutos. Pero ya se sabe, a cada uno las pajas, le duran lo que le duran. 

Es entonces cuando llega EL GIRO. Cuando teníamos más o menos claro lo que estábamos viendo y más importante aun, lo que íbamos a ver, el más allá se nos acerca por la detrás y nos sopla al oído. Bien. No tengo nada en contra, todo lo contrario, soy gran amigo de que me soplen... quiero decir, de lo sobrenatural. Descolocado, eso si. Pues había leído en algunos medios que “Some kind of Hate” era un slasher, y nada más lejos de la realidad, de slasher nada de nada. Lo que nos queda bajo los párpados, tras haber aguantado estoicos durante eterna media hora, es un relato de venganza sobrenatural con moralina, mas propio de un episodio de una serie de televisión, que de una película que para más inri, está encantada de haberse conocido. 

Todo el gozo en un pozo y en él, van cayendo todos los tópicos de este tipo de productos teenagers por más que en esta ocasión, se intente vestir de adulto. Un espíritu vengativo, un puñado de hijos de puta que sin duda, merecen pasarlas putas, un oscuro secreto del pasado a resolver, un puñado de misteriosos crímenes, otras tantas decisiones sin sentido y el asombro de uno mismo que se pregunta: ¿Como diablos se puede tener a tu disposición el talento para contar algo, y desperdiciarlo contando ESTO? Por supuesto, no hay respuesta ni se la espera. Si acaso, sumar las que plantea el trillado guión que para variar, tampoco contesta y, viendo lo visto, igual, puestos a perder el tiempo, habría sido más interesante hacerlo respondiendo a dichas preguntas, en lugar de gastar suela yendo hacia ninguna parte. 

En medio de este sucio charco de tópicos, es cierto que encontramos algo digno de rescatar en la figura de la presencia sobrenatural, no en ella misma, pues no deja de ser otro más, pero si en su modus operandi, lo único original que vamos a encontrar en toda la película y de lo cual se consigue sacar bastante buena tajada (nunca mejor dicho), dando como resultado algunas secuencias, aunque algo repetitivas, bastante resultonas que además, funcionan un poco a modo de metáfora sobre lo que comentaba al principio de este análisis referente a los zombies y sus secuelas. Algún chorretón de sangre, algún amago de mala hostia para que apretemos un poco el culete y el río que termina desembocando al mar. Uno negro y putrefacto, por supuesto. 

Pongamos sobre la mesa a un par de jóvenes actores de supuesto buen ver como Grace Phipps, quien comienza a ser una habitual dentro del género y que aquí enseña cacha al servicio de la causa siempre que ésta lo requiere y Ronen Rubinstein haciendo lo mismo con su irritante flequillo enamora adolescentes, al tiempo que nos fustiga con un no menos irritante ejercicio de histrionismo en su intento de dar forma a su atormentado y marginal alter ego en la ficción y ya tenemos el pack completo para venderlo en la puerta del instituto. 

Una cinta de venganza y terror sobrenatural sobre las miserias de la naturaleza humana y sobre sus terribles consecuencias. Hay cicatrices que nunca se cierran. 

Lo mejor: La fuerte personalidad de su puesta en escena (fotografía, banda sonora, etc...) y la poética idea que se esconde detrás de los asesinatos. 

Lo peor: El guión es un cutre copia y pega de otras tantas películas y lo que es aun peor, el infausto intento de tapar todas sus miserias a base de virtuosismos técnicos, que como he dicho, los tiene.


"Sitges 2015", The Invitation la gran ganadora

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'The Invitation' se proclama ganadora de Sitges 2015 

'The final girls' consigue dos galardones: el Premio Especial del Jurado y el Premio al Mejor Guión

The Invitation, de Karyn Kusama, se ha llevado el Premio a la Mejor Película de la Secció Oficial Fantàstic de Sitges 2015. En la rueda de prensa de presentación del palmarés de este año, el jurado ha destacado el alto nivel de las películas presentadas y que ha sido una edición muy competitiva. La otra ganadora de esta 48ª edición es The Final Girls, de Todd Strauss-Schulson, producción que ha obtenido dos galardones: el Premio Especial del Jurado y el Premio al Mejor Guión. El Premio a la Mejor Dirección ha sido para S. Craig Zahler, por la película Bone Tomahawk. El jurado ha concedido el Premio a la Mejor Interpretación Femenina a Pili Grogne, por su papel en Le tout nouveau testament y el Premio a la Mejor Interpretación Masculina a Joel Edgerton, protagonista -y director- de The Gift. 

Por otra parte, el jurado de la Secció Oficial Fantàstic Sitges 48 ha otorgado el Premio a los Mejores Efectos Especiales a la película I Am a Hero, de Shinsuke Sato. Demon, de Marcin Wrona, ha obtenido el Premio a la Mejor Fotografía y Turbo Kid, de Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, el Premio a la Mejor Música. El mejor corto de esta edición ha sido para They Will All Die in Space, de Javier Chillon, que ha ganado el Premio al Mejor Cortometraje. Además, los asistentes a la 48ª edición de Sitges - Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya han decidido otorgar con sus votos el Gran Premio del Público - La Vanguardia a la película I Am a Hero, de Shinsuke Sato, y el Premio del Público de la Sección Panorama Fantàstic a El Eslabón Podrido, de Valentín Javier Diment. 

PALMARÉS 

Secció Oficial Fantàstic Sitges 48 

Premio Mejor Película:‘The Invitation' de Karyn Kusama 
Premio Especial del Jurado:'The Final Girls' de Todd Strauss-Schulson 
Premio Mejor Dirección (patrocinado por Gas Natural Fenosa): S. Craig Zahler por 'Bone Tomahawk' 
Premio Mejor Interpretación Femenina: Pili Grogne por 'Le tout nouveau testamento' 
Premio Mejor Interpretación Masculina (patrocinado por Autolica - Mercedes Benz): Joel Edgerton por 'The Gift' 
Premio Mejor Guión:‘The Final Girls’ de Todd Strauss-Schulson 
Premio Mejores Efectos Especiales:'I Am a Hero' de Shinsuke Sato 
Premio Mejor Fotografía:'Demon' de Marcin Wrona 
Premio Mejor Música:'Turbo Kid' de Anouk Whissell, François Simard, Yoann-Karl Whissell
Premio Mejor Cortometraje (patrocinado por Fotogramas): 'They Will All Die in Space' de Javier Chillon 
Gran Premio del Público (patrocinado por La Vanguardia): ‘I Am a Hero’, de Shinsuke Sato 
Premio José Luis Guarner:'Bone Tomahawk' de S. Craig Zahler 
Premio Citizen Kane al Mejor Director Novel: Stephen Fingleton por 'The Survivalist' 
Premio Jurado Carnet Jove Mejor Película:'Turbo Kid' de Anouk Whissell, François Simard, Yoann-Karl Whissell 

Secció Oficial Fantàstic Òrbita 

Premio Mejor Película:'SPL2: A Time for Consequences' de Soi Cheang 
Premio Mejor Dirección: John Maclean por 'Slow West' 
Premio Especial del Jurado:'The Taking of Tiger Mountain' de Tsui Hark 

Panorama Fantàstic

Premio Mejor Película Panorama Documenta: 'Lost Soul - The Doomed Journey of Richard Stanley' s Island of Dr. Moreu' de David Gregory 
Premio del Público: ‘El Eslabón Podrido' de Valentín Javier Diment. 

Noves Visions 

Premio Mejor Película Noves Visions One:'Anomalisa' de Charlie Kaufman, Duke Johnson 
Mención especial Noves Visions One:'Men & Chicken' de Anders Thomas Jensen 
Premio Mejor Cortometraje Noves Visions:'Disco Inferno' de Alice Waddington ex aequo con 'Formas de jugar' de Gemma Blasco 
Premio Mejor Película Noves Visions Plus:'Anabel' de Antonio Trashorras 
Mención especial:'Lovemilla' de Teemu Nikki 

Focus Àsia 

Premio Mejor Película:'Veteran' de Ryoo Seung-wan

Anima’t 

Premio Mejor Película:'Miss Hokusai' de Keiichi Hara
Premio Mejor Cortometraje: 'Voltaire' de Jan Snoekx
Mención especial Cortometraje:'The Orchestra' de Mikey Hill

Midnight X-Treme 

Premio Mejor Película:'Bound to Vengeance' de José Manuel Cravioto

Méliès d’Argent

Premio Mejor Película Europea S.O.F. Sitges 48:'Le Tout Nouveau Testament' de Jaco Van Dormael 
Premio Mejor Cortometraje Europeo S.O.F. Sitges 48:'Graffiti' de Lluís Quílez 

Blood Window 

Premio Mejor Película Blood Window: 'Los parecidos' de Isaac Ezban Brigadoon 
Premio Mejor Cortometraje Brigadoon: 'Caradecaballo' de Marc Martínez Jordan 

Phonetastic 

Premio Mejor Cortometraje:'Blackout' de Sylvain Certain

Sitges Cine365 Film 

Premio Sitges Cine365 Film:'Caradecaballo' de Marc Martínez Jordan ex aequo con 'Zero' de David Victori

Crítica: La Cumbre Escarlata

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Por fin llegó “La Cumbre Escarlata”, probablemente la película más esperada del año por un servidor. Y es que lo confieso: soy un ‘Taurino’ a más no poder. Pero que ello no os confunda, que por mucho que me hayan gustado casi todas sus películas, ese mismo ‘casi’ ya os debería señalar que mi objetividad siempre prevalece sobre mis favoritismos, así es que podéis estar tranquilos que mi opinión sobre la película va a ser lo más ecuánime posible.
Sobre “La Cumbre Escarlata” mucho se ha hablado antes de su estreno, algo normal ya que desde el anuncio del proyecto hemos pasado por diferentes etapas con las que gradualmente ir aumentando la expectación, ese ‘hype’ tan manido por los usuarios de la red a los que parece darles miedo utilizar correctamente nuestro idioma. El mismo Del Toro siempre ha tenido el proyecto entre sus eternos posibles junto a “En las montañas de la magnificencia”, adaptación del clásico de Lovecraft “En las montañas de la locura”, “The left hand of darkness”, su particular versión de “El Conde de Montecristo”, “Meat market”, “Mephisto’s Bridge” o “The list of seven”. 

En la Comic-Con 2014 el astuto cineasta ya dispuso un stand que llevaría por nombre “Galería gótica” con el que dar algunas premisas del film, además de revestir de una cierta pompa al primer teaser que estrenaría en aquellas mismas fechas. En aquella especie de minúsculo “Pasaje del terror” se podía ver parte del atrezzo utilizado para la película acompañado por efectos sonoros y segmentos de vídeo que reproducían un pasillo de la mansión encantada. 

A principios de 2015, siete meses antes de su estreno, ya pudimos ver el primer tráiler oficial, y claro está, pronto comenzaron los rumores y teorías. El más chocante fue aquel que decía que el film, a su modo, por su marcado carácter visual hacia un homenaje al “Suspiria” de Dario Argento. 

Guillermo del Toro siempre ha sido admirador del maestro italiano –a decir verdad, quién no lo es…- y en el tráiler se podía apreciar una cierta predominancia por los rojos y azules que dieron fama al film de Argento. Sin embargo, “Suspiria” era puro impresionismo, con mucha amplitud de espacios y utilización de patrones poligonales y concéntricos, algo casi cercano a lo que Kubrick intentó en “El resplandor”. Aquí, entrando ya en la película, quitando los mosaicos del suelo del hall de la mansión y el papel pintado de la residencia de la protagonista en NY, no vemos esa pureza de líneas. 

En el 2011, en un evento realizado por el TIFF (Toronto International Film Festival) el propio Del Toro fue el invitado para hablar sobre la “Toby Dammit” de Fellini y la propia “Suspiria”, y no es por ir a favor de corriente, pero utilizando el término con el que el propio realizador mexicano definió contrariamente a la primera, “La Cumbre Escarlata” se parece más a esta ya que es BARROQUISMO en estado puro. 

Vamos, que para terminar con el tema de “Suspiria”, ni dejando de lado la puesta en escena encontramos paralelismos: “Suspiria” era, como el propio Del Toro la calificó, todo ritmo, sacando además partido a unas muertes impactantes. En “La Cumbre Escarlata” el objetivo es otro. Pero por pasos. 

Del Toro nunca ha negado sus influencias y visualmente siempre se ha apoyado en artistas como Felicien Rops, Arnold Bocklin, Carlos Schwabe y Odilon Redon, sirviendo los dos últimos –sobre todo Redon- de clara inspiración para esta “La Cumbre Escarlata”. Los volúmenes y colores están claramente influenciados por estos, aunque añadiría un artista más a la ecuación como es Klimt. Esos amarillos y dorados del artista austriaco son claves para la película, y si bien también eran característicos de Redon, no se puede decir que la dirección artística y de vestuario no haya tenido al más popular simbolista en mente. No en vano, estoy seguro que muchos van a ver, salvando las distancias, algún reflejo al “Drácula” de Coppola, para quien Klimt fue su referencia. 

En lo que respecta a la fotografía, son los claroscuros de, siguiendo con el mundo del arte, Caravaggio y Johannes Vermeer los que hacen que todo lo anterior destaque de sobre manera. Pero dejémonos ya –o no- de referencias y estilos y vayamos con lo menos aparente. 

Si os dais cuenta, en todo este… sí, rollo, no he sacado casi a relucir la palabra gótico. La razón, que no quiero resultar tan obvio, ya que eso lo puede ver todo el mundo, y más ahora que vivimos una época en que todo lo victoriano parece que vuelve a ponerse de moda. Y digo que ‘parece’ porque a pesar de que el “steampunk” lleva décadas haciéndonos vibrar a los que nos sumergimos en ensoñaciones de otra realidad mucho más… romántica que la que nos toca vivir, es sobre todo en la literatura y en el mundo de la televisión donde resurge esa imaginería gótica. El problema es que ello a veces deforma nuestra percepción, y no lo digo precisamente porque veamos por la calle gente con monóculos, corsés o sombreros de copa, sino porque creemos que el cine también está afectado por esta moda. 

Sin ir más lejos, otro cuervo de este nido como es el señor Cabrero se quejaba en el muro de Facebook de mi blog al poner su tráiler de la falta de ideas de la industria cinematográfica. Sin quererle llevar la contraria ya que generalizando no le faltaba razón, le inquirí a que, ajustándonos a la película que había hecho surgir el comentario, me dijese cuántas producciones góticas había visto él últimamente en la gran pantalla. Dramas y melodramas algunos más, pero ciñéndonos al mundo del terror, las dos partes de “La Dama de negro” y poco más. 

¿Cuál fue la última gran película gótica de terror? ¿La citada “Drácula”? Pues ya hace la friolera de 23 años… ¿El “Frankenstein” de Kenneth Branagh con el que Del Toro guarda muchos paralelismos? (19 años) ¿”Los otros”…? El mismo Del Toro produjo “No tengas miedo a la oscuridad” cuyo tono se acercaba, pero dejando de lado la mansión, su apariencia era bastante actual. Otras obras del realizador mejicano han bebido de fuentes góticas, pero ninguna como esta que nos ocupa. Así que, sin miedo a errar, no se puede decir que esta “La Cumbre Escarlata” quiera seguir una estela exitosa.

Ahora bien, es curioso cómo funcionan las cosas ya que ese mismo alegato que sirve para defender su originalidad, es la que termina por restarle méritos. Me explico. 

El film en sus primeros 45 minutos parece una recopilación de tópicos de Dickens, Byron y ya no digo Jane Austin porque es demasiado evidente; un melodrama de huérfanos, cenicientas, crápulas y herencias de rancio abolengo. De no ser por las tres escenas de género, fantasmagóricas todas ellas, uno parecería estar viendo uno de esos dramas históricos ricamente ambientados a los que me refería párrafos más arriba. 

Luego, llegados a la mansión protagonista del film, el talante cambia y uno se deja llevar por cada uno de los rincones que esconde la casa, capaces por sí solos de merecer el visionado de la película. Es en estos minutos donde más contenido de terror encontramos, y si bien se recurre a los tópicos del género –ruidos, puertas que se abren y se cierran, fantasmas pasando por detrás de los personajes o mostrándose abiertamente, hasta pelotitas rodando por el suelo…- con la nunca bien reconocida ayuda de la dirección artística, el film transcurre como la seda, deslumbrando y entreteniendo en base a detalles. 

El problema llega cuando vuelve a poner los pies en el suelo: te han dado tan mascada la historia al principio, definiendo además los roles –estereotipos más bien- de unos y otros, que la película resulta previsible y sin capacidad de sorpresa. Y es por eso que decía que lo que en un principio jugaba a su favor, termina por cavar su tumba. Sí, “La Cumbre Escarlata” es cine gótico 100%, pero tanto, que lo que cuenta –otra cosa es lo que enseña- ya lo hemos visto o leído docenas de veces. Y lo peor es que ya no depende del bagaje de cada uno sino que no hay que ser muy avispado para saber quién es tal fantasma o por dónde irá trascurriendo la película. 

Y ni siquiera la excusa del homenaje me sirve ya que es notable la falta de ambición en cuanto a argumento. Sí, la casa, el vestuario… todo lo material está a un nivel inmejorable pero… Sr. Del Toro, se ha dejado cosas en el tintero… ¿Por qué no ha mostrado dónde estaban los otros cuerpos? ¿Solo yo me esperaba encontrar alguno detrás de una pared? ¿Y lo del niño? Con lo detallista que es usted y nos deja a mitad. Aunque claro, eso de dejarnos a mitad… Exceptuando esos buenos minutos del meridiano del film, el terror brilla por su ausencia. Se nos regalan algunas escenas cruentas, de sentir escalofríos, pero es más por imaginarlo en nuestra propia piel que por el conjunto. Lobo melodramático con piel de cordero terrorífico, no sé si me entendéis… 

Y sí, las interpretaciones son soberbias, sobre todo Jessica Chastain, a la que por otro lado es un crimen haberle oscurecido el cabello, pero como decía no dejan de ser estereotipos. Esta, la fría y distante; Mia Wasikowska, la imagen de la inocencia, mientras que mi tocayo Tom Hiddleston, la del eterno caza-herederas. 

Alguno/a dirá que mi problema es que no soy un romántico y que no he sabido conectar con la historia. Puede aunque lo ponga en duda, pero quizás esa desconexión es la que me ha permitido ver la historia desde la barrera. Nunca mejor dicho ya que os vuelvo a recordar que me declaro 'Taurino', así es que si con todo y con ello soy crítico… 

Para acabar, los efectos especiales, bien, correctos sin más ya que son refritos de otras producciones de Del Toro. Los fantasmas ya los habíamos visto en por ejemplo “Mama” e incluso en los marmóreos elfos de “Hellboy 2”. Total, ya no hay nada más, el resto es todo labor de la dirección artística. Eso sí, la música del españolito Fernando Velázquez no desmerece en nada a otros grandes del género. 

Resumiendo, “La Cumbre Escarlata” es un espectáculo visual de primer orden. Suntuosidad, cuidado por el detalle y un nivel artístico inconmensurable. El problema es que se ha puesto tanta atención en la apariencia que en el interior han descuidado la historia. Bebe tanto de los clásicos que termina muriendo a causa de ellos.


Crítica: Martyrs (2015)

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Qué pereza tener que hacer esta crítica, la verdad, de una de las mayores desvergüenzas que veremos en esto del cine de terror... Partiendo de que “Martyrs”, la original, la buena, la de Pascal Laugier, la que recordarán nuestros nietos como una de las cúspides del nuevo terror, es una de mis pelis favoritas de todos los tiempos, de que el periplo de este remake ha sido poco menos que estrambótico (con ofrecimientos, uno por uno, a los mejores directores de género franceses, que, como era de esperar teniendo en cuenta que la cinta es una peli de culto en el país vecino, la iban rechazando de inmediato, cambios de reparto, de orientación y casi de género cinematográfico), que el guionista, ese Mark Smith que pierde todos mis respetos y tras este caos merece pena de prisión mayor, y que la peli anterior de los directores de este descalabro, Kevin y Michael Goetz, “Scenic Route” un melodrama regulero que la crítica puso por las nubes me parece bastante mediocre, esperar mucho, lo que se dice mucho, no esperaba en absoluto de esta cinta abucheada por la mayoría de fanáticos del terror que visitan estas semanas Sitges.
Y es que los remakes no son lo mío (lo de Oldboy, Carrie y Poltergeist no se me olvida), pero después de ver, sin ir más lejos, lo que hizo Franck Khalfoun con el estupendo remake de Maniac, a pesar de estar convencido de que el cutre mercado usurero Hollywoodiense trataría de apropiarse de la genial corriente francesa conocida como “Nuevo Extremismo” y que nos las ha hecho pasar muy, pero que muy mal en la pasada década con obras maestras irrepetibles en las que la violencia y el gore justificados llenan la pantalla de chorretones de sangre, saliva y dientes, pelos y carnes colganderas, haciendo nuestras delicias con nuevas y fuertes sensaciones, y encantado de poder traerles la primicia de su estreno me dije: “manchego, vamos pa allá, que el bofetón no será tan gordo...” 

Pero vaya si lo ha sido...

Lo único que podría justificar este remake es que todas las copias de la cinta original hubiera desaparecido misteriosamente a lo Cuarto Milenio, pero es que ni con esas, porque sin aportar nada nuevo (obviaremos el espantoso giro loco final que le pegan estos dos directores de arte y ensayo a la magistral pieza de origen) más valía que se hubieran puesto a remakear la nochevieja de los Lunnis 2004 y dejasen en paz obras maestras. 

Tras el estreno y el consiguiente exitazo de À l’Intérieur parecía prácticamente imposible superar e incluso alcanzar las tremendas dosis de angustia cinematográfica que aquella conseguía, pero como de la nada, apareció Pascal Laugier con una película muy, muy cruda y compleja bajo el brazo, como quien no quiere la cosa que se convirtió evidentemente en la más polémica del festival de Sitges donde se presentó como “La película más perturbadora de la historia”, considerándola un ejercicio de torture porn existencialista, y la más violenta del 2008. 

Eso es lo que hace siete años pasaba con Martyrs, y en lo más opuesto a un dejá vu, hace dos horas asistíamos pasmosos a una tomadura de pelo constitutiva sin duda de delito punible como es esta porquería de remake cutrón. 

El Martyrs original venía de Francia y por supuesto trataba un tema espinosísimo con una brutalidad y una violencia que muchos tacharon de interminable. Era una cinta muy difícil de contar y recomendar, con una sinopsis complicadísima y una ejecución brillante, maravillosa y perfecta que no deja nada por explicar y cuya magistral realización se encamina más a transferir una terrible sensación de miedo mental, siendo la violencia más dura de la película precisamente la que se omite al espectador, siendo sin duda por eso una película imposible de olvidar. 

En mi caso me pasé una semana entera con unas pesadillas terribles y con el temita metido en la cabeza sin parecer irse ni de coña. 

Considero Martyrs y À l’Intérieur las dos mejores cintas de eso que acabamos llamando la “nouvelle horreur vague”, maravillosa y casi perfecta pero recomendable para muy pocos, porque en muy pocas ocasiones servidor, que tiene el estómago como los Ñúes, más que hecho y habituado a digerir todo tipo de cine se ha sentido tan y tan angustiado tras ver una película. 

Y es que lo de menos es ya lo desagradable de lo visual de la cinta, (impecable por otra parte); Lo difícil es entrar en la película y salir airoso, como si tal cosa, tras su visionado, porque es con diferencia la película que ha dejado una huella más honda en mi vida de espectador cinéfago. Por eso, y pese al diez que le di en su momento en todas mis votaciones personales, la recomiendo a pocos, a muy pocos. Desde luego a espíritus poco sensibles y/o traumatizables. 

Lo que está claro es que el cine de género americano ha pasado por una tremenda etapa de escasez creativa de ideas. Remakes y secuelas varias han tratado de llenar ese vacío, revisitando clasicazos como “Poltergeist” o “Carrie”, que siguen plenamente vigentes y marcadamente superiores a sus cutre revisiones, pero también optando por hacer sus propias versiones de películas extranjeras prácticamente nuevas que aportan una propuesta original e interesante. Y el cine francés de terror actual lo es, con esa nueva violencia extrema, ese uso absoluto del gore y el terror carnal que no siempre son del gusto de todo el público y tiene que pasar incluso censura para exhibirse en según qué festivales (Martyrs se presentó en Cannes como una de las favoritas, aunque la comisión de calificación trató de definirla prácticamente como porno, pese a que acabó como “para mayores de 16” armando así un revuelo enorme e indignando a Pascal Laugier, su director con ese juicio sobre la catadura moral de su cinta). 

Martyrs, la buena, la que pasará a la historia, la original, ha abierto el camino facilitando así que futuros directores aborden la maldad, el terror y la violencia extrema traspasando al espectador una serie de fortísimas sensaciones con mayor apoyo y respeto en esa corriente cuyo génesis en mi opinión está en de “Irreversible” de Gaspar Noé y la violación de la Belucci en 2002 y el años siguiente, 2003, cuando un joven y prometedor director francés, Alexandre Aja, sorprendió con una brillante y majestuosa concentración de terror y gore con su “peliculita” “Alta tensión”, que causó auténtico revuelo en todos los festivales internacionales del género. 

Desgraciadamente el negocio del cine parece por momentos caer en picado al paso de la crisis en muchos países, y cada vez cuesta más competir con el gigante de Hollywood, y en muchos casos, sangrantemente, las pelis que copan las expectativas de crítica y taquilla en el extranjero, sólo han pisado nuestro país en festivales, mientras bodrios como esta desvergonzada y vergonzosa adaptación americanuza llenará los cines palomiteros.

Sí, ya sé que esto debería ser una crítica de la cinta y punto, que las comparaciones son odiosas y bla, bla,bla... Pero si no quieren comparaciones, que no se pongan a acometer empresas que les quedan muy, muy, muy grandes. 

El bodrio al que dedico estas palabras, esa vulgar “Martyrs” 2015 no tiene ABSOLUTAMENTE NADA a destacar, ni siquiera fuera de las comparaciones. 

Fagocita la brillantez del argumento ajeno, lo mete en una batidora oxidada y le da un giro final estúpido e innecesario, cargándose cualquier mínimo halago que pretendiera tener. 

A nivel técnico, que es lo mínimamente exigible, tampoco destaca en ningún momento y las interpretaciones de un reparto sacado de una clase bobalicona de la E.S.O yanki hacen que se nos salten lagrimones como peras. 

Las brutales actuaciones que nos regalaron Mylène Jampanoï y Morjana Alaoui en el original quedan aquí a la altura de Salvados por la campana en versión siniestra, sin chicha ni limoná. 

Y, perdón por esta inquina comparadora, la magnífica y escalofriante banda sonora que me sigue poniendo la carne de gallina del original, de Seppuku Paradigm, una de esas pocas obras musicales que me siguen dando miedo a dia de hoy apartada de la imagen a la que apoyan, aquí se traduce en una ridiculez sosa y chirriante. 

Me alegro muchísimo de no haber podido dar antes un 0/10 a ninguna peli, porque definitivamente se lo casco a los Goetz y su cagadón.


Crítica: Green Room

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El verde es el color de la esperanza, por eso es el color que utilizan en los quirófanos para intentar que pienses en positivo, para que creas que todo irá bien allí dentro. Pintamos las habitaciones de verde, cuando queremos descansar en ellas, porque el verde nos transmite calma y tranquilidad. El verde, en sus múltiples variantes, nos relaja porque nos recuerda al color de la naturaleza por antonomasia. Las habitaciones verdes siempre han tenido un efecto sedante en mi, hasta que en el festival de Sitges de este 2015, quisieron que las habitaciones verdes, fueran símbolo del caos, la violencia y la desesperanza para siempre.

Arranca "Green room" con la fresca imagen de un joven grupo de música punk, los Ain´t rights, viajando en la furgoneta en dirección a un pequeño bolo. Como siempre, en este tipo de eventos, las cosas no salen como se espera y el dinero que al final te llevas, no cubre ni gastos de gasolina así que te tienes que buscar la vida para conseguir más bolos donde y como sea. Hasta aquí, todo correcto, así es el mundo de la música sin padrinos. El giro del destino se pronuncia cuando los Aint´t Rights acceden a aparecer en un festival organizado por y para skinheads (os recuerdo que ellos son punks).

Cuando las decisiones que se toman son malas desde el primer momento, todo tiende a ir a peor y eso es lo que Jeremy Saulnier nos va a contar en "Green Room" de una forma vertiginosa. Saulnier, ya nos dio de comer su ración de introspección, malas decisiones y pausa con "Blue Ruin" y ahora nos muestra su versatilidad y buen pulso como director, con algo totalmente opuesto, una película que mantiene la tensión y la mandíbula apretada durante todo su metraje y que es una lección de cómo rodar una historia de mala suerte de la manera más brutal y directa posible. Aquí no hay salida, la habitación verde te atrapa y es muy difícil salir de ella, en todos los aspectos.

Sin duda estamos ante el survival del año, porque esto es una historia en la que el objetivo es sobrevivir. No estamos ante una historia política, sino ante el acorralamiento, el miedo, la adrenalina, la verdad y la vertiginosidad disfrazada de raza aria, con sus bombers, sus tirantes y sus Dr. Martens de cordones rojos, que no lanzan un mensaje racista y se hacen odiar por ello, sino que tienen la postestad de escribir el destino con lápices de muerte y dientes afilados de perro.

Volvamos a la furgoneta de los Ain´t rights y analicemos lo que un grupo de punks deberían hacer entre skins: basicamente pasar desapercibidos,¿no creéis?, pero el punk es rabia y anarquía, y como tal, sólo la juventud te puede dar las pocas luces de cantar un tema anti nazi en un concierto para nazis... pero a los que creáis que por aquí vienen los tiros, estáis equivocados, aquí el destino aún no había tirado los dados, y será el fruto de la mala causalidad lo que les hará testigos de una situación que desembocará en caos. Así, en menos de un minuto y sin poder hacer nada más que lo que hacen, los cuatro componentes del grupo se ven encerrados en una habitación verde junto con una skinhead derrumbada, con la mirada fija y las lágrimas constantemente cayendo, que se convertirá en el quinto elemento. A partir de este momento, "Green Room", te lo da todo. Comienza la lucha por la supervivencia.

Impresiona la naturalidad de todos los actos, los fríos y los viscerales. Impresiona ver la manipulación de las mentes más endebles por parte de las viejas glorias fascistas que siempre ocultan un interés lucrativo, bajo el discurso de la raza. Impresiona ver la maldad bajo la impunidad de la noche. Impresiona ver el grafismo de la violencia. Impresiona ver a Patrick Stewart manejándose tan bien en una tesitura tan cruel. Impresiona ver cómo en el momento en el que crees que no hay salida, es imposible mantener la pose y sólo importa la verdad. Impresiona ver la rapidez con la que una persona puede dejar de respirar.

Para mi, "Green Room", esta impresionante película, es aire fresco cuando el cine comienza a ponerse excesivamente templado en mostrar acción. Aquí estamos ante un ejercicio de soberbio movimiento, en el que nuestra capacidad de reacción frente a lo que ocurre, es inesperada, por la inmediatez de los hechos, pero así es la realidad, un segundo y vives, un segundo y mueres. Y en la muerte, desde las habitaciones verdes no se escucha el sonido del bajo y la batería, en la muerte, las habitaciones verdes no son sitios para cargar el teléfono móvil.

Destaca, aparte de la tensión de la cámara, la fotografía interior y exterior, las grandes actuaciones, pues no solo Stewart se proclama dueño y señor de la pantalla, en "Green Room", Imogen Poots se calza muy bien las botas con esvástica y borda su papel, al igual que el enclenque Anton Yelchin, que es pura tensión contagiosa. No me olvido del que parece que va a ser un habitual en el cine de Jeremy Saulnier, Macon Blair, con el que el espectador juega a dos bandas. Grandes trabajos interpretativos que te acercan al local en el bosque, donde no hay más ley que la del fuerte y mayor depredador que el que proclama su superioridad.

Por supuesto que en una cinta con todos los elementos para pegarte a la butaca, con una visceralidad tan marcada, los efectos especiales juegan un papel importantísimo, y en esto tampoco escatima "Green Room". Aguantad bien la respiración y dejad que vuestras retinas se cubran de heridas. Ahora volved a respirar.

Poco le falta a "Green Room" para ser perfecta y llegados a este punto sí que me gustaría mencionar que yo eché en falta mucha más intención a la hora de abordar el tema del nazismo y la supremacía aria, para llevar a un punto mayor de nausea al espectador, algo que se queda diluido con la subtrama que toda la parafernalia fascista lleva detrás. Aun así, de una forma más o menos sutil, siempre incomoda ver estas ideologías en la pantalla y la incomodidad es algo que en "Green Room" se explota.

Una película clave en este 2015, que llega sin armar estruendo, y que poco a poco, como su acertada banda sonora, va subiendo el volumen hasta que se convierte en uno de los mejores conciertos a los que hayas asistido. Prohibido perdérsela.



Crítica: February

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Como se suele decir, llegar y besar el santo (o al diablo, según se mire). Y es que ni los más optimistas podíamos imaginar lo que nos iba a deparar el debut tras las cámaras de Osgood Perkins, hasta la fecha, actor de perfil bajo que había participado como secundario, en un puñado de filmes y alguna que otra serie de televisión. Tras visionar ésta su su ópera prima, puede afirmarse sin demasiado margen a equivocación que “February” es una de las mejores películas que han podido verse en esta edición del festival de Sitges y si me apuráis, una de las mejores películas de terror de los últimos años.

Y eso que los presagios no eran buenos. Dicen las malas lenguas por ahí (y algunas muy buenas también), que en esto del terror, los grandes nombres propios tienen gran peso específico, en negativo. Dicen estas lenguas, que actores de renombre o populares y cine de terror, son ingredientes que rara vez funcionan en la cocción. Por ello y fiándose uno de dicha regla no escrita, la presencia de uno de los rostros del momento como es el de Emma Roberts (sobrina de otra Roberts de postín, Julia), joven actriz que ha alcanzado gran popularidad gracias a su participación en shows televisivos como “American Horror Story” y “Scream Queens”, así como en la cuarta entrega de la saga de terror teenager “Scream”, era poco menos que un gato negro muerto en la acera. Por suerte, algunas reglas, están para romperlas.

“February” es el título elegido por Perkins para el baptismo de sangre de su primera andadura como director. En ella, nos propone un sombrío intento de escapar de la soledad, a toda costa, por parte de dos chicas azotadas por la pérdida en una personal y acertada mezcolanza de géneros e influencias varias que oscilan entre el terror psicológico del maestro Hitchcock y la virulencia rojo sangre del giallo italiano. El resultado, una cinta de terror clásico, muy clásico, que contrariamente, aborda y actualiza temáticas mil veces manidas dentro del género de forma fresca y alejada de convencionalismos devorados, digeridos y excretados mil y una vez. Si creías haberlo visto todo en lo que a cultos satánicos se refiere, ahora que tan de moda está el sub-género con la hiper publicitada nueva película de Amenábar, está claro que aun no te has dejado helar la sangre por la fría nieve de Febrero.

La película es ya toda una declaración de intenciones desde su primer aliento. El preciosista prólogo onírico es poco menos que su biblia de cabecera. Sagrada escritura que no abandonará en adelante y a la cual deberemos entregarnos en cuerpo y alma, si queremos estar en comunión con la obra y entenderla y disfrutarla en toda su magnitud. Dicho prólogo, nos aplasta contra la butaca con una de las fotografías más brutales que servidor haya visto en años. Gélida, triste y cortante como un cristal roto. Acompañada además, por el mejor de los sonidos, el silencio. Muchas veces, ponemos sobre la mesa de disección todo aquello que se dice en una película, pero en otras tantas, no nos damos cuenta de que lo que no se dice, puede ser tan o más importante. “February” nos lo recuerda constantemente.

Intimidados aun por sus indómitas excelencias técnicas, aun nos queda rendirnos ante los enigmáticos ojos de la inocencia, los de una joven y soberbia Kiernan Shipka, que lo borda en todos y cada uno de los pasajes en los que aparece su angelical rostro, mimando los silencios como nadie y disputándole el control de las manijas del reloj al mismísimo Cronos. Haciendo de cada segundo una eternidad, y de cada eternidad un segundo, a su antojo. Es en los silencios, en los gestos y en las miradas de la actriz, donde quema con más fuerza la frialdad de un guión, tímido en apariencia pero mucho más complejo de lo que insinúa o de lo que queremos entender. Tanto, que puede llegar a confundir al espectador menos ágil (yo mismo), quien deberá terminar de colocar por sí solo (o con ayuda), las últimas piezas del puzzle para darle (su) sentido a todo.

Dejando de lado por un segundo sus grandes virtudes estilísticas, “February” engancha por su deliciosa pausa, recreándose casi de forma onanista en cada una de las macabras postales que va dibujando para desarrollar el relato. Y en esa recreación, muestra lo justo para que queramos ver y sobretodo, saber más. Porque aquí no se trata tanto de ver, como de saber. Estamos ante una cinta que da prioridad a lo psicológico y que lleva constantemente los mecanismo del género a su terreno para darles nueva forma. En este sentido me encantaría poder ser algo más incisivo, pero prefiero no desvelar absolutamente nada sobre la naturaleza de la trama, pues es en ese descubrimiento llegado cierto punto de la trama, donde encontramos otro de los grandes momentos de “February”, uno de esos volantazos que casi te sacan de la carretera que a mi personalmente, tanto me gustan.

Y retomando un poco con lo que comentaba al principio, sería injusto no hacer mención de la estupenda labor de la citada Emma Roberts, quien en una tesitura bastante diferente de la de Kiernan Shipka, nos ofrece también la que sea posiblemente hasta la fecha, su mejor interpretación. Roberts demuestra aquí que está para empresas bastante más importantes de las que se había embarcado hasta ahora.

Tan solo algunas cuestiones sin respuesta y la gran complicidad que se le exige al espectador para buscarlas por sí mismo, impiden que “February” alcance la excelencia que sin duda merecía. No obstante, estamos ante una obra casi redonda que atesora una de las puestas en escena más brillantes y enigmáticas de los últimos años. Una película que juega con la curiosidad del espectador en todo momento, convirtiéndolo en un yonki de conocimiento que no encontrará descanso hasta el último fotograma del filme. Algunos, ni siquiera eso. Una oda al cine de suspense. Oscura, macabra, de compleja simpleza y narrada con tanta clase y estilo que pueda llegar a saturar a más de uno.

Lo mejor: La asombrosa fotografía, el manejo de los silencios y la facilidad con la que reinventa un subgénero que a estas alturas, parecía reinventable. Y por supuesto, Kiernan Shipka.

Lo peor: El guión es algo rebuscado y termina planteando algunas incógnitas que requieren respuestas tan o más rebuscadas por parte del espectador.


Crítica: Love 3D

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Tras su estreno en el pasado festival de cine de Cannes muchos críticos, en lo que podemos considerar todo un ejercicio de ingenio, definieron lo que había hecho Gaspar Noé en su última cinta como un gatillazo fílmico.
 
A la vista del revuelo creado por las escenas de sexo no podemos más que echarnos las manos a la cabeza ante la más que preocupante ola de puritanismo que parece que vivimos últimamente y que hace que a la mínima, cualquier cinta donde haya sexo se considere polémica (Sorprende que la película mas controvertida del director, ‘Irreversible’, que posee un par de escenas absolutamente brutales sobre todo y muy especialmente la de la salvaje violación que sufre el personaje interpretado por Monica Bellucci, se estrenara comercialmente en España sin ningún problema, no se indicaba como ocurrió en el pasado festival de cine de Sitges que al entrar al cine se pediría el carné de identidad para comprobar que los asistentes eran mayores de edad, algo que no se hizo al entrar al cine pero se pudo comprobar como una vez dentro la gente de seguridad solicitó el dni a varias personas). 

Si Noé ha sufrido un gatillazo, parte del público y de la crítica especializada sufre de eyaculación precoz en lo referente a escandalizarse, solo hay que tocar ciertos temas, mostrar ciertas escenas y el escándalo esta servido. Todos sabemos que Gaspar Noé además de ser un gran director conoce perfectamente los mecanismos necesarios para llamar la atención aunque eso a veces como ocurre en este caso puede jugar en su contra. 

Todas las películas de Gaspar Noé están conectadas de una manera u otra, resulta imposible hablar de ‘Love’ sin hacerlo de ‘Enter the void’, ‘Irreversible’ y de ‘Seul contre tous’ la opera prima del director argentino afincado en Francia que ya dejaba patentes muestras de su cine visceral, violento y polémico que le ha dado fama y en el que parece encontrarse tan cómodo. El protagonista de ‘Seul contre tous’, Phillippe Nahon aparece en la primera escena de ‘Irreversible’ haciendo referencia a cierto momento de la anterior película de Noé, el de‘Enter The Void’ se llama Alex igual que el nombre del personaje interpretado por Monica Bellucci en ‘Irreversible’, Noé cierra las conexiones haciendo que la maqueta del hotel que se ve al final de ‘Enter the Void’ esté en el cuarto del protagonista de ‘Love’. Todo en el cine de Noé parece estar conectado de una manera u otra, si a eso le sumamos ciertos elementos comunes a todas sus cintas como el mensaje pesimista que destilan (El tiempo lo arruina todo, el tiempo lo destruye todo, si algo puede ir mal ira mal…) el espectador tendrá la sensación de estar ante un director que no deja nada al azar. 

‘Love’ comienza cuando Murphy (Karl Glusman) recibe una llamada de la madre de su ex, indicándole que esta, Electra, lleva desaparecida dos meses. Esta llamada y el hastío en el que parece que vive Murphy serán el elemento detonante que hará que este recuerde e idealice el amor perdido. La forma elegida por Noé para presentarnos a su personaje principal enlaza directamente con la manera en la que este mostró a Alex el protagonista de ‘Enter the Void’ donde la voz en off juega un papel fundamental para darnos a conocer los sentimientos de Murphy, ciertas frases dichas por este podrían ponerse en boca de Alex (y viceversa) y nadie notaría la diferencia. 

Los personajes que Noé nos presenta en sus películas viven de un modo u otro atrapados: El carnicero de ‘Seul contre tous’ no puede desprenderse de ese pasado violento por culpa de haber pensado que su hija fue violada, en ‘Irreversible’ Marcus y Pierre recorren media ciudad en busca de venganza por la salvaje agresión sufrida por la novia del primero (Otro tema recurrente dentro de la filmografía de Gaspar Noé, en sus cuatro largometrajes alguno de los personajes femeninos está embarazado. Si en sus tres primeras cintas estos abortan –bien sea por culpa de brutales agresiones como en las dos primeras películas del director o por una interrupción voluntaria del embarazo como hacia el personaje interpretado por Paz de la Huerta en ‘Enter the Void’-, es ahora cuando Noé intenta reconciliarse con este delicado tema, tal parece ser la polémica creada por esta forma de abordar el embarazo femenino que el director hace que Omi –Klara Kristin- se defina provida ya que aunque su padre quiso que su madre abortara esta se negó. Esta conversación que mantiene Omi con Electra –también esta Murphy presente- parece directamente extraída del ‘Maelström’ de Denis Villeneuve y servirá a Noé para justificar la evolución de Murphy y Omi dentro de la historia), en ‘Enter the Void’ el trabajo de camello de Alex con el que ha conseguido sufragar el viaje de su hermana a Tokio le llevará a una muerte prematura o en ‘Love’ un condón roto será el causante de que Murphy pierda el control de su vida y se vea atrapado en una relación que detesta. 

Pero el cine de Noé no solo comparte esa construcción de ciertos personajes o el mensaje pesimita que parecen compartir todas sus películas (A pesar de que en ‘Enter the void’, esa extraña aproximación al libro tibetano de los muertos versión Timothy Leary, su final deja cierto poso positivo sumado a la promesa que se hacen Alex y su hermana Linda para protegerse el uno al otro, algo que enlaza directamente con la que se hacen Murphy y Electra para protegerse y no hacerse daño, no dejamos de estar ante la vida de un chico asesinado por la policía por trafico de drogas. Pero no solo ‘Enter The Void’ y ‘Love’ comparten esta promesa, ambas cintas poseen escenas de un padre o una madre en la bañera con sus hijos y aunque sucede en diversos momentos los lloros de los críos ante el accidente que sufren sus padres o antes las terribles palabras que le dice Murphy a su hijo son un ejemplo de la perdida de inocencia de estos al escuchar o vivir algo que un niño no tiene que ver u oír, las cintas de Noé se centran en la imposibilidad de huir de un futuro que parece predestinado para sus protagonistas, una condena. 

Desde la forma de actuar y pensar del carnicero de ‘Seul contre tous’ pasando por el personaje interpretado por Monica Bellucci en ‘Irreversible’ no solo porque esta leyendo ‘Un experimento en el tiempo’ de J.W. Dunne – que podría servir como libro para complementar el visionado de ‘Endorphine’ de André Turpin- si no que además esta habla con Marcus y Pierre acerca de que el futuro esta marcado de antemano. 

‘Love’ no puede ser menos y de igual manera que hacía Noé en ‘Seul contre tous’ este muestra la ley de Murphy con un cartel en la pantalla del cine condenando a su protagonista a un futuro que no desea, del que no puede escapar y al que parece que esta predestinado. Igual que el espectador acaba teniendo la sensación de que Omi esta predestinada a quedarse embarazada sin quererlo) si no también en lo que a la técnica de sus películas se refiere (Cada nueva cinta parece una evolución de la anterior. Si en ‘Irreversible. Noé mostró una notable capacidad técnica para situar la cámara y desplazarla dentro de la escena, fue en ‘Enter the Void’ donde este llevó ese concepto al extremo y plantó la semilla de lo que luego sería ‘Love’, no solo por ese hotel antes mencionado si no por el hecho de tomar ciertas escenas para jugar con ellas en esta su nueva película. 

El caso mas claro de esto es esa escena en la que desde dentro de una vagina se ve un pene entrando en ella, momento que también se puede apreciar en otras cintas un tanto alejadas de la propuesta de Noé como son ‘The Taint’ de Drew Bolduc o ‘Hanzo the Razor: Sword of justice’ de Kenji Misumi) o en la forma de estructurarlas (Solo ‘Seul contre tous’ tiene lo que podríamos definir como una estructura clásica, ‘Irreversible’ esta contada al revés donde el director nos muestra el final de la película al principio porque lo que le interesa no es como cerrar la historia si no lo hechos que han llevado a los protagonistas a ese final, o en ‘Enter the Void’ y ‘Love’ es la forma fragmentada la elegida por Noé para mostrarnos la vida de los protagonistas. No estamos pues en ‘Love’ ante una estructura lineal, tampoco nos encontramos ante una de esas historias que es complicada para el espectador pero si que le exigirá a este un mínimo esfuerzo para situar todas las piezas dentro de la historia).

Noé presenta al personaje de Omi –Klara Krisitn- al principio de la cinta para después olvidarse completamente de ella, es por eso que hay que tener cuidado con ciertas sinopsis acerca de esta película ya que no estamos ante una cinta que narre un triangulo amoroso si no ante una película que profundiza en una relación en crisis y las diversas formas que tienen sus protagonistas de de enfrentarse a ello. La mejor manera de definir el ‘Love’ de Gaspar Noe es decir que el director ha rodado su propio ‘Nymphomaniac’. Si la cinta de Lars Von Trier estaba repleta de comentarios y escenas donde la pedantería propia del autor rebosaba en cada fotograma, ‘Love’ posee ese mismo handicap por culpa de esos guiños que el director hace consigo mismo, no solo el hijo del protagonista se ha de llamar Gaspar si no que además la galería donde trabaja el ex de su novia se llama Noé, algo que consigue hacer que se escape alguna risa al espectador pero queda como una muestra de egocentrismo por parte del director que juega en contra del resultado final de la película.

Pero no solo son estos dos momentos los que hacen que el espectador piense así, el hecho de que Murphy sea un estudiante de cine que quiere rodar una película de cine que mezcle lo sentimental con el sexo nos lleva a pensar que Noé ha puesto en boca de Murphy sus propias palabras y hace que nos planteemos hasta que punto este personaje no es mas que una extensión del director y si este ha usado su película para expiar sus propios fantasmas. Lo peor de ‘Love’ no son esos diálogos criticados por muchos por su forma de hablar acerca del amor y de lo que sucede en una pareja, ni el hecho de que para muchos Noé haya creado toda una historia alrededor de las escenas de sexo y no al revés, no... lo peor de la última cinta de Gaspar Noé es la autocomplacencia que demuestra el autor, esa sensación de querer trascender y hacer una cinta mas grande de lo que es lo que deriva en que a este se le vaya la mano con la duración de la película llegando a las dos horas y cuarto de metraje, algo que aunque no satura al espectador si que hace que este note que el final resulta un tanto alargado. 

Es imposible no dedicar un párrafo al sexo en la cinta de Gaspar Noé. La tan esperada eyaculación en 3D no deja de ser un tanto decepcionante y a pesar de la cantidad de escenas de sexo que hay en la cinta estas están rodadas (Por lo general) con un gusto exquisito (El ejemplo mas claro es la escena del trío entre Murphy, Electra y Omi en la que suena el ‘Before the begining’ de John Frusciante haciendo de esta una de las escenas mas bellas vistas en mucho tiempo. Tema aparte el de la excelente música escogida por Noé para su película, no solo muchos se quedarán con que suena el ‘Dirge’ de ‘Death in Vegas’ si no que además muchos espectadores distinguirán ciertos temas de John Carpenter en la banda sonora entre ellos uno de ‘Asalto en la comisaría del distrito 13’). Noé vuelve otra vez con sus obsesiones y tal y como ocurría en ‘Irreversible’ vuelve a mostrarnos una transexual como parte importante dentro de la trama (Si en la cinta protagonizada por la Bellucci esta daba información vital para dar con el agresor, en ‘Love’, Electra convence a Murphy de hacer un trío dejándonos uno de los momentos mas simpáticos de la cinta. ‘Love’ posee algo que parecía ajeno a la filmografía de Noe y eso no es otra cosa que el humor. No estamos ante una comedia ni mucho menos pero algún momento como la conversación entre Murphy y la policía conseguirá arrancar la sonrisa en el espectador).

No hay mucho que decir sobre Klara Kristin (Omi) ya que su presencia es breve. Karl Gusman consigue que creamos que esta harto de la vida que lleva su personaje con Omi, que creamos que es una persona atormentada por un amor que dejó escapar pero nos cuesta cree que una mujer como Electra (Aomi Muyock) establezca una relación seria con él ya que en muchos momentos ambos personajes parecen estar en planos distintos. El hecho de que esta haya tenido una relación con un galerista mucho mayor que ella sitúa a Murphy en un nivel diferente tanto por edad como por madurez. 

Con todo ‘Love’ es una gran muestra de cine, que se ve bien y llega muy hondo. Noé vuelve a dejarnos una gran cinta y como suele ser habitual con su filmografía o se ama o se odia, si algo tiene su cine es que para bien y para mal no te deja indiferente. Yo me declaro rendido ante la propuesta de Noé para explorar la idealización del amor perdido, porque al fin y al cabo de eso de de lo que habla esta película, de cómo cuando las cosas van mal añoramos otras relaciones que estaban condenadas como los personajes de las películas de Gaspar Noé. 

Lo mejor: La escena del trio entre Murphy, Electra y Omi.

Lo peor: El egocentrismo que desprenden ciertas escenas de la película.


Crítica: SPL 2

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Sí, ya sabemos cómo funciona esto: por mucho que lleve un 2 detrás del título, no estamos ante una secuela. Ni los protagonistas, ni el director es el mismo; y mucho menos la historia tiene relación. Es cierto que Wilson Yip, realizador de aquella, ahora ejerce de productor… ¡pero es que ni siquiera los guionistas repiten! Sin embargo, cómo decíamos, tampoco es que importe mucho ya que lo de tirar de marketing, aprovecharse de un título de éxito es una tradición ya añeja en la ex-colonia británica. ¿¡Qué más da una más!?
 
Dicho esto y asumiendo que la mayoría ya lo sabíais, vayamos con el film.

Los primeros comentarios que surgieron sobre la película por parte de los afortunados que tuvieron la suerte de verla fueron, más que loas o críticas, comparaciones a “The Raid 2/Redada Asesina 2”, el último fenómeno actioner llegado desde oriente. Y es curioso, no tanto porque esto en sí ya es una lisonja sino porque se utilizaba la obra de Gareth Evans en lugar de la del propio Yip, que en su momento conviene no olvidar también supuso un “boom” dentro del género.

Uno, antes de ver la película, achacaba la razón no a la corta memoria de críticos y aficionados que suelen señalar como referencia a lo que tengan más cerca, temporalmente hablando, sino a otra razón no tan superficial. Y es que para empezar, yo no soy de los que escuchan a “cualquiera” y si las comparaciones eran esas, tenía que haber una buena justificación. Lo primero que pensé fue que esto era debido a las claras diferencias creativas entre Cheang Pou-Soi, director de esta, y Wilson Yip. Y es que por el cariz de su producción Cheang Soi es mucho más… pesaroso, dramático, que su colega de profesión, y a la vez más cercano a Evans. Solo hay que ver su “Love battlefield” o, más aún, “Dog bites dog” para darse cuenta.

De hecho, cuando se comenzó a hablar del proyecto me extrañó la vinculación de este. Está claro que se movía bien en la acción e incluso con los grandes presupuestos como se vio con “The Monkey King”, pero “SPL” era otra cosa. Con “Shamo”, adaptación del manga “Shamo, gallo de pelea”, lo más parecido a una película de Artes Marciales que había realizado hasta la fecha, decepcionó a propios y extraños: no funcionaba ni como drama ni como film de acción.

Y luego, cuando se sumó al reparto un actor nada ‘marcial’ como Louis Koo tras haberse caído toda una referencia como Donnie Yen… la cosa no apuntó mejor: “SPL 2” tenía más pinta de ser OTRO drama de acción del corte de su autor que lo que uno esperaría con esta herencia.

Ahora, una vez vista, tengo que reconocer mi error a medias. ‘A medias’ porque por un lado a pesar de mis dudas “SPL 2” es un peliculón, y por otro porque en el fondo no me equivocaba: el film es un Drama de Acción.

La premisa de la película, siendo sinceros, es un poco estúpida. No solo vive de esas casualidades que solo ocurren en el mundo del cine sino que la misma tiene muchos “parecidos razonables”. Así en perspectiva y con el tiempo transcurrido uno se pregunta si sus sospechosos guionistas, Jill Leung y Huang Ying, una con otras obras de dudosa originalidad y el otro, técnico de FX, vieron “Get the gringo/Vacaciones en el infierno” y pensaron en adaptarlo a una historia que gustase en su tierra con -cómo no- agentes infiltrados y familias en riesgo de descomposición. Vamos, ingredientes que son comunes en el género desde hace varias décadas y que hasta firmaría el mismísimo Dante Lam, Rey por antonomasia de estos dramas de acción.

Y no paro de recalcar lo de ‘Drama’ más que nada porque los cinco primeros minutos son totalmente desoladores. No hay que ser padre para comprender la situación que vive el personaje interpretado por Tony Jaa; y ya no es solo eso, sino que el calificativo ‘de acción’ queda muy soterrado ante las situaciones que se nos presentan. Un dato: exceptuando la primera pelea, corta además entre Jaa y Jing, no tendremos escena de acción hasta el minuto 25.

Luego esta irá encadenándose llegando a esa frenética media hora final que como mandan los cánones en Hong Kong parece reservárselo todo, pero por muy buena que sea la acción –que lo es- queda empequeñecida ante la magia del conjunto.

El sobrenombre de la película es “A time for consequences”, y la verdad es que no ha podido estar mejor escogido. ¿Recordáis cuando decía unos párrafos más arriba que el guión era un poco estúpido? Pues bien, no solo no me retracto sino que tengo la impresión de que la idea de sus responsables era que todos pensásemos lo mismo. Aquí el objetivo era provocar esa susceptibilidad para, mediante el mensaje del film, ese irónico «Vaya, que pequeño es el mundo» que cualquier hijo de vecino puede soltar en su arranque, vaya perdiendo significado provocando un conflicto interior. En el mundo real, donde todos morimos y vivimos por impulsos y decisiones ya no importan las causas sino las consecuencias. “SPL 2” es como una de esas fábulas o parábolas, donde poco importa el contenido si a dónde quieres llegar es a la moraleja. Aquí ni hay moralina ni mensaje adoctrinador, solo una rotundidad de esas que calan hasta los huesos.

Para lograr esto, evadiéndonos por momentos de que estamos ante un film de acción, Cheang-Soi echa mano no solo de los avatares que le ofrece el guión sino también de una puesta en escena donde los gestos tienen su protagonismo. En esto ayuda mucho tanto una cuidada fotografía como la estupenda Banda Sonora de uno de nuestros favoritos como es Kwong Wing Chan, sin olvidar el montaje, aunque estos dos últimos apartados se crecen cuando llega, ahora sí, la acción.

Y es que para que una producción de este tipo destaque sobre otras, y más de esta manera tan sobresaliente, ya no basta con aplicar contundencia, espectacularidad y originalidad a tus escenas de acción. En “SPL 2” se nos ha estado vendiendo que las peleas eran tan reales que el rodaje tuvo que pararse varias veces porque los implicados realmente terminaban lesionados, y esto verdaderamente se nota. Pero como decía, no basta con ver cómo los especialistas caen desde alturas considerables o dan mamporros como si no hubiese un mañana; aquí Cheang-Soi ha cuidado todas las aristas, orquestando una pieza ejemplarizante y con poca cabida a la crítica. Desde el encaje de bolillos de los tres focos de atención del desenlace hasta ese acompañamiento musical con piezas de música clásica. Alguno dirá que es más efectista que otra cosa, vamos, de cara a la galería, pero señores… ¡que en EEUU se conforman con meter temas raps y algunos se corren de gusto! ¿No podremos aplaudir nosotros la elección de su director?

Para ir acabando… ¿es mejor “The Raid 2/Redada Asesina 2” o “SPL 2”? Difícil contestación. Mejor que la primera SPL creo que todos estaremos de acuerdo, pero en cuanto a la de Evans… Me la juego. Como vehículo espectacular la indonesia es más llamativa, pero como película, película en conjunto, “SPL 2” le gana la partida y por mucho. Y no estoy diciendo que la acción sea peor, solo que quizás la de Evans tiene un ritmo más constante. Pero lo dicho, aquí no solo tenemos el grado de implicación de los especialistas sino escenas que formarán ya parte de nuestra antología del género de la acción como esa “one-shot” en la cárcel, el “navajita plateá” del piso franco de Mong Kok o los últimos minutos finales con Max Zhang empequeñeciendo a Jaa y Jing.

Para terminar, un par de chorradas. La primera, algunos “parecidos razonables” más: el panel publicitario de los ojos y gafas de Louis Koo con el aparecido en “El gran Gatsby”, el aspecto de Max Zhang en plan Guy Pearce o el de un Ken Lo rapado al estilo del inseparable de Jaa, Petchtai Wongkamlao. Y la segunda, que echo a faltar a Andy On e Iko Uwais para haber completado el roster de mejores actores marciales de la última generación.

Resumiendo, “SPL 2: A time for consequences” es una brutalidad. Es poner al cine de acción al mismo nivel que otras producciones y géneros más respetados. Una fábula que aúna espectáculo y sentimiento en una sinfonía arrebatadora. El mejor film de acción del 2015, y posiblemente quizás de cualquier género.


Crítica: The Witch

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Tenía tantísimas ganas de este Sitges, de ver por fín esta película que sorprendió y fascinó en su estreno en Sundance, donde ganó el premio al Mejor director, que me ha pasado lo que viene siendo el típico medio bajón del ansioso con demasiadas espectativas puestas en algo. No digo, ni de lejos, que La bruja no sea meritoriamente lo que es, uno de los debuts cinematográficos más perturbador de los últimos años narrado con un delicioso rigor y esteta detalle historicista, pero que me la hayan vendido como espeluznante y aterradora cinta de terror-terror, a éste que se traga tres pelis de género diarias (en este festival multiplico por dos al menos) como el que se bebe tres traguillos de agua, se le ha quedado en un principio un poquito exagerado... Hasta que, dos horas después de haberla visto me doy cuenta de que no puedo quitarme de la cabeza un par de escenas que me siguen poniendo la carne de gallina y a este paso me harán pasar una noche puta puta con la luz encendida, así que a lo mejor las cosas no eran tan exageradas...
 
Claramente marcada por los juicios por brujería de Salem que seguirían décadas después, la peli del guionista y director Robert Eggers flota en una delicada y estilosa linea que va desde la inquietante ambigüedad del drama intimista y el terror sobrenatural, retratando los efectos peligrosamente opresivos que la religiosidad enfermiza y extrema marca en la psique puritana de quienes la profesan y se ha traducido en una inmensa cantidad de elogiosas críticas la mayoría de las cuales, ya les digo que dos horas después, comparto plenamente. 

Eggers, que empezó su vida laboral en el teatro, ha firmado varias películas ya como director de producción y artístico y diseñador de vestuario, y en su puesta de largo como director, en una proeza del bajo presupuesto digna de alabanza, se ha rodeado de un equipo técnico y un reparto prácticamente impecables. 

La bruja, o como subtitula en su final, “un nuevo cuento folk de Nueva Inglaterra”, es una mezcla sorprendente de esos cuentos del oscuro folclore terrorífico de época con el pánico a los ritos satánicos que tan catastróficamente acaba de retratar Amenábar en su mediocre Regression, y podría definirse como se ha venido haciendo desde su estreno en Sundance, como “un cruce entre "Las brujas de Salem", “El exorcista” y “El resplandor”. 

Pero además es una mezcla que se nutre de la austeridad de época de Kubrick en “Barry Lindon”, de Haneke (en su visión dramático rural de la represión patriarcal),de Polanski y su deliciosa semilla diabólica y el documentalismo de “Haxaan”, de la angustia de Lynch y el hipnotismo visual de Tarkovsky, del deje claramente intelectual de Bergman (“Gritos y susurros” es una de las fuentes de inspiración reconocidas por el director) e incluso “El Nuevo Mundo” de Terrence Malick, y el resultado es una mezcla en crisol absolutamente perturbadora e intranquilizante. 

Una magistral pieza musical minimalista a ritmo de violines desafinados y cascabeles nos sumerge en la Nueva Inglaterra del siglo XVII, plagada de mohicanos y labradores, siguiendo a una familia de puritanos colonos ingleses que han sido desterrados de su pequeña ciudad por diferencias de opiniones del estricto y cabezón patriarca, cristiano devoto obseso y desilusionado con la hipocresía de los que le rodean, con la iglesia de su comunidad, y se establece en una fértil plantación junto a un siniestro bosque para vivir una cómoda utopía apartados del sucio mundanal. 

Pronto conocemos a los miembros de la familia, el atormentado y acomplejado matrimonio y sus cinco hijos, protagonistas absolutos de la cinta. 

La pareja, desde su llegada a la granja ha tenido un bebé, Sam, que desparece inesperadamente mientras está al cuidado de la hermana mayor Thomasin (sorprendente Anya Taylor-Joy), que inmediatamente se convierte en el chivo expiatorio de todos los problemas de la represión de la familia como claro símbolo del miedo a la maldad femenina y al sexo, acusada por la sospecha de los dos hermanos pequeños que la apuntan con el dedo como bruja después de que ella les asuste con un viejo cuento supersticioso popular y sobre todo por la madre, Katherine (Kate Dickie, la más reconocible del reparto y recordada por sus papeles en "Prometheus" y "Red Road"), que a partir de ese instante no deja de reprochar la negligencia de su hija más que para llorar desconsoladamente y rezar desquiciada mientras que el padre, William, se muestra un pelín más indulgente con su hija, consciente de que su situación se debe a sus propios defectos como padre y esposo. 

Después tenemos a Caleb, en una edad cercana ya al deseo sexual y obsesionado con los emergentes atributos físicos de Thomasin (y que tiene un encuentro con una peculiar mujer pelirroja que parece ser otra de las candidatas al título de la película) y a esos dos hermanos pequeños, (los gemelos más terroríficos del cine después de las niñas de “El resplandor”), Misericordia y Jonas. 

La desaparición de Sam no es sino el primero de una serie de incidentes desafortunados que apuntan a que la puritana familia está afectada por las garras del mal que acecha en el bosque vecino. Así, desde el momento del secuestro del niño, la suerte de la familia parece dar un giro radical, el padre falla en la caza de un conejo, las cosechas empiezan a perderse, los árboles parecen enfermos, una copa de plata desaparece, los huevos se pudren y la pequeña cabra de la familia (un claro simbolismo de la presencia satánica) comienza a dar sangre en vez de leche... 

Una de las cartas con las que inteligentemente juega el director es el hecho de que casi inmediatamente después de la desaparición del niño vemos una terrorífica imagen en la que vemos lo que ha sucedido con él, SPOILER: (una vieja mujer arrugada machaca en un mortero los restos del cadáver en una visión pesadillesca que no deja lugar a dudas en principio de la existencia real de una bruja dedicada a sanguinarios ritos satánicos y que sostiene esa morbosidad pictórica de la película sustentada en el expresionismo alemán y las pinturas negras de Goya, a caballo entre Salem y Zugarramurdi) FIN DEL SPOILER

Sin embargo Eggers parece no contentarse con una interpretación básica y meramente racional de lo que las imágenes reflejan en esa precisa y silenciosa entidad cinematográfica, y juega con la ambigüedad de hacer un devastador retrato psicológico de las terribles cargas emocionales a las que conduce una convicción religiosa y una fé inflexibles y exacerbadas, ciñéndose a ratos más en la crisis emocional y psicológica de los miembros de la familia que en el relato de terror que todo lo envuelve a partir de un fascinante y efectivo juego visual cuyas imágenes son difíciles de olvidar. Y aunque parece no caber duda de la existencia de una bruja verdadera en el bosque según la introducción de la trama, la verdadera cuestión es si será ésta quién afecta a los cimientos de la religiosa y unida familia o el temor y las sospechas entre sus miembros lo harán por sí mismos. Así, la salvación y la superación del mal son los ejes en el cuento de terror de Eggers en el que cada personaje clama por el auxilio divino para acabar con el inminente horror de la brujería aunque ello signifique acabar con el miembro de la familia que haya hecho un pacto con el maligno. 

Se cumple por tanto el buscado objetivo del director de extraer emociones y sensaciones de terror modernas de una historia meticulosamente ambientada y recreada en el puritanismo colono de los calvinistas radicales de hace casi 400 años, el periodo de la Historia más saturado con acusaciones de brujería, en el que es fácil reconocer reconocer el miedo a la sexualidad femenina tras esa caza de brujas absurda. 

No menos inteligente y afortunada es la elección de un reparto británico prácticamente desconocido, pero si algún actor destaca de entre todos y hace suya la cinta es, por un lado la jovencísima Taylor-Joy en el papel de la gravemente incomprendida niña cuya familia está cada vez más convencida de que es ella la mismísima bruja del título y que se convierte en cierto modo en la voz narradora de la trama desde el punto de vista más racional, desde lo femenino, en esa pubertad sexual que aflora amenazando con complicar esa utopía fracasada de los padres. Pero sin duda, el papel más destacable, desde la exageración terrorífica y caricatulesca, es el de Kate Dickie como la afligida madre perdida en su propio dolor y que se arrastra al precipicio de la terrible locura. 

La peli puede tener algún que otro fallo y problema en su conjunto, pero desde luego lo positivo destaca sobre lo negativo, compensando esos defectos, y el ejercicio de terror atmosférico de Eggers sobresale gracias a una magnífica utilización de la tensión y el horror, a la rigurosa y sobresaliente composición del escenario y los personajes y fundamentalmente a una fotografía y banda sonora IMPRESIONANTES y bastante responsables de ese sentimiento de absoluta incomodidad que acompaña al espectador durante hora y media. 

Esa increíble, sugerente, mística y oscura fotografía de Jarin Blaschke se convierte en un verdadero y exquisito tesoro de la imaginería gótica reflejada en una paleta de miserables y atinados grises que influyen en el ánimo del espectador con cada plano sobrecogedor y con esas imágenes de pesadilla que se graban a fuego y se dosifican con cuentagotas, en un control visual intenso que instiga prácticamente al pánico y al ataque de nervios y que en su proyección ha arrancado contínuas reacciones entre el público. 

Y la pieza sonora de Mark Korven, una de las más atinadas, eficaces y abrumadoras que recuerdo, sobrecargada de discordantes cortes fantasmales en forma de latidos, percusión y chirriantes cuerdas desafinadas como afiladas uñas que desgarran una pizarra en un homenaje inspirado al inmenso Krzysztof Penderecki y su Réquiem Polaco que logra que se nos erice el vello de la nuca en unos cuantos momentos más por el terror que evoca que por la musicalidad de su minimalista partitura. 

Por otro lado, el ritmo lento y la meticulosidad extrema, como el resto de elementos más sesudos de “arte y ensayo” de la cinta, se pueden convertir en un lastre para el espectador ávido de terror puro y sustos rápidos, porque aunque la peli se vuelve más y más turbia y terrorífica conforme avanza en una sensación de profundo abandono y aislamiento, el terror actual no es el de los ochenta, y el clímax final, (mayor defecto y error en mi opinión), es la peor de las soluciones posibles a la trama y puede desencantar un poco. 

Contarles ese final de la peli sería hacerles una putada, al nivel casi de revelar los giros argumentales de Shyamalan, pero queda dicho que La Bruja tiene una de las escenas más impactantes e inquietantes que servidor ha visto nunca y que la hace aún más recomendable. 

Aplausos en la platea, silencio sepulcral en la proyección y alabanzas en la totalidad de las opiniones que se escuchaban a la salida hacen de “La Bruja” una de las grandes bazas y apuestas de este recién inaugurado Sitges 2016 que parecía no querer llegar, pero que por fin está aquí. 

Lo que no entiendo muy bien es que la productora decida retrasar el estreno a finales de febrero del año próximo, cuando las magníficas loas con las que se ha encontrado hasta el momento podían ser el elemento de marketing definitivo para arrasar en taquilla, y es que lo sigo flipando con que la mayoría de cintas de festivales como este no lleguen a tener difusión en nuestras salas o no se estrenen como es debido (The Babadook, sin ir más lejos, se estrenó sin apenas publicidad, cuando podía, y debía, haber reventado taquillas.


Crítica: Bone Tomahawk

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¿Escucharíais mi silbido en el desierto? Hace eco, pero el eco se confunde con el polvo y la arena blanca, ni siquiera las serpientes quieren estar allí. Mi silbido oculta los sonidos de las balas y el galope de los caballos y no deja ver a aquellos que se agazapan, camuflados en una naturaleza hostil. ¿Alguien escucharía mi silbido en el desierto? Ojalá fuera Clint Eastwood, ojalá pudiera montar en una diligencia, ojalá el sombrero tejano y la chapa de sheriff me quedara algún día tan bien como le queda a Kurt Russell.

¿Alguien sabe lo que es un bone tomahawk? Os lo voy a explicar: un bone tomahawk es un arma, y todos sabemos que las armas que más daño suelen hacer son las caseras, aquellas a las que nosotros mismos damos forma, porque se fabrican desde la rabia o desde el miedo. Pues bien, de la misma manera que algo puede romperse y repararse, como es un hueso, y tan cierto como que una sola puede hacer un daño irreparable, podemos decir que no hay nada más hiriente que ese mismo hueso afilado, y aún más letal si es la quijada de un animal muerto a lo que sacamos filo y lo manejamos en forma de hacha, y para ser más concretos. un tomahawk o hacha indio. Ahí está el interesante bone tomahawk, un arma que no manejaría con tanta soltura ni el mismísimo Satán (y arma que ya vimos en otra película con caníbales de por medio, como fue " The Green Inferno" de Eli Roth).

Pero no es este bone tomahawk del que os quiero hablar, nuestro "Bone Tomahawk" es lo que yo entiendo por el western perfecto, aquel que sigue los patrones del western clásico y lo rompe todo con un giro al terror, que se come el polvo a kilos y que perturba para siempre. "Bone Tomahawk" nos encuadra en un pueblo norteamericano que representa los valores de la época y que no escatima en detalles y planos que remitan a la era de John Ford y a los cuentos donde se exploraba un territorio indómito que se encontraba bajo una amenaza con el cabello largo y hachas en las manos que arrancaban cabelleras a ras de sesos.

"Bone Tomahawk" coge lo más clásico del western, como os digo, y lejos de mancillarlo, lo completa con una segunda trama visceral y sin remordimientos, que despedaza, a golpe de hacha, la calma y la lentitud de una extensísima primera parte que asienta fuertemente los cimientos del retorno del western, y con el añadido de premiar al espectador con la historia de unos nativos caníbales a los que enfrentarse de la manera en que uno puede, porque el honor y la palabra están por encima de la sangre y el dolor.

La historia, como no podía ser de otra forma, narra el duro viaje del Sheriff Franklin Hunt (Kurt Russell), Arthur O'Dwyer (Patrick Wilson), Jonh Brooder (Mathew Fox) y el ayudante Chicory (Richard Jenkins) hacia territorios desconocidos, para rescatar a la esposa de Arthur, Samantha O'Dwyer (Lili Simmons), quien es capturada por una inusual tribu de indios, mientras ejercía su rol de enfermera de urgencias en la cárcel. Pero tened en cuenta que nada es fácil en el desierto, nada es fácil cuando no estás preparado para aquello que no alcanzas a imaginar. No es fácil ser una buen sheriff, no es fácil admirarle e implicarte tanto como ayudante, no es fácil ser un buen esposo y no es fácil intentar sobresalir siempre, todo implica un gran riesgo, y esa es la fiera que estos cuatro personajes tendrán que domar, la dificultad extrema de ese viaje, ese es el riesgo de los protagonistas, el del espectador es enfrentarse a dos horas y media muy pausadas de conocimiento de los personajes y de su posición ante la desnudez el paisaje, riesgo grande si entendemos tal pausa con desgana, y riesgo con recompensa si entendemos que vamos a asistir a la brutalidad de una de las escenas más violentas, terribles y salvajes que vamos a ver en mucho mucho tiempo.

A nivel técnico, "Bone Tomahawk" es impecable. Desde luego, la deuda con los clásicos es grande, pero se paga con intereses y se explica en una precisa fotografía, unas brillantes actuaciones (cualquiera de los cuatro actores podrían haberse llevado un premio sin despeinarse), una banda sonora muy acertada y un ritmo necesario para dar vida al héroe, al antihéroe, al bueno, al malo, a la amenaza y a la seguridad. Los efectos especiales, maquillaje y prótesis utilizados perfectamente y bordando el giro al abismo con hilo de bramante, que es firme y muy de tendencia en el oeste.

Sin duda, estamos ante un recorrido calmoso y lleno de obstáculos, porque todos aquí tenemos que ser tipos duros para aguantar, ellos y nosotros, y los recorridos largos suelen merecer la pena de recorrer. Os aviso que este es un rasca de los que tienen el premio asegurado. Acompañad a Kurt Russell, genio y figura y al malogrado Patrick Wilson (que nos regala escenas de lo más grimosas del viaje sin cesar) en uno de los mejores viajes que se pueden andar, en esto no tenéis que dudar. Para mi, "Bone Tomahawk" fue uno de los viajes más placenteros del pasado festival de Sitges, y por ello le doy las gracias a su director, S. Craig Zahler y me alegro infinitamente de que se alzara con el premio al mejor director.

El eco de mi silbido en el desierto se puede confundir con una serpiente de cascabel y muerde algo más que el polvo. Mi silbido en el desierto, mordió mi muñeca y tras la salpicadura de sangre, me reconcilié de nuevo con un género, que en varios momentos de mi vida vi obligada, y que ahora veo encantada. Mi silbido en el desierto es un bone tomahawk en la carne y susurra, tras el viento, que esta película es culto instantáneo. Ojalá algún día pueda empuñar yo un arma de la manera en que lo hace Kurt Rusell. De hecho, ojalá de mayor me convierta en Kurt Russell.


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