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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: The Hallow

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El imaginario del ser humano para bien o para mal, no tiene límites. A lo largo de los años, hemos inventado mil y una historias con mil y un propósitos que han ido transmitiéndose de generación en generación con variopintas consecuencias. En algunas ocasiones, para adoctrinar (controlar) al rebaño y manipular a las masas cual zombies (véase la religión) en otras, para fines algo menos despreciables y lucrativos, por ejemplo, hacer que los niños se porten bien o se vayan a la cama (véase el folclore popular). Pues es de esto segundo, de lo que se nutre “The Hallow” para enfrentarnos una vez más, a uno de los mayores terrores del ser humano, su propia imaginación.

El folclore siempre ha sido fuente inagotable de historias y por extensión, el arte siempre se ha nutrido de él. Cine y literatura han puesto palabras e imágenes a todas esas historias ancestrales que una vez, surgieron de la mente de alguien y que con el paso del tiempo, se fueron extendiendo y perdurando en el tiempo. Uno de los folclores más ricos y explotados en el mundo del cine, ha sido el irlandés, legado de algún celta que un día cualquiera no se le ocurrió otra forma de matar el tiempo que ponerse a inventar historias y criaturas fantásticas. A dicha invención, hay que sumar otras características innatas del ser humano como su extrema curiosidad o el miedo a los desconocido, para entender la fácil propagación del virus. 

Cineastas como Guillermo del Toro, han basado gran parte de su filmografía en dicho folclore. “El Laberinto del Fauno” (“Pan´s Labyrinth”, 2006) o las dos entregas de “Hellboy”, en especial la fantástica secuela de 2008 “Hellboy 2: El Ejército Dorado” (“Hellboy 2: The Golden Army”) están completamente basadas en la fantasía celta. Pero si indagamos un poco más en su haber, veremos que todas sus películas, beben de imaginerías populares como bien pueden ser “Cronos” (1993) del vampirismo o “Pacific Rim” de la cultura nipona. Podríamos hacer una lista interminable de títulos que han sido en mayor o menor medida, influenciados por el folclore popular. 

Corin Hardy, de quien dicen será el encargado de dirigir el infausto remake de “El Cuervo” (“The Crow”, Alex Proyas, 1994) que ya parece estar gestando el útero de esa, infernal en ocasiones madre que es Hollywood, se adentra una vez más en la cultura popular irlandesa para llevarnos de la mano a los más profundo del bosque en este su debut de largo “The Hallow”. En él, vuelve a poner sobre la mesa la no siempre simbiótica relación entre el hombre y la naturaleza. La madre tierra, explotada a lo largo de la historia por la más destructiva de las criaturas que en ella habita, traza aquí la linea cuando en una recóndita región de irlanda, una empresa privada quiere utilizar los bosques, una vez más, en su propio beneficio. 

“The Hallow” no destaca especialmente por su originalidad, más allá de las influencias expuestas por su propio director al referirse a cintas como “La Cosa” (“The Thing, John Carpenter, 1982), “Posesión Infernal” (“Evil Dead”, Sam Raimi, 1981) o “La Mosca” (“The Fly”, David Cronenberg, 1986), podríamos definir su debut como una típica monster movie a medio camino entre “No Tengas Miedo a la Oscuridad” (“Don´t Be Afraid of the Dark”, Troy Nixey, 2010), producida curiosamente por el propio Guillermo del Toro y “La Tutora” (“The Guardian”, William Friedkin, 1990). Películas ambas que guardan otra importante similitud con “The Hallow”, pues en todas ellas, las fuerzas sobrenaturales, sienten un voraz apetito hacia uno de los mayores tesoros del hombre: sus hijos. 

La trama de la película no dista en exceso de las de los dos filmes citados. En esta ocasión, el trasfondo ecológico sirve de excusa para colocar las piezas en el tablero. Luego las reglas del juego son por todos conocidas. Hay ciertas licencias nuevas, eso si. A la postre, terminan jugando a dos bandas y es que en “The Hallow” podemos aplicar aquello de “quien mucho abarca, poco aprieta”. Lo cual es una lástima, pues no tengo ninguna duda de que el elemento científico, era una estupenda idea de haberse desarrollado correctamente. No se hace. Se plantea la idea. Se nos sitúa en un escenario a caballo entre la mística y la ciencia pero a la postre, lo segundo termina siendo anecdótico, cuando sin duda, hubiera sido ese punto diferencial que hubiera necesitado una película tan correcta a todos los niveles, pero que tan poco de cosecha propia ofrece. 

Aislada de la ecuación la interesante variante científica, lo que nos queda es el enésimo cuento oscuro sobre fuerzas no menos oscuras que acechan en las profundidades del bosque con el único afán de llevarse a nuestros niños. Un matrimonio a su merced y una lucha por la supervivencia a base de situaciones tópicas y poco sorprendentes que en ningún momento llegan a estimular al espectador como debieran, por mucho, como digo, que poco o nada se le puede achacar a la cinta en todo lo referente a su apartado técnico y sobretodo, artístico, donde brillan aquí con luz propia, el diseño de las criaturas, muy al estilo de lo visto en las películas de Del Toro. 

Una lástima que tanto recurso visual, le venga tan grande a una historia simplona y de repetitivo desarrollo que sabe a intrascendencia en más ocasiones de las deseadas y que por culpa de ello, termina bordeando incluso la fina barrera que en ocasiones, separa a la serie B (a la cual debería haber pertenecido sin tapujos) del cine de terror de corte más comercial como puedan ser la mentada película de Troy Nixey u otros títulos recientes para todos los públicos como puedan ser “La Otra Hija” (“The New Daughter”, Luiso Berdejo, 2009) o similares terrores mainstream. 

Una lástima, pues “The Hallow” tenía mimbres para ser una de las cintas de terror de la temporada. Grandes efectos especiales, un escenario idílico e interesantes ideas prestadas de otros sub-géneros para reescribir a gusto el ADN de la típica monster movie que por desgracia, terminan quedando en anécdotas y pequeños guiños a clásicos del género. No obstante, estamos ante una película que entra por los ojos y que aunque tan solo consigue acercarse en cuentagotas a la grandeza que se le podía presuponer en su fase embrionaria, ofrece lo suficiente como para pasar un rato entretenido, por más que su esperanza de vida en nuestro recuerdo, sea más bien poca. 

Lo mejor: El diseño de las criaturas y alguna secuencia puntual bastante grimosa. 

Lo peor: Su incapacidad por desarrollar la parte más interesante de la trama en pos de apostar por la misma fórmula de siempre y el desenlace, horriblemente edulcorado y otro buen ejemplo de como tirar por la borda otra gran idea.



Crítica: The Invitation

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La radiante ganadora del festival de Sitges de este año (cosa que, lo siento, pero sigo sin compartir) es un potente, correctísimo e intrincado thriller bastante bien ejecutado y muy bien interpretado. El problema es que no estamos en Cannes. Ni en Sundance.Y si la trayectoria de los últimos años ha dejado claro lo que se premia, pues como la cosa siga así, apaga y vámonos. Que no digo yo que la peli desentone más que “I Origins”, ni mucho menos. Pero que en una edición PLAGADA de cintas de género bastante brillantes, novedosas y audaces, se premie una cinta con reminiscencias-cultistas, sí-a eso que los hipsters llaman distopía y a pelis de calidad indudable, pero donde el terror y el fantástico brillan por su ausencia nos puede llevar a una mala idea de globalización donde “Nacho Vidal se la trufa en el maizal”, podrá competir con “Once apellidos manchegos”, “La muerte contigo”, de Coixet o el último corto de animación serbio herzegovino. Y no, coño, Sitges es Sitges.

Sitges son mis medio vacaciones. Mi quincena obligatoria en la empresa, mis ahorros de todo un año para pagarme el pase completo y el hotelucho a precio de Ritz, mis noches durmiendo dos horas para contarles a mis cuervos todo cuanto veo. Y me jode. Porque no puedo decir que la peli es mala, o porno, o comedia, o un corto de animación. Es un thriller intenso, que viene arropado por críticas excelentes y que el jurado de este año ha decidido primar por encima de todo cuanto antes he dicho que Sitges supone para mí. Pataleo, pataleo y pataleo.... Y al tema:

La película tiene una buena premisa, fabulosa de hecho, desconcertante, que atrapa nuestra atención de inmediato. Una pareja acude a una casa donde han sido invitados no saben muy bien por qué. Una vez allí, la cosa se pone raruna, feuna y pelín cucutrás, porque no hay nada que celebrar, hace años que no se ven pero tampoco parecen tener que contarse nada los unos a los otros, lo que hace de esta primera parte de la peli algo bastante inquietante, que a mí, no sé por qué, me traía a la mente “Coherence”, que no tiene nada que ver.

Aún sumido en el más profundo dolor, tras la reciente muerte de su hijo,Will (Logan Marshall-Green) acaba aceptando a regañadientes esa invitación a cenar a casa de su ex mujer y su nuevo marido David (Michael Huisman), que han reunido a un grupo de sus viejos amigos, con algunas nuevas incorporaciones, una pareja a los que conocieron en un grupo de autoayuda (una secta, vamos), que hacen de la reunión algo torpe e incómodo.

Por si las cosas no estaban ya raritas, el tema empieza a ponerse chungo, con los sectarios problemáticos, la anfitriona totalmente puesta, vídeos de sacrificios sectarios, juegos rarunos, todas las puertas cerradas y ninguna intención de que los invitados se vayan... De momento.

Hasta aquí la cinta se hace lenta, con un ritmo insano, pausado y enfermizo que hace muy difícil seguir sintiéndose atraído siquiera por ese misterio a resolver.

De golpe y porrazo todo se aclara (no sé si debo o si quiero desvelarles el qué), mediante las conversaciones entre esos amigos-desconocidos y algún flashback y es cuando la peli se convierte en la clara ganadora, no sé si de Sitges, pero de allá donde se presente, porque lo raruno, lo feuno, lo catacróker se vuelve salvaje, descarnado y muy potente, con un ritmo rápido, natural, chispeante y desquiciado, funcionando como un reloj con esos secretos que se revelan, pero que insisto, siguen bien alejados del terror y el fantástico que es lo que debería premiarse aquí.

Vale, algunos de los temas que trata, la muerte, la desaparición, las sectas y los suicidios colectivos son lo suficientemente inquietantes como para tener presencia en un festival como éste, y más teniendo en cuenta su sorprendente y soberbio final, un tour de force inmejorable donde la violencia explícita hizo las delicias del público asistente que ovacionó la escena final de la peli como pocas veces he visto.

La película toca varios temas:las sectas, el dolor, la muerte, lo políticamente correcto, la amistad y todo funciona. Pero el tema principal es cómo gestionamos cada uno la perdida y el dolor y lo hace de manera notable.

Karyn Kusuma no descubre la pólvora, pero por mucho que me pese, la usa estupendamente. En su primera mitad “The invitation” se centra en una cena incómoda, entre personajes que se sienten incómodos y donde una verdad incómoda permanece oculta.

Eso lo hemos visto mil veces, desde “La soga” a “Adivina quién viene esta noche”, sin ir más lejos. Pero lo que a continuación hace la directora y sus guionistas si es meritorio, dotando el drama aburridillo del principio de un aire de thriller psicológico que ahónda en la pérdida de un ser querido y en las diferentes formas de sobrellevarlo o gestionarlo saludablemente.

Y si hay algo a destacar, y llámenme loco, es la clara influencia tarantiniana a la hora de usar la narrativa no lineal en su obra, desvelando ápices de un misterio mientras construye otros, convirtiendo lo que debería ser el eje y centro de la cuestión en un foco accesorio de la parábola. La cinta tiene también la virtud de que pasada su primera parte, uno no deja de plantearse una y mil posibilidades, tratando de entender las “verdades” tras los personajes.

En la cena tenemos a Will (ex marido de Eden) que ha llegado acompañado de Kira, David, el nuevo marido de Eden, Tommy y Miguel, una pareja gay, Ben, que acude solo, Gina, cuyo acompañante se ha retrasado y Claire, una mujer soltera, todos en la treintena.

Por momentos, el panorama que se masca es una mezcla entre Berlanga y Buñuel, entre “El discreto encanto de la burguesía”, “El ángel exterminador” y “La escopeta nacional”. Ninguno de ellos parece tener las habilidades sociales suficientes para que la cena resulte medianamente agradable. Y las conversaciones son impersonales, tensas y torpes, evidenciando que hay algo que desconocemos y que les ha desunido y distanciado. La aparición de Sadie y Pruitt pone las cosas al límite, y aunque me encantaría no les voy a hacer spoiler, puesto que si merece la pena algo, es llegar virgen e inocente a la trama.

Las interpretaciones en general son correctísimas, destacando las de los dos protagonistas, y el guión, bastante redondo, acaba sacando punta a todo y mostrando una mala leche inesperada que hacen que La invitación gane enteros.

El trabajo de dirección de Karyn Kusama (Girlfight, Jennifer´s body, Aeon Flux) es simplemente maravilloso, impecable, a lo que hay que destacar un elaborado trabajo de fotografía y el diseño de sonido, que añade tonos de amenaza para un ambiente ya de por sí bastanteque perturbador e inquietante.

Y la recta final, a pesar de ser unos 10 minutos de los 100 que casi dura, es trepidante y hace que la experiencia merezca totalmente la pena.

La pena, no La Mejor Peli en Sitges.


Crítica: Demon

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Es difícil por no decir prácticamente imposible acercase a una película como ‘Demon’ sin pensar en la prematura muerte de su director. Marcin Wrona fue encontrado ahorcado en la habitación de su hotel en lo que aparentemente parece ser un suicidio. La presentación de la película en el pasado festival de cine fantástico de Sitges fue tremendamente emotiva donde una amiga del director visiblemente emocionada recordó su figura y agradeció que hubiera tanta gente para ver la película un jueves a las once de la mañana. Como espectador la posición en la que nos encontrábamos hacía que se empezara a ver esta cinta con otra mirada, pero hay que reconocer que centrándose en lo puramente cinematográfico y dejando de lado el trágico final de su director, ‘Demon’ fue una de las grandes cintas del pasado festival y que alzó, de manera muy justa, con el premio a la mejor fotografía.

La ambientación, la fotografía, la composición de muchas de las escenas que forman parte de ‘Demon’ están estudiadas y calculadas al milímetro. Puede que en ciertos momentos la fuerza visual de ciertas escenas este por encima de la historia y de alguna de las interpretaciones pero es, desde mi humilde punto de vista, uno de los grandes aciertos de esta película. No soy entendido en pintura pero viendo la cinta de Wrona recordé una exposición que vi hace unos años en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona sobra la obra del pintor Vilhelm Hammershoi y el cineasta Carl Theodor Dreyer. En ella se mostraban los paralelismos existentes entre la obra de ambos tanto en su temática como en la forma que tenían estos de usar la luz y los encuadres. Durante la poco más de hora y media que dura la ‘Demon’ no paré de darle vueltas a la idea acerca de cuales serían las influencias de Wrona y de su director de fotografía Pawel Flis para recrear ciertas escenas. Uno de los para mi mas claros ejemplos es esa escena donde los invitados de la boda suben por una ladera para encontrarse con un funeral, escena sobre la que volveremos mas adelante.

‘Demon’ cuenta la historia de una boda, la de Pitón y Janet. Lo que se supone que tiene que ser un feliz acontecimiento se convertirá en una terrible pesadilla después de que el novio descubra los restos de un cadáver en el terreno que han recibido como regalo. Las bodas o las celebraciones familiares siempre han dado mucho juego en el cine, la forma en la que un a priori feliz acontecimiento acaba derivando en algo dramático ha sido analizada desde muy diversas perspectivas por muchos cineastas.

Si Lars Von Trier iniciaba su ‘Melancolia’ con la fallida boda de Justine y le servía para acercarse al tema de la depresión desde su particular punto de vista, si Thomas Vinterberg mostraba una en apariencia idílica fiesta familiar (Que no boda) que acababa destapando toda una serie de rencillas familiares, si en el 2013 Jan Hrebejk rodaba ‘Honeymoon’ (‘Libànky’) donde un viejo conocido del novio se presentaba en la boda de este sin haber sido invitado para causar un gran desasosiego en la pareja (El desarrollo de la cinta de Hrbejk esta mas cercano al de ‘The Gift’ de Joel Edgerton que al de la película de Wronka, no solo por la relación existente entre los personajes principales si no también porque el hecho de que esta persona que perturbará a la pareja protagonista es una persona de carne y hueso y no un espíritu) o si en ciertas filmografías como la de Emir Kusturica las bodas parecen un tema recurrente ya que estas aparecen en varias de sus películas como ‘Underground’, ‘El tiempo de los gitanos’ o ‘Gato negro, gato blanco’ entre otras, es ahora Wronka el que utiliza una celebración para convertirla en una pesadilla. Hablar de Kusturica al hacerlo de ‘Demon’ no es una simple coincidencia ya que la forma en la que ambos directores plasman las bodas en pantalla grande es en muchos momentos bastante parecida, tanto que en muchos momentos algunas de las escenas podrían saltar de una película de un director a otra del otro director sin ningún tipo de problema.

(Volviendo al tema pictórico, Kusturica ha reconocido que para ‘Underground’ tuvo muy presente la obra de Marc Chagall tanto en la imagen de la novia voladora como con el cuadro ‘War’) El uso de la música, la visceralidad de las reacciones de muchos de los invitados y el exceso de alcohol presente en muchos momentos hacen que el tratamiento de ambos directores sea muy parecido. Pero no solo las comparaciones con el cine de Kusturica se quedan en la forma de plasmar ciertos momentos de la boda, la escena antes comentada acerca del encuentro entre los invitados de la boda y de un funeral bien podría formar parte del imaginario del director serbio y a nadie le tendría que extrañar. Si ‘Underground’ era una cinta en la que muchas ideas que mostraba Kusturica se escapaban a la compresión para todos aquellos que no supiéramos mucho acerca del conflicto yugoslavo, lo mismo ocurre pero en menor medida con ciertas escenas que Wrona plasma en su película.

Son muchas las críticas que hablan de ‘Demon’ en un plano profundo que a muchos se nos escapa, a mi el primero, llegando a considerar que lo que cuenta Wrona en su película no deja de ser una metáfora de la historia de su país, idea esta que parece reforzar la forma en la que Wronka aborda el mito del Dybbuk. Hemos de tener claro que a pesar de la historia que nos cuenta el director no estamos ante una cinta que aborde el tema de las posesiones de una manera típica (Aunque este utilice ciertas ideas recurrentes en este tipo de cine) y donde además este se aleja de otras películas que han usado el mito del Dybbuk para desarrollar sus historias como puede ser el caso de ‘The Possesion’ de Ole Bornedal o ‘La semilla del mal’ de David S. Goyer. (En este momento hay que recordar también el cine de Apichatpong Weerasethakul del que se pudo ver ‘Cementery of splendour’. El director tailandés volvía sobre varios de los temas recurrentes en su filmografía como son el ejército y el conflicto entre la modernidad y la tradición de un pueblo profundamente espiritual. Como espectadores el hecho de desconocer una cultura como la tailandesa no nos impide disfrutar de las películas de Weerasethakul pero si llegar a captar todos los matices de las historias que el director nos cuenta).

Igual que hace Kusturica en su cine, Wrona es capaz de mezclar de manera soberbia el drama con el humor haciendo que al espectador se le escape mas de una sonrisa, algo que queda reflejado claramente en el personaje de ese doctor que no se cansa en decir una y otra vez que ya no bebe y en el de ese cura cuya máxima obsesión es huir de tan nefasta boda. Wrona no solo sabe crear escenas y atmósferas y a pesar de cierto exceso en la interpretación del personaje principal cuando esta poseído, este sabe sacar el máximo provecho de la mayoría de sus actores sobre todo en el caso de la novia, Zaneta (Agnieszka Zulewska), y muy especialmente en el de su padre, un esplendido Andrezj Grabowski que nos deja dos de las mejores escenas de la película una de ellas donde este se dirige a los invitados indicándoles que se olviden de la boda que han visto (Soberbio monólogo) y la otra donde recuerda parte de su juventud. Tampoco debemos olvidarnos de ese viejo profesor cuya sensibilidad cala muy hondo en el espectador a pesar de que su personaje nos deja cierta incoherencia en la historia.

Puede que el mayor problema de ‘Demon’ sea que el público se acerque a ella pensando en que va a encontrarse una típica cinta de posesiones algo de lo que Wronka se aleja a pesar de jugar con alguno de los tópicos de este tipo de cine a lo que hay que sumar que la presencia de ese espíritu en medio de la boda rompe un poco la magia de la película. Un final un tanto abrupto, carente de explicaciones donde todo queda en mayor o menor medida insinuado y sobre el que muy probablemente tengamos que poner de nuestra parte para cerrar algunos flecos puede hacer que ciertos espectadores acaben estableciendo una injusta distancia con la cinta de Wrona.

‘Demon’ es una notable muestra de cine fantástico europeo que transita por caminos alejados de lo que muchos podríamos esperar de una cinta como esta pero que nos deja una muy estimulante película que se apoya en el gran trabajo de casi todos sus actores, en una extraordinaria ambientación y en una gran banda sonora. A pesar de algún bajón de ritmo en la historia que se percibe en cierta confusión a la hora de plantear el conflicto en la boda, la cinta de Wrona es una de esas películas que merece la pena y mucho ver y disfrutar. Totalmente recomendable.

Lo mejor: La fotografía. La composición de ciertas escenas.

Lo peor: Algún bajón de ritmo conforme avanza el metraje.


Crítica: Angélica

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Mitchell Lichtenstein, continua indagando en los aun muchos misterios por descubrir sobre la sexualidad femenina. Lo hizo en 2007 con “Teeth” (película que también presentó en el festival de Sitges), donde exploraba las consecuencias físicas y sociales de una adolescente a la cual le aparecían dientes en la vagina. Y repite de nuevo, ocho años después, con “Angélica”, supuesto cuento de terror gótico ambientado en la época victoriana para explorar ahora, las consecuencias psicológicas derivadas de la abstinencia sexual y el impacto que éstas tienen en el seno de una familia adinerada.

“Angélica”, ambientada como digo en el Londres victoriano, se viste de época para tratar, desde la óptica del cine de terror (o del thriller fantástico para ser más exactos), un tema tan universal y atemporal como son las relaciones sexuales de pareja y como éstas, pueden afectar a dicha relación a niveles más profundos. Sobre una puesta en escena eminentemente Hammeriana, Lichtenstein vuelve a hacer gala de su fascinación por la mujer y por intentar entender todos los complejos mecanismos de relojería que dan forma a tan maravillosa criatura y para ello lleva al extremo aquello popularmente tan utilizado del “Sábado, Sabadete... cena y polvete”... solo que sin polvete en las carnes de una mujer no realizada y un hombre víctima de su propio deseo.

El director dibuja una caprichosa situación donde una pareja de fogosos recién casados, se quedan embarazados a las primeras de cambio. Ella, consigue dar a luz a una preciosa niña pero casi muere en el intento. A partir de ahí, los médicos la advierten de que un segundo embarazo, podría ser fatal para la mujer, pero hay más, incluso las relaciones sexuales podrían poner en riesgo su vida. A partir de ésta, construye un relato muy humano donde asistimos a la progresiva degeneración del matrimonio debido a la abstinencia sexual que poco a poco, va adentrándose en los terrenos de lo sobrenatural cuando pasados unos años, una misteriosa presencia de formas masculinas comienza a manifestarse ante ella y su hija, poniendo en peligro la vida de ambas.

Inevitable acordarse de “El Ente” (“The Entity”, Sidney J.Furie, 1982) a la hora de buscar paralelismos (aunque remotos a la postre) entre “Angélica” y referentes populares del género, más cuando esta se nos había vendido como un thriller sobrenatural con altas dosis de erotismo. Y en cierta parte, es cierto. El problema es que al igual que ocurría en “Teeth”, todo está tratado de una forma tan conservadora, superficial y liviana, como intentando pasar de puntillas sobre las situaciones más incómodas o controvertidas, que al final termina por desvirtuarse toda la obra como concepto, perdiéndose en el proceso gran parte del potencial encanto de la película.

El director plantea interesantes situaciones, algunas de ellas realmente escabrosas que tienen que ver con la enfermiza obsesión de una madre con su hija, pero se queda ahí. No se atreve en ningún momento a ir un paso más allá y a salirse de esa zona estéril, de ese bunker políticamente correcto desde el cual nos relató ya el episodio de la vagina dentada. En aquella ocasión, quizás más justificable al tratarse el tema desde la óptica de la comedia teenager, más que desde la del terror, pero aquí, en una película que pretende ser seria y sobretodo “adulta” presumiendo de ello, no tiene justificación alguna.

Es una lástima el como se desaprovechan todas y cada una de las posibilidades que el jugoso guión ofrece, renunciando a indagar con puño firme y sin tapujos, en algunas de las relaciones que se ponen sobre la mesa o en como éstas, afectan a los personajes. Lo cual elimina de la ecuación el elemento morboso del filme y reduce todo su encanto a dejarse seducir por la ambigüedad del relato e intentar descubrir si todo lo que está aconteciendo es real, o tan solo está en la cabeza de la protagonista. Un juego de las adivinanzas, por otro lado, bastante previsible que ni de lejos consigue cargar sobre sus espaldas con todo el peso del metraje, el cual termina por hacerse insufrible y lo que es peor, extremadamente frustrante en algunos pasajes de la historia.

Tampoco estamos ante una película de terror que funcione como tal. En ningún momento se hace amago alguno de intentar aterrorizar al espectador o de recrear ningún tipo de atmósfera incómoda por mucho que el escenario y nuestra propia psique lo pidan a gritos. Por lo que lo el horror gótico habría que ponerlo en seria cuarentena. Alguna situación puede flirtear con sensaciones herederas de aquella estupenda “La Guarida” (“The Haunting”, Jan de Bont, 1999) por desprenderse cierta épica de cuento oscuro, pero al final no pasan de pequeños focos que se apagan tan rápido como las supuestas partes eróticas.

Jena Malone ("Sucker Punch") no lo hace mal en el papel principal y su rostro angelical le viene ni que pintado para la ocasión, pero se queda también muy lejos a la hora de transmitir las sensaciones extremas que el personaje debiera en su lucha interior por aceptarse a ella misma y al final, termina por perderse en esa tierra de nadie y en ese quiero pero no puedo o puedo pero no quiero que es “Angélica”. Buena ambientación, correctas interpretaciones, algún ligero amago de despelotarse y poquito más para la segunda gran decepción que firma el amigo Lichtenstein.

Lo mejor: La puesta en escena, algún momento de cama divertido y su desenlace, de lo poquito cercano al terror gótico que ofrece el filme.

Lo peor: Una historia demasiado perversa para contarla de forma tan inocente.


Crítica: The Final Girls

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Nuestra vida dentro de la vida en una pantalla. Hoy os propongo el ejercicio de imaginaros a vosotros mismo dentro de vuestra película de terror favorita, con vuestra experiencia, con el conocimiento que tenéis y demostráis cada día, sin margen para el destino, con todo escrito. Imaginad y dejad de sonreír, porque sería igual de terrorífico que para los protagonistas novatos, o aún más si cabe, porque el conocimiento de lo que sabéis que vais a vivir, podría bloquearos de una forma mucho más feroz.

Yo soy una persona muy impresionable y paso un miedo atroz con ciertas películas, por lo que la simple idea de estar metida dentro de "El Exorcista", intentando escapar de Leatherface en "La Matanza de Texas", o tratando de zafarme de la panda de sádicos y fanáticos de "Martyrs", me pone los pelos de punta, entro en parálisis total, desde luego no sería el mejor de los escenarios para pasar un fin de semana de ensueño. Pero vamos a acotar un poco más la imaginación y pongámonos en el caso de estar dentro de "Viernes 13" y tener que sobrevivir a alguien como Jason. Ya podéis estar en forma, chicos...

Esto es "The Final Girls". metacine en mayúsculas. Un metacine que nos homenajea y que jalea a los espectadores, que brinda por todos nosotros, por los que hemos crecido con los slashers de los ochenta, o los que los hemos adorado desmedidamente, pese a sus carencias y pese a que muchos de ellos son objetivamente muy malos y subjetivamente parte de nosotros. El cine dentro del cine y las referencias para cazarlas al vuelo.

En "The Final Girls", lo que vemos son guiños con los ojos gigantes y un marcado sentido del humor que arranca una sonrisa a cualquier espectador que esté mínimamente familiarizado con las normas del slasher, porque aquí están todas y cada una de ellas y por partida doble: en nuestro cine y en el cine dentro del cine. Aquí estamos todos nosotros y obviamente la historia trata de nosotros (un poquito más jóvenes,eso sí). Es así como un grupo de adolescentes, frikis y frokis, por la magia del destino, terminan metidos dentro de la película a cuyo homenaje habían acudido, y que por esas casualidades de la vida, coprotagoniza la madre de una de ellos.

Dicha película, "Camp Bloodbath", es un "Viernes 13" desenfadado y con todos los tópicos y típicos de los ochenta. Tenemos entonces el espejo de los personajes de los ochenta, reflejados en los personajes del 2015, y la comparación no puede ser más gloriosa: la virgen de antes y la virgen de ahora, la zorra de antes y la de ahora, el maravilloso friki de antes y el de ahora, todo enorme! El resultado es que empatizas con todos los personajes, con absolutamente todos, con los buenos, con los mezquinos y hasta con el asesino, porque esta película es tan sumamente divertida, que te haces fan instantáneo de todos los personajes y sus clichés, y encima, Todd Strauss-Schulson (el director de esta maravilla), lo adereza con buenas dosis de gore y un guión brillante, hilarante y adictivo, haciendo que sea imposible no caer rendido ante él y su película.

Esto está pensado, diseñado y ejecutado para nosotros, con todo el cariño del mundo, y recibido desde el cariño, es imposible no agradecerlo con la misma dosis de entusiasmo y aplausos, demostrando que "The Final Girls" es la película perfecta para ver entre amigos, la película perfecta para ver por la noche en pareja, la película perfecta para ver una tarde tonta, y sobre todo,la película perfecta para un festival de cine fantástico como es el de Sitges, porque esta película es festivalera por antonomasia. "The Final Girls" es la película perfecta para cualquier momento, porque insisto en que lo que ofrece es entretenimiento a espuertas y diversión garantizada.

Para este espectáculo, Todd Strauss-Schulson, se rodea de caras conocidas, que salen muy bien paradas, ya que entrando en esa película de los ochenta, por arte de magia, terminan gustándote, cuando antes no lo hacían. Así, la sosa Taissa Farmiga ("American Horror Story"), termina siendo una correctísima final girl heredada, Nina Dobrev sale de "Crónicas Vampíricas" para demostrar que el sobrepunto irónico y la mala leche le sientan como anillo al dedo, Alia Shawkat ("Green Room"), que se está colando poco a poco como una de las imprescindibles del cine moderno y Alexander Ludwig, quien me pareció horrible en "Final Girl" (qué ojo tiene el jodío para elegir papeles y títulos...), y aquí cumple a la perfección.

Pero los personajes que realmente brillan, los que son absolutamente entrañables, son los metapersonajes, los que viven en un círculo ochentero del que no pueden salir: Kurt ( Adam Devine), está impagable en cada una de sus apariciones como el chulo ligón,medio lerdo que no puede mantener la boca ni la bragueta cerrada, ¿y qué os puedo contar de Tina (Angela Trimbur)? Imposible no enamorarse un poco de ella y de su personaje tontorrón y totalmente naive. Completa el grupo Malin Akerman (haciendo de Nancy) a quien pudimos ver en "Watchmen" vestida de seda, y quien tiene un papel determinante en "The Final Girls".

Acompañamos este plato de deliciosa ensalada de ahumados, un un aderezo en forma de banda sonora, mil y una referencias al cine de terror que nos dan la vida, una recreación ochentera totalmente auténtica y ya tenemos otra de las películas imprescindibles de este 2015. Una de esas película que no nos vamos a cansar de ver. Y por imaginar, por pedir, por soñar, ¿qué tal si entre todos soñamos que terminamos algún día asistiendo a una premier de "Camp Bloodbath"? Los sueños también se cumplen.


Crítica: Cuentos de Halloween

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En los últimos tiempos estamos asistiendo a un auténtico auge y resurgir de las antologías en esto a lo que el terror se refiere, y cercana como está la fiesta pagana más popular, la película le viene que ni pintada. Con diez historias bien enlazadas y que abarcan gran parte de los terrores infantiles de aquellos que desgranan calabazas y se disfrazan en esa señalada noche, Tales of Halloween se queda quizás un pelín infantil y allá donde podía haber metido un buen par de sustos, pues pasa por encima sin pringarse demasiado retratando a esos extraterrestres, fantasmas, súcubos infernales, asesinos psicópatas y demás amiguetes que asolan un barrio residencial americano, provocando más la sonrisa que el miedo, que en el fondo es lo que más nos gusta, pero bueno...

Loable es que si bien ninguna de las diez se conviertan en un clásico a revisionar cada año, ninguna de ellas sobra o molesta, como suele ocurrir en estas “selecciones”, y el todo resulta más que satisfactorio y entretenido, una de las más divertidas y hasta descacharrantes antologías hasta la fecha.

Como viene siendo ya costumbre, cada uno de los segmentos o historias tienen su propio equipos de desarrollo y director, entre los que encontramos algunos de los más granados en el género, desde Lucky McKee, que nos sorprendió con su deliciosa May antes de introducirnos en el terror caníbal y la tortura de The Woman, hasta Darren Lynn Bousman (Saw), pasando por consagradísimos como Neil Marshall y otros no tanto, Axelle Carolyn, Adam Gierasch, Andrew Kasch, Mike Mendez, Dave Parker, Ryan Schifrin, John Skipp, Paul Solet y Clint Sears y poniendo toda la carne (la femenina en especial) en el asador, con unas chispas de gore resultón y litros de melaza sanguinolienta.

Y si bien es cierto que el subgénero antológico vive un esplendor comercial considerable, la peli, que se defiende muy decente y dignamente en esa mezcla de tonos que van del suspense al gore cargado siempre de humor y mala leche, no está desgraciadamente a la altura de otras tantas como V/H/S o The ABCs of Death, que en mi opinión son absolutamente recomendables, quedando Tales of Halloween como mero entretenimiento a degustar y olvidar con buen sabor de boca.

De la mano de Mike Mendez el mayor error es no tomarse en serio en sí misma, con lo que difícilmente el respetable lo hará. Ya mis admiradísimas entregas de CREEPSHOW (palabras mayores) jugueteaban con el sentido macabro del humor siniestro, pero tomándose en serio lo que se contaba, una historia de terror puro tras otra. Y es que es una auténtica virtud el saber otorgar de un tono medio perfecto que roce el terror y el humor sin diluirse en el resultado, y aquí desgraciadamente no se consigue.

Por lo demás, todos los episodios tienen su puntito, se dejan ver y se disfrutan, lo cual, a día de hoy, ya es un logro en sí mismo, alentado por los sucesivos cameos de caras famosas y famosillas que son verdaderos iconos del género como Adrienne Barbeau, auténtica maestra de ceremonias radiofónica, en un clarísimo homenaje al personaje de “La niebla”, Joe Dante, Lin Shaye, Barbara Crampton o Stuart Gordon, y a pesar de que hay momentos de humor chusco y sarcasmo e ironía forzadas, el simpático homenaje a la fecha y al cine de terror que al calor y el folclore de la misma ha ido surgiendo no llega a fascinar pero desde luego que supone un divertimento no culpable que es de agradecer, con una sucesión casi contínua de gags y bromas visuales que arrancaron carcajadas y aplausos en el festival.

A nivel de interpretación, pues eso, ni fú ni fa, pero precisamente porque los personajes no requieren el más mínimo desarrollo.

El diseño de criaturas y decorados sí merece ser destacado, con un deja vú a comic ochentero del todo fascinante, muy en la línea de esa delicia que resultó Creepshow, en especial en algunos de los segmentos, y en general, pese a no haber nada nuevo en esta Tales of Halloween, al estar bien contado, de manera fresca y jocosa, no se hace repetitiva para nada.

Banda sonora del montón (exceptuando el tema principal), fotografía de ídem y títulos de crédito de lo mejorcito, (aparecen por completo al inicio de la película acompañados por el tema musical principal compuesto nada menos que por Lalo Schifrin, que retorna de su retiro). Nada se echa en falta porque es una peli coherente y justa que ofrece precisamente lo que promete desde su enfoque desvergonzado y simplón.

Sí que hay algunos cortos que destacan, mucho, sobre otros.

La calidad tiene mucho que ver, pero sobre todo por la historia que cuentan mis preferidos son “El rescate de Rusy Rex”, “Bad seed” (de Neil Marshall, y el homenaje más claro de toda la cinta), “Sweet Tooth”, de un viejuno Dave Parker, el marcianito de Mike Méndez y “Ding Dong”.

Y el mejor dirigido, en mi opinión, efectista y rozando lo brillante, el de Darren Lynn Bousmann. Pero realmente uno de los aciertos, si no el mayor, de la peli, es que los episodios están perfectamente encajados, de forma muy inteligente, consciente de que unos segmentos funcionan mejor e insertándolos con otros menos resultones que no aburren ni un segundo y hacen que nuestra atención no decaiga ni un instante. Así, en lugar de ofrecer una recopilación simple de cortos con un nexo en común, la película ofrece una mirada en plan 13 Rue del Percebe a lo que está sucediendo la noche de Halloween a pocos metros unos de otros.

Servidor se queda, personalmente, con esa OBRA MAESTRA que supuso “Trick ´r Treat”, con su descenso mucho más atinado al terror y en especial en ese autobús infantil hundido en el fondo de un barranco. Pero Tales of Halloween se convierte en una acertadísima elección para ver en la noche de brujas con una manta y un tazón de chocolate sin el más mínimo atisbo de horror pero con carcajadas aseguradas, como delicia sin pretensiones que es.

Y es que el hecho de tener apenas diez minutos para contarnos una historia hace (en ocasiones, porque hemos presenciado disparates como el de Vigalondo en VHS 3)que los directores afilen su creatividad y saquen las garras para mantener la atención, entretener y cautivar al público que asiste al festival, y en este caso vaya si lo han hecho.

Ahora bien, ¿es una peli que envejecerá bien con el paso del tiempo?. Como peli fast food, devorable y olvidable no se me antoja muy repetible, ya que no es lo suficientemente innovadora como para pedir un segundo visionado.

Todo es más que correcto, simpático y divertido, con una atmósfera absolutamente conseguida, pero no, no creo que sea una peli a ver cada 31 de octubre. Para eso, servidor ya tiene a John Carpenter y a Michael Dougherty.

Lo mejor: Diversión a raudales. Fresca y nada aburrida.

Lo peor: Su propio espíritu Grindhouse de un solo visionado.


Especial Halloween 2015

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Queridos y oscuros pajarracos compañeros de nido: llega de nuevo esa fecha del año en la que los demás niños se ponen caretas ñoñas de payaso o vaquero para pedir caramelos de puerta en puerta mientras que yo me quito la mía para, bien descubierto, ir acojonándoles tras las esquinas oscuras con mis rasgos necesitados de exorcismo.. Por si no lo sabíais, además de niño poseído, he sido también desde siempre, un niño repelente y redicho, algo así como un “manolitogafotas” en plan hardcore y sinister, y llegado Halloween, en lugar de preocuparme en bobadas como disfraces, piruletas y canguros de pechotes turgentes cuidando solitas a bebés en caserones accesibles, me volvía loco tipo ratón de biblioteca leyendo todo lo que caía en mis manos sobre brujería, wicca, tradiciones paganas y demás cosejas relacionadas con este día, así que sí, os voy a dar la chapa un poquito, con mi mirada de niñolóquer y mi voz de ultratumba de metro diez.

Halloween es una fiesta pagana, pero a su vez con orígenes católicos. Desde el siglo IV la Iglesia de Siria consagraba un día a festejar a «Todos los Mártires». Tres siglos más tarde el Papa Bonifacio IV (615) transformó un templo romano dedicado a todos los dioses (panteón) en un templo cristiano dedicado a «Todos los Santos» que los habían precedido en la fe. La fiesta en honor de Todos los Santos inicialmente se celebraba el 13 de mayo, pero fue el Papa Gregorio III (741) quien la cambió de fecha al 1 de noviembre para que coincidiera con la antigua tradición del festival de Samhain, que celebraba el final de las cosechas y que se considera el Año Nuevo celta y así ganarse un poco a los del otro bando (como lo que está haciendo ciudadanos con pp y psoe, pero en festividad religiosa). y en el año 840, el Papa Gregorio IV hizo la Fiesta universal y obligatoria, todo muy democrático. Como fiesta mayor, pasó a tener su celebración vespertina en la «vigilia» para prepararla, y esta vigilia vespertina del 31 de octubre, día anterior a la fiesta de Todos los Santos, que se traduce al inglés como: «All Hallow's Eve», con el paso del tiempo ha ido cambiando de pronunciación, a «All Hallowed Eve» y posteriormente a «All Hallow Een» para terminar en el «Halloween» de hoy día. 

El calendario celta dividía el año en dos partes, la mitad oscura, en el mes de Samonios (octubre-noviembre), y la mitad clara, a partir del mes de Giamonios (abril-mayo). Se consideraba que el año empezaba con la mitad oscura y todos los meses comenzaban con la luna llena, con lo que la celebración del año nuevo tomaba lugar durante las «tres noches de Samonios», la luna llena más cercana entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. Las lunas llenas marcaban el punto medio de cada mitad del año durante las cuales se celebraban festivales. El calendario de Coligny marca la luna de pleno verano, pero sin embargo, omite la de pleno invierno, pues fue diseñado para alinear las lunaciones con el ciclo agrícola, y la posición astronómica exacta del Sol se consideraba menos importante. A ver, que me enrrollo y me pierdo... Vamos, que todas esas movidas que hemos visto en el cine en la que los aquelarres tenían en cuenta las fases lunares y demás, de cuento, nada.

Pues bien, Samhain era un día en el que desaparecía la frontera entre los vivos y los muertos, por lo que Halloween ha acabado designando la noche del terror, las brujas y los fantasmas, y ha perdido prácticamente todo el sentido religioso para conservar el lúdico y festivo por un lado y el siniestro y oscuro por otro. Y es que, aunque en la última peli de mi “amigo” Amenábar no te quede claro si hay brujas o no hay brujas o sí o no o... Haberlos, y que celebran esta noche con su parafernalia tenebrosa, habrálos. 

Los orígenes de esta celebración se remontan a la Irlanda celta, en el siglo V a C. Por entonces, el verano, la cosecha y el año se terminaban oficialmente el 31 de octubre, que era el principio de una nueva vida. Los Celtas creían que las leyes del espacio y de tiempo se detenían esa noche y que los espíritus podían conseguir su cometido. Durante esa noche, se creía que los espíritus de las personas que habían fallecido durante el año volvían en busca de los vivos para poseerlos durante el año siguiente y que esa era su única oportunidad para volver a la vida. Para evitarlo, cada noche del 31 de octubre la gente hacía todo lo posible para espantar a los espíritus: apagaban el fuego para que las casas estuvieran frías, se vestían con trajes macabros y tenebrosos y se paseaban por todo el vecindario a oscuras para pasar por un alma en pena. Era toda la aldea tipo Astérix como un inmenso cuarto oscuro hetero y ectoplásmico. 

Los romanos, que copiaron a griegos, a egipcios y a todos los que pudieron, adoptaron esta costumbre celta, y para el año I, el Samhain formaba parte de las fiestas romanas que celebraban el día de Pomona, la diosa de la fruta y los árboles. 

Los emigrantes irlandeses exportaron junto a sus tréboles, trenzas pelirrojas y cervezacas, su fiesta de Halloween a América en el XIX, cuando huyeron en masa de la hambruna que asoló su país. Así que sumemos celtas, druidas, romanos, cristianos, irlandeses hambrientos y yankis y nos sale el fiestorro actual, del que la mayoría desconocemos origen y verdadero significado (para mí, hubo unos años, casualmente los de universidad, en los que significaba borrachera indecente, despertar en cama ajena sin conciencia y resaca mortal al día siguiente, vamos, como una nochevieja pero vestido de pimiento morrón o de Fumanchú). 

Los paganos celtas reconstruccionistas (ojo al dato, q ue con la cienciología son de los cultos confesables más numerosos) celebran el día cocinando los platos favoritos de sus muertos, cantando canciones tradicionales, recitando poesías o bailando, (las abuelas manchegas deben ser celtas porque hacen eso, torrijas y bacalao, cantando la rosa del azafrán, limpiando las lápidas a lo Almodóvar).

Debe dejarse abierta una puerta o ventana orientada al este e invitarse específicamente a los seres queridos fallecidos a formar parte de la fiesta, no sea que se le cuelen al vecino, y además hay que dejar una vela gorda encendida en las ventanas para orientar a los muertos hacia casa. 

Y hablando de mancheguismo, otra anecdotita, la costumbre del "trick or treat" (truco o trato) no procede de los celtas sino de una costumbre europea del siglo XIX llamada “souling”, en la que cada 2 de noviembre, los cristianos solían ir de pueblo en pueblo pidiendo "pasteles de alma", hechos con trozos cuadrados de pan con pasas, de modo que cuantos más pasteles conseguían, más plegarias podían dedicar a sus muertos, cosa que aunque os suene atávica y pleistocénica, el que esto escribe ha hecho de forma parecida, cuando el dia de los santos íbamos a las monjas a por “dulcemuertos”... Así hemos acabado una generación, cucutrás perdidos... 

Por el Samhain era costumbre vaciar nabos(ejem), y posteriormente calabazas (tradición irlandesa) para ponerles dentro velas. Varios siglos después, esta tradición (que renace en la actualidad gracias al movimiento neopagano) tiene continuidad en el actual Halloween. 

Aunque sobre la religión céltica y de los druidas no se sabe mucho, por no decir nada, pues no hay registro escrito al transmitírse oralmente de generación en generación, el Samhain ha vuelto a celebrarse en multitud de círculos y regiones, como las diásporas irlandesa y escocesa, Galicia y Asturias, tierras célticas y de tradiciones atávicas. El profesor Rafael López Loureiro es uno de los grandes responsables de la recuperación y redescubrimiento de estas tradiciones en nuestras cornisa cantábrica y en las hermanas islas británicas. 

Pero como ya he dicho, aunque llevo ya unos años viviendo en el norte soy más manchego que las gachas, y por allá abajo también tenemos nuestras costumbres, tipismos y rarunerías varias, así como palabros únicos que no puedo pronunciar sin partirme de la risa. Uno de ellos, también relacionado con la noche de los muertos es “manflorita”. A los niños de los ochenta ya no se nos asustaba con el coco, el sacamantecas o el hombre del saco, se nos decía que si íbamos solos y a oscuras por las veredas nos podía pillar el manflorita. 

Años después descubrimos que la palabra, mancheguizada, era “hermafrodita”. Y más de uno que yo conozco se hubiera perdido gustosamente por esas veredas, de saberlo. 

Bueno, cubierto el cupo de folclore y rollete histórico-místico-festivo, voy a hacer lo que se debe en este amado nido nuestro, recomendáos dos pelis de temática Halloween, a cual más distinta. 

En primer lugar y para los menos exigentes os traigo “Pay the Ghost”, americanada de este 2015 dirigida por Uli Edel, director alemán habituado a realizar miniseries de TV y telefilmes a lo “Brumas de Avalon”, “El reino del anillo” o “Houdini” pero que también ha hecho sus pinitos en el ciune serio, con "R.A.F. Facción del Ejército Rojo", que fué nominada al Óscar a la mejor película extranjera en 2008, e incluso en el prehistórico comercial, con “El cuerpo del delito, en el 93 con Madonna y Willem Dafoe. 

La peli, basada en un librito de Tim Lebbon y con Nicolas Cage al frente del reparto, en uno de esos papeles que todo el mundo critica pero que realmente le vienen que ni pintado, el de padre con ceño fruncido preocupado/desesperado que o bien tiene que salvar el mundo, o encontrar un tesoro o impedir una mega conspiración. En este caso es un profesor que tiene que buscar a su hijo durante un año entero ante la ineptitud policial después de que fuera secuestrado la noche de Halloween por un ente mitológico celta. 

La peli, como supondréis no es ninguna joya, pero se deja ver, a pesar de ser previsible, gracias a una fotografía y FX de Sharone Meir malillos pero muy resultones y evidentemente por su componente Halloween. 

Le pongo un cinco, porque para la noche de las calabazas me viene al pelo. 5/10 

Y ahora sí, para gourmets selectos, para tiparracos goréfilos y juguetones como yo, os recomiendo ENCARECIDAMENTE, “Gravy”, peli del año pasado de James Roday. Un festival de tripas y muchísimo humor negro del bueno bueno plagado de cameos y caras conocidas que no puede resultar más encantadora y disparatada. Yo la he visto ya tres veces y no dejo de reírme. 

La historia transcurre también en la noche de Halloween, en un restaurante mexicano en el que se cuela un trío de caníbales insaciables y cinéfilos con preferencia por la alta cocina. 

Junto al sexy tierno protagonista, Michael Weston (ay, omá) y la magnética y raruna Lily Cole, que están para comérselos (ejem), tenemos entre otros a Jimmi Simpson, Sarah Silverman, Lothaire Bluteau, Gabourey Sidibe... 

La banda sonora, una de las más divertidas de la historia, es un recopilatorio de temas fricazos entre los que os recomiendo, para esta noche de difuntos como politono el “Disco Bloodbath Boogie Fever” de una de esas devociones personales mías que es el inmenso Alice Cooper. 

A esta le casco un nueve, porque soy un niño demoniaco pero generoso y me encanta el buen humor macabro, y de eso hay mucho. 9/10 

Y nada más, queridas criaturas oscurillas, cuidáos de los payasos, los manfloritas y las máscaras blancas y cuchillos afilados, que en esta noche todo, todo, todo, puede pasar...


Crítica: Hellions

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El canadiense Bruce McDonald regresa al género de terror siete años después de asombrar a propios y extraños con su aclamada reinvención psicológica del subgénero de los zombies/infectados en “Pontypool”. Lo hace con “Hellions”, una en apariencia festiva y desenfadada propuesta de serie B ambientada en la festividad de Halloween que se suma a otros títulos como “Truco o Trato” (“Trick or Treat”, Michael Dougherty, 2007) o la también reciente “Cuentos de Halloween” (“Tales of Halloween”, 2015) a la hora de intentar sacar tajada de tan popular celebración entre los adictos al terror. No obstante, ahí terminan las similitudes entre la película del canadiense, y las citadas antologías, pues apariencias aparte (que como se suele decir, engañan), el tono de “Hellions” es bastante diferente.

Sorprende sobremanera el cambio de tercio tan radical de McDonald en “Hellions” con respecto a “Pontypool”. La película protagonizada por el incombustible Stephen McHattie significó un giro radical hacia la sobriedad (incluso hacia la intelectualidad) si la enmarcamos dentro del subgénero de los zombies/infectados, completamente alejada de estridencias y efectismos visuales para dar forma a un relato cercano, intimista y muy personal. Todo lo contrario de lo que ofrece “Hellions”, cinta que basa gran parte de su encanto en una delirante puesta en escena y un no menos delirante guión (demasiado, dirán algunos).

“Hellions” se enmarca una vez más en plena festividad de halloween para adentrarnos en una historia bastante reconocible en su concepción, a medio camino entre la serie B de los ochenta y el tan prolífero home invasión de nuestros días, para terminar derivando en algo absolutamente delirante. Una adolescente embarazada de reciente diagnóstico que se queda sola en casa la noche de halloween a la espera de un novio que se hace esperar más de la cuenta y que termina siendo acechada por un grupo de siniestros críos enmascarados que desde el exterior, intentan entrar en la casa con fines desconocidos pero a todas luces poco amigables.

Como se puede apreciar, la historia podría pertenecer a cualquiera de las antologías que he comentado al principio de este análisis... nada más lejos de la realidad. “Hellions” no tiene absolutamente nada que ver con el carácter eminentemente cómico de aquellas, por mucho que su estrambótico y en ocasiones hilarante desarrollo pueda apuntar hacia todo lo contrario. Las risas de “Hellions” (que las tiene), no se engendran desde la intencionalidad del guión, sino desde la propia interpretación e identificación por parte del espectador de determinados automatismos del género.

La realidad es que detrás de toda su parafernalia festiva, experimentación visual y aparente psicodelia narrativa, “Hellions” esconde un relato oscuro y macabro de marcado mensaje que se nos va insinuando a base de pequeñas metáforas que deberemos ir armando hasta llegar el desenlace de la historia. Y para tal cosa, el espectador deberá intentar abstraerse del ruido y las luces de los fuegos artificiales para intentar encontrar dicho mensaje no en las formas, sino en el fondo. Este ejercicio, es absolutamente necesario, pues de lo contrario, si uno se queda en la superficie, “Hellions” puede llegar a desesperar a todo aquel que intente buscar la coherencia allá donde no la hay.

Aceptado esto, la película es una ida de olla de lo más disfrutable, un viaje que se torna más y más loco a cada desvío que coge y que nos va adentrando en un onírico universo que va mutando a pesadilla en donde los niños, vuelven a tener un gran peso específico. “Hellions” es como meter en la coctelera películas como “Dentro del Laberinto” (“Labyrinth”, Jim Henson, 1986), “¿Quien Puede Matar a un Niño?” (Narciso Ibáñez Serrador, 1976) y “Cromosoma 3” (“The Brood”, David Cronenberg, 1979), añadirle algo de LSD, agitarlo y servirlo. Todo ello mientras la luna roja se hace cada vez más intensa y lo tiñe todo de tonalidades escarlata.

Al frente de todo, la Alicia que viaja a este particular país de las maravillas es una correcta Chloe Rose, que de la mano del veterano Robert Patrik (que esta vez cambia el metal líquido por la carne y los huesos), irá dejando las pertinentes migas de pan por el camino para que el espectador pueda encontrar el camino a casa. Migas mojadas en sangre y moldeadas en forma de esperpentidades de feria varias y gags malsanos que harán las delicias de los más incondicionales de lo grotesco y del surrealismo en su forma más macabra.

Y dicho todo lo cual y por lo que un servidor pudo robar con la antena puesta de boca de otros al terminar la proyección (pese a las muchas risas y aplausos que en ella se produjeron), muy mucho me temo que soy de los poquitos que salieron satisfechos de ella. Ojalá me equivoque, pues insisto, “Hellions” es bastante más que un nuevo snack de fácil digestión para degustar la noche de halloween con los colegas y echarse unas risas cuando ya ha corrido la cerveza o un experimento visual de corte videoclipero sin sentido ni consideración para fardar de gafapastismo. Nos encontramos ante una película más inteligente de lo que parece que llega a rozar lo brillante por momentos y que lo hace atesorando un empaque envidiable así como buenas dosis de mala leche. Eso si, hay que seguirle el royo y dejarse “engañar” por ella.

Lo mejor: Surrealismo macabro en estado puro y lo bien ensamblado que está el mensaje que se quiere transmitir dentro de la trama.

Lo peor: Los que busquen la coherencia donde no la hay, se tirarán de los pelos, la tediosa banda sonora y el mensaje en sí del filme, que sin duda peca de moralista.



Crítica: El Cadáver de Anna Fritz

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Película agotadora y enervante a partes iguales, destinada a un público formado y no fácilmente alterable o sensible, y desde luego como lo más alejado a una de esas experiencias relajantes de la vida diaria, de escape del día a día y de usar, ver y olvidar sin que haga mella alguna en nosotros, la cinta de Héctor Hernández Vicens es tan difícilmente encuadrable como fácilmente identificable como referente de calidad y madurez, seriedad y tormento que plantea uno de los tabúes más profundos de nuestro ser, mucho más que una mera parafilia, sin llegar a explorar su pringosa e indecente oscuridad y alterando nuestras morales, estómagos, pulsaciones y glándulas sudoriparas en la sala.

Es todo lo anterior, y vaya de antemano, y aunque les choque con lo que a continuación les diré, una de las mejores óperas primas españolas de la historia de nuestro cine, que pone de inmediato a Hernández Vicens en la balanza de las enormes promesas del cine español y a la cinta en un referente en festivales nacionales e internacionales de género, como ya está sucediendo, y más con un presupuesto ridículo magistralmente utilizado. 

El cadáver de Anna Fritz es una de esas películas que podrían ganarse una publicidad inmerecida a base de escandalosas sugerencias que ya el director y su coguionista, Isaac Creus declararon no desear ni rozar, tratando algo tan duro como la necrofilia sin tocar fondo en los puntos fáciles. Eso es realmente en la teoría, porque en mi opinión, hay temas que por el mero hecho de tratarse exigen un tratamiento muchísimo más delicado que el que aquí encontramos. 

En primer lugar, si se quiere huir del morbo, no se puede plantear el tema desde un depósito de cadáveres por mucho que se evite escandalizar en demasía convirtiéndolo en un inquietante y desagradable campo de parafilias sexuales enfermizas, porque con el mero planteamiento, el estupor del observador se arrastra culpable a rincones aún más horribles y oscuros. 

En segundo lugar, para evitar lo antes expuesto, debería eludirse el reflejo en ese cadáver, cuerpo muerto, de un mínimo de belleza, más aún si esta es adolescente o lo parece, y Anna Fritz, Alba Ribas lo es, hermosa y joven, viva y muerta. 

Pero exceptuando esos dos aspectos, la cinta es una verdadera revolución en nuestro cine, y sorprendentemente directa, clara e importante en su esencia viniendo de dos personas prácticamente nobeles (es más, dedicados anteriormente a la televisión infantil ambos). 

Como pueden imaginarse, quien les escribe ha visto en su vida mucho cine desagradable, y esta peli no se acerca siquiera a las que lo rozan, pero trata de eludir no ya una serie de vacíos legales de distribución y esos escándalos que antes decíamos, sino el ofrecer una imagen más pervertida aún (y sí, claro que es posible) y execrable, pero lamentablemente no me interesa demasiado ni cómo se plantea ni cómo se desarrolla, aunque reconozca su excelencia. Vale, tampoco me escandaliza, y eso lo agradezco. 

El cadáver de una joven actriz famosa, Anna Fritz (Alba Ribas), fallecida en un hotel de un paro cardiaco, llega al depósito de la morgue donde Pau (Albert Carbó), admirador de la joven, trabaja como enfermero. Cuando se entera, avisa a sus dos amigos, Iván (Cristian Valencia) y Javi (Bernat Saumell), para que se pasen por el depósito. 

Sin saber el argumento de la cinta, ya se nos ha introducido en la mente el gusano de lo podrido que está por venir. 

Y es que en la soledad de la morgue del hospital sólo una fina y fría sábana blanca cubre la desnudez del cadáver de la hermosa mujer, y cabestros, desgraciados y sinvergüenzas (sin entrar ya en parafilia y enfermedad) hay por todos lados, así que sí, en los límites de esa necrofilia taimada la sábana desaparece y los pantalones caen hasta los tobillos. 

Pueden simplemente fantasear con lo que el sudario cubre, o ver el cuerpo muerto en su íntima desnudez, o incluso pueden fotografiarlo, tocarlo, y claro, pueden dar rienda a los instintos enfermos de la espiral enfermiza a la que ellos mismos se enfrentan, unos queriendo y otro no tanto, y violarlo, pero al parecer, para Hernández no es ese el problema. 

El problema es que Anna, el cadáver, la mujer, el cuerpo, abre los ojos en un momento dado. ¿Ya no hay necrofilia? ¿Acaso importa? ¿Es que ahora será sólo violación? Anna ha despertado de la muerte como aquella bailarina almodovariana, como aquella novia tarantiniana incluso, pero si recupera la conciencia en plena morgue el dilema se bifurca, y es cuando la cinta abandona ese repugnante estilo purista indecente para convertirse en el thriller que quiere ser y que a mí realmente tampoco acaba de convencerme, porque las posibles soluciones pazguatas y pamplinescas no hacen que el dilema moral sobre la repulsión y la ética que nuestras cabezas han iniciado a su bola se detengan y lo que ya pase o deja de pasar importa poco. Como si esa “resurrección” dependiese de una catatonia o un revivir zombie devoracabrones. Tampoco importaría, pero bueno, sería una manera medianamente digna de arreglar un “desaguisao”, más que ese debate entre los dos cabestros y su amigo sobre si rematarla o no. 

El horror, la náusea y el asco, la angustia y el resorte de la moralina aprendida en las escuelas jesuitinas que son nuestras convencionales éticas, están presentes en esa hora y poco que dura la cinta, aunque en ningún momento veamos un atentado contra el decoro visual, y la claustrofobia, cuando nos damos cuenta de que estamos encerrados en esa morgue es incómoda no, lo siguiente. Como incómodo e insoportable es saber el terror por el que está atravesando el cuerpo paralizado y el alma aún viva de esa mujer, si bien nunca se cruza el límite del doble mal gusto que supondría regodearse en la imagen necrófila de los ataques. 

Pero es que además Anna Fritz no es un ser humano cualquiera, con lo que la necrofilia no será un vulgar abuso de carne, no, el directo nos deja claro que es casi una divinidad, como nos evidencia en la primera escena, con esa voz en off que acompaña su traslado al depósito, que es la voz del público que la idolatra y reverencia. 

El cadáver de Anna Fritz juega a ser un thriller perturbador después, doloroso y asqueante moralmente que utiliza el tabú de la necrofilia pretendidamente de paso, fría y distante, pero realmente va directo, franco y sin demasiado preámbulo a la situación conflictiva, sin regodearse en ella en exceso, por suerte. 

No por ello es, ni mucho menos ni más lícito moralmente, ni menos execrable en el hecho, que cintas que bordean el tabú como “A serbian film” o “Nekromantic”, pero sí una mucho mejor película, más coherente y mejor dirigida que aquellas, y desde luego mucho más respetable como cine. 

Es mucho más inteligente, por ejemplo, en su sutil manera de atemorizar e inquietar al espectador, más con lo que no vemos que con lo que la pantalla muestra. 

La segunda parte, el post, es decir, una vez que ya han profanado todo lo profanable, pretende transmitir aún una sensación más angustiosa, la claustrofobia y el asco de lo podrido, pero a mí se me queda en el paladar el primer regusto, por desgracia, que hace que, aún siendo consciente de la calidad de la peli, y pese a que esos giros del guión pudieran ser refrescantes, no se me quitan las ganas de dar un puñetazo en la butaca de alante y echar a correr hasta mi casa y evitar esa justificación encubierta que es el cambio de género a la venganza. 

Porque desgraciadamente los espectadores somos una suma de números, de personas, de vivencias. Y hay vivencias personales que pueden sentirse muy, muy afectadas con según qué cosas... 

En resumen, la cinta es un dignísimo acercamiento a uno de los pocos tabúes que quedan remotos a nuestras podridas mentes de forma franca y directa, sin tibiedades morales, reflexiones innecesarias ni efectismos escandalosos muy bien dirigido y decentemente interpretado por actores desconocidos que sacan provecho del carácter prácticamente unidimensional que el breve metraje permite a cada uno de sus personajes, destacando, sin duda alguna, la preciosa Alba Ribas, maravillosamente convincente en un ejercicio de contención digno de mención. La magnífica gestión de sus escasos 78 minutos debería ser objeto de estudio, porque da tiempo a despertar y acallar todo un abanico de sensaciones y reacciones en el respetable, si bien la mayoría de los espectadores que presenciaron la peli en mi pase no parecieron muy conformes con ese abrazo prácticamente al absurdo sin explicación ni nnecesidad en su acto final y remate. A mí, al revés, me pareció lo suficientemente inteligente y de buen gusto como para casi cambiar mi visión total. Un acierto, vamos, pero como supondrán, cuanto menos se sepa, mejor. 

Al niño poseso, ya ven, le ha dejado bastante descolocado...


Crítica: Tag

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En el pasado festival de cine fantástico de Sitges se proyectaron nada mas y nada menos que tres películas del japonés Sion Sono aunque solo una de ellas, este ‘Tag’ en la sección oficial a concurso (Las otras dos cintas fueron ‘Love and Peace’ en la sección Noves Visions One y ‘The Virgin Psychics’ en la Midnight X-treme).

Parece que la buena, la que reconcilió a gran parte del público con el cine del director nipón fue ‘Love and Peace’, por desgracia este ‘Tag’ solo hizo que la distancia existente con ciertas propuestas cinematográficas de Sono aumentara a niveles prácticamente inimaginables y situándonos a algunos en una posición casi irreconciliable. (Sería aconsejable que alguien indicara a Sono que tiene que bajar un poco el ritmo. El prolífico autor deja en poco menos que en un aficionado de Woody Allen y su manía de rodar una película al año. Sono cuya capacidad para dirigir cintas solo puede ser comparada a la de Takashi Miike, ha rodado este año y según la página imdb cinco películas. La cantidad no es sinónimo de calidad y por mucho que Sono y Miike levanten pasiones hay que reconocer que en muchos casos junto a grandes cintas nos han dejado películas como mínimo prescindibles). 

El que fuera autor de películas tan interesantes y excesivas como ‘Love Exposure’ (Magistral locura de nada mas y nada menos que 237 minutos de duración) o ‘Why don’t you play in hell?’ (Que tras ciertos bajones de ritmo y de interés consigue ganarse al espectador gracias a una espectacular y divertida parte final) entre otras, demuestra como un director es capaz de desarrollar toda una historia alrededor de una magistral escena inicial para acabar desperdiciándola.(La idea de que Sono no tenía mucho que contar se refuerza al ver la escasa duración de esta película, solo 82 minutos, algo que como mínimo llama la atención sobre todo viniendo de un director cuyas cintas se suelen ir por lo general hasta casi las dos horas de metraje). 

Puede que usar la palabra ‘desperdiciar’ no sea la más correcta ya que en muchos momentos de ‘Tag’ el espectador tiene la sensación de que Sono no sabe que hacer con la historia que tiene entre manos, como desarrollarla correctamente y hacer que las aventuras de las protagonistas interesen al espectador. Para ello el director japonés hace del exceso marca de la casa el sello de esta película y llena su cinta de violencia gratuita y sin sentido porque si algo tiene ‘Tag’ es un exceso de cuerpos mutilados y muertes a cada cual mas salvaje que la anterior (Sin ningún sentido y lógica). El envoltorio de la cinta de Sono no puede llamar más la atención, el problema radica cuando debajo de toda esa sangre y cuerpos cercenados el director nos quiere hacer creer que su historia intenta plantearse la posición de la mujer en la sociedad japonesa (O puede que simplemente esta idea haya quedado eclipsada por una dirección mas interesada en la sangre que en el mensaje. 

Es cierto que esta cinta esta protagonizada casi íntegramente por mujeres, que la boda tiene un componente más cercano a un funeral que a una celebración –donde podríamos ver que una unión de este tipo puede acarrear la alineación de la mujer- o por la presentación de un mundo masculino donde las mujeres son usadas como objetos, como juegos. Pero la forma elegida por Sono para rodar esta película hace que el espectador no sienta ninguna empatía por ninguno de los personajes, lo que deriva en que a este no le interese lo mas mínimo nada de lo que esta pasando en pantalla y por supuesto no le interese el posible mensaje que pueda tener esta película).

Mitsuko y sus compañeras de instituto van de excursión. Nada puede ser más idílico, un día perfecto, muchas risas, bromas y hasta almohadas con las que pelear pero todo acabará de forma abrupta cuando el viento corte el autobús por la mitad y mate a todas sus compañeras. A partir de este momento, Mitsuko comenzará un extraño viaje para intentar sobrevivir a todas y cada una de las amenazas que la acechan. Sono juega con su personaje principal cambiándole de rostro y por lo tanto de actriz situando a cada una de ellas en un lugar y en una situación distinta (De Mitsuko la estudiante pasamos a Keiko la novia para luego encontrarnos con Izumi la corredora). El director japonés repite como un mantra una frase con la que parece intentar justificar el sin sentido de su historia: “La realidad es surrealista, no dejes que te atrape’. 

Es en este momento, cuando Sono empieza a saturar al espectador con esta idea usando a ese grupo de colegialas que se escapan de clase, el instante en el que este puede llegar desconectar definitivamente de la propuesta que Sono le esta planeando (Ese fue por desgracia mi caso) o creer que algo de lo que le esta contando el director japonés va a tener algún tipo de sentido, cuando el espectador puede pensar que Sono tiene algo realmente interesante que contar y donde para ello el director nipón juega con las distintas realidades y universos paralelos algo que parece hermanar (al menos momentáneamente) a esta cinta con películas como ‘Las posibles vidas de Mr. Nobdoy’ de Jaco Van Dormael o incluso con ‘Endorphine’ de André Turpin, cinta esta última que también fue proyectada en el pasado festival de cine fantástico de Sitges. 

Debido a ciertas comparaciones existentes el próximo párrafo puede llevar implícitos ciertos spoilers. Resulta ciertamente sorprendente el gran paralelismo existente entre las ideas plasmadas por Sion Sono en ‘Tag’ y la primera novela de la trilogía de ‘La doctrina de la mortalidad’ de James Dashner. Y es que si algo tiene la cinta de Sono es que bien podría ser una salvaje y cruel adaptación de la novela de Dashner (A pesar de que en ciertos momentos la obra del escritor norteamericano muestra ciertas escenas de gran violencia como aquellas donde los protagonistas entran en un juego que plantea un brutal combate sin reglas para todo aquel que decide participar en el. Algo que suponemos que si esta historia es llevada a la pantalla grande o bien se omitirá o bien se suavizara). Dashner autor de la trilogía de ‘El corredor del laberinto’ estructura sus novelas en base a una idea, a una anécdota y a partir de ese momento construye toda una historia donde los protagonistas han de correr en busca de algo o huir de alguien. Esta misma estructura es la que parece compartir Sion Sono con Dashner: Situar a sus protagonistas en un entorno extraño, ajeno y violento para hacerlos correr (Tanto que Sono llega a considerar a una de sus protagonistas como una corredora) y luchar por encontrar respuestas que les ayuden a sobrevivir. 

Si la obra de Dashner llegaba a un tópico final carente de sorpresas pero que increíblemente conseguía dejar al lector con ganas de mas, Sono cierra su película de una manera absolutamente vergonzosa, dejándonos una parte final tremendamente ridícula que lleva al espectador a pensar si la verdadera intención del director japonés no era otra que tomarle el pelo y si esta cinta realmente va en serio. (La realidad es surrealista, eso mismo puedo decir yo en este momento. Jamás pensé que al ver una cinta de Sion Sono la primera persona en la que iba a pensar es en James Dashner. Por desgracia así ha sido…)

‘Tag’ es una obra prescindible que puede que guste a los mas fans del cine de Sono o para todos aquellos que solo quieran ver violencia en pantalla (Lo único que consigue que el espectador no se eche una cabezada en el cine). Todos aquellos que busquen una película entretenida y que tenga algo que contar mejor abstenerse… 

Lo mejor: El brutal y sorprendente punto de partida de la película.

Lo peor: El resto.


"Ash vs Evil Dead", releyendo el Necronomicón

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Han tenido que pasar la friolera de 23 años para que el sueño húmedo y recurrente de muchos de nosotros, despertándonos a lo largo de todos y cada uno de ellos, exaltados, en medio de la oscuridad de la noche empapados en sudor, con una considerable erección bajo las sábanas y con extrañas palabras en lenguas muertas hace ya miles de años, siéndonos susurradas al oído por voces de ultratumba... han tenido que pasar si, pero ya han pasado. Todos aquellos que jamás perdimos la esperanza de poder disfrutar de una cuarta entrega de la que sin duda es una de las sagas de terror, más míticas que haya dado nunca el género, la ideada allá por principios de los ochenta por un genio llamado Sam Raimi y que diera comienzo con la cinta de culto “Posesión Infernal” (“Evil Dead”, 1981), al fin tenemos nuestra recompensa, pues Ash ha vuelto a lo grande y por lo que parece, lo ha hecho para quedarse.

El pasado 31 de Octubre en víspera de la noche de halloween, se estrenó en USA el episodio piloto de la esperada serie basada en el universo creado por Raimi: “Ash vs Evil Dead”. El estreno fue un rotundo éxito de audiencia y la crítica fue unánime en alabar las muchas virtudes del piloto dirigido por el propio Raimi, tanto, que no tardó en anunciarse la producción de una segunda temporada, a día de hoy, totalmente confirmada, que dará continuidad a los diez capítulos de 30 minutos de duración (el piloto fue algo más largo, llegando a los 40) cada uno de ellos, que dan forma a esta primera temporada del show. 

Las impresiones después de degustar estos primeros compases de la serie, sinceramente, superan cualquier expectativa que uno pudiera tener. Ya se sabe que esto de llevar películas de éxito a la televisión no siempre suele dar los frutos esperados y batacazos ya ha habido unos cuantos y algunos muy sonados. Que se lo digan a Sarah Connor, que aguantó a duras penas, dos temporadas en el candelero combatiendo a Skynet y no sin razón en “Terminator: Las Crónicas de Sarah Connor” (“Terminator: The Sarah Connor Chronicles”, 2008-2009) o a otras similares nacidas de cintas míticas que intentan mantenerse a flote pese a que todo indica que su falta de calidad con respecto a película original en algunos casos, véase “Abierto Hasta el Amanecer”, o de audiencia en otros, véase “Hannibal”

“Ash vs Evil Dead” condensa en escasos cuarenta minutos, todo aquello que el fanático de la saga querría ver, lo que vendría siendo un fanservice en toda regla. Raimi sabe lo que queremos y nos lo da rápido y sin rodeo alguno. Ya habrá tiempo de desarrollar personajes y zurcir tramas más o menos complejas, pero ahora toca lo que toca y no es otra cosa que volver a ver a Ash enfundado en su habitual indumentaria con escopeta y sierra mecánica en mano (nunca mejor dicho), devolviendo a demonios al inmundo agujero del que hayan salido. Y lo hace, vaya si lo hace, pues este primer capítulo nos depara ya un enfrentamiento antológico entre el anti-héroe y las fuerzas del averno.

Bruce Campbell demuestra que han pasado los años desde aquella última vez donde capitaneó a los humanos frente a las huestes infernales para defender el Necronomicón (libro de los muertos para los menos puestos en la materia). El tipo está fondón y no se puede decir que su carrera como actor haya sido exitosa desde aquel entonces, limitándose a algún que otro caméo en las películas de su colega Raimi, alguna aparición en televisión y sobretodo, poniendo su voz al servicio del ocio digital doblando videojuegos. Pero no importa, el carisma está intacto y el talento de este hombre para este arte, es innato. A los cinco minutos de metraje, ya nos tiene a todos en el bolsillo con una versión, quizás, algo mas caricaturesca de la que nos tenía acostumbrados y tirando de fuertes dosis de autoparodia. 

Un par de preámbulos eróticos y Raimi ya se las apaña para poner en liza en pantalla a los primeros engendros de la velada y demuestra, una vez más, que en esto de recrear lo infernal, no tiene rival. Si ya diera buena muestra de su buena forma en la genial “Arrástrame al Infierno” (“Drag Me To Hell”, 2009), aquí nos transporta de nuevo a su universo con un simple soplido. Genio y figura para un par de apariciones demoníacas de órdago que le dejan a uno sin aliento y porque no decirlo, con los ojos vidriosos en los supuestos más sentimentales. Todo ello, por supuesto, con unos grandiosos efectos especiales y sin escatimar en sangre pese al handicap que supone la utilización de algunos efectos digitales en momentos muy puntuales que desmerecen minimamente el conjunto. 

El episodio también introduce a una serie de personajes secundarios que parece ser acompañarán a Ash en sus aventuras. Dos compañeros de trabajo, un chicano (Ray Santiago) y una tipa de buen Dana DeLorenzo) ver a la que Ash le tira los trastos por un lado, e introduce la figura de una agente de policía (Jill Marie Jones) que ha tenido ya un primer encuentro con las fuerzas del mal. También veremos por primera vez al misterioso personaje interpretado por Lucy Lawless, actriz acostumbrada a mascar el éxito televisivo dentro del género fantástico (“Xena: La Princesa Guerrera”, “Battlestar Galactica”) y que ojalá aquí sea el mejor de los presagios. 

Ritmo frenético sin un solo minuto de relleno, para una sucesión de gags y guiños al fan de la saga es lo que vamos a encontrar en este estupendo y prometedor piloto al que lo único que servidor puede achacarle, es el excesivo tono cómico del que hace gala Ash, en algunos momentos, rozando un humor tontorrón que está más cercano a aquella gamberrada dirigida por el mismo que fue “Posesión Demencial” (“My Name is Bruce”, Bruce Campbell, 2007), que al humor negro e inteligente que siempre ha caracterizado a la saga de “Evil Dead”. 

Tampoco la banda sonora elegida (galleta final incluida), me parece la más apropiada (demasiado desenfadada), pero entiendo que será un tema puntual del episodio y que se irá adaptando a las circunstancias del show en el futuro. 

De todas formas, hay que seguir manteniendo la calma y no tirar las campanas al vuelo antes de tiempo, pues no hay que olvidar que el episodio piloto, es el único de los que integran esta primera temporada, que está dirigido por Raimi, quien para el segundo da el relevo a Michael J. Bassett, un tipo con credibilidad que ya ha demostrado buenas maneras en el género dirigiendo cosas tan disfrutables como “Deathwatch” (puede que la más discutible de todas), “Solomon Kane” o “Silent Hill 2: Revelations”. Habrá que ver como se desenvuelve con algo tan grande entre manos. 

La lista completa de episodios y sus respectivos directores es la siguiente: “Bait” (Michael j.Bassett), “Books From Beyond” (Michael J.Bassett), “Brujo” (David Frazee), “The Host” (David Frazze), “The Killer of Killers” (Michael Hurst), “Fire in the Hole” (Michael Hurst), “Ashes to Ashes” (Tony Tilse), “Bound in the Flesh” (Tony Tilse) y “The Dark One” (Rick Jacobson). 

Deseando ver ya lo que nos depara “Bait”, episodio que se emitirá en USA el día de 7 de Noviembre, por lo que no habrá que esperar mucho para ver si Bassett consigue darle continuidad al pelotazo de Raimi. 

Lo mejor: El show mantiene intacto en lineas generales, el espíritu de la saga, abriendo un abanico de posibilidades ilimitadas para todos los amantes de la misma. 

Lo peor: En ocasiones, el abuso de un sentido del humor algo facilón en la figura de Ash, desdibuja un poco la atmósfera de terror, y que Raimi tan solo dirija el piloto.


Crítica: Knock Knock

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Hace no demasiado me puse a ver una peli empezada en un canal de cable entre guarruna y mala y acto seguido debí borrarla de mi mente, porque no soy capaz ni de recordar el nombre. El caso es que acudo al festival de Sitges con unas preferidas siempre, esas que te dejan el ojete para dentro de la emoción y para las que dos horas antes ya estás hecho un ansias preparado. Ni que decir tiene que el cabronazo de Eli Roth es una de mis debilidades cinéfilas, y de los que me deja el orcate fino fino.

Sus pelis tienen la capacidad de ser burras y salvajes, tocar tabúes y saltarse las más mínimas reglas de la decencia emocional generando una legión de fans igual en número a la de detractores. 

Y es que el tipo, otra cosa igual no, pero listo, es un Petete, y ni una sola de sus cintas ha pasado sin pena ni gloria por las carteleras (recordemos lo de Green Inferno que es pa mear y no echar gotica), y además su estilo es absolutamente personal, mucho más allá ya del uso desmesurado y orgásmico (en mi caso) del gore asilvestrao, sino por la estabilidad absoluta de unos principios básicos que resumen su obra. 

En ésta, su más reciente incursión en el thriller-terror, Roth se despacha y se queda a gusto haciendo un remake (no me hagan mucho caso, que igual estaba bajo los efectos de algún potente psicotrópico, pero yo diría que sí) del bodrio aquel que vi esa aciaga noche raruna. 

Y lo hace en un home invasion rollo sexploitation setentero con el uso de dos femme fatales de órdago, de esas que acudes a ver a una versión rusa de Chéjov y sales con esa sonrisilla de salido, porque no pueden estar de mejor ver, la verdad. Y es que Lorenza Izzo es un pibón, pero Ana de Armas, ¡ay omá!... 

En el lado masculino tenemos a Evan Webber, el otrora buenorro carpetero Keanu Reeves, y ahora un poco en salmuera, en el papel de un buen tipo, marido amantísimo felizmente casado con Karen (Ignacia Allamand) y padre de anuncio de coche caro. El caso es que llegado el fín de semana Karen y los niños se van a pasar unos días en la playa dejando a Evan ultimando un proyecto arquitectónico importante (Ay, estos buenorros curritos qué poco creíbles acaban resultando). La noche se pone perra, pero perra no de perreo, perra de tormenta a lo Poltergeist, pero sin tumbas, y las dos mocitas inocentes e ingénuas llaman a su puerta en busca de refugio. Son Génesis (Lorenza Izzo) y Bel (Ana de Armas), vestidas para una fiesta con sus provocativas faldas mínimas, sus transparencias y sus glotones labios mordisqueados... 

SPOILER Se han perdido, no saben llegar a la dichosa fiesta y necesitan refugio, así que el, caballeroso, se lo ofrece y les tiende la mano, pero las mozas, en este punto ya tiparracas, se cogen el brazo. 

Hasta aquí, curiosamente, la cinta ha despertado todo el interés posible y nos mantiene picuetos esperando conocer las intenciones de las dos doverman. 

Pero llegado el punto, Roth como que se desdobla en este mix de Funny Games, Revenge y Atracción Fatal de nueva generación. 

Evan les deja su portátil, les llama a un taxi, pero parece que la noche se va a poner revoltosilla, así que pone sus miniprendas en la secadora, por si encogen otro poco y les coloca dos albornoces. Todo muy normal... 

Las tipas, salidorras, empiezan a calentar de mala manera y hacer preguntas inoportunas a las que nuestro héroe huevón responde dejando claro que no le interesa lo que le están sugiriendo. Pero oye, que ellas ni caso, empiezan a guarrear más y más, a hablar de sexo de forma más que explícita y a criticar la monogamia como antinatural y contraria a los instintos animales del ser humano. 

Más guarreo, sobeteos, y Evan empieza a plantearse un poco las cosas, y parece que la devoción marital/familiar pesa cada vez menos ante el despliegue de folleteo que se le avecina. Y es que como buen anfitrión se plantea que tiene que satisfacer las necesidades de sus invitadas. Y vaya si las satisface. 

Pero... Claro que hay un pero, que ésto es Barcelona, pero no el Festi erótico, las chavalas dan un giro radical en sus comportares y la cuestión de la hospitalidad se convierte ya en obligación y responsabilidad legal. 

A la mañana siguiente, Keanu ojopipa espera que las fantasticmozas se piren sin despedirse siquiera, pero resulta que son dos zumbadas bastante hijas de puta que a cambio del trío le van a proponer otra serie de jueguecitos que no olvidará fácilmente. FIN SPOILER

Por un lado, está clara la intención del director de centrarlo todo, absolutamente todo, en el carácter sexual del thriller, en el que el personaje masculino, es un adúlteero, sí, pero sobre todo una víctima (juas) y se ve inmerso y perdido y son ellas quienes toman las riendas de todo. Pero lo hace de forma quizás un poco vaga que no especifica, aclara o al menos orienta los porqués necesarios para según que cosas, lo que resulta un poco frustrante. 

Por otro lado, consciente de que está un poco fuera de su especialidad, introduce algunos de sus puntos fuertes basados en el escándalo y creando una película en la que la tensión no deja de estar presente, con una atmósfera de terror más que lograda a ratos, en la que vuelve a retomar la idea Kafkiana de que no hay mayor horror que el aislamiento, a pesar de sumergirnos con unas potentes imágenes en la era de los medios técnicos y los avances digitales, la era de las redes sociales y el acceso a la información en la que sin duda, se puede estar igualmente aislado. 

Eli Roth utiliza su inoportuna ye incómoda mirada en su visión del mundo, aunque sorprendentemente con mucho menos gore y casquería de la esperada, domesticado y dócil dentro de sus estándares, en los que un tenedor medio clavado no acaba de hacerme babear como lo hizo en sus pelis gloriosas. 

Pero a pesar de ello, de que la cinta comienza de forma costumbrista y brillante, luminosa, y que conforme se va oscureciendo no se tiñe de ese escarlata que desearíamos, en realidad supone un paso adelante para su filmografía, que no necesita de escenas de violencia descarnada y depravada para estremecernos. 

No obstante, como ya dije, las intenciones de hacer una cinta de comedia pura duran más bien poco, y en cuanto las mozas se ponen catacróker, comienza una deliciosa (para mí, porque no gustó demasiado)sucesión de truculentas escenas de tortura y estallidos de violencia que refuerzan esa definición gruesa y burda de lo femenino como loco y vengativo, en un estereotipo inverso al de las pelis de presupuesto ínfimo de los 70 que versionea. 

Sin embargo, Roth, y sus inteligentísimos co-guionistas Nicolás López y Guillermo Amoedo, conocen muy bien el alma humana y en sus cintas nadie es del todo bueno o del todo malo, y las escenas de violencia están justificadas. 

Lo que hace Knock Knock diferente de cualquiera de los trabajos previos de Roth es ese inicio, puro intento de jugar al thriller erótico con clase, haciendo un remake (acreditado, porque la peli que yo ví no sé cómo se llama), de “Death Game” de 1977 mezclando el thriller, el gore, el home invasion y el erótico festivo en un subgénero que podía haber dado mucho más de sí. 

A nivel interpretativo, Reeves deja bastante que desear, soso como sopa de hospital, mientras que Lorenza Izzo (esposa de Roth, prota también de Green Inferno) y la preciosa Ana de Armas se comen la cámara voluptuosas, guarronas y decididamente mucho más en su papel, a pesar de que los personajes no están ni mucho menos bien perfilados ni desarrollados, pero al menos jugo, les sacan a ambos. 

A destacar el magistral ritmo frenético que Roth imprime a la mitad de la cinta y el sentido del humor descacharrante que muchos verán como un fracaso y que yo considero geniales, en esta incursión en el thriller alejado del torture porn y el gore en los que ha demostrado ser un maestro. Quedará, dentro de su filmografía, como una rareza, un film menor, pero desde luego, interesante y revelador, mucho más entretenido que atinado. 

Lo mejor: Desde las vampiras de Drácula, que casualmente compartieron cama también con el sosainas éste, no me apetecía a mí un colchón multitudinario. 

Lo peor: Ojopipa cada vez actúa peor. Y algunos agujeros masivos del tamaño de Huesca en la trama la lastran de incredulidad absoluta.


Crítica: Nina Forever

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Entre los grandes misterios de la historia de la humanidad, mucho se ha hablado sobre quien construyó las pirámides de Egipto, que de cierto hubo en el hundimiento de la Atlántida, si existieron alguna vez criaturas fantásticas como el monstruo del lago Ness o el Yeti, si realmente el hombre pisó la luna cuando nos lo contaron, cuanto de verdad hay en la creencia popular de que Paul Mccartney murió y su lugar fue ocupado por un doble, sobre si realmente fue Tobe Hooper el director de “Poltergeist”, en lugar de Steven Spielberg tal y como dicen las malas lenguas... pero existe un misterio mucho mayor que todos estos juntos y no, no me estoy refiriendo al asombroso hecho de que la mayoría de la población española siga votando a las huestes infernales y corruptas del PP y demás sucedáneos de derechas a extinguir, me estoy refiriendo a las relaciones de pareja. Ése, es el gran misterio de la humanidad aun por resolver.

A día de hoy, siguen sin entenderse muchas cosas de este curioso binomio. Una ruleta rusa que bien puede hacerte alcanzar la más absoluta felicidad, o por el contrario, volarte la tapa de los sesos. Uno cree tener la pareja perfecta, esa bellísima persona a la que cree conocer como la palma de su mano con la que sin duda pasará el resto de su vida y de la noche a la mañana, descubre que ha estado viviendo largos años con un/a desconocido/a de valía humana equiparable a la de una cucaracha... el amor, en contra prestación, puede encontrarse en el lugar más insospechado y con la persona menos esperada... al final, eso si, como en todo, cada uno termina teniendo lo que se merece. Bendito equilibrio universal.

Lo que nos plantea el tándem debutante formado por Ben y Chris Blaine en ésta su ópera prima “Nina Forever”, es un intento de dar respuesta a algunas de las miserias de dichas relaciones. En particular, al como superar una ruptura y al hecho de poder pasar página y rehacer tu vida con otra persona. Ésta es la metáfora que se esconde detrás de “Nina Forever”, que a modo de comedia fantástica con tintes de melodrama, nos adentra a modo de sátira en las miserias de dos almas solitarias que se encuentran y deben hacer frente a los fantasmas del pasado (nunca mejor dicho) para llevar adelante su relación.

La televisiva Abigail Hardingham es la encargada de dar vida a Holly, una retraída muchacha que cree encontrar el amor de su vida en la figura de Rob, interpretado por otro televisivo: Cian Barry. Rob, un joven atormentado por la trágica muerte de Nina en un no menos trágico accidente de coche, el nombre de la cual lleva tatuado en la espalda, lucha para seguir adelante y superar sus crecientes tendencias suicidas mientras sigue aferrándose a elementos de su vida pasada, como por ejemplo el hecho de visitar todas las semanas a los padres de su fallecida ex-novia tal y como hacía antaño cuando ésta vivía.

“Nina Forever” es un relato entrañable, de eso no cabe la menor duda. Quien más y quien menos, ha experimentado en sus propias carnes la amargura de una ruptura, por ello, no es difícil sentir empatía hacia el personaje de Rob y sentirse identificado con muchas de las situaciones que experimenta en la película. E ahí la principal baza de un filme que intenta ganarse al espectador a base de melancolía y elementos auto-biográficos y que solo se adentra en el género fantástico con timidez para dar forma a la gran metáfora sobre la pérdida y la necesaria aceptación de ésta para seguir adelante.

Para ello, y aunque pueda parecer raro, los directores echan mano de alguien que poco tiene que ver con este tipo de tesituras, el maestro del horror Clive Barker. De él, bueno, de una de las más míticas escenas de una de sus más míticas obras, sacan la “inspiración” los hermanos Blaine para sentar las bases fantásticas de la cinta, fórmula recurrente y reiterativa a lo largo del filme que pese a su vistosidad e inicial efectismo, termina encorsetando en exceso el desarrollo del mismo, haciendo de el visionado de “Nina Forever”, una experiencia que va claramente de más a menos en la que se desaprovecha un elemento tan sugerente como es la morbosidad de la muerte en términos erótico festivos, es decir, la necrofilia.

El problema no es tanto la historia, sino la incapacidad de desarrollarla de manera dinámica. La película, alcanzado cierto punto de la trama (no excesivamente tardío), comienza a transmitir esa sensación en el espectador de que el chicle ya está estirando más de la cuenta, y que una idea que hubiera funcionado a la perfección para un corto o un mediometraje, se queda muy pequeña cuando se viste de largo. En este sentido, el enfoque melodramático y al tiempo desenfadado del filme, juega claramente en su contra y limita mucho las infinitas posibilidades que ofrecía la figura de Nina (fantástica eso si, la súper expresiva Fiona O´Shaughnessy en el papel) de haberle dado al filme un tratamiento no tan alejado al cine de terror, escenario en el cual, habría tenido bastantes más aplicaciones prácticas que la de simple florero macabro.

Queda claro no obstante, que no era esa la intención de los directores y que lo de rodar una cinta de terror no estaba entre sus prioridades tal y como no comentaron los mismos antes de la proyección.

No podemos dejar de destacar tampoco el brillantísimo trabajo a nivel de FX de los cuales hace gala “Nina Forever”, pura artesanía al servicio de la causa que funcionan a la perfección para ilustrar de forma muy gráfica, el mensaje que quier transmitir la obra y que vienen acompañados además, en la mayoría de ocasiones, de cierto punto de erotismo, que teniendo en cuenta lo larga que puede llegar a hacerse esta moraleja sobre las relaciones humanas en algunos momentos, no deja de ser un aliciente más para poder sobrevivir a sus noventa minutos de metraje.

Así que ya sabéis, el mundo no se acaba aunque en ocasiones todo parezca derrumbarse a nuestro alrededor. Al final, el sol siempre termina por salir de nuevo y la vida suele darnos segundas oportunidades. Nos queda el consuelo también, que como bien dice el refrán, “A cada cerdo le llega su san martín”... eso si, por favor, hagámonos un favor a todos y dejemos de votar al gallego guiñolesco y demás personajes de ultratumba, que estos, si que van a terminar cualquier día de estos, no se si con el mundo, pero si con España.

Lo mejor: Los reconocibles lugares comunes por los que transita la historia y Fiona O´Shaugnessy y sus infernales apariciones.

Lo peor: Repetitiva hasta límites insospechados y la gran decepción que supone su excesivo y premeditado distanciamiento del género de terror.


Crítica: Yakuza Apocalypse

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Pocos realizadores disfrutan de la reputación de Takashi Miike, gozando del éxito tanto a nivel de crítica como de público. Por eso quizás el realizador japonés es de los pocos que pueden permitirse realizar un frikada como esta “Yakuza Apocalypse” sin que nadie se moleste o extrañe. Y es que claro, aunque Miike ya no necesite presentación, conviene recordar que en sus inicios no era el realizador acomodado, adaptador de mangas rompetaquillas o “enfant terrible” de la crítica que disfruta de la indulgencia de estos. Miike era, como muchos otros realizadores actuales, un “igual” a nosotros que había tenido la suerte de triunfar en esto del cine.

Y es en producciones como estas donde se nota que Miike está aprovechándose del tirón que supone su nombre para darse un capricho. Que no os vendan la burra, ni siquiera que os la venda el propio Miike como hizo en el Festival de Sitges donde presentó el film diciendo que era una parodia del cine de yakuzas: “Yakuza Apocalypse”, a pesar del entorno y los desvaríos del cineasta, es un experimento para saber si todavía conserva el espíritu irreverente de antaño.

Porque está muy bien eso de hacer un tributo, por cómico que sea, pero… ¿para ello te traes de Indonesia a Yaya Ruhian, uno de los descubrimientos de “The Raid 2/Redada asesina 2”? ¿O pones al frente del reparto a un membrillo como Hayato Ichihara? ¿Tú, que ‘internacionalizaste’ a dos iconos del más reciente cine de yakuzas como Riki Takeuchi y Show Ikawa? ¿En serio? ¡Pero si hasta Sion Sono utilizó a Takeuchi para caricaturizar a los estereotipos del género!

Pero bueno, si un miserable perdedor como un servidor consigue ver el farol de Miike, ¿qué no conseguirá gente más avispada? De hecho, en la misma rueda de prensa le preguntaron por el personaje del Hombre Rana, y el realizador sin ningún pudor contestó que era un subterfugio para representar lo inesperado de la vida. Venga, hombre… este no es mi Miike. Hace unos años el director japonés o nos hubiese enviado a todos a la mierda o hubiese contestado, como hizo en la presentación de “Gozu” cuando en el 2003 acudió al propio Festival de Sitges, que solo hizo la película para divertirse. Hasta tenía la excusa perfecta ya que justo antes de rodar esta se le fue al traste un proyecto para realizar una película en Hollywood. Pero no, ahora lo que está de moda es hacer homenajes y tirar de demagogia… perdón, de nostalgia.

Sin embargo, el nombre de Sono no lo he sacado a relucir gratuitamente. Vale, reconozco que no he hilado fino, tanto que las puntadas han sido tan superficiales que el hilvanado está a punto de deshacerse y mi discurso caerse como un castillo de naipes, pero vuelvo al principio: el problema de Miike en esta película es que, por encima de excusas y mentirijillas, se nota que le ha salido un competidor en la persona de Sono y su hegemonía de irreverencia ya no es que corra peligro de diluirse sino que se ha quedado atrás. Y para mayor decepción de sus seguidores lo hace en base a seguir al propio Sono.

Por lo tanto, yo tengo la respuesta para Miike: Sí, te estás haciendo viejo. Y lo que es peor, cediendo demasiada cuota de poder.

Cualquiera puede hacer una película disparatada, para eso no se necesita ni talento. Aquí por ejemplo, que el punto de partida sean Yazukas Vampiros ya ayuda, pero otra cosa es hacer algo con gracia y sobre todo ritmo.

Decíamos que el espejo donde se miraba Miike era Sono y es evidente porque en la película vemos muchos reflejos de las tres últimas películas de este, “Vamos a jugar en el infierno”, “Tokyo Tribe” y “Love & Peace”. Incluiría hasta “Shinjuku Swan” por la relación y rebeldía del protagonista, pero entonces sí que estaría hilando fino. Sin embargo, por mucho que copies o pongas en marcha fórmulas y puestas en escena de tu compatriota y colega de profesión, no quiere decir que lo estés haciendo bien, y mucho menos que hayas recuperado aquella bendita locura.

A “Yakuza Apocalypse” le falta consistencia más allá de una patente regularidad. Como parodia, término que utilizó el propio Miike para definirla, le falta humor, y como vehículo fantástico o bizarro, le falta tensión. La primera hora amenaza seriamente con aburrir. Está salpicada de algún WTF como el “cursillo de rehabilitación” o de personajes con los que soltar una carcajada –el Van Helsing o el Kappa- pero son más adornos, elementos de figuración –pegotes en cristiano- que otra cosa; le faltan situaciones que den continuidad, y todos sus males apuntan al guionista Yoshitaka Yamaguchi.

Si uno repasa la filmografía de este como guionista o como también director se encontrará con un tipo sobrio que no ha tocado el género más que como ayudante de dirección del propio Miike. Y no dudo en señalar a este, por feo que resulte, porque cuando el argumento –segunda hora- se deja atrás y se da rienda suelta a la imaginación, a la factura visual y por lo tanto en este caso especialmente, a relucir los automatismos, mérito ya de su realizador, la película gana enteros convirtiéndose en lo que uno esperaba en una producción descabellada firmada por este.

Yamaguchi confunde el surrealismo con la comicidad, y ya sabemos que el surrealismo conduce a la locura, no a la hilaridad. Así junto a lo dicho de la apariencia de figurantes de los personajes más absurdos, nos encontramos con que las situaciones son gags encajados, no algo natural y propiciado por el guión. Vale, hacen gracia, pero esa es la diferencia entre algo correcto y algo brillante.

Por lo demás, en cuanto a trasfondo y detalles, que nadie se espere que el tema vampírico tenga mucho peso específico. Es más un detonante, un propiciador, que el foco de atención. Hay un momento cercano al meridiano que parece que vamos a asistir a una plaga vampírica siguiendo las pautas de la tendencia actual de zombies, pero tan solo es un diente de sierra más dentro de la irregularidad de la película. Y sobre lo del tributo al cine de yakuzas… Bueno, la historia es la clásica de lucha de poder y traiciones a lo que hay que sumar algunos cameos importantes, pero particularmente no veo suficientes motivos para considerarlo un homenaje.

En cuanto a efectos especiales, nada que destacar, al revés: se han guardado la baza de la cutrez para reafirmar la comicidad. Y al menos, en este apartado, funciona. Sobre la acción, es curioso que teniendo a Yaya Ruhian brille más el hombre-rana que este. Su participación se reduce a unos golpes que podría firmar cualquiera y a ese duelo final que, buscando la paradoja –no voy a contarlo ya que lo destriparía-, solo se resume en contundencia.

Resumiendo, como film bizarro a “Yakuza Apocalypse” le falta más sal gorda, sexo y sangre. Si lo rebajamos a film gamberro le sobra contención. En un caso u otro, le recortaría 30 minutos de su primera hora. La parte final es divertida pero a malas penas compensa la decepción de su arranque. Miike ha intentado recuperar terreno perdido en pos de unos últimos años comerciales y fuertes competidores, pero o bien ha perdido algo de tacto o está oxidado. Y que se escude en aparentes pretextos solo hace que confirmar que se ha sumado a las filas de los políticamente correctos.


Crítica: The Gift

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Esta pequeña joyita de la interpretación, del director, guionista y actor Joel Edgerton, no hacen sino vaticinarnos lo que va a ser el 2016 para este tipo, que ha ganado el premio al mejor en Sitges con la misma facilidad con la que seguro lo hace en Globos y Oscars por su papel de poli untado en la irregular y coñazo “Black Mass” en la que roba todos y cada uno de los planos a ese Jhonny Depp caduco y demodé que confía en que con nariz postiza y lentillas se va a marcar un Charlize Theron o un Nicole Kidman y al que espero releguen para pirata, que es lo único en lo que al menos sigue teniendo su puntito y su morbo cansino.
 
Bueno, a lo que vamos, a que la peli, The Gift, no es ninguna maravilla, tiene un guión normalete y una dirección a ratos simplona, pero a nivel interpretativo es una de esas exquisiteces que te hacen degustar gestos, frases y miradas como pocas veces, no sólo de Edgerton, (aunque sí principalmente), sino también de la cada vez mejor y más convincente Rebecca Hall, que me va ganando el corazón con cada cosa que hace tras el truño aquel de Woody Allen rodado en Barcelona y Oviedo. 

La película es una sólida reflexión más allá de lo que aparenta, que es sobre ganadores, vencedores triunfadores y fracasados, pero que ahónda magistralmente en el análisis de la bondad y sus escasas recompensas y la maldad, su impunidad y el gustazo que da cuando por fín, a algún hijo de puta lo ponen en su sitio. 

Jason Bateman y Rebecca Hall son un joven, atractivo y feliz matrimonio que se muda a un barrio suburbano en Los Angeles (de la que él es originario) desde Chicago por un ascenso en el trabajo en una empresa de seguridad informática mientras ella continúa como diseñadora de interiores. Nada más llegar coinciden con un tipo raruno, poco hábil socialmente al que él conocía desde el colegio y al que o no reconoce o parece no reconocer y que poco a poco empieza a dejarles pequeños regalos en su puerta, entrando con embudo en sus vidas. 

Desde el primer momento la intriga está bien servida y no decae en su metraje, que aunque es largo no se hace nunca cansino gracias al tour de force al que Juan Palomo, Edgerton en este caso, se somete en cuerpo y alma. 

Algunos podrán tacharlo de frío, pero será porque no conoce el matrimonio de mis hermanos, por ejemplo, en los que las cosas son más parecidos a esto que a un capítulo de “La que se avecina”, y es que damos por hecho que el costumbrismo chusco y bobalicón, divertido e inofensivo de lo cómico es lo común, cuando en realidad hay parejas que se relacionan como insectos palo. 

Deliciosos dejes profundos de Haneke, una fotografía prístina y primorosa se encargan de demostrar que el terror es a veces así, desprovisto de sustos y volúmenes, y toma al espectador de los pelos sin que nos demos cuenta para ir moldeando opiniones, impresiones y emociones. Un debut de primer nivel en dirección y guión (aunque ya ha dirigido antes) muy superior a la mayoría de thriullers presentados este año en Sitges que dosifica sorpresas y soluciones con un sentido del equilibrio y el tempo absolutamente profesionales. 

El tiempo le va a hacer muy y muy buena justicia, y dentro de unos años nos daremos cuenta de muchas de sus grandezas. 

He de reconocer que Edgerton nunca ha sido santo santísimo de mi devoción, siempre correcto, pero nunca brillante en mi opinión( Warrior, Éxodo: Dioses y Reyes, El gran Gatsby, La cosa ...) en The Gift es todo un portento en su papel de Gordon (Gordo Weirdo) Moseley, una lección de interpretación en contención y expresión propia de un Brando en su mejor momento. 

Generalmente miro con lupa estas pelis en las que una sola persona hace todo o casi todo, porque es muy difícil estar al frente de cada situación y no caer en la pretenciosidad de la univisión. En este caso sucede al contrario, y se ve perfectamente que todo está más que meditado, replanteado y muy bien resuelto. 

La tensión y la incomodidad son dos de las bazas del director, así, como momento cumbre elige una cena organizada por el extraño en un casoplón. La escena es tremendamente incómoda de ver por la empatía que se presuponen a las buenas maneras. 

Tras esa fallida cena, Simon se empeña en dejarle claro a Gordon que lo que está haciendo con la pareja roza el acoso, y aunque su mujer Robyn no está muy convencida, le pide, le exije realmente no volver a encontrarse, no recibir ni un regalo más y no saber de él, en definitiva. 

El espectador despistado se sorprende, pero pronto entiende que la intención es que ciertos secretos del pasado no salgan a flote, cosa que evidentemente, y para regocijo nuestro, no va a funcionar. El resto de la cinta es una montaña rusa en la que haciendo uso de cuanto recurso narrativo tiene a mano para generar tensión y algún que otro susto, el director justifica plenamente la ovación final. Porque si es cierto que la cinta adolece de golpes de efecto evidentes como el conejo en la olla de “Atracción Fatal”, comparte con ésta y con el thriller de la época muchas de sus inmensas virtudes, en un debut promesa que genera pleno interés, dosificando muy inteligentemente, repito, las soluciones. 

Quizás la mayor virtud de la cinta es la elaboración en guión, dirección e interpretación de ese villano nada arquetípico, alejado de los psicópatas y maniacos a los que estamos acostumbrados para conseguir asustar con un ser aparentemente inofensivo, contenido y controlado. 

Otras de las virtudes en mi opinión es que la peli cuenta con la opinión del espectador. Hay momentos en los que uno piensa que todo está en la cabeza de Simon o incluso en la propia, para seguir dilucidando, avanzando y retrocediendo hacia un final que no acaba de verse pero que demuestra hasta dónde puede doler una profunda herida en un niño veintipico años después. 

Porque, ¿estamos ante un retrato de alguien lo suficientemente enfermo como para hacer daño?, o ¿es una peli sobre venganza pura y dura o más bien sobre los delirios psicóticos del inadaptado? Estas preguntas se van autorrespondiendo gracias a que el inteligente ritmo narrativo desciende por momentos a una velocidad más lenta que el latido de nuestros corazones, con lo que el espectador no pierde ripio. 

Una banda sonora inteligente que juega también con los nervios del espectador y una decente fotografía se encarga del resto. 

Algunos se quejarán de una premisa más que requetesobada en el cine hollywoodiense, pero amigos, la cinta no deja de sorprender y pillarnos por sorpresa. Las cosas nunca pintan bien, pero hasta que no tienes todas las piezas no imaginas las dimensiones del puzzle en el que enmarcamos a este triángulo emocional complejo y peligroso en el que nos identificamos irremediablemente con el personaje de Robyn para acabar comprendiendo por igual a Simon y a Gordon. 

El final, rápido, limpio y sin segundas lecturas (o precisamente todas), es un acierto frente a lo que cabría esperar en el género, con una acción forzada y violenta, unas truculencias salidas de la nada y una compensación moral extraña acorde a la atmósfera rara, pestilente y extraña que se va creando durante sus casi dos horas. 

Aquí todo es coherente, posible, incluso justo en ese último regalo que nunca sabremos si está realmente envenenado. Y eso es algo que no mola... O sí. A mí, desde luego, me ha convencido.



Crítica: The Legend of Barney Thompson

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Desangelado debut en la pantalla grande de Robert Carlyle conocido por muchos por haber interpretado a Begbie en la adaptación de la novela de Irvin Welsh ‘Trainspoting’ que catapultó a la fama a Danny Boyle y que es un rostro habitual del cine inglés donde ha trabajado con destacados directores y en muchos casos realizando grandes y comprometidas interpretaciones como puede ser el caso de ‘Go now’ de Michael Winterbottom, ‘Riff-Raff’ de Ken Loach o ‘Priest’ de Antonia Bird junto con otras que no dejan de ser meros divertimentos como el caso de ‘Full Monty’ de Peter Cattaneo o en grandes producciones internacionales como en ‘El mundo nunca es suficiente’ de Michael Apted.
 
Carlyle que es perro viejo toma para su debut una historia plagada de humor negro y por momentos del todo excesiva (En el periódico que reparte el festival de cine de Sitges se habla de esta película como ‘una joya macabra que recuerda al Irving Welsh mas pasado de vueltas’ una comparación a mi modo de ver tremendamente exagerada pero claro hay que vender y nada mejor que comparar la opera prima del director con una novela del escritor que le dio al actor ahora metido a director uno de sus papeles mas recordados) y se rodea de un increíble reparto (Aunque se reserva para él el papel protagonista, Carlyle cuenta para su película con actores de la talla de Emma Thompson, Ray Winstone o Martin Compston, cuyo primer e impactante trabajo fue de la mano de Ken Loach en la notable ‘Felices Dieciséis’) al que por desgracia no sabe sacar provecho. 

Es inevitable comparar el trabajo de Carlyle con el de Joel Edgerton ya que ambos presentaron su primera película en el pasado festival de cine fantástico de Sitges. A pesar de que el tono y las pretensiones de ambas cintas dista mucho, Edgerton se muestra conciso y exprime al máximo a sus actores obteniendo lo mejor de ellos (En especial en el caso de un sorprendente Jason Bateman) mientras que Carlyle hace del esperpento y el exceso un sello de identidad de su película algo que hay que saber controlar muy bien y que por desgracia hace que a este se le escape la película de las manos. 

‘La leyenda de Barney Thompson’ narra la historia de un peluquero incapaz de hacer algo tan básico en su trabajo como es dar conversación a sus clientes (Sorprende que en su por ahora ultima novela publicada en España, ‘Revival’, Stephen King al igual que hace Douglas Lindsey en la obra en la que se basa la cinta de Carlyle vuelve aunque de manera breve a mostrarnos a un personaje cuyo trabajo es el de barbero y tiene la misma incapacidad para comunicarse que Barney Thompson). Debido a ello ningún cliente de la peluquería donde trabaja quiere pasar por las manos de Thompson lo que derivará en que su jefe se vea obligado a despedirle. Pero todo se complicará cuando el pobre peluquero en un fatal golpe del destino mate accidentalmente a este y cuando además la policía busque a un asesino en serie que manda parte de los cuerpos de sus víctimas a sus familiares. 

Carlyle nos deja una genial escena inicial que destila todo ese humor negro y sarcástico que nos suele llegar desde Inglaterra y que tanto disfrutamos lo que hace que el espectador empiece a ver esta película con una sonrisa en la cara y con las expectativas muy altas. Por desgracia Carlyle se muestra incapaz de mantener el nivel mostrado en el comienzo de su película y el resto de la cinta resulta demasiado desigual donde se mezclan grandes momentos (Especialmente todos aquellos en los que Emma Thompson esta en pantalla. El excesivo y sobreactuado papel de la Thompson que interpreta a la madre del protagonista es de lo mejor que le hemos visto hacer en mucho tiempo y sobre todo lo mejor de esta película que se resiente y mucho cuando esta queda relegada a un segundo plano. 

Es una lastima que el juego entre los carácteres tan distintos que tienen la madre y el hijo no este plasmado como seria necesario y aunque nos deja algún buen momento tenemos la sensación de que este hecho no deja de ser un claro ejemplo de lo que es esta película: Un quiero y no puedo) junto con otros de dudosa calidad cómica y donde el exceso por el exceso mismo parece ser el arma elegida por Carlyle para arrancarle una carcajada el espectador (Sirvan dos escenas de ejemplo: Una la escena de la barca hinchable, la otra aquella en la que madre e hijo discuten en una especie de vertedero.. dos momentos llevados al extremo donde la sutileza que muchas veces exigimos al humor de calidad se tira por la borda dando la sensación de que Carlyle quiere utilizar todos los recursos a su alcance para hacer que de alguna manera su película se gane las simpatías del público).

Pero el problema de ‘The legend of Barney Thompson’ no se queda simplemente en lo desigual que resulta el conjunto, en el tremendo bajón de ritmo e interés que sufre la película tras su comienzo y tras la presentación de los personajes principales, si no que también se percibe al ver el poco provecho que Carlyle saca del reparto que tiene: A excepción de la ya mencionada Emma Thompson, el resto de los actores pasan con mas pena que gloria por esta película especialmente en el caso de Ray Winstone y Ashley Jensen (Si la disparidad de caracteres entre Barney y su madre no esta explotada como sería necesario, el conflicto existente entre los personajes interpretados por Winstone y Jensen no solo acaba por no interesar al espectador si no y lo que es mas preocupante consiguen que este acabe saturado). Pero resulta mas sorprendente lo que ocurre con el actor Brian Pettifer que interpreta a Charlie, uno de esos personajes que parece que van a tener peso en la película, uno de esos personajes que podrían dar mucho juego pero que Carlyle abandona relegándolo a un segundo plano de una manera un tanto injusta ya que este desperdicia toda una muy interesante línea argumental que en su película solo queda dibujada de una forma excesivamente esquemática. 

A pesar de todo ‘The legend of Barney Thompson’ se puede ver, su ajustado metraje hace que esta se pase rápido, Carlyle consigue que al espectador se el escapen algunas carcajadas aunque el conjunto resulta demasiado deslavazado, demasiado irregular para ser esta otra de esas comedias inglesas que llegan al público y marcan un antes y un después. La torpeza que muestra el actor reconvertido en director se hace visible en una escena final donde aunque su previsibilidad juega en su contra no esta dirigida con el acierto y la fuerza que serian necesarias dando la sensación de que Carlyle ha llegado muy cansado a la parte final de su película y que ha rodado con el piloto automático. ‘The legend of Barney Thompson’ va de mas a menos algo que el espectador nota poco a poco y va desconectado de la cinta de Carlyle, una película que prometía mucho pero que se queda en poco, muy poquito. Una lastima. 

Lo mejor: Lo prometedor que resulta el inicio de la película. Emma Thompson. 

Lo peor: La forma en la que la película se va desinflando para acabar con el piloto automático puesto.


Crítica: The Pack

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Cuando uno es primerizo en algo, quizás lo más aconsejable es coger el camino más fácil y dejar empresas más complicadas para el futuro. Esa sería la óptica conservadora del asunto. Por supuesto, la lectura puede hacerse desde el lado opuesto del espectro e igual, lo suyo, en una primera vez, es poner toda la carne en el asador e intentar dejar huella desde el principio, como se suele decir, marcar el terreno. Y precisamente sobre eso, sobre marcar el terreno, versa “The Pack”, la enésima monster movie que una vez más, vuelve a enfrentar a dos fuerzas enfrentadas ya en demasiadas ocasiones como es la naturaleza salvaje y la razón del hombre civilizado, por mucho que esto segundo, viendo lo visto, en el mundo de mierda que hemos construido, pueda sonar a broma de mal gusto.

El instinto animal ha sido desde siempre fuente inagotable de ideas con las que nutrir el género de terror. El hombre, a lo largo de todos estos años de celuloide se ha enfrentado a todas las criaturas de la creación habidas y por haber. Y las que no había, se las ha inventado. Cocodrilos, leones, lobos, pájaros, babosas, hormigas, serpientes, ovejas, abejas, orangutanes y casi cualquier otra especie del reino animal que nos venga a la cabeza, daría para sacarle una amplia descendencia cinematográfica, en muchos de los casos, incluso, hablaríamos de películas más o menos míticas del género. “The Pack”, nos muestra el lado más salvaje de la que posiblemente sea la criatura más humana, en muchos aspectos (los positivos) de todas las que pululan por el reino animal: el perro.

De ahí la supuesta cobardía de Nick Robertson a la hora de dar forma a su ópera prima. ¿Una película de perros salvajes que atacan a una familia que vive en el campo? Venga hombre... ¿De verdad no se le ocurrió nada mejor a este señor? Bueno, queda claro pues que de momento, el señor Robertson se guarda el nabo dentro de los pantalones y pasa de malgastar su orín a modo de aviso fronterizo para navegantes. Sea entonces por el camino más fácil... el problema de esto es que igual, si te pones el listón tan bajo de salida, corres el riego de que en el futuro, cuando intentes mirar un poquito más hacia arriba (o en el peor de los casos, sacarte el nabo), nadie te tome en serio, ni a ti, ni al susodicho.

Si hablamos de perros asesinos, las referencias son claras e inevitables. Hablar de un can asesino es hablar de un nombre propio: “Cujo” (Lewis Teague, 1983). Pero no hará falta retroceder tanto para encontrarle parientes caninos a “The Pack”, sin ir más lejos, nos bastará con echar la vista atrás nueve raquíticos años para encontrar la que sin duda es la gran “fuente de inspiración” del australiano Nick Robertson para éste su desvirgue detrás de las cámaras y es que en el año 2006 y de la mano del tristemente desaparecido Wes Craven, ejerciendo labores de producción, ya tuvimos que lidiar con “The Breed”, película sospechosamente parecida a esta “The Pack” donde un grupo de jóvenes tenían que sobrevivir al ataque de una manada de perros salvajes.

De todas formas y sabiendo que la película que no ocupa viene con denominación de origen propia y parece ser que ya sello de calidad homologado en esto del cine como son las antípodas australianas, era de esperar que pese al ahorro de pipí por parte de su director, “The Pack” mejorara en medida de lo posible, las escasas prestaciones ofrecidas en su día por aquel terror teenager de usar y tirar que fue la película de Nicholas Mastandrea, quien por cierto y suerte para todos, no ha vuelto a sentarse en la silla de director desde entonces, para proseguir con un sin duda necesario aprendizaje como asistente de dirección.

¿Lo hace?¿Mejora “The Pack” lo visto en “The Breed”? Sin duda. Al menos, la acerca un poco más al género de terror “serio”, que ya es mucho. Y eso que a tras su proyección en el festival de Sitges, muchos, en su infinito afán de darse notoriedad en las redes sociales, corrieron a intentar venderla como lo peor del certamen... está claro que estos aun no habían visto cosas como “Writters Retreat”, “Angélica”, “Demolisher” o demás lindeces en forma de falo espinoso que el festival tenía deparadas para aquellos anos menos lubricados cinematográficamente hablando. Insisto, “The Pack”, ni muchos menos se contaría entre lo peor que pudo verse este año en Sitges.

Quien no arriesga, no mama. Pero tampoco se escalda. Y este thriller con tintes de terror que en el fondo, vuelve a tratar sobre los lazos de sangre y a “moralejear” sobre la familia, viste de oscuro lo visto en “The Breed”, al menos, lo aleja del cine basura que se suele hacer en USA para el mercado doméstico y ofrece un producto algo más acorde con lo que el espectador ávido de buen cine espera. “The Pack” es una versión mucho más seria de aquella que se aleja del cine de terror aventurero para quinceañeros de la película de Mastandrea para recorrer senderos mucho más sobrios y dar forma a un thriller sombrío que basa gran parte de su encanto en el bonito y seductor arte de la insinuación para dar forma a un buen puñado de secuencias que consiguen jugar en mayor o menor medida, con los nervios del espectador.

“The Pack” tiene muy pocas herramientas a su disposición para intentar llegar a un espectador que en este tipo de menesteres ya lo ha visto todo. ¿Una manada de perros salvajes? ¿En serio se puede impresionar a alguien que mama terror a diario con una manada de perros salvajes? La respuesta es no, por supuesto que no. Pero al menos, hay que intentar sacarle todo el partido posible a la escopeta de fogueo y “The Pack”, más o menos, lo consigue. Lo hace manejando muy bien el tempo narrativo, cociéndolo todo a fuego lento para intentar sacar siempre lo máximo de los recursos disponibles e intentando hacer que prime el suspense sobre la acción, el miedo a lo que puede ocurrir, sobre lo que realmente ocurre.

Bien rodada (la cámara se convierte en la mejor aliada de las bestias), bien interpretada y sin la menor estridencia en un guión plano y previsible que jamás intenta sorprender ni para bien ni para mal, “The Pack” juega al aprobado pelado, a salvar los muebles y evitarse complicación alguna. Es una película cobarde, si, pero en ningún momento intenta aparentar lo contrario, por ello, juega en otra liga y como tal hay que valorarla. No aspira a la excelencia, tan solo a no dar la nota y entretener en medida de lo posible con las fauces de un grupo de canes salvajes como única arma. Mientras unos disparan cañonazos, otros tiran piedras, o lo que pueden.

Perros salvajes... después de haberlas visto de todos los colores dentro de las monsters movies, de haber visto criaturas de todo tipo, sin ir más lejos en Sitges ha tenido que convivir con “The Hallow”, otro desarrollo simplón pero que hacía gala de una fauna fantástica de aúpa que ya por si sola, justificaba la experiencia o sin ir más lejos, también se ha podido ver recientemente lo nuevo de Paul Hyett: “Howl”, otra monster movie muy justita pero que hacía gala de unos hombres lobo de órdago que dejajaban cualquier otra consideración en segundo plano. ”The Pack” lo hace a pelo, sin goma, sin protección alguna, solo perros. Sin más artificios ni adictivo alguno. Y aun así, se defiende. Cobarde, si, pero meritoria.

Por cierto, el que quiera ver una buena película sobre el mundo canino, sobre perros que aspiran a ser humanos, y humanos que ya no saben o quieren serlo, que se deje de simple entretenimiento como esta “The Pack” (que lo es) y se atreva con ese películón incalificable que es “White God”. Y para quien prefiera algo más convencional y cercano a esta "The Pack" amén de bastante superior en todas sus facetas, también tiene a su disposición, por supuesto, la estupenda "Infierno Blanco" ("The Grey", Joe Carnahan, 2011) con un superlativo Liam Neeson al frente.

Lo mejor: Sabe generar suspense con las pocas herramientas de las que dispone.

Lo peor: Como monster movie, está completamente desfasada.


Crítica: Summer Camp

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No quisiera destriparles los entresijos inesperados de Summer Camp, primer largo dirigido por el productor y guionista Alberto Marini, y recomendársela a ustedes hasta la saciedad manteniendo su brillante e impactante resultado. Así que excusaré de tocar determinadas trazas de la peli, no por falta de ganas, desde luego, pero vaya de partida que la cinta no sólo es sorprendente y bien resuelta, sino absolutamente disfrutable a saco y lo mejorcito de nuestro país en esta edición de Sitges.

La cosa es tal que así: cuatro jóvenes americanos ávidos de juergas y experiencias se inscriben para trabajar como monitores en un campamento de inglés para españoles, pero las espectativass de un verano lleno de diversión se desvanecen rápida y fulminantemente cuando acuden unos días antes de la llegada de los chavales para adecentar las instalaciones y uno de ellos cae de repente víctima de un virus parecido a la rabia y trata de atacar violentamente a los demás, que tratarán de mantenerse aislados y sobrevivir a la infección rabiosa.

Antes hemos visto que junto al campamento se ha establecido una acampada de yonkis puestos hasta las cejas y un extraño polen en el aire, ideas que refuerzan la sensación de peligro constante y la intriga por saber de donde surge el contagio.

La cinta, guionizada por su director junto a Danielle Schleif y producida por Balagueró, arranca con una chica de ojos vendados corriendo por el bosque que acaba esquivando una rama que sobresale mortal y afilada que recuerda de lejos al inicio de Intacto, y en poco menos de hora y media tiene los suficientes giros inesperados para mantenernos con la boca abierta y los ojos como platos, innovando, despistando al espectador sin parar antes de llegar a un final de lo mejorcito que hemos visto en mucho tiempo, cargado de acción, tensión y sofisticadísimo y destacable sentido del humor y que da gusto ver en nuestra filmografía patria.

Pero no se equivoquen, Summer Camp es una película terriblemente divertida pero no es el tipo de comedia que bombardea con chistes facilones, la peli es, ante todo, una película casi casi casi redonda de terror con todos los elementos necesarios para mantener al espectador en tensión y con algunos escalofríos deliciosos. Marini alterna el humor ácido y negro con sustos de lo más acertados, aturdiendo al espectador por completo.

La verdad es que le tenía ganas desde que tuve noticias de su existencia, sabiendo que era la puesta de largo como director de cortometrajes de Marini, productor de la franquicia [REC], Cobardes, Mientras duermes o Paintball, que tanto me molan, y lejos de defraudarme me ha sorprendido y gustado hasta el punto de cascarle un nueve a más de una semana ya de verla y una vez bien meditada su fresca e ingeniosísima trama.

En cuanto a los personajes, relativamente poquitos, cabe destacar las interpretaciones estupendas de Diego Boneta, Maiara Walsh, Jocelin Donahue y Mark Schardan, carismáticos y con una química estupenda.

El resto, sin destacar tanto, mola y está bastante decente y bien perfilado. Andrés Velencoso está... como un queso.

El desarrollo de la peli sorprende por su tensión y originalidad y puede convertirse en un referente por su mezcla de géneros bien batidos y resueltos, al nivel de cintas de infectados como 28 días después de Boyle, y las influencias de las sagas [REC] y Cabin Fever se hacen más que evidentes y disfrutables, aunque el desarrollo de la peli se convierte en algo mucho más original de lo que cabe esperar en su planteamiento y lo que empieza pareciendo algo soso y repetitivo, con la escena del bosque y la de los cuatro monitores y la atracción y química entre ellos, con la que nos engaña intencional e inteligentemente el director, pasa rápidamente a ser algo poco convencional y epatante cuando se revela la naturaleza salvaje y rabiosa de la infección. Al poco, uno de los personajes cae infectado, despertando la pesadilla, y mientras expulsa espuma por la boca, aterroriza violentamente al resto, que sin una cura ni ayuda alguna del exterior se expone al peligro de sobrevivir una larga noche, ya que es cuestión de horas que los niños lleguen y sólo uno de ellos conoce la zona y habla completamente castellano.

Marini, que juega a un juego que conoce de sobra, con un guión inteligente no, brillante, que juega con el espectador y lo hace partícipe de su originalidad, uno de los más rutilantes y efectivos en cuanto a su riqueza de giros más que bien justificados y coherentes, subvierte todo lo que esperamos que pase y como en un juego del ratón y el gato en el que ambos cambian constantemente y la tensión rabiosa hace a las víctimas aterradas pasar a ser monstruos y viceversa, siempre de manera natural y justificada en el contexto del argumento, ya que los efectos del virus parecen durar sólo un rato, transcurrido el cual, la víctima recobra la normalidad sin memoria de lo sucedido. En una estructura escalonada, sumamos así a la angustia propia de la infección, rápida y muy agresiva, la maravillosa sensación de no saber quén está infectado y en quién confiar, ya que pueden estar infectados a la vez más de uno, conspirando contra el sano o al revés. Aunque cabe resaltar que las acciones más salvajes y retorcidas se producen cuando uno está o parece estar sano...

La premisa, una vez asegurada, requiere de grafismo y gore a tutiplén, y lejos de decepcionar, Summer Camp se convierte en una delicatessen al respecto, con escenas impredecibles e innovadoras que no dejan de sorprender en las que la fotografía de Pablo Rossoy la música de Arnau Bataller se convierten en maravillosos aliados.

Campamento de Verano es sin duda una de esas “rara avis” pelis de zombies que aportan frescura e imaginación a un género más que abarrotado y cansino, y en la confirmación de Alberto Marini como talentoso ingenio del terror, sobredotado y magníficamente formado, con un agudísimo pulso en un debut asombroso, delicioso y recomendable por completo, una cinta cargada de sustacos y terror asombrosos y divertidísimos, gozable por completo de principio a fin.

Lo mejor: Absolutamente toda ella. Su originalidad y estilazo. El guión. La violenta y genial mano de Marini. Visualmente es igualmente sorprendente.

Lo peor: Una tontería que me reservo por completo.

No veo la hora de que este portento nos regale su próxima peli, desde ya, de lo más esperable del momento.


Crítica: What We Become

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Un vecindario, Sorgenfri, en un pequeño barrio suburbano danés al norte de Copenhague , se convierte en escenario de un imprevisible y fulminante brote de un virus que parece en principio gripe, pero que pronto se torna mortal con dos víctimas, por lo que las autoridades sanitarias lo ponen en cuarentena...

¿Les suena?... Cambien ese Sorfrengi por casona de vecinos, pongan una reportera de TV con unos bomberos y volvemos a revisitar Quarantine, que revisitaba [REC] de Balagueró en forma de remake USA no del todo desatinado. Desgraciadamente la cinta se nos queda un pelín corta en comparativa y aunque tiene infinidad de aciertos, tiene también algunos errores como catedrales. Pues bien, esta cuarentena de aislamiento nórdico, fuerza a una multitud de habitantes al aislamiento mientras que en el exterior la cosa se pone fea, fea, pues como era de esperar, los muertos empiezan a levantarse modo pandemia zombie.

Entre los vecinos aislados está la familia Johansson, la madre Pernille (Mille Dinesen), el padre Dino (Troels Lyby) y sus dos hijos, una repelente niña dulce, educada, monísima y obediente y un hijo adolescente rebelde y borde, colado por una nueva vecinita, Sonja (Marie Hammer Boda) que le va a hacer brotar los granos. Con ese encierro y aislamiento se desatan además una serie de reacciones y sentimientos que diferencian a los personajes, como la resignación de alguno y la rebeldía de otros como Gustav, el hijo mayor.

La situación empeora drásticamente, y vamos viendo cómo, desde la prosperidad, tranquilidad y armonía de una barbacoa-cervezada con amiguetes en un barrio soleado en pleno verano estupendo, vamos paso a paso descendiendo a los infiernos. De esos dos muertos iniciales por el virus pasamos a una propagación intensa e inmediata, de ahí al aislamiento y al confinamiento vecinal, hasta el punto de que las fuerzas militares intervienen si un vecino intenta salir del perímetro, el suministro racionado de alimento, el corte de servicios básicos y de comunicación y demás. Los días, las semanas, transcurren deprisa y no hay cura para el virus zombie, o al menos así lo manifiesta el gobierno.

Nada nuevo, pero bastante bien contado. Y es que cualquier pejiguero nos diría que muy pocas películas de género han innovado realmente desde "La noche de los muertos vivientes" de Romero. Aunque pensándolo bien, se me viene a la mente un buen puñado.

Tampoco es sorprendentemente novedosa en cuanto al planteamiento de la enfermedad y los protocolos estatales para controlarla, (recordemos la fabulosa peli post gripe aviar de Soderbergh Contagio), cuando la calma del barrio se ve alterada, el gobierno ordena a las personas mantenerse en sus domicilios y decenas de militares armados vigilan las calles, deteniendo e incluso matando a quienes se salten las normas de control.

Y es que la popularidad de los no-muertos se propagó y propaga como una infección (ejem) en nuestras pantallas, prolifernado en un subgénero que es en sí ya realmente un género propio e identificado. Pero sí que ha habido una evolución en estos años, desde la fórmula estupenda y repetida hasta la saciedad de las sagas romerescas en las que los zombies torpes, arrastraban sus cuerpos podridos en busca de “cerebrooos” hasta los rápidos, veloces y voraces running dead que predominan a día de hoy, pasando por los salidos, travestidos y yonkorros que han protagonizado comedias cornettescas, jacksonianas y demás.

La cinta del guionista y director Bo Mikkelsen (que es su puesta de largo en el largo, valga la redundancia) repite, cliché tras cliché todos los tópicos del subgénero que se nos puedan ocurrir desde el mismo momento de su arranque, pues aunque la idea de la amenaza zombie desde sus mismos inicios nos pueda parecer original, enseguida vemos que ésta avanza demasiado deprisa, y que el inteligente planteamiento familiar de la cinta, pese a estar correctamente dirigido e interpretado, no aporta ninguna novedad sorprendente o destacable. Sin embargo, profundizando en la angustia de ese aislamiento, más incómodo y eficaz, de los efectos de la amenaza zombie en un ámbito reducido y claustrofóbico más que en el rollo masivo a lo Guerra Mundial Z, (a diferencia de aquella, aquí apenas hay momentos en los que aparezcan zombies o infectados), la peli aprueba casi con nota en el subgénero ya que no lo traiciona en ningún momento y alcanza momentillos de angustia y tensión.

Lo más destacable sin duda es el buenísimo dibujo de los personajes de los miembros de la familia nuclear, estándar y casi idílica, bajo presión reforzado con las estupendas actuaciones de la mayoría del reparto (prácticamente desconocido, a excepción del guapazo Mikael Birkkjær, de las serie Borgen y Forbrydelsen II o la estupenda peli de 2004 Aftermath) y el examen de la agitada dinámica emocional de los mismos. En su arranque nos cuenta cómo los padres tienen una magnífica relación, con una hija disciplinada y cariñosa y pese a que el hijo mayor, díscolo y rebeldillo está harto de sus restricciones y desea libertad y libertinaje.

Pero pronto las cosas se ponen salvajes y locas y la cinta cae pesadamente en todas las convenciones del género zombie, la historia deja de centrarse en el desarrollo de sus personajes y se vuelve un pelín más floja. Esta segunda parte de la cinta se centra en el control impuesto por el gobierno para control de la epidemia y los infectados, con equipos militares enmascarados y represores cuerpos de seguridad que invaden el pequeño barrio residencial una vez que estalla la epidemia.

No obstante otra de las virtudes de la peli, su corta duración, hace no sea demasiado pesada y hasta decentemente digerible, precisamente porque el retrato realista y empático de los miembros de la familia aporta tensión a pesar que echemos de menos el desarrollo de un par de ideas.

Aún así, pese a caer en esos tópicos folclóricos, la película es sorprendentemente convincente, no necesariamente por lo que en ella sucede sino por cómo sucede y se cuenta, está bien narrada y pese a no provocar terror en ningún momento sí está plagada de suspense y tensión, (¿los aislados están sanos o enfermos?,¿por qué el gobierno en lugar de intervenir realmente lo único que parece hacer es encargarse de que permanezcan en esa cuarentena y encargarse de la desinformación absoluta?) y está más que correctamente realizada, lo que hace que no notemos en ningún momento carencias en su presupuesto, ya que el planteamiento casi subjetivo es un terreno rico y fértil para plantar las semillas del apocalipsis zombi aunque sepamos de sobra lo que va a suceder en la mayoría de las situaciones.Su interés por la historia y los personajes realista y frío, carente de artificios y envoltorios innecesarios hacen que la cinta llegue a buen puerto y hasta se disfute.

Lo mejor: Además del drama claustrofóbico logrado colocando a personajes bien definidos e interpretados en situaciones terribles y observando su comportamiento, la cinta tiene una fotografía y sonidos estupendos que hacen contrastar la calma y la tensión ruidosa de manera fabulosa e intensa.

Lo peor: El uso abusivo de los clichés y topicazos.

Recomendable.


Crítica: The Demolisher

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¿Habéis escuchado alguna vez los cantos de sirena que pronuncian una y otra vez la palabra Carpenter? Suenan sintetizadores chulos. ¿Alguna vez habéis visto una cabeza manchada de sangre hasta las cejas, con los ojos desorbitados y habéis sentido necesidad de sonreír? Si es así, y espero que lo sea, estamos en el mismo bando y vosotros también hubierais picado a la hora de emocionaros ante la idea de ver "The Demolisher", y es que esta propuesta menor era una de mis apuestas del pasado festival de Sitges, y no puedo parar de pensar en el mal ojo que tengo y en lo fácilmente que se me puede engañar.

Al terminar de ver esta película, me planteé el hecho de hacer una crítica, de intentar hablar de ella y exponerla del mismo modo en que yo la había recibido: como un gran viaje de ácido que transita por diferentes estadios, pero que hace que cada vez estés en un globo más alejado de la Tierra, pero tampoco me veo muy lúcida para hacer algo así, porque si así la entendimos y así la percibimos, no me quiero ni imaginar en qué condiciones estaba Gabriel Carrer (director), para rodar semejante esperpento, que minuto a minuto muda a caricatura grotesca. Sin duda, las drogas debían correr por el set de grabación, no queda otra.

Ya la cosa se puso raruna desde su presentación en el festival, donde la presentadora-destripadora de la película, nos pedía un fuerte aplaudo para una de las actrices principales de la película, Tianna Nori, que representaba como nadie el espíritu de "The Demolisher", pues lo que yo creí que era un pavo de teenager tremendo a la hora de hablar y reír sin ninguna mesura, terminó revelando, que Tianna, parecía que iba más pedo que Alfredo. He ahí la esencia de "The Demolisher".

Comienzan los primeros acordes, sintetizadores molones y la oscuridad de la noche cerrada, rota por una paliza, la del demolisher a una de sus víctimas. La primera impresión es que el demolisher es una especie de Robocop casero que pega hostias como panes. Esperamos que nos cuenten la historia, y esto ocurre mediante flashbacks, como no puede ser de otra manera. El demolisher es un vengador , en concreto vengador de su mujer tras una brutal agresión. Las directrices del demolisher son demoler ¿a quién? Ayyy amigos, esa es la cuestión!!! porque ni él mismo lo sabe, y cuando estás puesto hasta las orejas, lo mismo da ocho que ochenta y puedes ahostiar y perseguir a la humanidad entera sólo por el hecho de que tú eres the demolisher y los demás no.

Entramos en los grandes expedientes X de esta película, esos agujeros negros en el guión llenos de basura espacial que pueden caer en cualquier campo, sin previo aviso. "The Demolisher", esta historia de rabia y venganza, nos intenta dirigir por un mundo de sectas satánicas o de raticulín, cuyo símbolo es un gorila, ¿por qué? pues porque the demolisher lo dice, y punto. No hay pistas, no hay explicación, no hay conclusión, sólo gente vistiendo cazadoras con el gorila plasmado en una espaldera ochentera, que demolisher persigue por una ciudad que parece construida para él, porque él hace chas y aparece a tu lado en el momento más indicado, persiguiendo a otra víctima que él cree verdugo, en una de las persecuciones más pasadas de rosca que yo haya visto en mi vida.

El componente demencial va in crescendo en la película, con una serie de escenas oníricas que nadie entiende, que no vienen a cuento y que sólo reafirman la naturaleza psicotrónica y química de la película, escenas que sonrojan hasta tal punto de llegar a hacer gracia y creer que el demolisher puede ser un personaje entrañable, de lo absurdo en lo que se convierte todo. Pero no caigáis en esta trampa, esto es simplemente infumable para todo aquel que no sea parte de la dirección o del propio reparto, que debía rebozarse en piscinas de mescalina justo antes de empezar a actuar. Inenarrable el trabajo de Ry Barret (Bruce, "el demolisher"), en uno de los ejercicios de desmesura más agudos de la historia del cine.

Estamos ante un cine que intenta muchas cosas: resultar ochentero, resultar impactante, crear atmósfera, ser hiperviolento y que no consigue ninguna de dichas cosas. Menos mal que no se toma en serio a sí mismo, y que llegado a un punto de descontrol máximo, riza más el rizo para intentar conseguir el favor del público y hacer del esperpento un arte. Os puedo asegurar que yo no daba crédito a lo que veía en pantalla, y creo que el grupo de black metal (por sus voces guturales que no paraban de gritar durante la proyección, lo digo), que la vio conmigo, por mucho que corearan el nombre de Demolisher, tampoco lo estaban dando.

El arte del quién es ángel y quién demonio, aquí no tiene desperdicio, inverosímil y malo como una enfermedad, reafirma la idea del todo vale, y nos deja picuet con cada diálogo, que en las partes donde no hay persecución, encima es plomizo e ininteligible, haciendo que la conexión entre las historias que pretende contar sea inexistente, y que en los momentos dramáticos, el sonrojo no se vaya de nuestras mejillas, ni de nuestros cerebros. Y en este sinsentido de violencia sin sangre e hiperbólicas expresiones de ira, el espectador sólo tiene una opción para su supervivencia: pensar que nunca más tendrá que volver a enfrentarse con un demolisher, ¿o sí?...

¿Sabéis lo que haré la próxima vez que oiga cantos de sirena así? ¿Recordáis cierta escena de "Pesadilla en Elm Street 6", en la que Freddy utiliza de una manera muy gráfica unos particulares bastoncillos para los oídos, con su víctima? ¡¡¡Pues eso!!!

¡¡¡¡¡¡Demolisher-Demolisher-Demolisher!!!!!!


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