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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Cell

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Soy muy consciente, de que después de mi efusivo alegato realizado en la crítica de “Eat” días atrás, a “favor” de todos aquellos insensatos que se muerden las uñas y demás pellejos, puede que haya perdido alguna que otra simpatía de dicho colectivo. Bien, lo acepto. De la misma forma, acepto que ahora, entre todos aquellos que se vean identificados cuando vomite otra de mis fobias declaradas (y esta vez por partida doble), no vaya a repartir simpatías precisamente. Aviso que voy a atizar fuerte, pero eso, será tras el pertinente salto publicitario (y sí, quizás no debería ver tanto La Sexta).

Ante todo, voy a comenzar disparando con una afirmación que quizás, no vaya a pasar a los anales del populismo, pensamiento que creo haber expresado en voz alta ya en alguna otra ocasión: Stephen King es uno de los autores de terror, más sobrevalorados que me haya tirado a la cara. Se que el tipo tiene legiones de seguidores y sería de tontos dudar de su capacidad de generar volumen de negocio, pero esta gallina de los huevos de oro de porcino rostro, hace mucho tiempo ya que vive de aquellas dos o tres sonadas de flauta de su época dorada y ahora, se limita a vivir de rentas mientras sigue copulando, literariamente hablando, como un conejo. Y no seré yo quien dude de sus capacidades como escritor, pero desde luego, si pongo en entredicho y mucho, su capacidad para contar buenas historias de terror, algo que evidentemente, no sabe hacer.

Y no sabe, porque una buena historia de terror, no es como comienza, sino como acaba. Y si algo me ha quedado muy claro a lo largo de los años, tras mamarme todas y cada una de las adaptaciones cinematográficas (o televisivas) de sus obras, es que el tipo, no tiene ni repajolera idea de como cerrar un relato. No en vano, acuné en su momento el “síndrome King”, para referirme a todos aquellos autores que sufren de la misma dolencia. Por ello, no puedo decir que lo acontecido en “Cell”, nueva película de Tod Williams (quien ya había trasnochado con el género de terror en la innecesaria secuela de la innecesaria “Paranormal Activity”) y adaptación homónima de un relato de Stephen King, me haya cogido por sorpresa y por ello, pese al FABULOSO en mayúsculas, punto de partida, con uno de los prólogos más brutales y erotizantes de la temporada cinematográfica, en ningún momento caí en la precipitación de ni siquiera hacer el gesto, de bajarme la cremallera.

No detesto a King, pero desde luego, está muy lejos de ser esa deidad del terror que muchos de sus adoctrinados fans consideran. A quien si detesto, o al menos aborrezco (compadezco en algunos casos), es a toda esa gente que vive pegada a un teléfono móvil. David Cronenberg se quedó muy corto cuando parió su nueva carne si tenemos en cuenta el peso que tiene este odioso utensilio dentro de nuestra sociedad, pues más de uno estaría encantado de metérselo por el culo para poder fusionarlo con su propio organismo y poder así wasapear al tiempo que defeca. Gran parte de la sociedad se ha convertido en un ejército de zombies al servicio de la telefonía móvil, el opio del pueblo, de un pueblo incapaz ya a estas alturas de recuperar su individualidad y su espacio privado dentro en un mundo donde lo que haces no tiene sentido si no puedes contárselo o mostrárselo a los demás. Triste, muy triste.

“Cell” es en parte, una severa crítica a la extrema dependencia que tiene la sociedad actual al teléfono móvil, a esa necesidad enfermiza de estar siempre conectado con los demás y vuelve a indagar en las miserias de la pérdida de la individualidad, como ya hiciera también recientemente la interesante “The Hive”, David Yarovesky, 2015). King, como buen oportunista y analista social, se nutre de la más rabiosa actualidad para dar forma a su enésimo cuento de terror apocalíptico, a medio camino de nuevo, entre el terror, la ciencia ficción y el estudio sociológico. Para ello, vuelve a dibujar (a escribir, mejor dicho) su particular catársis a modo de laberinto de laboratorio en el que ver como se comportan las ratitas con caretas de supervivientes.

“Cell” no deja de ser una nueva cinta de terror apocalíptico donde un extraño mal transmitido por las ondas de telefonía móvil, han convertido a gran parte de la población en violentos asesinos sin razonamiento que se dedican a recorrer la tierra en manadas, en busca de todos aquellos que no hayan sido víctimas del contagio (ver también “The Signal” de David Bruckner, Dan Bush y Jacob Gentry). Es ahí donde tengo que volver a hacer mención a los fabulosos veinte minutos iniciales y es que al Cesar lo que es del Cesar y de la misma forma que King, es pésimo a la hora de desarrollar historias y cerrarlas con buenos desenlaces, es todo un maestro en el arte de atrapar al lector/espectador, con fantásticos puntos de partida. “Cell” es un espectacular ejemplo de esto, una historia fascinante en sus primeros compases que además de aterradora, pone sobre la mesa un buen puñado de interesantes conceptos, creando sin apenas despeinarse unas expectativas que a la postre, eso sí, terminan por fagocitar a la propia obra.

Pasado el habitual calentón inicial de las obras de King, “Cell” es una caída libre sin frenos plagada de variopintas influencias que no dejan de recordar a otras tantas obras del propio autor o a un buen puñado de terrores de cabecera como “La Invasión de los Ultracuerpos”, “28 Días Después”, “The Screwfly Solution” e incluso “Fantasmas de Marte”. King coge elementos de todos ellos para dar forma a su infección e infectar, valga la redundancia, las calles con ella. Unos sufridores John Cusack y Samuel L.Jackson (quien ya habían puesto carne y huesos al servicio de otra adaptación de la obra de King como fue “1408” de Mikael Hafström), junto a “La Huerfana” favorita de la audiencia, Isabelle Fuhrman, serán centro de la ira de los caprichos de King, bajo la supervisión de un Tod Williams que tira de pautas más televisivas que cinematográficas para intentar conducir la descontrolada locomotora hasta el inevitable desastre en un accidentado viaje que comienza encandilando, continua aburriendo y termina indignando.

DESASTRE mayúsculo nuevamente, en un nuevo ridículo por parte de King a la hora de intentar dar una explicación, minimamente coherente a la historia planteada. El tramo final de “Cell” es otra de esas soberanas tomaduras de pelo a las que el autor nos tiene tristemente acostumbrados, que pese a su vistosidad, no hace más que dejar bastante claro que el amigo King, no tenía ni repajolera idea, para variar, de como terminar la faena (y no es un símil taurino, pues al único bicho viviente que salvaría de una plaza de toros, es al toro. Es un símil sexual). No será el peor desenlace del año, pues ese mérito nadie se lo puede quitar a “Night Fare”, pero por ahí andará el tema.

“Cell” es por tanto un producto 100% King. En este sentido, el margen de error es escaso por no decir nulo. Quien suela disfrutar de las adaptaciones de la obra de este señor, supongo que seguirá haciéndolo aquí sin problemas, pese a la evidente pérdida de frescura de todo aquello que sale de la ya quemada (aunque amortizada) mente de este hombre. Quien sea ajeno al universo del autor y a su modus operandi, intentando disfrutar de una buena cinta de terror, ya tendrá más problemas para sacarle partido a una película que va claramente de más a menos, con un inicio fantástico, frenético e hiperviolento, un nudo aburrido, donde la acción decae en pos de la cháchara de almohada y un desenlace vergonzoso, precipitado y que no entiende ni el propio artífice de la broma.

Lo mejor: La oportuna crítica social, los primeros veinte minutos (de lo mejorcito del año), las excelentes caracterizaciones y el “juvenil look” que se marca John Cusack, quien cada día se parece más a Nicholas Cage, por cierto.

Lo peor: Como casi siempre que está King de por medio, el globo se desinfla tan o más rápido de lo que a este señor se le llenan los bolsillos.



Crítica: Las Garras de Lorelei

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En esta misma tendencia encontramos una de las películas más alejadas de los mitos explotados en los años 70 por el género de terror español, y cuyo artífice, Amando de Ossorio buscó en las monsters movies de los años 50, la premisa perfecta para realizar Las garras de Lorelei (1974).

Esta película presentaba ese gusto por lo pulp que tanto apreciaba el cineasta gallego, arropado por una historia folclórica germana que remitía claramente a films como La mujer y el monstruo (Creature from de Black Lagoon, 1954; J.Arnold), La mosca (The fly, 1958; K.Neuman) o El barón del terror (1961; C.Urueta) por mencionar algunos de los millares de ejemplos sobre monsters movies que podemos encontrar en la historia del género de terror. Asimismo, la leyenda de Lorelei tiene algunas variantes, cuya primera fuente relataba que en el valle del Rhin, Lorelei era traicionada por su amado por lo que decide poner fin a su vida, tirándose desde un acantilado del valle. Posteriormente el halo romántico fue sustituido por la presencia en las aguas del Rhin de una sirena llamada Lorelei, que después de ser traicionada por su amado atrae con sus cánticos a los barcos y los conduce a la muerte; encontrando una alusión a la leyenda en la novela Godwi (1802) de Clemens Brentano.

Cabe recalcar la falta de pretensiones de Ossorio a la hora de erigir un film a partir de la anécdota que supone la leyenda de Lorelei, ya que convierte en una bella mujer en un extraño monstruoso de aspecto reptiliano siguiendo las pautas de metamorfosis que sufría el mito del Hombre-lobo y enriqueciendo la trama con un aire pop muy característico del director, y la predilección por usar unos clichés en este tipo de producciones: mujeres en biquini, mucha sangre, vísceras y un palpable erotismo. Lo que nos vuelve a sorprender es la correcta inventiva para resolver todos aquellos defectos que se predisponen a surgir por falta de presupuesto; el maquillaje sin ser de los mejores es aceptable gracias a la labor de José Luís Morales, que se vio respaldado por un buen uso de la iluminación que difuminaba el rudimentario aspecto de la bestia y le confería un halo de extrañeza que ayudaba a las apariciones del monstruo; algo similar sucedió en los efectos especiales de Alfredo Segoviano que fueron sencillos pero eficaces y la música de Antón García Abril -que ya había trabajo para Ossorio en La noche del terror ciego (1970)- consiguió ser evocativa en ciertos pasajes del film, pero lastrada por el uso de música pop en las ocasiones que Lorelei no aparecía.

Se persiste en la fórmula arquetípica de las monsters movies y su línea premisa argumental: a pesar de tener el referente de la leyenda de Lorelei, se teje un argumento sobre los asesinatos de una bestia, a los que va unida una trama policial y la búsqueda de la criatura para cazarla y destruirla -un arquetipo que podría englobar al mito del Hombre-Lobo ,Drácula o Frankenstein-.Para ello y dadas las características del film de Ossorio, se reúnen una serie de actrices para desfilar sus encantos delante de la pantalla: Silvia Tortosa, Loreta Tovar o Josefina Jartin, junto a Helga Line como bella Lorelei y finalmente el arquetipo de hombre dominante, interpretado por Tony Kendall que protegerá a las mujeres y las salvará de la bestia. Todo es sencillo y directo, por lo que el film bascula entre la ambientación conseguida y los tramos diurnos de ambientes discotequeros que no hacen más que diluir el poco contenido estético que se suceden con las apariciones de la bestia, dando a entender la clara vocación de serie B que destila el film.

Los recursos de Ossorio fueron bien limitados, con luces y sombras que tapan los defectos de la película, junto a unos trucajes que siguen la tónica de este tipo de realizaciones;aunque son destacables los momentos de tensión en los que sabiendo el paupérrimo maquillaje de la bestia, se proponían planos de algunas zonas de ésta o lo que es aún mejor, el uso de planos subjetivos en los que la cámara es la propia bestia, siendo testigos de los asesinatos en primera persona; una característica que ya pudimos ver en El fotógrafo del pánico (Peeping Tom, 1960; M.Powell) y Psicosis (1960), y posteriormente en films de monstruos o animales peligrosos como atestiguan los planos subjetivos del ataque de un escualo en Tiburón (Jaws, 1975; S.Spielberg) o en Piraña (Piranha, 1978; J.Dante), destacando el uso de este recurso en el subgénero de asesinos en serie y el slasher como ocurrió en La noche de Halloween (Halloween, 1978; J.Carpenter); y en este caso Ossorio demostró su conocimiento, adelantándose a otros films de mayor relevancia del género de terror.

A pesar de todo, Las garras de Lorelei (1974) pertenece a ese amplio grupo de películas que demostraban como suplir sus deficiencias presupuestarias y su dependencia a las constantes canónicas del género de terror, perdiendo todo atisbo de originalidad o de intento de reinterpretación de las mismas, siendo una fraguada aproximación a un subgénero poco habitual en nuestra cinematografía, en la que podemos observar algún intento de personalidad de Ossorio pero muy por debajo de sus posibilidades, como destacaba Ángel Sala:

“La filmografía de género de Ossorio no se agotó en este periodo con la tetralogía de los templarios.Así, 'Las garras de Lorelei' (1973) reciclaba varias leyendas del folklore germano para crear un híbrido propio del fantaterror de la época lleno de actrices de buen ver Helga Liné, Silvia Tortosa o Loreta Tovar) y un clímax final de tonos aventureros tan delirante como divertidísimo que hubiera dado mucho más de si con algo más de presupuesto, eterno problema en las películas del director gallego.(...)Tras convertirse en director de culto para cientos de aficionados europeos a los subgéneros gracias a la primera entrega de la saga de los Templarios -La noche del terror ciego (1972)-, el gallego Amando de Ossorio firma su película más exótica, sugerente y atrevida: 'Las garras de Lorelei'. (…) Con semejante argumento, un presupuesto más bien escaso y unos efectos especiales encantadoramente rudimentarios, Ossorio se las apañó para realizar uno de los films más kitsch del “terror de pipas” español (…) Para los más curiosos, la película tuvo que sufrir los rigores económicos de toda serie B que se precie.Por falta de presupuesto, Ossorio no pudo rodar varas escenas previstas en un principio.(...)”


Crítica: Braindead

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El miedo es libre, amigos. El sentido del humor también. ¿Se puede carecer de sentido del humor y tener miedo? Claro! Esto puede ocurrir cuando te enfrentas al análisis de "Braindead" y sabes que tu sentido del humor es tan limitado como tu capacidad para decorar casas o hacer manualidades. ¿Cómo se puedes disfrutar de "Braindead" si no eres capaz de reírte con ningún gag? Precisamente esto es lo que quiero explicar y realmente no es que me de miedo, sino más bien respeto, porque una vez ya desearon que viniera Ash del pasado para violarme por expresar mi opinión sobre "Terrorificamente muertos" y ayyyy amigos, no quiero que me mandéis a Nueva Zelanda para ser devorada por un mono-rata en esta ocasión, bien sabe Peter Jackson que no lo quiero, no.

Dejadme pensar, ¿es necesario encajar con un humor tan negro y básico como el que ofrece Braindead" para poder disfrutarla? Mágicamente, la respuesta es no. Black Phillip mo me ha otorgado la gracia de poder reírme de la mayoría de los chistes, gags, gracietas, imágenes jocosas o desparrames absolutos que van pasando por mi vida de una forma u otra, yo soy una roca, soy la Demolisher de las comedias, la aguafiestas de los visionados colectivos y el azote de los graciosetes y no me tengo por una persona seria, ni mucho menos, pero la naturaleza a veces es injusta y sólo te regala la capacidad de reír a carcajadas con el humor rural y cuatro chorradas de caca-culo-pedo-pis, y esto me preocuparía si no supiera que hay gente aún peor que yo, porque sí, doy fe de que los Sheldon Coopers existen y viven entre nosotros.

Y una vez liberada la bestia y yo puesta a salvo, sólo tengo buenas palabras para "Braindead", porque aunque no encaje con mi humor, aunque yo no sea capaz ni de sonreír con el cura karateka, aseguro que es imposible no divertirse con "Braindead", porque tengo claro que cuando la jovenzuela mente de Jackson se puso en marcha, ahí sólo podía correr la sangre y el buen rollo, porque "Braindead" es muerte y destrucción, pero ante todo es buen rollo asegurado. "Braindead" tiene esa extraña cualidad de transmitir buen humor y de hecho, transformar nuestro humor entre piezas desmembradas de cuerpos sanguinolentos, bebés deformados, enfermeras casi decapitadas y madres que se comen perros que se llaman Fernando. ¿Hay alguien en la sala que no sea capaz de disfrutar con "Braindead"? Valga Dios que no!

Técnicamente hablamos de lo sublime respecto a efectos especiales artesanales, porque esto es artesanía pura, gore de primera que huye de la realidad de la muerte, para poner la pizca de locura necesaria y asfixiar la seriedad del día a día, poniendo la mueca en la boca con la sonrisa hacia arriba, justo lo contrario de lo que me ocurre a mi con el ultragore alemán, que me deja la mueca de la boca hacia abajo por el mal rollo que rezuma. Y aunque desde luego estos efectos son lo primero que se nos viene a la cabeza al pensar en "Braindead", esto no es lo único que destaca, pues el uso extremo de los primeros planos es el ayudante de dirección perfecto y determinante, la guía definitiva para conocer los mejores lugares por los que hacer turismo dentro de esta absoluta gamberrada que es "Braindead", y es que el uso de la cámara como un personaje más, como un paisaje más y como una idea más, la tomó prestada, con muy buen criterio, de otro de sus grandes colegas, Sam Raimi,y así le guiñó el ojo a su hijo Ash Williams en una de las escenas más míticas de "Evil Dead", que luego supermitificaría (¿esto existe?) "Braindead" a principios de los noventa.

Y aun con todo esto, "Braindead" tiene un sello tan personal que no puedes sino rendirte a la evidencia de que cuando la agilidad, el dinamismo, la sangre y un guión delirante se unen, el éxito está garantizado, y aunque estas películas se encuentren con espectadores tan sosos como yo, que siempre se lo ponemos mucho más difícil a propuestas como estas, es imposible que no se rellene de energía positiva a todo el personal y que no entendamos que el cine, capaz de lo mejor y de lo peor, definitivamente nos llena de vida, de las vidas de otros para ser más exactos. Y con esas vidas pegadas a las nuestras, vivimos todos como siameses, como hermanitos pegados por siempre a cada uno de nosotros, entidades intocables que determinan, muchas veces, decisiones futuras o que al menos advierten de malas decisiones, que son ya muchos años de ver cómo estos otros hermanos las pasan putas en pantalla, como para que no tomemos nota, ¿no?

Como decía, en "Braindead" nos encontramos con un guión delirante, pero no el típico delirio a lo Argento donde uno termina por no entender nada del despiporre argumental porque el caos es el eje de la narración, el delirio en "Braindead" viene dado por el dibujo de unos personajes exagerados casi al extremo, unas situaciones desquiciadas y unas actuaciones desmadradas, donde precisamente "madre" es dueña y señora de la pantalla haciendo suya la historia, para que entendamos lo que realmente significa el amor materno.

Está claro que si "Braindead" es el clásico por antonomasia del cine gore, no lo es sólo por la cantidad de sangre vertida o por unas natillas con tropezón, lo es porque, insisto, es una de las películas más divertidas que se han realizado y que se realizarán nunca, y que pese al horrible autodoblaje que hemos tenido que sufrir en España de nuestra Paquita (Diana Peñalver) sólo comparable al crimen perpetrado por Verónica Forqué en "El resplandor", esta cinta ha envejecido extremadamente bien y me atrevo a decir que gana un poquito más con cada visionado, así que os animo encarecidamente a que volváis a recordar los inicios del sr. Jackson y disfrutéis casi tanto de ellos como lo habéis hecho con su expedición a la Tierra Media.

Efectivamente, a mi no me fue concedido el don del sentido del humor y no por decirlo más veces va a desaparecer este curioso fenómeno que me atormenta, pero sí se me concedió la capacidad de disfrutar al máximo del cine de género. Sé que todos los que estáis leyendo estas líneas sois como yo en este último aspecto, así que hacedme caso y preparad ya el brazo para que os vuelva a morder el fantástico mono-rata.


Crítica: Expediente Warren: El Caso Enfield

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Sobre segundas partes se ha hablado mucho y la tendencia es creer que no siempre fueron buenas. Realidades como puños, estamos hartos de tener que asistir impotentes a la frustrante sensación de ver cómo muchas veces hay daños irreparables en la imagen de ciertas películas que fueron campanazo en su primera parte y que por el filón de intentar convertirlas en franquicia, se vieron debilitadas en sus segundas y sucesivas partes. También es cierto que yo ahora observo con júbilo que la secuela se mima casi tanto o más que la original. Los directores no son tontos, y saben que para explotar a la gallina de los huevos de oro, los huevos tienen que ser de oro,y no vale la bisutería barata. Personalmente, en mi vida, las segundas partes han sido infinitamente mejores que las mierdosas primeras partes, por lo que si a mi "Expediente Warren" me pareció una grandísima película de terror (pese a las cuatro estrellitas que le cascó mi media naranja, el señor Rector), esta secuela lo tenía todo para convertirse en icónica, fundamentalmente porque detrás de ella volvemos a encontrar a James Wan.

James Wan, quien a mi juicio es el director del cine moderno de terror con más tablas y talento que tenemos la suerte de seguir de cerca (mucho más que Ti West), vuelve a ponerse al mando, no sólo en la dirección sino, y esto es lo bueno, como guionista. Se puede estar más o menos de acuerdo con esta afirmación en cuanto a su solvencia como director, porque hay gustos para todos y obviamente no todos tienen que coincidir, pero creo que es de justicia alabar su habilidad para escribir libretos, pues ahí, James Wan arma historias como nadie y hace verosímil lo inverosímil. Y comento esto porque creo que es necesario hacer una reflexión sobre esta capacidad para conferir a las segundas partes de una brillantez que casi sobrepasa a las primeras (como es el caso de "Insidious 2", donde claramente superó a la original). Dicho y hecho!! James Wan vuelve a lograr elevar una película al Olimpo de las grandes secuelas, y así "Expediente Warren: El Caso Enfield" se convierte en una de las grandes cintas de terror de este 2016.

Con un punto de partida sublime, donde volvemos a ver a los Warren en terreno conocido, James Wan nos da palmaditas en la espalda como saludo de bienvenida, llevándonos a Amityville y arrancando el ánimo con un prólogo majestuoso que nos hace pensar inmediatamente en "Insidious", y es que esta segunda parte de "Expediente Warren", en general, tiene mucho más de "Insidious" que del mismo "Expediente Warren", tanto en la trama, la banda sonora, el juego de cámara y los elementos sobrenaturales de los que se nutre. En este inicio, queda claro que pase lo que pase en Enfield, sea como sea la historia que luego nos van a contar, lo que determina nuestra atención es La Monja, sí, esa monja que ya todos habréis visto por todas partes y que realmente es aterradora.

Una vez que ya se nos han puesto las cartas sobre la mesa, jugamos a dos bandas, y por una parte tenemos a la familia Hodgson pasándolas putas y por otra a los Warren con sus sempiternas dudas sobre la continuidad de su obra, y es que una vez más, la atormentada Lorraine Warren quiere dejar de enfrentarse a todos los demonios presentes en su vida: los externos y los internos. La sinergia entre ellos, llega en la parte central de la película, donde ya hemos empatizado a muerte con la humilde familia inglesa y el cariño nos acompaña en el viaje de los Warren.

En esta parte central, y con la aprobación a todos los personajes ya ganada, Wan se extiende demasiado para contar la historia del poltergeist de Enfield, el mismo que ya viéramos con menor acierto en la miniserie inglesa "The Enfield Haunting", que era tan poco dinámica y tan generosa en detalles triviales que me resultó muy plomiza. En esta explicación de lo que está sucediendo en la cochambrosa casa de los Hodgson, Wan también se recrea una y otra vez en los mismos fenómenos, y toda la agilidad mostrada desde el inicio, se pausa de una forma considerable para crear la atmósfera que este tipo de fenómenos necesita pero que termina por hacerse repetitiva.

Estamos en esta parte central y lo que tendría que ponerse de relevancia es la casa encantada y sus bondades, pero seguimos en una lucha interna en la que "Insidious" puede mucho más que "Expediente Warren" y lo realmente importante es lo que hay dentro de cada personaje y lo que libera de una forma sobrenatural, sobre todo desde la llegada de los Warren a la casa, por encima de la propia casa. Y si en la primera "Expediente Warren" asistíamos a todos los clichés de las películas de casas embrujadas y posesiones, de una forma magistral, dicho sea de paso, en "El caso Enfield", lo importante es lo que las fuerzas sobrenaturales quieren decir y da igual si es el fantasma de Bill Wilkins el que se manifiesta, si es la monja o si es el hombre retorcido. El caso es entender el por qué de estas manifestaciones del más allá, en lugar del cómo de estas manifestaciones demoníacas, que era lo fundamental en "Expediente Warren".

El uso de los planos abiertos en negro y los desenfoques en segundo plano en una de las escenas más consistentes de la película, hacen que volvamos a recordar una vez más lo ya expuesto en "Insidious 1 y 2" y que nos congratulemos con el uso de la cámara como apertura y cierre, y entendamos que esta secuela no está pensada únicamente para ganar dinero, sino para seguir practicando un cine de calidad donde imagen y sonido van tan de la mano que parecen esposados para no poder separarse nunca, y es que Wan, el dueño y señor de los sustos sonoros, en esta ocasión no abusa de ellos, sino que es mucho más sutil y prefiere que nos asustemos por lo que está por venir antes que de lo que nos levanta de la butaca con un espasmo por la subida desproporcionada del sonido.

Respecto al reparto, aprobado con nota. Ya conocemos la solvencia de la contención de Vera Farmiga como Lorraine, y hasta comienzo a simpatizar con Patrick Wilson como Ed Warren (confieso que después de "Bone Tomahawk" me ganó), pero el peso de la interpretación lo soporta y se lo gana la jovencísima Madison Wolfe como Janet Hodgson, que demuestra una capacidad para los cambios de registro envidiable. Se rescatan secundarios olvidados como son Frances O´Connor, como madre de la criatura y una desparecida Franka Potente en un papel sin pena ni gloria, dicho sea de paso.

Llegamos a la parte final, y sabemos que aquí se va a echar el resto, pues nos llevan preparando para ello casi toda la película. Un final que si bien es cierto que mete con calzador la conexión Willkins-Monja, no desentona con lo que veníamos viendo hasta el momento, pues lo que interesa es descubrir el misterio, supongo que a cualquier precio (licencias incluídas). Y si venimos a ver a algo como "Expediente Warren: El Caso Enfield", no lo hacemos por la sangre, no lo hacemos por la simbología, incluso me atrevería a decir que no lo hacemos por el suspense, lo hacemos por el miedo, porque los afortunados que aún tenemos la capacidad de asustarnos con el cine, vamos a estar asustados y en tensión gran parte de la película y lo que habéis superado la etapa del miedo, valoraréis positivamente que al menos se intente asustar, que se intente incomodar en la sala del cine, que la película permanezca en nuestra mente cuando apagamos las luces de casa y veamos a cierto demonio introducido en la película en nuestra propia casa.

Para bien o para mal, las secuelas se aprovechan del éxito por talento o por sonada de flauta de las películas originales. En lo que yo me fijo de estas secuelas es en las ganas que le pone el director de hacer que nos desprendamos de los prejuicios contra ellas. En este aspecto tengo que decir que James Wan le ha puesto ganas, y que desde mi punto de vista, no supera la primera entrega, sino que la completa, que completa una forma de hacer cine que une lo efectista y lo efectivo, y eso amigos, es para hablar a este hombre de usted. Por supuesto que recomiendo ir a ver "Expediente Warren: El Caso Enfield" al cine, pese a lo caro que es. Creedme que va a ser dinero bien invertido.


Crítica: Phenomena

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En 1985, tres años después de dirigir su aclamada “Tenebre”, Dario Argento regresó al terror de corte más fantástico con la que a mi juicio es sin ningún lugar a dudas, la película más disfrutable de toda su filmografía. De la misma forma, “Phenomena” puede que sea (y ya es decir), el título más deliciosamente loco y bizarro que haya salido del perturbado imaginario del cineasta romano y aunque nunca he sido especialmente seguidor de su cine, debo reconocer que en esta ocasión, no me queda otra que caer rendido a sus pies, por no decir, comerle las pelotas por debajo.

Enamorado después de un viaje vacacional por los hermosos parajes alpinos, de la denominada “Transilvania Suiza”, Argento, caprichoso, decidió rodar la película en aquellas tierras, después de encontrar la inspiración en un artículo sobre el estudio de los insectos cadavéricos para obtener información sobre las circunstancias de un crimen, a lo que también hubo que sumar el conocido interés del italiano por las capacidades de comunicación extrasensorial de los insectos, como ya mostrara diez años antes en “Rojo Profundo” (“Profondo Rosso”, 1975).

“Phenomena” guarda muchos paralelismos argumentales con “Suspiria” (1977), volviendo a situar la acción en una escuela plagada de estudiosas jovencitas que están siendo asesinadas de manera brutal por un asesino en serie. En esta ocasión, Jennifer (Jennifer Connelly), toma el relevo de Suzy (Jessica Harper) en el rol de inocente novata recién llegada a la escuela y yo, que suelo hablar habitualmente de mis fobias, es de justicia que haga referencia esta vez a una filia declarada como es mi admiración por la srta.Connelly, amor platónico de adolescencia supongo que fuertemente cimentado por cierto viaje al reino de los goblins del cual en aquella época, me habría gustado no regresar. Connelly me robaría el corazón solo un año después de protagonizar “Phenomena”, en la que sin duda es uno de los recuerdos cinematográficos más entrañables de mis tiempos mozos y por descontado, una de mis películas favoritas: “Dentro del Laberinto” (“Labyrinth”, Jim Henson, 1986).

Una tierna Jennifer Connelly, se mete aquí a la perfección en el pellejo de la típica fémina del cine de Argento, una chica de apariencia frágil e inusitada inocencia que en esta ocasión, eso sí, esconde un gran poder en su interior. Connelly está sencillamente fantástica, subordinando la inocencia de su personaje, a la sensualidad que Argento siempre a “sus” mujeres, a pesar de sus tiernos quince años. No seré yo quien descubra las dotes interpretativas de Connelly a estas alturas y en un cine, el italiano y en concreto el de Argento, que no suele destacar por el nivel interpretativo del reparto, la pálida joven de verdes ojos brilló aun con más fuerza que nunca.

“Phenomena” como decía al principio, es aun absoluta locura, excesiva en todos los aspectos y donde Argento hace gala de una amalgama de inconexas ideas que sorprendentemente, terminan funcionando. Al típico giallo de asesinatos, se van sumando una serie de elementos sobrenaturales que terminan convirtiendo el filme en una especie de cuento de hadas macabro que pese al cuestionable montaje, los diálogos imposibles y lo inverosímil de su desenlace, termina resultando fascinantemente irresistible, no solo por la fuerza de las imágenes, donde nuevamente Argento, muestra su mejor faceta como cineasta, rizando esta vez el rizo y postulándose como auténtico precursor del formato videoclip dentro del cine. En este sentido, muchas de las secuencias, en especial las oníricas (las influencias de “Pesadilla en Elm Street”, estrenada justo un año antes, también son palpables), son auténticos videoclips musicales al más puro estilo del “Invisible Light” de los “Scissor Sisters”, que no deja de ser todo un homenaje al cine de Argento.

Y hablábamos de excesos. No hay que olvidar que la película vino acompañada de gran controversia en este sentido debido a la gran crudeza de algunas de sus imágenes, donde se muestran sin tapujo cadáveres en descomposición así como fauna visualmente “poco agradecida” de todo tipo, por no hablar de generosas dosis de violencia en la que es una de las cintas más explicitas de Argento. Esto le ocasión serios problemas de distribución (en EEUU fue calificada “X”) y una fuerte mutilación del metraje original (afortunadamente, hoy puede disfrutarse de la versión íntegra sin ningún problema).

Los excesos no se limitan a lo visual, la banda sonora también tiene tela. “Phenomena” es un despiporre en todos los aspectos y a nivel sonoro no se queda corta, y eso que estamos hablando de una de las mejores bandas sonoras que hayan musicado el giallo, con unos Goblin en estado de gracia que dieron forma a un trabajo que nada tiene que envidiar a lo facturado en “Suspiria”. El “problema” no tiene que ver con la calidad, sino más bien con la incoherencia entre música e imágenes, por ello, el “Flash of the Blade” de los Iron Maiden (que suena generosamente en más de una secuencia) o “Locomotive” de “Motorhead”, no terminan de encajar dentro del contexto del filme, por más que te puedan gustar este tipo de sonoridades (en mi caso, mucho).

Jennifer Connelly es la estrella absoluta del filme, pero no la única. A su lado, encontramos al mítico Donald “Loomis” Pleasance, toda una eminencia del género que aquí, “cortesía” de John Carpenter, gran fan del cine de Argento, se puso a las órdenes del italiano para interpretar al compañero de aventuras de la angelical Connelly. El personaje de Pleasance, el impedido profesor John McGregor, es otro de los ídem cruciales del filme orientando a Jennifer y ayudándola a entender sus habilidades. De la misma forma, sirve como nexo entre la historia y otro personaje a la postre, decisivo para el desenlace de la misma como es el de Inga, una chimpancé que lo quiere como a un padre y que terminó inspirando a George A.Romero para escribir el guión de “Atracción Diabólica” (“Monkey Shines”, 1988), que se estrenaría tres años más tarde.

“Phenomena” es por tanto, una película a descubrir te guste o no el cine de Dario Argento. Una locura, sí, pero una locura entrañable y plagada de pequeños detalles, que la hacen absolutamente mágica para englobarse dentro de ese exclusivo club de cuentos macabros al lado de grandes títulos como “Veneno Para las hadas” (“Poison for the Fairies”, Carlos Enrique Taboada, 1984), “El Laberinto del Fauno” (Guillermo del Toro, 2006) o “Livide” (Alexandre Bustillo & Julien Mauri, 2011). Siniestra y mágica a partes iguales, la cinta es todo un espectáculo visual que conjuga el sabor del Argento más onírico y del más macabro en el mismo sorbo, en una historia que para bien o para mal, no deja de sorprender ni un solo instante hasta desembocar en uno de esos surrealistas desenlaces (no falto de poesía) que en un sentido u otro, terminan dejando huella.

“Phenomena” en Bluray: Pese a estar ante otra edición mediocre y carente de contenido extra, si es cierto que puede disfrutarse del metraje íntegro del filme, con las escenas extendidas en idioma original y además, con una calidad notable tanto de imagen, como de sonido, así que uno puede darse con un canto en los dientes, más viendo lo mal tratada en este sentido que estuvo “Infierno”.

La curiosidad: La chica que muere asesinada en el salvaje prólogo, no es otra Fiore Argento, hija del director, si bien sería otra de sus hijas, Asia, quien terminaría haciendo carrera en esto del cine.

Lo mejor: El tándem Jennifer Connelly & Donald Pleasance, el contraste entre la belleza de algunos pasajes (la escena final bajo al agua, todo un auto-homenaje de Argento a su “Infierno”, es un buen ejemplo) y la crudeza de otras tantas imágenes de lo más desagradables y por supuesto, la banda sonora, absolutamente mítica.

Lo peor: Algunas situaciones son tan imposibles, que necesitan de la total implicación por parte del espectador par que la función llegue a buen puerto y la brusquedad de un montaje, que no está a la altura de la obra.


Crítica: Paranormal Drive

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Si alguna vez habéis coincidido con mi opinión de alguna de las películas de las que he escrito, si alguna vez habéis pensado que aunque no compartíais mi opinión esta era más o menos coherente o si simplemente nunca habéis pensado como yo… Por favor, esta vez hacedme caso… huid de esta película. Dedicad el tiempo a estar con vuestros seres queridos, iros a tomar un café con vuestros amigos a una terracita, coged un buen libro, dad un paseo, incluso podéis tumbaros en el sofá mirando el techo pensado en las avutardas o mirad el estucado de la pared imaginando caras y objetos… haced cualquier cosa antes de perder hora y veinticinco minutos de vuestra vida viendo esta película.

Si hubiera sabido que la cinta dirigida por Oleg Assadulin era tan mala, no la hubiera visto. No me gusta ser tan radical en mis opiniones pero por desgracia no hay nada (O mejor dicho casi nada) en ‘Paranormal drive’ que hiciera que algo de lo que pasaba en pantalla me entretuviera o me interesara lo mas mínimo. Solo salvaría de la quema los últimos cinco minutos de película pero tener que tragarse ochenta insufribles minutos para llegar a este punto, al menos para mi, es un esfuerzo que no merece la pena.

Hay que ser sinceros y reconocer que Assadulin se muestra sincero con el espectador desde el inicio de su película: La introducción de la cinta servirá no solo para justificar que el coche esté habitado por un espíritu maligno si no que mostrará la torpeza de Assadulin detrás de las cámaras. El desacierto y la falta de fuerza de esta escena inicial marcarán, en este caso para mal, el devenir de la película. Esta escena es como el cártel que podemos ver en la entrada de algunas fincas avisando de que hay un perro peligroso. Si cruzas la verja, si sigues viendo esta película no te quejes si el perro te muerde o si entras en un estado semicomatoso del cual te cuesta recuperarte.

Es obvio que cualquier espectador que vea esta película se acordará de la mítica novela ‘Christine’ de Stephen King que fue llevada al cine en 1983 por John Carpenter. El protagonista de la cinta de Assadulin igual que hacía Arnold se sentirá tremendamente atraído por un coche que se vende a buen precio. Tal será la fascinación de ambos personajes que estos no podrán resistirse a comprarlo, lo que será el principio de una inesperada pesadilla (Bueno, en el caso de ‘Paranormal drive’ igual no tanto… si escuchas voces y una respiración entrecortada cuando estas comprando el coche… pues no sé… normal no es) Assadulin cuenta la historia de un matrimonio en crisis que realiza un viaje por carretera con su flamante coche nuevo, coche que hará las delicias de las empresas de carburante por lo exagerado de su consumo.

El guionista y director se da cuenta de que es necesario crear una historia para que su película tenga chicha, ya que ver a una pareja con su hija conduciendo por la noche rusa no es muy entretenido que digamos. Por mucho que este utilice los típicos efectos de sonido, las imágenes de gusanos y cierta estética asiática para crear cierta sensación de miedo en el espectador (Si algún espectador se inquieta con esta película que se lo haga mirar) y lo aderece con la típica escena donde la niña se pierde y los padres se vuelven locos por encontrarla (Cambiemos el chubasquero rojo por uno amarillo, cambiemos Venecia por una gasolinera y a unos padres que ven a su hija correr en vez de por una ciudad por el campo... Si no fuera por el pequeño detalle de que Nicolas Roeg sigue vivo, este estaría revolviéndose en su tumba) si no hay una historia con fuerza, y esta película no la tiene, lo que vemos en pantalla acaba por no interesarnos lo más mínimo.

La única diversión que puede ofrecernos esta película es la de buscar referentes o destrozar su infame guión (Es absurda la historia que se establece entre los personajes principales: Ese machista redomado que flirtea con toda mujer y la esposa de este aguantando a un tipo de tal calaña. Podríamos buscar un sentido a todo esto –algo que parece que el director y guionista ha querido hacer-, y establecer una comparación entre lo que sucedió a la mujer que fue asesinada y transportada en el coche con los hechos que le suceden a esta familia... ¿pero para qué? Si realmente esa era la intención de Assadulin había mil maneras mejor de hacerlo).

Podemos pensar en la entretenida ‘Dead End’ de Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa o en muy interesante ‘La sangre de Wendy’ de Samuel Gutiérrez aunque en este segundo caso en su parte luminosa. Son claros ciertos paralelismos de alguna de las escenas de estas tres películas, pero mientras ‘Paranormal Drive’ y ‘Dead End’ sitúan esos momentos de noche, Gutiérrez, aunque su cinta va evolucionando hacia la oscuridad, hace lo propio pero a plena luz del día huyendo del terror y centrándose mas en la fantasía.

‘Paranormal drive’ es una cinta totalmente prescindible, una de esas películas que podían haber quedado resultonas como cortometraje pero que alargadas hasta una duración más o menos estándar hacen que la historia aburra hasta al espectador más entregado. La cinta de Assadulin es un resumen de todos los tópicos del cine de terror mezclados sin gracia ni chispa. Huid de esta película. Yo por mi parte voy a quitarme este mal sabor de boca con ‘Black Lightning’ otra película rusa de coches a los que les suceden extraños fenómenos. Que si, que es una cinta irregular, es una cinta de un claro corte infantil pero a mí me entretiene mucho y eso es lo que quiero al ver una película como esta: Entretenimiento y diversión, algo que ‘Paranormal drive’ no consigue ofrecerme.


Crítica: The Dead Room

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La historia del cine de terror está repleta de pequeños templos en los cuales rendir pleitesía y profesar adoración a nuestros terrores favoritos. Lugares reconocibles para el aficionado de a pie que han pasado ya a formar parte de la cultura popular del género y del imaginario colectivo. Aquella larga escalera en un estrecho callejón donde algunos perdieron la vida al caer de una ventana, aquel colchón ensangrentado en una habitación polvorienta, aquel interminable pasillo que un niño recorría en triciclo o aquel desván con dos ventanales que parecían emular la mirada del mismísimo diablo.

“The Dead Room”, nueva película de Jason Stutter, quien regresa al genero después de firmar la mediocre comedia de terror “Diagnosis: Death” (2009) dirige aquí un nuevo episodio de fenómenos paranormales domésticos, subgénero que comienza ya a saturar la escena con tropecientos títulos que, por lo general, no destacan especialmente por aquello de la originalidad. Hoy, que los Warren, ese matrimonio de lo sobrenatural apadrinado por James Wan, manejan el cotarro del terror en la gran pantalla, una producción pequeña como “The Dead Room”, llegada de los hermosos parajes de la tolkiana Nueva Zelanda, intenta hacerse un hueco en el panorama de lo fantasmagórico y aunque pueda sonar descabellado, no lo es tanto si tenemos en cuenta que por ejemplo, no hace tanto, otra producción modesta (y bastante justita a mi juicio) como fuera “Oculus” (Mike Flanagan, 2013), consiguió tener sorprendente éxito y repercusión entre los aficionados.

Se sabe que calidad y reconocimiento, son dos conceptos que no siempre están directamente relacionados. Pero no por habitual, esto es algo a lo que uno se acostumbre y no deja de ser curioso que una cinta de aprobado pelado como “Oculus” tuviera la repercusión que tuvo y que algo tan disfrutable y relativamente fresco dentro del subgénero del “home invasion” como “Hush”, del propio Flanagan, haya pasado desapercibida con más pena que gloria. En esto del cine, como en todo, no se trata tanto por desgracia, del talento que uno tenga, sino de la gente que uno conozca o de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Veremos que sale del nuevo trabajo del prolífero director, regreso al terror sobrenatural titulado “Before I Wake”. No será el último, pues ha sido ya confirmado para encargarse de la secuela de “Ouija”, cinta que también pudo verse en salas españolas, a modo de más que solvente purgante, por lo vomitivo de la propuesta.

Regresando ya a “The Dead Room”, decir que estamos ante una película de lo más típica, que vuelve a poner sobre la mesa el eterno debate entre lo empírico y lo inexplicable, si bien su falta de ambigüedad, este termina pronto quedándose en algo meramente anecdótico. Algo cansino ya y mil veces planteado, pero con cierta gracia en su exposición gracias a la densidad de las atmósferas recreadas en el caso que nos ocup y al menos de entrada, consiguiendo mantener intacto el interés del espectador gracias a la sobriedad de una puesta en escena austera que huye de las grandes estridencias típicas del subgénero para centrarse más en el fondo de una historia que pese a lo aparentemente previsible, gana en interés y en tensión, a medida que pasan los minutos mientras Stutter y los suyos, se mantienen dentro del círculo de sal, gracias al pausado pero firme pulso narrativo, al que contribuyen unas solventes interpretaciones.

Dicho periodo de seguridad y certidumbre, copa el 75% del filme y no cabe duda que la primera hora de metraje resulta de lo más disfrutable, intentando sembrar incluso la semilla del misticismo en un viejo caserón rural que por momentos, consigue postularse como candidato al selecto club de esos lugares míticos del terror a los que hacía referencia al inicio. En este caso, un pasillo, dos lámparas de techo y un par de viejas puertas, son herramientas más que suficientes para recrear un fabuloso escenario que llega a tontear incluso con lo inquietante. A veces, solo se necesita algo de complicidad por parte del espectador así como otra tanto de imaginación, para hacerle el trabajo un poquito más fácil al cineasta de turno. Este es uno de esos casos y no cabe duda, de que Stutter sabe sacar partido de los pocos elementos de los que dispone y lo más importante, sabe hacer que el espectador conecte con ellos.

Ser consciente de las propias limitaciones, puede ser en ocasiones el faro más brillante en medio del oscuro mar de la creatividad. Incluso no mojarse en exceso, aunque pueda sonar conservador, puede ser la mejor opción para intentar dar el pego. En “The Dead Room”, esto se consigue en gran parte de la película, sin estridencias y sin grandes momentos para enmarcar, pero consiguiendo como digo, mantener el interés del respetable y generar incluso ciertas dosis de tensión. Para rizar más el rizo y darles incluso una nueva dosis de reconocimiento a director y guionista (el propio Stutter junto a Kevin Stevens), destacar también el interesante giro argumental de la obra llegados a cierto punto, justo antes de pisar con torpeza el círculo de sal y romperlo, perdiendo la privilegiada zona de seguridad que tan bien había funcionado hasta tan fatídico instante.

En adelante, uno de los tramos finales más bochornosos que se han visto últimamente, mamando tópicos del cine de fantasmas, en especial del asiático, con tan poca mano izquierda y tantas meadas fuera de tiesto, que sin duda conseguirá sacarle los colores a más de uno. “The Dead Room” es un perfecto ejemplo de auto gestión y control de la situación, y de la misma forma, también de la pérdida de estos. Convirtiendo lo que hasta el momento era una aceptable, intrigante incluso, amena historia de fantasmas, en una auténtica, si se me permite la palabra, "estupidez", para ganado de multisala comercial. Dos películas en una, muy distintas y que dejan muy distintas sensaciones también. Por desgracia, terminan pesando más las negativas de su agónico último suspiro de vida, que las del resto de la cinta.

“The Dead Room” se deja ver en sus primeros tres cuartos, ofreciendo un relato de fantasmas poco original, pero enfocado de manera muy acertada, ofreciendo la historia de siempre desde parámetros algo distintos a los que suelen verse en las grandes producciones, ya sea por limitación o por convicción, y la verdad es que consigue mantenerse a flote hasta que la mar comienza a agitarse más de la cuenta y el director intenta competir en una liga que no es la suya, mientras al sufrido espectador, se le cambia el disco de música sin previo aviso. Por otro bastante malo, por cierto.

Lo mejor: La gran amortización de recursos, sacando mucho de muy poco.

Lo peor: Los últimos veinte minutos son de mear y no echar gota. Atropellados, poco creíbles y nada tienen que ver con la sobriedad expuesta a lo largo del filme.


Un verano de terror, lo que nos depara la segunda mitad del 2016

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Con una primera mitad de 2016 algo descafeinada si hablamos en términos cinematográficos y en concreto, de nuestro amado género fantástico, donde las mayores alegrías nos han venido curiosamente y sin que sirva de precedente, de la gran pantalla, con pepinazos de la talla de “Batman v Superman”, “Capitán América: Civil War” y “Deadpool”, rivalizando por el cetro de mejor película de super héroes del año, con ese esperadísimo, tardío y brillante enfrentamiento entre punkies y skins titulado “Green Room” o de la mano del siempre solvente James Wan con su segunda entrega de las aventuras del matrimonio Warren en “Expediente Warren: El Caso Enfield”, amén de alguna que otra pequeña confitura a modo de cine menos populero como “Darling” de Mickey Keating o “Hush” de Mike Flanagan, repasemos un poco lo que nos depara esta segunda mitad de año.

Consumidas ya sus dos más que decentes primeras entregas, la franquicia de “The Purge” nos trae un nuevo capítulo de la ya popular purga social en “La Purga: Año de Elecciones”. “Willow Creek”, el enésimo falso documental sobre el mito del big food también llegará al mercado doméstico el próximo día 3 de Agosto. Apenas dos semanas después, podremos disfrutar vía Netflix, de la esperada serie ambientada en los años ochenta “Stranger Things” de la mano de los hermanos Duffer (“Hidden: Terror en Kingsville”). Tampoco habrá que hacerle ascos a otro producto de la factoría Wan, quien en esta ocasión ejerce como productor de “Nunca Apagues la Luz”, nuevo terror sobrenatural dirigido por David F.Sandberg, quien adapta su propio cortometraje. 


“The Woods” es el título de la esperada nueva obra de Adam Wingard (“Tú Eres el Siguiente”), quien se pasa también al horror sobrenatural. En apenas diez días, tendrá su estreno en su país, “Maligno”, cinta Peruana sobre posesiones que sin duda dará mucho que hablar por aquellas tierras y quien sabe, si también por estas. “Viral” de Henry Joost y Ariel Schulman, esconde un nuevo episodio de infecciones apocalípticas detrás de su más que sugerente póster promocional. “Morgan” es el título de la ópera prima de Luke Scott, el hijísimo del gran Ridley con la popular Kate Mara al frente de las operaciones. 

La Coreana “Train to Busan”, que presumiblemente podrá verse en el Sitges de este año, también promete emociones fuertes para los amantes del género zombie. “The Mind´s Eye” nos regala otra nueva tanda de afiches ochenteros, veremos que nos depara la nueva película de Joe Begos sobre los poderes de la mente humana. No sabemos si tan esperada es la nueva reinvención en clave femenina de la mítica “Cazafantasmas”, pero pese a estar en el ojo del huracán, no cabe duda de que conseguirá llenar alguna que otra sala en nuestro país. “El Hogar de Miss Peregrine para Niños Peculiares” es el estrambótico título para lo nuevo del decadente Tim Burton. Veremos si el tipo sigue en caída libre o si por el contrario, consigue retomar el vuelo con ayuda de la siempre sugerente Eva Green.


“Infierno Azul” del español Jaume Collet-Serra es otro de los terrores veraniegos más esperados de la temporada. Que mejor que una rubia enfrentándose en bikini a un descomunal escualo en alta mar para pasar una refrescante tarde de verano. Aunque si hablamos de títulos esperados, sin duda tenemos que hablar de “31”, lo nuevo del rockero Rob Zombie, quien promete con su nueva película, regresar al lado más salvaje de su cine tras el pequeño paréntesis que significó “The Lords of Salem”. “The Dark Bellow” es lo nuevo de Douglas Schulze, thriller de psicópatas con temperaturas extremas. 


Más tiburones. Y no uno cualquiera, pues “Sharkenstein” apunta a cinta de culto para los amigos de lo bizarro y de las producciones que nunca debieron existir. No podía faltar en esta segunda mitad de año, al slasher de turno, en este caso hablamos de “You Are Not Alone” de Derek Mungor, con nuevo enmascarado de trinca deleitando al personal. Y para terminar este pequeño repaso, no nos podíamos dejar en el tintero la que quizás sea la cinta de terror más esperada del año, estamos hablando de la primera incursión en el terror de Nicolas Winding Refn, “The Neon Demon” protagonizada por Elle Fanning y que sin duda, también podremos disfrutar en pantalla grande.

Crítica: Before I Wake

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"Now I´m going down to sleep, pray the Lord my soul to keep. If I die before I wake, pray the Lord my soul to take"¿Cuántas veces hemos oído esto en el cine anglosajón? En cada escena en la que nos encontremos con un niño a puntito de meterse en la cama para dormir, nos encontraremos con ese mismo niño pronunciando estas frases, que es el equivalente a nuestro "Jesusito de mi vida, eres niño como yo...", para que el señor Dios le proteja mientras duerme. Para mi estas frases, lejos de cualquier connotación religiosa, son la antesala de otra frase más gloriosa: "Exit life, enter night, take my hand, we're off to never-never land..." , estribillo que Metallica hizo que resonara en mi cabeza durante décadas y que sigue haciéndolo, con más fuerza si cabe. Desde anoche, Mike Flanagan ha vuelto a mancillar parte de esta frase, haciendo de "Before I Wake" uno de los chascos de la temporada.

"Before I Wake" era mi prueba de fuego para el bueno de Mike Flanagan, pues "Oculus" no me gustó particularmente y se me hizo bastante pesada y "Hush" me gustó mucho por hacer de una propuesta pequeña como era, algo muy potable, así que con estos dos antecedentes (no he visto "Absentia"), no tenía yo muy claro si a este hombre le había sonado la flauta con el home invasion o realmente empezaba a pisar fuerte y demostrar sus dotes de director que nos despierta del letargo.

Esta tercera prueba, la prueba para conseguir la diplomatura que otorgo a los cineastas que saben cómo contar historias, me temo que la ha suspendido y vuelvo al Flanagan del principio, el que poco aporta a un panorama sobrenatural dominado por James Wan y hastiado para la mayoría de directores. "Before I Wake" es el enésimo cuento para no dormir de la naturaleza de los sueños, la interpretación que el soñador hace de ellos y las consecuencias en la vida real. ¿Os suena a "Pesadilla en Elm Street"? Claro que os suena!

"Before I Wake" habla de la atormentada vida de Cody ( Jacob Tremblay) , un niño que ha sufrido la pérdida de su madre y el rechazo de unos de sus padres de acogida, y que va a parar a la casa de un joven matrimonio, Jessie (Kate Bosworth) y Mark (Thomas Jane) que ha perdido también a su hijo pequeño, lo que para los servicios sociales les convierte en los padres adoptivos ideales del pequeño Cody. A Cody parece no costarle mucho adaptarse a las situaciones siempre que esté despierto, porque el drama comienza cuando el niño se duerme.

He utilizado la palabra drama, porque aquí está la clave del fracaso. "Before I Wake" dista mucho de ser la película contundente que se esperaba de Flanagan, y hace de lo sobrenatural una excusa para tratar más en profundidad el drama de las pérdidas familiares, cuando lo lógico, tratándose de una película de género, es que hubiera sido al contrario. Es así como este joven director convierte "Before I Wake" en un telefilm del montón al servicio de toda clase de público. ¿Hace daño la película? Hombre, tampoco es que atente contra nuestra integridad estomacal como lo pueden hacer películas del calibre de "Fonda Sangrienta", que es mala hasta la arcada, pero realmente es tan liviana, tan divagante y tan intrascendente, que no aporta nada al género y mucho menos a sus fans, lo que aporta poco curriculum a este director.

Durante el film, nos vamos encontrando clichés de lo sobrenatural, de los que hacemos la vista gorda por aquello de no ser demasiado exigentes, mal del que muchos padecemos y que nos impide muchas veces disfrutar de los detallitos. Los clichés, como digo, son perdonables, pese a que la premisa sólo se vuelve interesante allá por el final de la película. Lo que perjudica realmente es la constante necesidad de Flanagan de rellenar sus escenas con diálogo y más diálogo moñas, que realmente poco aporta, que no deja pistas para que el espectador haga sus cábalas y que genera muy poca tensión, lo que a medida que los minutos pasan, va haciendo cada vez más mella y convirtiendo en tediosa la experiencia. Siempre me quejo de los guiones, de la fatalidad de encontrar buenas ideas que no se soportan en buenos guiones, de la necesidad de encontrar buenos guionistas (parece que todos están al servicio de las series), y en este caso, sigo en esa lucha perdida, que es encontrar el equilibrio entre lo que se cuenta y cómo se cuenta. Flanagan vuelve a firmar el libreto junto a Jeff Howard, y vuelve a errar en la cháchara improductiva.

El cómo se cuenta, tampoco destaca, pues si bien la idea de un señor Cranker que llega de los sueños y se come a aquellas personas que están despiertas y le ven, me parece correcta y da para generar mal rollo, incluso alguna que otra imagen mental en la que pensar justo antes de dormir tapados hasta las cejas, la creación de ese señor Cranker y todos los efectos digitales de los que abusa Flanagan, son tan hediondos, tan evidentes y tan artificiales, que causan rubor en las mejillas. La era digital ha hecho un gran daño en el cine de terror, como se demuestra una y otra vez, por eso doy las gracias cuando cíclicamente el cine vuelve a fijarse en épocas pasadas, especialmente en los ochenta, y apuesta por los efectos artesanos, cosa que a Flanagan no parece interesarle lo más mínimo.

Y hablando de los efectos digitales, hablando del CGI de presupuesto escaso, me quiero detener en una de las imágenes recurrentes en la película, que es la de la mariposa. En "Before I Wake", las mariposas funcionan de la misma manera que lo hacían las campanas en "Hellraiser", a modo de presentación. La mariposa es la conexión entre los dos mundos, el del sueño y el de la realidad, dado que espiritualmente las mariposas simbolizan ese paso entre el mundo de los vivos y de los muertos, pues su ligereza en el vuelo les confiere tal capacidad. En la cultura japonesa se cree que los muertos se pueden reencarnar en mariposas para regresar al mundo de los vivos y cuidar de sus seres queridos, o que mientras se sueña, se puede proyectar nuestro alma en una mariposa para volar por el mundo real de las personas despiertas, que es básicamente lo que nos quiere contar "Before I Wake" con poco acierto. Lo que Flanagan no cuenta, y lo que yo advierto, antes de dejar que cualquier mariposa se pose en nuestra mano y la miremos con cara de ternura, es que hay muchas especies que son coprófagas, y se alimentan de lo que se excreta, por tanto, ojocuidado con dejarlas libar de nuestros deditos, por muchas promesas sobrenaturales que nos hagan.

Con mariposas o sin ellas, el resultado es el mismo, una película sosa, sin alma, que se entrega más al melodrama que a lo que promete en su trailer, y que para rematar deja en manos de dos actores sosos y un niño que sólo inspira ternura. Una lástima que sólo sea rescatable la explicación de los hechos, que uno puede creer que no llega nunca, pero que llega, tarde y atropelladamente, pero que llega con cierta lógica, pero con la inconexión de lo que hemos vivido entre la hora y media larga anterior y los minutos finales, y que una vez más, dedica su esfuerzo en provocar una reacción lacrimógena antes que la terrorífica, por bien que finalmente esté hilada la historia del hombre de los sueños.

Antes de despertar quiero advertiros que el mundo a veces es engañoso, que nos deja imaginar lo que queremos vivir, pero que no nos deja vivir lo que imaginamos, por tanto, imaginad que lo que vivís es lo que comprendéis, y que imagináis los pequeños detalles que realmente vivís, y por favor dejad de soñar con mariposas.


Crítica: Equals

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El amor, ese pequeño enano cabrón que se cuela en nuestra casa cuando menos nos lo esperamos y pone patas arriba todo nuestro mundo al tiempo que agita todas las estrellas habidas y por haber en nuestro universo. ¿Eres feliz? Me preguntó una vez el enano con aterradora naturalidad. Yo, le contesté que sí, supongo que sí, le dije con la boca pequeña en aquel momento. Si me lo volviese a preguntar ahora, mi respuesta iría bastante más allá de la mera cosmética. El amor, esa fascinante combinación de procesos químicos de nuestro cerebro que termina por convertirnos en esclavos de nuestros propios anhelos y deseos, es la mayor de nuestras debilidades pero también, la mayor de nuestras fortalezas.

Drake Doremus parece tener obsesión con el enano. Su filmografía, es una constante búsqueda del susodicho y “Equals”, su nueva película, no es otra cosa que una nueva estación en el largo viaje hacia la felicidad, o al menos, hacia aquello que para bien o para mal, nos define como seres humanos: la capacidad de sentir. Cierto es, que en esta ocasión, desde una nueva perspectiva en clave de ciencia ficción, en un título, que desde ya, vaticino que de formar parte de la sección a concurso de la edición de este año del festival de Sitges (y la presencia del filme ya ha sido oficializada hoy mismo), es una firme candidata a llevarse el galardón a mejor película, con una puesta en escena prima hermana de aquella “Orígenes” (“I Origins”, Mike Cahill, 2014), soporífera disyuntiva entre lo científico y lo filosófico que tanto pareció gustar a los ilustrísimos miembros del jurado.

Si escarbamos un poco más allá de la superficie “Equals” deja muy claras sus influencias desde el minuto uno, influencias que sin ningún lugar a dudas nos evocan de forma irremediable a cintas como “Gattaca” (Andrew Niccol, 1997) por su estética y por algunos elementos de la trama y sobretodo, a “Equilibrium” (Kurt Wimmer, 2004), de la cual parece coger prestada la idea principal de la película, si bien, el tono es diametralmente opuesto, alejándose “Equals” de la acción desmesurada de la cinta de Wimmer, para centrarse completamente en el drama existencialista de turno, escrito para la ocasión por el solvente Nathan Parker, quien ya había dado buena nota de sus capacidades en la estupenda “Moon” (Duncan Jones, 2009), para la cual co-escribió el libreto junto al propio Jones.

Dos formas muy distintas de abordar una misma idea, la demonización de los sentimiento humanos y la pérdida de la singularidad del individuo en pos, de un supuesto bien común. Una enfermedad que debe ser purgada y extirpada de una sociedad que ha cimentado su supervivencia y evolución, a la total ausencia de dichos sentimientos. “Equals” no es tan solo una historia de amor más en un escenario imposible o una simple reimaginación futurista de la clásica tragedia Shakesperiana, también es una incisiva crítica hacia los tabús que a día de hoy, siguen estigmatizando a todos aquellos que sufren determinadas enfermedades, parece ser, que mal vistas por algunos sectores de la sociedad.

No cabe duda de que la aséptica puesta en escena 100% deudora de la citada “Gattaca”, significa un prematuro y agradable punto de inflexión en el espectador, al menos, en aquel que guste de este tipo de estética aplicada a sociedades distópicas. En este sentido, el filme está plagado de muchos y pequeños detalles que ponen de manifiesto el mimo que se ha puesto a la hora de tejer la tela, puede que incluso alguno, pueda sentirse algo decepcionado al entender tanto despliegue como un tanto inútil o al menos, desaprovechado, viendo los derroteros hacia los que discurre el filme. Yo el primero, pues semejante puesta en escena, debería haber dado cabida a alguna que otra pincelada estilística, donde por ejemplo, algo más del típico pero siempre efectivo thriller moderno, le habría venido de rechupete.

No es esa la apuesta y aquí por lo que se aboga es por el drama. Y como tal, no hay duda de que “Equals” da el pego perfectamente. Un relato previsible, sí, pero que contiene los suficientes elementos como para conseguir tocarle la fibra al espectador, a base de generar empatía hacia los personajes, un tándem protagonista que brilla con luz propia entre tanto olor a limpio y decoraciones Ikenianas. Sorpresa mayúscula si tenemos en cuenta que ella es ni más ni menos que la “crepusculita” por excelencia Kristen Stewart, esa seta interpretativa que aquí, en un papel hecho a su medida, sorprende a propios y extraños con un trabajo solido como no se le había visto hasta la fecha a la actriz. A su lado, uno de los rostros en auge del Hollywood actual: Nicholas “sed testigos” Hoult, a quien sin duda todos recordamos de la gloriosa “Mad Max: Furia en la Carretera” (“Mad Max: Fury Road”, George Miller) o de hacer el bestia, en la segunda trilogía de la franquicia mutante de “X-Men”. A su lado, encontramos también a dos ilustres como son Guy Pearce o al veterano David Selby.

“Equals” es por tanto, una interesante y sobretodo, diferente forma de degustar una película romántica. Un filme cuidado al detalle que si bien puede resultar algo “engañoso” para el aficionado a la ciencia ficción, no deja de poner sobre la mesa los suficientes debates (sociales, morales e incluso políticos) como para poder contentar en mayor o menor medida incluso, a tal tipo de público, si bien serán los enamorados (y enamoradas) del amor, de sus bondades y de sus miserias, los que más jugo sabrán sacarle a esta emotiva y lacrimógena propuesta. Y como dije al principio, que no la veamos siendo la reina del baile en algún que otro festival venidero.

Lo mejor: La fabulosa puesta en escena y la gran química existente entre el portentoso dúo protagonista. Y el desenlace, que no por previsible, deja de tener su punto.

Lo peor: Su ritmo pausado y la predominancia de lo dramático sobre cualquiera de los restantes géneros insinuados, pueden terminar con la paciencia de más de uno, en especial, si no tiene muy claro lo que está a punto de ver.


Crítica: Last Girl Standing

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En la pasada edición del festival de cine fantástico de Sitges se proyectaron dos películas que levantaron pasiones y algún odio bastante visceral entre los espectadores. Una de ellas no es otra que la notable ‘Green Room’ de Jeremy Saulnier y la otra, que acabó alzándose con el premio al mejor guión y con el premio especial del jurado es ‘The Final girls’. La cinta de Todd Strauss-Schulson narraba las aventuras de un grupo de jóvenes que al acudir a la proyección de un clásico del cine de terror protagonizada por la madre de una de las chicas, entraban dentro de la película y se convertían en unos protagonistas mas de la historia. Muchos espectadores podían llegar a pensar en la mítica ‘Scream’ por la forma en la que el director jugaba con los elementos propios del los slashers de los años ochenta. Aunque la película nos dejaba momentos realmente soberbios, un exceso de sensiblería al mostrar las relaciones entre madre e hija hacían que, al menos para mí, esta película no resultara tan redonda y entretenida como esperaba.

Benjamín R. Woody dirige y escribe una cinta que hace imposible que el espectador no se acuerde de la película de Strauss-Schulson. Las dos giran alrededor de la última superviviente de una matanza aunque desde perspectivas diferentes y por lo tanto con pretensiones muy distintas. ‘Last girl standing’ cuenta aquello que otras películas no hacen: Explica que le ocurre a la única superviviente de una matanza, los problemas a los que esta ha de enfrentarse, sus miedos y sus constantes paranoias (Muchas cintas acaban donde empieza lo mejor y eso es lo que parece que intenta evitar Woody. Recuerdo sobre todo la desastrosa ‘Mamá’ de Andres Muschietti, donde lo más interesante que sería ver a los protagonistas explicar a la policía que ha ocurrido tras la escena final de la película nos lo teníamos que imaginar…).

Igual que ocurría con ‘The final girls’ muchos espectadores podían pensar en la segunda parte de la cinta de Wes Craven al ver esta película por el hecho de mostrar a una superviviente de una matanza. Aunque Craven enseñaba en cierta manera los miedos de la protagonista, su cinta se dirigía mas hacía el cine de entretenimiento en contra de lo que hace Benjamín R. Woody cuyo intento por explorar el trauma de su protagonista hace aguas por todas partes.

‘Last girl standing’ es una película de un claro corte independiente. El director sitúa por momentos la cámara de una manera muy parecida a como lo hacia Eric England en ‘Contrated’ (Parece que Woody cambia un restaurante por una lavandería y poco más). Tanto la cinta de Woody como la de England comparten la idea de explorar la evolución de dos chicas cuya vida ha cambiado radicalmente por culpa de un hecho traumático bien sea haber sobrevivido a una terrible matanza (¿Soy el único que al ver el traje del asesino en la escena que abre esta película no se acordó de ‘Bunny, the killer thing’?) o haber sido infectada por un virus. El grupo de amigos de Camryn que no acaba de funcionar en ningún momento de la película nos traen a la memoria a esos chicos que comparten aventuras con Sarah en ‘Starry Eyes’ de Kevin Kolsch y Dennis Widmyer, por la forma en la que algunos se vuelcan con la protagonista (Danny interpretado por Noah Segan en la cinta de Kolsch y Widmyer bien podría ser Nick, el personaje al que da vida Brian Villalobos en ‘Last standing girl’) y por la manera tan radical y violenta que tienen algunos de darle la espalda (De la misma manera Erin –Fabianne Terréese- tiene su reflejo en la cinta de Woody).

Es una lastima que la buena idea que el director y guionista tiene entre manos acabe desperdiciándose por culpa de una primera parte tremendamente aburrida donde este se muestra incapaz de transmitir de forma correcta el miedo y la paronia que sufre la protagonista. La reticencia de esta a encontrarse rodeada de personas o de amigos, algo que podría haber dado mucho juego, se queda en solo una serie de comentarios y anécdotas vacías y sin fuerza, lo que refuerza la idea de que Woody sabía lo que quería pero no sabía como llevarlo a buen puerto.

El director se da cuenta de que la película que tiene entre manos no acaba por arrancar en ningún momento y la inclusión de un personaje que se acercará a la protagonista solo sirve para aumentar el despropósito general haciendo que para Woody la única manera de salvar su cinta sea irse por caminos mil veces vistos que solo consiguen que el espectador se quede con la sensación de lo grande (O al menos interesante) que pudo ser esta película y no lo es, porque detrás de ella había un director cuya torpeza a la hora de escribir y dirigir esta historia impidió que esta fuera la película que muchos esperábamos de ella.

La sensación general al ver ‘Last girl standing’ es la de estar ante una cinta tremendamente decepcionante. Una buena idea, dos claros referentes y la incapacidad de un director y guionista a la hora de crear una historia con fuerza. Tampoco la actuación de su protagonista ayuda al espectador a creerse aquello que sucede en pantalla o la manera en la que esta está intentando superar sus miedos. Una lastima que la forma en la que Benjamín R. Woody cierra su película solo refuerce la idea de que este no ha sabido que hacer con su película. Prescindible y aburrida.


Crítica: The Devil´s Candy

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Este mundo, el mundo que conocemos no es más que una suma de situaciones, de realidades y de sueños. Como toda suma, tiene que tener componentes que puedan ser sumables, y ahí entran las realidades, pero hay sumas que no son cuantificables o si lo son, a veces no suman, sólo añaden, ¿cómo se puede añadir y no sumar? Cuando hablamos de sentimientos, de sensaciones intangibles, cuando el demonio se mete por medio de nuestro sueños y soñamos con alcanzar aquello que no tenemos, ahí añadimos, pero no sumamos. Cada nuevo sueño se suma al anterior, pero no hay solución real, sólo anhelos, sólo ganas y el demonio intenta restar esa suma infinita de situaciones, realidades y sueños que es nuestra vida. Y sólo así se entiende que casi después de un año del estreno de "The Devil´s Candy", no haya habido distribución alguna y que ni siquiera se hubiera presentado un trailer de la película hasta la fecha. Aquí ni se suma, ni se añade. "The Devil´s Candy" ha sido como una película fantasma y en eso el Demonio ha debido tener algo que ver.

Estaba pensando que la lluvia siempre moja, y que eso es un hecho irrefutable. Si pienso en que todo el mundo odia la lluvia, esto puede ser una afirmación cierta, probablemente, en un 90%, así que viviendo un un mundo de sumas, estadísticas y preferencias, estos números pueden variar, pero lo cierto es que la lluvia moja ¿no?. Pero, ¿y si escribo que la música metal es tan adictiva como la droga y que cuánto más dura mejor? ( me refiero a la música, no la droga, por supuesto) Aquí los porcentajes seguramente ya empiecen a variar y las estadísticas sin alma, que solo muestran números, no sirvan para nada porque la música es puro sentimiento y las estadísticas no tienen emociones, son armas del Demonio para que creamos que tenemos el control. Lo que es 100% seguro es que a Sean Byrne, el director de "The Devil´s candy", el metal le vuelve loco y que le influencia hasta tal punto de explicar una película por medio de este lenguaje musical y eso implica que a él el Demonio le tiene ganado para siempre.

"The Devil´s Candy" nos habla de psicópatas, de fascinaciones, del Diablo, de los susurros al oído que atormentan, del amor, de pasiones, de confianza, de sangre y de música, ¿buena pinta, verdad? La tiene, la buena pinta la tiene, pero de la misma manera que Sea Byrne, en "The Loved Ones" creó una magnífica obra que explicaba gráficamente la obsesión y, una vez más, la psicopatía con un relato que se centraba en dar vida a la deliciosa Lola y sus circunstancias y que armaba una historia sólida, en "The Devil´s candy" parece que ha querido abarcar más de lo que podía apretar, y las prisas nunca son buena consejeras.

"The Devil´s candy" es la historia de una familia poco convencional que se muda a una acogedora casa, acechada por un psicópata que anteriormente vivía en ella, con una misión ordenada por el demonio, que afectará directamente a uno de los miembros de esta familia. Esta sinopsis podría haber sido válida si no se hubiera complicado con ecos de "Amityville" y acordes de metal que no venían a cuento pues como comentaba, la trama principal, que no es otra que la del psicópata, se ve muy enrarecida con una subtrama artística, que deja de lado el potencial de un cuadro revelador, un padre que escucha susurros que alguna fuerza demoníaca pronuncia y que nunca intenta entender, un siniestro agente artístico desperdiciado y un guión que al complicarse, en lugar de esforzarse por dar salida a todos los interrogantes que se van planteando, decide tirar por la vertiente simple, abordando el home invasion de soslayo y a los piscokillers desde una perspectiva mil veces vista y con poco que añadir a estos dos subgéneros.

Aun así, la película funciona, funciona bien y lo hace gracias a una alucinante banda sonora que explota el volumen, para centrar todos tus sentidos en ella y hacerte perder un poco el sentido. Como decía al principio de este comentario, está claro que a Sean Byrne le apasiona esta música y que este es su homenaje, su particular CD recopilatorio, porque, pese a que la película no decae en ningún momento, tampoco brilla como debería hacerlo, y las buenas actuaciones ( absolutamente irreconocible Ethan Embry) y los efectos especiales puntuales, se quedan en un intento de hace algo que sea muy apetecible, pero que se ve sometido ante quien ni explota el apartado sobrenatural, ni el natural, ya que todo termina suspendido en el aire, suspendido en el esperanza de que al espectador le fascine el volumen alto de la música y que se quede embrujado por el "For whom the bell tolls" de Metallica en los crédito finales.

Yo admito que estuve bajo el influyo de los primeros acordes de esta maravillosa canción un par de días después de su proyección en el pasado Festival de Sitges (2015), pero que cuando la melodía se fue disipando en la memoria, "The Devil´s Candy" fue perdiendo algunos puntos que la emoción inicial le había otorgado (ya nuestro amigo Juancar, una vez nos había hablado de esto en uno de sus comentarios), y se quedó en un propuesta que demuestra que tiene calidad, pero que está lejos de ser redonda y todo lo potente que prometía. No obstante, es una película que recupera el sentido del terror más puro y simple, que a veces se pierde de vista con tanta mezcla de géneros y la tendencia a la sobriedad hacia la que que muchos directores actuales se dirigen como flechas.

El Demonio a veces toca melodías ensordecedoras que nos llegan como eróticos susurros, a veces se muestra en una sola imagen y entendemos su presencia poderosa como una alerta, a veces simplememte nos observa, conocedor que somos más demonios que él mismo. El Demonio tiene razón, aquí no es necesaria su presencia, somos mal, ya no tiene que esforzarse, sólo tiene que enseñarnos un caramelo para conseguir lo que quiere, todos queremos ese caramelo, el caramelo del Demonio está en cada decisión que tomamos. Tened esto presente, sobre todo los muy golosos.


"El Exorcista", Belcebú se sube al carro de las series

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“El Exorcista” (“The Exorcist”), película dirigida por William Friedkin en 1973, sigue siendo a día de hoy, una de las cintas de terror más aterradoras de la historia del cine. Difícil, por no decir, imposible, quitarse de la mente el rostro de una desfigurada Regan McNeil en las mitificadas carnes de una por aquel entonces Linda Blair en un papel, que para bien o para mal, marcaría el resto de su carrera. Muchos descubrimos el género gracias, o por culpa, de esta opresiva y perturbadora historia basada en un hecho real acontecido en 1949, donde una niña, supuestamente poseída, tuvo que enfrentarse a varias sesiones de exorcismo.

La película, basada en la novela homónima de William Peter Blatty de 1971 y quien también escribió el guión de la misma, tuvo dos secuelas. La primera cuatro años después de la cinta original: “El Exorcista 2: El Hereje” (“Exorcist 2: The Heretic”, John Boorman), cinta controvertida donde las haya que se alejaba en exceso de las pautas narrativas marcadas por la película de Friedkin, siendo para muchos, una de las peores secuelas de la historia del cine, si bien el paso de los años, ha ido suavizando tal percepción, llegando a cosechar incluso, cierto reconocimiento. Hubo que esperar hasta la década de los noventa para poder disfrutar de la tercera entrega, en este caso, dirigida por el propio Blatty, adaptando en esta ocasión otra de sus novelas: “Legión” (1983). “El Exorcista 3” (“The Exorcist 3”, 1990).

Esta tercera entrega, obviaba los hechos acontecidos en la segunda parte y nos situaba quince años después de los hechos acontecidos en la primera y, pese a recuperar para la causa la figura del padre Damien Karras y hacer más de una referencia a la cinta de Friedkin, poco o nada tenía que ver con aquella, centrándose en la historia de “Gemini”, un asesino en serie al que tenía que dar caza el teniente William F. Kinderman. Pese a tratarse de un producto de lo más irregular, esta tercera entrega contenía un buen puñado de perturbadoras secuencias, que sin llegar al nivel de lo perpetuado por la pequeña Regan, sin duda consiguió apretar más de un ojete en su momento.

Hoy, a falta de una cuarta entrega y en plena erupción del género en la pequeña pantalla, la saga se hace serie de televisión, en uno de los fenómenos más esperados (y también temidos) de la temporada. Con las posesiones demoníacas a la orden del día, no solo en el cine, también en la televisión, como hemos podido comprobar con la reciente e interesante “Outcast” de Robert Kirkman, la cual, como suele decirse en términos académicos, progresa adecuadamente, nos llega ahora el enésimo intento de recrear las glorias del celuloide en formato televisivo y todo apunta, a que la función dará comienzo antes de que termine este mismo año, supuestamente, en otoño.

Si hace poco más de un mes, veía la luz el primer trailer oficial de la serie, nos llegan ahora tres nuevas promos para que vayamos ejercitando el esfinter. El tiempo dirá si vamos a necesitar tubos de vaselina para hacer más soportable la broma, o si por el contrario, las nuevas generaciones, van a poder disfrutar de sensaciones minimamente parecidas a las que muchos fuimos sometidos en nuestra adolescencia (o infancia) en su día. Si bien, desde Nido de Cuervos, optamos más por el primer supuesto, no podemos negar ese pequeño soplo de insana morbosidad que nos produce el hecho, de volver a adentrarnos en el universo imaginado por William Peter Blatty.

La serie, no estará basada en la película, sino en la novela original, estando protagonizada por Geena Davis (mala señal, por aquello de los rostros populares dentro del género), quien encabeza el reparto junto a Brianne Howey (“Scream Queens”), Hannah Kasulka, Tomás Ortega y Marcus Lang. A continuación, os dejamos son las susodichas promos y el trailer oficial. Solo nos queda esperar a que llegue el otoño para ver cuan desgarrador es el blasfémico estropicio a ritmo del Tubular Bells, o bien para comprobar, la poca fe que tenemos algunos en según que cuentos de hadas para no dormir.

Crítica: The Offering

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Cuando escribí acerca de ‘Paranormal Drive’ también conocida por ‘Ruta calculada’ en algunos países, advertí al lector con toda mi buena intención que dedicara su tiempo a estar con los amigos, a tomar una cerveza o a leer un libro antes que ver esa película. Si la cinta de Oleg Assadulin me pareció una muy floja muestra de cine fantástico que intentaba tomar elementos propios del cine de terror japonés, lo de Kelvin Tong y su ‘The Offering’ o ‘The Faith of Anna Waters’ según el país, son palabras mayores. Si pensaba que era imposible encontrarme tan pronto con una cinta que me aburriera mas y me gustara menos que ‘Paranormal drive’ me equivocaba… ‘The Offering’ es sin duda alguna la peor cinta de terror que he podido ver en lo que va de año y eso que he visto unas cuantas….

La película de Tong posee ciertas similitudes con la reciente y también desastrosa ‘El bosque de los suicidios’ de Jason Zada, cinta que comparada con ‘The offering’ es una obra maestra del cine del terror. Ambas películas comienzan con la desaparición o muerte de la hermana de la protagonista, lo que hará que esta tenga que viajar a Japón o a Singapur según sea el caso para intentar dar con su paradero o averiguar los motivos que llevaron a esta a suicidarse. Este punto de partida tiene otro nexo en común con la cinta de Zada y ese no es otro que la idea de presentar a dos mujeres que por un motivo u otro arrastran ciertos problemas que les impiden enfrentarse al día a día de una manera que se pueda considerar normal. En el caso de‘El bosque de los suicidios’ por culpa de un traumático suceso ocurrido hace tiempo, en el de ‘The offering’ debido a que tanto esta como su hija tienen una enfermedad degenerativa conocida con el nombre de corea de Huntington.

Cuando la sombra de la cinta de Zada deja de eclipsar a la película dirigida por Tong y el espectador piensa que esta película va a encontrar su propio camino aparece ‘The other side of the door’ (No se si os dais cuenta pero por ahora no he conseguido nombrar ni una sola buena película de terror) y al igual que ocurría en la cinta de Johannes Roberts todo en esta película parece una simple justificación para que un grupo de personas viajen a Singapur a pasárselo bien (Esperemos que las noches estuvieran llenas de fiesta y diversión… ) y ya de paso rodar algo que luego llamarán película. Ambas cintas están rodadas en un país de los que consideramos exóticos, ambas cintas sitúan gran parte de su acción en una gran mansión y ambas cintas vuelven a presentar a dos núcleos familiares formados por una mujer, un hombre y una niña que serán acosados por la presencia de lo que parece ser.. oh… sorpresa.. el fantasma de un niño (He de ser honrado, mientras en la película de Roberts estamos ante una mujer, su marido y su hija, en la de Tong estamos ante un padre, su hija y la tía de esta, pero en el fondo la forma de tratar a estos personajes es muy similar).

Hasta aquí el lector podrá pensar que estamos ante una cinta que ha cogido elementos de las películas de Zada y Roberts y que con mayor o menor acierto ha mezclado y puesto en escena con un presupuesto mucho menor. Pero hay mas problemas en ‘The offering’. El primero de ellos es que Tong no se queda solamente con la idea de mostrar a esa chica que intenta averiguar los motivos que llevaron a su hermana a suicidarse, ni con esa hija que vive con la obsesión de que su madre volverá tarde o temprano o con las tensiones familiares existentes entre ellos, si no que este intenta abarcar mas ideas de las que puede desarrollar dejando algunas de ellas mal perfiladas (Porque lo que se dice haber profundizado en ellas, nada de nada) y subtramas que no solo no aportan nada (Todo el tema religioso resulta simplemente ridículo) y solo consigue que un espectador que no siga esta película con mucho interés acabe desconectando completamente de ella.

El segundo de los problemas no es otro que lo mal resueltas que están algunas de las escenas, muchas de ellas mal editadas ya que acaban de una manera torpe y brusca. Ningún espectador podrá sentir miedo, temor o nada parecido al ver esta película y cuando alguien se acerca a una cinta como esta lo que quiere es asustarse, pasarlo mal por que lo que ve le da miedo no vergüenza ajena. Sirva de ejemplo la escena que abre esta película.

Y el tercero es la torpeza de Tong a la hora de crear unos personajes creíbles y con fuerza (Ese cura experto en informática obsesionado con varios ataques informáticos a web de iglesias pasará a los anales de la historia del cine) lo que sumado a lo horrible de algunas interpretaciones (Lo de la joven Adina Herz es absolutamente increíble y esta nos deja una parte final que justificaría que un juez le impusiera una orden de alejamiento que le impidiera acercarse a una cámara durante el resto de su vida) y a algunas ridículas reacciones (En serio…solo por ver la cara de los protagonistas al mirar cierto cuadro podría intentar convenceros que de vierais esta película) consiguen que el desastre general sea épico.

Hay cintas rodadas con pocos medios y mucho esfuerzo, cintas que se saben pequeñas y que consiguen que el espectador les coja cariño y las disfrute enormemente a pesar de sus fallos. Esta claro que ‘The offering’ no es una de ellas. El espectador que llegue al final de la película observará que existen también ciertas similitudes entre esta cinta y una película japonesa que no voy a nombrar para no fastidiar el poco misterio que tiene la cinta de Tong. De lo peor que he visto este año, absolutamente prescindible.


"Stranger Things", dame un sintetizador y un póster retro, y moveré el mundo

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Nostalgia, aquella tristeza melancólica por el recuerdo de un bien perdido. Eco del pasado, mitificado por el paso del tiempo, que nos susurra al oído que tiempos pasados siempre fueron mejores. Nostalgia, bonito sentimiento, y, por lo visto, bastante rentable también, si lo aplicamos al negocio del cine. Y es que en estos tiempos modernos, en los que el género, no siempre nos da las satisfacciones de antaño, la nostalgia se ha convertido en el perfecto condensador de flujo para que la gallina de los huevos de oro se ponga a poner ídems como una condenada. ¿Y cual es la época dorada del cine fantástico? Evidentemente, los ochenta, así que no hay que tener muchas luces para saber que fecha hay que marcar en el panel del DeLorean, para madrugar nostálgico, e irse a la piltra, o al menos intentarlo, con los bolsillos llenos de reconocimiento, de dinero, o mejor aun, de ambas cosas.

El cine fantástico actual, ha sido infectado por el virus de los ochenta, donde lo retro parece marcar tendencia y donde el uso de determinada estética, se ha convertido en el mejor de los parapetos, ante posibles inclemencias. No es raro por tanto, aprovechando de paso la particular naturaleza mitómana del aficionado al género, que en estos últimos tiempos hayan proliferado de manera exponencial, títulos que o bien homenajean el cine de los ochenta, o directamente, intentan emularlo. La lista es muy larga así que me la voy a ahorrar, amén de que estoy seguro de que todos la tenéis en la cabeza, pero valga como buen ejemplo ilustrador de esta fiebre, el “Turbo Kid” de los Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, cinta que sin pasar de simpática, parece haber sido elevada por muchos (ganando incluso algún que otro galardón festivalero), a la categoría de culto moderno. Desproporcionado, y lo dice alguien que adora el cine ochentero sobre todo lo demás.

“Stranger Things”, nueva serie original de Netflix, se mueve dentro de estos parámetros, al menos, en apariencia y como no podía ser de otra forma, ya hay toda una multitud de aficionados gritando a los cuatro vientos en las puertas del cielo, consignas románticas y declaraciones de amor eterno a la que parece ser la chica de sus vidas. Insisto, como suele ocurrir en el mundillo, desproporcionado. Pero la fiebre de “Stranger Things”, otra más, ha llegado, lo ha hecho para quedarse y sin duda, se ha extendido cual desgarradora peste negra sobre la vieja y agonizante Europa, convirtiendo los interesantes y disfrutables ocho capítulos que componen esta primera temporada, en todo un fenómeno pop.

Servidor recibía la serie con moderado escepticismo, y eso, que el sello Netflix, se ha convertido en muy poco tiempo, en sinónimo de calidad. No era por ahí por donde veían mis potenciales dudas, más bien estas se cimentaban en aquellos que están al frente del proyecto, para ser concreto, en sus creadores, los denominados The Duffer Brothers (dirigen también buena parte de los episodios), quienes ya habían firmado recientemente la simplona y regulera “Hidden: Terror en Kingsville”, la cual todo sea dicho y por algún extraño motivo que a día de hoy, sigo sin comprender, parece ser que gustó bastante a más de uno, pese a la mediocridad del producto.

Y aunque es cierto que “Stranger Things”, comparte alguna de las miserias de aquella, no cabe duda de que nos encontramos ante una nueva interesante propuesta de Netflix, que no será con este pedacito de fantástico noventero con estética ochentera, con quien baje un ápice el listón exhibido hasta la fecha. Y es que “Stranger Things”, exageraciones e hipérboles a parte, es una entretenida, simpática y disfrutable serie fantástica, que pese a no llegar al nivel de otras propuestas de Netflix, como pueda ser la del diablo rojo, vuelve a poner de manifiesto la buena salud del género en la pequeña pantalla con un producto impecable a nivel técnico, que hará las delicias tanto de nostálgicos empedernidos, como de aquellos que gusten disfrutar del género en su formato televisivo.

“Stranger Things” aboga una vez más, por tirar de estética ochentera. La banda sonora a base de sintetizadores (muy bien parida, por cierto, dejando claro que en ocasiones, no hace falta tocar muchas teclas para dar con la combinación acertada), la ambientación de la época, y la presencia de un grupo de adolescentes al frente de las operaciones, delatan las intenciones del show desde el minuto uno, al menos, a nivel formal. Y es que pese a las apariencias, la serie no tiene tanto que ver con el cine gamberro de aventuras al que de entrada parece intentar homenajear o emular, por más que lo primero que a uno le pueda venir a la cabeza tras ver sus compases iniciales, seas aquella estupenda “Una Pandilla Alucinante” (“The Monster Squad”, Fred Dekker, 1987). Con algo más de paciencia, saldrán a la luz las que realmente son las raíces del show, “It”. La novela de Stephen King, que ya tuvo su propia adaptación televisiva en 1990 de la mano de Tommy Lee Wallace (y que tendrá remake en breve), es la principal fuente de la que bebe “Strange Things”. De hecho, si dejamos de lado la estética, podríamos estar ante la típica adaptación para la televisión de la obra de King (claras son también, las reminiscencias a “El Cazador de Sueños”), con un mejor empaque del habitual, eso si.

De todas formas, si nos ponemos a buscar referencias, esta vez no nos acabaríamos la tarta, pues “Strange Things” es una referencia constante al género, por ello, los que estén un poco versados en la materia, sabrán sacarle bastante más jugo que el gran público en general, que apenas se quedará en la superficie de un producto que sin duda transportará a más de uno, ni más ni menos, que al lugar que promete, por más que otros tantos, descubrirán más pronto que tarde, que poco hay en “Strange Things” de aquellas viejas cintas gamberras de los ochenta, o al menos, lo que hay, queda sepultado bajo los cimientos del fantástico de los noventa, con King como mayor exponente, en un relato pero, que se aleja del terror clásico a pasos casi tan agigantados como lo hace de las aventuras para toda la familia de aquellos entrañables títulos de antaño, situando al show en una pantanosa tierra de nadie con excesivo regustillo a melodrama, que puede terminar dejando insatisfechos a aquellos que busquen algo más que la simple estética resultona.

Estamos ante una historia plagada de tópicos (jóvenes marginales, familias desestructuradas, traumas del pasado, experimentos científicos, horrores del comunismo...), simple y ya con bastante kilometraje en el maltrecho motor, que pese a todo, aun anda. Tampoco destaca por su capacidad de sorprender al espectador, algo que suele verse habitualmente en las series de género actuales (al menos, en las buenas). En este sentido, “Strange Things” se encuentra algún escalón por debajo de varios de sus parientes, lo que puede significar otro handicap añadido para los más habidos a las emociones fuertes y conducciones temerarias. La cartas se ponen sobre la mesa de inicio y a partir de ahí, el desarrollo apenas depara sorpresas remarcables, quizás en los últimos minutos, donde se deja la puerta abierta de par en par a una segunda temporada, es donde encontramos de lo poquito inesperado del show.

Dicho lo cual, es imposible poner en duda la calidad de la serie y el éxito asegurado de la misma, viendo la gran aceptación que tiene hoy entre los aficionados, este tipo de productos. Yo, como amante enfermizo de los ochenta a nivel artístico, me voy satisfecho, aunque con una sensación un tanto agridulce, pues quizás, me esperaba una serie ochentera que fuera mucho más allá de la mera estética y que tuviera bastante más que ver con todo aquello que me adoctrinó como cinéfilo. “Strangte Things” engancha, no sorprende, pero consigue mantener el interés del espectador, pese a la falta de pegada y esa sensación tan decepcionante de no llegar a explotar todo el potencial disponible en ningún momento, al menos, en esa clave retro que se nos ha querido vender.

Lo mejor: La estética, la banda sonora y las mil y una referencias y guiños al género con las que uno puede llegar a tropezarse por metro cuadrado.

Lo peor: La historia es previsible y la vertiente dramática, termina acaparando mucho más protagonismo del que debiera, dejando al terror y a las aventuras en un modesto segundo plano. Algunos efectos especiales (pese a las grandes “influencias” del gran Guillermo Del Toro), tampoco están a la altura de la gran ambientación.

Lo más peor: El doblaje al español de los niños, es terrorismo en estado puro. Difícilmente se puede hacer peor.



"Sitges 2016", un vistazo a las nuevas confirmaciones

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Sitges 2016 se llenará del cine de género más actual e innovador 

Las últimas incorporaciones a la programación incluyen films que señalan las nuevas tendencias del fantástico 

La 49ª edición del Sitges - Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya sigue sumando títulos. El director del certamen, Ángel Sala, anunció ayer algunas de las nuevas incorporaciones en Sitges 2016 en una charla mantenida con el público en la Fábrica Moritz de Barcelona. Films de terror, acción y thrillers recién salidos del horno se añaden a la programación, en una edición marcada por el 50 aniversario de Star Trek.

El cine asiático sigue dando alegrías a los amantes del género con las confirmaciones en Sitges 2016 de cuatro films procedentes de Japón, Corea y China. El primero de ellos es Creepy, un thriller psicológico dirigido por el nipón Kiyoshi Kurosawa, un habitual del Festival con filmes como Journey to the Shore, Cure o Seventh Code. Un policía retirado vuelve a la investigación cuando un ex colega le pide ayuda para resolver la desaparición de una familia. Uno de los cómics manga más violentos de la historia, Gantz, tendrá una nueva y esperada adaptación (en este caso, de la historia del arco de Osaka), que se podrá ver en Sitges bajo el título de Gantz: O, dirigida por Yasushi Kawamura utilizando la técnica de la animaci&o acute;n por ordenador. Desde Corea del Sur llega The Tunnel, de Kim Seong-Hun, la segunda película del director de A Hard Day, vista también en Sitges. Este drama de catástrofes tiene como protagonista a un hombre que queda atrapado dentro de un túnel derrumbado. En un tono completamente opuesto, el film chino The Mermaid, dirigido por Stephen Chow, es una propuesta llena de humor absurdo y delirante que ha sido récord de taquilla en su país, superando por primera vez el medio billón de dólares de recaudación. 

De Estados Unidos llega la producción de terror independiente Anguish, opera prima de Sonny Mallhi. Un film que ha sido comparado con It Follows, no por su argumento sino por su punto innovador y sofisticado, que abre nuevos caminos en el cine de género. Un drama angustioso que gira alrededor de una adolescente de dieciséis años que padece un trastorno de personalidad múltiple. También norteamericano es Rupture, un thriller de ciencia ficción dirigido por Steven Shainberg (Retrato de una obsesión) y protagonizado por Noomi Rapace, que interpreta a una madre soltera que intenta liberarse de una misteriosa organización que la tiene secuestrada. 

Más terror psicológico con la británica The Autopsy of Jane Doe, dirigida por André Øvredal, director noruego que presentó Troll Hunter en Sitges 2011. Dos médicos forenses –padre e hijo, interpretados respectivamente por Brian Cox y Emile Hirsch– reciben el cuerpo de una joven que ha sido asesinada en circunstancias desconocidas. Durante la investigación descubrirán indicios cada vez más extraños, que los conducirán a conocer terribles secretos. 

Por último, y directa desde la Quincena de Realizadores de Cannes, se confirma Psycho Raman, la cinta india de Anurag Kashyap que sigue la vida del serial killer Ramanna en el Bombay de hoy en día, inspirado por el asesino real de la década de los sesenta, Raman Raghav. Un policía adicto a las drogas investiga el caso. 

Sitges 2016 –una edición centrada en el 50 aniversario de la saga Star Trek– ya ha anunciado algunos de sus principales premiados: el veterano actor Max von Sydow recibirá el Gran Premio Honorífico; Bruce Campbell, Paul Schrader, Walter Koenig y Barbara Crampton serán reconocidos con el premio Màquina del Temps, y Dolph Lundgren con la María Honorífica. Entre las películas más esperadas que llenarán la parrilla destacan 31, de Rob Zombie, que visitará Sitges con Sheri Moon Zombie; The Neon Demon, de Nicolas Winding Refn; The Girl with All the Gifts, de Colm McCarthy; The Handmaiden, de Park Chan-wook;Proyecto Lázaro, de Mateo Gil; Tenemos la carne, de Emiliano Rocha, o Hell or High Water, de David Mackenzie, entre más de cuarenta títulos ya anunciados.

Crítica: The Priests

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Para empezar, el corte y pega. Y digo ‘corte y pega’ no porque esté perpetrando un refrito de otra reseña sino porque, por esa misma razón, el discurso es tan tópico en los últimos meses –casi par de años- que podría utilizarlo para cualquier otro título de idéntica temática. Y es que ahí está el problema: la temática.

Tardó en llegar, pero llegó. En la última década, con esa… “repentina” desaparición de la originalidad en la industria cinematográfica, el género del terror no se quedó al margen. Lógicamente, atendiendo a unas historias y sobre todo público –que se dé por aludido el que quiera…- a merced de las modas, el género fue más sensible si cabe y así fueron –y lamentablemente aún lo son- innumerables los found-footages que nos llevaron a través de sanatorios, escuelas, cárceles y hasta puti-clubs malditos donde los fantasmas campaban a sus anchas. A estos les siguieron los resurgidos –nunca mejor dicho- zombies, y ahora estamos en plena fiebre de poseídos. Y cómo será la cosa de cansina para que, siendo mi temática favorita dentro del género, esté ya un poco harto.

Sin embargo, la falta de originalidad no es un mal únicamente localizado en Hollywood u occidente. La escasez de ideas y, por consiguiente, el abuso de planteamientos y tendencias se convirtió en una pandemia sin importar fronteras y continentes. Corea del sur, quizás uno de los países asiáticos más influenciados a nivel cinematográfico por occidente, no fue menos y pronto surgió esta producción que lejos de resignarse a convertirse en un árbol anónimo más dentro del frondoso bosque del género del terror, se revistió de una cierta entidad de producción de primera fila gracias a dos protagonistas contrariamente nada anónimos.

Pero antes de entrar con la pareja, un último apunte sobre su producción que puede pasarnos desapercibido dada la cercanía, o hasta conformismo, pero que puesto en contexto tiene una mayor importancia. Y es que qué esos mismos héroes de los que hablamos, pertenezcan a la religión católica, no es ninguna tontería. ¿Por qué? Pues porque para empezar Corea del sur es de mayoría budista, y para terminar porque, a pesar de ello, la iglesia católica del país tiene una vinculación “especial” –resalto el entrecomillado- con la industria del cine local: ni es extraño encontrarnos a lo largo del año media docena de documentales o biopics de figuras notables de la iglesia católica en el país situados entre las producciones más vistas de cada semana, ni en producciones aparentemente menos implicadas a protagonistas apelando sibilínamente a la fe cristiana, crucifico incluido, en lugar de encender las habituales varillas de incienso. ¿Recordáis las inversiones de las gigantes tabacaleras para que los protagonistas de las películas parezcan más sofisticados cigarro en mano? Pues lo mismo; alguno hasta diría que de distinto origen pero idéntico humo.

Y ya no son las sospechas sobre el origen de parte de su producción y su consecuente posicionamiento, es la propia corroboración desde su propio origen. Me explico. Las primeras noticias que nos llegaron de la película, dejando de lado el reencuentro de Kim Yun-Seok y Kang Dong-Won tras la exitosa “Secret reunion” –segunda película autóctona más vista del 2010- fue que “The priests” iba a ser un remake de “El exorcista”. Sin perdón: con dos cojones. Y claro, cuando uno empieza a ver la película y ve que esto no es real, puede pensar que la vinculación con la obra de Friedkin y Blatty fue simplemente una maniobra de marketing. Vamos, algo habitual y hasta a fuerza de costumbre, inofensivo. ¿Pero tras leer mi denuncia del párrafo anterior a que ya nos huele más a rancio? ¿Justificar la presencia católica enmascarándola bajo un falso pretexto a que ya no suena tan sano? Y es que el plumero se ve a la legua, principalmente por querer mostrarnos a unos sacerdotes ‘cools’ a tono con la imagen a veces frívola que da el propio país.

Solo hay que ver cómo se nos presenta al personaje interpretado por Kang Dong-Won con una melodía de fondo que nos recuerda a cierto agente secreto británico… ¿Estamos de coña, no? Pues no. La música es en parte culpable de que la producción tenga una apariencia muy alejada de la que debería tener tanto por género como por esas expectativas que nos habían infundido.

Kim Tae Sung, compositor de la Banda Sonora, acomete su primera producción ‘de género’ tras pasar por una serie de films más intimistas, casi de autor, por lo que parecía que esta podría ser su puerta hacia el cine más comercial. Y a priori se nos antoja que se ha quedado corto. Los temas -los que se escuchan en la película, otra cosa son los que componen la edición de la Banda sonora- son una mezcla del ¡oh, qué casualidad! “Tubular bells” de Oldfield y del Argento compositor. Y esto se podría decir que hasta no es malo, pero cuando uno empieza a ser consciente de que las melodías son utilizadas para darle una apariencia videoclipera –ver la escena de los inciensarios- pues como que uno termina por tirar la toalla. Y digo ‘tirar la toalla’ porque ya veníamos de unos minutos –vale, más de una hora- donde cada espectador ya había asumido que “The priests” como película de terror es un fracaso absoluto.

Los primeros 60 minutos, dejando de lado esa presentación del joven diácono, es un drama con mucho parloteo y burocracia eclesiástica. Vamos, que de exorcismos no veremos ni uno. Es lógico que se nos justifique las motivaciones de unos y otros e incluso sus fobias para revestirlos mejor de una imagen humana y bla, bla, bla… pero señores, esto se suponía que era un film de terror. Aunque bien mirado, da miedo, pero de lo aburrido que puede llegar a ser.

La segunda parte, cuando damos paso ya al exorcismo que nos han hecho hasta anhelar, nos encontramos por un lado con los tópicos de siempre, y por otro, una serie de pintorescas ocurrencias que se pasan el manual del exorcismo por el forro de… las casullas. Me gustaría saber qué pensaría José Antonio Fortea, toda una eminencia en el campo de la demonología en nuestro país. Ni qué decir que alguien debería haberse leído su “Summa Daemoniaca”. Pero dejémonos de divagaciones y concretemos, que tiene su miga.

Sobre los tópicos, cualquiera se los puede imaginar y más, como decía al principio, inmersos en esta vorágine de poseíd@s cinematográficos. Desde posiciones corporales imposibles de la antagonista hasta manifestaciones diabólicas en forma de plagas de cucarachas pasando por los no menos esperados exabruptos y mentiras varias. Pero sin pasarse; al igual que el tono general de la película parece que se han auto-impuesto un límite con tal de no restringir el acceso de todo tipo de público, en especial el joven teniendo a Dong-Won como reclamo principal. Así es que además de nada nuevo, nada particularmente espectacular.

Sobre las ‘pintorescas ocurrencias’ que comentaba dos párrafos más arriba, sin destripar nada, decir que eso de las… transmutaciones suena un poco a chino. O a coreano en este caso. Y lo peor ya no es la falta de rigor sino la puesta en escena. Hay escenas tan ridículas que, hablando en clave, uno creerá estar viendo un cross-over entre “Ranma ½” y “Tu madre se ha comido a mi… ¡cerdo!”. Solo se justifica por esa brutal escena automovilística que provoca otra vez un salto de género pasando al de la acción, terreno por donde sí que se mueve su realizador como pez en el agua. Y ya no digo nada del milagroso desenlace…

Por último mencionar que los actores están bien, aunque se nos antoja excesivo premio a Park So-Dam como “Mejor actriz debutante” en los Baeksang Arts Awards, uno de los más importantes del país, por su papel de poseída. Una, porque tampoco tiene tanto protagonismo, dos porque tampoco debutaba y tres, porque bajo mi punto de vista, lo ofrecido no destaca en nada de lo visto una y mil veces en otros tantos intérpretes.

Resumiendo, “The priests” como film de terror resulta fallido y poco recomendable, pero como producto destinado al entretenimiento se salva del suspenso por la habitual excelencia técnica de la cinematografía del país y algunas –pocas- escenas estilizadas.


"Sitges 2016", ya a la venta los abonos y packs

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Sitges 2016 pone a la venta los abonos y packs para la 49ª edición 

Las principales novedades de este año son los abonos Auditorio Parte I y Parte II, nuevos packs y la venta de entradas para las galas de inauguración y clausura 

Ya se ha iniciado la venta de los abonos para la próxima edición del Sitges – Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya. El Festival vuelve a poner a disposición del público los pases habituales que mantienen los mismos precios que la edición anterior. Es el caso del Abono Matinée (99 euros) válido para acceder a todas las sesiones del Auditori de la mañana hasta las 15 horas, el Abono Butaca VIP Auditori (350 euros) y el Abono Butaca VIP Retiro (275 euros), que dan acceso a todas las sesiones en el Auditori o en el Retiro, respectivamente, con asiento reservado en la mejor zona. 

El Abono Auditori Completo (250 euros) renueva las condiciones de anteriores ediciones, con acceso a todas las sesiones del Auditori durante el Festival y presenta nuevas opciones. Este año se han creado los nuevos abonos Auditori Parte I (160 euros) y Auditori Parte II (130 euros), que permiten acceder a todas las sesiones del Auditori del 7 al 12 de octubre y del 12 al 16 de octubre, respectivamente. 

Todos los abonos dan acceso al periodo de preventa, se pueden adquirir hasta el 2 de octubre y no incluyen las Maratones del 16 de octubre ni las sesiones de inauguración y de clausura (a excepción de los abonos Butaca VIP). Como novedad, las entradas para las galas de inauguración y clausura también se pueden adquirir "a ciegas" el mismo día 21 de julio. 

Esta edición presenta el nuevo Ticket Extra (9 euros), y versiones mucho más flexibles de los packs de entradas de años anteriores como el Pack Fan 10 (85 euros), el Pack Súper Fan 20 (150 euros) y el Pack de Culto 30 (215 euros). Estos pases permiten canjear entradas a escoger entre las sesiones de tarifa regular, Despertador, Sitges Classics, sesiones de cortos, 3D, maratones y programas dobles, y también dan acceso a la preventa. 

Además de estas opciones, el Festival vuelve a poner a la venta el Pack Anima't, que da derecho a cuatro sesiones diferentes de la sección Anima't, incluidas las sesiones Anima't Curts y 3D. Consulta toda la información aquí.

Crítica: Rabia

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Sentir odio, sentir amor, sentir que el tiempo se te escapa entre las manos, sentir impotencia, sentir injusticia, sentir rabia... ¿habéis sentido rabia, verdad? Espero que la rabia que sentís esté justificada, que sea algo visceral que os queme por dentro cuando ocurren cosas que no deberían ocurrir en este mundo, cosas que sólo deberían ocurrir en la ficción pero nunca a nuestro alrededor. Y digo que espero que sea esa rabia la que habéis sentido, porque espero que ninguno haya sufrido la rabia física de la que un día nos habló Cronenberg y que cambió nuestra percepción de lo que significaba que una atractiva mujer pegara su axila depilada a nuestro cuerpo. El aguijón, amigos, el aguijón.

En mi supervivencia dentro de el cine de terror, los clásicos tienen un papel definitivo y el padre de la nueva carne tenía que tener un puesto de relevancia. Era necesario recordarle de atrás hacia adelante y para ello "Rabia" era imperativo. Los que conozcan bien a este director, los que han desayunado, comido y cenado con él porque han disfrutado de sus obras a diferentes horas, conocerán su capacidad para crear mundos complejos , pensamientos subatómicos irrefutables (por inentendibles), conocerán su maravillosa obsesión por la mutación o bien genéticamente manipulada (¡claro que pienso en "La Mosca"! ), o bien ensamblada (¡claro que pienso en "Crash" y en "Videodrome"!) intentado explorar la capacidad del ser humano para ser otra cosa, su fijación con el crossover humano-animal y el oxígeno que a él le supone la inmensa complicidad con el espectador para ir desentramando y asimilando, con la rapidez del lenguaje verbal, un guión a veces tan brillante como intrascendente (¡claro que estoy pensando en "Cosmopolis"!).

Ahora, nos retrotraemos al año 1977 y la historia se muestra menos compleja en apariencia, pero por incapacidad de un guión a medias que pide a gritos una explicación del génesis de la historia y que se empeña en negarnos tal placer en pos de un desarrollo más elaborado respecto a la consecuencia de algo o bien desconocido, o torpemente explicado y mal interpretado por el espectador. El libreto está firmado por el mismo Cronenberg, a quien yo suelo aplaudir mucho en estas lides, pero en esta ocasión no puedo dejar de pedirle que lo complete, porque claramente no está bien desarrollado.

El caso es que "Rabia" provoca la sensación de que algo se queda a medias, que la nueva carne no termina de manifestar todo su potencial, ya que yo la entiendo como la destrucción de un individuo para generar otro totalmente distinto con el que comulga y contra el que a veces lucha por el control, pero en "Rabia" es el contagio, que es lo que realmente importa, el virus es la excusa para contar algo que nunca se cuenta, que es la realidad de que un híbrido de piel viva y piel necrosada pueda desembocar, sin lógica alguna en una mutación de la que constantemente esperamos algo distinto y no un mero transmisor de una infección virulenta o de un contagio epidémico, que es lo que realmente da sentido a "Rabia", pero que no tiene sentido alguno con la historia principal de Rose, esa atractiva rubia magnética y letal que Cronenberg encumbró al Olimpo de las femme fatale.

El hecho de que seas el creador de una tendencia, de un estilo, de una forma de entender el cine, no significa que necesariamente tengas que plasmarlo en todas tus películas, sobre todo cuando esas películas no lo requieren, y desde luego, desde mi punto de vista, "Rabia" no pide nueva carne, "Rabia" lo que pide es más brutalidad en la expansión del virus, mayores efectos devastadores del contagio y más virulencia al mostrar las agresiones de los infectados, más efectos especiales y no tanta duda existencial y dilema entre lo humano y lo animal de la protagonista.

Lo que también es innegable es que "Rabia" funciona, porque no cabe duda de que Cronenbeg sabe rodar, que ha sabido hacerlo desde siempre, que en todos los momentos de su carrera ha habido una irreverencia latente que persigue el dilema, que pretende que busquemos la parte oculta del ser humano, tanto en su forma de actuar como de una forma física, y que siempre lo suele conseguir. Para ello, siempre se ha nutrido de grandes protagonistas y no es "Rabia" la excepción a esta regla, pues la pornostar Marilyn Chambers tenía un atractivo tan animal que la hacía perfecta poseedora del aguijón. No puedo decir lo mismo de su compañero de baile Frank Moore, quien lejos de tener sangre en las venas, tenía una especie de horchata insípida, que le impedía reaccionar ante los acontecimiento, probablemente intimidado por su partenaire. Ellos son el ying y el yang en "Rabia", perfectos para esa dualidad de la que Cronenberg se nutre en cada película.

Está claro que Cronenberg quiso aportar su granito de arena al mundo de los infectados, que quería ser parte de ese universo en el que el infectado busca la aniquilación total de la especie humana. Eso es lo que siempre ha buscado el mundo zombie: el Apocalipsis, porque tengo claro que la mayoría de los directores de género desean mostrar de esta manera su particular visión de la extinción de la raza humana porque no tienen ninguna fe en ella, así sea pues y demos a "Rabia" el lugar que se merece dentro de este subgénero.

Como broche de oro, Cronenberg nos regala una maravillosa escena final donde demuestra todo el pesimismo que este director arrastra, donde la mueca se vuelve amarga y donde encontramos realmente la belleza de la rabia. Señores y señoras, sentir rabia es inevitable, escapar a la rabia parece que es algo imposible.

Mujeres del mundo conocido, vigilad siempre vuestras axilas cuando os depiléis. Hombres del mundo conocido, estad alerta ante cualquier aguijonazo que podáis sufrir cuando las mujeres del mundo conocido con sus perfectas axilas depiladas os abracen fuerte. Este mundo conocido depende de ello.


Crítica: Viral

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Hace mucho tiempo ya, que al cine de terror le hemos dejado de pedir buenas (o nuevas) ideas. Dicen que ya todo está inventado e igual, poniéndonos en el más pesimista de los supuestos, puede que sea cierto. Y en clave pesimista, es en la que uno suele encarar según que tipo de película, por mucho que el póster promocional intente hacernos olvidar aunque solo sea por un único instante de extrema debilidad, aquello de que no hay que juzgar nunca un libro por su portada. El problema es que la ilusión de la fachada y la magia de las falsas apariencias, puede ser y es, tan efímera como el tiempo que tarda la cruda realidad, en quitarse la careta. En este caso, noventa escasos minutos valen, para que el efecto de una bonita portada se precipite retrete abajo.

Una cosa no quita a la otra. El cartel promocional de la nueva película del tándem Henry Joost y Ariel Schuman, es espectacular. Tras terminar con ella, queda claro que las pocas buenas (o nuevas) ideas de la pareja, nacieron y murieron en el susodicho y es que detrás del sugerente afiche y del prodigiosamente original título de “Viral”, se esconde una oportunista amalgama de “influencias” (por no ser del todo mal pensado) que los directores toman prestadas sin vergüenza alguna, para escribir un nuevo (y van...) capítulo de esa interminable y repetitiva novela en la que se ha convertido el cine de infectados. Una vez leído, la sensación, por no decir, la certeza, es la de que ya lo habíamos leído antes, y además, hace bien poco y mejor escrito.

Esto nos lleva irremediablemente al tétrico, ingrato aunque parece ser que, rentable, dominio de los remakes, refritos o reinvenciones. Llámelo usted como quiera. En este caso concreto, a uno no oficial o encubierto. Y es que no hace falta indagar en exceso en la obra, para darse cuenta de que no hace tanto, los amigos Joost & Schuman, estuvieron tocándose con cierta cinta danesa de relativo éxito reciente: “What We Become”. La película, que pudo verse en la pasada edición del festival de Sitges, ofrecía una infección zombiana algo más personal de lo que suele ser habitual, y más allá de la particular forma de entender el cine de los escandinavos, centraba la infección en un pequeño barrio residencial de las afueras, haciendo hincapié en las consecuencias que esta tenía, en el seno de una familia... luego servidor tuvo la osadía de atreverse con “Fear the Walking Dead” (grave error), y al final no me quedó otra que preguntarme aquello otro de que fue antes, el huevo, o la gallina.

Que más da. El hecho es que “Viral”, carnosos labios aparte, es en esencia, la versión USA de aquella, siguiendo un patrón cuasi idéntico al utilizado por Bo Mikkelsen. Una familia, una apartada urbanización y una repentina y oportuna infección. Pero había que darle el toque personal, pensarían los autores y, al no tenerlo, pues decidieron, con dos cojones, cogerlo también prestado. Y ahí las influencias ya son a gusto del consumidor, pues hay muchas y para todos los gustos. A mi ahora, me vienen a la cabeza cosas como "Growth" (Gabriel Cowan, 2010), “The Thaw” (Mark A.Lewis, 2009), “The Strain” (Guillermo Del Toro & Chuck Hogan, 2014) o “The Bay” (Barry Levinson, 2012). Pero hay más, muchas más. Sírvase usted mismo.

Con todo esto, los directores dan forma a una película de terror de corte teenager, correcta a casi todos los niveles, pero carente de alma. Y cuando uno carece de alma... mal asunto. “Viral” es tan disfrutable como olvidable, amén de totalmente predecible y carente del menor atisbo de tensión. Como mucho, alguna secuencia relativamente asquerosilla en el supuesto, que el tema lombrices parasitarias, no forme parte de vuestra dieta habitual. Alguna que otra corrediza, algún que otro chorrete de sangre y mucho sentimentalismo fraternal made in usa, para rellenar escasa hora y media de metraje que incluso puede llegar a hacerse pesada si a uno no le van mucho este tipo de cosas entre lo tópico y lo meloso.

No hay mucho más que destacar, ni para bien ni para mal, en una película que no ofrece absolutamente nada que no hayamos visto ya antes y que si entramos en el siempre odioso terreno de las comparaciones, sale bastante perjudicada con respecto a su hermana mayor escandinava. Pues ni de lejos alcanza las cotas de credibilidad de aquella, cinta que conseguía mantenerte dentro de la historia en todo momento, gracias a su realista y fría puesta en escena y que en “Viral” ni de lejos se alcanzan, siendo un producto como digo, más destinado a un público mucho más joven y ávido de emociones que tienen más que ver con las hormonas adolescentes, que con cualquier otra cosa.

Si sigues disfrutando de este tipo de productos, “Viral” ofrece una versión teenager del cine de infectados, que casi se defeca al tiempo que se consume y que no ofrece mayor complicación para el espectador que las propias barreras que este se marque. Un producto poco arriesgado, que declina por completo correr el menor riesgo (quizás algunas ideas, daban para ello), en pos de ir directo a la yugular de un mercado asegurado de fácil desangre. Para pasar un rato decente da, ahora, pudiendo ver “What we Become”, bastante superior por más que el póster sea un rato más feo, tampoco le veo mucho sentido invertir el tiempo en la película de los Joost & Schuman, quienes viendo su hasta la fecha, mediocre filmografía, parece que no tienen nada realmente interesante que ofrecerle al género. Eso sí, de oportunismo y de visión de negocio, van sobrados.

Lo mejor: Técnicamente correcta. La retro-vanguardista banda sonora y algunos detalles interesantes en lo que respecta a los parásitos.

Lo peor: Solo se quedan en eso, en detalles, pues lejos de adentrarse en terrenos nuevos, se aboga por tirar de manual para terminar ofreciendo una simple cinta más de infectados. Habiendo visto “What We Become”, las sensaciones aun son más negativas.


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