Soy muy consciente, de que después de mi efusivo alegato realizado en la crítica de “Eat” días atrás, a “favor” de todos aquellos insensatos que se muerden las uñas y demás pellejos, puede que haya perdido alguna que otra simpatía de dicho colectivo. Bien, lo acepto. De la misma forma, acepto que ahora, entre todos aquellos que se vean identificados cuando vomite otra de mis fobias declaradas (y esta vez por partida doble), no vaya a repartir simpatías precisamente. Aviso que voy a atizar fuerte, pero eso, será tras el pertinente salto publicitario (y sí, quizás no debería ver tanto La Sexta).
Ante todo, voy a comenzar disparando con una afirmación que quizás, no vaya a pasar a los anales del populismo, pensamiento que creo haber expresado en voz alta ya en alguna otra ocasión: Stephen King es uno de los autores de terror, más sobrevalorados que me haya tirado a la cara. Se que el tipo tiene legiones de seguidores y sería de tontos dudar de su capacidad de generar volumen de negocio, pero esta gallina de los huevos de oro de porcino rostro, hace mucho tiempo ya que vive de aquellas dos o tres sonadas de flauta de su época dorada y ahora, se limita a vivir de rentas mientras sigue copulando, literariamente hablando, como un conejo. Y no seré yo quien dude de sus capacidades como escritor, pero desde luego, si pongo en entredicho y mucho, su capacidad para contar buenas historias de terror, algo que evidentemente, no sabe hacer.
Y no sabe, porque una buena historia de terror, no es como comienza, sino como acaba. Y si algo me ha quedado muy claro a lo largo de los años, tras mamarme todas y cada una de las adaptaciones cinematográficas (o televisivas) de sus obras, es que el tipo, no tiene ni repajolera idea de como cerrar un relato. No en vano, acuné en su momento el “síndrome King”, para referirme a todos aquellos autores que sufren de la misma dolencia. Por ello, no puedo decir que lo acontecido en “Cell”, nueva película de Tod Williams (quien ya había trasnochado con el género de terror en la innecesaria secuela de la innecesaria “Paranormal Activity”) y adaptación homónima de un relato de Stephen King, me haya cogido por sorpresa y por ello, pese al FABULOSO en mayúsculas, punto de partida, con uno de los prólogos más brutales y erotizantes de la temporada cinematográfica, en ningún momento caí en la precipitación de ni siquiera hacer el gesto, de bajarme la cremallera.
No detesto a King, pero desde luego, está muy lejos de ser esa deidad del terror que muchos de sus adoctrinados fans consideran. A quien si detesto, o al menos aborrezco (compadezco en algunos casos), es a toda esa gente que vive pegada a un teléfono móvil. David Cronenberg se quedó muy corto cuando parió su nueva carne si tenemos en cuenta el peso que tiene este odioso utensilio dentro de nuestra sociedad, pues más de uno estaría encantado de metérselo por el culo para poder fusionarlo con su propio organismo y poder así wasapear al tiempo que defeca. Gran parte de la sociedad se ha convertido en un ejército de zombies al servicio de la telefonía móvil, el opio del pueblo, de un pueblo incapaz ya a estas alturas de recuperar su individualidad y su espacio privado dentro en un mundo donde lo que haces no tiene sentido si no puedes contárselo o mostrárselo a los demás. Triste, muy triste.
“Cell” es en parte, una severa crítica a la extrema dependencia que tiene la sociedad actual al teléfono móvil, a esa necesidad enfermiza de estar siempre conectado con los demás y vuelve a indagar en las miserias de la pérdida de la individualidad, como ya hiciera también recientemente la interesante “The Hive”, David Yarovesky, 2015). King, como buen oportunista y analista social, se nutre de la más rabiosa actualidad para dar forma a su enésimo cuento de terror apocalíptico, a medio camino de nuevo, entre el terror, la ciencia ficción y el estudio sociológico. Para ello, vuelve a dibujar (a escribir, mejor dicho) su particular catársis a modo de laberinto de laboratorio en el que ver como se comportan las ratitas con caretas de supervivientes.
“Cell” no deja de ser una nueva cinta de terror apocalíptico donde un extraño mal transmitido por las ondas de telefonía móvil, han convertido a gran parte de la población en violentos asesinos sin razonamiento que se dedican a recorrer la tierra en manadas, en busca de todos aquellos que no hayan sido víctimas del contagio (ver también “The Signal” de David Bruckner, Dan Bush y Jacob Gentry). Es ahí donde tengo que volver a hacer mención a los fabulosos veinte minutos iniciales y es que al Cesar lo que es del Cesar y de la misma forma que King, es pésimo a la hora de desarrollar historias y cerrarlas con buenos desenlaces, es todo un maestro en el arte de atrapar al lector/espectador, con fantásticos puntos de partida. “Cell” es un espectacular ejemplo de esto, una historia fascinante en sus primeros compases que además de aterradora, pone sobre la mesa un buen puñado de interesantes conceptos, creando sin apenas despeinarse unas expectativas que a la postre, eso sí, terminan por fagocitar a la propia obra.
Pasado el habitual calentón inicial de las obras de King, “Cell” es una caída libre sin frenos plagada de variopintas influencias que no dejan de recordar a otras tantas obras del propio autor o a un buen puñado de terrores de cabecera como “La Invasión de los Ultracuerpos”, “28 Días Después”, “The Screwfly Solution” e incluso “Fantasmas de Marte”. King coge elementos de todos ellos para dar forma a su infección e infectar, valga la redundancia, las calles con ella. Unos sufridores John Cusack y Samuel L.Jackson (quien ya habían puesto carne y huesos al servicio de otra adaptación de la obra de King como fue “1408” de Mikael Hafström), junto a “La Huerfana” favorita de la audiencia, Isabelle Fuhrman, serán centro de la ira de los caprichos de King, bajo la supervisión de un Tod Williams que tira de pautas más televisivas que cinematográficas para intentar conducir la descontrolada locomotora hasta el inevitable desastre en un accidentado viaje que comienza encandilando, continua aburriendo y termina indignando.
DESASTRE mayúsculo nuevamente, en un nuevo ridículo por parte de King a la hora de intentar dar una explicación, minimamente coherente a la historia planteada. El tramo final de “Cell” es otra de esas soberanas tomaduras de pelo a las que el autor nos tiene tristemente acostumbrados, que pese a su vistosidad, no hace más que dejar bastante claro que el amigo King, no tenía ni repajolera idea, para variar, de como terminar la faena (y no es un símil taurino, pues al único bicho viviente que salvaría de una plaza de toros, es al toro. Es un símil sexual). No será el peor desenlace del año, pues ese mérito nadie se lo puede quitar a “Night Fare”, pero por ahí andará el tema.
“Cell” es por tanto un producto 100% King. En este sentido, el margen de error es escaso por no decir nulo. Quien suela disfrutar de las adaptaciones de la obra de este señor, supongo que seguirá haciéndolo aquí sin problemas, pese a la evidente pérdida de frescura de todo aquello que sale de la ya quemada (aunque amortizada) mente de este hombre. Quien sea ajeno al universo del autor y a su modus operandi, intentando disfrutar de una buena cinta de terror, ya tendrá más problemas para sacarle partido a una película que va claramente de más a menos, con un inicio fantástico, frenético e hiperviolento, un nudo aburrido, donde la acción decae en pos de la cháchara de almohada y un desenlace vergonzoso, precipitado y que no entiende ni el propio artífice de la broma.
Lo mejor: La oportuna crítica social, los primeros veinte minutos (de lo mejorcito del año), las excelentes caracterizaciones y el “juvenil look” que se marca John Cusack, quien cada día se parece más a Nicholas Cage, por cierto.
Lo peor: Como casi siempre que está King de por medio, el globo se desinfla tan o más rápido de lo que a este señor se le llenan los bolsillos.