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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Trouble Every Day

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NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE LA CONTROVERTIDA PELÍCULA DE CLAIRE DENIS, GERMEN PARA EL NUEVO CINE DE TERROR FRANCÉS


mujer ensangrentada en la cama
“En el amor hay algo extremadamente grave. Cuando uno se enamora, entiende que tiene los días contados. El amor nos recuerda, en el fondo, a la muerte”, uno puede practicar sexo alegremente y vivir experiencias, pero el amor es otra cosa. En el amor no hay nada que sea ligero”.
(Denis, 2018)


“Denis nos ofrece un retrato donde el instinto se superpone a la racionalidad y donde los personajes protagonistas se encuentran consumidos por la necesidad” 


Béatrice Dalle ensangrentada y en éxtasis
En la filmografía de Claire Denis, “Trouble Every Day” (2001) supone su primer acercamiento directo al cine de género. El gore y el thriller ayudan a la directora a construir una historia de deseo y metamorfosis. Como en “Sombre” (Grandrieux, 1998) y otras películas francesas de finales de los noventa y comienzos del nuevo siglo, las distancias, la incapacidad comunicativa y el deseo son elementos esenciales a la hora de entender el film. Así, Claire Denis disfraza de cuento de horror una alegoría sobre los problemas de pareja: la incapacidad comunicativa, la incapacidad de llegar al otro, de reconocer sus necesidades, pero también la absorción del otro, el embebimiento de la pareja hasta su anulación. 

Vincent Gallo en Trouble Every Day de Claire Denis
La película nos presenta a Shane y June, una pareja que realiza un viaje romántico hacia París. Las visiones de la pareja feliz se ven interrumpidas por la exploración de los deseos de Shane. Nos asomamos a su psique, donde fantasea con su mujer cubierta de sangre. Paralelamente, Coré vive recluida por su pareja, Leo, en una casa a las afueras de París. El personaje de Coré se nos presenta como un personaje animalizado, que solo entiende el deseo a través del consumo. Leo intenta llegar a ella, pero la relación parece destinada a convertirse en un vínculo de carcelero y recluso. El viaje realizado por Shane y June se convierte rápidamente en la búsqueda desesperada de Shane para hallar a Coré y Leo, con la intención de encontrar respuestas a la enfermedad que le atormenta y que ya ha consumido a Coré. Denis nos ofreceun retrato donde el instinto se superpone a la racionalidad y donde los personajes protagonistas se encuentran consumidos por la necesidad


“pese a pertenecer a esa tradición de films que se han ganado la etiqueta de inaccesibles y de difíciles de entender, apelan en realidad a instintos mucho más primarios que intelectuales” 


Vincent Gallo y Tricia Vessey
Claire Denis no escatima en el uso de sangre y sexo para explorar la agonía de unos personajes condenados al aislamiento, mientras que recurre a la ausencia de diálogo para expresar la incapacidad de racionalizar lo que ocurre en pantalla. Esta dicotomía entre la pulsión y el raciocinio se encuentra en el corazón de la película, que pese a pertenecer a esa tradición de films que se han ganado la etiqueta de inaccesibles y de difíciles de entender, apelan en realidad a instintos mucho más primarios que intelectuales, vinculados a corrientes como el Eurohorror, mucho más emparentados con el cine popular que con tradiciones cinematográficas más intelectuales. 

Tricia Vessey  en la bañera
En su estudio Exceeding the Limits of Representation: Screen and/as Skin in Claire Denis’s ‘Trouble Every Day’ (2001), Sebastian Scholz y Hanna Surma identifican tres modos de representación de la piel a lo largo de la historia del cine. El primero de ellos sería un uso puramente descriptivo, propio del cine más clásico, cuyo fin es dotar al espectador de información primaria sobre el personaje, como la edad, el género o la raza. El segundo de ellos correspondería al cine de Hollywood en el que la piel está “sujeta a un propósito narrativo extremo, mientras que por sí misma no sirve a ningún propósito estético ni comunicativo” En una tercera categoría, el cine cuya piel “como medio a través del cual toda lógica narrativa o significado se halla suspendido en favor a una oscilación entre la permisividad o el rechazo al tacto, el placer y el dolor”


“lleva la idea de la exploración del sexo al límite al plantear el placer sexual desde el vampirismo, como una pulsión devoradora a la vez que irrefrenable” 


Béatrice Dalle en Trouble Every Day
La piel corresponde a la última frontera y en el caso de “Trouble every day”, las pieles se acarician, se invaden, se muerden y se devoran. Son principio y fin. El relato se suspende en los encuentros entre las pieles de los protagonistas y la narrativa se detiene en favor de la experiencia háptica. La pantalla es invadida por lo sensorial, por una evocación de ese estado primario del individuo en el que los protagonistas se limitan a responder a las pulsiones. Esta fórmula se repite en “High Life” (2018), pero también podemos verla en otras películas de la directora como “Vers Mathilde” (2005). En todos ellos, la gestualidad y la corporeidad cobran un papel importante. Los cuerpos se relacionan de manera coreografiada, se expresan mediante un baile. La escena en la fuckbox de Juliette Binoche en “High Life” o la pseudo danza (o lucha coreografiada) preliminar entre Coré y Léo son solo algunos de los ejemplos de interacciones entre los cuerpos impregnados de deseo. 

“Trouble every day” lleva la idea de la exploración del sexo al límite al plantear el placer sexual desde el vampirismo, como una pulsión devoradora a la vez que irrefrenable, que lleva a la autodestrucción y que será un leit motiv recurrente en el cine de terror francés posterior.



Crítica: Saint Maud

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EL RECTOR NOS HABLA SOBRE EL ESPERADO DEBUT DE LARGO DE ROSE GLASS, ALTAS EXPECTATIVAS PARA UN SALTO DE FE... SIN RED


Póster de Saint Maud
El terror elevado no existe. Una absurda etiqueta moderna más, nacida con el único ánimo de desprestigiar algo que no gusta, ya sea porque no se entiende o porque simplemente, se sale de los rancios límites de la ortodoxia marcados a título personal a la hora de entender el género. Yo me imagino la cara de un tipo como Roman Polanski (entre otros tantos autores de la época), cineasta que tiene en su haber dos títulos de descomunal peso específico dentro de la historia del cine de terror como son “Repulsión” (1965) y “La Semilla del Diablo” (1968), al oír hablar hoy, más de cincuenta años después de dichas citas, de ese supuesto terror elevado, de existir (y visto lo visto, me temo que el debate entraría ya en terrenos teológicos), como de algo que se haya "inventado" ahora


“Saint Maud juega en las grandes ligas, no hay duda de ello. Estamos ante una película de exquisita factura técnica, de sólida estructura narrativa” 


Morfydd Clark levitando
Vivimos en una sociedad que lejos de evolucionar, se muestra cada vez menos tolerante. El cine no se ha librado de esta tendencia. Lo que a uno le gusta es siempre lo mejor y lo demás no vale absolutamente nada. Y si el erudito de turno considera que el terror debe limitarse a determinados clichés, ¿Qué diablos hace con todo lo que se sale de ahí, con todo lo que no tiene cabida dentro de su cuadrícula carcelaria? Pues eso, inventarse un cajón de sastre donde poder meterlo todo. En este caso, el terror elevado. Las etiquetas, tanto en el cine, como en demás manifestaciones artísticas, hace tiempo que dejaron de tener validez empírica para convertirse en una suerte de dogma de fe a la carta

Morfydd Clark y Jennifer Ehle
El género de terror ha sido vilipendiado durante muchos años, considerado un cine de segunda siempre a la sombra del “cine de verdad” o el “cine serio”. Esto, hoy, tan solo forma parte ya de la historia negra del séptimo arte, ya que hoy, el cine de terror, en términos de calidad, no se diferencia en nada de lo que pueda ofrecer cualquier otro género. Es entonces cuando cual siniestra paradoja, sale a relucir el siempre inoportuno fuego amigo y los supuestos aficionados al terror, se tornan en adalides de las miserias del pasado y disparan toda la artillería pesada disponible hacia un género, el fantástico, que brilla hoy con más fuerza de lo que nunca lo haya hecho. Pero no, si una película de terror es lenta, no vale, es terror elevado. Si una película de terror requiere del mínimo esfuerzo intelectual por parte del espectador, no vale, es terror elevado. Si una película posee valores técnicos y artísticos que sobresalen por encima de la vil media, por supuesto, tampoco vale, es terror elevado. Yo más bien hablaría de “idiotez elevada”. 


“una historia interesante que se sostiene por sí sola sin necesidad de excesivos alardes narrativos por un lado ni de efectismos visuales por el otro” 


Jennifer Ehle sexy en Saint Maud
Tras este ligero mini desahogo, “Saint Maud” (2019), ópera prima de la cineasta Rose Glass, quien dirige y escribe una de las propuestas más esperadas del año, tras la buena acogida cosechada en su paso por diversos festivales, incluido nuestro Sitges. En España, el hecho de ser distribuida por una productora como “A24”, gracias a la cual hemos podido disfrutar en nuestro país de algunos de los mejores chutes de terror de los últimos años como “Hereditary” (2018) y “Midsommar” (2019) de Ari Aster o “The Witch” (2015) de Robert Eggers (ambos curiosamente, señalados por la santa inquisición como perversos portadores del blasfemo estandarte del terror elevado), ha engordado las expectativas respecto al debut de largo de Glass a niveles obscenos. 

Morfydd Clark frente a un crucifijo
¿A la altura de las expectativas? Si y no. De entrada, no hay justicia alguna en valorar una película como “Saint Maud” en base a cualquier suerte de comparación con obras del calibre de las mencionadas “Hereditary” o “The Witch”. Títulos geniales que surgen muy de vez en cuando y que no deberían ser baremo de nada, tan solo un placer en el que regocijarse y una muestra en carne, piel y huesos, de que en el cine de terror no existen más límites que los autoimpuestos. Que en pleno año 2021, aquello de que ya está todo hecho, de que no hay margen para la sorpresa, no deja de ser una falacia más de las muchas que pululan por ahí. “Saint Maud” juega en las grandes ligas, no hay duda de ello. Estamos ante una película de exquisita factura técnica, de sólida estructura narrativa, bien interpretada, con algunas viñetas siniestras en lo que refiere al tratamiento de interiores absolutamente deliciosas y con un trabajo en lo sonoro, sencillamente magistral (la banda sonora compuesta por Adam Janota Bzowski es un escándalo). 


“En ningún momento Saint Maud ha conseguido perturbarme, generarme ese embriagador mal royo que por ejemplo, supuran las películas de Aster y Eggers, a pesar de algún intento facilón de jugar con lo escatológico” 


Morfydd Clark en éxtasis
El no. El no, tiene que ver más, al igual que lo que nos propone Rose Glass en su relato, con lo espiritual que con lo terrenal. Apreciando sus muchas virtudes estéticas y la buena mano de la cineasta a la hora de contar una historia interesante que se sostiene por sí sola sin necesidad de excesivos alardes narrativos por un lado ni de efectismos visuales por el otro, me ha dejado esta “Saint Maud” sensaciones un tanto descafeinadas parecidas a las que me dejara en su momento otra debutante como Natalie Erika James con su “Relic" (2020), quizás, aun de manera más acentuada. 

Jennifer Ehle en Saint Maud de Rose Glass
Cuesta conjugar la forma en la que Glass desarrolla la historia con esas sensaciones que uno esperaría encontrar en una cinta de terror. En ningún momento “Saint Maud” ha conseguido perturbarme, generarme ese embriagador mal royo que por ejemplo, supuran las películas de Aster y Eggers, a pesar de algún intento facilón de jugar con lo escatológico. El hecho de que la historia se instale en cierta convencionalidad y que la directora/guionista en ningún momento apueste por intentar ir un paso por delante del espectador a lo largo de los raquíticos 85 minutos de metraje (detalle no baladí, que ya da pistas sobre la levedad del libreto), se traducen en una experiencia previsible que se apoya en exceso en ese terror implícito siempre asociado a la religión como motor conductor con el que alimentar los mecanismos del horror, para “vender” el drama que vive Maud (una notable Morfydd Clark) en clave de género en su vertiente más primitiva. 

devota Morfydd Clark
Tampoco es “Saint Maud” una película que de para la reflexión. Es cierto que en ocasiones, juega bien con la ambigüedad, pero el truco se destapa rápido, restando fuerza a envites posteriores. La secuencia inicial, otorga luz, demasiada para el que suscribe, de lo que está por venir y Rose Glass en ningún momento hace amago de proponer traba alguna en el camino que sirva para agitar un poco la coctelera. Con todo ello, insisto en que no cabe duda de que estamos ante un título que rebosa calidad en casi todos sus apartados, que brilla más en la forma, que en el fondo, pero que se deja disfrutar a pesar de su escaso metraje y que sin duda, los amantes de la anécdota, del momento, sabrán apreciar ese destello final de mala baba, por anunciado que sea. Expectativas y etiquetas absurdas de lado, una propuesta con los suficientes elementos como para tener en consideración a Rose Glass como una de esas nuevas cineastas a las que seguirles la pista de cerca. 

Lo mejor: La banda sonora, su incuestionable “certificado de calidad” y la divertida blasfemia con la que el filme relaciona la figura de dios con la de una cucaracha. 

Lo peor: La religión da mucho miedo per se, por lo que de una película de terror con dicha temática, uno esperaría una experiencia algo más intensa. Sencilla (demasiado), perturba lo justo (poco o nada) y resulta más previsible de lo esperado.


Crítica: Knife + Heart

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MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE ESTE ÍNTIMO Y PERSONAL HOMENAJE DE YANN GONZÁLEZ AL GIALLO ITALIANO


knife+heart póster
La época de mayor esplendor del giallo fue entre finales de los sesenta y principios de los ochenta. Aunque existe un cierto consenso en considerar a “Tenebre” (Dario Argento, 1982) como la última gran obra del periodo clásico del género, lo cierto es que en años posteriores todavía se realizaron algunas películas que, si bien adoptaban determinados modismos propios de otros subgéneros como el slasher, mantuvieron mínimamente activas las constantes vitales del giallo. “Opera” (1987) o la poco conocida y subvalorada “El síndrome de Stendhal” (1997), ambas del maestro Argento, serían dos ejemplos de cintas interesantes, lamentablemente realizadas en un momento en el que los gustos de los espectadores discurrían por otros derroteros. 


“Yann González decide tirar por la tangente y, a partir de los clichés más reconocibles del género, crear una obra rabiosamente personal” 


homosexual de cuero en cabina telefónica
Dejando de lado la influencia que el género haya podido tener sobre determinados realizadores y guionistas que, ya sea por activa, pasiva o perifrástica, han utilizado modismos temáticos o estilísticos propios del giallo, son pocos los autores que han intentado coger el toro por los cuernos y abordar una lectura del género desde una perspectiva más actual

Vanesa Paradise en la discoteca
A este respecto nos gustaría destacar el trabajo que, con evidentes limitaciones presupuestarias, hacen los hermanos Onetti en títulos como “Francesca” (2015) o “Abrakadabra” (2018). En estos films los argentinos optan por una ortodoxia cartesiana sólo propia de un fan que entiende las claves del género y que es totalmente autoconsciente de que, en el fondo, está realizando un evocador y respetuoso homenaje. En una línea completamente distinta estarían los franco belgas Hélène Cattet y Bruno Forzani. Esta pareja de cineastas han logrado con “Amer” (2009) o “El extraño color de las lágrimas en tu cuerpo” (2013) llevar a cabo un ejercicio de deconstrucción del género, sólo apto para los muy cafeteros, manufacturando unas cintas experimentales en las que el fondo está completamente supeditado a la forma


“Para el autor, el amor, el romanticismo más auténtico y arrebatador no está reñido con el deseo, la libertad sexual, la poligamia y el sexo más descarnado” 


Asesino enmascarado de giallo
En medio de estas propuestas, tan lejanas en cuerpo como próximas en alma, se encontraría “Knife+Heart” (2018). En esta maravillosa rareza, su realizador Yann González decide tirar por la tangente y, a partir de los clichés más reconocibles del género, crear una obra rabiosamente personal y una de las películas más interesantes e inclasificables del panorama fantástico de los últimos años. 

Vanesa Paradise en el bosque
¿Es “Knife+Heart” un neogiallo? Si nos basamos en las palabras de su realizador, que se ha declarado así mismo como un ferviente admirador del género, la respuesta es un rotundo sí. Pero no podemos dejar que los árboles no nos deje ver el bosque. Evidentemente los referentes al giallo están ahí y son perfectamente reconocibles para cualquier aficionado medio: la estructura, la utilización estética y narrativa del color, la elección de los encuadres, un uso de la música más evocador que narrativo, la importancia de la mirada, determinados tics argumentales... Todo ello está presente de una forma autoconsciente. Pero lo interesante es que sobre esta base, el director articula una cinta que trasciende los convencionalismos del género para devenir en un constructo cinematográfico en el que cohabitan varias capas de profundidad con las que, a gusto del consumidor, cada uno puede quedarse. 

Así, unos la pueden ver como una simple marcianada; otros como una película de terror LGTBI (nada que ver con el cine de David DeCoteau, of course); los de más allá como una modernización del giallo a manos de alguien que entiende los cánones estéticos del género; los de más acá como un potaje lleno de referencias cinéfilas (les aseguro que la de “Cruising” (1980) de William Friendkin del inicio no es ni mucho menos la única); y algunos como una obra rabiosamente personal en la que bajo el aparente halo de simplicidad de una película de terror, se esconde un discurso mucho más estructurado y complejo.

Vanesa Paradise en Knife+Heart de yann González
Ya en su ópera prima “Encuentros de medianoche” (una película que se aleja mucho del género que tratamos en el blog pero que recomiendo encarecidamente) Yann González nos daba pistas sobre cuáles eran sus intereses temáticos. Para el autor, el amor, el romanticismo más auténtico y arrebatador no está reñido con el deseo, la libertad sexual, la poligamia y el sexo más descarnado. Y es la búsqueda de todo ello, la contradicción que en sí mismo supone aunar ambos conceptos, lo que define a todos sus personajes. Y esa es precisamente la idea que, por encima de todos los elementos terroríficos, homenajes más o menos evidentes al género, ejercicios estilísticos y metareferencias, prima en el discurso de “Knife+Heart”. A este respecto, la secuencia en la que Loïs, la montadora, observa sobre los fotogramas del rostro del actor recientemente asesinado las palabras "me estas matando" es harto significativa. Es ese el momento central de la película, el instante en el que el amor, la desesperación y la muerte física y emocional se dan la mano. Es bonito, es tierno, es triste… pero a la vez es terriblemente siniestro y descorazonador. 


“si el Fassbinder de la última época hubiera hecho algún día un giallo (o Almodóvar se animara alguna vez a hacerlo) hubiera salido algo muy parecido a Knife+Heart” 


fiesta homosexual
La muerte en la película está indisociablemente unida al sexo y al amor. La propia génesis del asesino enmascarado es una mezcla entre ambos conceptos: la representación justa de como el eros puede conducir al thanatos y viceversa. Guy, nombre nada casual, mata porqué ha olvidado que es amar y además lo hace con un arma que combina a la perfección sexo y muerte. Su incapacidad de amar es directamente proporcional a su ira; su dolorosa perdida la compensa con muerte y violencia. Pero este no es el único momento en que el amor/sexo y la muerte se dan la mano. La representación del cabaret del bar de lesbianas (un homenaje nada disimulado a “Miss muerte” de Jesús Franco), la temática de las películas que rueda Anne o todo el final que se desarrolla en el cine porno son una buena muestra de ello. Eso sin olvidar la figura de los pájaros que, como elemento metafórico, refuerzan la idea central del film y le dan sentido a la trama

Vanesa Paradise de cuero negro
Y sí, no hay nada nuevo en decir que el amor, el deseo y la muerte son temas recurrentes dentro del giallo. Pero lo interesante de “Knife+Heart”, es que el realizador tiene la habilidad de jugar con los referentes formales del género, sin por ello renunciar a un discurso mucho más sensorial y metafórico. Porque, seamos sinceros, si nos ponemos canónicos con el guion veremos que tiene unas costuras más que evidentes. Ni la ambientación se corresponde, más allá de los elementos tecnológicos, a la época en la que está enmarcada (1979), ni los personajes actúan de un modo coherente ni el porno francés de la época era así de naif. Pero, sinceramente, creo que lo que en el fondo le interesa a Yann González es usar aquellos films impresos en su memoria cinéfila para reinterpretarlos y ofrecer a los espectadores un discurso plenamente coherente con sus intereses como cineasta. Estoy seguro que si el Fassbinder de la última época hubiera hecho algún día un giallo (o Almodóvar se animara alguna vez a hacerlo) hubiera salido algo muy parecido a “Knife+Heart”

No quiero acabar sin dejar de destacar la extraordinaria banda sonora de M83, la intensísima interpretación de Vanesa Paradise y el brutal trabajo de fotografía de Simon de Beaufils jugando con los colores, las texturas y los formatos. Sencillamente brillante.

Crítica: Koko-di Koko-da

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ANDREA CATÁSTROFE NOS HABLA SOBRE EL INCLASIFICABLE Y PERTURBADOR RELATO SALIDO DE LA MENTE DEL SUECO JOHANNES NYHOLM


Koko-di Koko-da póster
Resiliencia... En esta última década se han puesto de moda algunas acepciones, menciono esto por mero capricho, y es que no puedo dejar de vincular la palabra “resiliencia” con “moda”, así como lo son “sostenible”, “tóxico”, “sororidad”, “empoderamiento”, “responsabilidad afectiva”, “deconstrucción”, “lenguaje inclusivo”, etc.., etc... en fin, las modas vienen y van, y las palabras son sólo eso, más allá de las palabras lo que realmente importa es la acción. Es donde la resiliencia juega un rol fundamental, no sólo en este tiempo de crisis global sino en la intimidad de nuestra individualidad. Como Boris Cyrulnik decía: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional


“Nyholm opta por el folclore nórdico para ilustrar una verdad que se debate entre lo real y lo imaginario, sólo que esta vez, de una forma prácticamente indistinguible” 


procesión por el bosque con perro muerto
El dolor es necesario y su valor de supervivencia es incuestionable, pero no es tan simple, porque existe el dolor físico y el dolor emocional, y éste es omnipresente, estremecedor, imposible de escapar, y la única opción es resistir hasta lograr las paces con nosotros mismos, aunque duela. Vulnerabilidad y resiliencia, son los elementos que oscilan muy en el fondo (todo esto que vengo escribiendo) en este segundo y último largometraje del sueco Johannes Nyholm, una pesadilla dantesca que desde un punto de vista muy particular nos recordará el cine de David Lynch, al clásico de Harold Ramis, “Groundhog Day” (1993) y por qué no, a la serie “Russian Doll” (2019). 

caja de música bonita
Similar a su primera película “The Giant” (2016), Nyholm opta por el folclore nórdico para ilustrar una verdad que se debate entre lo real y lo imaginario, sólo que esta vez, de una forma prácticamente indistinguible. Así es como “Koko-di Koko-da” (2019) hace alusión a una vieja canción infantil (tal vez rusa, tal vez francesa), silbada y coreada con perversidad por su excéntrico trío de villanos, capitaneados por un anciano vestido de un blanco impecable, la película inicia y los vemos desfilar en el bosque llevando a cuestas, como si de una alegre caravana en luto se tratase, un perro muerto en brazos. Se corta la escena, inmediatamente conoceremos a las víctimas de esta tragedia: Tobias y Elin, maquillados como conejos festejan el octavo cumpleaños de su hija, hasta que para sorpresa de Elin, los mariscos le han ocasionado una fuerte alergia obligándolos a pasar el resto del día en el hospital, ¿Pero qué más da el lugar cuando una familia está unida? Después de un rápido debate sobre en qué idioma cantarle las mañanitas a su hija, cantan al unísono, sólo para descubrir que no se mueve, ha muerto sin que ellos se percataran


“Koko-di Koko-da es sinónimo de desconcierto. Una película que antepone a la coherencia o al contexto, el análisis de la psique del matrimonio en duelo” 


hombre aterrado en tienda de campaña
Tres años más tarde, aún con el dolor en sus corazones y su matrimonio claramente fracturado, deciden salir de campamento en honor al aniversario luctuoso de su hija. Durante el camino hacen una breve parada en el bosque, sólo para verse inmersos en un interminable bucle de humillación y tortura a manos de, nada menos que el trío que vimos apenas iniciando la película. El abuso y la crueldad no se hacen esperar. Ya sea con una pistola, un cuchillo o las fauces de un perro, morirán inevitablemente una y otra vez, a la espera de saber, tanto ellos como nosotros: ¿Qué y por qué está pasando? 

“Koko-di Koko-da” es sinónimo de desconcierto. Una película que antepone a la coherencia o al contexto, el análisis de la psique del matrimonio en duelo, jamás en paz, siempre cargado de mezquindad, cobardía, culpabilidad y sufrimiento, e ahí su condena, sentenciado a cometer el mismo error. Castigados con frialdad por sus festivos verdugos. 


“Un titulo más conceptual que sustancial, lleno de simbolismos. Que al final me parece funciona más como experiencia surrealista que como un drama, una tragedia o propiamente una película de terror”


familia disfrazada de conejos
Nyholm consigue converger en un mismo punto, el de la angustia, todos sus elementos. Desde la caracterización de sus personajes (es fantástica la malevolencia del trio de villanos), la melodía infantil que les precede o puntos clave como los estallidos de histeria entre el matrimonio; a aspectos técnicos como la fotografía del también director de cine Johan Lundborg y Höiem-Flyckt, generalmente cercana al documental, y como un recurso de la fatalidad, el distanciamiento focal en cada toma al final del bucle. Otro aspecto son los conmovedores (y tenebrosos) interludios del teatro de sombras, ése es uno de mis detalles favoritos, el melodrama de estos conejos, no tanto por lo que representa sino por su mismo arte

conejitos de animación
Un titulo más conceptual que sustancial, lleno de simbolismos. Que al final me parece funciona más como experiencia surrealista que como un drama, una tragedia o propiamente una película de terror (la cual pudo haber sido forjada fácilmente si fuera el interés de su director y guionista). Todo se reduce a la idea de que, es imposible escapar del dolor, el cual claramente puede matar en vida a quien lo padece, esa suerte de ensayo y error a base de voluntad, en pos de romper el bucle, pese a la furia y la desesperanza. Quizá bajo esta idea: el horror y sus metáforas, podamos emparentar lejanamente a “Koko-di Koko-da” con “The Babadook” (2014). Para terminar, dato curioso e irrelevante: Peter Belli quien hace del anciano Mog, entre los años 60s y 70s tuvo su mayor éxito en Alemania como cantante de rock y schlager (montones de discos tiene)... le di una escuchada en spotify y no me explico el éxito, no es lo mío, pero ahí está. ¡En fin! 

Lo mejor: Su atmósfera y por supuesto, el teatro de sombras. 

Lo peor: Habrá a quien le parezca repetitiva y en consecuencia, excesivamente pasiva.


Crítica: La Posesión de Mary

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DONNIE NOS HABLA SOBRE LA CHUNGA TRAVESÍA EN ALTA MAR DE UN GARY OLDMAN QUE NO SABE DONDE SE HA METIDO


Es leve. Tanto que su existencia casi nos es indiferente. Se estrenó en cines, al menos en España, el verano después del confinamiento y pasó con más pena que gloria, algo que creo que salvo alguna honrosa excepción es la tónica de las películas que llegan a la gran pantallaúltimamente. 'La posesión de Mary' no pasa de ser una anécdota con un gran reparto, pero una anécdota. Es como si por momentos nos encontráramos ante un episodio de una irregular serie de televisión centrada en el terror y los fenómenos paranormales y que sirve para que grandes actores se embolsen un buen dinero por actuaciones en las que no se tienen que esforzar demasiado. Puede que sorprendan estas palabras con la puntuación que le he dado a esta película, pero es que 'La posesión de Mary' (2019) es una cinta que vi bien, que no me aportó demasiado pero que tampoco me dejó la sensación de haber perdido un tiempo valioso en mi vida. Puede que el estar medio confinado hace que no valore como antes el tiempo libre que tengo y eso nuble mi juicio. En definitiva, la vi, me entretuvo más o menos, y estoy en proceso de olvidarla. Se queda a medias de todo, un poco en tierra de nadie. Como mi puntuación. 


“A poco que hayamos visto o leído historias similares, la de esta película nos la sabemos desde el principio” 


Gary Oldman y Emily Mortimer en familia
La fascinación de David por un barco que tiene una antigua estatua de madera hará que este se hipoteque para hacerse con él. Da igual la leyenda acerca del barco que varias veces ha sido encontrado en alta mar sin tripulación sin saber que ha sido de esta. Como no puede ser de otra manera, David llevará a su familia a un viaje para disfrutar de su nueva adquisición. (modo ironía on) Lo que ocurrirá después seguramente os sorprenderá (modo ironía off). 

Emily Mortimer con fantasma asiático
Resulta sorprendente como actúan los personajes de una película de terror. Es claro que si no lo hicieran como lo hacen no habría película, pero les da igual que en el piso donde van a vivir, uno de los antiguos inquilinos matara de forma brutal a toda su familia, que el barco con el que van a navegar apareciera varias veces en alta mar sin tripulación y con el que además vas a viajar por el triángulo de las Bermudas. Con tan claras señales de advertencia, cualquier cosa que te pueda pasar es poco. El que avisa no es traidor y a ti te han puesto un cartel con luces que haría palidecer al de algunos bares de carretera: 'No alquiles esa casa!!', 'No compres ese barco!!!' 


“El barco a la deriva de Nakata muestra muchas de las ideas que Goi ha usado en su película” 


Gary Oldman de vacaciones en su yate
No brilla 'La posesión de Mary' precisamente por su originalidad. Tampoco el inicio de la película hace que pensemos que nos vamos a encontrar con un nuevo acercamiento al mito de 'rellénese con lo que se quiera (casa, barco, coche, moneda, cajita, etc, etc..)' maldito. A poco que hayamos visto o leído historias similares, la de esta película nos la sabemos desde el principio. Michael Goi director de 'Megan is Missing' (2011) es consciente de que tampoco tiene entre manos una gran historia y se dedica durante gran parte del metraje o al menos esa es la sensación con las que nos quedamos, a abusar del susto fácil, del fantasma extraído directamente del cine de terror asiático

Cuando un mismo recurso se repite hasta la saciedad, solo sirve para demostrar que hay carencias, cuando se tiene que recurrir casi constantemente a lo mismo, es porque no puedes aportar otra cosa. Y eso le ocurre a esta cinta. Con una premisa interesante (encerrar a un grupo de personas en un barco puede resultar opresivo como en 'Calma total'), con dos grandes actores principales (Gary Oldman y en menor medida Emily Mortimer) es una lastima que 'La posesión de Mary' se quede en un producto fast-food. Puede que a algunos les guste y puede también que a más de uno se le indigeste. 


“una cinta imperfecta, que por momentos parece que está sin pulir, que abusa del susto fácil con fantasma y cuya historia el espectador se la conoce de principio a fin” 


barco embrujado en alta mar
Pero con todo lo dicho, su levedad despertó mis simpatías. Sus imperfecciones me llenaron de ternura. Puede que fuera por todo lo que me habían dicho acerca de esta película y por su forma de destrozarla casi llegando al ensañamiento que cuando la vi pensé eso de: 'Vale, pero si tampoco está tan mal'. El único propósito de 'La posesión de Mary' es que el espectador pase un rato más o menos agradable y que se de algún que otro susto. Y conmigo lo consiguió en esa poco más de hora y cuarto, quito los títulos de crédito finales. No hay mucho que rascar en 'La posesión de Mary'. Y como ya he dicho, creo que Goi es perfectamente consciente de ello, y creo que no intenta engañar al espectador. Es lo que hay y poco más. 

Emily Mortimer en La Posesión de Mary
En la crítica acerca de 'His House' (2020) de Remi Weekes hablaba de la antología 'Dark Water' del escritor Koji Suzuki que fue publicada en España por ediciones Satori. La historia que Goi plasma en imágenes también podría formar parte de esa obra. Los barcos que son encontrados en alta mar sin su tripulación y sin poder saber que ha sido de ellos, es un tema que se repite de forma casi constante en el 'terror marítimo'. Tanto es así que 'El barco a la deriva' de Nakata muestra muchas de las ideas que Goi ha usado en su película. A todos los amantes del terror en general y de Suzuki en particular, les recomiendo la lectura de 'Dark Water'. 'La posesión de Mary' es una cinta imperfecta, que por momentos parece que está sin pulir, que abusa del susto fácilcon fantasma y cuya historia el espectador se la conoce de principio a fin. Pero igual que esa madera tallada seduce a David, a mi hay algo en tanta imperfección que ha conseguido ganarse mis simpatías. De todas formas, con todo lo dicho, quedáis avisados.


Crítica: Willy´s Wonderland

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EL RECTOR NOS HABLA SOBRE EL INEVITABLE EXPLOIT DE LA FIGURA DE UN NICOLAS CAGE ERIGIDO EN NUEVO MESIAS DEL GÉNERO


Nicolas Cage en Willy´s Wonderland poster
Antes o después, tenía que ocurrir. En esta historia de gloria, muerte y resurrección, si una cosa no se le puede negar a Nicolas Cage es que nunca, NUNCA, ha caído en el olvido. Si hay algo de cierto en aquello de que lo que no te mata te hace más fuerte, es por ahí por donde puede entenderse el nuevo estatus de privilegio adquirido por este californiano y sobrinísimo de Francis Ford Coppola. Una historia como digo, sobre la gloria, la muerte y la resurrección, para un actor que pasó de ganar los más importantes premios de la industria, de protagonizar grandes películas de la época, a terminar con sus huesos en el reverso más siniestro del negocio, trabajando en producciones de tercera y lo que es peor, involucionando en sus dotes interpretativas hasta el punto de convertirse en diana habitual de la mofa de los espectadores. Pero, regresó. 


“Willy´s Wonderland no deja de ser un ejercicio de oportunismo, un exploit de la emergente figura del actor con el que intentar venderle la moto al entusiasta espectador de turno” 


Muppet diabólico asesino
Ya hemos hablado en varias ocasiones del fenómeno Cage. No volveré a lo mismo. Si diré otra obviedad, Cage ha vuelto y lo ha hecho por la puerta grande y lo más importante, por nuestra puerta, la del fantástico. Reconvertido ahora en musa del género, el histriónico actor ha protagonizado tres grandísimas películas: “Mom & Dad” (2017), “Mandy” (2018) y “Color Out of Space” (2019). A poco que uno/a tenga ojos y un mínimo gusto por el género, habrá hecho el pino puente en mayor o menor medida con cualquiera de ellas. Un logro atribuible a Cage, por supuesto y así se le ha reconocido. Ahora bien, que nadie olvide que tras cada una de ellas se esconde un pequeño genio, llámese Brian Tylor, Panos Cosmatos o Richard Stanley. Y si algo puede sacar uno en claro tras dedicarle hora y media a esta “Willy´s Wonderland” (2021) es que Kevin Lewis, su director, se encuentra a años luz de tamaña constelación de estrellas

Nicolas Cage intimidando con la mirada
Pero rebobinemos, hora y media, para ser exactos. La premisa: animatronics y el legendario Cage al servicio de la causa. Es otra obviedad, hablar de las expectativas. Pocas cosas más sugerentes podían ponerse sobre la mesa viendo los precedentes de ambos protagonistas. Si el renacido Nicolas convierte en oro todo lo que toca, el romántico y pasional idilio entre muñecos y fantástico nos ha regalado algunos de los mejores momentos de la historia del género. Desde que la mística innata de ese extraterrestre llamado Jim Henson nos robase el corazón sin apenas percatarnos cual Vidiiano de turno, primero en la televisión, luego, en la gran pantalla con “Cristal Oscuro” (1982), para volver a hacerlo cuatro años después con “Dentro del Laberinto” (1986), toda aquella magia del universo Henson nunca ha dejado de acompañarnos y de estar presente, también, en mayor o menor medida, en todos los trabajos marioneteros que llegaron después, rompiendo además otro falso mito , esa gran mentira que dice que los muñecos son para niños, aplicable también a los “dibujos animados”, los videojuegos y demás manifestaciones artísticas que a modo de brocha gorda no encajan en los estandartes del supuesto “adulto” de bien. Nada más lejos de la realidad. 


“Willy´s Wonderland sería a la obra del Cage post-mortem, lo que My Name is Bruce (2007) fue a la de Campbell”


Nicolas cage limpiando servicios
“Willy´s Wonderland” no deja de ser un ejercicio de oportunismo (con el propio Cage contándose entre los mecenas de la intentona), un exploit de la emergente figura del actor con el que intentar venderle la moto al entusiasta espectador de turno, tras sus recientes éxitos. Gran torpeza por parte del actor/director/productor, la de apostar los cuartos a la carta de un tipo de dudoso bagaje como es Kevin Lewis, habitual de los peores antros del lugar y que poco o más bien nada, había demostrado hasta la fecha para merecerse semejante oportunidad. ¿El resultado? Un desastre (casi)mayúsculo. 

Emily Tosta en Willy´s Wonderland
Buscando una analogía más o menos esclarecedora, podríamos trazar una línea paralela entre la reciente sagrada trinidad de Cage, las susodichas “Mom & Dad”, “Mandy” y “Color Out of Space”, con otra trilogía de campanillas, la de “Posesión Infernal” (1981) parida por Sam Raimi, quien dio a luz tres películas absolutamente maravillosas y de paso, engendró a otro de los grandes “monstruos” del género, Ash Williams, en las carnes de otro ya, ilustre inmortal, como es Bruce Campbell. Bien. Trazado ya el paralelismo, “Willy´s Wonderland” sería a la obra del Cage post-mortem, lo que “My Name is Bruce” (2007) fue a la de Campbell. Los que ya picaron en su día con el exploit dirigido por el propio Campbell, podrán hacerse una idea de lo que les espera (y lo que no) en la película de Lewis, pues estamos ante dos trabajos de idéntica concepción y muy pareja ejecución. 


“un producto pequeño, poco cuidado y completamente ajeno al gran talento habido en anteriores proyectos del actor, una película que sin la presencia de Cage, pasaría completamente desapercibida” 


Nicolas Cage en estado puro
El guionista G. O. Parsons no se ha estrujado mucho las neuronas. Un antro con muñecos poseídos por una suerte de mal ligado a una tragedia del pasado y un solitario extranjero que se verá atrapado en el lugar. Esa es la versión lírica. La práctica, Cage pegándose de ostias (alguna que otra concesión gore mediante) con señores disfrazados de muñecotes. No hay más. No lo busquéis. En ese sentido, si algo no se le puede negar a la película es el ejercicio de honestidad

Emily Tosta y Nicolas Cage
“Willy´s Wonderland” podría definirse, hablando ya exclusivamente en clave Cage, que es de lo que se trata, como un meme alargado de los muchos que ha generado el actor a lo largo de su (infra)carrera o travesía del desierto. Para rizar el rizo, el actor no tiene ni una sola línea de diálogo a lo largo del filme, dejándolo todo en manos de esa gestualidad suya, en ocasiones sutil (una simple mirada puede bastar para ganarse la gracia del respetable) y en otras, no tanto, dando pie a sus ya patentados momentos Cage, repletos de excesos e hipérboles interpretativas de todo tipo, curiosamente, estos últimos, no tan presentes en la película como uno/a podría imaginar. Claro está, que dicha ausencia de diálogos, limitan mucho las posibilidades de lucimiento del actor y si bien en unos primeros compases, la broma puede llegar a resultar relativamente divertida, la cosa va perdiendo chispa a medida que se consume el metraje, llegando incluso a convertirse en una experiencia tediosa

Estamos por tanto ante un producto pequeño, poco cuidado y completamente ajeno al gran talento habido en anteriores proyectos del actor, una película que sin la presencia de Cage, pasaría completamente desapercibida (suerte a la que me temo terminará sucumbiendo de todas formas una vez el chiste haya perdido la gracia) y condenada a un merecido olvido. ¿Será suficiente para contentar a los incondicionales del actor? Contándome entre ellos y por mi experiencia personal, diría que no, pero cosas más raras se han visto y si una cosa se ha demostrado en el “universo Cage”, es que puede pasar cualquier cosa. 

Lo mejor: Algún destello de gore, su declarada honestidad como producto estrictamente pornográfico y que mientras le dura la mecha a Cage, regala alguna que otra risa. 

Lo peor: Mecha por cierto, tirando a muy corta. Pocos y reguleros animatronics, el resto tipos disfrazados a modo de esponja absorbe golpes. La ausencia generalizada de talento en casi todos sus apartados y la insufrible cancioncita a modo de lavativa que no deja de sonar en toda la puñetera película.


Crítica: Paradise Hills

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ASTINUS NOS HABLA SOBRE LA DISTOPÍA FEMINISTA DE ALICE WADDINGTON, DUDOSA AMALGAMA DE GÉNEROS DE PRECIOSISTA PUESTA EN ESCENA


Póster de Paradise Hills (2019)
Hay ocasiones en la vida en la que nos enfrentamos, de una u otra manera, a una situación en la que queremos acaparar más de lo que podemos. Decenas de tareas, necesidades u obligaciones que salvamos lo mejor posible para que la solución sea, francamente, un desastre. Quizás, en ocasiones, salvemos los muebles por poco, e incluso con bastante decencia si la cosa ha ido bien. Pero lo normal no es así. 

Emma Roberts se mira en el espejo
En el cine de género pasa mucho. El terror salva, por mucho, las diferencias con el thriller, cuyas estructuras discursivas están mucho más limitadas por una serie de herramientas y métodos determinados. En la época dorada de la Hammer dichas estructuras pervivían también en el terror, pero conforme discurríamos el siglo XX no fue difícil identificar una mezcla sustantiva de géneros que intentaban generar miedo desde diferentes perspectivas. Con las excepciones que siempre tenemos que tener en cuenta a la hora de generalizar, la entrada del drama o la comedia en el terror, entre otros, ayudaba a generar productos totalmente diferenciados y únicos. Lo mismo ocurría con el fantástico, donde está mezcla era personal y adolecía de una sola senda que llevase a reiterar fórmulas parejas, pues dentro de la misma estaba desde la aventura hasta el drama (y prefiero no incluir el terror dentro de lo fantástico porque, para mí, uno puede ser parte del otro sin ser el otro siempre). 


“un ejemplo más de lo bueno que puede resultar un diseño de producción y lo bastante pésimo de un guion y una dirección detrás” 


Emma Roberts vestida de novia
¿A qué viene todo esto? Fácil. “Paradise Hills” (2019) es una película de corte fantástico donde se intenta recrear un mix de géneros que van de la comedia al drama pasando por ciertas nociones de teen horror. No es lo único. La película busca acaparar tanto que, simple y llanamente, fracasa con ahínco en su búsqueda de algo original y diferenciado, pues acaba cayendo en mil y un tópicos que, además, no imita con el arte y tiempo suficientes para que resulten convincentes. Es un ejemplo más de lo difícil que es conseguir que un cajón de sastre funcione con la soltura que debe. Es un ejemplo más de lo bueno que puede resultar un diseño de producción y lo bastante pésimo de un guion y una dirección detrás. Como la vida misma. 

La película nos narra la historia de en un extraño internado perfilado para chicas que deben ser reeducadas por no estar debidamente adaptadas al entorno de la clase alta a la que pertenecen. La protagonista es conducida allí por negarse a tener una relación con su pareja masculina, un hombre adinerado y con poder. Como viene siendo habitual, esta se rodeará de un grupo de amigas con las que intentará huir de allí para vivir su vida libre. 

Romance de Emma Roberts
Filmada con cierta elegancia y una fotografía interesante que se apega mucho a un imaginario original y muy concreto, la película comienza bien. La recreación de los lugares, el diseño de vestuario tan preciosista y la concepción de un ambiente único en el que impera una grotesca mezcla entre “Alicia en el País de las Maravillas” y la tecnología más vanguardista funcionan y centran la atención en los primeros compases. Conforme avanzan los minutos, no obstante, deja de ser suficiente. La película tiene un ritmo tedioso, insulso y completamente caótico. Por momentos, la trama avanza con una rapidez inusitada, y en otros se para en detalles insulsos que no aportan nada en los escasos noventa minutos de duración. Hay un manejo del tiempo realmente insuficiente, y no seré el único que quedó sorprendido cuando, en determinados momentos, hay problemas que se solucionan rápidos y otros se dejan atrás para, en una sorpresa poco gratificante, solucionarse de la peor forma posible. 


“El otro gran problema de la película es la aspiración de la novel Alice Waddington, su directora y creadora, de tratar muchos problemas actuales a una velocidad inusitada” 


Beso lésbico de Emma Roberts
Cuando la película termina, lo primero que se piensa es que hay mucho que contar en tan poco tiempo, y la gestión del mismo no ha sido la más adecuada. “Paradise Hills” hubiese funcionado de diez como miniserie, especialmente con un guion que ofrece mucha capacidad de ampliar conceptos (parte del buen hacer se lo debemos a Nacho Vigalondo, de quien podemos citar películas fantásticas, pero aprovecharé para recomendaros “Los cronocrímenes” (2007) y “Colossal” (2016), aunque no sean las únicas). Todo lo que gira en torno al centro educativo, sus normas, los personajes y, especialmente, la distopía que abre las puertas a una sociedad basada en clases sociales diametralmente opuestas da mucho juego. Demasiado como para dejarlo todo a noventa minutos en los que, insisto, el caos impera.

Milla Jovovich y Emma Roberts
El otro gran problema de la película es la aspiración de la novel Alice Waddington, su directora y creadora, de tratar muchos problemas actuales a una velocidad inusitada. En dicho internado cada chica tiene algún tipo de agravio con cuestiones tan actuales como la bebida, el manejo de la fama, la anorexia, la libertad creativa o la opresión masculina, esta última representada en la protagonista, quién entra allí porque no se deja domeñar por el marido. Cada personaje secundario parece representar una de estas situaciones, pero no dejan de ser meras excusas para permeabilizar un sentido actual a una película distópica. No aportan absolutamente nada a la película y quedan ensombrecidas por la rapidez con la que se tiene que narrar todo. Cuestión aparte merece Milla Jokovich (“Resident Evil” saga o la nueva de “Hellboy”) en el papel de villana obsesionada con la belleza atemporal, el cliché más habitual de la malvada antagonista infantil de turno. Y es que uno observa, al final, que “Paradise Hills” es un cuento de Disney podsmoderno. Ni más, ni menos. 

adolescentes en academia privada
Tampoco es interesante pararse un momento en el tratamiento feminista que se le ha dado a la película. Personalmente, creo que colocar a un grupo de chicas protagonistas y una mujer malvada no hacen que una película esté más cerca de ser feminista de lo que estaría “Midsommar” (2019). Centrarse en los problemas de un personaje oprimido porque su marido intenta que ella sea como él quiere que sea para luego resultar que ese mismo personaje está enamorada de otro chico con el que plantea fugarse es girar la moneda y que caiga por el mismo sitio. No hay nada emancipador en cosificar un personaje y que luego este resulte querer fugarse con otro hombre. Tampoco que la malvada esté obsesionada con la apariencia física. No termino de entender como el posmodernismo puede ayudar, con su pensamiento líquido e instantáneo, a repensar el papel de la mujer en la sociedad, pero incidiendo en transformar pequeños comportamientos jamás podrá con la perversión de las estructuras. “The Babadook” (2013) o “Una chica vuelve sola a casa de noche” (2014) parecen elecciones mucho más obvias, y enlazan con temas que aquí quedan de paso. 


“el gran acierto de la película (por cierto, con la participación de Televisión Española), es su maravilloso vestuario, su fotografía y la recreación tan original y única de un ambiente conseguido” 


Emma Roberts despampanante
Las interpretaciones son aceptables y cumplen con su cometido, incluso en la inexpresividad latente de una experta en la materia como es Emma Roberts, a quien hemos visto desfilar por media saga de “American Horror Story”. En ciertas ocasiones me resultaron algo anodinas y con poco énfasis, especialmente en los pocos personajes masculinos que salen (el marido de la protagonista es la cosa menos carismática que uno pueda echarse a la cara, y no creo que sea queriendo). 

Eiza González feliz
En definitiva, el gran acierto de la película (por cierto, con la participación de Televisión Española), es su maravilloso vestuario, su fotografía y la recreación tan original y única de un ambiente conseguido. El resto... es bastante deficiente. Un guion lleno de huecos y saltos, totalmente ajeno a lo que podríamos definir como ritmo aceptable, anodino en ocasiones y demasiado ambicioso para ilustrar en noventa minutos todo lo que pretende. Personajes sin carisma, diálogos tediosos y un intento de crear algo interesante que pervive en los clichés de siempre nos acompañarán para, lamentablemente, no poder recomendar, ni por asomo, su visionado. Hay cosas mucho mejores en las que perder el tiempo.


"El Colapso", anunciado apocalipsis en clave de fenómeno televisivo

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MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE ESTA OPORTUNA MINI SERIE FRANCESA QUE VUELVE A RECALCAR AQUELLO DE QUE LA REALIDAD SIEMPRE SUPERA A LA FICCIÓN


El colapso póster
Qué duda cabe que si hay una acepción que se ha postulado por derecho propio para ser la palabra del año ésa es 'confinamiento'. Aun a riesgo de contribuir torpe y machaconamente a ello, me he permitido sacarla -sí, otra vez, de nuevo- a colación porque, la verdad, me venía bien para iniciar el ladrillo. Y es que “El colapso” (o “L'effondrement” por su título original) nos sitúa en una tesitura oportunamente pareja a la actual, sí, pero llevada a su extremo, tensando la cuerda hasta el límite: ése en el que la opción que se antoja viable ya no es recluirse, sino huir. Pero, ¿adónde? A tu segunda residencia ya te digo yo que no. La realidad se impondrá barrándote el paso a golpe de escasez de combustible. Y cuando se empieza por eso, se sigue por el truque y el estraperlo, y se acaba con la placa de la autoridad convertida en mera chatarra, baratija hasta para el museo de fósiles. 


“se nos presenta el avance inexorable del desmoronamiento, y con él de las secuelas y fricciones y encrucijadas que va revelando a su paso” 


Hombre en gasolinera
Aunque también hay a quien lo que le retiene son cosas más mundanas, como, qué sé yo, el examen crucial para el que has dedicado todos los esfuerzos y expectativas vitales desde hace años. ¿Sacrificaríamos ese “Día D” por escapar a tiempo de la civilización conocida, cuando las señales del inminente derrumbe parecen ser sólo eso, aún vagas señales? La duda, ese impás, esos preciados minutos podrían significar tu sentencia

Mozo reponedor en supermercado
Lo cual me lleva a otro símil. Espero no romper ninguna magia, si es que la hubiera. Pero “Humor amarillo” me va que ni pintado para establecer una sugerente alegoría: ¿os acordáis de cierta mítica prueba en la que un enjambre de japos y japas, amén del chino Cudeiro, salían escopeteados a la orden dada, en total sprint y como si no hubiera un mañana, con el objetivo de superar los tabiques que se interponían en su carrera hacia la meta? ¿Sí?, ¿no? Sea como sea, casi que mejor me limito simplemente a remitiros a las “megapuertas del pánico”, y ya si eso os apañáis a vuestro aire. Tan sólo adelanto que accidentados, haberlos, “habíalos”. Y os aseguro que por mucho casco que gastasen, las colisiones destilaban una plasticidad tal que la reacción natural, e inevitable, no podía ser otra que no fuera la carcajada más salvaje y diafragmática posible. Aquello era, sin duda, una verdadera oda a la ortopedia. Todo un saludable regalo para mandíbulas batientes. 

Gente corriendo en busca de gasolina
Pues así, de guisa parecida, es como he visto, he interpretado yo esta serie. Sí, lo sé. A los mecanismos que obran en mis conexiones sinápticas les va la juerga, pero yo me entiendo. Un “todos contra todos”, como bien me apuntó, parafraseando a unos poetas de la margen izquierda y tras manifestarme su satisfacción para con la serie, un amigo que atendió a mi recomendación gala. Y es que ya lo clavaron Eskorbuto cuando apostillaban dicha proclama con aquello de la “lucha necia”. Quién sabe, tal vez Takeshi Kitano se inspiró en la lírica desgarrada de ese himno para pergeñar su gincana rompecráneos, su particular experimento del sálvese quien pueda. Después pasa lo que pasa, que el cerebro se resiente. Y es entonces que se impone el meme-gif del Rajoy ganando en los 100 metros lisos al trote culón como quien no quiere la cosa, como quien sale ileso de un trompazo en helicóptero dibujando en su rostro el rictus despistado de quien sencillamente pasaba por ahí. Igual hasta es suyo lo de que “el frío es psicológico”. Y ahí está, y sigue. Qué tío. Si supiéramos mirar las cosas con perspectiva, con temple y sin tanto ego, daríamos con la simple respuesta: en la puerta veríamos el cartelito que reza “tirar”. Ergo, dejaríamos de actuar como borricos, y de ahogarnos en nuestro propio zafarrancho mental. Dejaríamos, en suma, de empujar. Y al fin podríamos pasar, todos -y cada cual a su ritmo- disfrutando del camino y de una meta siempre al alcance, con la misma frescura y despreocupación con que el exmandatario se ejercita cada mañana. 


“el ritmo es frenético y atenazante. Desde el primer episodio hasta el último asistimos a una antología sin los baches dramáticos que cabría temerse ante una propuesta de tales características” 


la gente muriendo en olas de violencia
A lo largo de un recorrido cronológico, que va saltando temporalmente a cada cápsula, y a lo ancho de un marco espacial que adjudica a cada entrega una localización concreta, se nos presenta el avance inexorable del desmoronamiento, y con él de las secuelas y fricciones y encrucijadas que va revelando a su paso. Seremos cómplices de todo ello. Porque sin duda alguna, si hay algo que consigue esta serie es situar al espectador ante la siempre estimulante disyuntiva del “¿qué haría yo?”. ¿Cómo reaccionaríamos?, ¿Qué umbrales estaríamos dispuestos a traspasar?, ¿Cuáles no? Pero sobre todo se impone una pregunta que, por su propia naturaleza, resulta incontestable: por mucho que ahora lo neguemos, por bien que ahora, desde la distancia, aseguremos lo contrario, ¿Cuántos de esos límites acabaríamos cruzando, llegado el caso y puestos en vicisitud extrema? 

colaborando en busca de agua
“El colapso” es un compendio de ocho capítulos, independientes entre sí, que rondan cada uno los veinte minutos de duración, y que servidor se los ha ventilado de una sola tacada. Porque el ritmo es frenético y atenazante. Desde el primer episodio hasta el último asistimos a una antología sin los baches dramáticos que cabría temerse ante una propuesta de tales características. Es un espectáculo para los sentidos de principio a fin. Buena 'culpa' de ello la tiene el alarde técnico que supone haber grabado cada episodio en plano secuencia. Y que más allá de ser un formalismo recurrente, tantas veces más estético que otra cosa, aquí cumple una función notoria y, sobre todo, notable. Constituye un recurso, fiel y efectivo, para que no podamos despegarnos del trepidante devenir de los acontecimientos. A ello hay que sumar las interpretaciones que factura el grueso del elenco, trasladándonos a escenarios plausibles, con gente aparente y transparente que en todo momento rezuma naturalidad. Vaya, o por lo menos toda la que se puede esperar si te ves atrapado en un tren sin frenos que discurre a toda velocidad hacia el choque frontal. 


“El epílogo cuadra el círculo al ponernos en solfa con clara intención de contextualizar, cosa que tampoco hacía excesiva falta” 


pelirroja asesina de circunstancias
Porque eso es exactamente lo que nos proponen “Les Parasites”, el colectivo audiovisual integrado por los realizadores Guillaume Desjardins, Jérémy Bernar y Bastien Ughetto, que tras haberse hecho cierto nombre con trabajos previos, se presentaron con el piloto a una prestigiosa cadena y lograron vender el producto bajo sus propias condiciones. Así pues, “L'effondrement” pudo estrenarse durante el pasado 2019, siendo que luego cruzó los Pirineos como quien aprovecha que el Pisuerga pase por Valladolid: o sea, en plena vorágine pandémica. Porque oye, no es descabellado suponer que, a expensas del virus, la campaña de publicidad les habrá venido como que bastante rodada. Vamos, que jamás los hados se aliaron de tal manera con la mercadotecnia. 

EPIS en El Colapso (2019)
Pero, en honor a la verdad, esta serie atesora elementos narrativos más que poderosos para hacerse un hueco en nuestro horario, con independencia de aspectos coyunturales. Va sobrada de alicientes. Comenzando por el siempre atractivo género de la distopía catastrófica (o “de anticipación”, según sus creadores) que aquí se adentra en los conceptos que promulga cierta corriente en boga que obedece al nombre de “colapsología”, y siguiendo por el retrato caleidoscópico de esta suerte de “Black mirror” (pero sin el componente tecnológico y mucho más en modo “a la vuelta de la esquina”), somos obsequiados con pasajes de demoledora intensidad. He llegado a experimentar absoluto terror, paralizado, con la secuencia final de la pieza que se erige como el tour de force por antonomasia. Sabréis cuál es cuando la veáis. Y os preguntaréis, como yo, dónde recayó el mayor derroche de capacidad técnica: si en el apartado interpretativo o en el de cámara. Apabullante. Apostar vigías y gendarmes en lugares que ni siquiera nuestras pesadillas nos han permitido escudriñar. Aunque si la cosa va de vigilantes, no hay nada como el enemigo interior, la quintacolumna. La que es incapaz de imaginar, otras realidades y otras formas de relación. La que vive sumida en el miedo. La que levanta muros para protegerse sin darse cuenta de que así construye su propia prisión. La que va sembrando discordia y recelo allá por donde pisa, la misma que dejaría a Atila a la altura de un alumno tardo y pusilánime. 

Padre e hija desesperados
Nada que envidiar, por otro lado, al paroxismo encarnado en el rico de marras, un ser podrido, y de dinero también, que hará que nos rechinen los dientes de rabia, que se ericen nuestros vellos y que se desplome nuestro maxilar inferior, tragando a duras penas mejunje de desprecio con trazas de resignación. Crema. Pero ojo, también hay momentos para la pausa, para el descanso, para la dignidad. Para que el amargor de la garganta se preste a la alquimia y, quizás, halle un hueco por nuestro conducto lagrimal. Papilla hágome, oiga. La sensatez de la experiencia queda patente con dolorosa desnudez. Nos despoja. Y nos interpela. Aunque mientras tanto sigamos aferrados a nuestro papel para no perder el sitio en la foto. Inmersos en esa danza macabra cristalizada en el despliegue coral -de desesperados y atomizados- con que nos abruma el segundo capítulo, y que pugna en pericia cinematográfica con otra de las muestras coreográficas que nos ofrece la serie, la que transita entre lo nuclear y lo colectivo, maridando una engañosa brizna de aire fresco, compartido y común, con los vientos que soplan, inclementes, con inusitada fuerza y pestilencia. Apaga, y ya veremos. 

El epílogo cuadra el círculo al ponernos en solfa con clara intención de contextualizar, cosa que tampoco hacía excesiva falta, creo. Pero bueno, tampoco sobra una vez visto todo el conjunto. Con todo, confieso que en mis sueños húmedos quizás hubiera pilotado un TED impartido por el Kaczynski, como para acabar de petarlo y tal. Eso es así.



Crítica: Wolfwalkers

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ARTORIUS NOS HABLA SOBRE ESTA ECO-FÁBULA DE TOMM MOORE Y ROSS STEWART, ANIMACIÓN INTELIGENTE PARA TODAS LAS EDADES


Póster de Wolfwalkers (2020)
El cine de Tomm Moore es de inspiración celta, pero diciendo eso no me refiero a un simple postureo estético, sino a una manera de entender la animación y el fantástico muy concreta y tremendamente alejada de los maniqueísmos e influencias asiáticas y americanas. Su base cultural está profundamente arraigada en una manera de ver el mundo casi olvidada y que ha sido ignorada culturalmente hablando durante muchísimo tiempo en este mundo globalizado, donde la invasión asiática ha colonizado tanto el imaginario de los animadores como su grafismo. Ojo, no estoy diciendo que eso sea malo ni mucho menos, tan solo que cuando hay un todo tan homogeneizado como lo es la animación hoy en día, resulta tremendamente estimulante encontrarte con un producto tan único y tan diferente como es esta “Wolfwalkers”.  


“sus personajes están tan bien construidos, el ritmo es tan bueno y el mundo que se nos muestra tan bello, salvaje e intrigante que puede ser disfrutada por el espectro de edad que venga en gana” 


Bosque siniestro
Visualmente portentosa, con un estilo extremadamente personal en dos dimensiones, “Wolfwalkers” (2020) nos regala un espectáculo visual que, sin estridencias, nos sumerge en un ambiente de cuento ilustrado en movimiento, con momentos visuales para el recuerdo y escenarios sacados directamente de lo profundo del folklore celta, con referencias para el que sepa buscarlas a las anteriores películas del autor. Los lugares paganos de poder que salen en la película están cargados de símbolos y mitología, y tienen un diseño magistral que los identifica como lugares de poder sagrado con un solo vistazo. No importa que no comulgues con ese credo: tienen ese “algo” que lo identifica como puertas a una realidad distinta solo con un vistazo, sin necesidad de dar más explicaciones innecesarias que traten al espectador como si fuera tonto, y eso es un hito en sí mismo.  

Wolfwalkers niña y lobo
Vaya por delante que estamos ante una película con la etiqueta de “familiar”, pero que eso no tire para atrás. “Wolfwalkers” es una obra tan sumamente redonda que trasciende de género en cuanto a edad: sus personajes están tan bien construidos, el ritmo es tan bueno y el mundo que se nos muestra tan bello, salvaje e intrigante que puede ser disfrutada por el espectro de edad que venga en gana. Fábula ecologista de trasfondo medieval, “Wolfwalkers” trata el tema de la licantropía desde una perspectiva innovadora, ligada al Tiempo de los Sueños descrito en muchas culturas tribales y que aquí toma un simbolismo de la libertad de lo natural y lo salvaje confrontada contra la civilización cristiana del medievo europeo,  un choque entre las fuerzas pretéritas del misticismo celta y la religión católica que busca exterminar los símbolos del antiguo poder pagano. Ojo, que ambos poderes son igual de despiadados, y así se nos muestran: los lobos son bestias aterradoras, heraldos de un tiempo salvaje, mágico y moribundo que no se va a rendir sin luchar. Y por otro lado, la Iglesia Patriarcal, con sus caballeros fanáticos y su voluntad férrea de destruir tanto el antiguo orden como todo aquello que se considere diferente de lo que es “recto y justo”. No portan garras ni dientes, pero con su fuego, acero y fanatismo no tienen nada que envidiar a las bestias que moran en el bosque, sublimados en la figura de un Oliver Crowell terrible en su odio a todo lo que considera que está fuera de su orden divino.  


“una película de fantasía que sabe tratar al espectador como alguien inteligente, ya sea niño, joven o adulto” 


Rituales celtas ancestrales
Y en medio de toda esta violencia, tenemos a la familia Goodfellow, Will y Robin. Padre e hija, el primero es un cazador de lobos preocupado por la seguridad de su hija, mientras que la segunda empieza admirando a su poderoso y dedicado progenitor para luego descubrir, tras conocer a una extraña niña llamada Mebh Óg MacTíre, que el mundo es mucho más complejo que el simple “blanco y negro” en el que viven moralmente en la ciudad

El camino de autodescubrimiento de la joven Robin corre parejo a las vicisitudes morales que recorre su padre. Ambos se enfrentan a una serie de elecciones que desembocan en un final que, quizá en una película más convencional y con algo más de moralina cristiana (no lo digo en sentido peyorativo) hubiera sido otro mucho menos estimulante pero que al menos a mi, y a todos mis conocidos que la han visto, nos ha encantado. Por valiente, por desprejuiciado, por “salvaje” en un buen término y como colofón brillante a una película de fantasía que sabe tratar al espectador como alguien inteligente, ya sea niño, joven o adulto


“un viaje que vale la pena recorrer y que alimenta el alma y el espíritu. Sobre todo la parte primitiva que todavía sueña con los espíritus de los bosques” 


cine de animación europeo
En cuanto a las voces en juego os propongo disfrutar, como casi siempre, de la versión original. Sean Bean lo borda como padre aterrorizado, y las jóvenes Honor Kneafsey y Eva Whittaker le dan a sus personajes la voz que deben tener en todo momento: emocionada, furiosa, triste... Consiguen que sus personajes nos importen y que suframos con ellas en los momentos capitales de la obra.  

niña con lobos en el bosque
No quisiera dejar estas líneas, abandonar el reino verde de Tomm Moore y sus siniestros lugares de oscuro poder (que los hay, y son terribles. Al “Libro de Kells” me remito) sin invitarte, lector, a que le eches un vistazo “El Libro de Kells” y “La Canción del Mar”. A un imaginario distinto, casi olvidado, a un autor de género fantástico que es cofundador de Cartoon Saloon, una de las productoras de animación más interesantes del momento, y de la que han salido joyas como “El Pan de la Guerra”. Dale una oportunidad a los mitos que habitaban los bosques oscuros de Europa, las tierras de los Pictos, y los helados fiordos del norte. Es un viaje que vale la pena recorrer y que alimenta el alma y el espíritu. Sobre todo la parte primitiva que todavía sueña con los espíritus de los bosques.

Parafraseando la banda sonora: I’m running with the wolves tonight...Y me ha encantado. 

Lo mejor: La reimaginación del hombre lobo. Toda la parte visual es ARTE puro, en un estilo muy particular. Las dos personajes protagonistas. La reivindicación del imaginario Celta. Un final valiente. 

Lo peor: Es difícil encontrarle un “pero”. Quizá el estilo de animación no sea paladar de todos los gustos.


"30 Monedas", Álex de la Iglesia no vende a los fans del fantástico

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KRUEGER NOS HABLA SOBRE LA ARRIESGADA Y EXITOSA APUESTA TELEVISIVA DE UNO DE LOS MEJORES DIRECTORES DEL CINE PATRIO


Póster de 30 monedas (2020)
Nunca he sido una persona mitómana. A pesar de sentir auténtica devoción por figuras del fantástico como Bruce Campbell o Robert Englund, siempre me ha importado bastante poco el tema de los autógrafos, por ejemplo; por eso siempre me he conformado con ver de lejos a los mitos, aunque fueran personalidades tan importantes como Mancini o Bava hijo. Dicho lo cual, Álex de la Iglesia es la excepción que confirma la regla, ya que fui incapaz de no acercarme a él y estrechar su mano, tras el visionado del preestreno de la excepcional “Balada Triste de Trompeta” (Alex de la Iglesia, 2010). Con esta introducción, podéis imaginar la ilusión con la que esperaba “30 Monedas”. 

la gente intentan escapar del pueblo
He de admitir que tengo una relación especial con el bilbaíno desde que, siendo un auténtico infante, aluciné durante la proyección de “El día de la bestia” (1995) en el tristemente extinto cine Liceo de Madrid. Mi mente era incapaz de procesar toda la información alucinante que veían mis ojos: no solo te partías la caja, sino que había secuencias de puro terror, salían Def Con Dos, había heavy metal por todas partes. Lo que viene siendo una de esas películas que marcan de por vida tu forma de entender el cine. No me suben los colores al afirmar que el realizador es mi director favorito dentro de España (lo siento Balagueró…), lo que me permite tener cierta manga ancha con alguno de sus trabajos menos acertados, caso de la bastante insoportable en conjunto “Mi Gran Noche” (2015). 


“De la Iglesia ha afrontado la aventura más arriesgada y ambiciosa de toda su trayectoria profesional; de hecho, podríamos indicar ese como el principal problema de la ficción televisiva que nos atañe” 


Megan Montaner y Carmen Machi en "30 Monedas"
Con el hype por las nubes, tras el revuelo causado en su proyección en Sitges, afronté el visionado de “30 Monedas” y no puede negarse que De la Iglesia ha afrontado la aventura más arriesgada y ambiciosa de toda su trayectoria profesional; de hecho, podríamos indicar ese como el principal problema de la ficción televisiva que nos atañe: termina ofreciendo un poco menos de lo que pretende, algo lógico, teniendo en cuenta que el vasco ha decidido no dejar ni una sola carta dentro del bolsillo y ha ido a por todas. 

Megan Montaner
Resulta muy difícil no caer rendido frente a un primer episodio como el de la serie, es tal la combinación de elementos, la espectacularidad de la propuesta y lo ajustado del reparto, que es francamente imposible no engancharse de primeras a la serie. También hay que ser sinceros e indicar que también es el mejor capítulo de los ocho totales, además de ser el acercamiento más puro al terror de toda la propuesta, especialmente en todo lo relacionado con el personaje de Carmen Machí y ese clímax terrorífico dividido entre la casa de está última y la iglesia. Sea como sea ya comienza a adivinarse el batiburrillo temático que aguarda dentro de “30 monedas”: misterios conspirativos, presencias demoníacas, triángulos amorosos sugeridos, cierto aire Lovecraft, costumbrismo y sobrevolando por encima de todo se encuentra ese Padre Vergara, que Eduard Fernández compone con eficaz entrega. 


“Sorprende, viendo la consistencia de la temporada, como pudo colarse una secuencia tan aberrante como el CGI inicial del octavo capítulo” 


Eduard fernández boxeando en la cárcel
Conviene indicar que estamos frente a una propuesta tan arriesgada que necesita de una ajustadísima selección de casting. Afortunadamente no existe queja al respecto: Fernández sobrevuela la ficción y su presencia siempre se siente, Megan Montaner es todo fuerza mientras que Miguel Ángel Silvestre establece una curiosa dicotomía entre su rotundo físico y la sensibilidad y nobleza de su personaje. En el lado menos luminoso Macarena Gómez hace de Macarena Gómez, lo que siempre es un acierto, y Manolo Solo siguen reivindicándose como uno de los mejores actores de reparto de España (junto a Luis Callejo). Sorprende encontrar en papeles casi anecdóticos a figuras habituales del director (Manuel Tallafé, Secun de la Rosa, Jaime Ordoñez) y destacar también la solidez de los secundarios: ahí tenemos a Pepón Nieto, Javier Bódalo, Paco Tous o la citada Carmen Machí defendiendo, con soltura, unos personajes ciertamente difíciles. 


“Lo mejor que puede decirse de la serie es que dejando muchos frentes abiertos, sabe dejar al espectador con ganas de más” 


Megan Montaner y Miguel Ángel Silvestre
Si valoramos la puesta en escena, De la Iglesia vuelve a mostrar nervio a la hora de elaborar las distintas set pieces (el asalto monstruoso a la iglesia sabe mantener la tensión y el punto justo de horror) y mantiene la energía siempre que hay que mover la cámara, pero tampoco resulta ninguna novedad en su estilo. Sorprende, viendo la consistencia de la temporada, como pudo colarse una secuencia tan aberrante como el CGI inicial del octavo capítulo, más cercano a una producción The Asylum que a la brillantez de los siete capítulos precedentes. Un corte de rollo total, que provocó tremenda muesca de disgusto en mi bello rostro, especialmente después de disfrutar ocho veces del fantástico trabajo infográfico de sus excelentes títulos de crédito iniciales

Megan montaner perseguida por un monstruo
Lo mejor que puede decirse de la serie es que dejando muchos frentes abiertos, sabe dejar al espectador con ganas de más. La propuesta era bastante arriesgada, no hay que olvidar que la única experiencia televisiva del director fue “Plutón BRB Nero” (2008), propuesta en las antípodas de “30 Monedas”; y frente a esta tesitura el realizador ha conseguido que las dos mejores series del año sean españolas; aunque el oro se lo ha arrebatado la sobresaliente, a todos los niveles, “Antidisturbios” (Rodrigo Sorogoyen, 2020). Si llegan a decir a aquel chiquillo que se mondaba con ese “soy satánico y de Carabanchel” que veintisiete años después iba a seguir disfrutando con la misma pasión con lo que iba a hacer ese director de gafas y orondas formas, el criajo hubiera respondido que no tenía ninguna duda.


Crítica: Palm Springs

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DONNIE NOS HABLA SOBRE BUCLES TEMPORALES EN EL ESTRENO DE LARGO DE MAX BARBAKOW BAJO LA TUTELA DE HULU


Póster de Palm Springs de Max Barbakow
Se agradece que una cinta cuya base es la misma que 'Atrapado en el tiempo' (1993) desprecie aquello que con todo respeto voy a llamar 'minutos de la basura'. Cada vez que nos acercamos a una película basada en la idea de encerrar a uno o varios personajes en un bucle temporal, nos encontramos unos primeros minutos donde los protagonistas viven una y otra vez diversos hechos y encuentros que les llevan a darse cuenta de que están atrapados viviendo un día de forma constante y repetitiva. Personalmente lo que más pereza me produce de este tipo de películas es esa introducción, ese proceso que sufren los protagonistas hasta darse cuenta de lo que está pasando hasta intentar encontrar una forma de escapar. Por mucho que lo que se acabe contando resulte muy interesante como ocurre en 'One Day' de Sun-ho Cho (aunque en este caso lastrada un tanto por su exceso de azúcar), esos primeros minutos los suelo ver con el piloto automático puesto, algo que como no puede ser de otra manera, acaba afectando a la manera en la que acabo viendo el resto de la película. 


“No hemos de despreciar o prejuzgar esta película por ser una comedia romántica, por ser otra historia más de gente atrapada en un bucle temporal”


novios encadenados
'Palm Springs' (2020) es una mezcla de comedia romántica con bucles temporales que arranca sin esa introducción que tanta pereza me produce. Sin duda alguna esto ya es un punto a favor para la persona que escribe estas líneas, pero es que además lo que cuenta la película dirigida por Max Barbakov y escrita por Andy Siara, en lo que significa para ambos el debut en el largometraje, resulta fresco y entretenido a pesar de depender de las reglas que rigen este tipo de películas y que puede que a veces las limite demasiado. 

chico bebiendo cerveza
Sin duda alguna 'Palm Springs' es una de esas cintas que se ven con una sonrisa en la cara, que nos hacen pasa un buen rato y se disfrutan mucho. Eso es lo que busca esta película y lo consigue gracias a un guion que funciona y al gran trabajo de sus dos protagonistas principales Andy Samberg. al que muchos conocerán por su trabajo en la muy divertida 'Brooklyn nine-nine' y que ha sido nominado al globo de oro por su trabajo en esta película (ídem que ha sido también nominada en la categoría de comedia/musical. Esto puede aportar un plus de interés, aunque siendo sinceros y viendo que'Ratched' también ha sido nominada ya no sabemos muy bien que pensar) y Cristin Milioti que de alguna manera nos recuerda a la mejor Aubrey Plaza. Si a ello sumamos la presencia de un J.K. Simmons que se nota que está disfrutando de su participación en una película como esta, tenemos un espectáculo asegurado para todos aquellos que se dejen llevar por la propuesta de Barbakov. 


“parece difícil que una película que habla de días que se repiten una y otra vez pueda aportar algo nuevo. Y creo que Palm Springs lo hace y lo consigue” 


Cristin Milioti de noche en Palm Springs
No hemos de despreciar o prejuzgar esta película por ser una comedia romántica, por ser otra historia más de gente atrapada en un bucle temporal y que parece que guarda ciertos parecidos con 'El mapa de las pequeñas cosas perfectas' (2021), una joya del cine adolescente que parece que toma elementos del mejor John Green y que parece que es todo lo que no pudo llegar a ser 'Ciudades de Papel' (2015), y que igual que 'Palm Springs', arranca de una manera muy parecida. Creo que lo mejor es dejarse llevar y disfrutar. 

Cristin Milioti y Andy Samberg
Puede que esta cinta no cambie vuestras vidas, pero os hará disfrutar de un buen rato y creo que a día de hoy eso ya es más que suficiente. No estamos ante una cinta de terror, tampoco ante una película de extrema violencia con la que tanto disfrutamos en este blog. 'Palm Springs'es ligera, con sus dosis justas de fantasía para justificar aquello que les sucede a los protagonistas y por momentos con una sucesión de gags con mayor o menor gracia. El tiempo pondrá a esta película en su justo lugar. Veremos si es flor de un día, si es como ocurre todos los años, esa película que se gana las simpatías de muchos, que se lleva alguna nominación como ha ocurrido en los Globos de oro y que luego cae en el más absoluto de los olvidos. Por ahora y sin esa distancia y sin una gran filmografía con la que comparar para ver si esto, es una simple rareza o una muestra de ingenio que se mantienen en el tiempo, podemos decir que esta es una buena película. 


“plataformas como Netflix tendrían que aprender de Hulu, que parece que sí que ha dado con la clave para hacer que las películas en las que participa funcionen” 


Cristin Milioti en la piscina
Tras 'Atrapado en el tiempo' de Harold Ramis, o de la manera en la que Christopher Landon coge las reglas de este tipo de películas y las lleva a su propio terreno, cinta con la que podemos encontrar también algunos puntos en común por la manera en la que se muestran ciertas escenas, parece difícil que una película que habla de días que se repiten una y otra vez pueda aportar algo nuevo. Y creo que 'Palm Springs' lo hace y lo consigue. Como también lo hace 'El mapa de las pequeñas cosas perfectas'. Creo que plataformas como Netflix tendrían que aprender de Hulu, que parece que sí que ha dado con la clave para hacer que las películas en las que participa funcionen. Es una lástima que por ahora no podamos disfrutar de Hulu en muchos países, esperemos que este error se subsane pronto. 

Solo puedo acabar diciendo: Lanzaos. Ved esta película dejando de lado prejuicios, si es que los tenéis. Dejaros llevar y disfrutad. En los tiempos que estamos viviendo ver una película que hace que tengamos de forma casi constante una sonrisa en la cara es de agradecer. Y los motivos por los cuales los protagonistas se encuentran atrapados en un bucle temporal, mejor descubrirlos.


Crítica: Hard Labor

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NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE LA ÓPERA PRIMA DE MARCO DUTRA Y JULIANA ROJAS, RESPONSABLES DE LA EXITOSA "AS BOAS MANEIRAS"


Hard Labor póster
Otavio y Helena son una pareja de clase media de la ciudad de São Paulo. Cuando Helena decide alquilar un espacio para comenzar un pequeño negocio local a pesar de la pérdida del empleo de Otavio, la relación de pareja comenzará a resentirse, a lo que tampoco ayudan los inexplicables sucesos que comienzan a suceder en la tienda de Helena. 


“La película juega con las convenciones del drama social para introducir de manera sutil el elemento fantástico” 


Helena Albergaria en Hard Labor (2011)
En “Hard Labor” (Marco Dutra & Juliana Rojas, 2011), Ken Loach se viste de terror para dibujar una historia reconocible sobre los horrores y ansiedades del capitalismo post 2000. La película juega con las convenciones del drama social para introducir de manera sutil el elemento fantástico, llenando de momentos incómodos pero reconocibles el relato. Con un ritmo lento, que a algunos puede llegar a desesperar, “Hard Labor” nos mete de lleno en una de esas historias aterradoras por reconocibles: historias sobre la incertidumbre, la inquietud, la ansiedad constante y el derrumbe de la relación de pareja. 

Es difícil catalogar una película como “Hard Labor”, pero sí podemos afirmar que no puede entenderse como una película de terror tradicional. La película parte del drama para jugar con lo uncanny, la extrañeza en aquello que debería resultarnos familiar, para construir un relato que es eminentemente social, antes que cualquier otra cosa, y donde lo fantástico juega más un papel metafórico que literal.


“los autores buscan acercarse más al Haneke más frío con un toque de realismo mágico que al terror tradicional” 


reunión familiar con pobreza energética
Esto puede provocar un gran distanciamiento en muchos espectadores. Sin embargo, a pesar de no ser para todos los gustos, sí es de una inteligencia abrumadora el hecho de que ninguno de los momentos sobrenaturales del film desentonen con el drama familiar que se vive en primer plano, y el relato mantiene un tono bastante uniforme jugando con las convenciones del drama social sin caer en el melodrama en ningún momento. 

Helena Albergaria en supermercado
Quizá esta falta de grandes momentos haga a más de uno mirar el reloj, pero los autores buscan acercarse más al Haneke más frío con un toque de realismo mágico que al terror tradicional. Es por ello que las escenas que más ansiedad provocan son aquellas que nos muestran la cotidianidad de los personajes, el declive de las relaciones interpersonales, la violencia estructural y el impacto de la diferencia de clases entre los protagonistas. En esos momentos la película toma una estética casi documental que se apoya en una fotografía naturalista con ecos de Loach y una ausencia casi total de banda sonora. El objetivo no es otro que buscar la confrontación del espectador con la realidad de los personajes, huyendo de artefactos que distraigan del drama realista y el horror más reconocible


“un retrato más que interesante sobre la falta de certezas y el miedo al abismo, un abismo que no tiene nada de fantástico pero sí de terrorífico” 


Helena Albergaria en Trabalhar Cansa
En realidad, “Hard Labor” es un relato sobre la desaparición de las estructuras conocidas y la ansiedad que eso provoca. No es casualidad que sea el personaje masculino quien pierde el trabajo, leitmotiv que nos sirve para hablar sobre la desintegración de los roles familiares pero también sobre la crisis de la masculinidad moderna. Otavio, cabeza de familia, con un buen trabajo, se ve relegado a un papel secundario, incapaz de ser el proveedor principal del núcleo familiar, mientras que sobre Helena recae la responsabilidad económica. En esa inversión de roles, Otavio sufre, y su angustia se incrementa por la incapacidad de comunicar su sufrimiento. La escena final de la película quizá sea la perfecta síntesis de estas ideas, a la vez que una catarsis increíblemente desoladora del personaje de Otavio. 

En resumen, “Hard Labor” no es una película de género al uso, y quizá algunos espectadores piensen que promete más de lo que da. Sin embargo, si nos acercamos a ella desde el drama social puede que nos encontremos con un retrato más que interesante sobre la falta de certezas y el miedo al abismo, un abismo que no tiene nada de fantástico pero sí de terrorífico.


Crítica: Sator

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MISSTERROR NOS HABLA SOBRE EL INTIMISTA NUEVO HORROR DE ESE HOMBRE ORQUESTA LLAMADO JORDAN GRAHAM


Póster para Sator (2109)
Cuando hablamos de educación y solo nos detenemos en la cultura, dejamos coja la formación de la personalidad. Está claro que la educación escolar no se limita a transmitir conocimiento y valores sino que hace lo propio con las costumbres, pero siempre desde el punto de vista general. Obviamente, esta educación es complementaria a la que recibes en tu casa y de esta es de la que me gustaría hablar hoy. De lo que se enseña sin cuaderno y sin más explicación que la rutina del día a día. Las costumbres que muchas veces determinan tu identidad son las particulares, las de cada casa. Aquellas que cada familia atesora celosamente, por estrambóticas que sean. Eso es lo que te diferencia del resto, lo que suma en la vida adulta y lo que implica que en determinado momento de tu existencia tengas que decidir si lo perpetúas o no


“Poco diálogo, escenas alargadas y una gran belleza fotográfica, algo que inevitablemente balancea el peso hacia la atmósfera para crear interés” 


Montañas nevadas
Hay tantas costumbres como familias. Algunas más divertidas, otras más crueles. Las hay absurdas y otras que, aunque choquen con la costumbre general, tienen todo el sentido del mundo. Y teniendo en cuenta todo esto, tengo claro que absolutamente todo tenemos costumbres heredadas con las que convivimos con naturalidad y que muchas veces colisionan con el resto de la sociedad. En mi caso es algo tan simple como felicitar los cumpleaños un día antes del propio cumpleaños. Esto es algo que en mí familia siempre ha sido así, siempre. No tiene demasiada explicación pero me encanta que año tras año sigamos haciéndolo. Es nuestro y no necesitamos que nadie más lo entienda. Y quien dice una felicitación de cumpleaños, puede decir la instauración de una creencia sobrenatural que vive en el medio del bosque y que nos vigila de noche

hermanos en Sator
“Sator” (2019) comienza así, con la muestra escrita de lo que parece una costumbre o herencia familiar. Algo que la matriarca considera un don que le ha sido dado por alguna entidad divina, suponemos. En estos primeros compases, formato de 35 milímetros, fotografía en blanco y negro y primerísimos planos de una mano anciana escribiendo automáticamente. Se intenta que haya una relación de cercanía, como si estuviéramos delante de una grabación doméstica pero algo más elaborada. En estos primeros minutos se explica toda la trama, simple. No hay mayor complejidad que saber que, la que de momento es la protagonista de la historia, tiene la capacidad de comunicarse con una entidad llamada Sator que se sirve de ella para dejar por escrito la guía de su naturaleza y sus necesidades rituales. Tras los créditos iniciales y en un salto mortal de formato, comienza lo que parece una narración más tradicional y en pocos minutos se desvela la naturaleza intimista de la película. Poco diálogo, escenas alargadas y una gran belleza fotográfica, algo que inevitablemente balancea el peso hacia la atmósfera para crear interés


“divaga y se excede en la ensimismización, dejando de lado el desarrollo de una historia que no termina de definirse en ningún momento” 


chica levitando en el bosque
“Sator” es la segunda puerta de entrada a la gran pantalla de Jordan Graham, quien demuestra que aún quedan artistas del celuloide que dirigen, guionizan, producen, editan y ponen la música a sus obras, jugándose el resultado a un solo criterio y punto de vista. Todos sabemos que si no perteneces al Renacimiento, esto no siempre sale bien pero en el caso de “Sator”, el resultado es lo suficientemente satisfactorio como para llamar la atención y que queden ganas de ver una nueva entrega de este hombre orquesta. En muchas ocasiones, “Sator” divaga y se excede en la ensimismización, dejando de lado el desarrollo de una historia que no termina de definirse en ningún momento, tirando excesivamente de ambigüedad y cediendo tanto peso muerto a cargo de las interpretaciones del espectador, que puede llegar a desorientar. 

presencia demoniaca en una cabaña
El aprovechamiento de los imponentes escenarios naturales como un personaje determinante en la narración, es uno de los grandes aciertos de “Sator” ya que es justamente la conexión hombre-bosque lo que da sentido a la película. Teniendo en cuenta que en “Sator”, somos nosotros los que decidimos la realidad de esta entidad de la que nos hablan y que para ello hay que tener en cuenta todos los elementos a nuestra disposición, considero que la soledad del bosque unido al expediente familiar del protagonista, es fundamental para comprender la evolución del personaje principal. Y junto con los escenarios, destacan unos efectos de sonido mimados al detalle para conseguir un escalofrío con un simple crujido de madera o inquietud cuando suena el viento en la profunda oscuridad de la noche. 


“la atmósfera es lo suficientemente inquietante como para conseguir una sensación pesadillesca en la que no es necesario la utilización de los jump scares” 


Entidad sobrenatural de los bosques
Consciente de que un ritmo tan pausado y la falta de hilo conductor resistente entre escenas puede llegar a aburrir a más de un espectador, creo que la atmósfera es lo suficientemente inquietante como para conseguir una sensación pesadillesca en la que no es necesario la utilización de los jump scares para crear ese miedo a lo desconocido del que se nutre “Sator”. Sin duda, más definición en el proceso mental de las matriarcas, hubiera determinado mucho mejor el rumbo sobrenatural de la película para focalizar la atención en las pocas escenas gore que nos regala esta propuesta (y que así estas consiguieran el impacto que se esperaba). Lamentablemente, los susurros de las altas copas de los árboles han llenado más espacio que un guion que se queda pobre, pese a estar basado en la experiencia personal del propio Graham. Aun así, la película es magnética y en esa mezcla de esquizofrenia, contacto sobrenatural, así como los recuerdos de películas como “The Witch” (Robert Eggers, 2015), “The Ritual” (David Bruckner, 2017), incluso un puntito de “The Blair Witch Project” (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez,1999), hace que llame la atención por encima de la media. 

En la educación cinéfila todo debería tener cabida. Todo suma y en muchas ocasiones, los silencios tienen más que decir que una sucesión de diálogos sin fin. No digo que en “Sator” todos estos silencios estén bien construidos pero, sin duda, son un golpe de efecto para que el bosque te sumerja en una crepitante oscuridad en la que no hay costumbre bienvenida ni herencia que sea capaz de silenciar las voces en la cabeza. Coge papel y boli, papel y boli, papel y boli…


Crítica: Wrong Turn (2021)

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MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE EL REBOOT DE LA SAGA DE PALETOS MUTANTES CANÍBALES INICIADA POR ROB SCHMIDT


Wrong Turn 2021 póster
Tuve la ocasión de ver “Wrong Turn” (conocida en España como “Km. 666: Desvío al infierno”) en el año 2003 durante su estreno en salas. La película, que a mí me pareció un entretenimiento correcto sin demasiados valores cinematográficos, no era más que un survival que bebía muy claramente de “La matanza de Texas” (1974) y “Las colinas tienen ojos” (1977). La trama se centraba en las vicisitudes de un grupo de jóvenes con pocas luces que eran perseguidos por un trío de rednecks caníbales y deformes (¡toma ya!) a lo largo y ancho de los bosques de Virginia. Como la cinta obtuvo una correcta aceptación crítica y buenos resultados en taquilla, sus responsables no dudaron en poner en marcha una saga de películas, compuesta por dos secuelas y tres precuelas, cuya calidad, igual que su presupuesto, fue progresivamente disminuyendo. El interés de los productores, además del económico, era intentar crear una pseudo mitología sobre aquellos peculiares asesinos y hacer del matarife principal, el inefable “tres dedos”, un villano icónico de Hacendado del que, a la larga, se hiciera algún muñeco articulado. Huelga decir que ni la mitología caló en los espectadores ni se hizo nunca figurita de tal personaje. 

protagonistas de Wrong Turn 2021
Por puro completismo cinéfilo he visto todas las películas de la saga. Con excepción de la primera y algunas cosas de la segunda, lo cierto es que el resto me resultan insufribles: incoherencias a tutiplén, guiones malos, actores todavía peores, directores de tercera, presupuestos pírricos, efectos cada vez más cutres. La última película, que data de 2014, es una coproducción con Bulgaria rodada directamente para vídeo y filmada en escenarios del país balcánico a los que hacen pasar por Virginia. Huelga decir que es absolutamente lamentable y que, imagino, los responsables al verla debieron pensar que hasta aquí habían llegado y que era mejor olvidarse de todo ello y esperar a que llegarán tiempos mejores para resucitar la franquicia. Por todo ello, no voy a negar que sentí una cierta curiosidad cuando vi anunciado el reboot de la saga. Ítem más: tanto la trama, como los trailers como la presencia en ella de un actor solvente como Matthew Modine hicieron no sólo que revisitara de nuevo la película de 2003, llevándome idéntica impresión que en el momento de su estreno, sino que se despertara en mí el interés por ver que habían hecho esta vez con la historia. Ahora, después del visionado, ya anticipo que mis sensaciones son contradictorias. 


“Nunca he entendido muy bien esa idea de que los reboots o los remakes son innecesarios ya que eso es lo de menos. Lo importante es que se hagan buenas películas” 


dulce chica reconvertida en Lara croft
No soy una persona excesivamente dogmática respecto al tema de los reboots o los remakes. ¿A qué me refiero con eso? A que si están bien hechos y aportan a la historia otro punto de vista, narrativo y/o temático, que le ofrezca al espectador un nuevo enfoque sobre el que posar la mirada, los puedo aceptar sin ningún tipo de problemas: no vamos a negar que la historia del cine está llena de buenos ejemplos al respecto. Sin ir más lejos, y dentro de nuestro amado género, dos ejemplos más o menos recientes como “Las colinas tienen ojos” (2006) de Alexandre Aja o “Suspiria” (2018) de Luca Guadagnino, me parecerían dos buenas muestras de películas que saben trascender el material original y darle la vuelta creando un producto que aporta nuevas capas, lecturas y centros de interés. Nunca he entendido muy bien esa idea de que los reboots o los remakes son innecesarios ya que eso es lo de menos. Lo importante es que se hagan buenas películas

mujer salvaje y fanática
Siguiendo esta prensa, uno de los aspectos que le tenemos que agradecer a “Wrong Turn” (2021) es el esfuerzo que ha hecho el guionista (Alan B. McElroy, el mismo de la versión de 2003) por no ofrecer una simple fotocopia adaptada a los nuevos tiempos del material original. La película nos ofrece una visión distinta de la historia y lo hace, o al menos lo intenta, respetando ciertos elementos definitorios de la trama pero dándoles una nueva perspectiva y enfoque. Lo paradójico es que ese intento es, a la vez, su mayor virtud y su mayor defecto. Lo cierto es que la película nos va a sorprender, pero a la vez, y ese es el precio que se ha pagado por una apuesta no del todo bien ejecutada, uno tiene la sensación de que hay dos películas en una. Y lamentablemente esas dos películas no acaban de encajar del todo.


“lo que verdaderamente me molesta es que los últimos veinte minutos sean puro cliché, un menú de fast food en el que uno sabe perfectamente cuales van a ser los ingredientes y el sabor que van a tener”


Charlotte Vega en Wrong Turn
Durante los cuarenta primeros minutos nos encontramos ante un survival bastante ortodoxo, filmado con pulso firme y en el que se nos presenta, con algo de brocha gorda, a los protagonistas y las vicisitudes que tienen que padecer para huir de un peligro desconocido que les acosa inmisericordemente (por cierto, en esta película resulta descacharrante la obsesión del cine norteamericano actual por ser políticamente correcto respecto a la cuota de minorías étnicas y diversas orientaciones sexuales; los personajes principales están conformados por una pareja heterosexual caucásica, otra multirracial y otra homosexual masculina compuesta por un chico latino y otro hindú). Este primer acto, con todos los clichés y tópicos que se quieran, funciona bien ya que el director es capaz de ofrecer un buen ejercicio de suspense y mantener la tensión en todo momento. Lo que nos muestra no es demasiado original, pero está bien filmado, maneja perfectamente los tiempos, genera inquietud y nos deja con las ganas de querer saber hacia donde va la historia. 

padre apalizado en el pueblo
En el momento en el que el misterio se desvela, la película empieza a navegar por terrenos pantanosos instalándose en una indefinición argumental que lastra todo lo que viene después. Dejando de lado las motivaciones de los lugareños, que son pura incoherencia, uno no sabe si está ante una especie de híbrido raro del folk horror (tan de moda en estos tiempos), un remedo postmoderno de la original o simplemente un giro de guion que, por pura pretensión de ser original, se pierde por peteneras. Vamos, un producto extraño que en el momento en el que aparece en pantalla Matthew Modine (cuya expresión facial durante toda la cinta es la de “como ha pasado yo de ser dirigido por Kubrick a trabajar en películas así”) se vuelve previsible y manido. 


“Lástima que los responsables decidieran transitar por el camino más fácil a pesar de haber planteado una lectura original de ese Km. 666: Desvío al infierno cuyo guion, no nos vamos a engañar, cabía en dos folios” 


chico latino torturado
Podemos dejar de lado que la protagonista pase de ser una joven débil e inocente a convertirse en una especie de Rambo hípster preparada para matar, que el comportamiento de los habitantes del pueblo no tenga ningún sentido, que las cosas pasen porque sí. Pero lo que verdaderamente me molesta es que los últimos veinte minutos sean puro cliché, un menú de fast food en el que uno sabe perfectamente cuales van a ser los ingredientes y el sabor que van a tener. Y ese es el mayor hándicap que le pongo a la película; su incapacidad para haber seguido intentando jugar con elementos interesantes que se habían esbozado (enfrentamiento entre modernidad urbana vs tradición rural; inteligencia vs salvajismo) y que al final se decante por lo fácil y previsible. Y es que en el cine, como en la vida, muchas veces el infierno está sembrado de buenas intenciones. 

Charlotte Vega atrapada por secta
Y es una lástima, ya que la película contaba con un buen punto de partida. Simplemente con que se hubieran desarrollado ciertas ideas hubiera quedado un producto muy resultón y francamente original. Pero, lamentablemente, superada esa primera mitad la cinta pierde por completo su capacidad para sorprendernos. Y tengo que reconocerle que tiene algún buen susto, que no escatima en gore y escenas truculentas y que la propuesta, que no el desarrollo, podía hacer dado muchísimo juego. Lástima que los responsables decidieran transitar por el camino más fácil a pesar de haber planteado una lectura original de ese Km. 666: Desvío al infierno cuyo guion, no nos vamos a engañar, cabía en dos folios. Por cierto, quédense durante todos los créditos ya que les quitarán un poco el regusto amargo de un final inverosímil, absurdo y que demuestra que a veces todo vale para epatar al espectador.

Crítica: Alone

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ANDREA CATÁSTROFE NOS HABLA SOBRE EL REMAKE DE JOHN HYAMS DE LA CINTA SUECA DE MATTIAS OLSSON Y HENRIK JP AKESSON


Póster de Alone de John Hyams
Siempre me han incomodado mucho las películas en donde parte de su argumento central, radica en además del acoso, también en violentar a una mujer por el hecho mismo de ser mujer. No me refiero al cine slasher en donde observamos a un psicópata asesino persiguiendo de inicio a fin a la mujer de sus sueños homicidas, no, más bien a esas películas que incluyen en sus personajes masculinos el desdén hacía las mujeres. Un ejemplo por excelencia es “Irreversible” (2002) de Gaspar Noé o “Rust Creek” (2018) de Jen McGowan, ésta última más cercana al filme que nos compete; ahí una joven también es humillada, perseguida y capturada en medio del bosque. Me angustia su situación... ¡sin embargo!, en el género de supervivencia, sin llegar a ser un rape and revenge, me interesa ver cómo la chica sale avante, con la esperanza de que su ingenio, más pronto que tarde, destroce a sus perseguidores. 


“un efectivo thriller de supervivencia; remake de la sueca Försvunnen (2011) de Mattias Olsson y Henrik JP Åkesson” 


Jules Willcox en plena naturaleza
Dirigida por John Hyams (colaborador en la dirección de las series “Z Nation” y “Black Summer”), y protagonizada por Jules Willcox y Marc Menchaca (quien en este mismo 2020 tuvo uno de los roles antagónicos en la serie “The Outsider”). “Alone” (2020) es un efectivo thriller de supervivencia; remake de la sueca “Försvunnen” (2011) de Mattias Olsson y Henrik JP Åkesson (es un dato del que apenas me estoy enterando, veo el tráiler y se parecen muchísimo). 

Jules Willcox en apuros
Sin demasiados recursos que la propuesta en sí misma, Hyams inicia su historia presentándonos inmediatamente a sus dos protagonistas. Jessica, una mujer en duelo que después de una tragedia familiar busca el retiro en soledad para replantear su vida; y “El hombre”, un potencial asesino serial que por cuestiones del azar, su mirada por el retrovisor del auto se encuentra con Jessica, convirtiéndola así en el objetivo de sus deseos de temporada; y es que “El hombre” (así figura en los créditos) es un amoroso padre de familia que ocasionalmente se da un respiro de los negocios y de su hogar para asesinar a alguna desafortunada mujer. 


“Hay más de un cliché en Alone, no obstante, el mayor merito de Hyams es apegarse a los cánones del género. Reducir a su mínima expresión sus elementos y ejecutarlos con eficacia” 


Marc Menchaca asesino en serie
De narración lineal pero dividida en varios capítulos, el primero nos recuerda a “Duel” (1971) de Steven Spielberg, sólo que de una manera más “nociva” psicológicamente, ya que después de casi ver chocar a Jessica en su auto, iniciará la persecución a distancia que el asesino más disfruta, el placer de la intimidación. Una primera parte en mi opinión, que logra transmitir las emociones de su protagonista, el miedo y esa desagradable sensación de “acoso”. El planteamiento es efectivo y simple. Necesariamente Jessica tiene que perder este primer round y terminar encadenada en el sótano de alguna cabaña. 

Jules Willcox relajada en la naturaleza
“El río” es el segundo capítulo más orientado al thriller de supervivencia. Jessica logra escapar a base de persistencia y con ello, arrojarnos al bosque por el resto del filme. Si acaso hay algo de simpatía por su protagonista, disfrutaremos el reto. No es nada nuevo pero consigue entretener, sin caer en trucos baratos (como que se arroje de un acantilado y milagrosamente salga con vida), seguiremos su escape, lidiando con la naturaleza, un frío espectador que en ocasiones puede jugar tanto a su favor como en contra, y en algún momento orillarle a preguntarse si huir en realidad es la única forma de salir con vida. “La lluvia” y “La noche” serán testigos del resultado de sus decisiones. 


“La fotografía de Federico Verardi hace de la naturaleza un testigo ocular majestuoso, en sus tomas aéreas como close-up, me agrada mucho la forma en que contrastan las horas en el transcurso del día”


Jules Willcox intenta escapar de su raptor
Hay más de un cliché en Alone, no obstante, el mayor merito de Hyams es apegarse a los cánones del género. Reducir a su mínima expresión sus elementos y ejecutarlos con eficacia. Tanto los personajes como los escenarios son pocos y los flashback brillan por su ausencia, limitando así el pasado de sus protagonistas (quiénes son ellos) a alguna charla ocasional, una par de vídeos en una cámara y una llamada telefónica, centrando su atención en la lucha por sobrevivir, construyendo una historia más directa y concisa

Jules Willcox aterrada
Tal vez en algunos momentos parezca demasiada austera y el desenlace se demora bastante, es donde el formato en “capítulos”, nos ayuda mucho a llevar mejor el ritmo de la historia. Las actuaciones son muy adecuadas, creíbles dentro de lo que se puede esperar, así como su caracterización, en especial la de Marc Menchaca (el monstruo que oculta tras un bigote y gafas, pleno de malevolencia y vanidad). La fotografía de Federico Verardi hace de la naturaleza un testigo ocular majestuoso, en sus tomas aéreas como close-up, me agrada mucho la forma en que contrastan las horas en el transcurso del día, muy importante a la hora de tener en mente una persecución y el tiempo que representa. Por último a mencionar la música, casi inexistente, añadiendo suspenso en cada toma larga, gracias a sus silencios y el tenue sonido de la naturaleza

El final me parece que es satisfactorio, ahí un combate físico, que me hace un poco de ruido, pero creo que en suma es correcto. Incluso me sorprendí inventando un diálogo inexistente, que hubiese quedado perfecto, justo antes de caer los créditos. 

Lo mejor: La claridad de sus intenciones, lejos del melodrama. 

Lo peor: Tal vez su falta de innovación.



Crítica: Pesadilla Final: La Muerte de Freddy

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EL RECTOR NOS HABLA SOBRE UNA DE LAS MUERTES MÁS SONADAS DE LA HISTORIA DEL CINE DE TERROR


La muerte de Freddy póster
Ni queriendo, uno encuentra una mala película en la saga de “Pesadilla en Elm Street”. Las hay mejores, las hay peores, para gustos colores, pero no hay una sola de las siete entregas (lo del remake de Samuel Bayer sería ya un tema algo más escabroso) que no tenga un “algo” que la haga especial, única, imprescindible. Craven dirige en 1984 no solo la mejor película de su filmografía, también una de las obras capitales del género. Pero triunfar en los en los ochenta, y en especial, en el cine de terror, tenía sus riesgos, más con un caramelito dulce del calibre de Freddy Krueger a plena disposición de los buitres de la industria. 


“Una recién llegada con la responsabilidad de matar al asesino de asesinos, al ídolo y moja bragas de cualquier aficionado al cine de terror de la época y venideras” 


Freddy Krueger haciendo de bruja del oeste
Los ochenta fueron cuna de grandes mitos del terror y ninguno de ellos se libró de ser estrujado hasta la saciedad a base de inmerecidas secuelas, en muchos casos, llegando a degenerar en la parodia de lo que un día fueron. Pero no, no fue el caso de Freddy Krueger, una rara avis que contra todo pronóstico, no solo consiguió mantener inmaculada su larga hoja de servicios película tras película, también le sirvió para convertirse en un icono de la cultura pop de la época que trascendió los propios límites del fantástico

dibujo de freddy krueger
En 1991 una mujer se pone por primera vez tras las cámaras de una película de la saga. Rachel Talalay dirige y escribe la que fue su ópera prima: “Pesadilla Final: La muerte de Freddy”, primer intento de dar sepultura de manera definitiva, al mítico asesino. Pero ya se sabe que la palabra “final”, en la industria de Hollywood, suele tener un significado completamente opuesto, (y esa es una historia para otro día). “Pesadilla Final: La Muerte de Freddy” viene a recuperar parte del impulso perdido en la anterior entrega, una “Pesadilla en Elm Street 5: The Dream Child” (1989) que, siendo un estupendo entretenimiento y atesorando algunas estupendas virtudes, se sentía como una propuesta menor en comparación a otros títulos de la franquicia (su director, Stephen Hopkins, firmaría tan solo un año después, una de las grandes secuelas de la historia del fantástico, la fabulosa “Depredador 2”). 


“la película más gamberra y desenfadada de todas las contenidas en la franquicia, pero no por ello la más leve, de hecho, estamos seguramente ante la entrega que más contribuye a la mitología del personaje” 


Muerte del sordo en Pesadilla Final (1991)
Talalay se mete en un fregado importante. Una recién llegada con la responsabilidad de matar al asesino de asesinos, al ídolo y moja bragas de cualquier aficionado al cine de terror de la época y venideras. Y vaya si lo hizo bien. La cineasta dirige al Freddy más burlón de toda la saga en la que sin duda es, la película más gamberra y desenfadada de todas las contenidas en la franquicia, pero no por ello la más leve, de hecho, estamos seguramente ante la entrega quemás contribuye a la mitología del personaje, dando continuidad a lo propuesto por John Skipp, Craig Spector y Leslie Bohem, autores de un libreto, el de “The Dream Child”, que ya indagaba de forma incisiva en los orígenes del villano. Talalay va un paso más allá y no solo plasma en imágenes esa precuela que nunca vimos, también se moja con una explicación que justifica el cómo Freddy obtuvo los poderes para regresar en sueños y llevar a cabo su obra. 

Freddy con su hija pequeña
De la misma manera que Poe habría "Pesadilla en Elm Street 3: Los Guerreros del Sueño", aquí es otro ilustre de la pluma, Nietzsche, quien coge el testigo y calienta la bragueta. La secuencia inicial, mítica donde las haya, con Freddy haciendo de bruja malvada del oeste, homenajeando la obra de L. Frank Baum, es toda una declaración de intenciones. Pistoletazo de salida de toda una serie de deliciosas gamberradas por parte de un Krueger que saca a relucir aquí, algunos de sus “trabajos” más finos, imaginativos y divertidos (la muerte de Carlos, un buen ejemplo de ello), mientras la cuarta final girl de la saga tras Nancy, Kristen y Alice, la Dra. Maggie Burroughs (Lisa Zane), intenta descubrir quien o qué, está matando a los jovenzuelos de sus reformatorio, línea argumental que nos depara reveladoras sorpresas sobre su pasado y que desencadenarán en ese delirante tramo final rodado en tres dimensiones que pudimos disfrutar (o lo que nos dejaron) en salas de cine. No deja de ser curioso, por cierto, que hicieran falta cinco películas para que a alguien se le ocurriera lo mismo que a Nancy Thompson, en lo que refiere a la manera de matar a Freddy. 


“Muy lejos le quedan las cintas de Craven o Russell, pero es un cierre de lo más digno y la constatación de que estamos ante una de las mejores sagas que haya dado nunca el cine de terror” 


Padre e hija enfrentados en La Muerte de Freddy
Uno de los aspectos en los que la quinta entrega hacia aguas, era en lo referente a su banda sonora. Tras los trallazos sonoros contenidos en “Dream Warriors” (Chuck Russell, 1987) y “The Dream Master” (Renny Harlin, 1988), la de Hopkins se quedó muy corta en este sentido, algo que la sexta entrega mejora de manera ostensible, recuperando una de las grandes señas de identidad de la franquicia, el mimo cuasi ritualístico hacia sus bandas sonoras. En este caso y por si a alguien le pudo saber a poco la parricida final battle, Iggy Pop nos reserva el mejor corte musical de toda la saga con su brutal “Why Was A Born (Freddy´s Dead)”, compuesto especialmente para la ocasión y que cierra la función con una inolvidable secuencia de créditos que recopila los mejores momentos de la saga. 

Freddy jugando a videojuegos
“Pesadilla Final: La Muerte de Freddy” no es la mejor película de la Freddy, ni mucho menos. Muy lejos le quedan las cintas de Craven o Russell, pero es un cierre de lo más digno y la constatación de que estamos ante una de las mejores sagas que haya dado nunca el cine de terror. “Viernes 13” (Sean S. Cunningham, 1980), “Hellraiser” (Clive Barker, 1987), “Halloween” (John Carpenter, 1978), “La Matanza de Texas” (Tobe Hooper, 1974), grandes películas con icónicos villanos que antes o después, en mayor o menor medida, fueron maltratados y ridiculizados a base de secuelas de dudosa calidad en algunos casos o directamente, víctimas de auténticos atentados cinematográficos. No Freddy, nunca. Un franquicia longeva y sólida como pocas que se fue como llegó, con ingenio y mucho amor por el fantástico. De nuevo, grandes muertes, mucho humor negro, una narrativa mucho más rica de lo que cabría esperar de una sexta entrega, una estupenda banda sonora, algunos cameos de campanillas (véanse Johnny Depp o Alice Cooper) y en definitiva, la posibilidad de pasar una noche más, aunque fura la “última”, con el hombre de nuestros sueños. 

Lo mejor: Se podrían destacar muchas cosas, pero es que ese maldito Why Was A Born me sigue helando la sangre treinta años después. 

Lo peor: Hubo quien no supo lidiar con determinados pasajes cómicos, la ambigüedad con la que se tratan los asuntos más peliagudos del pasado de Freddy (una constante en la saga que aquí se acentúa) y un último tramo en 3D que apenas le saca partido al formato.


Crítica: Baby

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DONNIE NOS HABLA SOBRE LA PRIMERA INCURSIÓN EN EL CINE DE TERROR DE JUANMA BAJO ULLOA


chupete para bebé en póster de Baby
No apta para todos los públicos. Poesía y sordidez. Un suicidio comercial o un golpe en la mesa por parte de Juanma Bajo Ulloa para dejar claro que él hace el cine que le gusta, que le llena. Puede que simplemente ambas dos opciones sean correctas. En un mundo como en el que vivimos, lleno de palabras y frases que muchas veces no llegamos a oír pero cuyo ruido nos vuelve locos por momentos, el director vasco se saca de la manga una película sin diálogos, sin palabras, pero acompañando las imágenes con la extraordinaria banda sonora compuesta por Koldo Uriarte y Bingen Mendizábal. En un mundo frenético y loco como en el que nos encontramos, 'Baby' (2020) se muestra pausada, deja que la historia vaya fluyendo poco a poco. 


“un cuento de hadas perverso donde a veces el exceso puede jugar en su contra. Pero esa también es parte de su magia” 


Rosie Day con su hijo recién nacido
El espectador ha de dejarse llevar. Cerrarse en banda ante una película como esta, la hace muy difícil de disfrutar. Este es un cuento de hadas perverso donde a veces el exceso puede jugar en su contra. Pero esa también es parte de su magia, de su encanto, como hizo en su infravalorada 'Frágil' (2004). Creo que a Juanma Bajo Ulloa hay gente que todavía no le ha perdonado que tras 'Alas de mariposa' (1991) y 'La madre muerta' (1993), reventara la taquilla española con una cinta como 'Airbag' (1997). Lo que para muchos pudo ser un espaldarazo a su carrera, para él parece que fue un lastre. 

La adicción de una joven madre a las drogas hace que esta anteponga sus necesidades a las de su pequeño. Incapaz de enfrentarse a su nueva situación, la joven madre venderá su bebé a una extraña mujer de negocios que trafica con niños. Días después, esta se arrepentirá de su decisión e intentará recuperar a su hijo, entrando en un mundo de pesadilla. 

habitación llena de muñecas
'Baby' tiene el tono perverso que le faltaba a la 'Blancanieves' (2012) de Pablo Berger, una muy buena película a la que por mucho que se diga, 'The Artist' (2011) de Michel Hazanavicius le allanó el camino. El público se mostró más receptivo ante una cinta muda, tras el éxito de la cinta francesa y la brutal campaña de publicidad a la que nos vimos sometidos. No es mi intención despreciar la cinta de Berger para alabar la de Bajo Ulloa, de la de Hazanavicius me da un poco igual, pero sin dejar de lado el riesgo que supone rodar una cinta sin diálogos, la cinta de Berger es una película mucho más comercial, mucho más accesible que 'Baby'. Pero es inevitable hablar de ambas películas, no solo por el hecho de ser cintas mudas sino también porque ambas no dejan de ser cuentos. 


“no es apta para todo tipo de públicos. La forma frena, no pone las cosas fáciles a un espectador que no quiera entrar en la propuesta de Bajo Ulloa. Y él lo sabe, y es lo que busca” 


Rosie Day vomitando en baby
Pero hay algo que no acaba de funcionar en 'Baby' o por lo menos esa es la sensación que yo, como espectador tuve. Tras unos primeros minutos absolutamente soberbios pero en los que no comparto la forma de mostrar a la persona a la que la protagonista le compra droga (esto no deja de ser, como otras muchas otras cosas, una apreciación personal) y tras su portentosa capacidad de ir reinventándose poco a poco, la película parece que acaba atascándose tras la sorpresa, tras la presentación de los personajes, tras situarlos en una extraña casa en medio de la nada, parece que 'Baby' se empieza a repetir a si misma dando por momentos la sensación de que esta se alarga innecesariamente, lo que hace que de alguna manera el interés del espectador se resienta como también lo hace el ritmo de la película. 

Baby de Juanma Bajo Ulloa
Ocurre también que ciertos momentos poéticos resultan un tanto obvios o puede que incluso simples. De una cinta como 'Baby' se puede esperar o exigir que algunos de esos momentos, que esas situaciones, estén a la altura del desafío que nos propone el director. Y no siempre resulta así. Este no deja de ser un cuento perverso y excesivo, algo que se plasma en la casa donde vive la extraña mujer que ha comprado al hijo de la protagonista y esos extraños críos. Tirando de ironía puedo decir que el personaje que más me sorprendió fue el interpretado por Tilda Swinton. Porque el personaje del albino me hacia pensar en la actriz británica, pero sobre todo me hacia pensar en como Bajo Ulloa había llevado a ciertos personajes y momentos al exceso. Puede que en mi faceta de director y guionista frustrado, crea que sin perder la esencia de cuento y sabiendo las reglas con las que jugamos, en algún momento, en algún personaje, un poco de contención habrían ayudado


“me quito el sombrero ante gente que arriesga, que ofrece propuestas que se alejan de lo previsible y de lo que estamos habituados”


Rosie Day en Baby de Juanma Bajo Ulloa
'Baby' es una cinta realmente interesante que no es apta para todo tipo de públicos. La forma frena, no pone las cosas fáciles a un espectador que no quiera entrar en la propuesta de Bajo Ulloa. Y él lo sabe, y es lo que busca. 'Este es mi cine, si disfrutas con él, se bienvenido, sino tampoco pasa nada'. 

Rosie Day sacando a su hijo de paseo
No ha dicho el director esta frase, pero tampoco me extrañaría que la hubiera dicho. Me gustan los desafíos y sin duda alguna creo que definir como desafío esta película es más que acertado. Habrá mucha gente que disfrute de 'Baby', otros muchos se cerraran en banda y la rechazaran. Durante su visionado pasé por toda una serie de sensaciones de lo más diferentes y extrañas, algo que creo que es buscado deliberadamente por el director, pero pensar que la película llega un momento en el que empieza a repetirse o ciertos momentos poéticos que me parecen un poco manidos, hace que mi puntuación no sea más alta. Pero me quito el sombrero ante gente que arriesga, que ofrece propuestas que se alejan de lo previsible y de lo que estamos habituados. Creo que sus puntos de vista, nos puedan gustar más o menos, son necesarios. Y creo que Bajo Ulloa es una de esas personas.


Crítica: The Call

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ASTINUS NOS HABLA SOBRE EL NUEVO REFRITO DE TIMOTHY WOODWARD JR, AHORA CON DOS ILUSTRES COMO LIN SHAYE Y TOBIN BELL A MODO DE GANCHO


Póster para The Call (2020)
Un grupo de jóvenes la lía parda y las consecuencias son nefastas para estos. En una frase puede resumirse todo un subgénero dentro del terror como son cierto tipo de revenge movies, en las que por los excesos propios del momento los infortunios se convierten en condenas. “Scream” (1996) o “I Know What You Did Last Summer” (1997) ya jugaban con esta prerrogativa, aunque los ejemplos son numerosos y se mueven entre la comedia negra o el drama absoluto. En el fondo, da igual. La estructura es siempre la misma: un grupo de chavales idos de tono cometen un acto terrible y este dispara el mundo sobrenatural (o no) para comerse unos momentos truculentos y definitivos. Vamos, que te devuelven el doble de lo que hiciste. 


"Es fácil distinguir los paralelismos entre A nightmare on Elm Street (1984) y esta película. Desde el minuto uno, los homenajes y significados se suceden” 


chico al teléfono
Con esa premisa empieza “The Call” (2020), otra obra más de Timothy Woodward Jr., especialista en películas de serie B que se mueven entre el terror (si no habéis visto “The Final Wish”, ahorraos el hacerlo) y el thriller. Productos y más productos llenos de clichés y referencias mutadas sobre los mismos asuntos sin aspiración alguna. Planas en su concepción, arquetípicas en su producción. Normalmente, este tipo de productos pueden funcionar para una tarde de sobremesa, pero en un mundo cada día más hiperconectado y sobreproducido, es interesante plantearse si la cantidad sigue funcionando mejor que la calidad… o la falta de talento. 

chica pensativa
Más allá de eso, en “The Call” tenemos un grupo de jóvenes que acuden todos los años a casa de una anciana a realizarle perrerías varias, al estar relacionada esta con la muerte de una chica. El odio hacia la mujer les conduce a pincharle las ruedas, destrozarle cristales o insultarle sin freno. Tanto es así, que la mujer (interpretada por una fantástica Lin Shaye) se suicida. Su espíritu, henchido de venganza y demonios, decide vengarse de estos. Más allá de lo curioso (y hasta algo forzado) de la participación de los jóvenes en el “juego de la bruja”, la película llega un momento en que se convierte en toda una declaración de onirismo y asesinatos a partes iguales. Seguro que os suena de algo. 

aparición fantasmal
Es fácil distinguir los paralelismos entre “A nightmare on Elm Street” (1984) y esta película. Desde el minuto uno, los homenajes y significados se suceden. Al poco de los minutos iniciales, veremos una escena prácticamente similar a la película de Wes Craven: uno de los protagonistas tumbado en un cuarto recargado de mampostería ochentera, escuchando con unos cascos negros pegado a las orejas música boca arriba en la cama, en una pose casi idéntica a la que veíamos a un joven Johnny Depp tararear. También podríamos hablar de la mera presencia de Lin Shaye (aquí en el papel de malota absoluta) o la recreación de ese doble mundo en el que se mueven los protagonistas. Cuando la mujer muere, la forma que tiene de atraerlos hacia ese otro espacio onírico es a través de una llamada. En el momento en que esperas en el teléfono, te diriges a un lugar vinculado a tu pasado, donde la bruja tendrá el control del mismo y enfrentará tus peores temores hasta provocarte la muerte. Si a eso le sumamos las referencias a ambientes fabriles, llenos de tubos oxidados, paredes sucias y luces parpadeantes, poco más nos queda que decir. Se comparan ambas películas porque tienen mucho que decirse la una a la otra, aunque la evidencia de calidad no discurra por los mismos derroteros. 


“Ya hemos hablado de Lin Shaye y su buen hacer, pero hay otro elemento más que añade fuerza al cartel y atrae las miradas de los espectadores: Tobin Bell” 


Lyn Shaye y Tobin Bell en The Call
Y ese es el principal problema de la película. Hay que reconocerle al director la capacidad de trabajo con el presupuesto disponible, obrando con inteligencia los recursos: no vamos a ver grandes aspavientos CGI, sangre a raudales o efectos llamativos. La sobriedad forma parte de la película y persigue fortalecer otras cuestiones, como el manejo de la tensión o el refuerzo de la importancia del guion, aunque terminan sin ser suficiente

Lyn Shaye demoniaca
Muchas escenas se alargan hasta el hastío, y la parsimonia de algunos momentos cansa y anima que dejes de prestar atención en lo que estás viendo. Quizás sea así porque, hasta bien entrada la mitad de la película, no hemos comenzado con lo que más nos gusta de este tipo de películas: ver cómo mueren los protas, conocer sus miedos, su pasado y apostar sobre seguro acerca de quién se salvará y quién no. Y aquí radica otro problema importante: cuando todo parece estar solucionado, cuando no hay mucho más que hablar, volvemos en cierta medida al punto de partida. Y eso cansa, porque adolece de una capacidad de cerrar el film que, de haber sido de otra manera, habría aportado mucha fuerza al conjunto. 


“El problema de The Call es su aparente indiferencia si restásemos las dos veteranas estrellas en su reparto. Existen alternativas mucho más potentes e interesantes” 


chico poseído
Ya hemos hablado de Lin Shaye y su buen hacer (no deja de sorprender la cantidad de películas de segundo orden que hay en su recorrido profesional), pero hay otro elemento más que añade fuerza al cartel y atrae las miradas de los espectadores: Tobin Bell como el marido de la bruja anciana. Hay que reconocer que pone los pelos de punta escucharle en un momento de la película algo similar a let´s play a game, lo que nos conducirá irremediablemente a la saga “Saw” (2004) de James Wan. Pequeños detalles como ese se abordan a lo largo de todo el filme y entroncan directamente con el buen acierto de ficharle tanto a él como a Lin Shaye para la película; sin ser protagonistas, sin tener muchos minutos en la pantalla, suben el listón interpretativo y se erigen, con diferencia, como los dos mejores personajes del reparto. Del resto no merece la pena puntualizar nada llamativo, cumpliendo sin más. 

El problema de “The Call” es su aparente indiferencia si restásemos las dos veteranas estrellas en su reparto. Existen alternativas mucho más potentes e interesantes para estos días de invierno, incluso en su propia liga. Los paralelismos con grandes éxitos, lo farragoso de su tramo final, la falta de ritmo y el hecho de que le sobre más de un cuarto de hora de metraje juegan muy en su contra, todo ello teniendo en cuenta que este film de sobremesa no tiene, por otro lado, nada que nos haga llevarnos las manos a la cabeza. Pero es insuficiente.


Crítica: Salvaje

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MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE ESTE THRILLER SOBRE RUEDAS PROTAGONIZADO POR EL OSCARIZADO RUSSELL CROWE


Póster de Salvaje
Reza el lema del póster promocional que “él puede pasarle a cualquiera”. No sé de qué droga hablan, pero debe ser buena. Si no, no se explica semejante oda al exceso ni que pase como un tiro, volando. No en vano, “Unhinged” (2020) no tarda en poner un pie en polvorosa y el otro sobre el acelerador para luego pisarlo como si el frenesí fuera un combustible fósil en sus estertores que hubiera que quemar con el fin de hacer de los últimos 80 minutos que nos queden un viaje tan digerible como endiablado. Y del todo intenso también. Y menos mal, porque es esa composición la que permite que las incongruencias sean, como coloquialmente se suele decir, 'palomita'. O sea, ésas a las que se les hace la vista gorda. Que no cuentan, vaya. Y mira que las tiene. 


“en la silla de dirección tenemos al alemán Derrick Borte, quien tras poco más de una década de experiencia, nos brinda un producto harto efectista, sobre todo y ante todo disfrutable si pasas por alto ciertos semáforos en rojo” 


Russell Crowe al volante
Hablando de palomitas, fue esta película la que abrió los cines de los yueséi -excepto en Nueva York y Los Angeles- tras el cierre decretado debido a la emergencia sanitaria. Rondaba el 21 de agosto del pasado año, y la encargada de la producción, Solstice Studios, en sintonía con su afán y empeño por ponderar la experiencia frente a la pantalla grande, se aprestó a ofrecer este híbrido entre road movie y juego del gato y el ratón (“Correcaminos” para los amigos) a todos esos incondicionales de la taquilla y la butaca, tan ávidos de lanzarse de nuevo a sus brazos después de haberse comido durante varios meses un cuasi monacal ayuno del formato. 

Caren Pistorius mira por el retrovisor
Locateras, tarao, colgueti, majara, grillao, pilluli, chalado... Sí, vale. Entiendo que ninguna de estas opciones puedan ser válidas ante los rigores de la mercadotecnia por los que se rige la industria del cine tirando a mainstream. Anda que si dependiera de mí... Igual hasta le endosaba un 'vesánico' pedante y majo, ahí luciendo rutilante en los carteles, y me quedaba tan a gusto, eh. Toma título, di que sí. Pero en fin, ya sé que no caerá esa breva. Me da que dicho cometido excede con mucho el alcance de mis aspiraciones. No sé, para mí que se trata de un cargo ostentado de manera unipersonal y plenipotenciaria, y el tío que saborea las mieles de semejante desempeño es un suertudo de categoría magna. Ahí, apostado desde su atalaya privilegiada, sabedor de que los trasvases a nuestro idioma cervantino de esos títulos que nos brindan las majors reposan sobre su única y exclusiva responsabilidad. La de su arbitrario antojo, cuando no de su capricho, incluso. ¿Quién puede preciarse de tener semejante curro, eh? Porque no nos hagamos los longuis, ahora. Que quien más quien menos lo hemos mentado alguna vez. Todos hablan de él, pero eso sí, como suele suceder en estos casos, nadie lo ha visto. ¿No es fascinante? 

Russell Crowe acechando con su coche
Sí, ya sé que seguro que la vaina con los títulos se decide de manera más consensuada entre productoras, distribuidoras, traductores, etc. De hecho, me da que de la ecuación se ventilan la tercera variable las más de las veces. Pero mola mucho más como yo lo he pintado. Es una teoría que ahí la dejo. Porque, a decir verdad, en nuestro fuero interno todos querríamos que fuera así. Aunque sólo sea para poder departir con el susodicho un rato. Yo qué sé, acaso acerca de la conveniencia, por ejemplo, de estrenar la película a este lado del charco con un nombre tan genérico y ramplón como “Salvaje”. ¿En serio? Sí, da algo de pistas. Nos sugiere escenarios hostiles tal vez, cierto desasosiego en el discurrir de su metraje, seguramente. Pero ya os digo yo que se queda corto. Lo desbocado de la lección que nuestro villano de marras pretende endosarle a la estresada madre que hará las veces de prota en apuros adquiere unas proporciones casi tan superlativas como el pantagruélico kebab que servidor se figuraba ahí bien acomodado, echando raíces y reproduciéndose en los adentros de Russell Crowe. Y es que, a tenor -nunca mejor dicho, ¡ja!- de los lamparones y la mueca dislocada que gasta durante cerca de una hora, para mí que se lo pidió con bien de todo y más, en formato extra, ¡claro es! Y, cómo no, sin reparar en el hecho de que entre trazas diversas y tropezones varios debió colarse un escurridizo chip prodigioso comandado a buen seguro no por Dennis Quaid, sino por alguien, o algo, más cercano a André el Gigante. Apostaría a que sí. 

Russell Crowe haciendo de villano
Pero no vayáis a pensar que dichas condiciones geográficas... o físicas -vale, ok... por no exagerar- serán óbice a la hora de que nuestro 'hombre' se las ingenie para deslizarse con inusitada agilidad, siempre que la situación se lo exija (lo cual acontecerá en más de una y de dos ocasiones), como queriéndonos recordar a aquel tipo que sorprendió a propios y extraños hace un par de décadas cuando el mundo descubrió al gladiador que a duras penas se escondía tras lo escaso de su indumentaria péplum. Es un decir. Pero no, en serio, aquí las espadas seguirán en todo lo alto, que ya es algo. Juro que había escenas en que retozaba en humedales tan sólo imaginándome de repente, ahí al cambio de plano y cual aparición estelar, a un Luis Moya hiperventilado en el asiento de copiloto diciéndole desencajado al Crowe algo así como “¡¡¡Frrreeeennnaaaadddaaaaaaaaaa laaaarrrgggaaaaaa!!!”. Unas risas. Seguro. De vuelta a la realidad del celuloide, me tuve que conformar con el Russell “tratando de arrancar” cabezas de sus cuerpos y coches de sus carriles. Lo cual no es poco, oye. 


“un más que resultón homenaje a la hilaridad gracias al surtido de fallos de rácord que nos brinda, amén de algún que otro inverosímil y descacharrante atentado a la lógica” 


Caren Pistorius e hijo en Salvaje
Así que nada, hétenos aquí tras el duelo entablado a la carrera entre perseguidor y perseguida y que nos deparará, además de bien de regueros de hemoglobina colateral, un más que resultón homenaje a la hilaridad gracias al surtido de fallos de rácord que nos brinda, amén de algún que otro inverosímil y descacharrante atentado a la lógica más aplastante. Como la plastilina, sí. La misma de la que se diría que están hechos algunos utilitarios al paso del típico camión que te arrolla apareciendo de la nada más absoluta. 

Caren Pistorius las pasa putas en su coche
El que fuera miembro del reparto que integraba el musical “Grease” a mediados de los 80, y que poco más tarde encarnara durante un par de años los roles del Dr. Frank N. Furter, Eddie o el Dr. Scott a lo largo de casi 500 representaciones de la producción “The Rocky Horror Picture Show”, se pone al volante de un bólido mastodóntico para epatarnos con unas maniobras e infracciones que parecen beber con desmesura de la mismísima fuente que surtiría a unos autos locos si, para más inri y deleite del respetable, estuvieran éstos pilotados por el Rutger Hauer de “Carretera al infierno” (1986) y por el Michael Douglas de “Un día de furia” (1991). Sea lo que sea que componga ese líquido brebaje, fijo que revienta la máquina al soplar en un control. Claro está, siempre y cuando haya alguno apostado por alguna de esas rotondas de Dios. Que ésa es otra, porque aquí la policía no asoma ni p'atrás, oiga. Vamos, que de tanto no estar, llego un punto en que ya ni se la espera. Y para cuando decide sorprendernos haciendo acto, a lo sumo de presencia, porque de servicio más bien poco, va y lo hace de riguroso solitario. Me parece que el oficial en cuestión no acabó de entender del todo bien a qué se referían con lo de “¡a todas las unidades!”. 

Russell Crowe con sobrepeso
Por la otra parte tenemos a Caren Pastorius, quien tras criarse en Sudáfrica se mudó ya de adolescente a Nueva Zelanda, donde empezaría a labrarse su futuro como actriz, apareciendo en producciones tales como la australiana “Cargo” (2017). Aquí se pone en la piel de Rachel, una atribulada compi de su hijo y a la vez compañera de piso de su hermano pequeño y la novia de éste, a quienes alquila un cacho de la casa. Vamos, que su matrimonio hizo aguas, y su vida no tiene pinta de que esté recobrando el vuelo. Anda en fregados a cuenta del divorcio, y las legañas hablan por ella cuando el crío la interpela por las mañanas. Y es que ojo peligro con el chaval, eh. Qué maravilla de saber estar, qué dechado de responsabilidad. La voz de la conciencia se queda afónica ante cada una sus elocuentes intervenciones. Eso sí, se sale un poco de contexto que en plena persecución, y cuando es arrancado de las seguras fauces de su colegio, al crío sólo le de por acordarse, en actitud andresina para los restos, de su puto helado de mierda. Ni que fuera a conseguir la... ¡¡¡POLE position!!! Uuufff, vale vale, voy acabando, pero guionistas, si es que os pasáis un rato largo, eh... Con todo, el Gabriel Bateman se lo curra haciendo de Kyle. Que haber salido ya a tan corta edad en cosas como, entre otras, “Nunca apagues la luz” (2017) o “Muñeco diabólico” (2019), pues algo de bagaje tiene que dar. 


“el montaje nos asegura poco menos de hora y media de desacomplejada a la par que canónica estructura, donde además la tensión no decae ni siquiera en las paradas para repostar” 


Russell Crow en Salvaje de Derrick Borte
Sentado en la silla de dirección tenemos al alemán Derrick Borte, quien tras poco más de una década de experiencia, y títulos como “London Town” (2016) y “American Dreamer” (2018), nos brinda un producto harto efectista, sobre todo y ante todo disfrutable si pasas por alto ciertos semáforos en rojo, pues lo que está claro es que el libreto de Carl Ellsworth no pasará a la historia y que algunas decisiones narrativas sólo pueden tenerse en consideración en tanto que mal muy menor de tan abultadas que son. Mira que la empecé a ver con cierto recelo, y los primeros compases no hicieron más que reafirmarme en dicho prejuicio. 

La entrada en escena del Russell Crowe se me antojó definitiva para mandar por el sumidero la hora que me aguardaba por delante. Pero mira tú por dónde que así a lo tonto me fue cautivando el devenir de la trama, por más sonrojante que ésta fuera. Una mezcla de mandibuleo batiente y rictus ojiplático se apoderó de mí hasta el final. Y es que el montaje nos asegura poco menos de hora y media de desacomplejada a la par que canónica estructura, donde además la tensión no decae ni siquiera en las paradas para “repostar”. De hecho, es ahí donde se despliega y se desata. Estaciones de servicio donde poner caldo, y a caldo. Y si no quieres, te vas a la cafetería, a que te sirvan tan sólo una taza. Pero qué taza. Repito, ¡pero qué pedazo de taza! Vale por el resto de cafeína que te puedas echar al gaznate en lo que te queda de vida. O a la cara. 

Y todo por un maldito cruce... de cables, en una maldita intersección. ¡¡¡Ya ni con el verde estás a salvo!!! Si hasta entre Mel Gibson y Danni Glover se lo curraban mejor, con sus dimes y diretes acerca de los colores, que no coloretes -sí, amigos, momento coloretes, porque lo hay-. Puede que entre ellos saltaran chispas, pero no sé, tendían puentes, conectaban de otra manera. Y no cargaban semejante “arma letal” por un tocar lo que no suena a golpe de claxon. Aunque claro, que para mí que igual ya venía cargado de serie el hombre. Insisto, de nuevo, el hombre... El epílogo del filme nos lo dejará claro, así como también el preámbulo. Tras él, y a modo de introducción crediticia, una serie de imágenes que avalan el trajinar cotidiano en la jungla de asfalto y que nos mastica en formato video-clipero, con hilo de centralita y noticiario, lo imprevisible de la vida. Y lo inexcusable de la muerte. Sobre todo si es al volante. El futuro ya está aquí, y no son los coches los que vuelan.


Crítica: My Heart Can´t Beat Unless You Tell It To

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DONNIE NOS HABLA SOBRE EL POLARIZANTE TERROR VAMPÍRICO DE JONATHAN CUARTAS


Mi corazón no late si no se lo dices póster
Me viene a la cabeza Shunji Iwai. Su 'Vampire' (2011). Simon en busca de chicas que quieran suicidarse para satisfacer su deseo de sangre. El tono tranquilo y sosegado de la cinta del director japonés. No despertó mucho interés y entusiasmo esta película. Solo se que a mí me fascinó y que de vez en cuando la vuelvo a ver y disfrutar como la primera vez. Esperaba encontrarme o sentir algo parecido con una cinta de la que lo primero que me sedujo fue el título: 'Mi corazón no late a menos que se lo digas' ('My heart can't beat unless you tell it to'). Pero al menos para mí, todo se quedó en eso: Un bonito título y una buena idea


“un juguete goloso en manos de aquellos que buscan diferenciar sus gustos de los del resto” 


Patrick Fugit con su familia de vampiros
La calma de Iwai en 'Vampire' se transformó para mí en sopor en la cinta de Jonathan Cuartas. Creo que su película despertó gran interés en el pasado festival de cine fantástico de Sitges, llevándose el premio a la mejor película en la sección de Noves Visions y el premio Citizen Kane al director revelación. Cada día creo menos en los premios. En el aura de mitificación que tienen o creen tener. Y la sensación de que siempre quieren apuntarse un tanto por premiar a un director o una película diferente o independiente, y por supuesto por la necesidad de crear polémica

chica para que coman vampiros
Creo que 'Mi corazón no late a menos que se lo digas' (2020) es un juguete goloso en manos de aquellos que buscan diferenciar sus gustos de los del resto. O al menos es lo que me pareció a mí porque no conseguí entrar en la película, ni más allá de su propuesta, me interesó lo mas mínimo (salvo algún destello puntual) y lo peor de todo, Patrick Fugit me dio la sensación de ser un actor muy, muy justito y cada vez que tenía que intentar expresar algo, lo que fuera, me distanciaba todavía más de la película. Y en esta cinta el trabajo de los actores es más que fundamental. No es 'Mi corazón no late a menos que se lo digas' la gran película que esperaba, y conmigo lo tenía muy fácil, porque me gusta este tipo de cine, me gustan estos ritmos lentos y sosegados, los personajes traumatizados. 


“Cuartas hace que su Mi corazón no late a menos que se lo digas resulte excesivamente lenta, tanto que sientes que el título es una indirecta: Por momentos parece que el corazón del espectador no va a volver a latir a menos que alguien se lo diga” 


vampiro quemándose
Thomas vive recluido en su casa. Sus dos hermanos mayores se dedican a cuidarlo y a conseguirle aquello que necesita para subsistir: Sangre. Vagabundos, prostitutas, gente de la que nadie se preocupará o echará de menos, sus víctimas predilectas. Una situación para lo que no se ve ningún tipo de salida.. Condenados a vivir por y para su hermano. 

Ingrid Sophie Schram
'Mi corazón no late a menos que se lo digas' profundiza en los sentimientos de sus tres protagonistas. Dwight, Patrick Fungus, tiene algo del Hakan, Per Ragnar, de 'Déjame entrar' (2008). La forma en la que ambos hacen que conseguir alimento para Thomas o Eli sea la mayor preocupación en su vida. Y la forma en la que su forma de actuar, su existencia, les agobia y satura. Hakan es un personaje más desarrollado en la novela de John Ajvide Lindqvist, aunque de una manera que personalmente no me convence, por lo que creo que es un acierto la manera en la que Tomas Alfredson lo muestra en su película. Dwight lleva gran parte del peso de la película y en manos de un actor un poco más diestro hubiera hecho que esta funcionara mejor. 


“Llegué con muchas ganas a la casa en la que habitan los tres hermanos y me quedé con la sensación de que hubiera sido mejor haberme quedado fuera” 


chica aterrada
Si antes he criticado a Patrick Fungus, he de decir que Ingrid Sophie Scharm y Owen Campbell consiguen cubrir los fallos del primero cuando los tres o al menos dos de ellos, están juntos en pantalla. La primera como esa férrea hermana que ha aceptado que su vida está supeditada a las necesidades de su hermano enfermo. El segundo que da vida al frágil Thomas, cuya existencia se reduce a cuatro paredes, a una navidad eterna (esos pequeños destellos de poesía me hacen pensar en las buenas ideas que hay detrás de esta película) y a la soledad más absoluta. Es una lástima porque creo que la historia tiene los suficientes elementos como para hacer de ella algo interesante, llamativo. Pero Jonathan Cuartas hace que su 'Mi corazón no late a menos que se lo digas' resulte excesivamente lenta, tanto que sientes que el título es una indirecta: Por momentos parece que el corazón del espectador no va a volver a latir a menos que alguien se lo diga. Si esa era la intención del director, lo ha hecho de manera magistral. 

Patrick Fugit cenando con su familia
Creo que no puedo añadir mucho más. Llegué con muchas ganas a la casa en la que habitan los tres hermanos y me quedé con la sensación de que hubiera sido mejor haberme quedado fuera. Igual me estoy haciendo mayor, igual mis gustos y mi percepción acerca de lo que veo va cambiando. 'Mi corazón no late a menos que se lo digas' me dejó un regusto amargo como lo hizo 'She dies tomorrow' (2020) de Amy Seimtz, otra película de la que no comparto el entusiasmo casi generalizado que causó. Otra vez que creo que una idea muy interesante se acaba quedando en eso. Habrá lectores que compartan mi opinión, otros que podrán pensar que he sido demasiado duro, sobre todo con víctimas colaterales como 'She dies tomorrow', pero solo se que tras ver 'Mi corazón no late a menos que se lo digas' pude dormir sin la necesidad de un orfidal, así que al menos si que saqué algo bueno.


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